CONCLUSIÓN
 

 Jesús no habló de sí mismo con los mismos términos que después emplearía la primitiva comunidad cristiana para referirse a él; esta diferencia de lenguajes nos permite identificar las palabras que son propias del Maestro y nos garantiza la autenticidad del testimonio conocido de Jesús, ya que la comunidad primitiva no habría podido inventar un lenguaje distinto del que ella usaba, y no podría haber hecho decir a Jesús más de lo que ella misma decía de él.

Jesús, como hemos visto, presenta su identidad divina de un modo muy original: en su manera de llamar Abbá al Padre, de decir Yo Soy, como lo dijo Yahweh a Moisés en la zarza ardiente, de autonombrarse el Hijo del Hombre, de identificarse con la Alianza, de reivindicar y ejercitar poderes divinos, de dar a entender que él es la palabra y la presencia divina, de actuar como soberano y centro del Reino, etc. Esta ha sido una manera única de hablar de sí mismo, y continúa siendo única.

En la explicación de su propia fe, la primitiva comunidad cristiana no podía permanecer en este estadío, sino que se vio forzada a formular, según su propio modo de entender, la clarificación de la identidad de Jesús basándose en lo que él había dicho y hecho.

La diferencia de lenguajes entre Jesús y la comunidad primitiva es de un gran valor para nosotros, ya que nos permite captar el significado fundamental de la revelación que Jesús ha hecho de sí mismo, revelación que sobrepasa cualquier alteración que posteriormente pudiera haber tenido.

La Cristología tiene su fuente en el mismo Jesús, y más precisamente en la consciencia que Jesús tenía de su propia identidad. En los evangelios le vemos expresarse de una manera que antecede a todas las demás explicaciones; suscita fórmulas de fe, pero sin que estas puedan alcanzarla totalmente, por lo que seguirá siendo siempre el primer testimonio al que la fe cristiana deba referirse.