EVANGELIO

Testigo de la Luz. No era la luz sino su testigo enamorado. ¿Puede haber vocación más hermosa? Decir a las gentes que no siempre es de noche ni todo es tinieblas. Llevar un rayo de esperanza a los corazones entristecidos. Una sonrisa gratuita en una sociedad violenta. Pronosticar que la verdad terminará imponiéndose. Descubrir valores ocultos y carismas no apreciados. Apreciar el lado bueno de las cosas y personas. Entender que no todo es relativo. Encontrar el sentido de la vida. Testigo de todas las luces. Testigo del que es todo Luz.


Lectura del santo Evangelio según San Juan 1,6-8. 19-28.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.

Los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:

—¿Tú quién eres?

El confesó sin reservas:

—Yo no soy el Mesías.

Le preguntaron:

—Entonces ¿qué? ¿Eres tú Elías?

El dijo:

—No lo soy.

—¿Eres tú el Profeta?

Respondió:

—No.

Y le dijeron:

—¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?

El contestó:

—Yo soy "la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor" (como dijo el Profeta Isaías).

Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:

—Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías ni Elías, ni el Profeta?

Juan les respondió:

—Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.