37 HOMILÍAS MÁS PARA ESTE DOMINGO
(16-26)

 

16.

Dios a la vista

En este comienzo del mes de diciembre -un signo claro de la presencia del invierno y de la cercanía de la navidad- arranca también un nuevo año de la liturgia eclesial, un nuevo adviento. En la cultura religiosa española, el adviento no ha sido una época del año de especial relieve. Apenas existen costumbres populares asociadas con este tiempo litúrgico de la Iglesia.

En el mundo de habla alemana existe una bella tradición asociada con el adviento: una corona de hojas de acebo sobre la que reposan cuatro pequeñas velas. Cada domingo se va encendiendo una más de aquellas velas y, en el último domingo de adviento, cuatro velas encendidas están a la espera, aguardando que aparezca en la Nochebuena la luz de Dios, la luz que ilumina nuestra tiniebla.

Entre nosotros, por el contrario, el adviento carece prácticamente de costumbres populares y, en estos años, es una mera antesala de la navidad con su gran despliegue de regalos y de consumo...

El adviento de este año tiene sin embargo rasgos especiales. Es el pórtico y la antesala de un año mágico, el 1992. Toda una serie de conmemoraciones van a recordarnos el V Centenario de aquel 1492 en que unas pequeñas naves comenzaron a surcar un mar tenebroso y se encontraron con unas Indias distintas de las que pensaban descubrir.

También vamos a recordar el final de una reconquista que llevó a la unidad religiosa y política de España. Por otra parte, se celebra estos días un Sínodo extraordinario de obispos en Roma que tiene como objetivo la nueva evangelización de una Europa que, de repente, se ha puesto en ebullición: un continente en el que la distribución de fuerzas era clara y cuyas fronteras estaban perfectamente delimitadas, aparece hoy como sumamente inestable. Increíblemente y después de tantos siglos de historia, nadie se atreve a predecir cómo se configurarán las fronteras de la Europa del próximo milenio. El adviento es época de espera y de esperanza. Hoy esta virtud teologal, que en el pasado estaba como en segundo plano, tras la fe y la caridad, ha recuperado un rango fundamental. Hace años, en una época muy distinta de la actual, Charles Péguy hablaba de «la pequeña esperanza..., la hermana más humilde, más alegre y más atrevida».

Hoy, en un mundo tantas veces roto y desilusionado, la esperanza constituye un anhelo y un deseo básico del ser humano. La desesperanza, el sinsentido, se han convertido en una gran amenaza para el hombre de hoy. La prensa dice que la forma más trágica de desesperanza, el suicidio, se ha puesto de moda en un país como Suecia, cuyos adelantos sociales eran calificados como modélicos.

Las lecturas de la liturgia de hoy nos hablan de esperanza. Lo hace Jeremías dirigiéndose a un pueblo que vive la dificultad después de la vuelta del exilio: «Mirad que llegan días», «en aquellos días» -por dos veces repite esta expresión- Dios suscitará un descendiente de David «que hará justicia y derecho en la tierra» y será llamado «Señor-nuestra-justicia». De esperanza habla san Lucas en un texto apocalíptico -como el que escuchamos hace pocas semanas- en el que se refiere al fin del mundo y a la caída de Jerusalén. En este contexto, afirma el evangelio: «Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Estad siempre despiertos y manteneos en pie ante el hijo del hombre». Los judíos que habían estado deportados en Babilonia, las pequeñas comunidades cristianas perseguidas, escucharon estas palabras como una llamada a la esperanza en un mundo adverso y difícil.

Adviento es una época del año en que se concentran los intentos de búsqueda de sentido que el hombre ha emprendido desde que comenzó a serlo; desde que se hizo consciente de las «últimas preguntas» que inquietaban su corazón y que no podían ser respondidas desde las realidades que puede ver y tocar.

Adviento es hoy la búsqueda de un hombre, cuyo desarrollo científico y tecnológico le ha llevado a desencantar tantas cosas, pero que muchas veces se siente interiormente vacío.

Adviento es la trayectoria de un hombre que proclamó hace un siglo la muerte de Dios para crear nuevos dioses que no llenan su corazón y que hoy vuelve a preguntarse ansiosamente sobre Dios, porque sin él se pueden desmoronar los principios éticos que tanto necesita.

Adviento es una llamada al hombre de hoy que se embota -lo decía Jesús- con objetos de oropel y ha perdido el sabor de lo sencillo; que vive acelerado en una espiral de consumo, que se va a intensificar durante estas cuatro semanas de adviento, y se desentiende de los problemas del hambre y la miseria en el mundo, a nuestro alrededor... Adviento es Dios que nos busca, porque Dios sale siempre al encuentro del hombre. Él sigue creyendo en los hombres, sigue creyendo en mí, a pesar de que tantas veces me olvido de él y le rechazo en mi vida. Cada año que celebramos ese adviento que culmina en la navidad, podemos afirmar que Dios sigue teniendo esperanza en los hombres, a pesar de nuestras guerras y de nuestras crueldades y violencias... Adviento es Dios que viene a nosotros con una luz de esperanza, con una brisa limpia y fresca de ilusión; que puede hacer nacer nuevas ilusiones de nuestras cenizas de desesperanza. Dios, ese Dios a quien el ser humano busca desde el fondo de su entraña, llama a nuestra puerta en este adviento que inicia un año cargado de recuerdos. «Levántate»: por muchos que sean los caminos torcidos de nuestra vida, por mucho que nos sintamos atenazados por la rutina y la monotonía de la existencia, podemos, ante ese Dios que nos busca, comenzar otra vez de nuevo.

«Alza la cabeza»: no te quedes entrampado por una consideración externa de la vida y de los acontecimientos, alza la cabeza e intenta encontrar estrellas que den luz y sabor a tu existencia. Busca en tu interior, en el interior de las personas y de las cosas, porque allí hay una riqueza muy superior al oro y la plata.

Dios a la vista, como escribía J. Ortega y Gasset: es lo que celebramos en el adviento, porque existe un camino, una brújula y una estela que nos conduce a la Palabra hecha carne, que nos va a manifestar un año más al Dios al que nadie ha visto jamas.

«Nueva evangelización» es el lema del Sínodo y debe ser también un programa para nuestra vida. Porque no podemos pensar en una evangelización de esta Europa convulsa, si no comenzamos primero evangelizándonos a nosotros mismos. Y afrontamos esta nueva evangelización con ilusión, acompañados por «la pequeña esperanza..., la hermana más humilde, más alegre, más atrevida».

Fue atrevida la ilusión que llevó al descubrimiento del nuevo mundo y atrevida debe ser hoy también nuestra esperanza. Evangelización fue una palabra unida al descubrimiento de aquel nuevo mundo, aunque también fuese acompañada de otros intereses menos santos; evangelización debería ser una palabra básica para el creyente que se acerca al puerto del nuevo milenio.

En esta semana muchos nos hemos reído -y hasta nos hemos alegrado malévolamente- ante el hundimiento de la nave Victoria, nada más abandonar el puerto de Isla Cristina. Ojalá esa nave, cuyo babor o estribor -no sé cuál- descansa pesada y ridículamente, como un vientre henchido, sobre unas aguas demasiado poco profundas, no sea un símbolo de nuestra vida: una existencia fracasada e impotente, como el vientre embotado con los miles de productos que nos van a meter por los ojos durante estas semanas, aplastada pesadamente sobre las aguas superficiales de una vida carente de hondura. Y que, por el contrario, el símbolo de nuestras vidas, sean aquellas otras pequeñas naves, que salieron con ilusión del puerto de Palos, buscando nuevos mundos. «Dios a la busca»: no buscamos tierras de tesoros y de especias; buscamos sencillamente a Dios. Es él el que nos espera siempre, es él el que empuja nuestra búsqueda, es él el que siempre está a la vista... Timonel endereza tu rumbo, alza la cabeza, alza el corazón.

