COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Is 63, 16b-17. 64, 1.3b-8

 

1.

-Contexto histórico.

* Un autor desconocido, llamado Is III por el influjo que el profeta Is ejerció en él, nos ha dejado su mensaje en Is 56.-66.

* "Tus santas ciudades son un desierto, Sión se ha vuelto un desierto, Jerusalén un yermo. Nuestro templo, nuestro orgullo... ha sido pasto del fuego..." (64. 9-10; en lectura litúrgica vv. 10-11. Siempre seguiré el texto hebreo). El poeta nos recuerda la situación trágica, la desolación en que ha quedado Jerusalén y su templo tras la destrucción del año 587 a. de Xto. Ante esta desgracia nacional se pide a Dios que intervenga de nuevo en favor de su pueblo (una adaptación histórica más precisa no se puede dar)

-Contexto literario.

* Is 63. 7-64. 11 es una unidad literaria, muy compleja, que recoge la súplica del pueblo en forma de lamentación ante la mayor desgracia que le ha acaecido a lo largo de la historia. Es un salmo patético (cf. Sal 44. y 89.) en el que se mezclan el recuerdo de las gestas divinas en el pasado, la rebelión del pueblo, su castigo, la confesión del pecado. Todos estos elementos están muy libremente entretejidos.

* 63. 7-14 es una meditación histórica. La desgracia presente del destierro evoca la amargura de Egipto, pero también el éxodo liberador en el que Dios actuó en favor de Israel. Recordar es evocar al amigo que ahora aparenta ser enemigo pero no lo es. Recordar es generar esperanzas en el Dios liberador. Guiando a su pueblo el Señor se ganó un renombre, ¿por qué no se lo gana en la situación presente, muy similar a la anterior? (63. 14).

* 63. 15-64. 11: lamentación propiamente dicha (cf. texto).

-Texto.

* Esta lamentación (el texto litúrgico sólo recoge algunos elementos) empieza con una súplica: "otea desde el cielo, mira..." la desgracia del pueblo, el cúmulo de ruinas de la ciudad santa y no nos niegues tu ayuda (63. 15/18; 64. 9s.). El suplicante apela a la entrañable ternura del Señor, a su celo y pasión por el pueblo, a su valor en el actuar (v. 15).

* El pueblo confía en la intervención divina, ya que el Señor es su padre y redentor (v. 16). En el AT se llamaban padres del pueblo a Abrahán, a Jacob..., pero no a Dios, para evitar así la concepción de los pueblos primitivos que consideraban a los dioses como verdaderos padres de las familias y grupos étnicos.

Este salmo, por primera vez, llama a Dios padre, ya que Él ha dado existencia verdadera al pueblo con la liberación de Egipto y el don de la tierra de Canaán. El Señor es el único Padre, y no los patriarcas, porque sólo Él es presencia liberadora y no mero recuerdo histórico. Él es también nuestro pariente más próximo de tribu que nos rescata de la esclavitud (go'el o redentor).

* vv. 17-19a;64. 4b-6: el suplicante se lamenta del estado actual dirigiendo a Dios una serie de preguntas retóricas que le muevan a actuar. La pregunta no implica un echar en cara a Dios nada; Él no es culpable de la situación, sino ellos, y lo confiesa (confesión que aparece con toda claridad en 64. 4b-6: el pecado es una mancha que contagia, que rompe las relaciones con el Señor, y Éste oculta su rostro entregando al hombre en poder de su culpa. La confesión implica ya un actuar de Dios en el interior humano). Pero ¿por qué Dios ha permitido que el pueblo se desviase del recto camino? Ellos no logran extirpar su dureza y obcecación interna, como si fuera algo superior a sus fuerzas. ¿Por qué Dios lo consiente? Y si ellos han errado el camino, el Señor debe volver por amor.

*63. 19b-64. 4a: el autor pide una manifestación o teofanía del Señor. La confesión o conversión interna deben provocar esta manifestación externa, que es liberadora. Por eso el poeta grita: "¡Ojalá rasgases el cielo y bajases...!", como un día lo hicieras en el Sinaí con acompañamiento cósmico y temblor de los enemigos (elementos comunes de teofanía). El silencio es conmovedor; el cielo es un oscuro nubarrón y Dios da la impresión de no escuchar. El hombre espera y anhela esa manifestación. Es cierto que la esperanza no suprime el dolor pero hace que el silencio angustioso se haga revelador. Dios no puede defraudar al que en Él espera (v. 3). Israel (=arcilla) está en manos de Dios (=alfarero); el artista no puede consentir que sea destruida su obra de arte, el Padre jamás puede consentir que su hijo perezca. Así Israel es perdonado.

