34 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO SEGUNDO DE ADVIENTO - CICLO B
25-34

25. REDENTORISTAS

Monición de entrada:

Hoy Celebramos el segundo domingo de Adviento. Las lecturas que hoy escucharemos nos ayudan a descubrir los obstáculos con que vamos tropezando en nuestro diario caminar hacia el Padre y, a la vez, nos ofrecen la esperanza de convertir a El nuestros corazones y encontrar así el camino hacia la justicia y la paz. El profeta Isaías nos anima con un mensaje de consuelo y alegría. Empecemos esta Eucaristía cantando con ánimo.

Primera lectura: Is 40, 1-5; 9-11 (Prepárenle un camino al Señor)

En esta lectura Dios viene a su pueblo para consolarlo y alegrarlo. Con la gracia de Dios las dificultades de la vida se resuelven así como los desiertos se convierten en caminos y las montañas e llanos. No hay que tener miedo, porque Cristo viene a salvarnos e medio de la inmensidad del desierto y de las dificultades. El camino se llama paz y justicia. Escuchemos este interesante mensaje.

Segunda lectura: 2 Pe 3, 8-14 (Esperamos un cielo nueva y una tierra nueva)

En esta lectura, tomada de la segunda carta de San Pedro, el Apóstol nos invita a que esperemos pacientemente la venida final del Señor, viviendo nuestra vida consagrada a Dios. Con nuestra buena conducta estamos acelerando el surgimiento de un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habite la justicia.

Tercera lectura: Mc 1, 1-8 (Preparen el camino al Señor)

Marcos empieza su Evangelio con la predicación insistente de Juan Bautista que nos hace ver que no basta con escuchar la noticia de la venida de Jesús; es preciso convertirse de corazón y aceptar el bautismo para obtener el perdón de los pecados. De este modo se prepara el camino para la venida de Jesús. Nos ponemos de pie y aclamemos esta buena noticia cantando con alegría el aleluya.

HOMILÍA, Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.

UNA VOZ GRITA EN EL DESIERTO

Existen muchos dichos de la gente para enfrentar los tiempos de crisis: “calma que cunde el pánico”, “a mal tiempo buena cara”, “no hay mal que por bien no venga”, “lo que no mata engorda”, o de manera más filosófica podemos decir con Nietzsche, “lo que no me mata me fortalece”…

Al lado de estos esfuerzos humanos, nosotros como seguidores de Jesús, también tenemos nuestra razón trascendental para no renunciar ni entregarnos al imperio de la muerte. La razón es que el Señor viene, sale al encuentro del ser humano, no lo deja solo en su vacío existencial, contra el mundo (interno y externo), que lo envuelve, lo acosa y lo devora.

Marcos retomó la figura de la voz que grita en el desierto, utilizada por el profeta Isaías, y la aplicó a Juan Bautista. El pueblo reconoció en Juan la voz que clama en el desierto. No habló desde el templo, pues para la época los líderes religiosos lo habían convertido en una cueva de ladrones (Mc 11,17). Siguiendo su linaje hubiera podido ser un sacerdote citadino acomodado en el templo de Jerusalén, pues Zacarías, su padre, era sacerdote; pero optó por el camino profético, se fue al desierto y aprendió de él para anunciar el advenimiento del Señor.

En el lenguaje bíblico el desierto es símbolo de crisis: allí no hay comida, agua, morada, trabajo, etc. Pero también es símbolo del encuentro con Dios: “la llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Os 2,16), porque es en situaciones de desierto cuando el ser humano siente en su fragilidad, su necesidad de Dios y acude a Él.

Todas las personas, familias, comunidades y sociedades en general, pasamos por momentos de desierto: aridez, crisis que nos hacen sufrir, dudas, desgano, etc. Para mucha gente que padece hambre, desnudez, enfermedades, miseria, desplazamientos, guerras, imperialismos, neocolonialismos, etnocentrismo, etc., este mundo, en las condiciones actuales, no es el mejor sitio para reír y ser felices. Los ideólogos del sistema imperante le han declarado la muerte a las utopías (justicia, amor, paz, fraternidad, solidaridad, etc), y aquello de preocuparse por un mundo justo y fraterno, pertenece a los pasados tiempos de la modernidad.

Mientras tanto otros viven su mundo post-moderno: “yo soy yo y mis circunstancias”, “vive y deja vivir”, “comamos y bebamos que mañana moriremos”, “¡sálvese quien pueda!”. “¡Diviértete! Si puedes a lo sano, si no, de todas maneras diviértete”. “Si encuentras una chica o un chico, aprovecha el tiempo al máximo, para eso están los anticonceptivos o la pastilla del día después, y por si acaso algún descuido, o si la pastilla no funciona, entonces acudimos a un legrado, aquello que en tiempo antiguo llamaban aborto”…

La sombra del nihilismo cubre nuestro mundo, y mientras unos se entregan a un goce desenfrenado convirtiendo el placer en su Dios y el consumo en su razón de ser, otros no tienen lo mínimo para vivir. Mientras unos disfrutan la bonanza, fruto de la explotación y la miseria, otros sufren las consecuencias de un mundo dominado por las guerras, las discordias y la voracidad humana que destruye la vida para calmar los deseos insaciables de la codicia, poderosa señora.

Escuchemos la voz que clama en el desierto: desde el desierto de muchos hermanos nuestros que padecen las inclemencias de nuestro “orden” mundial, generador de muerte; desde el desierto de muchas personas con sus conflictos personales, tal vez nosotros mismos. Y por supuesto, escuchemos la voz que clamó desde el desierto por el que pasaba el pueblo de Israel en el cautiverio de Babilonia (1ra lect.), retomada después por Juan el bautizador del río Jordán.

En medio de nuestros más profundos, desiertos los cristianos tenemos que ser “tercos” en la utopía del Reino de Dios, asumiendo la vida con fe robusta, esperanza alegre y ardiente amor[1] por la causa; preparando el camino del señor y allanando los senderos, dejándonos conducir por él y comprometiéndonos con la realización de los cielos nuevos y tierra nueva donde habite la justicia (2Pe 3,13 – 2da lect.).

Oraciones de los fieles:

1. Por el Papa, los obispos, los sacerdotes y diáconos para que a ejemplo de Juan Bautista nos ayuden a preparar el camino de salvación. Roguemos al Señor…

2. Por todos los pueblos del mundo, en particular nuestro pueblo de: para que abandonando la vida de pecado preparemos el nacimiento de Cristo en nuestro corazón. Roguemos al Señor…

3. Para que el diálogo en Familia una a todos sus miembros y así haya paz y alegría en estas Navidades que se avecinan. Roguemos al Señor…

4. Para que el Señor cure los dolores de los enfermos, dé paz y alegría a cuantos carecen de ellas y libre a nuestro pueblo de todos los males. Roguemos al Señor…

5. Por todos nosotros para que nos ayudemos mutuamente a preparar el camino para la venida del Mesías. Roguemos al Señor…

6. Para que nuestra Parroquia Santa Lucía sea un fiel reflejo del amor que Cristo vino a traer a la tierra. Roguemos al Señor…

7. Para que de nuestros jóvenes surjan abundantes vocaciones para la vida religiosa y sacerdotal y matrimonios ejemplares. Roguemos al Señor…

Exhortación Final

Te damos gracias, Señor, porque el clamor del Adviento por el cielo y la tierra nuevos, en que habite la justicia, se expresa con joven esperanza y liberador optimismo por labios del: ¡Consuelen, consuelen a mi pueblo!

Una voz grita: Preparen en el desierto un camino al Señor, porque se revelará su gloria y todos los hombres la verán.

Haz, Señor, que la levadura de tu reino nos convierta en hombres y mujeres nuevos a la medida de Cristo Jesús, para que seamos fermento capaz de transformar desde dentro las estructuras familiares, laborales, políticas y económicas posibilitando el nacimiento del hombre y mundo nuevos.

Amén.