JAVIER GAFO
DIOS A LA VISTA
Homilías ciclo C. Madris 1994.Pág. 13 ss.


17.

La obsesión apocalíptica En todas las épocas se ha creído ver signos apocalípticos del fin del mundo. Las primeras generaciones cristianas esperaban inminente la Parusía del Señor. "El fin de todas las cosas está cercano" (1P/04/07); afirmaba San Pedro. Incluso había que "esperar y acelerar la venida del Día de Dios", (2P/03/12). Por eso, que "venga la gracia y pase este mundo... Maranathá. Amén" (Did. 10,6), rezaban todos.

Cuando el imperio romano se derrumbaba en el siglo V, muchos, incluso santos y padres de la Iglesia, pensaron que ya era el principio del fin. El imperio romano sería el cuarto y último reino visto por Daniel. S. Martín de Tours opinaba que el Anticristo estaba preparando ya sus armas de combate. S. Jerónimo llora sobre sus pergaminos y se le quitan las ganas de escribir. "El navío se hunde", decía. Algunos ya vaticinaban el fin para el año 500.

¿Y qué decir de los terrores del año 1.000? Muchas novelas los han exagerado: ojos alucinados en expectación de un fenómeno celeste, espanto ante la aparición de un cometa, un par de herejes con rasgos de Anticristo. Pero no faltaron angustias y obsesiones. El mismo Odón de Cluny calculaba para el año 1.000 la catástrofe final. Más tarde Joaquín de Fiore calculaba la plenitud de los tiempos para el año 1.260 según el cómputo de las generaciones señaladas en Mt. 1,17 (=42 generaciones desde Abrahán a Cristo y otras tantas desde Cristo a la plenitud). En su tiempo -muere en 1.202- piensa que ya ha nacido el Anticristo. Los "espirituales" franciscanos se embebieron en estas ideas.

Un siglo más tarde, en el 1,350, la peste negra y la subsiguiente peste roja de los fragelantes- dieron origen a los más excitantes delirios apocalípticos. Savoranola, finalizado el siglo XV, anunciaba como próximo "el tiempo de las venganzas divinas". Y así sucesivamente. Nunca han faltado los profetas de las catástrofes.

En nuestro tiempo no sé si las supuestas revelaciones y secretos de Fátima o las apariciones de El Escorial tiene algo que ver con este estilo de predicciones y amenazas.

La verdad es que si se quiere, todos los tiempos son malos y aún peores, y en cualquier tiempo se pueden ver signos de final. También en nuestra época -¿la mejor o la peor de todas?- se puede hacer la lectura de estos signos. Veamos.

-"En la tierra habrá angustia de las gentes"

La angustia es hoy una enfermedad muy corriente. Se manifiesta en el nerviosismo constante, en la insatisfacción creciente, en los insomnios, en las depresiones, en la desgana, en la tristeza, en la desesperanza, en el ahogo interior. Es como un cáncer del alma, como una carcoma espiritual. Las muchas preocupaciones, el ritmo vertiginoso de vida, la falta de convicciones, la crisis e inseguridad general son algunas de sus causas. Para combatir esta enfermedad del alma, la gente utiliza drogas, diversiones, actividades, placeres: todos, calmantes pasajeros y traicioneros.

-"Enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje"

No tanto los ciclones, inundaciones, terremotos y accidentes, cuanto el consumo devorador es el que produce una locura colectiva. Son mareas y oleadas de modas que se suceden vertiginosamente, de productos excitantes, de campañas publicitarias obsesionantes, que provocan fiebre mental e histeria total. Para estar al día, hay que estar con la lengua fuera y el corazón estallando. La gente vive para trabajar, trabaja para consumir, consume para volver a trabajar. El resultado es el automatismo y la locura.

-"Los hombres quedarán sin aliento por el miedo"

"El hombre vive cada vez más en el miedo" (Juan-Pablo II, Redempt, Hom.). Miedo no sólo al terrorismo y a la guerra nuclear. Algo más profundo y generalizado. Hoy se tiene miedo al hombre, al otro, que resulta ser un peligro constante y un rival permanente. Por eso la gente usa puertas blindadas en las casas y alambradas eléctricas en el corazón; por eso se llevan armas en el bolsillo y halcones en el alma. Hoy se vive y se convive sobre el miedo mutuo. Este miedo global después se especifica y concreta en cantidad de miedos distintos: desde el miedo al cáncer hasta el miedo a los impuestos.

-"Las potencias del cielo temblarán"

Los que hemos colocado en el olimpo de la fama: los mitos prefabricados, los mesías esperados, los ídolos adorados, los superhombres privilegiados, las estrellas del arte, de la política, del deporte: seres todos brillantes, elegantes, espléndidos, admirables, intocables; hombres poderosos, lejanos, altísimos, inabordables... Todas esas estrellas se oscurecerán a golpe de moda y tiemblan cada vez que un nuevo astro aparece en su firmamento.

-"Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero"

¿En quién pensaba el Señor cuando daba este consejo? Porque ninguna generación como la nuestra corre este peligro de embotamiento. Esos tres enemigos del alma o de la mente: vicio, bebida, dinero, o sexo, droga, dinero, son desde luego muy modernos. Es la religión de nuestro tiempo. Se ofrece en mercados, bares, discotecas, T.V., periódicos, quinielas, y hasta en la propia casa. Estos son los verdaderos "lazos" que caen "sobre todos los habitantes de la tierra".

-"Entonces' es decir, ahora. "Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación" Fuera yugos opresores. Arriba los humillados y cabizbajos. Está más cerca la salvación.

Es el tiempo del adviento, no del apocalipsis. La esperanza llama a vuestras puertas. La liberación es posible. El Reino de Dios está entre nosotros. Hoy, como ayer, Jesús predicaba el Reino, como anteayer, cuando los profetas consolaban y alentaban a los judíos desterrados, "se acerca vuestra liberación". Y éstos son los signos: hay renovaci6n espiritual, hay revoluciones evangélicas, hay hambre de justicia, hay ansias de fraternidad, hay movimientos por la paz, hay esfuerzos de solidaridad, hay mayor cultura, hay presencia de Dios.

-"Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube con gran poder y gloria"

El viene siempre. Sólo que lo de la nube, el poder y la gloria tiene muchas lecturas. No se trata de un poder dominante o de una gloria deslumbrante. Nada de apoteosis espectaculares. La nube es la presencia divina. El poder y la gloria se manifestaron un día en la cruz y así será para siempre. No hay en Dios más poder y gloria que el amor. Poder y gloria de Dios, para que el hombre se libere y viva. El Hijo del hombre viene cada día para que vivamos. Y viene "acompañado de una nube de santos" Viene humildemente, delicadamente, amistosamente, como en nube pacificadora, cargada de divinidad. Y viene con sus santos y sus pobres. Nuestro Señor Jesucristo no gusta de presentarse sólo. ¿Recordáis cuando visitó a su amigo Abrahám? Dios siempre se describe en compañía de sus santos y sus pobres, con Abrahám, con Moisés, con Elías, con Lázaro, con los mártires.

Hoy también llega a nosotros acompañado de sus santos, que son pobres, y de sus pobres, que son santos: de los pequeños, de los hambrientos, de los perseguidos, de los torturados, de los pacíficos. Viene siempre en buena compañía. Sepamos recibirle a El y a cuantos acompañan. "Para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de sus santos os presentéis santos e irreprensibles".

PASTOR DE TU HERMANO
ADVIENTO Y NAVIDAD 1985.Pág. 19-23


18.

1. «Estad siempre despiertos» y orad.