-Reflexiones.

* "¿Puedes quedarte insensible ante todo esto, Señor?". Así suplicaba Israel a Dios, y así podemos seguir suplicando en el siglo XXI ante tantas desgracias que se abaten sobre nuestro mundo: armas atómicas que pueden dejar hecha la tierra un desierto, flagrantes injusticias que asolan a países enteros del tercer mundo con el hambre y enfermedades... ¿Por qué continúas obcecando nuestro corazón? ¿Seremos incapaces de romper con estas fuerzas salvajes? ¡Ojalá que rasgases el cielo y bajases...!

* El hombre de hoy o no siente a Dios o lo ve muy lejano, ajeno a nuestro mundo. Su silencio nos suena a ausencia, a no existencia.

Muchas frases de este relato suenan a ateas. Y es que Israel no sabe descubrir a ese Dios liberador, lo pone en duda y se queja amargamente. Pero esta queja es ya una súplica, un abrirse al Dios Padre. Así lamentándose Israel nos enseña a descubrir a nuestro verdadero Padre.

* Al empezar el Adviento, también nosotros confesamos nuestras culpas; y en medio de los negros nubarrones, del denso silencio... gritamos con fuerza y esperanza: "Cielos, derramad vuestro rocío".

A. GIL MODREGO
DABAR 1987/01


2. P/VD: PECADO.HERMOSA CONCEPCIÓN TEOCÉNTRICA DEL PECADO: ANDAR LEJOS DE LA VOLUNTAD DE DIOS.

Aunque sea una lectura muy entresacada de todo contexto, refleja muy bien el contenido esencial de toda la perícopa.

En los primeros años que sucedieron a la vuelta del destierro, Ageo pronunció su profecía en prosa; Zacarías legó a la posteridad su excepcional visión apocalíptica. Nuestro autor, gran poeta, esta inigualable y patética oración, que es toda una joya de la literatura bíblica.

"Padre nuestro", así como lo hiciera cinco siglos más tarde el Hijo del hombre enseñando a orar a sus discípulos. "Redentor nuestro", "por JC nuestro Señor". Hermosos títulos, repetido por tres veces el de Padre y que nos hace pensar fuera corriente en la oración de Israel. Título que le competía no como Creador, sino como Goel o Redentor. Es un grito angustiado y confiado de aquellos repatriados que veían lejano el día de la intervención salvífica de Dios y sus gestas gloriosas perdidas en un remoto pasado. "¿Por qué les sigues dejando errar fuera de tu camino?" Es una hermosa concepción teocéntrica del pecado, donde lo que cuenta no es tanto la responsabilidad del pecador cuanto su relación o no relación con la voluntad de Dios. Ojalá el hombre volviera a tener conciencia de esta realidad del pecado como ruptura con Dios.

El profeta sabe que la salvación sólo puede venir de Dios y no puede por menos de gritar en su angustia desesperada: "¡Oh, si rasgaras los cielos y bajaras!" Anhela toda una teofanía salvífica como aquella del Sinaí en la que hasta los montes se estremecieron y Dios se manifestó en medio de fuego abrasador.

Dios lo escuchará y descenderá cinco siglos más tarde encarnándose en el seno de una Virgen.

Como entonces los israelitas recién salidos de Egipto no se atrevieron a acercarse al monte Sinaí, así ahora el profeta salmista reconoce su pecado y el de su pueblo y se para a los mismos pies de Dios confesando su pecado, su infidelidad, su defección, la vaciedad de su vida marchitada como hojas resecas que lleva el viento.

¿Qué puede decir? ¿Será poco recordar que sólo Él es "Padre nuestro"..., que ellos no son sino arcilla en sus manos de alfarero? Es el abandono total en manos de Dios semejante al de Cristo agonizante en la Cruz y al de todos aquéllos que viven abandonados a Dios como instrumentos dóciles de su divina voluntad. Después de esta oración tan preciosa sólo nos queda decir con los discípulos de Jesús: Señor, enséñanos a orar.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 684


3.

La plegaria de lamentación de Is 63 7-64,11 es una típica plegaria de adviento, llena de esperanza, a pesar de reflejar la desilusión de la comunidad postexílica por el retraso de la manifestación de Dios. Forma parte de la recopilación de Is 56-66 que nace de una desilusión superada y de UNA ESPERANZA ENRAIZADA en la convicción de que la salvación y la justicia de Dios están cerca (temática de fondo del tercer Isaías).

