CAPÍTULO II

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS.

  

A.- Introducción.

Unos hombres, los once apóstoles, cuya existencia y actividad conocemos por el Nuevo Tes-tamento, atestiguan que han sido encontrados otro hombre, Jesús, que ha vuelto de la muerte. Nuestros contemporáneos quisieran juzgar con pruebas el valor de su testimonio, pero el testimonio que versa sobre una experiencia única de fe no es en sí mismo verificable. Para los hombres de la Biblia la verificación de los hechos no puede descansar en Dios, que hace lo que quiere, sino sola-mente en el hombre, que puede equivocarse.

En ninguna otra ocasión se ha acercado tanto Dios al hombre como en el momento de la resurrección de Jesús, por eso mismo esa presencia suya tan única y tan extremadamente fuerte desbarata cualquier lenguaje o cualquier expresión humana que trate de englobarla; y así como Jesús tuvo que aprender a expresar su divinidad en términos de su humanidad, así también los Once tuvieron que expresar en términos convincentes su experiencia de haber encontrado a Jesús, su Maestro, resucitado y glorificado.

Los once apóstoles dudaron de la divinidad de Jesús en los últimos momentos de su vida terrena porque no tenían ningún punto de referencia o de comparación para creer en ella, solamente tenían la palabra del hombre Jesús, que predicando y haciendo milagros los había invitado a creer en él como el Hijo de Dios; luego vino su muerte y con ella la desilusión total. Pero después el panorama cambió radicalmente, porque los Once que anduvieron con él lo encontraron vivo, resu-citado, vencedor de la muerte; entonces sí creyeron en todo lo que él les había enseñado.

Esta vivencia única de los apóstoles debieron trasmitirla primero a través de la predicación oral y luego a través de sus escritos; es así como encontramos en el Nuevo Testamento toda una serie de textos, expresiones, y afirmaciones referentes a la resurrección de Jesús de entre los muertos.

El Nuevo Testamento es hoy para nosotros expresión de lo que fue para los once apóstoles el seguir a su Maestro por dos o tres años antes de su muerte. Los once pudieron identificar a Jesús resucitado porque lo conocían; de la misma manera para que nosotros podamos identificar la presencia de Jesús resucitado en nuestras vidas necesitamos conocer la experiencia de los once apóstoles expresada en el Nuevo Testamento. Ahora bien, todo el material que habla sobre la resurrección de Jesús en el Nuevo Testamento puede reducirse a tres categorías o géneros literarios: apariciones, relatos de la tumba vacía y fórmulas de fe; cada uno de estos géneros corresponde a diversas circunstancias y contextos, de manera que para poder obtener una experiencia coherente de la resurrección de Nuestro Señor necesitamos analizar cada uno de estos tres géneros.

Antes de pasar al análisis de ellos, es útil ver en un cuadro sinóptico todos los textos neotestamentarios clasificados según los tres géneros mencionados.

 

B.- Cuadro sinóptico de los textos.

1.- Apariciones de Jesús resucitado.

a).- Desde el punto de vista de Jesús:

"Se hizo ver" (Textos datados entre los años 33 y 70 d.C.)

1.- I Cor 15,5

2.- Mc 16,7

3.- Mt 28,16-17

"Se presentó" (Corporalización de Jesús. Textos datados entre los años 70 y 100 d.C.)

1.- Mc 16,9-20

2.- Lc 24,13-35

3.- Lc 24,36-49

4.- Jn 20,19-23

5.- Jn 20,24-39

6.- Jn 21, 1-13

b).- Desde el punto de vista de los testigos.

Testigos oficiales de la resurrección: Los once apóstoles.

Testigos no oficiales: a).- Pablo de Tarso.

b).- Todos los apóstoles, los 500 hermanos (I Cor 15,5-8), los dos discípulos de Emaús (Lc 24,13-35), los dos discípulos (Mc 16,12).

c).- Las mujeres.

2.- Relatos de la tumba vacía. (Entre los años 60 y 100 d.C,)

1.- Mc 16,1-8

2.- Mt 28,1-20

3.- Lc 24,1-10

4.- Jn 20,1-18

 

3.- Las fórmulas de fe.

1.- I Cor 15,3ss.

2.- I Tes 1,10; 4,14

3.- Rom 10,5-8; 10,9

4.- I Tim 3,16

5.- Ef 4,7-10

6.- I Pe 3,18-22; 4,6

 

C.- Las apariciones.

El testimonio más impactante desde el punto de vista psicológico, y el de mayor valor histórico y teológico sobre la resurrección de Jesús, es sin duda alguna el contenido en los relatos de las apariciones. Con el objeto de poder estudiarlos mejor nos fijaremos primero en la forma en que presentan esos relatos a Jesús resucitado, para luego ver a quienes se les aparece y evaluar el testimonio de los diversos personajes que presenciaron la resurrección.

 

1.- Las apariciones, vistas desde Jesús.

Por la forma en que se expresa la manera en que Jesús se presentó ante los testigos de su resurrección, encontramos una evolución comprendida en dos etapas bien identificables: Al principio, en los relatos escritos entre el año 33 y el 70, los testigos describen su experiencia diciendo que Jesús "se les hizo ver"; es hasta después del año 70, cuando ya estaban escritos los evangelios de Marcos y Mateo, cuando se comienza a corporalizar a Jesús resucitado.

a).- Se hizo ver.

1.- En I Cor 15,3.

San Pablo, en su primer Carta a los Corintios, 15,3, escribe: "Os trasmití, en primer lugar, lo que recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras, que se hizo ver de Cefas...". La antigüedad de este texto está garantizada por la misma fecha de la carta que se ubica entre los años 55 y 56, y sobre todo por la forma en que Pablo hace la introducción "Os trasmito, en primer lugar, lo que a mi vez recibí". Se trata del paso de una tradición oral a escrita, donde trasmitir y recibir son términos técnicos utilizados en el judaísmo para indicar la memorización y la comunicación de un mensaje impor-tante como este que Pablo trasmite y que antes recibió, el cual parece, por su origen, ser el texto más antiguo del Nuevo Testamento, pues se le sitúa entre los años 40 y 42 d. C, apenas unos siete después de la resurrección.

Lo más interesante de este texto es la forma en que Pablo describe la aparición de Jesús diciendo que "se hizo ver"; en el griego original es ophte, un aorismo pasivo del verbo arao, que significa "ver". La utilización de esta expresión indica que se trata de un hecho pasado, y la acción está expresada en forma pasiva. Se hizo ver, algo que estaba oculto se hizo visible, pero eso no depende del observador sino de Cristo resucitado; él es el agente activo y de él depende que se le vea; esto significa que no cualquier persona podía haberlo visto, sino solamente aquellas que él quiso que le vieran.

La expresión "se hizo ver" desborda ampliamente el aspecto sensible. Cuando Dios se hizo ver de Abraham y de Moisés, ellos no lo percibieron de forma sensible porque nunca lo habían visto. Con las apariciones de Cristo pasa lo mismo: la visión de aquellos que no le conocieron no afecta sus sentidos, pero los discípulos que con él convivieron sí lo sienten, sí lo ven y lo escuchan, y sí pueden hacer sensible esa experiencia dándole forma y expresión. Pero repetimos: el que Jesús se haga ver no depende de la voluntad de los discípulos, ya que no se trata de un objeto físico que el que quiera puede ver, sino que es el mismo Jesús quien produce un efecto tal en sus discípulos que ellos se dan cuenta, sin lugar a dudas, que se trata de su Maestro que ha dejado de estar muerto y ahora se muestra nuevamente vivo ante ellos. San Pablo, que encontró a Jesús en el camino a Damasco, no pudo identificarlo porque no lo conocía; solamente sabía que estaba presenciando la aparición de un ser extraordinario a quien preguntó ¿Quién eres tú, Señor?