El Año Litúrgico comienza en el evangelio con una visión anticipada del retorno de Cristo. Con ello se nos enseña algo inhabitual: a ver la Navidad (su primera venida) y el juicio final (su segunda venida) como dos momentos que se implican mutuamente. La Escritura nos dice constantemente que con la encarnación de Cristo comienza la etapa final: Dios pronuncia su última palabra (Hb 1,2); sólo queda esperar a que los hombres quieran escucharla o no. La última palabra que en Navidad viene a la tierra, «para que muchos caigan y se levanten» (Lc 2,34), es «más tajante que espada de doble filo... Juzga los deseos e intenciones del corazón... Nada se oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuentas» (Hb 4,12s). La Palabra encarnada de Dios es crisis, división: viene para la salvación del mundo; pero «el que me rechaza y no acepta mis palabras ya tiene quien lo juzgue: el mensaje que he comunicado, ése lo juzgará el último día» (Jn 12,47s). Lo que consideramos como un gran intervalo de tiempo entre Navidad y el juicio final no es más que el plazo que se nos da para la decisión. Algunos dirán sí, pero parece como si en este plazo que se nos deja para la decisión el no fuera en aumento. Es significativo que cuando se produce la primera petición de información sobre el Mesías deseado por toda la Antigua Alianza, «Jerusalén entera» (Mt 2,3) se sobresalte, y que tres días después de Navidad tengamos que conmemorar la matanza de los inocentes.

La muerte de Jesús se decide ya al comienzo de su vida pública (Mc 3,6). El vino al mundo no para traer paz, sino espada (Mt 10,34). Navidad no es la fiesta de la lindeza, sino de la impotencia del amor de Dios, que sólo demostrará su superpotencia con la muerte del Hijo. En este tiempo de nuestra prueba hemos de estar permanentemente «despiertos», vigilantes, «en oración».

2. «Señor-nuestra-justicia».

Ciertamente la Antigua Alianza anheló -así en la primera lectura- los días en los que Dios cumpliría su promesa de salvación a Israel. El vástago prometido de la casa de David será, en el sentido de la justicia de la alianza de Dios, un vástago legítimo que «hará justicia». Y esta justicia divina de la alianza en modo alguno ha de medirse según el concepto de la justicia humana; la justicia de Dios se identifica más bien con la rectitud («rectitudo») de toda acción salvífica de Dios, que a su vez se identifica con su fidelidad a la alianza pactada. Esto no excluye sino que incluye el que Dios tenga que castigar la infidelidad de los hombres para, en su aparente desolación, hacerles comprender lo que realmente significan la alianza y la justicia (cfr. Lv 26,34s.40s).

3. "Santos e irreprensibles cuando Jesús nuestro Señor vuelva».

Por eso la vida cristiana será -según la segunda lectura- una vida dócil a las «exhortaciones» de la Iglesia, una existencia en la espera del Señor que ha de venir, una vida que recibe su norma del futuro. En primer lugar se menciona el mandamiento del amor, un amor que ha de practicarse no sólo con los demás cristianos sino que ha de extenderse a «todos», para que de este modo la Iglesia, más allá de sus propias fronteras, pueda brillar con el único mensaje que puede llegar al fondo del corazón de los hombres y convencerlos.

Pero para eso se precisa, en segundo lugar, una «fortaleza interior» que debemos pedir a Dios, porque sólo esa fortaleza puede ayudarnos para que nuestro amor siga siendo realmente cristiano y no se disuelva en un humanismo vago. El día que comparezcamos ante el tribunal de Cristo, nuestra santidad ha de ser tan «irreprensible» que nos permita asociarnos a la multitud de sus santos (de su «pueblo santo»), que vendrán y nos juzgarán con él (Ap 20,4-6; 1 Co 6,2).

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 2112 s.


19. SIEMPRE ES ADVIENTO

Yo no sé si el hombre de hoy sabe qué es el «adviento». Incluso, no sé si, los que nos llamamos cristianos, nos sentimos de verdad inmersos en esa dinámica de «vivir en adviento». Y. sin embargo, para quienes concebimos el mundo y la historia traspasados de «trascendencia», resulta que todo es «adviento». Pasado, futuro y presente giran ininterrumpidamente pendientes de «Alguien que vino, que vendrá y que está viniendo siempre».

El pueblo de la antigua alianza, después de pasar un largo calvario de esclavitudes, privaciones, destierros y caminos, fue dándose cuenta de que «Dios había venido a ellos».

Aquel éxodo les fue educando. Y comprendieron que Dios les había guiado y protegido. Adviento pasado. Y así lo recitaban en sus salmos: «Recordad las maravillas que Yahvé ha obrado, sus portentos, las sentencias de su boca».

Y la reflexión sobre ese «adviento pasado» le sirvió, además, como figura y anticipo, como ejercicio de esperanza, para anhelar un «adviento futuro». Dios les visitaría con nuevas mercedes. Con la gran merced. Y en esa esperanza se debatió, gimió, anheló y rezó. Oíd a Isaías: «Destilad, cielos, el rocío de lo alto y que las nubes lluevan al Justo». Y en otro lugar:

«Compadécete, Señor, de nosotros, que te esperamos». Hasta que el «futuro» se hizo «presente». Cuando «llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley». Ahí empezó la nueva economía. Y un adviento tridimensional gira y gira -¡es la bella danza de la esperanza!- ante los ojos y el coraz6n de cada creyente y delante del «pueblo de Dios» que camina en éxodo. Estas cuatro semanas pretenden eso: que el hombre del siglo XX se dé cuenta que un día, hace dos mil años, «apareció la benignidad de Dios y trajo la salvación para todos los hombres». Que «la eternidad» se mezcló con el «tiempo» y que vivimos ya definitivamente en la «eternidad». Y así, teniendo en cuenta esa «Encarnación, Muerte y Resurrección» del Hijo de Dios -¡adviento pasado!- aprendamos, como el pueblo de Israel, a vivir en la esperanza del «adviento futuro». Y así, como el «criado solícito», o como las «vírgenes prudentes», preparemos el futuro, en diligente anhelo: «viviendo sobriamente, honradamente, religiosamente, aguardando la dicha que esperamos». Porque «el Señor vendrá, a la hora en que menos pensemos». Y estas palabras del Señor «no fallarán». «Antes fallarán el cielo y la tierra».

Y, teniendo nuestras vidas enmarcadas entre esos dos advientos, pasado y futuro, ejercitémonos cada día en el convencimiento de que Dios está presente entre nosotros; celebrémoslo jubilosamente en todos los matices que nos ofrece la Liturgia; y busquemos sobre todo la dirección que Jesús mismo nos señaló para vivir siempre en su presencia, los

P0BRES: «A los pobres los tendréis siempre entre vosotros». Ya el Sínodo nos invitaba con urgencia a hacer efectiva nuestra opción preferencial por los pobres. Y nuestra Cáritas, desplegando un amplio ensayo preparatorio durante el Adviento, nos dice ya desde ahora que «la Navidad debe ser una llamada a la Solidaridad».

Nuevo Año Litúrgico. Puesta en marcha de «un nuevo Tour». 365 etapas. De montaña y de llanura. De contrarreloj y de aparente calma. El corredor de fondo es un símbolo viviente para todo el año. Que sea nuestra mascota. Hoy mismo comenzamos a correr dando vueltas alrededor de «El que era, el que es y el que vendrá». Ya lo sabéis: «Siempre es Adviento».

ELVIRA-1.Págs. 197 s.


20.

Frase evangélica: «Estad siempre despiertos»

Tema de predicación: LA ESPERA Y LA ESPERANZA

1. ESPERA/ESPERANZA: No es lo mismo espera (lo que llega es debido al esfuerzo humano) que esperanza (lo que adviene nos sobrepasa humanamente). Pero tampoco hay que contraponerlas: la esperanza cristiana pasa a través de genuinas esperas humanas. A veces nuestro pueblo tiene una gran esperanza y pocas esperas humanas. Los acomodados viven únicamente pendientes de las esperas cifradas en el dinero, el poder, la comodidad, etc. Los pobres y marginados esperan siempre una sociedad nueva, un reparto de bienes y de oportunidades, un reino de Dios con libertad y justicia. Esto entraña que se derrumben muchos «mundos» viejos, muchas esperas falsas.