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 221)


26. DISPONED VUESTRO CORAZON PARA QUE EL SEÑOR, RECREANDOLO, LO TRANSFORME

1."Una voz grita: En el desierto preparadle un camino al Señor" Isaías 40, 1. Son muchos los que niegan a Dios, la Iglesia, y todo lo sobrenatural, porque se han hecho una caricatura de Dios, o de la Iglesia y de lo sobrenatural. Pero el Dios de Jesús, el que El nos ha revelado, es un Dios enternecido por la desolación humana, es un Dios que, cuando mira el pecado, mira también el dolor y la tristeza que nos causa, como un padre que ha dejado en manos de su hijo un arma de fuego, y comprueba que, haciendo mal uso de su libertad, la ha usado indebidamente, y el hijo amado se ha herido.

2."Consolad, consolad a mi pueblo". Palabras de Dios tan humanas y tiernas, tan llenas de emoción y de compasión. La "Encarnación" se está preparando. Se acerca "Navidad", en la Noche Buena, antes de la misa del Gallo, el Santo Padre Juan Pablo II, abrirá la Puerta Santa que iniciará el Gran Jubileo del Año 2000, con el que agradeceremos a Dios la visita que hace a este mundo nuestro, para quedarse con nosotros, haciéndose hombre Dios para que en El seamos los hombres dioses. ¿Cómo dejar de ver en la rememoración del Nacimiento de Jesús a un Dios que viene a consolar, a un Dios que habla al corazón con sus lágrimas y con su sonrisa?. El pueblo de Dios necesitaba ser consolado. Habían transcurrido dos siglos desde las palabras duras de Isaías, que le anunciaban el castigo: opresiones, luchas, destierro, habían sido el amargo pan de cada día, hasta hoy. Sin tierra, sin templo, sin ley, vivían humillados y caminaban emigrantes por Babilonia, añorando su patria y su templo. ¿Cómo cantar un cantar del Señor, en una tierra extrajera? Esto desgastaba su fe en Yahve. Y el Deuteroisaías, gran poeta y teólogo profundo, inicia el ministerio de consolar y animar al pueblo, que vive aún desterrado en Babilonia, pero que va ser liberado por Ciro II el Grande, rey de los persas, determinando atacar a Babilonia criminal y esclavizadora. Así entendemos la primera lectura, que anuncia el pregón del Bautista, tal como nos lo transmite San Marcos: Preparadle un camino al Señor que llega, como pastor que apacienta el rebaño, que lleva en brazos a los corderitos y cuida de las madres.

3."Dios tiene mucha paciencia porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan" 2 Pedro 3,8. "Hablad al corazón de Jerusalén: Decidle que su culpa está pagada". Nos está hablando de la misericordia de su corazón. Dios está conmovido. No quiere el castigo del pecador, sino su arrepentimiento. El Dios de misericordia que no condena, ni reprocha, ni nos hace mala cara, viene en busca de la oveja perdida.

4. "Allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios". "Preparadle un camino en el desierto". Isaías está profetizando a Juan. Todos los Profetas han ido al desierto. Hoy, como nunca, estamos necesitados de hombres que vayan al desierto y vengan del desierto. Los hombres tenemos necesidad de ir al desierto. Al silencio donde Dios habla. Silencio ambiental, afectivo, mental. Porque se vive en la superficie. Los hombres se han convertido en sonámbulos de lo espiritual, y no saben dónde se encuentran, ni a sí mismos se conocen. El único que les puede dar a conocer el hombre al hombre es Dios en Cristo. "Cristo revela el hombre al hombre", ha escrito Juan Pablo II en la "Redemptor hominis". Tiene sentido del humor Pemán, cuando, realista, en "Cisneros", con toda España mirando a Europa y América, hacia fuera, dice que "parece una moza que está todo el día asomada a la ventana, y le pregunta, ¿no hay nada dentro qué hacer?".

5. Generalmente se vive a nivel zoológico, a nivel de sentidos. Consiguientemente se tienen unos sentidos muy desarrollados. Se vive poco a nivel profundo, mayor o menor. Los niños, con una gran viveza de reflejos, son incapaces de pensar, de razonar. A ésta se le llama la época de la imagen. El fácil resorte de los poderes que propugnan y utilizan la deformación de una sociedad descerebrada, es proporcionarle dosis elevadas de imágenes, que muevan los sentimientos, o más bien los instintos, para debilitarles y conseguir impedirles que piensen y reflexionen. Es la táctica del listo. Mientras uno distrae a la víctima, el compinche le roba la cartera. La diferencia que hay entre el hombre inteligente y el listo, es que el listo, se cree tan listo, que no se da cuenta de que el otro se da cuenta. El inteligente, mide y calcula y valora. El pillo también calcula y valora, pero no lo que dirá la historia, sino cómo te robará la cartera. Hoy vivimos en un mundo de "listos", que nos han arruinado moralmente y materialmente. Cada día conocemos nuevos y bochornosos casos de desfalcos, corrupciones, enamoradísimos del becerro de oro, o, más propiamente, del oro del becerro. Necesitamos entrar dentro. Y esto cuesta, cuando se ha perdido el hábito de reflexionar, pensar, razonar. Nos parece que abusan de nuestro tiempo cuando nos instruyen y, ya de niños, se han acostumbrado a pedir: "Corta el rollo". Y no es que no haya rollos. Pero, sobre todo, es que se está perdiendo la capacidad que diferencia al hombre de los animales, de pensar. De reflexionar. Cosa que no facilitan las cuatro horas diarias de televisión que constatan las estadísticas, y que abruman de información. Vayamos pues al desierto a escuchar a Dios, que llega lleno de ternura.

5. La película exitosa Godspel, quiso escenificar la versión moderna del Evangelio: Una algarabía de voces le chillan al mundo de todas las formas pensables, incluidos, ¿cómo no?, los medios de comunicación, el camino de la felicidad, que no saben que está vacío y corrompido. Entonces se levanta la voz poderosa de Juan, que acercándose al escenario, grita cantando: "¡Preparadle un camino al Señor!", clamor que, poco a poco se va imponiendo, hasta que consigue enmudecer al griterío del comienzo, y consigue que, todos los antes energúmenos, le hagan coro mientras bailan y cantan con júbilo.

6. De algún modo sucedió algo parecido en la plaza de San Pedro de Roma, excepto la algarabía en lo exterior, que en lo interior dificilmente cesa, cuando, ahora se cumplen los 21 años, la voz poderosa y bien timbrada de Juan Pablo II, que estaba tomando el timón de la Iglesia, se imponía a todos: "Aprite le porte a Cristo. No habete paura". "No tengáis miedo. Abridle las puertas a Cristo". "Ansi, spalancate". "Abridle las puertas de par en par a Cristo".

7. El bautismo de Juan era un rito de iniciación a la comunidad mesiánica que se iba reuniendo. De ahí partirá la tradición cristiana y convertirá el bautismo en la integración de los nuevos creyentes en un pueblo que espera el Reino de Dios. Juan preparaba el camino del Señor, para que recorrieran el de la conversión para ser criaturas nuevas, "bautizadas con Espíritu Santo". Está naciendo "un mundo nuevo y una tierra nueva" y ahora estamos en el principio.

8. Es curioso que dos evangelistas, Marcos y Juan, junto con el autor del Génesis, coincidan en iniciar sus textos inspirados, por la palabra principio. Marcos comienza: "Principio del evangelio de Jesucristo" (1,1); Juan: "En el principio existía el Verbo" (1,1); y el Génesis en su inicio: "Al principio creó Dios el cielo y la tierra" (1,1). Todo indica, pues, que está naciendo, principiando un mundo nuevo para el que hay que prepararse.

9. Predicaba Juan Bautista en el desierto de Judea, que se convirtieran Marcos 1,1, como lo tenía que hacer el heraldo del Señor desde lo alto de un monte, del segundo Isaías, "Preparadle un camino al Señor" con una conversión sincera: Convertirse es cambiar de actitud, retornar a Dios, que comporta arrepentimiento, enmienda, reconciliación con Dios y con los hermanos. "Allanadle los senderos", para que su viento y su brisa encuentren el paso libre. Paso de la soberbia a la humildad, de la ira a la paciencia, del egoismo a la misericordia, gratitud y compasión; de la lujuria a la castidad; de la rebeldía a la observancia y obediencia, y del querer siempre tener razón, a la afabilidad con los hermanos. Decía santa Teresa: "cuanto más santas, más conversables con las hermanas".