Es importante hacer notar que el hacerse ver de Jesús tiene por objeto comunicar algo a quien lo ve, realizar alguna acción o enviar a una misión, como veremos más adelante.

2.- En Mc 16,6-7.

"No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo".

Si tomamos en cuenta que Mc 16,9-20 es un apéndice posterior a la redacción original del evangelio de Marcos, hecho probablemente por la comunidad primitiva con pasajes de los demás evangelios y del libro de Hechos de los Apóstoles, como lo demostró V. Taylor en su obra "The Gospel According to St. Mark" (Londres 1963, pag. 610-615), entonces lo único que originalmente diría el evangelio de Marcos es: "allí le veréis" (16,7). Esto no resulta extraño ya que el evangelio de Marcos es el más antiguo y por eso, al igual que en las cartas de Pablo, sólo se habla de Jesús resucitado con la expresión "se hizo ver".

En Mc 14,27 dice Jesús a sus discípulos: "Todos os váis a escandalizar, ya que está escrito: 'Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea". Esto lo dice Jesús cuando van de camino hacia el Huerto de los Olivos, es decir, poco antes de ser hecho prisionero.

Pensamos que Marcos se refiere a una aparición de Jesús resucitado cuando dice "allí le veréis"; de ser así, Marcos y Pablo cuando hablan de las apariciones de Jesús solamente lo hacen en el sentido de la expresión "se hizo ver", pues el "allí le veréis" de Marcos es una acción que depende solamente de Jesús al hacerse ver y reconocer, no depende de los que lo observan.

3.- En Mateo 28,16-17.

"Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así..."

Aquí, como Marcos y Pablo, Mateo utiliza el verbo "ver" aplicado a las apariciones de Jesús, sin embargo comienza ya a corporalizar al resucitado pues lo presenta hablando con sus discípulos, cosa que no sucedió con los otros, que escribiendo antes que Mateo solamente dicen que Jesús se hizo ver. Más adelante veremos cuando y por qué se hizo necesario "dar cuerpo" a Jesús resucitado en una forma más clara en los evangelios de Lucas y Juan, que fueron los últimos en ser escritos.

La mención de Galilea como el lugar donde los discípulos verían a Jesús, tanto en Marcos 16,7 como en Mateo 28,16, se debe a una tradición que menciona a Galilea como el lugar de donde debe partir la difusión del Evangelio.

4.- Conclusión.

En el encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos el acento recae en las experiencias sensibles, como lo indica el significado del verbo griego ophté que aparece en los textos decisivos: 4 veces en I Cor 15,3ss; en Lc 24,34; y en He 9,17; 13,31; 16,9; 21,16. En los LXX se utiliza este verbo para denominar la manifestación de Dios o de los seres celestes, que normalmente son inaccesibles a los ojos humanos porque no podrían soportarlos y porque a Dios no puede vérsele sino cuando él mismo desea manifestarse. El verbo opthé dice, pues, más que lo que significa una visión, ya que el punto de reconocimiento no es del sujeto hacia el objeto, como en la visión común, sino del objeto de la aparición al sujeto que ha de percibirla.

Por significar el verbo ophté la irrupción de lo oculto e invisible en el ámbito de lo visible, resulta un término especialmente adecuado para calificar el momento de la intervención de Jesús resucitado en la historia humana. El uso de este verbo como el término más antiguo para designar la última manifestación de Jesús, nos ayuda mucho a comprender el significado que debe darse a la expresión "aparición", pues como ya hemos dicho señala que el acto depende únicamente de Jesús que sale al encuentro de quien él quiere, cuando él quiere, y como él quiere, y no del testigo; pero debe quedar bien claro que el problema de dar testimonio de su resurrección radica en poder reconocer en él al mismo Jesús previamente conocido en su vida terrena.

b).- Se presentó..."

Encontramos en el Nuevo Testamento una segunda etapa en lo que se refiere a la forma en que se describen las apariciones de Jesús resucitado; en esta etapa aparece alguna característica que indica que la figura aparecida dispone de un cuerpo humano, la aparición se "corporaliza". Recién ocurrida la resurrección de Jesús, esta segunda etapa no era necesaria porque todavía vivían los testigos de su vida y sus hechos (principalmente los once discípulos que podían identificar cualquier manifestación de Jesús), pero con el tiempo unos fueron muriendo y otros llegando a una edad avanzada, y las comunidades cristianas se iban multiplicando mientras Jesús seguía actuando en la historia de la Iglesia, haciéndose presente en ella como lo prometió cuando dijo "Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28,19).

La pérdida de los testigos de la resurrección, por su muerte o su avanzada edad, hizo que se fuera dificultando la identificación de Jesús resucitado con Jesús crucificado, y es en ese momento cuando los discípulos de los apóstoles comenzaron a convertir en expresión literaria lo que para sus maestros había sido vivencia. Así, corporalizando la aparición del resucitado, quedaba establecida para siempre la identidad entre el Jesús que vivió, que fue hombre y murió crucificado, y el que se apareció luego de haber resucitado. Sin esta corporalización que se da en los evangelios de Lucas y de Juan habría existido el peligro de que la identificación de Jesús no se hubiera hecho en la forma precisa; entonces Jesús quedaría sin influir en la historia humana, porque muertos los testigos de la resurrección la humanidad vendría a quedar como si nunca hubiera resucitado.

Jesús, sin el testimonio de los apóstoles y la corporalización de sus apariciones en los evangelios, ciertamente habría resucitado de entre los muertos, pero ningún ser humano sobre la tierra podría haberlo afirmado con certeza; por eso es que el papel de los once apóstoles es fundamental para la vida de la Iglesia, porque son ellos los que nos hablan de la resurrección, son ellos los que garantizan para todo el futuro de la humanidad que el Hijo de Dios, Jesucristo, ha resucitado y está presente en su Iglesia.

1.- Marcos 16,14-15.

"Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y les dijo...".

Este apéndice al evangelio de Marcos contiene dos elementos de corporalización: están los discípulos sentados a la mesa, y el resucitado les habla. El primer elemento de corporalización, "estando a la mesa los once discípulos", se encuentra también en Lucas 24,36 y en Juan 20,19. Juan nos da, además, un elemento interesante: "estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos..."; dice el texto claramente que fue Jesús quien entró para encontrarse con sus discípulos que estaban encerrados por miedo a que les hicieran lo mismo que a su Maestro. Al igual que en los escritos de Marcos, Mateo y Pablo, Jesús es quien se hace reconocer por sus discípulos; ellos están inmovilizados por el miedo pero para Jesús resucitado no hay obstáculos, no lo detienen las puertas cerradas; solamente él puede hacer eso.

El segundo elemento de corporalización es hacer que la aparición de Jesús hable a los discípulos, y este es un tema que ya habíamos visto al estudiar a Mateo 28,16-17.

El habla es uno de los dones más espirituales que hay en el hombre, ya que en el momento de hablar requerimos de una inteligencia humana capaz de interpretar lo que nosotros decimos, por eso no es de extrañar que el primer elemento de corporalización de Jesús resucitado sea preci-samente el habla.