2. Podemos distinguir tres niveles de espera, según necesidades y deseos: la espera pasiva de los no comprometidos; la espera interesada del burgués a su favor; y la espera creadora de los activos a favor del pueblo. La esperanza es el entramado de la vida. Según como esperemos, así somos: impacientes o tranquilos, afirmativos o escépticos, comprometidos o desganados. Algunos profetas de calamidades sólo ven la «mala noticia», no la «buena nueva». La persona que espera de verdad tiene confianza en el cumplimiento de las promesas de Dios.

3. Jesús esperó activamente la venida del reino. Y, porque esperaba, encontró lo esperado: una nueva vida de resucitado. El cristiano debe esperar, al modo de Jesús, la plenitud del reino, a pesar de los fracasos, de los «signos» catastróficos, de «lo que se nos viene encima». Espera con firmeza quien espera la «liberación», para lo cual es necesario tener una actitud básica: la «vigilancia», con objeto de ver en el tiempo de los signos los signos de los tiempos. El Evangelio no nos garantiza que los cristianos escapemos de las desgracias, naturales o provocadas. Nuestra existencia no es fácil. El Señor nos pide que «levantemos la cabeza» y tengamos en cuenta que el fin de «un» mundo es preparación de la venida del Señor.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿En qué ponemos nuestras esperas y esperanzas?

¿Cómo captamos los signos de esperanza en nuestro mundo?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITÚRGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 241 s.


21.

Jer 33, 14-16: El que procede con justicia morará en la casa del Señor

Sal 24: Muéstrame Señor tus caminos

1 Tes 3, 12-4, 2: Crecer cada día en el amor

Lc 21, 25-28.34.36: Estar preparados para la venida del Hijo del hombre.

Empezamos hoy el tiempo de adviento, tiempo de preparación para la venida del Señor.

El profeta Jeremías presenta, en la primera lectura cómo el Señor nunca en la historia ha faltado a su promesa a pesar de la infidelidad del pueblo. Un descendiente de David salvará el reino de Judá y vivirán así en paz. Es una constante en los oráculos mesiánicos de los profetas anunciar al Mesías como el que restablecerá la justicia, y que la justicia es condición necesaria para la paz. La paz y la justicia están vinculadas de manera tan estrecha, que la paz es fruto de la justicia (Is 32, 17). Esa promesa se hizo plena realidad en Jesús de Nazaret.

Durante su vida, Jesús quiso enseñarnos cómo podemos llegar al Padre. La súplica que el salmista hace para que el Señor le muestre sus caminos se ve cumplida en la misma vida de Jesús. De ahí la exhortación que hace el apóstol Pablo para crecer cada día en el amor, porque el amor nos prepara para el encuentro definitivo con el Padre.

Con un lenguaje apocalíptico el evangelista Lucas anuncia los signos que precederán la venida del Hijo del hombre. Estos signos hay que entenderlos no en el sentido catastrófico (cfr Dn 7), tampoco con temor, sino más bien con la esperanza que despertaron estos escritos apocalípticos en el Antiguo Testamento y en la primera comunidad cristiana, en tiempos de las persecuciones de las que fueron víctimas por los emperadores romanos. Por eso Lucas asocia este tiempo con la cercanía de la liberación.

La necesidad de estar vigilantes, no es un llamado de atención por la proximidad del fin del mundo, sino por la proximidad del Reino. Para presentarnos dignamente ante el Padre, sin temor, es preciso haber seguido los pasos de Jesús, habernos comportado como es agradable al Señor.

Jesús de Nazaret es Aquél que en su mensaje camina delante de nosotros hacia el Padre y el que nos invita al seguimiento, es decir, caminar con Jesús como en otro tiempo lo hicieron sus discípulos; estar siempre al lado de él.

Pero como el estar ahí junto a Jesús no puede indicarnos a nosotros estar al lado del Jesús terreno, significa entonces que nosotros hemos de estar allí donde él quiere, en y por su mensaje, modificando, hoy como entonces, la vida. Ese estar allí, no tiene nada que ver con la actitud pasiva de un espectador. Estar junto a Jesús, seguirle dentro del mundo, implica para nosotros, en un continente que necesita hombres y mujeres comprometidos con su causa, actividad y aplicación de fuerzas para establecer el Reino entre nosotros, trabajando como personas normales que siguen a Jesús, tal como somos, confiando en que la fuerza de él se hace eficaz y a la vez transparente, a través de los cristianos comprometidos con la causa del evangelio.

Sólo viviendo así, con un compromiso radical con la propuesta del Reino, podremos presentarnos sin temor ante el Hijo del hombre, al final de nuestra vida.

Eduard Schweitzer describió bellamente lo que es el seguimiento, con el siguiente ejemplo:

"Cuando en un valle de alta montaña está cayendo un intensa nevada, el niño que ha ido a visitar a su abuelita no puede regresar a casa. Pero su padre... sale a su encuentro, va delante y abre camino con sus poderosos hombros, a través de los remolinos de nieve. El niño camina detrás, paso a paso, por las mismas pisadas que el padre, aunque de manera totalmente distinta. Si el padre quisiera ser para el hijo únicamente un modelo, el niño debería abrirse un camino propio junto al del padre, diez metros más allá, contentándose con mirar desde allí la manera como el padre lo hace. Si el padre quisiera ser, en el sentido estricto de la palabra, el representante o el sustituto del niño, entonces éste se quedaría en casa de su abuelita y podría pensar: mi padre va en mi lugar a casa". (Erniedrigung und Erhöhung, p. 7.)

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


22. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2003

Comenzamos el año litúrgico con el tiempo de adviento. Esperamos la venida del Señor. Esto implica estar alertas, vigilantes, y a ello nos llaman los textos de hoy. La Iglesia quiere que tomemos conciencia: reactivando nuestra esperanza en Jesús, Dios encarnado, en quien se nos da radicalmente la promesa decisiva de nuestra liberación. Pero, esto requiere que renovemos el proceso de nuestra conversión, siempre incompleta. El Reino de fraternidad, paz y justicia que Cristo nos trae no se hará sin nuestra esforzada cooperación.

Al introducirnos en este tiempo de esperanza y conversión, el Evangelio nos confronta con la exigencia cristiana de la vigilancia. “...Levanten la cabeza... Estén alerta... Estén despiertos...”. La vigilancia es tema fundamental en la predicación de Jesús, como actitud para reconocer su presencia, a veces silenciosa o desconcertante, en los acontecimientos de nuestra vida.

El texto del evangelio de hoy es un texto difícil: la liberación llega. En los versículos anteriores Lucas nos hablaba del asedio a Jerusalén (21,20-23). Ahora, alude a la segunda venida de Jesús: es decir a lo que llamamos la parusía. El discurso de Jesús es apocalíptico y adaptado a la cultura de su tiempo (apocalipsis no significa catástrofe, como tendemos a pensar, sino revelación), y nosotros tenemos que releer esas señales del mundo natural en el mundo de la historia, que es el lugar en que el Espíritu se manifiesta. La segunda venida del Señor revelará la historia a sí misma. La verdad que estaba oculta aparecerá a plena luz. Todos llegaremos a conocernos mejor (1Cor 13,12b).

En nosotros existe la angustia, el miedo y el espanto, no causados por “las señales en el sol, la luna y las estrellas”. Nuestras angustias e inseguridades están causadas más bien por las crisis económicas, por los conflictos sociales, por el abuso del poder, por la falta de pan y trabajo, por la frustración... de tantas estructuras injustas, que solo podrán ser removidas por el paso -del amor de Dios y su justicia- en el corazón del ser humano.