10. Danos tu luz, Señor, para que comprendamos que es necesario que se derrumbe el mundo del pecado y que mantengamos la esperanza de que después de la noche todo será ya nuevo: "Después de la desintegración de este mundo esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en la que habite la justicia. Procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables" 2 Pedro 3,8.

11. Dispongámonos a ofrecer a Dios en el sacrificio del altar, que renueva el de la Cruz por la que apunta la aurora de esa novedad, nuestros deseos y nuestras esperanzas, para que cuando llegue el Señor nos encuentre preparados y dispuestos para pertenecer a su mundo maravilloso.

12. Digamos con el salmista: Voy a escuchar lo que dice el Señor <Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos>. La salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra. El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto" Salmo 84. El fruto bendito de tu vientre, oh María, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, que ante la admiración de cielo y tierra, y permaneciendo siempre virgen, engendraste a tu santo Creador. Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros pecadores.

jesús martí ballester


27. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

En los tiempos que escribe el profeta Isaías el pueblo de Israel se encuentra en el exilio de Babilonia y es inminente un posible retorno a la tierra de Israel. Isaías da aliento a su pueblo diciéndoles que ya han satisfecho la pena que tenía estipulada por sus culpas, satisfacción lograda por medio de la esclavitud y los trabajos forzosos que han vivido en Babilonia. Ahora vendrá un mensajero, que el escritor no le da nombre, proclamando que todo monte sea rebajado, allanando, aplanado para hacer una senda a nuestro Dios que regresa triunfante a Jerusalén conduciendo a su pueblo como en otro tiempo lo hizo con los israelitas saliendo de Egipto. El escritor ha tomado una costumbre de su época, según la cual cuando un rey ganaba una guerra o una batalla se hacían caminos ceremoniales en los cuales se celebraba el triunfo del rey sobre sus enemigos. Asimismo Yahvé es el Señor, el Dios de Israel que retorna glorioso triunfante a Jerusalén por un camino preparado por Él. El mensajero anuncia a todo el pueblo esta noticia, noticia de esperanza y de alegría para una comunidad que vivía marginación y explotación. Los evangelistas han asociado a este mensajero que prepara el retorno de Yahvé con Juan el Bautista.

El Salmo canta la esperanza del pueblo desterrado que ahora retorna. Ellos se preguntan hasta cuándo Dios estará alejados de ellos, y la respuesta es unánime: Él mora en aquellos que le son fieles. Ese día Yahvé se hará presente. La justicia y la paz reinarán y las cosechas, que no han producido lo esperado, prosperarán. Es un himno al Dios compasivo que ahora retorna a su tierra para hacerla fructificar. Es la espera y la esperanza en un futuro mejor.

La segunda lectura de la carta de Pedro, nos sitúa dentro del debate sobre el día de la segunda venida del Señor. La comunidad para la que esta dirigida la carta de Pedro se preguntaba cuándo sería ese día en que Jesucristo resucitado volvería. En un principio se les había dicho que pronto pero pasaba el tiempo y no retornaba. El apóstol le responde diciéndole que el Señor no se retrasa en el cumplimiento de la promesa como ellos suponen, sino que usa de la paciencia de los hombres queriendo que todos lleguen a la salvación; por que un día es como mil años y mil años como un día para el Señor. En ese día se inaugurara un nuevo cielo y nueva tierra. Lo que nosotros tenemos que hacer es esforzarnos para ser hallados en paz ante él, y ésta debe ser una actitud permanente pues no sabemos el día en que vendrá. Pedro anima a la espera a una comunidad impaciente, y más que a una espera a vivir esperanzadamente en un futuro mejor. No niega que haya problemas en la comunidad (divisiones, persecuciones), pero lo que nos debe identificar como cristianos es la confianza en un futuro mejor.

El evangelio de Marcos se centra en la predicación de Juan el Bautista. En él se cumple la profecía de Malaquías según la cual vendrá un mensajero delante del Mesías (que sería Elías); y del profeta Isaías que expresa la misión del precursor preparar el camino de aquel que ha de venir. Juan proclamaba un bautismo de conversión el cual era signo del perdón de los pecados y que implicaba el compromiso de cambio de vida. Predicaba un castigo inminente de Dios y ante esa amenaza debíamos reconocernos pecadores, débiles, que hemos fallado, por lo cual el bautismo era expresión de un real cambio de vida y no solo un simple rito. Esta predicación era muy aceptada por las gentes de Jerusalén y de Judea, especialmente los más pobres (luego evangelistas nos dirán que los fariseos y los doctores de la ley, personas importantes, no creyeron en él). Caracteriza a Juan su vestimenta y su dieta, que significaba su talante profético. Se viste a sí porque las tradiciones de la época identificaban con estos rasgos a los profetas. La venida inminente de quien bautizará en Espíritu, es la esperanza que el grupo de seguidores de Juan arraiga en su corazón.

Como vemos, la liturgia del día de hoy nos invita a esperanza, a creer que en medio de las dificultades, de las persecuciones, de las realidades más duras de la vida; es posible un futuro mejor, porque el Señor es fiel a quienes asumen los valores de la verdad, de la justicia, de la fraternidad. Todas estas esperanzas que nos invitan las lecturas, como cristianos, las leemos en Jesús, sobre todo en este tiempo de espera alegre de la Navidad, espera de un nuevo mundo. Que nuestra esperanza sepa dar testimonio ante el mundo de que un futuro mejor, en medio de las difíciles condiciones de nuestra realidad, es posible.

Hoy no se podrá dejar de considerar que en esta semana, concretamente el próximo día 8, se completarán los 40 años del concilio Vaticano II...

Para la revisión de vida

El Señor Jesús, y el Reino que Él anunció, sólo vendrán por efecto de una acumulación incontenible de deseos de que Él venga...

Mi vida, ¿ha hecho de la Causa de Jesús su propia causa? ¿Puedo decir que el centro de mis ilusiones, que la sustancia de las esperanzas que explican mi vida está en utopía del Reino que Jesús anunció? ¿Es esa utopía lo que me sostiene, lo que da razón de ser y sentido a mi vida?

Para la reunión de grupo

- ¿Estamos en tiempo de exilio o de éxodo, de profecía o de sabiduría? ¿Hay tiempos de una cosa o de otra? Peligros que puede tener una opinión u otra.

- ¿Tiene sentido ser personas de «esperanza» en una sociedad que ya no cree oficialmente en «grandes relatos», que está de vuelta de toda concepción utópico-mesiánica de la historia? ¿Tiene espacio la presencia cristiana en esa sociedad? ¿Debe conseguirlo? ¿Cómo?

- ¿Quién asume, y cómo, el papel de Juan Bautista hoy (o el de Elías), como voz profética que aun en medio del desierto clame y se enfrente a los grandes clamando por la justicia para con los pueblos pequeños? ¿Está el cristianismo como conjunto ejerciendo este papel hoy día en este mundo cada vez más imperial? ¿Y qué nos corresponde hacer a nosotros, a nuestro grupo o comunidad, y a cada una de nuestras personas?

- A veces podemos caer en la tentación de pensar que las cosas no evolucionan, no cambian, de que Dios se ha olvidado de nosotros … ¿Mantengo viva la esperanza en que el Reino de Dios va llegando día a día, a pesar de las apariencias, y la fe en que la promesa de Dios se cumplirá?

- Esta semana se van a completar los 40 años del Concilio Vaticano II. ¿Qué nos evoca este aniversario? ¿Qué pensamos de este Concilio?

- Para tratar en profundidad el tema del Concilio, o alguno de los muchos temas que propuso, puede ser útil el libro de José María Vigil «Vivir el Concilio», que se puede recoger en la biblioteca de los Servicios Koinonía (www.servicioskoinonia.org/biblioteca).

Para la oración de los fieles

- Por el Pueblo de Dios, para que dé testimonio ante todos de la esperanza que lo alienta. Roguemos al Señor.

- Por la sociedad de hoy, para que recupere la esperanza, el sentido profundo del vivir, más allá del consumismo individualista y el hedonismo de la vida. Roguemos…

- Por todos los que nos proclamamos discípulos de Jesús, para que nos comprometamos en la construcción de un mundo más justo y fraterno. Roguemos...