La palabra es un elemento que tiene en toda la Sagrada Escritura una gran importancia; ya desde el Génesis es la Palabra de Dios la que crea (Gn 1,3.6.9.11.14 etc.), y a todo lo largo de la Biblia encontraremos ejemplos de la fuerza divina y humana contenida en la comunicación oral. Así en el texto de Marcos que estamos comentando, lo que Jesús resucitado dice a los discípulos, a con-tinuación, es la encomienda de llevar su Evangelio a todas las gentes, pero este aspecto especial lo veremos más adelante al estudiar a los Once como testigos oficiales del triunfo de Jesús sobre la muerte.

En Marcos 16,12 dice el Evangelio lo siguiente: "Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban camino a una aldea". Aquí encontramos otro elemento de corpo-ralización, "bajo otra figura", en el que no se precisa de qué se trata. Es muy probable que Marcos se refiera a los dos discípulos de Emaús mencionados en Lc 24,13ss porque también ellos se dirigían a una aldea, y también ellos, como en la versión de Marcos, se volvieron para comunicar la noticia a los demás. Trataremos sobre estos dos discípulos más adelante, al estudiar a los testigos no oficiales de la resurrección de Jesús, aquí solamente nos interesa el elemento de corporalización que es citado escuetamente como "bajo otra figura".

2.- Lucas 24,13-35.

"Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios (como dos kilómetros y medio) de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le reconocieran. El les dijo: '¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?' Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: '¿eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?' El les dijo: '¿Qué cosas?' Ellos le dijeron: 'Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él que iba a liberar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron'. El les dijo: '¡Oh insensatos y tardíos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera esto y entrara así en su gloria?' Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: 'Quédate con nosotros, porque atardece y ya el día ha declinado'. Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se los iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: '¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?' Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: '¡Es verdad! ¡E Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!' Ellos, por su parte, contaron lo que habían pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan".

2.a.- El Resucitado.

Esta narración de la aparición de Jesús resucitado se apega a una tradición que viene desde el Antiguo Testamento: se trata de un personaje divino que toma forma humana para alternar con los hombres, y que desaparece en el instante mismo en que su identidad se ha manifestado; así tenemos que Yahweh se pareció a Abraham y se paseó con él adoptando la figura humana (Gn 18,1ss); el ángel Rafael acompañó a Tobías sin ser reconocido (Tob 5,4) y luego se volvió repentinamente invisible (Tob 12,21); es la misma situación que encontramos en Marcos 16,12 donde Jesús se aparece con otro semblante, o en Juan 20,15 donde María Magdalena confunde a Jesús con el hortelano.

No se trata de que Jesús se aparezca con distintos semblantes o con diversos disfraces, sino que el problema es más bien de los testigos: son sus ojos los que en un principio están impo-sibilitados para reconocer a Jesús, y luego, cuando él así lo quiere, se abren y le reconocen (Lc 24,16.31). Lucas "corporaliza" así a Jesús resucitado no para que sea reconocido por los dos discípulos de Emaús, sino para enseñar a los cristianos de su tiempo que el lugar del encuentro con Jesús es en la Eucaristía. Vamos ahora a analizar este relato en relación con la fracción del pan y más adelante estudiaremos por qué surgió la necesidad de esta corporalización.

2.b.- Lo reconocen al partir el pan.

Si comparamos la descripción de la Fracción del Pan que hace aquí Lucas, con la narración de la Ultima Cena, nos daremos cuenta de la similitud que existe entre ambas:

Lc 24,30 Lc 22,19
"Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se los iba dando...".

 "Tomó el pan, y, dadas las gracias, lo  partió y se los dio diciendo...".

La manera de bendecir el pan, de partirlo y dárselo a los discípulos es igual en uno y otro relatos. Parece ser que la intención de Lucas al escribir este pasaje de la aparición de Jesús a los discípulos de Emaús fue el de mostrar que será en la Eucaristía donde los cristianos encontrarán a Jesús resucitado; pero ese encuentro, por supuesto, no será igual a la experiencia vivida por los once apóstoles. Ahora, si comparamos el episodio de Emaús con los Hechos de los Apóstoles, cuando Felipe el evangelizador de Samaria bautiza al eunuco, encontraremos bastante concordancia en la forma:

 

:

Lc 24,13-33 He 8,26-39

En el camino de Jerusalén a Emaús van dos discípulos.

En el camino de Jerusalén a Gaza se encuentran Felipe y el eunuco.

Jesús se acerca a los dos discípulos y los interroga.

Felipe alcanza al carro e interroga al eunuco.

Los discípulos relatan a Jesús los hechos que los turban.

El eunuco pide explicaciones a Felipe sobre el texto de Isaías.

Jesús explica las Escrituras y les aclara el sentido de los hechos.

Felipe anuncia lo concerniente a Jesús, aclarando así el texto de Isaías.

Los discípulos invitan a Jesús para que se quede con ellos.

El eunuco solicita el bautismo.

Jesús parte el pan, y los discípulos le reconocen. Jesús desaparece.

Felipe bautiza al eunuco, y en seguida desaparece.

Todavía emocionados, los discípulos regresan a Jerusalén.

El eunuco sigue su camino lleno de gozo.

Lucas, que escribió tanto su evangelio como el libro de los Hechos, estructura con un mismo esquema las dos narraciones. En ellas tanto Jesús resucitado como Felipe interpretan el texto del Antiguo Testamento en función de Cristo; los peregrinos y el eunuco, por su parte, expresan una demanda semejante: la aclaración de los hechos, y la Eucaristía y el Bautismo constituyen el punto culminante de estos relatos. En ambos episodios Lucas muestra cual debe ser el comportamiento cristiano: encontrar a Jesús resucitado en el Bautismo y en la Eucaristía.

3.- Lucas 24,36-49.

"Estaban hablando de estas cosas cuando él se apareció en medio de ellos y les dijo: '¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo'. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: '¿Tenéis aquí algo de comer?' Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos".

3.a.- "Un espíritu no tiene carne ni huesos".

Lucas se propone aquí mostrar que la aparición de Jesús no es una simple ilusión, que Jesús no es un espíritu ni un fantasma, porque en ese tiempo se creía en los espíritus (Cf Mc 6,49; Mt 14,29), pues según la mentalidad hebrea los espíritus de los muertos podían reaparecer, siendo reconocidos porque no tenían cuerpo (Cf I Sam 28,13-14; 2 Sam 5,1; Gn 29,14); es por eso que Lucas quiere defender el mensaje de la resurrección de Jesús contra quien pudiera argumentar que los discípulos habían visto simplemente a un fantasma.

La expresión "no tiene carne ni huesos" significa que la visión es real; esta es una forma lite-raria de distinguir el mundo corpóreo del incorpóreo. Sin embargo Lucas no tiene la intención de afirmar que el Resucitado tiene cuerpo, pues en su mismo evangelio dice "Los hijos de este mundo toman mujer o marido, pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la Resurrección" (Lc 20,36). También san Pablo habla del "cuerpo espiritual del resucitado" en I Cor 15,42ss.

3.b.- "Mirad mis manos y mis pies".

Esta expresión, Mirad mis manos y mis pies, se encuentra en forma semejante en el evangelio según san Juan, 20,20: "Les mostró las manos y el costado...", y es una expresión típica para demostrar la identidad de Jesús crucificado con Jesús resucitado; indica que el mismo hombre que fue crucificado, que tiene las señales de la cruz, las huellas de los clavos en las manos y en los pies, y la huella de la lanza en el costado, es el mismo que ahora está vivo y se les aparece resucitado.