El mensaje de Jesús no nos evita los problemas y la inseguridad, pero nos enseña cómo afrontarlos. El discípulo de Jesús tiene las mismas causas de angustia que el no creyente; pero ser cristiano consiste en una actitud y en una reacción diferente: lo propio de la esperanza que mantiene nuestra fe en las promesas del Dios liberador y que nos permite descubrir el paso de ese Dios en el drama de la historia. La actitud de vigilancia a que nos lleva el adviento es estar alerta a descubrir el “Cristo que viene” en las situaciones actuales, y a afrontarlas como proceso necesario de una liberación total que pasa por la cruz.

Por eso el Evangelio nos llama a “estar alerta”, a tener el corazón libre de los vicios y de los ídolos de la vida (la conversión), para hacernos dóciles al Espíritu de Cristo que habita las situaciones que vivimos en nuestro entorno. Nos llama a “estar despiertos y orando”, porque este Espíritu se descubre con una Esperanza viva, punto de encuentro entre las promesas de la fe y los signos precarios que hoy envuelven esas promesas. La esperanza es una memoria que tiende a olvidarse, se nutre con la oración, nos adhiere a las promesas de la fe y nos inspira, cada día, la búsqueda de sus huellas en las señales del tiempo. La Esperanza cristiana se hace por nuestra entrega a trabajar para que las promesas se verifiquen en nuestras vidas.

Por ello, la parusía no puede ser motivo de terror, sino de lo contrario: de ánimo, “porque se acerca la liberación”(v. 28). Además, la atención a lo que vendrá no elimina la exigencia de hoy. No se trata de una espera pasiva; lo propio es la vigilancia, la atención a los signos de los tiempos (Lc 21, 29-33), en ellos se manifiesta el Señor.

La oración debe ser de todo tiempo (v.36). Ella constituye un gesto y una experiencia de gratuidad. De gratuidad del amor de Dios que da sentido pleno a la exigencia que hace auténtica la esperanza.

De amor y justicia nos hablan las dos primeras lecturas. La vigilancia ante la llegada del Señor supone practicar “la justicia y el derecho en la tierra”(Jer 33,15). Esto hace parte de la misión de Jesús “hijo de David”, cuya primera venida al mundo celebramos en Navidad. La justicia y el derecho son aspectos esenciales de la promesa de Yahvé(v.14). Cuando ésta alcance cumplimiento “se salvará y en Jerusalén vivirán tranquilos y la llamarán así: Señor- nuestra- justicia” (v.16).

Lucas nos hace pensar en la segunda venida del Señor, en este domingo en que empezamos la preparación de Navidad. Un adviento lleva a otro. Entre los dos, transcurre el tiempo de la comunidad cristiana, lapso de tiempo en que la comunidad debe empeñarse en la construcción del “derecho y la justicia”. Esto implica compromisos concretos con el “vía crucis de cada día” que viven los pueblos pobres del mundo. Esa solidaridad debe concretarse en una decisión firme de forjar una sociedad distinta donde sea posible la justicia, la fraternidad y la paz, en ellas se expresa históricamente el Reino, don de Dios.

Esto no se conseguirá si no “sobreabunda el amor” (1Tes. 3,12), es decir, si todo no está empapado de entrega generosa y gratuita “en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos”; es una forma de estar vigilantes en la espera de “la venida de Nuestro Señor Jesucristo” (v.13).




Para la revisión de vida
-Al comenzar el adviento, puedo hacer un chequeo a mi esperanza: su salud, su fundamento, sus dificultades, su poder contagiante o sulanguidez enfermiza...
-¿Soy persona de esperanza? ¿Qué espero? ¿Cómo venzo los obstáculos a la esperanza?


Para la reunión de grupo
-¿Qué signos de esperanza y de desesperanza da esta sociedad actual "realista", sin utopías, desencantada, anestesiada por la proclamación del "final de la historia"...?
-"Con la caída del muro de Berlín lo que se ha producido en la sociedad es el abandono de la concepción utópico-histórica de la política", ya no se toma la historia como un camino hacia la transformación de la sociedad, ya no hay lugar para los mesianismos ni para las utopías… La sociedad se ha hecho "pragmática" y "realista". La mística utópica y la esperanza apasionada de una renovación del mundo parecen cosas de otros tiempos… ¿Qué papel tendríamos los cristianos en esta hora baja de la esperanza? ¿Qué es la esperanza en un contexto sociocultural como éste? ¿Somos testigos de esperanza?
-Qué pueden significar los signos apocalípticos que utiliza el evangelio (señales en el sol, la luna y los astros, rugido del mar, amenaza de la llegada imprevista...)
-¿En qué sentido el fin del mundo (y/o de nuestra propia vida) es la "venida del Señor Jesús"?



Para la oración de los fieles
-Para que las comunidades cristianas vivan intensamente el adviento como preparación a la navidad y como tiempo dedicado más intensamente a alimentar la esperanza del mundo y la propia nuestra, roguemos al Señor....
-Por todos los que lloran y se desesperan ante la muerte, para que encuentren sus vidas el coraje de la esperanza...
-Por todas las personas que por edad, enfermedad o cualquier otra circunstancia sienten la proximidad de su final; para que comprendan esa situación como una gracia, un don, una oportunidad para alcanzar la plenitud de sus vidas...
-Por todas las otras personas, especialmente jóvenes, que viven de espaldas a la realidad de la muerte y de la finitud de nuestras vidas; para que abandonen toda enajenación y vivan todos los días conscientes de las dimensiones reales de la vida humana...
-Por la esperanza de los pobres, los dos tercios del mundo, los mil millones de personas que viven con un dólar diario, los 2.500 millones de personas sin empleo, el 20% más pobre de la humanidad que recibe el 1'4% del producto mundial; para que por nuestro compromiso decicido por la transformación del mundo seamos adviento, esperanza, buena noticia para estos hermanos y hermanas nuestros…
-Para que los teólogos cristianos reelaboren y reformulen las verdades eternas y la fe en el más allá de la muerte con un lenguaje más adecuado al hombre y la mujer de hoy…



Oración comunitaria
Oh Dios, Madre y Padre, Fuerza y Origen, Fundamento misterioso del Ser que llamas a la existencia y siembras los impulsos y los brotes, y llamas a la Esperanza. Al comenzar este nuevo Adviento acoge nuestras limitaciones y temores, y libera toda tu energía en nosotros, para que renazcamos a una esperanza nueva. Tú que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos. Amén.

Lecturas sobre la esperanza
-El capítulo VII de la Lumen Gentium presenta una buena síntesis del tema escatológico, digno de ser tenido en cuenta en todo este tiempo de adviento.
-Teilhar de Chardin, El medio divino, epílogo, en cualquier edición.
-Laín Entralgo, Espera y esperanza, Revista de Occidente, Madrid 1958


23. 2003

Nexo entre las lecturas

La venida del Señor está presente en los textos de la actual liturgia; mediante esta expresión la liturgia quiere mostrarnos el sentido cristiano del tiempo y de la historia. Vienen días, se nos dice en la primera lectura, en que haré brotar para David un Germen justo. Jesús, en el discurso escatológico de san Lucas, dice que los hombres verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. En la primera carta a los Tesalonicenses san Pablo les exhorta a estar preparados para la Venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos.