- Por todos los que han perdido la esperanza, para que recuperen el ánimo y la ilusión. Roguemos...

- Por todos nosotros, para que la Palabra de Dios nos transforme y nos anime a luchar por la justicia y la igualdad entre las personas. Roguemos...

- Por todos los cristianos, para que seamos conscientes de que la «preparación de los caminos del Señor» no es sólo cuestión personal o privada, sino comunitaria y social. Roguemos...

- Por la Iglesia, para que vuelva siempre a la referencia obligada del Concilio Vaticano II, de cuya clausura ahora se cumplen 40 años. Roguemos...

Oración comunitaria

- Oh Dios que nos has puesto en este mundo sin darnos todas las respuestas a los interrogantes que de él nos brotan sobre él mismo y sobre el sentido de nuestra propia existencia; te expresamos nuestro deseo de encarnarnos en él, de buscarte sumergidos en él, siendo conscientes de las responsabilidades divinas que contienen para nosotros cada uno de los «afanes mundanos» que nos has encomendado. Tú que vives y haces vivir, desde siempre y para siempre. Amén.

- Oh Dios que has hecho de la esperanza una estructura indispensable de la existencia humana. Caldea nuestro ánimo y acaricia nuestro corazón, para que nunca se apague en nuestra vida el aliento vivo de la esperanza, y para que nuestra sociedad cansada y deprimida vuelva a encontrar los imprescindibles motivos para vivir y para esperar. Tú que eres garantía de toda esperanza, desde siempre y para siempre. Amén.

- Dios, Padre nuestro, te pedimos nos ayudes a comprender que la mejor manera de disponernos a celebrar el Nacimiento de tu Hijo es preparar y allanar los caminos que pueden hacer llegar a nuestra Sociedad la Justicia y la Paz que Él anunció. Por Jesucristo.


28. FLUVIUM 2005

Lo que en realidad pretendemos

En este segundo domingo de Adviento nos presenta la Iglesia, para nuestra meditación a los cristianos, a Juan el Bautista. Lo vemos cargado de celo por Dios y por la salvación eterna de los hombres, el único destino para el que hemos sido creados. Predica, dice el evangelista, un bautismo de penitencia, que en muchos casos llevaba a los oyentes al arrepentimiento, una vez reconocidas las propias culpas. Ese pesar, ese dolor al contemplar sin ambages la vida pasada, que en ocasiones nos avergüenza y ha sido indigna de un hijo de Dios, es imprescindible: hay que pasar por él como condición para el cambio de actitud que reclama nuestra vida.

A Juan le urge su tarea. Considera vital que la gente abandone la vida del pecado; la indiferencia respecto a Dios; la excesiva preocupación por uno mismo, por lo demás complace. De él apenas se preocupa. Con lo que consigue en la agreste naturaleza que le rodea se alimenta, podemos suponer que lo suficiente para proseguir su misión, lo único relevante para el Bautista.

Como recordamos, Juan, el hijo de Zacarías e Isabel, prima de la Santísima Virgen, había sido "tocado" por el Espíritu Santo desde el vientre de su madre: Y cuando oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo:

—Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y bienaventurada tú, que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor.

Estas cosas sucedían treinta años atrás cuando la madre de Jesús –después de haber recibido el anuncio de que iba a ser madre de Dios– fue a visitar a Isabel que llenaba ya seis meses encintas. Sin embargo, alcanzan ahora todo su protagonismo. Aquel niño sería el Precursor del Hijo de Dios encarnado, que advertiría, según nos muestra hoy San Mateo, de la inminente venida de Jesús, portador de un mensaje superior al suyo: Yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo..

Todo, en la liturgia de la palabra que estamos meditando, nos habla de preparación. De preparación nuestra para un acontecimiento único, grandioso y de absoluta trascendencia para los hombres. Sin exagerar, podemos decir que se trata de la preparación más importante en que cabe pensar. Estamos implicados, en cuanto hombres y de un modo más expreso en cuanto cristianos, en el acontecimiento de la venida de Dios a la humanidad. Que no es algo que puede interesarnos o no; que nos puede parecer más o menos valioso; en el que podemos sentirnos afectarnos hasta cierto punto, según las circunstancias de cada uno; que, en definitiva, reclama en alguna medida nuestra atención y nuestro empeño. No, el acontecimiento de la Encarnación es el único que puede, –dependiendo de la actitud personal y libre ante él– consumar nuestra vida en la única plenitud que le es debida por voluntad de Dios, nuestro Creador.

Dependiendo que la actitud personal, libre, de cada uno, porque nos ha ofrecido Dios, Padre nuestro, su vida, a través del nacimiento, vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Ese ofrecimiento es real ofrecimiento, no algo otorgado sin intervención nuestra, como es, por ejemplo, la condición de persona humana, con los múltiples rasgos que nos hacen exclusivos en nuestras común naturaleza. En definitiva, todo es una cuestión de disposiciones efectivas ante esa venida en la que vivimos de modo permanente mientras no llega el encuentro definitivo con Dios.

Pero ahora, que se acerca la Navidad, evocamos de un modo más insistente y detallado que Dios vino como hombre a nuestro mundo y que, como consecuencia, espera Dios nuestra acogida, y una preparación que nos disponga a la mejor bienvenida que podamos darle. La actitud del Bautista, aparte de lo desproporcionada que nos pueda parecer su indumentaria y sus alimentos, pone indudablemente de manifiesto un máximo interés, un máximo empeño, haber dado toda la prioridad a lo que Dios espera de los hombres. Juan se había tomado las cosas de Dios en serio. Dios era para el Precursor lo único que daba sentido a su existencia. En realidad, así es para todos, pero Juan era muy consciente de ello: implicaba su vida entera y de modo apasionado en las cosas de Dios.

María, la madre de nuestro Salvador, es ejemplo maravilloso –en su sencillez– de entrega incondicional a los planes divinos. Y a ella nos encomendamos, pidiéndole nos enseñe a ser, antes que nada, buenos hijos del Padre nuestro que ésta en los cielos.


29.

El pregón del desierto

Nos toca comentar hoy los ocho prime-ros versículos del evangelio de San Marcos, que recogen a su vez el eco de una profecía mesiánica de Isaías, sobre la predicación de Juan el Bautista: «Una voz grita en el desierto: Preparad el camino al Se - ñor, allanad sus senderos».

Para calar, en toda su hondura y alcance, este pregón del Bautista puede ayudarnos el acudir directamente al pasaje de Isaías, que es Primera Lectura en este mismo domingo: «Una voz grita: preparad en el desierto un ca-mino al Señor; allanad en la estepa una calzada a nuestro Dios; que los valles se levanten, que los montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale».

Comparando ambos textos observamos que, en San Marcos, el desierto es el escenario donde predica el Bautista, mientras que en Isaías es el terreno abrupto por el que han de abrirse los senderos al Señor. Ambos sentidos responden a distinta puntuación del texto hebreo, y sus dos significados se complementan y enriquecen entre sí. Si tomáramos a la letra el de Isaías, con lenguaje de Obras Públicas, nos veríamos empujados a roturar con pico y pala los abruptos parajes del desierto de Judá. Pero es más que evidente su carácter simbólico, en el sentido de la expresión castellana predicar en el desierto, que se entiende como fracaso absoluto del predicador. Hablas, y nadie te echa cuentas o, si te oyen, se quedan tan campantes, trátese de tus propios hijos, de tus discípulos o, a lo peor, de tus feligreses. No fue así, por fortuna, el caso de Juan el Bautista, a quien, según los evangelios, «las gentes acudían desde Judea y Jerusalén, confesaban sus pecados y éste los bautizaba».

Cuando ellos salían del Jordán, su desierto interior quedaba regado por las aguas purificadoras, para florecer después en buenas obras. Juan predicaba desde el desierto, pero no en desierto.

Hablar desde el desierto es hacerlo desde el silencio contemplativo y la familiaridad con Dios; desde el combate victorioso con las tentaciones; desde la austeridad indumentaria y alimentaria (piel de camello, dieta de salta-montes y, menos mal, de miel silvestre); des-de la humildad del pobre de Yavé, indigno de descalzar al Mesías; y, pese a eso, o mejor por eso mismo, desde el coraje profético, el poder de convicción y la fiabilidad del testigo. ¡Sin reserva de desierto, no hay profeta que valga!