La corporalización o materialización de Jesús resucitado es propia de los evangelios de Lucas y Juan, ambos escritos después del año 70, y su intención es mostrar que la aparición presenciada no es la de un fantasma ni la de un impostor, sino que se trata precisamente del mismo Jesús de Nazaret que conserva las huellas de su pasión y muerte.

3.c.- "Lo tomó y comió delante de ellos".

En la Sagrada Escritura el acto de comer tiene el significado de comienzo de una nueva vida: Elías comió pan antes de emprender el camino hacia el monte Horeb (I Re 19,1-8); Ester dispuso una fiesta cuando comprobó que su pueblo había escapado del aniquilamiento; Job comió cuando supo que su prueba había terminado (Job 42,11); el propio evangelio de Lucas 15,23 nos habla del banquete que el padre da a su hijo pródigo cuando regresa arrepentido; por eso el hecho de que Jesús coma delante de sus discípulos significa que ya no está muerto, que ha resucitado, que ha iniciado una nueva existencia.

La resurrección marca el inicio de una nueva era para el hombre, porque al haber resucitado Jesús surge la esperanza de que la existencia humana no terminará con la muerte.

4.- Juan 20,19-23.

"Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: 'La paz sea con vosotros'. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos de alegraron al ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: 'La paz con vosotros...".

4.a.- "...el primero de la semana".

La aparición a los once apóstoles "al atardecer de aquel día, el primero de la semana" y a Tomás ocho días después, no pueden ser tomadas como indicaciones cronológicas estrictas sino como evocaciones litúrgicas; se trata de la tradicional celebración de la Eucaristía que en la Iglesia primitiva se efectuaba al atardecer de nuestro día sábado, que para los judíos era ya domingo, coincidiendo con el oficio divino que se celebraba en las sinagogas.

4.b.- "estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas...".

Si Jesús se presenta entre los apóstoles estando las puertas cerradas, no es para mostrar su capacidad de pasar a través de ellas, sino porque el evangelista quiere hacernos ver que es Jesús resucitado quien sale al encuentro de los discípulos. Ellos echaron los cerrojos a las puertas por miedo a los judíos, pero Jesús se aparece libremente ante ellos cuando quiere, sin que esos obstáculos puedan detenerlo.

4.c.- "La paz con vosotros".

Esta frase aparece también en Lc 24,36. Al saludar a sus discípulos con estas palabras Jesús no trata de darles el saludo acostumbrado entre los judíos ni de expresarles un deseo, sino de otor-garles el don que les había prometido en Jn 14,27.28, en su discurso de despedida:

"Os dejo mi paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: Me voy al Padre y volveré a vosotros..."

4.d.- "Les mostró las manos y el costado".

Aquí no muestra Jesús sus manos y sus pies como en el evangelio de Lucas, sino sus manos y su costado, pero la intención del pasaje es la misma en ambos evangelios: la de mostrar la identidad de Jesús crucificado y resucitado. Esta razón de la identificación de Jesús explica el gozo con que los discípulos aceptan la invitación de ver sus manos y su costado, de otra manera sería ilógico que pudieran alegrarse de ver las huellas del sufrimiento de su maestro.

5.- Juan 20,24-29.

"Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba entre ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: 'Hemos visto al Señor'. Pero el les contestó: 'Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré'. Ocho días después estaban otra vez los discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presenta Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: 'La paz con vosotros'. Luego dice a Tomás: 'Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no sea incrédulo sino creyente'. Tomás le contestó: Señor mío y Dios mío'. Dícele Jesús: 'Porque has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído".

5.a.- Tomás.

Tomás no aceptó la palabra de los otros discípulos que habían visto a Jesús resucitado; su obstinación en la incredulidad nos recuerda el relato de la resurrección de Lázaro, en Jn 11,14-16, cuando, refiriéndose a la muerte de su amigo, Jesús dijo a los apóstoles: "Me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que tengáis fe"; pero para Tomás la resurrección seguía siendo imposible, por eso no creyó que Jesús hubiera resucitado hasta que lo comprobó, y es su incredulidad precisa-mente el tema que el evangelista toma para dramatizar la realidad de la resurrección del Señor.

5.b.- Dramatización de la duda.

Al exigir que se le deje examinar el cuerpo de Jesús, con dedos y manos, Tomás pide más de lo que se dio a los otros discípulos, a los que Jesús solamente mostró sus heridas. Los discípulos y Tomás asumieron dos actitudes distintas ante la aparición de Jesús: Ellos, cuando lo vieron, se sintieron movidos a reconocerlo, Tomás, en cambio, se sintió llevado a la duda y quiso comprobar el milagro. El empeño de Tomás por tocar el cuerpo de Jesús es una actitud realista que no deja ninguna duda de que es la misma persona que fue crucificada la que allí se mostró resucitada.

5.c.- La fe de Tomás.

Cuando por fin Tomás disipa sus dudas expresa su fe con una fórmula muy clara: "Señor mío y Dios mío"; la fuente de estos dos títulos está en la misma Sagrada Escritura, en términos utilizados en la traducción de los LXX:

YAHWE = KIRIOS = SEÑOR. ELOHIM = THEOS = DIOS.

Lo más cercano que encontramos en la Biblia a la confesión de fe de Tomás es el Salmo 35,22.23, que dice: "...Señor, no estés lejos de mí; despiértate, levántate a mi juicio, en defensa de mi causa, oh mi Dios y Señor". Por tanto Tomás se dirige a Jesús con una expresión tomada de la que el pueblo judío aplicó a Yahweh.

6.- Juan 21,1-13.

"Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dice: 'Voy a pescar'. Le contestan ellos: 'También nosotros vamos contigo'. Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: 'Muchachos, ¿no tenéis pescado?' Le contestaron: 'No'. El les dijo: 'echad la red a la derecha de la barca y encontraréis'. La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces'. El discípulo a quien Jesús amaba díce entonces a Pedro: 'es el Señor'. Cuando Simón Pedro oyó 'es el Señor', se puso el vestido, pues estaba desnudo, y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos. Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brazas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: 'Traed algunos de los peces que acabáis de pescar'. Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: 'Venid y comed'. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Quién eres tú?, sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se los da; y de igual modo el pez".

6.a.- La pesca milagrosa.

El significado simbólico que se desarrolla en torno a la pesca milagrosa en Jn 21,1-13 es el mismo que en Lc 5,10: la misión apostólica figurada como "pesca de hombres"; este simbolismo de la misión se lleva más lejos en el evangelio de Juan que en el de Lucas; ambos coinciden en el gran número de los que habrían de ser ganados para la misión apostólica, pero sólo Juan menciona los 153 peces, y el hecho de que la red no se rompió a pesar del peso.

La cifra 153 simboliza la totalidad de los hombres a los cuales se dirige la misión; según san Jerónimo, en su comentario a Ez 47,6-12, los zoologos griegos habían encontrado 153 clases distintas de peces, por eso es que este número indica la cantidad total. Que la red no llegue a romperse significa que la comunidad cristiana no se rompe en cisma, a pesar del gran número de las distintas razas que entran en ella, pues el verbo que ha sido traducido como rompió es chizein está relacionado con cisma o división, y a él se hace referencia en Jn 7,43; 9,16; 10,19. En este relato es Pedro quien dirige la operación de sacar la red a tierra, de esta forma se confirma simbólicamente su función de encabezar la misión apostólica.

6.b. Simbolismo eucarístico de la comida.