Mensaje doctrinal

1. Memoria y profecía. En estas dos palabras se sintetiza toda la concepción cristiana del tiempo. Cuando habla del tiempo, el cristiano piensa en el tiempo presente con sus vicisitudes y circunstancias. Es el presente del tiempo de Jeremías (año 587 a. de C.) en que Jerusalén yacía bajo el asedio de Nabucodonosor; es el presente de la comunidad cristiana de Tesalónica o de los destinatarios del Evangelio según san Lucas. Desde ese presente se lanza la mirada hacia atrás y se hace memoria: la promesa de Dios a David acerca de un reino hereditario, que ahora corre peligro; la venida histórica de Jesucristo que con su pasión, muerte y resurrección ha inaugurado el fin del tiempo, del que los cristianos participan ya en cierta manera. Pero los cristianos no son hombres del pasado. Desde su vida presente echan también una mirada hacia el futuro, ese futuro encerrado en el relicario de la profecía, en el libro sellado con siete sellos y que sólo el Cordero de pie (resurrección) y degollado (pasión y muerte) puede abrir y leer (cf Apc. 5). La profecía tiene que ver con la segunda venida de Jesucristo, con su parusía triunfante, rodeado de todos los santos, venida para proclamar definitivamente la justicia y la salvación; una profecía que conmoverá los cimientos del orbe y hará surgir un mundo nuevo. El cristiano vive entre la memoria y la profecía, entre la primera venida de Cristo y su futura venida al final de la historia. Navidad y Juicio final de salvación son la dos columnas sobre las que los hombres construyen el puente de la decisión y de la responsabilidad. Con ese puente, la segunda venida no es sino la prolongación y coronamiento de la primera, de la Encarnación y del Misterio Pascual.

2. Fisonomía del que viene. ¿Quién es el que viene? Ante todo, es un Retoño, un Germen justo. Es decir, un descendiente del tronco de David, que practicará el derecho y la justicia (virtudes propias de un buen rey). En una lectura cristiana, ese Germen es Jesucristo que ha venido al mundo para traer la justicia de Dios, es decir, la salvación por medio del amor (primera lectura). El que viene es el Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Es una persona, por tanto, que habita en el mundo de Dios y que participa de su poder y de su gloria. El que viene en Navidad y el que vendrá en el juicio final es el Verbo encarnado en el seno de María (Evangelio). El que viene es nuestro Señor Jesucristo, es decir, Cristo glorioso, vencedor de la muerte y del pecado, que vive en la eternidad pero que se hace presente en el tiempo histórico (segunda lectura).

3. Actitud del cristiano. El Evangelio nos indica dos actitudes: estar en vela y orar. La vigilancia es muy oportuna para que cuando llegue el Verbo a nosotros en la carne de un niño, sepamos aceptar y vivir el misterio. La oración más oportuna y necesaria todavía, porque sólo mediante la oración se abre a la mente y al corazón humano el misterio de las acciones de Dios. Por su parte, san Pablo señala a los tesalonicenses otras dos actitudes: Crecer y abundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos; comportarse de modo que se agrade a Dios. ¿Qué mejor manera de prepararse a la venida del Amor sino mediante el crecimiento en el amor? Jesucristo en su vida terrena no buscó otra cosa sino hacer lo que es del agrado de su Padre, por eso, una manera estupenda de prepararse para la Navidad es buscando agradar a Dios en todo.


Sugerencias pastorales

1. El sentido del tiempo. Para nosotros, los cristianos, no hay sentido del tiempo sino en Jesucristo. El es el centro de la historia y de los corazones. La historia tiene en él su punto de partida (Cristo es el alfa) y su punto de llegada (Cristo es la omega). El tiempo y la historia culminan en Él, alcanzan en Él su plenitud absoluta y su sentido supremo. Sin Jesucristo el tiempo y la historia son sólo un puro accidente. Con Cristo, son un designio de Dios, una historia de salvación, un yunque en el cual forjar nuestra decisión en la libertad y responsabilidad. Para nosotros el tiempo no es una simple sucesión de segundos, minutos y horas; una cadena de días meses y años; una sucesión y una cadena sin rumbo fijo, a la deriva de fuerzas impersonales dominadoras que llevan al caos. Para nosotros, el tiempo con sus siglos y milenios es una historia, dirigida y timoneada por Dios; para nosotros, el tiempo tiene un principio de unidad y armonía, de coherencia y cohesión, no en los imperios o en las ideologías, tan caducos como los mismos hombres, sino en Jesucristo, que es de ayer, de hoy y de siempre. Nuestra vida diaria con sus tópicos, su monotonía, sus mismas vulgaridades, forma parte de un proyecto divino, es una tesela dentro del gran mosaico de la historia de la salvación planeada por Dios. En el sentido del tiempo está incluido inseparablemente el sentido de mi tiempo. ¿No da esta realidad de nuestra fe un gran valor a la vida de cada cristiano, a tu vida?

2. Crecer y abundar en el amor. San Juan de la Cruz concluía una de sus poesías: "Que sólo en el amor es mi destino". La venida primera de Cristo en la Navidad es una venida de amor, y es igualmente venida de amor su retorno al final de los siglos, su parusía. Entre el amor de Cristo que viene y que vendrá se intercala la vida humana que, como en una sinfonía, desarrollará el tema del amor con el que comienza y concluye la pieza musical. Crecer resalta el aspecto dinámico del amor: crecer en el amor a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; en el amor a María y a los santos. Crecer en el amor a la propia familia, a los parientes, a los amigos, a los desconocidos, a los necesitados, a los enfermos, a los pecadores... ¿Cómo? Piensa a ver qué se te ocurre, que sin duda serán muchas cosas. Abundar pone de relieve la generosidad en el amor, ese rasgo típico de la existencia cristiana. ¿Eres generoso en el amor o lo andas midiendo con el metro de tu egoísmo? Bienaventurados los generosos en el amor porque ellos tomarán parte en el cortejo al momento de la parusía de Jesucristo.

P. ANTONIO IZQUIERDO


24.

Cuando estrenamos algo ¿qué nos ocurre a todos?.  Estreno por ejemplo, un vestido, un traje, mi bicicleta, mi muñeca, un coche.. ¿qué nos pasa?  Que todos estamos contentos y que todos ponemos cuidado, mucho cuidado para no estropearlo.

Hoy, los cristianos del mundo entero estrenamos un nuevo año de santidad.  Nos tenemos que llenar de alegría.  Una oportunidad, que de nuevo se nos ofrece para crecer, para madurar, para ser mejor, dando buenos frutos, y sentirme feliz, muy feliz, sembrando y repartiendo bondades, las de mi corazón, a mis hijos, a mi esposa, a mi esposo, a mis padres, sobre todo si son ya ancianos y los he tenido un poco olvidados, a todos, cercanos o lejanos.

 

Gozo y alegría, pues, al estrenar este nuevo año.  Pero, también, cuidado para no estropearlo, como quizás lo hice con el año pasado, de noviembre a noviembre, que es el ciclo de un año litúrgico cristiano: quizás fui impaciente, no construí la paz ni en mi hogar ni en mi lugar de trabajo o de estudios, ni con los compañeros y amigos, ni en mi barrio.

 

La estrategia para este nuevo año es que todos seamos constructores de la paz.  Nos lo ha dicho el profeta Isaías en la primera lectura, de manera concreta y simbólica a la vez: "De las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas.  No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra". Al final nos invita a todos, el profeta Isaías, en nombre de Dios, a esta tarea: "Casa de Jacob, ven".  Es decir: Cristiano, ven!. "Caminemos a la luz del Señor".

 

Mientras en el corazón del hombre no haya paz, en el mundo habrá guerras.  Mientras en tu corazón no haya paz, tu casa no será un hogar, sino más bien un purgatorio o un infierno.

 

Al comenzar el nuevo año vale la pena examinar tu corazón para no estropear el año. ¿Cómo anda tu corazón? ¿Cuáles son sus sentimientos? ¿Cuáles son sus obras? ¿Son obras de las tinieblas?... porque entonces no tendrás paz.

 

San Pablo en la segunda lectura nos ha enumerado algunas obras de las tinieblas y nos ha invitado, más aún, nos ha ordenado salir de ellas: cambiar, convertir nuestro corazón para no estropear el año: "Dejemos las actividades de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz.  Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad.  Nada, pues, de comilonas, ni borracheras".

 

¿No comes y bebes quizás con exceso, aunque no te emborraches?.  "Comemos para vivir; no vivimos para comer", como si fuéramos nada más que animales. ¿Quieres tener tu corazón con paz y en paz?. 