Todos somos profetas por el Bautismo, llamados a preparar el camino al Señor en nuestro propio corazón, aterido tantas veces por la falta de fe, la dureza con el prójimo, la mediocridad de aspiraciones o el aburrimiento espiritual. Aun así el Maestro nos emplaza para abrir brecha y desfacer entuertos, como los descritos por Isaías, en el páramo social de la incredulidad, del olvido de Dios, y de la cultura –digo, incultura–, del vacío, que amenaza corroernos por los cuatro costados.

No faltan tampoco puentes y fisuras, ya-cimientos de bien, esperanzas sinceras, en ese mundo, que es el nuestro, para introducir en sus recintos la luz y la esperanza del Verbo encarnado. Mas, ¿cómo va a proclamarse es-te mensaje, si no existen mensajeros?

+ Antonio Montero Moreno
arzobispo emérito de Mérida-Badajoz


30. Fray Nelson Domingo 4 de Diciembre de 2005

Temas de las lecturas: Preparadle un camino al Señor * Esperemos un cielo nuevo y una tierra nueva * Allanad los senderos del Señor

1. Juan Bautista

1.1 Juan, el pariente de Jesús, el hijo de Zacarías e Isabel, el mismo que por su oficio ha sido llamado "el Bautista," es una figura central de nuestro adviento. Es apenas natural: adviento es "espera," tiempo de preparación, y toda la vida y la misión de Juan Bautista fueron eso: preparar al pueblo de Dios para recibir al Mesías. Juan, pues, está con nosotros en este tiempo litúrgico signado por la esperanza.

1.2 ¿Cómo se prepara uno para recibir a Jesucristo? Las recomendaciones de Juan en el evangelio de hoy conservan pleno valor. Juan predicó con su ejemplo, que consistió en austeridad y oración, y predicó con su palabra que consistió en arrepentimiento y ser justos.

1.3 Esas cuatro cosas son las que necesitamos: una vida sobria, sin apego a lujos ni vanidades; una vida orante, que devuelva a Dios el lugar que le corresponde; una vida humilde, que reconozca que hemos fallado muchas veces, y una vida justa, que preste atención especialmente a los derechos de los más pequeños y de los desposeídos.

2. Los Dos Bautismos

2.1 Un dato que mucha gente no sabe es que la santidad y la virtud de Juan sobrevivieron mucho tiempo en la memoria de sus contemporáneos. No faltaron incluso los que consideraron que Juan era mayor que Jesús, pues al fin y al cabo fue Jesús el bautizado y Juan el que lo bautizó: un signo que podría interpretarse como que el menor estaba recibiendo del mayor. Además, la vida de penitencia de Juan era notabilísima mientras que Jesús era, para estos efectos, un personaje mucho más "normal" y la gente tiende a pensar que ser muy anormal debe parecerse a ser muy santo.

2.2 Todo esto viene a la frase final del Evangelio de hoy, frase que el evangelista ha conservado porque es uno de los varios testimonios que los cristianos sin duda utilizaron para aclarar el tema de los dos bautismos, o sea, si era más importante (o poderoso) bautizarse con el bautismo de Juan o con el bautismo cristiano.

2.3 Juan dice en el texto de este domingo: "Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo." Esta frase aclara lo esencial: que Juan reconoce en Jesucristo a uno "más fuerte" pero que esa fuerza proviene de lo que Cristo trae a nuestra vida. Juan representa arrepentirse del mal que uno ha hecho, y eso es clave, pero no es todo. Más importante incluso es recibir un impulso, una vida nueva, que haga posible que de aquí en adelante uno obre de otra manera. Eso es lo que trae la efusión del Espíritu Santo, que es lo que finalmente viene a darnos Jesús.


31. http://www.ocarm.org/lectio/anno_b/avb02esp.htm

Predicación de Juan el Bautista
Cómo empezó el anuncio de la Buena Nueva
Marcos 1,1-8

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Clave de lectura:

La unidad literaria de Marcos 1, 1-13, al que pertenece nuestro texto (Mc 1,1-8), es una breve introducción al anuncio de la Buena Noticia de Dios. Tres son los puntos principales: (i) La Buena Noticia viene preparada por la actividad de Juan Bautista (Mc 1,2-8). (ii) Viene proclamada con ocasión del bautismo de Jesús (Mc 1,9-11). (iii) Viene probada en el momento de la tentación de Jesús en el desierto (Mc 1,12-13).
En los años 70, época en la que Marcos escribe su evangelio, las comunidades vivían una situación difícil. Desde fuera eran perseguidas, por el Imperio Romano. Desde dentro, se vivían entre dudas y tensiones. Algunos grupos afirmaban que Juan Bautista era igual que Jesús (At 18,26; 19,3). Otros querían saber cómo debían comenzar el anuncio de la Buena Noticia de Jesús. En estos pocos versículos, Marcos comienza a responder, narrando cómo se inició la Buena Noticia de Dios que Jesús nos anuncia y cuál es el puesto que Juan Bautista ocupa en el proyecto de Dios. Durante la lectura, intentemos estar atentos para percibir cómo penetra la Buena Noticia en la vida de las personas.

b) Una división del texto para ayudarnos en la lectura:

Marcos 1,1: Apertura y título del Evangelio de Marcos
Marcos 1,2-3: Citación de los profetas Malaquías e Isaías
Marcos 1,4-5: Contenido y repercusión de la predicación de Juan Bautista
Marcos 1,6-8: Significado de la predicación de Juan Bautista

c) Texto:

1 Comienzo del Evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios. 2 Conforme está escrito en Isaías el profeta: Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. 3 Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas, 4 apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados.5 Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
6 Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. 7 Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. 8 Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Cuál es el punto del texto que te ha gustado más o ha llamado más tu atención?
b) ¿Qué dice el texto sobre la misión de Juan Bautista
c) ¿Con qué fin el Evangelio cita a los dos profetas del Viejo Testamento?
d) ¿Qué dice el texto sobre la persona de Jesús y sobre su misión?
e) ¿Qué nos enseña para nosotros hoy?

5. Para aquéllos que quieren profundizar en el tema

a) Contexto de entonces y de hoy:

El Evangelio de Marcos empieza así: Comienzo del Evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios (Mc 1,1). Todo tiene un principio, también la Buena Noticia de Dios que Jesús nos comunica. El texto que nos proponemos meditar nos muestra cómo Marcos buscó este comienzo. Cita a los profetas Isaías y Malaquías y menciona a Juan Bautista, que preparó la venida de Jesús. Marcos nos muestra así que la Buena Noticia de Dios, revelada por Jesús, no ha caído del cielo, sino que viene de lejos, a través de la Historia. Y tiene un precursor, uno que ha preparado la venida de Jesús. También para nosotros, la Buena Noticia nos llega a través de las personas y los acontecimientos bien concretos que nos indican el camino que lleva a Jesús. Por esto, al meditar el texto de Marcos, conviene no olvidar esta pregunta: “A lo largo de la historia de mi vida, ¿quién me ha indicado el camino hacia Jesús?” Y una segunda pregunta: “¿He ayudado a alguno a descubrir la Buena Noticia de Dios en su vida? ¿He sido el precursor para alguno?”

b) Comentario del texto:

Marcos 1,1: Comienzo del Evangelio de Jesús, Hijo de Dios
En la primera frase de su Evangelio, Marcos dice: Comienzo del Evangelio de Jesucristo, ¡Hijo de Dios! (Mc 1,1). Al final del Evangelio, en el momento de la muerte de Jesús, un soldado romano exclama: ¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios! (Mc 15,39). Al principio y al final está este título de Hijo de Dios. Entre el principio y el final, a lo largo de las páginas del evangelio, Marcos aclara cómo debe ser entendida y anunciada esta verdad central de nuestra fe: Jesús es el Hijo de Dios.