Cuando Jesús ofrece el pan y el pescado a sus discípulos es cuando lo reconocen. La des-cripción de esta comida, donde dice que Jesús tomó el pan y se los repartió, y del mismo modo el pez, viene a ser un eco del milagro de la multiplicación de los panes y los peces: "Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces...". El hecho de que ambas escenas, correspondientes a los capítulos 6 y 21, sean las únicas del cuarto evangelio que tienen lugar a orillas del lago de Tiberíades, ayuda naturalmente al lector a establecer un nexo entre ellas.

En todos los evangelios se han elaborado los relatos de las comidas relacionadas con la multiplicación de los víveres conforme a un patrón basado en la Ultima Cena, esto está hecho con intención de establecer una conexión entre el milagro de la multiplicación y la Eucaristía; podemos concluir de ello que la presencia de Jesús resucitado en la Eucaristía es inagotable, pues del mismo modo como de unos cuantos panes y peces pudieron comer miles de gentes, así de la Eucaristía se pueden nutrir espiritualmente cuantos lo deseen.

Por otra parte, hay cierta semejanza entre la comida de Jn 21 y la descrita en Lc 24,30.31 y 35 con motivo de la aparición de Jesús a los dos discípulos de Emaús. La insistencia de Lucas en que los discípulos reconocieron a Jesús al partir el pan, se entiende como una enseñanza eucarística encaminada a instruir a la comunidad cristiana sobre la posibilidad de un encuentro con Jesús resucitado en la fracción litúrgica del pan.

c).- Conclusión.

Al terminar de analizar los diversos relatos de las apariciones de Jesús resucitado, desde su punto de vista, surgen dos conclusiones: Por una parte lo que implicó para la primitiva comunidad cristiana que Jesús hubiera resucitado, y por otra la razón por la cual las apariciones fueron corpo-ralizadas. Veámoslas con detalle:

1.- Implicaciones de la resurrección de Jesús.

PASADO PRESENTE FUTURO
El Padre envía a Jesús. Se  cumple en él el Antiguo Testamento.

Resucitó.

Está presente siempre en la historia humana hasta el final de los  tiempos.
     
La Eucaristía Inicia una nueva era en la historia de la salvación,

como el lugar de encuentro con

Jesús resucitado para todos los cristianos.

     

Viendo hacia el pasado, la resurrección de Jesús implica que en él se ha cumplido lo que se había anunciado en el Antiguo Testamento, pues como dice Lucas en el pasaje de la aparición a los peregrinos de Emaús, "Y empezando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras". Por Moisés y los profetas entendían los judíos al Pentateuco, cuya redacción se atribuyó a Moisés, y todo el resto del Antiguo Testamento; pues bien, todo esto llega a su cumplimiento en Cristo Jesús resucitado. También, en relación con el pasado, la resurrección confirma a Jesús como el enviado del Padre y como el Hijo de Dios; al respecto dice el evangelio de Juan, "Como mi Padre me envió, también yo os envío".

Viendo hacia el futuro, la resurrección implica que el Hijo de Dios estará siempre presente en la historia humana; una vez que ha resucitado y vencido a la muerte ya no morirá más, así lo afirma san Pablo en I Cor 15,26, y san Marcos concluye su evangelio diciendo "Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo".

La resurrección hace posible esta constante y permanente presencia de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, en la historia humana y en su Iglesia; la resurrección implica también que se ha iniciado una nueva era en la historia de la salvación, esto es lo que nos enseñan Lucas y Juan al presentar a Jesús resucitado comiendo con sus discípulos. La resurrección también implica que Jesús continuará estando presente en la historia humana a través de la Eucaristía, que será para los cristianos el lugar de encuentro con Jesús resucitado.

2.- Corporalización del Resucitado.

En todos los relatos de apariciones de Jesús en los que se encuentran elementos de corpora-lización aparecen también elementos de duda o de incredulidad, en cambio en aquellos pasajes en que no hay elementos de corporalización tampoco se menciona duda alguna por parte de los testigos; esto nos ayudará a comprender por qué se comenzaron a corporalizar las apariciones.

CITA APARICIÓN DUDA CORPORALIZACIÓN

Apéndice de Marcos.
(16,9-20)

A María Magdalena: No le creyeron Se apareció con otra figura
A dos de ellos: No les creyeron  
A los Once: Les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón Les dijo...

Mt 28,16-20

A los Once: Algunos, sin embargo, dudaron- Jesús se acercó a ellos y les habló así.
Lc 24,13-35 A los dos de Emaús: Sus ojos estaban retenidos para que lo reconocieran. Se les aparece en forma de un peregrino.
Lc 24,36-43 A los Once: ¿Por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies.

Lo tomó y comió delante de ellos.

Jn 20,19-29 A los Once:

Si no veo en sus manos la señal de de los clavos...

Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado...
Jn 21,1-13 A Pedro y otros discípulos: Pero los discípulos no sabían que era Jesús. Estaba Jesús en la orilla.
Jesús les dice "venid y comed".
 He 16,12ss A Pablo: ¿Quién eres, Señor?

una luz que me rodeaba a mí y a mis compañeros... oí una voz que me decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?

       

Es de esta forma como todos los relatos que de alguna manera incluyen la corporalización hablan también de duda entre los testigos. Por otra parte Marcos y Pablo, que no corporalizan las apariciones de Jesús resucitado, tampoco mencionan dudas por parte de quienes las presencian. Este detalle es significativo ya que tanto Marcos como Pablo escribieron antes del año 70, en tanto que el apéndice de Marcos, Lucas, Juan y Hechos fueron escritos después de ese año.

La explicación de este cambio consiste en que entre más tiempo pasaba más envejecían los discípulos (incluso algunos ya habrían muerto), y con ellos se perdía toda posibilidad de identificar a Jesús crucificado con Jesús resucitado; por eso los autores se dieron a la tarea de plasmar en letra escrita esta identidad para beneficio de las futuras generaciones de cristianos. Corporalizando al Resucitado se hace evidente esa identidad: el mismo ser que nació en Belén, que se crió en Nazaret, que convivió con los discípulos, que fue crucificado y conserva las señales de su crucifixión, es ahora el que está vivo y se hace ver de los suyos.

La corporalización no tiene otra finalidad que la señalada, por eso es que siempre que hay elementos de ella existen también elementos de duda en los que en ocasiones surge la pregunta de quién será el aparecido. El planteamiento de estas dudas es aprovechado por el autor para afirmar la identidad de Jesús, pero esto no quiere decir que realmente Jesús resucitado se haya presentado con su cuerpo físico, o que haya comido con sus discípulos, sino que ellos no encontraron otra forma de expresar en sus escritos que Jesús de Nazaret había vuelto a la vida.

1.- Las apariciones, desde el punto de vista de los testigos.

a).- Testigos oficiales de la resurrección: los once apóstoles.

Según vimos anteriormente, los únicos que podían identificar a Jesús resucitado con Jesús muerto en la cruz eran los once apóstoles, y esto debido a que habían convivido con él por varios años y le conocían perfectamente. Esta calidad de los Once como testigos oficiales de la resurrección se expresa en los textos del Nuevo testamento en varias formas:

1o.- La aparición de Jesús a los once apóstoles es la conclusión de los cuatro evangelios, conforme a su redacción definitiva.

2o.- Solamente a ellos se les encomienda una misión en el momento mismo en que Jesús se les aparece: "Id, pues, y haced discípulos en todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19); "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación" (Mc 16,15); "y se predicará en su nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones" (Lc 24,47); "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20,22.23).