La lectura de hoy, por un lado, pone de relieve EL MOMENTO CRITICO en que vive la comunidad: el peligro de los ídolos y las divisiones internas. Y, por otro, manifiesta esta ESPERANZA ENRAIZADA E INDESTRUCTIBLE: en medio de todas las cosas (enraizados en una situación concreta) Señor, eres nuestro padre; "nosotros somos la arcilla y tú el alfarero; somos todos obra de tus manos"

-¿Dios dejará que nos perdamos?

El grito: "¡Oh, si rasgaras el cielo y bajaras!" hace resonar esta esperanza enraizada en la plena manifestación de Dios. (El bautismo de Jesús según Marcos -propio del año B- manifiesta la irrupción de la plenitud de los tiempos, la manifestación histórica de Dios en el Hijo: "vio rasgarse el cielo...").

J. FONTBONA
MISA DOMINICAL 1990/01


4. /Is/LIBRO:

A la vuelta del exilio, cuando todo es inmensamente complicado y la reconstrucción de la vida en Jerusalén parece una imposible empresa titánica, el profeta dirige a Dios esta magnífica súplica, fundada en la única fuente de absoluta confianza: la paternidad de Dios.

Como ya es sabido, el libro del profeta Isaías está formado por tres compilaciones: la primera, los capítulos 1-39, son obra del profeta Isaías, que actuó en Judá en tiempos de la monarquía; la segunda, los capítulos 40-55, son obra de un profeta conocido con el nombre de Segundo Isaías, que actuó durante el exilio de Babilonia; la tercera, los capítulos 56-66, reúne textos diversos que son obra probablemente de discípulos del Segundo Isaías, que corresponden a la época posterior al exilio, cuando ya se ha producido el retorno y la vida en la patria recobrada resulta especialmente gris y dura. Nuestro texto corresponde a esta tercera recopilación, y probablemente fue redactado inmediatamente después del retorno.

El autor parte de un convencimiento: la situación de dificultad y desconcierto que están viviendo los retornados es consecuencia del pecado. Es verdad que el pueblo lleva tras sí el recuerdo de una larga historia en la que se ha manifestado la fuerza salvadora de Dios; pero el pueblo no ha sabido responder adecuadamente: no ha sido fiel al proyecto de Dios, y por eso se ha hundido y sigue en su postración.

Ante esta situación, el autor no pretende ni espera que Dios mande un mediador como en otros tiempos: hasta parece decir que no vale la pena contar con ello (el versículo anterior, el 16a, dice: "Abraham no nos conoce, ni Israel nos recuerda"). Ahora sólo cabe confiar en Dios: los padres del pueblo ya no tienen fuerza, sólo Dios merece el nombre de padre. Posiblemente nos encontramos en el momento histórico en el cual en Israel se generalizó, como fórmula de oración, dar el nombre de "padre" a Dios, y el autor repite aquí la fórmula y hasta se diría que disfruta paladeándola; también añade otros argumentos conocidos, como el recuerdo de las gestas pasadas, la debilidad de la arcilla como disculpa del pecado, el hecho de ser "obra de tu mano".

El salmo (79) es de una época anterior, porque pone toda su confianza en el rey que gobierna o gobernará Israel. Pero el tono es muy parecido: una situación de tribulación vivida por el pueblo, y, en esta situación, una oración a Dios fundamentada en su grandeza y en el hecho de que el pueblo es la viña que él había plantado.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1993/15


5.

En el sufrimiento más intenso, en la humillación más injusta, pueden nacer los sentimientos más puros y elevados. Desde el desvalimiento y la marginación, pueden brotar la confianza plena, la ternura contagiosa, la humildad valiente. Son los efectos de las necesarias purificaciones, las noches del sentido o del espíritu.

En el destierro babilónico, el pueblo judío fue largamente purificado. Y en el destierro este pueblo aprendió a creer y a esperar. En el destierro surgieron magníficos profetas y bellísimas oraciones. En el destierro encontraron de otro modo a Dios.

Esta oración que hoy escuchamos es una prueba de cuanto decimos. Respira en todas sus palabras el perfume de la humildad y la confianza, y, sobre todo, un amor filial. El padre sabe bien cómo tratar al hijo, aunque haya sido rebelde. ¡Qué bien suena la expresión repetida: «Tú eres nuestro Padre»! o la de: «Nosotros, la arcilla, tú el alfarero». Y el deseo incontenible: «¡ojalá rasgases el cielo y bajases!». No nos cansaremos de repetir también nosotros esta petición.