Marcos 1,2-3: La semilla de la Buena Noticia está escondida en la esperanza de la gente
Para indicar el comienzo de la Buena Noticia, Marcos cita a los profetas Malaquías e Isaías. En los textos de estos dos profetas aparece la esperanza que habitaba en los corazones de la gente en los tiempos de Jesús. La gente esperaba que el mensajero, anunciado por Malaquías, viniese a preparar el camino del Señor (Ml 3,1), según cuanto había sido proclamado por el profeta Isaías que dice: Voz de aquél que grita: Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas (Is 40,3). Para Marcos la semilla de la Buena Noticia es la esperanza suscitada en la gente por las grandes promesas que Jesús había hecho en el pasado por medio de dos profetas. Hasta ahora, la esperanza de la gente es el gancho al que se aferra la Buena Noticia de Dios, para saber cómo iniciar el anuncio de la Buena Noticia, es importante descubrir la esperanza que la gente tiene en su corazón. ¡La esperanza es lo último que muere!

Marcos 1,4-5: El movimiento popular suscitado por Juan el Bautista hace crecer la esperanza de la gente
Marcos hace como hacemos también hoy nosotros. Se sirve de la Biblia para iluminar los hechos de la vida. Juan Bautista había provocado un gran movimiento popular.¡Toda la región de la Judea y todos los habitantes de Jerusalén iban al encuentro de Juan! Marcos se sirve de los textos de Malaquías e Isaías para iluminar este movimiento popular, suscitado por Juan Bautista. Indica que con la venida de Juan Bautista la esperanza del pueblo ha comenzado a encontrar una respuesta, a realizarse. La semilla de la Buena Nueva comienza a despuntar, a crecer.

Marcos 1,6-8: Juan Bautista es el Profeta Elías que la gente esperaba
Del profeta Elías se decía que venía a preparar el camino del Mesías “¡convirtiendo el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres!” (Mal 3,24; cf Lc 1,17), o sea, esperaban que Elías viniese a reconstruir la vida comunitaria. Elías era conocido como “un hombre vestido de pieles y con un cinturón de cuero a la cintura” (2Re 1,8). Marcos dice que Juan se vestía con pieles de camello. Indicaba con claridad que Juan Bautista había venido a cumplir la misión del Profeta Elías (Mc 9,11-13).

En los años 70, época en la escribe Marcos, mucha gente pensaba que Juan Bautista fuese el mesías (cf Act 19,1-3). Para ayudarles a discernir, Marcos cita las palabras del mismo Juan: “Después de mí viene aquél que es más fuerte que yo y de quien no soy digno de desatar sus sandalias. Yo he bautizado con agua. Él bautizará con Espíritu Santo”. Marcos nos dice que Juan señala el camino hacia Jesús. Hace saber a las Comunidades que Juan no era el Mesías, sino más bien su precursor.

 

c) Ampliando información:

* El contexto más amplio del comienzo del Evangelio de Marcos (Mc 1,1-13)

La solemne proclamación de la Buena Noticia (Mc 1,9-11)
¡La gente pensaba que el bautismo de Juan era cosa de Dios! (Mc 11,32) Como el pueblo, también Jesús percibía que Dios se manifestaba en el mensaje de Juan. Por esto, salió de Nazaret, se llegó al Jordán, y se puso en la fila para recibir el bautismo. En el momento de ser bautizado, Jesús hizo una profunda experiencia de Dios. Vio los cielos abrirse y el Espíritu Santo descender sobre Él, y la voz del Padre que decía: “Tú eres mi Hijo predilecto. En Ti he puesto toda mi confianza”. En estas breves palabras aparecen tres puntos muy importantes:
i) Jesús experimentó a Dios como un Padre y se experimenta a sí mismo como un Hijo. He aquí la gran novedad que Él nos comunica: Dios es Padre. El Dios que estaba lejano como Dios Altísimo se hace vecino como Padre, bien vecino como Abbá, Papá. Y esto es el centro de la Buena Noticia que Jesús nos trae.
ii) Una frase que Jesús escuchó del Padre y del profeta Isaías, en la que se anuncia que el Mesías es el Siervo de Dios y de la gente (Is 42,1). El Padre estaba indicando a Jesús la misión del Mesías Siervo y no la de un Rey glorioso. Jesús asumía esta misión de servicio y fue fiel a ella hasta la muerte ¡y una muerte en cruz! (cf Fil 2,7-8). Él dijo: “¡No he venido para ser servido, sino para servir! (Mc 10,45).
iii) Jesús vio el cielo abrirse y el Espíritu descender sobre él. Precisamente cuando Jesús descubre su misión de Mesías Salvador, recibe el don del Espíritu Santo para poder desenvolver la misión. El don del Espíritu Santo había sido prometido por los profetas (Is 11,1-9; 61,1-3; Jl 3,1). La promesa comienza a realizarse, solemnemente, cuando el Padre proclama a Jesús, su hijo predilecto.

* La semilla de la Buena Noticia se pone a prueba y se verifica en el desierto (Mc 1,12-13)
Después del Bautismo, el Espíritu de Dios toma posesión de Jesús y lo lanza hacia el desierto, donde él se prepara para la misión (Mc 1,12s). Marcos dice que Jesús permanece en el desierto 40 días, y que fue tentado por el demonio, Satanás. Mateo 4,1-11 explica las tentaciones: tentaciones que asaltaron al pueblo en el desierto después de la salida de Egipto: la tentación del pan, la tentación del prestigio, la tentación del poder (Dt 8,3; 6,16; Dt 6.13). Tentación es todo lo que a uno le asalta en su camino hacia Dios. Dejándose orientar por la Palabra de Dios, Jesús afronta las tentaciones y no se deja desviar (Mt 4,4.7.10). Es en todo igual a nosotros, hasta en las tentaciones, menos en el pecado (Heb 4,15). Mezclado en medio de los pobres y unido al Padre por la oración, fiel al Padre y a la oración, resiste, y sigue el camino del Mesías- Siervo, el camino del servicio a Dios y al pueblo (Mt 20, 28).

* ¡Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, hoy! La semilla de la Buena Noticia entre nosotros

Marcos comienza su evangelio describiendo cómo fue el principio del anuncio de la Buena Noticia de Dios. Quizás nosotros esperaríamos una fecha bien precisa. Pero lo que tenemos es una respuesta aparentemente confusa, después Marcos cita a Isaías y Malachías (Mc 1,2-3), habla de Juan Bautista (Mc 1,4-5), alude al profeta Elías (Mc 1,4), evoca la profecía del Siervo de Yahvé (Mc 1,11) y hace pensar en las tentaciones del pueblo en el desierto, después de la salida de Egipto (Mc 1,13). Ahora preguntemos: “Pero en definitiva, Marcos, el comienzo ¿cuándo fue: a la salida. de Egipto en el desierto, con Moisés, Isaías, Malaquías, Juan Bautista? ¿Cuándo?” El comienzo, la semilla, pudo ser todo eso en el mismo tiempo. Lo que Marcos quiere sugerir es que deberíamos aprender a leer nuestra historia con otra mirada. El comienzo, la semilla de la Buena Noticia de Dios, está escondido en nuestra vida, en nuestro pasado, en la historia en que vivimos. El pueblo de la Biblia tenía esta convicción: Dios está presente en nuestra vida y en nuestra historia. Por eso ellos se preocupaban de recordar los hechos y las personas del pasado. La persona que pierde la memoria de la propia identidad no sabe de donde viene ni a donde va. Ellos leían la historia del pasado para aprender a leer la historia del presente y descubrir en ella las señales de la presencia de Dios. Es lo que Marcos hace aquí al comienzo de su evangelio. Trata de descubrir los hechos y apunta el filo de la esperanza que venía del Éxodo, de Moisés, pasando por el profeta Elías, Isaías y Malaquías, hasta llegar a Juan Bautista que ve en Jesús a aquél que realiza la esperanza del pueblo.

