COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Rm 1, 1-7

Ver LUNES DE LA 28ª SEMANA

 

1.

El evangelio (euaggelion, en griego) es una palabra que no aparece mucho en el AT; por eso hay que apreciarla más cuando sale en algunas de las profecías mesiánicas (Is 52, 7; 61,1; citados en Rom 10, 15 y Lc 4, 19). Es ciertamente ahí donde hay que buscar la razón por la que los autores del NT la emplean en un sentido casi preciso: El evangelio es la buena noticia que Dios ha enviado al mundo con la persona de Jesús para instaurar el reino del futuro (de ahí los diversos calificativos: evangelio de Dios: Rom 1, 1; evangelio de Jesucristo: Rom 15, 9; evangelio del reino: Mt 4, 23). Las profecías del AT anuncian ya el perdón y el amor de Dios a todos los hombres, pero es ahora, con Jesucristo, cuando se cumplen las promesas.

Hay una continuidad entre la visión inicial del AT (cf. 1. lectura) y este hecho de Jesús (no olvidemos la problemática de la comunidad de Roma: división entre los cristianos judíos que aprecian el AT y cristianos paganos que no se sienten vinculados en modo alguno al AT). La persona de Jesús tiene que ver con aquel Dios que salvaba a su pueblo por medio de vínculos como la alianza o la monarquía. Nosotros, que vemos esto con más claridad, tenemos más obligación de ser consecuentes con lo que decimos creer.

La fe como respuesta al Evangelio compromete al hombre entero. Por eso es siempre obediencia (Lit: para llevar a la obediencia de la fe"). También podría traducirse "a la obediencia que es la fe". Implica efectivamente que el hombre se "someta" libremente a Dios, que se le revela como fiel y digno de ser creído y que, renovando al hombre, le permite acatar su voluntad (cf. Rom 10, 9). Este es el preludio de la contemplación del misterio de Jesús, ante el que nuestra fe se convierte en respuesta.

EUCARISTÍA 1992/58


2.

Siguiendo la costumbre, Pablo comienza su carta consignando la dirección en una dedicatoria a los destinatarios: "Pablo, siervo de Jesucristo..., a todos los de Roma a quienes Dios ama" (1a y 7a). Y siguiendo también la costumbre, continúa manifestando sus buenos deseos en primera persona: "Os deseo la gracia y la paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo" (v. 7b). Pero estas formalidades adquieren aquí, y frecuentemente en las epístolas paulinas en general, una profundidad insólita, y reciben un contenido en el que se anticipa ya en buena parte lo que después expondrá exhaustivamente y en detalle en el cuerpo de la carta.

En primer lugar, Pablo determina su situación respecto a Jesucristo y respecto a sus lectores. En relación a Jesucristo Pablo se considera "siervo", porque ha sido redimido con la sangre del Señor y ahora le pertenece por entero; en relación a los romanos y a los hombres en general Pablo se considera "apóstol", porque ha sido escogido y enviado a predicar el Evangelio de Dios. El servicio de Pablo, siervo de Jesucristo, no es otro que el de proclamar como apóstol el Evangelio a los hombres. Este evangelio es "de Dios", porque Dios de procede para todos los hombres.

En segundo lugar, Pablo afirma que el Evangelio de Dios no es otro que el que ya anunciaron los profetas como Promesa; pero ahora es Buena Noticia, pues las promesas se han cumplido en Jesucristo.

Una vez aclarada la situación de cada uno, de Pablo y de los romanos, y definido formalmente el Evangelio, Pablo ofrece una concentración del contenido evangélico: Jesús, hijo de David (título mesiánico proclamado por los profetas), es también el Hijo de Dios (por lo tanto, este hombre, Jesús, es igualmente Dios) y el Señor, el cual, habiendo resucitado de entre los muertos por la fuerza del Espíritu Santo, ha recibido ya el poder y la gloria que le corresponden.

Por mediación de este Señor Jesucristo le ha sido dada a Pablo la misión y la gracia de anunciar el Evangelio a todos los gentiles. Por el mismo Señor Jesucristo, los romanos han sido también llamados a responder con fe al Evangelio. De manera que tanto la predicación del apóstol como la fe de los creyentes ha de ser para mayor gloria del nombre de Jesucristo.

La vocación a la fe es una muestra del amor que Dios tiene a los hombres, en este caso concreto a los fieles de Roma. Es, además, una llamada de Dios a formar parte de su pueblo santo extendido por toda la tierra y que es la Iglesia. La fe es un encuentro con Dios en Jesucristo, pero también un encuentro con los hermanos. La fe se mantiene con la gracia de Dios, y la misma fe es la que construye en la comunidad cristiana aquella paz que sólo Dios puede dar. Pablo pide para los romanos la gracia y la paz que viene de Dios.

EUCARISTÍA 1980/59


3.

-"Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol"...: La introducción a la carta a los romanos es la más solemne de las cartas paulinas, quizá por el hecho que no conoce de forma personal a la comunidad. Contiene el eco del anuncio salvífico de los primeros momentos (el kerigma). Pablo se presenta como siervo de Cristo, al estilo de las figuras de la historia de la antigua Alianza y subraya el origen divino de su misión como apóstol. Toda su existencia ha estado marcada por el designio de Dios que le tenía asignado un papel en la historia de la Salvación.

-"Nacido, según lo humano, de la estirpe de David; constituido según el Espíritu Santo, Hijo de Dios...": Jesucristo es hijo de David según la descendencia natural (literalmente, según la carne). Así, se enraizan en el pueblo escogido. Pero por la resurrección es Señor. Esta condición suya fruto de la resurrección no indica en absoluto, como podría parecer con una lectura superficial, la adquisición de la filiación divina; sino que indica que ahora por su forma de existencia de Cristo como resucitado, manifiesta con una acción dinámica que su condición de Hijo de Dios da vida a la humanidad.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989/24


4.

El encabezamiento de la carta a los Romanos sigue un esquema corriente de la época: el remitente se dirige a los destinatarios deseándoles toda clase de bienes. Pero Pablo añade una serie de incisos que nos muestran los rasgos principales de la visión que tiene de su propia misión.

Pablo se presenta como "siervo" de Jesucristo, en la línea de los "siervos" de Dios que hallamos en el Antiguo Testamento. Se presenta como "apóstol", poniéndose así al mismo nivel de los demás apóstoles, figuras capitales de la Iglesia. Es apóstol porque ha sido "llamado" a serlo: lo es por gracia. Y su misión es "anunciar el Evangelio (la Buena Nueva)".

Después concreta cuál es esta buena noticia que él anuncia de parte de Dios: es Jesucristo. Pablo presenta a Jesucristo como hombre ("de la estirpe de David") y como Hijo de Dios, y afirma que es a partir de la resurrección que Jesucristo ejerce por toda la tierra su poder como Hijo de Dios.

Así como Pablo ha sido "llamado", también lo han sido los cristianos. Dos veces repite que los cristianos de Roma han sido "llamados". Su fe es fruto del amor de Dios, lo que comporta una respuesta agradecida y amorosa.

J. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1992/16

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