CARITAS
VEN.../ADVIENTO Y NAVIDAD 1993.Pág. 27


6. /Is/63/07-19

La situación de la comunidad jerosolimitana al final del siglo VI a. C. era evidentemente confusa en muchos aspectos: se refleja en el mensaje del llamado Tercer Isaías (cc. 56-66). La vocación muestra claramente que este profeta ha recibido un ministerio de consolación, pero también debe hacer frente a graves injusticias sociales y dirigirse a un pueblo de fe mortecina y desencantado de Dios. Nuestro texto viene a ser un salmo de súplica de lamentación popular que recapitula, de acuerdo con su género, las gestas salvíficas de Dios. El versículo 7 introduce bellamente el tema: "Voy a recordar las misericordias de Yahvé, las alabanzas del Señor, todo lo que hizo por nosotros el Señor, sus muchos beneficios a la casa de Israel, lo que hizo con su compasión y con su gran misericordia". Las grandes gestas fundacionales de Israel y su vida a lo largo de los siglos son el resultado de este amor creador de Dios. En este contexto de plegaria, el verbo «recordar» (en hebreo zakar) es un grito para que Dios intervenga de nuevo en la historia.

En la plegaria se enumeran las posibles causas del silencio y la aparente ausencia de Dios: «Pero ellos se rebelaron e irritaron su santo espíritu» (10), es decir, rechazaron la palabra de los profetas, acusación que repite Esteban en Hch 7,51: "¡Rebeldes, infieles de corazón y reacios a escuchar! Siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres".

En este texto destaca la noción de amor o hesed, amor intenso y fiel. El lenguaje bíblico del amor es siempre pleno. La catequesis bíblica no pretende ofrecernos un concepto ni menos aún una definición abstracta de Dios. Simplemente nos dice cómo actúa, cómo interviene en la historia; nos explica este amor; de alguna manera Dios se hace accesible a la razón narrativa. Textos como el nuestro parece que quieren decir que Dios necesita amar y ser amado.

El conocimiento de la forma en que Dios actúa a lo largo de la historia hace exclamar a quien reza esta bella plegaria, compendio de todas las esperanzas ante un Dios que ha venido y vendrá: "¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!" (19b).

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 477 s.


7. P/CASTIGO 

Estos versículos, junto con 63,7-19, contienen una de las más bellas plegarias del libro de Isaías; en ella aparecen los conceptos de culpa, castigo, arrepentimiento, amor y fidelidad de Dios hacia el pueblo de la alianza. Además se desarrolla la idea de Dios como padre y se expone lo que puede significar que Dios deje al hombre -a Israel- solo en la prisión de su pecado.

El pecado hace que Dios se distancie y que Israel sufra un proceso de autodestrucción: «Todos nos marchitábamos» (v 5). El salmista reconoce que Dios no amontona desgracias sobre el pecador, sino que lo abandona simplemente al ritmo y la dialéctica de su pecado: "Nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa" (6b).

En los versículos 7,11, la plegaria, estremecedora por su patética desesperación, es en el fondo un grito de confianza en Dios, al que invoca como un padre que, pese al pecado de Israel, no puede quedar insensible ante el clamor de sus hijos. Sólo aceptándose como pobre descubre Israel su dignidad. El arrepentimiento individual y colectivo es lo primero para liberarse de las cadenas del pecado.

D/SILENCIO: El salmista lamenta el silencio de Dios. También el hombre de hoy es testigo de ese silencio: Dios calla y los ídolos han sido destruidos. Pero se trata de un silencio diferente. Nos resulta difícil hablar sobre Dios y dirigirnos a él. Pero también es preciso aceptar que el silencio es el estado habitual y definitivo de Dios, incluso en su revelación, como dice certeramente san Juan de la Cruz: «Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída por el hombre». Esta afirmación es algo más que una frase poética. En la revelación, y antes y después de ella, Dios es el Dios del silencio. Es necesaria una especie de disciplina del arcano para preservar de toda profanación el misterio de Dios. El pecado es el gran atentado contra el misterio de Dios. Cuando pecamos, Dios no sólo guarda silencio, sino que también se aleja. La cruz de Cristo es a la vez la revelación definitiva y el supremo ocultamiento de Dios.

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 478 s.