¿Cuáles son los flecos de esperanza, por pequeños que sean, que hoy existen en nuestra historia y que indican un futuro mejor y más justo? Ha aquí algunas posibles sugerencias: (1) la resistencia y el despertar por todas partes en el mundo de razas oprimidas a la búsqueda de la vida, de dignidad para todos; (2) el despertar de la conciencia del sexo en muchas mujeres y hombres, que revelan nuevas dimensiones de la vida que antes no se percibían; (3) la nueva sensibilidad ecológica que aumenta por doquier, sobre todo entre los jóvenes y niños; (4) el conocimiento creciente de la ciudadanía que busca nuevas formas de democracia; (5) diálogos y debates sobre problemas sociales que suscitan un deseo de mayor participación que transforma hasta las personas que en medio del trabajo del estudio encuentran tiempo para dedicar gratuitamente su servicio a los otros; (6) la búsqueda creciente de nuevas relaciones de ternura, de respeto recíproco entre las personas y entre las gentes; (7) crece la indignación de la gente por la corrupción y la violencia. Dicho en una palabra, que algo nuevo está naciendo y que no permite ya dejarnos indiferentes ante los abusos políticos, sociales, culturales, de clase y sexo. Hay una nueva esperanza, un sueño nuevo, un deseo de cambio. El anuncio de la Buena Noticia será realmente Buena Noticia si es portadora de esta novedad que asoma en medio del pueblo. Ayudar a abrir los ojos para ver esta novedad, comprometerse las comunidades de fe en la búsqueda de esta utopía, quiere decir reconocer la presencia de Dios que libera y transforma obrando en lo cotidiano de nuestra vida.

6. Oración del Salmo 72 (71)

La esperanza del Mesías en el corazón del pueblo

Confía, oh Dios, tu juicio al rey,
al hijo de rey tu justicia:
que gobierne rectamente a tu pueblo,
a tus humildes con equidad.

Produzcan los montes abundancia,
justicia para el pueblo los collados.
Defenderá a los humildes del pueblo,
salvará a la gente pobre
y aplastará al opresor.
Durará tanto como el sol,
como la luna de edad en edad;
caerá como lluvia en los retoños,
como rocío que humedece la tierra.

Florecerá en sus días la justicia,
prosperidad hasta que no haya luna;
dominará de mar a mar,
desde el Río al confín de la tierra.

Ante él se doblará la Bestia,
sus enemigos morderán el polvo;
los reyes de Tarsis y las islas
traerán consigo tributo.
Los reyes de Sabá y de Seba
todos pagarán impuestos;
ante él se postrarán los reyes,
le servirán todas las naciones.

Pues librará al pobre suplicante,
al desdichado y al que nadie ampara;
se apiadará del débil y del pobre,
salvará la vida de los pobres.
La rescatará de la opresión y la violencia,
considerará su sangre valiosa;
(que viva y le den el oro de Sabá).

Sin cesar rogarán por él,
todo el día lo bendecirán.
La tierra dará trigo abundante,
que ondeará en la cima de los montes;
sus frutos florecerán como el Líbano,
sus espigas como la hierba del campo.

¡Que su fama sea perpetua,
que dure tanto como el sol!
¡Que sirva de bendición a las naciones,
y todas lo proclamen dichoso!
¡Bendito Yahvé, Dios de Israel,
el único que hace maravillas!
¡Bendito su nombre glorioso por siempre,
la tierra toda se llene de su gloria!
¡Amén! ¡Amén!

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.


32. Mario Santana Bueno

El evangelio de san Marcos comienza con una buena noticia que no le es propia; es la buena noticia de "Jesucristo, el Hijo de Dios". Esto me da para pensar en nuestros métodos y formas de evangelizar en nuestra propia; persona que muchas veces más que predicar la buena noticia de Jesús lo que hacemos es consciente o inconscientemente predicarnos a nosotros mismos.

Resulta que hacemos como una especie de filtrado del mensaje evangélico y lo tamizamos desde nuestra manera de ser y entender, desde nuestros esquemas mentales y desde la estrechez de nuestro corazón... Perdonen ustedes, pero lo digo por mí. Soy un predicador que muchas veces tiene más palabras sobre sí mismo que sobre Cristo. En más de una ocasión he llegado a preguntarme si ese filtro personal que utilizamos desde nuestros esquemas psicológicos, emocionales, espirituales... llegan a transmitir lo que realmente Jesús quiere que transmitamos a los demás... Pero tengo una certeza: nuestra palabra torpe siempre se verá iluminada por la luz del Espíritu Santo en aquellos corazones que de verdad quieren escuchar...

Transmitir esa palabra interior de Jesús, esa noticia que traspasa la dureza de los corazones, sólo se puede hacer desde una actitud profética y desde una sincera conversión.

Ser profeta no es fácil, nunca lo ha sido. El profeta también se encuentra traspasado por la Palabra, pero es consciente de ello. Sabe que las frases de Dios necesitan tiempo para ser escuchadas. Los verdaderos profetas no se desesperan ni se amargan, de ahí que su mensaje esté lleno de vida y esperanza más que de dolor y tristeza. ¿Somos tú y yo profetas? Puede que sí, quizá en algunos momentos... Muchas veces he pensado que ser profeta es estar siempre entre la duda y la esperanza, entre la oscuridad y la luz. El profeta no hiere con sus interrogantes sin respuestas sino que sana de muchas dolencias a los que rodea con su humildad y sus certezas.

Juan el Bautista aparece en este camino siempre duro de la vida. Dice que estaba en el desierto. El desierto, por mucho que creamos, no es un lugar de muerte sino de vida. Algunos predicadores enfatizan lo baldío del yermo olvidando que todo lo que hay en el desierto busca la vida. Lo hacen las montañas de arena que animadas por el viento buscan siempre un mejor acomodo. Los árboles, los animales, las plantas están acostumbradas a vivir en un ambiente más que incómodo, pero son capaces de subsistir con poco, con casi nada, con más ganas que realidades...

En el Nuevo Testamento cuando se utiliza la palabra desierto como adjetivo (eremos) en referencia a las personas quiere decir "abandonado", desolado, privado de los amigos y familiares... No es el que se encuentra en soledad, es el que se encuentra alejado de la vida, de los amigos, de lo que te hace vivir... No es de extrañar pues que Juan bautizara en el desierto, en el lugar que por identidad menos agua tiene. El agua es el símbolo de la vida y la buena noticia es precisamente que la vida puede florecer incluso en los lugares y situaciones más contrarios a la misma. Pienso en nuestros momentos de dificultades y problemas... recuerdo el desierto de Juan el Bautista...

Juan decía a la gente que "debían de convertirse a Dios". Convertirse significa cambiar nuestra manera de pensar, cambiar de actitud y convertirse a Dios. En el fondo la vida de todo ser humano transcurre en la aridez del desierto, de la vida que lucha y el agua generativa de Dios.

La Palabra nos describe a Juan adornado con muy pocas cosas materiales. Simplemente nos habla de su vestido y de su pobre comida. Mientras las narraciones bíblicas nos describen el poder material de muchos, nuestro Juan es citado como el que apenas tiene lo imprescindible para poder subsistir. Buena enseñanza para nosotros que nos creamos tantas y tantas necesidades... Creo que para Juan lo que de verdad le importa es permanecer en Dios no tener las cosas que la vida nos ofrece.

Es bueno y legítimo el aspirar a ser más. Es cristiano equilibrar la resignación con la lucha por la superación diaria. Estancarse es morir pero superarse para crear envidias y odios es peor. El Bautista se humilla en su poder mientras que otras personas lo que hacen es humillar a otros con su poder.

Termina el Evangelio diciéndonos por palabras de Juan que el agua se convertirá en Espíritu Santo. Lo material se unirá a la realidad de Dios. Buen anuncio para la Navidad donde la carne se une a Dios para formar una sola realidad. Dios tomó nuestra carne para el desierto de nuestra vida se llene de vida cada día, en cada instante. No sé si nuestros corazones estarán tan abiertos para experimentar no los ecos vacíos del desierto, sino la presencia amorosa de Dios que se hace hombre para salvarnos... Lo que nos deja el adviento es la espera confiada en que nuestro corazón estará si no convertido, al menos expectante para que Jesús nazca en él.

* * *

  1. ¿Qué situaciones de desierto existen en tu vida?

  2. ¿Qué entiendes por ser profeta?

  3. ¿Por qué crees que cuesta tanto el proceso de conversión interior?

  4. ¿Cuáles son tus actuales mayores obstáculos para que Cristo nazca en tu corazón? ¿Qué debes hacer para superarlo?

  5. ¿Qué lugar ocupa la esperanza en tu vida?
     


33. ROMA, domingo, 4 diciembre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa OFM Cap --predicador de la Casa Pontificia— al Evangelio de este domingo, II de Adviento (Mc 1,1-8).