3o.- Todos los demás testigos de la resurrección, los no oficiales, hacen referencia a los Once: "Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos..." (Mt 28,7); "Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos..." (Mc 16,10); "Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás..." (Lc 24,9); "Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras..." (Jn 20,18); "Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos" (Lc 24,33); "Se apareció a Cefas y luego a los Doce" (I Cor 15,5).

Jesús resucitado sensiblemente hablando no tenía cuerpo, de allí el valor que tiene el testimonio de los Once: son ellos los que le "dan cuerpo" a la aparición de Jesús, son ellos los que, al darse cuenta de que había vencido a la muerte, vuelven a recordar, y entonces comprenden, todo lo enseñado por él. Con la resurrección de Cristo ellos detectan la presencia máxima de Dios en la historia humana y la traducen a categorías humanas, le dan forma, la hacen comprensible para los hombres de su tiempo, y también para los hombres de todas las épocas y de todas las latitudes.

b).- Los testigos no oficiales de la resurrección.

Como dice Mateo al final de su evangelio, Jesús estará siempre presente en la historia humana y en su Iglesia; esto indica que después de los Once tuvo que haber otros testigos de la resu-rrección. La diferencia con estos últimos es que aquellos hicieron la primera identificación de la cual dependen todas las demás. Jesús se seguía haciendo presente, pero todo aquel que lo descubría en su vida tenía que recurrir a alguno de los Once para poder identificar como verdadera la presencia de Cristo resucitado.

b.1).- Pablo de Tarso.

La situación de Pablo es muy singular, ya que al igual que los apóstoles recibió la misión de predicar el Evangelio como fruto de su encuentro con Jesús resucitado, pero a diferencia de ellos no tuvo la experiencia de haber conocido a Jesús en su vida terrena, sin embargo en su carta a los Gálatas da la impresión de no tener necesidad de recurrir a los discípulos para instruirse en la fe cristiana:

"Porque os hago saber, hermanos, que en evangelio anunciado por mí no es de orden humano, pues no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. Pues ya estáis enterados de mi conducta anterior en el judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la Iglesia de Dios y la devastaba, y cómo sobrepasaba en el judaísmo a muchos de mis compatriotas contem-poráneos, superándoles en el celo por las tradiciones de mis padres. Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, sin subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, de donde nuevamente volví a Damasco" (Gal 1,11-17).

Habla aquí Pablo de su misión entre los gentiles, pues para eso se le apareció Jesús, para hacer que fuera a predicar el Evangelio entre los paganos (Cf He 9,1-19; 22,6-21; 26,12-23). Dice también en esta carta que el Evangelio lo recibió de Jesucristo sin mediación de hombre alguno, y además dice que no fue a Jerusalén sino que de inmediato se puso a predicar; pero la carta a los Gálatas fue escrita cerca del año 57, en cambio la fórmula de fe escrita por Pablo en I Cor 15,3ss, "Porque os trasmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí...", se puede fechar tres años antes, y en realidad es anterior a los escritos de Pablo, posiblemente de los años 40 a 42, pero él la aceptó y se incluyó entre los testigos de la resurrección ubicando antes de sí a Pedro, que tiene un lugar primordial en la Iglesia, luego a los Doce, probablemente contando entre ellos a Matías en lugar de Judas, a otros quinientos hermanos, y a Santiago, el pariente de Jesús, que tuvo también un lugar importante en la iglesia de Jerusalén. Si Pablo aceptó esta fórmula, en la que se da clara importancia a los testigos oficiales, y que es mucho más antigua que la carta a los Gálatas, entonces hay que pensar que Pablo ha exagerado en lo escrito en ella.

Es cierto que Pablo es el apóstol de los gentiles y el gran difusor del cristianismo, pero esto no significa que sea testigo oficial de la resurrección. Se le apareció Jesús resucitado, como él mismo lo dice en I Cor 9,1, "¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro?, pero esto no le da la misma capacidad que tuvieron los discípulos para identificarlo.

Pablo no parece ser tan independiente como se presenta en la carta a los Gálatas, pues luego de su prodigiosa conversión tuvo que ir a Damasco a recibir de Ananías la salud perdida de sus ojos y la imposición de manos que habría de trasmitirle la presencia del Espíritu Santo, además de que en la misma carta declara que tuvo que recurrir a los discípulos: "Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí quince días en su compañía...", y en Gal 2,1-2 dice "subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando también a Tito. Subí movido por una revelación y les expuse el evangelio que proclamo entre los gentiles .tomando aparte a los notables. para saber si corría o había corrido en vano". Es también muy significativo que Pablo haya tenido que recurrir a Pedro para resolver la cuestión de la circuncisión de los paganos; He 15 describe lo que se ha dado en llamar el "Primer Concilio de la Iglesia", originado porque Pablo fue a Jerusalén para discutir con Pedro si la circuncisión debía exigirse o no a los cristianos convertidos del paganismo: "Llegados a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia y por los apóstoles y presbíteros, y contaron cuanto Dios había hecho juntamente con ellos... Después de una larga discusión, Pedro se levantó y les dijo..." (He 15,4.7).

En conclusión, podemos decir que Pablo ciertamente es testigo de la resurrección del Señor, pero no como los discípulos que pudieron identificarlo de inmediato, sino que Pablo tuvo que recurrir a Ananías, a Pedro y a varios más de los apóstoles.

b.2).- Todos los apóstoles, los quinientos hermanos, los dos discípulos y los peregrinos de Emaús.

La primera carta a los Corintios habla de que Jesús se hizo ver de todos los apóstoles (15,6), habiendo mencionado antes a los Doce; esto significa que Pablo toma la palabra apóstol con una acepción más amplia, aplicándola también a los colaboradores en la predicación del Evangelio, entre los que podemos citar a Bernabé, Andrónico, Junia, Epafrodito, Tito, etc.

Todos los testigos de la resurrección que hemos mencionado (los apóstoles, los quinientos hermanos, los dos discípulos y los dos de Emaús) lo son, pero no con la misma calidad que los once apóstoles; a estos también Jesús se les hizo ver, pero ellos no pudieron por sí mismos haberlo iden-tificado, sino que tuvieron que acudir a alguno de los Once para estar seguros. Estos testigos no oficiales se colocan dentro del grupo que recibe la promesa de Jesús de permanecer con ellos hasta el fin del mundo; ya el Nuevo Testamento da testimonio de la presencia de Jesús resucitado en todos aquellos que colaboran en la predicación del Evangelio.

El Nuevo Testamento nos habla de que el Espíritu Santo fue enviado por Jesús a sus discípulos, sin embargo no hace una distinción clara entre lo que es la acción de Jesús resucitado y la acción propia del Espíritu Santo; esta distinción la haría después la Iglesia a través de sus primeros concilios ecuménicos, pero en adelante, y hasta el final de los tiempos, Jesús resucitado seguirá haciéndose presente en la historia de la humanidad, y para identificar su presencia será siempre necesario acudir al testimonio de los once apóstoles.

b.3).- Las mujeres.

La situación de las mujeres con relación a la resurrección de Jesús merece una mención aparte, porque la mujer en la antigüedad era considerada como un ser humano de segunda categoría, y esta situación social la descartaba como testigo de valor: las mujeres no podían predicar la resurrección de Jesús simplemente porque no se les podía creer nada de lo que dijeran.

"y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron" (Mc 16,9-10).