 

Por aquí empieza tu estrategia para no mal gastar un año, que hoy estrenas.  Lo tienes nuevo y limpio, como el cuaderno del estudiante al comenzar su año escolar.  ¡Ten cuidado!.  No lo ensucies con excesos en el comer o beber y todo lo demás, que tu bien sabes.

 

San Pablo sigue: "Nada de lujuria y desenfreno". Hoy la lujuria desborda y animaliza nuestro corazón y endurece nuestros sentimientos.  La sexualidad, algo noble e íntimo de la persona humana, que Dios nos diera, queda degradada por este mundo permisivo, materialista, lascivo y explotador.

 

Tus relaciones afectivas, sentimentales, sexuales ¿te hacen crecer como persona? ¿te ennoblecen? ¿te pacifican? ¿te abren generosamente a los demás? o ¿te sientes en tu intimidad profunda, degradado, envilecido, avergonzado, cerrado y egoísta, porque nada más piensas en tu satisfacción, sea como sea?.  "Nada de comilonas, ni borracheras, nada de lujuria, ni desenfreno; nada de riñas, ni rivalidades; y que el cuidado de vuestro cuerpo no fomente los malos deseos". Fuera, pues, el exhibicionismo y el culto al cuerpo, como si fuera un ídolo. ¿Qué son las pasarelas de modas, sino, en la mayoría de las veces una mofa de la mujer y un exhibicionismo provocador?

 

Todo un programa para comenzar con un corazón nuevo, un nuevo año: con estrategias, luchas y esperanzas.

Y todo este programa de esfuerzos, (con lo poco que nos gusta hoy día hacer esfuerzos) ¿por qué y para qué?

                                             

   ¡PORQUE EL SEÑOR VIENE!.

 

 Hoy, en el tiempo de tu vida.  Hoy volvemos a revivir el Misterio de la Encarnación.  La Navidad es el recuerdo de su venida histórica.  Pero el Nacimiento del Hijo de Dios en Belén no es el final del Misterio de la Encarnación, es el "comienzo", según San Ireneo . Es un Dios enamorado de la Humanidad que quiere hacerse carne en toda carne humana: en el sediento, en el hambriento, en el desnudo, en el malhechor que está en la cárcel, en el enfermo del hospital, en el santo y en el... pecador.

 

La Navidad nos ha abierto las puertas a la esperanza y al amor.  Nos lo ha recordado San Pablo: "Daos cuenta del momento en que vivís", nos dice.  Si tu quieres, ya tienes la posibilidad de triunfar en tu vida para siempre, porque el Señor con su venida histórica te ha traído su gracia de salvación y su amor. "Ya es hora de despertar de salir de nuestro sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer.  La noche está avanzada y el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y revistámonos con las armas de la luz".  Así, estaremos preparados para su venida escatológica, la venida del Hijo del Hombre, que será "el árbitro de las naciones, el juez de los pueblos numerosos, nos decía el profeta Isaías.  Porque no lo olvidemos: al fin de la jornada de la vida, “aquel que se salva sabe y el que no, no sabe nada"

 

"Hoy sabréis que viene el Señor", en la Navidad y mañana ", al final de tu vida terrena, veréis su gloria", que puede ser la tuya, tu gloria, tu alegría, tu triunfo, si hoy te revistes del Señor Jesús", si hoy te "revistes con las armas de la luz" y dejas de lado "las actividades de las tinieblas: glotonerías, borracheras, desenfrenos, riñas y peleas, malos deseos".

 

Para ello no hay que dormirse, tenemos que salir de nuestra pereza e indiferencia; hay que vigilar: "Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor".  Sabemos el día de Navidad, su venida histórica: sobre un 25 de diciembre, pero no sabemos el día de su venida escatológica.  Hoy, este Señor, con su gracia, es compañero de camino, que te ilumina con su verdad y con su presencia eucarística y con su vida.  Un mañana, cercano o lejano, no lo sabemos, como "no sabemos cuándo viene el ladrón para asaltarnos". Vendrá como Juez para premiarte por tus obras de luz y de amor, a no ser que te presentes con las manos solo llenas de obras de tinieblas. 

 

Tu tienes hoy la palabra en este adviento.  Él, mañana, tendrá la sentencia, que tu has merecido.  Hoy es tiempo de conversión, es tiempo de oración esperanzada para abrir tu corazón y que Dios enamorado de ti, se encarne en tu vida, como el alimento de la Eucaristía, que ahora nos disponemos a celebrar, se hará carne de tu carne para  que seas triunfador. 

 

               AMEN. 

P. Eduardo Martínez Abad
escolapio

 


25. DOMINICOS 2001

1. Lecturas de la Misa
Profeta Jeremías 33, 14-16: se cumplirá la promesa de un Mesías.

“Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella hora suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y aplicará el derecho en la tierra. En aquellos días se salvará Judá y en Jerusalén vivirán tranquilos”

Primera carta de san Pablo a los tesalonicenses 3,12-4,2: amaos como os amamos a vosotros.

“Hermanos: que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos..., para que cuando vuelva Jesucristo acompañado de sus santos, os presentéis irreprensibles ante Dios nuestro Padre...”

Evangelio según san Lucas 21, 25-28.34-36: visión apocalíptica.

“En ciertos momentos decía Jesús a sus discípulos: Habrá signos en el sol, la luna y las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar... Los hombres quedarán sin aliento por el miedo, ante lo que se le viene encima al mundo... Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación...”

2. Exposición de las lecturas
La primera lectura es la que abre la celebración litúrgica al cumplimiento de una esperanza mesiánica hecha al Pueblo de Dios (Israel-Judá). Va a llegar el día en que se hagan realidad varias promesas: primero, en un tiempo inmediato (aquel en que Jeremías sufre, por los años del destierro a Babilonia, 597 a. C. ), se dará el retorno de los deportados a Jerusalén, 587 a. C.); después, en otro tiempo remoto, acontecerá el advenimiento del Rey-Mesías.

El texto alude a la segunda promesa en estos términos:

Un vástago legítimo de David, que ya ha sido profetizado, va a venir.

Ese vástago implantará la justicia y el derecho en el mundo, y así se mostrará como Mesías.

Y Jerusalén, la ciudad de esperanzas y promesas, será un remanso de justicia y paz. ¡Dichosa ventura!

La segunda lectura nos anima a vivir el momento presente en el amor y fidelidad, pero teniendo en perspectiva no sólo la primera sino también la segunda venida del Mesías, Señor. Ya sois hijos de Dios, viene a decir Pablo, pues Cristo Jesús nos ha restaurado a todos; pero no os contentéis con la felicidad de amaros por un tiempo; lanzaos a una vida que perdure y que os tenga alerta para cuando Jesús vuelva al final de los tiempos.

El Evangelio completa el cuadro (de un Jesús viene > y de un Jesús que volverá ) con algunos rasgos de cómo será (según somos nosotros capaces de imaginarlo) aquel definitivo y segundo advenimiento de Cristo, entre estrépito de estrellas que caen del cielo, tumulto de mares y ríos alborotados, y locura de desconcierto humano...

En conjunto, una Palabra que anuncia el Adviento o primera venida en austeridad y fortaleza, y también en alegría de liberación, y otra Palabra apocalíptica anunciadora de un final o segunda venida que será desconcertante y deslumbradora.



3. Ideas para la Homilía
Tiempo de esperanza a punto de cumplirse.

Nosotros, cuando celebramos el Adviento cristiano, no profetizamos que el Mesías vendrá, como hacían los profetas, al modo de Jeremías. Lo que hacemos es rememorar los acontecimientos que se han cumplido, es decir, que el Mesías ya ha venido; pero lo hacemos colocándonos espiritualmente en aquel estado de ánimo en que vivieron nuestros antepasados en la fe : avanzando desde las repetidas promesas de Dios hacia el advenimiento del Señor de la verdad, justicia, amor, solidaridad, gratuidad, compasión...