* * *

Una voz en el desierto

El segundo domingo de Adviento está dominado por la figura de Juan el Bautista. En el Evangelio sobresale esta definición que él da de sí mismo: «Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor». Desierto es una palabra inquietante en nuestros días. Casi el 33% de la superficie terrestre está ocupada por desierto. Y la proporción va en pavoroso aumento a causa del fenómeno de la desertificación. Cada año cientos de miles de hectáreas de terreno cultivable se convierten en desierto. Cerca de 135 millones de personas se han visto alejadas de su sede natural, en los últimos años, por el desierto que avanza.

Pero existe otro desierto: no fuera, sino dentro de nosotros; no en los márgenes de nuestras ciudades, sino dentro de ellas. Es el agostamiento de las relaciones humanas, la soledad, la indiferencia, el anonimato. El desierto es el lugar donde si gritas nadie te oye, si yaces en tierra acabado nadie se te acerca, si una feroz bestia te asalta nadie te defiende, si experimentas un gran gozo o una gran pena no tienes a nadie con quien compartirla. ¿Y no es esto lo que ocurre a muchos en nuestras ciudades? Nuestro agitarnos y gritar, ¿no es también un gritar en el desierto?

Pero desierto aún más peligroso es el que cada uno de nosotros se lleva dentro. Justamente el corazón puede transformarse en un desierto: árido, apagado, sin afectos, sin esperanza, lleno de arena. ¿Por qué muchos no logran despegarse del trabajo, apagar el móvil, la radio, el compact disc...? Tienen miedo de hallarse en el desierto. La naturaleza, se dice, tiene horror del vacío (horror vacui), pero también el hombre rehuye el vacío. Si nos examinamos honestamente, veremos cuántas cosas hace cada uno de nosotros para no encontrarse solo, cara a cara consigo mismo y con la realidad.

Cuanto más aumentan los medios de comunicación, más disminuye la verdadera comunicación. Se acusa a la televisión de haber apagado el diálogo de la familia, y a veces esto es verdad. Pero debemos admitir que la televisión viene a menudo a llenar un vacío que ya está ahí.

El Evangelio, hemos oído, habla de una voz que un día resonó en el desierto. Proclamaba una gran noticia: «En medio de vosotros hay uno al que no conocéis, uno que viene detrás de mí, a quien no soy digno de desatar la correa de las sandalias».

Juan Bautista anuncia la llegada a la tierra del Mesías con palabras sencillas, se diría como campesino (la correa de las sandalias, la era, el aventador, el grano), ¡pero qué eficaces! Él recibió la inmensa tarea de sacudir al mundo del sopor, de despertarle del gran sueño. Cuanto una espera se prolonga, nace el cansancio, si avanza por fuerza de inercia. La idea de que algo pueda cambiar y llegar verdaderamente lo esperado parece cada vez más imposible (quien lo haya visto, recuerde el bellísimo «Esperando a Godot», de Samuel Beckett).

De esta espera se habló, durante siglos, en términos vagos y remotos: «En aquellos días...; en los últimos días...». Y he aquí que ahora se adelanta un hombre y con seguridad proclama: «Aquél día es este día. La hora decisiva ha llegado». Él apunta el índice resuelto hacia una persona y exclama: «¡He ahí el Cordero de Dios, el que bautizará al mundo en Espíritu Santo!» (Cf. Jn 1,29.33). ¡Qué estremecimiento debió recorrer a los que escuchaban!

El modo con el que Jesús hará florecer el desierto es precisamente el de «bautizarlo con el Espíritu Santo». El Espíritu Santo es el amor personificado y el amor es la única «lluvia» que puede detener la progresiva «desertificación» espiritual de nuestro planeta.

Debemos prestar atención también a un hecho alentador. Si nuestra sociedad se parece tan frecuentemente a un desierto, en cambio es verdad que en este desierto el Espíritu está haciendo florecer muchas iniciativas como igualmente oasis. Se han desarrollado, en estos años, decenas y decenas de asociaciones cuyo objetivo es romper el aislamiento, recoger las muchas voces que «gritan en el desierto» de nuestras ciudades. Tienen diversos nombres: «teléfono de la esperanza», «voz amiga», «mano tendida», «teléfono amigo», «teléfono verde», «teléfono azul». Millones y millones de llamadas al año. Son voces de personas solas, desesperadas, presas de problemas mayores que ellas. No buscan dinero (éste no pasa a través del hilo telefónico), sino algo distinto: una voz amiga, una razón de esperanza, alguien con quien comunicar. En la otra punta del hilo hay miles de voluntarios que escuchan, intentan dar un poco de calor humano y, si son creyentes, de ayudar a las personas a orar, a ponerse en contacto con Dios, que a menudo es lo que ayuda más.

Aunque no pertenezcamos a ninguna de estas asociaciones, todos podemos hacer, en nuestra limitación, algo de lo que hacen ellos. Teléfono, para empezar, tenemos todos. No esperemos siempre a que suene para percatarnos de que hay alguien que necesita de nosotros, tal vez no lejos. Especialmente con la proximidad de la Navidad.

[ Traducción del original italiano realizada por Zenit]


 

34. Benedicto XVI: La Palabra de Dios, “sujeto que mueve la historia”
Intervención con motivo del Ángelus

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 6 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que dirigió Benedicto XVI este segundo domingo de Adviento al rezar la oración mariana del Ángelus junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.

* * *

 

Queridos hermanos y hermanas:

En este segundo domingo de Adviento, la liturgia presenta el pasaje evangélico en el que san Lucas, por así decir, prepara la escena en la que Jesús está a punto de aparecer e iniciar su misión pública (Cf. Lucas 3,1-6). El evangelista concentra la atención sobre Juan el Bautista, precursor del Mesías, y traza con gran precisión las coordinadas espacio-temporales de su predicación. Lucas escribe: "En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto" (Lucas 3,1-2). Dos elementos llaman la atención. El primero es la abundancia de referencias a todas las autoridades políticas y religiosas de Palestina, en el año 27/28 d.C. Evidentemente el evangelista quiere mostrar a quien lee o escucha que el Evangelio no es una leyenda, sino la narración de una historia verdadera, que Jesús de Nazaret es un personaje histórico integrado en aquel contexto preciso. El segundo elemento digno de ser subrayado es que, después de esta amplia introducción histórica, el sujeto pasa a ser "la Palabra de Dios", presentada como una fuerza que baja de lo alto y desciende sobre Juan el Bautista.

Mañana se celebrará la memoria litúrgica de san Ambrosio, gran obispo de Milán. Tomo de él un comentario a este pasaje evangélico: "El Hijo de Dios --escribe--, antes de reunir a la Iglesia, actúa ante todo en su humilde siervo. Por este motivo, san Lucas dice que la palabra de Dios descendió sobre Juan, hijo de Zacarías en el desierto, pues la Iglesia no comenzó con los hombres, sino con la Palabra" ("Exposición del Evangelio de Lucas" --"Esposizione del Vangelo di Luca"-- 2, 67). Este es, pues, el significado: la Palabra de Dios es el sujeto que mueve la historia, inspira a los profetas, prepara el camino del Mesías, convoca a la Iglesia. El mismo Jesús es la Palabra divina que se hizo carne en el seno virginal de María: en Él, Dios se reveló plenamente, nos ha dicho y dado todo, abriéndonos los tesoros de su verdad y misericordia. San Ambrosio continúa así su comentario: "Descendió la Palabra para que la tierra, que antes era un desierto, produjera sus frutos para nosotros" (ibídem).

Queridos amigos: la flor más bella brotada de la Palabra de Dios es la Virgen María. Ella es la primicia de la Iglesia, jardín de Dios en la tierra. Pero, mientras María es Inmaculada --así la celebraremos pasado mañana--, la Iglesia tiene necesidad continua de purificación, porque el pecado acecha a todos sus miembros. En la Iglesia tiene lugar siempre una lucha entre el desierto y el jardín, entre el pecado que reseca la tierra y la gracia que la riega para que produzca frutos abundantes de santidad. Pidamos, por tanto, a la Madre del Señor que nos ayude, en este tiempo de Adviento, a "allanar" nuestros caminos, dejándonos guiar por la Palabra de Dios.

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

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