Aunque las mujeres del grupo que seguía a Jesús lo habían conocido en vida tan bien como sus apóstoles, la peculiar concepción antigua de la mujer anulaba cualquier testimonio que pudieran proporcionar, por eso el evangelio de Marcos señala el hecho de que a María Magdalena no le creyeron. Pero si en la línea de la predicación la aparición de Jesús a las mujeres no es tomada en cuenta por el Nuevo Testamento, en la línea de "ser partícipes" de la salvación que está implicada en la resurrección sí lo hace. Si consideramos como punto de comparación la asunción de María a los cielos, que si bien es un dogma muy reciente tiene bases bíblicas, veremos que a la Madre de Dios no solamente se le apareció Jesús resucitado, sino que además la redimió en cuerpo y alma.

María Magdalena participa también de la resurrección, ya que es mencionada como testigo de ella por los cuatro evangelios, sobre ello nos dice el de Juan: "Estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: 'Mujer, ¿por qué lloras?' Ella les respondió: 'Porque se han llevado a mi Señor, y no se donde le han puesto'. Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: 'Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?'. Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: 'Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré'. Jesús le dice: 'María'. Ella se vuelve y le dice en hebreo: 'Rabbuní' -que quiere decir: 'Maestro'- Dícele Jesús: 'No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios" (20,11-17).

Es muy interesante la forma en que Juan presenta a Jesús en este pasaje, sin haber subido todavía al Padre; es claro que ya ha resucitado, pues María Magdalena se encuentra con él junto al sepulcro y la tumba está vacía, pero en los otros escritos del Nuevo Testamento se habla de que Jesús ya había sido glorificado y se encontraba a la derecha del Padre (He 3,26; Fil 2,6-11; I Tim 3,16). Pareciera como si Juan le hubiera hecho un lugar a María Magdalena en su evangelio, colocándola en un sitio muy especial al hacer una notable distinción en cuanto a su testimonio: a los once apóstoles se les aparece después de haber sido glorificado por el Padre, a María Magdalena se le aparece antes.

 

D.- LOS RELATOS DE LA TUMBA VACIA

1.- Situación a la que responden.

Es de extrañar que san Pablo no mencione en sus cartas el descubrimiento del sepulcro vacío a causa de la resurrección de Jesús, sobre todo por la importancia que los cuatro evangelios dan a este tema; la única explicación que puede darse es que los relatos evangélicos hayan nacido después de que Pablo escribió sus cartas, y que este pasaje haya sido redactado en respuesta a una tradición surgida del judaísmo, que intentaba desvirtuar la resurrección afirmando que los discípulos robaron el cadáver de Jesús para poder fingir que había resucitado, así lo dice el evangelio de Mateo:

"Mientas ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: 'Decid: Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos. Y si la cosa llega a oídos del Procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones'. Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy" (28,11-15).

2.- Los relatos y su contenido.

Los relatos de la tumba vacía se encuentran en Mateo 28,1-20; Marcos 16,1-8; Lucas 34,1-10 y Juan 20,1-18, su contenido es muy sencillo: el domingo algunas de las mujeres fueron al sepulcro y encontraron movida la piedra que tapaba la entrada, luego se les apareció un ser celeste que les dijo que Jesús no se encontraba ya en el sepulcro.

Comenzaremos por ver el contenido del mensaje que da origen a la figura celeste, y luego analizaremos los demás detalles proporcionados en estos relatos de la tumba vacía.

a).- El mensaje del ser celeste.

El mensaje del ángel es prácticamente el mismo en los cuatro evangelios, y es muy semejante a los discursos de predicación de la Iglesia primitiva que se encuentran consignados en los Hechos de los Apóstoles:

Hechos 4,10 Marcos 16,6 Mateo 28,5.6 Lucas 24,5.6
Ha sido por el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis. ¡No os asustéis! Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado. ¡No temáis! Se que buscáis a Jesús el crucificado. ¿Por qué buscáis al que está vivo entre los  muertos.
y a quien Dios resucitó de entre los muertos. resucitó, resucitó, resucitó,
Se presenta éste aquí sano delante de vosotros. no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron. no está aquí.
ved el lugar donde yacía.
no está aquí.
recordad cómo os habló.
       

En las frases de los evangelios que se citan la resurrección es anunciada por un mensajero celeste, un ángel, en términos muy parecidos a los del kerigma (= predicación) de la Iglesia primitiva tal como se leen en He 4,10. La afirmación de que Jesús resucitó se relaciona aquí con la muerte confirmada por el sepulcro donde su cuerpo fue depositado; dicho de otro modo, la resu-rrección es vista como victoria sobre la muerte, y su símbolo es la piedra removida. En los tres evangelios sinópticos la ausencia del cadáver se convierte cada vez más en un testimonio tangible de la resurrección de Jesús.

b).- El descubrimiento de la tumba vacía.

En las narraciones del descubrimiento de la tumba vacía se encuentra un esquema apocalíptico de cuatro puntos muy bien definidos:

1.- Una figura celeste de apariencia humana se hace presente con luz (Dn 8,15; Ez 1,26-28).

2.- La persona vidente se llena de terror (Dn 8,12; Ez 2,1).

3.- La figura celeste con apariencia humana toca al vidente (Dn 8,10; Ez 2,1).

4.- La figura celeste comunica su mensaje (Dn 8,19; Ez 2,2).

La finalidad de este esquema es crear una introducción para resaltar al mensaje, de manera que el lector se de cuenta de que es muy importante, que viene de parte de Dios a través de una figura celeste. También podemos encontrar este esquema de cuatro puntos semejantes comparando el Apocalipsis con los relatos de la tumba vacía en los evangelios:

Apocalipsis Esquema apocalíptico Relatos de la tumba vacía
1o.- 1,13-16:
"Vi como un Hijo de hombre ... y su rostro, como el sol cuando brilla con toda su fuerza".

Figura celeste con apariencia humana (Mc 16,5; Lc 24,4).

Figura angélica con apariencia humana (Mt 28, 1; Jn 20,12).

2o.- 1,17:
"Cuando lo ví, caí a sus pies como muerto..."
Los guardias tiemblan y se quedan como muertos (Mt 28,4).

Las mujeres de quedan atónitas (Mc 16,5; Lc 24,5).

3o.- 1,17:
"El puso su mano derecha sobre mí...".
Acercamiento del ángel con figura humana (Jn 20,17).

La figura celeste les habla (Mc 16,6; Mt 28,5; Lc 24,5).

4o.- 1,17-19: El mensaje del Hijo del Hombre.

El mensaje de la figura celeste con  apariencia humana.

El mensaje tiene carácter divino, de allí que provenga de la figura celeste.

c).- La fecha.

Todos los relatos fijan este acontecimiento en el primer día de la semana, que hoy es el domingo. Mateo 28,1 y Lucas 16,2 precisan que ocurre en la madrugada.

d).- Las mujeres en el sepulcro.

Varían, según el autor, tanto el número como el nombre de las mujeres que acudieron al sepulcro la mañana del domingo de resurrección: son tres mujeres en Marcos, dos en Mateo, tres y las demás en Lucas, solamente una según Juan. Los evangelistas no se preocuparon por armonizar estos datos, lo que nos hace pensar que no tuvieron otra intención al mencionar a las mujeres que la de enlazar el relato del sepulcro vacío con los discípulos, que estaban escondidos y por tanto no podían haber sido ellos los que descubrieran que Jesús ya no estaba en su tumba; las mujeres en cambio si podían, porque no siendo muy creible su testimonio corrían poco peligro de ser apresadas por los judíos para evitar que hablaran, por eso ellas solamente se encargaron de avisar a los apóstoles, y luego fueron ellos los que verificaron la información y pudieron dar fe de que Jesús había resucitado.

e).- La intención de ir al sepulcro.