Quien no se coloque hoy en esa actitud interior será difícil que haga una revisión de vida en profundidad para sintonizar con el señor y con los hombres, nuestros hermanos.

Tiempo de mutuo amor aquí y ahora.

¿Cómo nos dispondremos a vivir ese tiempo de esperanza, desde dentro, desde la visión de nuestra intimidad? Nos responde san Pablo diciéndonos que seamos y nos sintamos de verdad amigos de Dios y amigos de los hombres. Lo demás viene solo. En cambio, quien se sienta lejos de Dios, extraño a su amor y al amor fraterno, ése, si quiere sentirse afectado por su bondad y gracia, y por el amor fraterno entre los hombres, necesita cambio radical de actitud. En efecto:

Quien diga que prepara el Adviento desde el “silencio” ante Dios, o desde su “ausencia”, hará muchas cosas buenas, pero no celebrará el adviento litúrgico cristiano esperando a Jesús.

Hagamos nuestras las palabras Pablo: hemos de sentirnos colmados, rebosantes de “amor mutuo” y –por supuesto- de “amor de Dios”, y entonces el itinerario de la esperanza mesiánica será itinerario de amor; y lo será también el itinerario hacia la segunda y final venida del Señor.

Y si tal vez, por nuestra debilidad y miseria, no amamos a Dios ni a los hermanos como se merecen, ¿qué hemos de hacer? Decidirnos a escuchar la Voz del Señor, como pregonaban los profetas del antiguo Testamento; decidirnos a realizar una auténtica conversión al amor.

Reflexionemos, pues, oremos, deseemos y busquemos con valentía encontrarnos en el Adviento cara a cara con Dios y con los hermanos. Acaso Él y los hombres nos animen en nuestra pobre esperanza y lleguemos con su ayuda al verdadero amor.

Vivir honradamente hoy para vivir así también mañana.

En cuanto al párrafo del Evangelio de Lucas será conveniente distinguir tres momentos en la homilía, para aclarar el mensaje y no perderse en fantasías apocalípticas.

Cuando acontezca el eclipse definitivo de la historia humana universal, la realidad tendrá carácter dramático: habrá crisis de la misma vida humana responsable, y habrá juicio del Hijo del hombre, Señor de la historia, sobre todas las cosas. Esto hemos de aceptarlo y esperarlo, pero sin intentar comprender cómo sucederá. Ese es un misterio reservado al Señor. Nosotros sólo podemos pedir gracia y trabajar con esfuerzo para que en aquella hora nos encontramos en actitud y conciencia de hijos amados de Dios.

En previsión de aquel momento definitivo e irreversible, hemos de ser cautos: que “no se embote nuestra mente con el vicio, la bebida, el afán de dinero”, pues esos tres enemigos juntos destruyen nuestra personalidad, si nos dejamos invadir por ellos. Opongamos: virtud, dominio, desprendimiento de cuanto es nocivo al alma.

Durante la peregrinación por este mundo de la historia, dedicados al amor y al trabajo, pidamos humildemente “fuerza para escapar de todo lo que está por venir, manteniéndonos día día en fidelidad ante la conciencia y ante el Hijo del hombre que nos salva”.

Oración

Concédenos, Señor, a quienes hemos conocido en fe tu primera venida a este mundo por medio de la encarnación, que en este tiempo de Adviento seamos íntegramente fieles a lo que creemos: amando a Dios como a Padre, amando y esperando a Jesucristo como a Hijo del Padre y hermano nuestro, y comportándonos con todos los hombres como hermanos en la peregrinación.

Cándido Ániz.
Comunidad de San Gregorio - Valladolid


26.

REFLEXION
Todo nos hemos dado cuenta que la Navidad ya se acerca, y comenzamos ya a prepararnos. Empezamos a organizar posadas, a pensar qué vamos a regalar y a arreglar nuestros hogares con motivos navideños. Tal y como nos preparamos en el exterior, la Iglesia ha puesto estas cuatro semanas anteriores a la Navidad como preparación espiritual. A esta preparación le llamamos "adviento".


Es un tiempo muy curioso, porque cada año nos preparamos para lo mismo, la venida del Señor. Pudiera esto hacernos pensar que no tiene sentido volver a realizar esta preparación; sin embargo, antes de tomar una actitud así, debemos pensar que toda nuestra vida es un prepararnos, toda nuestra vida estamos a la expectativa de la venida del Señor (o de nuestra partida hacia Él). Por lo tanto, lo único que la Iglesia nos pide en cada Adviento es que "renovemos" nuestra preparación, que "sacudamos" el polvo de nuestras vidas espirituales y volvamos a renovar nuestro seguimiento. Las lecturas nos hablarán en estos cuatro domingos de dos momentos: de la Segunda venida de Cristo y de la primera, es decir de su Encarnación a través de la Virgen María. Con este ánimo, comencemos este adviento, dispuestos a renovarnos en nuestra espera en el Señor.


EL TEXTO
Definitivamente que Jesús está utilizando un lenguaje de símbolos o apocalíptico, pero lo que hemos de entender de estos signos son dos cosas: primero, "El Hijo del hombre vendrá con gran poder y majestad", es decir, que podemos guardar la esperanza de nuestra liberación definitiva; que por encima de todas las pruebas que podamos pasar (sufrimientos, penas, dolores, tragedias), nuestra fe en Jesucristo nos hará vencer. Esta es nuestra esperanza, su victoria final. Segundo, nos invita a prepararnos para esa victoria final viviendo con fidelidad y a la escucha de su Palabra. "Velen y hagan oración". Dos acciones muy concretas que el Señor nos pide para nuestras vidas. Velar no significa esperar sentados, sino buscándolo activamente en nuestra realidad; velar no significa pasividad sino solidaridad, es estar atentos porque el Señor llega a nuestras vidas de las maneras menos esperadas. Y estar en Oración, no es nada más estar hincados frente al Santísimo (aunque no lo excluye), pero estar en oración significa también estar buscando un continuo encuentro con el Señor; es vivir contemplando su amor en nuestras vidas; es saberme en diálogo con quien se que me ama.


Esperar, velar y orar son las tres acciones de este adviento.


ACTUALIDAD

Vamos ya terminando el año y se nos va cargando el trabajo; las metas que nos propusimos a inicio de este año se han quedado en el papel o en el aire; el cansancio se comienza a hacer presente, y el trabajo se incrementa porque nos tenemos que dar tiempo para las fiestas y la compra de regalos. Tratemos esta semana de preparar de verdad nuestra Navidad, pensemos en las relaciones que se "estancaron" o empeoraron este año, en los proyectos que se frustraron, en las dificultades que he tenido con Dios o con quienes más amo. Este es el momento de renovarnos; es el momento de "esperar" al Señor, y que mejor manera de esperarlo que reconciliándonos con nosotros mismos y con nuestros hermanos. Qué mejor manera de hacer velar y hacer oración que buscar a Cristo en mi interior y en quienes me rodean.


Hagamos a un lado toda la mercadotecnia de la Navidad. Dicen que en Japón, que tiene menos de un 5 por ciento de cristianos, se celebra la Navidad con más intensidad que en muchos países cristianos. Pero esto es porque se piensa que celebrar la Navidad es comprar regalos, hacer fiestas y desearnos feliz navidad el 24 de diciembre. La Navidad es una fiesta del Espíritu, es una celebración en la que renovamos la presencia de Dios entre nosotros y la buscamos hacer presente en nuestras vidas.

PROPOSITO

Hagamos una lista esta semana de las cosas que me exigen una esperanza, y pongámoslas en manos de Dios. Velando para recibirlo a Él y orando para encontrarnos con Él.

Por tu Pueblo,
Para tu Gloria,
Siempre tuyo Señor.

Héctor M. Pérez V., Pbro.
padrehector@reflexion.org.mx
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