Los evangelios citan dos motivos por los cuales las mujeres fueron al sepulcro aquella mañana: según Marcos y Lucas para ungir el cadáver; según Mateo y Juan para lamentar la muerte de Jesús. La primera de estas dos intenciones es difícil considerarla históricamente aceptable, ya que todo hace suponer que el cadáver de Jesús había sido embalsamado antes de sepultarlo con apego a la tradición, como lo dice el evangelio de Juan. Parece que el motivo real es el que presentan Mateo y Juan: la simple intención de estar cerca del ser querido.

f).- La piedra removida.

Los cuatro relatos dan mucha importancia al hecho de que la piedra que tapaba la entrada al sepulcro había sido apartada, pero en realidad este dato solamente confirma de una manera más plástica que la muerte de Jesús fue real, que Jesús fue verdaderamente sepultado, y que su cuerpo verdaderamente resucitó y no quedó oculto dentro de la tumba.

g).- Valor histórico de los relatos de la tumba vacía.

Varios son los elementos que nos llevan a pensar en una elaboración tardía de estos relatos: en primer lugar el hecho de que san Pablo no mencione nada al respecto; luego está el mensaje del ángel, que según hemos visto es muy semejante a lo que se predicaba en la Iglesia primitiva; también tenemos que el descubrimiento de la tumba vacía se explica según un esquema apoca-líptico, y finalmente encontramos discordancia en las versiones evangélicas respecto al nombre y al número de las mujeres.

Es muy probable que estos relatos fueran elaborados tardíamente para responder a la proble-mática planteada por los judíos, en el sentido de que el cadáver había sido robado por los propios discípulos para aparentar que había resucitado, tal como nos lo hace saber Mateo en 28,11-15; esta tradición negativa nacería desde el momento mismo de la resurrección, pero sólo después de varios años comenzaría a hacer mella entre los cristianos. Por otra parte, también es lógico pensar que los evangelistas elaboraron estos relatos partiendo de datos históricos, como el que señala el día de la semana en que las mujeres fueron al sepulcro; es además muy natural que las personas que acompa-ñaron a Jesús en el momento de su muerte fueran a visitar el sepulcro una vez pasado el sábado.

Los apóstoles no habrían sentido la necesidad de poner por escrito el relato de la tumba vacía porque fueron testigos presenciales de la resurrección de Jesús, y su experiencia es mucho más importante y convincente que la de encontrar vacía la tumba. El sepulcro vacío es un testimonio físico de la resurrección, pero solamente de una manera indirecta; lo primero es haber sentido la presencia de Jesús vivo mediante sus apariciones.

 

E.- Las fórmulas de fe.

Durante los cuarenta años que separan la muerte de Jesús de la redacción de los primeros evangelios la Iglesia naciente vio circular entre sus fieles numerosas tradiciones, sobre todo fórmulas en las que se expresaba su fe común. La elaboración de estas fórmulas nació de las necesidades vitales de la comunidad, sea para condensar lo esencial de la fe cristiana, sea para instruir a los neófitos, sea para asegurar la autenticidad de la fe contra las herejías y en los tiempos de persecuciones, o para mantener en la liturgia la unanimidad de los participantes, etc. Estas fórmulas se centraron rápidamente en el acontecimiento principal de la existencia de Jesús de Nazaret: su resurrección de entre los muertos.

1.- I Cor 15,3-5.

"Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas...".

La antigüedad de esta cita bíblica está garantizada por la fecha en que se escribió la Carta, entre los años 55 y 56 d.C., por la alusión que contiene de la visita anterior hecha por el apóstol a Corinto, hacia en año 51, y por el modo como Pablo introduce estas palabras: al decir que él mismo las ha recibido deben ser anteriores a la época de su conversión, se deben haber originada entre el año 40 y el 42 de nuestra era. La fórmula de Pablo contiene dos afirmaciones paralelas: una sobre la muerte de Jesús y otra sobre su resurrección.

a).- Sobre la muerte de Cristo.

Cristo conoció perfectamente el fin de su vida, con el que compartió la suerte normal de los mortales; pero apenas se supo que había muerto cuando su muerte cobró sentido teológico: no murió a causa de sus pecados sino para borrar los nuestros; la resurrección hizo que su muerte fuera una acción redentora que no solamente alcanza a Jesús de Nazaret, sino también a todos los hombres que han sido liberados por él (Cf He 2,36; 4,11-22).

Como ya hemos visto, el carácter redentor de Jesús estaba profetizado desde tiempo atrás en los cánticos del Siervo de Yahweh de Isaías 53,4-12.

b).- La resurrección de Jesús.

En la Primer Carta a los Coríntios se utiliza el verbo griego egeiren (= despertar) para designar la acción de la resurrección de Jesús, dando a entender que Jesús fue despertado de la muerte. Por su parte, verbo que expresa la muerte está en el tiempo aoristo (apethanen= murió) y el que expresa la resurrección en tiempo perfecto (egergetai = ha resucitado y sigue resucitado). El tiempo perfecto del verbo significa que el interés no se dirige hacia una acción pasada, sino sobre el efecto que ésta tiene en el tiempo presente: Cristo murió (en aoristo, que indica sólo una acción que se da en el pasado) y ha resucitado (en tiempo perfecto, que indica que sigue estando resucitado). El contraste verbal es intencionado, tanto mas que Pablo utiliza el mismo tiempo perfecto en otras seis ocasiones dentro de la misma carta.

Pablo nos dice que Jesús resucitó al tercer día según las Escrituras. En esta expresión hace uso de una forma habitual de presentar un acontecimiento decisivo que es inminente, por ejemplo Abraham vio al tercer día el lugar en donde debía sacrificar a su hijo (Gn 22,4); significa este detalle la intención de destacar que la resurrección de Jesús es un acontecimiento de capital importancia. Lo mismo hay que decir de "según las Escrituras", expresión que hace referencia al Salmo 16,10 sin que podamos considerarla simplemente como una cita; la resurrección de Jesús da cumplimiento a una larga espera del pueblo de Israel, por eso es que la frase de Pablo debe referirse a toda la Escritura, a todo el Antiguo Testamento, y no solamente a una profecía

2.- Otras fórmulas de fe: I Tes 1,10; 4,14; Rom 10,9.

Se encuentran en las obras de Pablo otras fórmulas de fe más cortas que la que ya hemos visto, pero que conservan la doble afirmación de la muerte y resurrección de Jesús: "y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos..." (I Tes 1,10). "Porque si creemos que Jesús murió y resucitó..." (I Tes 4,14). "Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo" (Rom 10,9).

Desde los orígenes de la Iglesia, y en forma unánime, los cristianos expresan su fe mediante la fórmula "Dios resucitó a Jesús de entre los muertos", en ella afirman que la resurrección tuvo lugar en el pasado y ocurrió a un hombre bien determinado; especialmente quieren proclamar con ella que Jesús resucitó y está vivo para siempre.

De entre dos maneras de hablar de la resurrección, con el lenguaje judío forjado para los últimos tiempos, "Dios hace que se levanten los muertos" y "Dios hace que vivan los muertos", los cristianos han escogido la primera para comunicar su experiencia que es única, completamente nueva. Aplicando a un momento preciso del tiempo una frase que es válida para los últimos días de la humanidad los primeros cristianos pasaron de lo escatológico a lo histórico, porque un hecho anunciado para el fin de los tiempos ocurrió en el curso de la historia humana.