Ternura y compromiso
El amor fuerte como la muerte
Seguimiento de Cristo en el corazón del Evangelio
El encuentro con el lugar del propio corazón ha de ser para ti un objetivo, pero reconocerás que no es el final del camino. En la senda que has seguido para llegar a tu propio interior has podido experimentar a Jesús vivo y presente en ti. Has descubierto que tu "casa interior" es la morada de la Trinidad. El encuentro con tu vida "de dentro" te ha permitido descubrir un manantial de vida dentro de ti mismo que te conducirá al amor y a la entrega, en la fraternidad y en el compromiso, en la oración incesante del corazón y en la comunión solidaria con los hermanos.
Es "tu casa" en la que tú te revives y te renuevas. Es la "casa interior" en la que puedes renacer. En ella encuentras la armonía y la unificación interior que son imprescindibles para poder vivir y crecer, para poder ser tú mismo y poderte dar, para vivir en la autoestima y en la comunión con todos. En ésta "tu casa de dentro" has de encontrar un manantial de amor, hasta que llegas a reconocer que sólo es verdad en ti lo que realmente nace de dentro.
El encuentro con tu propio corazón te ha invitado a un cambio de mentalidad que podrías resumir en estas palabras: no es más feliz el que más tiene, sino el que tiene más capacidad de dar...
María te ha invitado a vivir en la ternura. Necesitas la experiencia de la ternura cuando la vida se te manifiesta con el rostro árido del desierto, o cuando vives la oración en el silencio de un Dios al que no ves, ni sientes..., ni siquiera intuyes. Sólo te queda una inmensa nostalgia de Él.
Es la ternura que necesitas cuando el entorno en el que te mueves tiene la dureza de la piedra o la oscuridad de la noche. Viviendo en esta situación, desde la ternura, experimentarás que es verdad aquello que dice Juan de la Cruz: "Donde no hay amor, pon amor, y nacerá amor".
Pero todo esto se ha de manifestar en un compromiso de vida sincero, total y radical, con el que te propones seguir a Jesús hasta el final. Y esto supone en ti un auténtico cambio de mentalidad y de vida: una transformación del corazón.
Puedes reconocer que el "corazón" del Evangelio está en el Sermón del Monte, su alma en las bienaventuranzas..., pero todo deriva en un planteamiento de vida que te llevará al seguimiento de Jesús en manifestaciones bien concretas. Asúmelas. Guárdalas en tu corazón. Hazlas vida de tu vida. Verás que en ellas podrás encontrar una manera de seguir a Jesús "desde dentro", y te exigirá una tan humilde como sincera conversión de vida.
Dice Jesús en el Sermón del Monte:
"... pero yo os digo: No devolváis a nadie mal por mal. Si alguien te da en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Al que quiera ponerte un pleito para que le des tu vestido, dale también el manto. Si alguien te obliga a llevar una carga durante un kilómetro, acompáñale dos. Da a quien lo necesite..., y no te desentiendas del que te pide prestado ". (Mt 5,39,42)
Porque percibes en ti la fuerza de Cristo ya resucitado, y la impetuosidad del viento del Espíritu, experimentado en Pentecostés, alienta tu deseo. Porque has experimentado que el amor es fuerte como la muerte, si quieres vivir tu vida desde el corazón del Evangelio, si quieres abandonarte, siguiendo a Jesús hasta el final, te propongo que releas estas palabras del Señor, y otras semejantes, y te decidas a emprender este camino del corazón mínimo:
Propuestas de camino para la escala espiritual del "NO"
PRIMER PASO
No te singularices en nada. No busques destacar. Acepta tu lugar, aunque sea el último. Vive tu opción de seguimiento de Cristo con la convicción de que has de ser servidor de todos. Busca voluntariamente el "último" lugar (Lc 14,10). Vive escondido en Dios. Sé generoso en el servicio de Dios. Permanece en la humildad y en la abnegación total como Jesús, y como María, tantas veces escondida en las páginas del Evangelio. No desees, ni busques, ni esperes compensaciones humanas. Que sólo te mueva ser fiel a Él, y a su voluntad. No te busques a ti mismo en nada. No caigas en la tentación de convertirte en centro. Vive en el olvido de ti mismo. Piensa que cuanto más desasido estés de ti, con mayor amor y mayor ternura te cuidará el Señor. Cuanto más olvidado estés de ti, en disponibilidad de amor hacia los hermanos, experimentarás con más fuerza la ayuda y la presencia del Señor.
Vive tu opción interior por el Evangelio con gratuidad de alma. En todo caso, ya sabes que "...el Padre que ve en lo secreto te recompensará". No olvides que estás en el camino del corazón.
Proponte aceptar el anonimato más total, el camino más escondido, la humildad de la humillación, la persecución y la crítica. Acepta también que no se te reconozca. No lo busques, porque como suele suceder, la cruz ya viene sola, cuando menos la esperas.
No te alteres cuando tu pobreza o la de tus hermanos te hagan vivir situaciones que te provocan sufrimiento. Acepta el sufrimiento en silencio y con paz. Ofrécelo al Señor.
Ten muy claro en la verdad de tu corazón, que nunca te permitirás herir el amor, porque sólo buscas amar y dejarte amar, y desde tu amor a Cristo quieres dar amor, cueste lo que cueste..., y aunque nunca se entienda tu obstinado deseo de amar. No creas que ésta es una actitud heroica. De hecho lo vives todo con la máxima sencillez, porque sólo te mueve el Amor de Cristo Jesús.
Vive con alegría y serenidad las exigencias de tu compromiso con el Evangelio del que quieres ser testigo.
SEGUNDO PASO
No te pierdas en distracciones, ni en comentarios. No hables nunca mal de nadie. No comentes nunca cosas negativas de los hermanos. Y menos de quien te moleste. No vivas pendiente de "lo que dicen o lo que hacen", y menos, "de lo que te dicen o te hacen". Vive para lo único necesario: Él, Él: sólo Él, sólo su Amor, sólo el Evangelio, sólo servirle por Amor en los hermanos y en aquellos a los que te envía tu propia vocación: los más pobres y pequeños, son los privilegiados del Reino.
Vive disponible para tu misión de testigo del amor de Cristo, estés donde estés. Sé cercano a los que más lo necesiten, los más débiles, siempre los más pobres: signo claro de que el Reino ya está aquí.
Sé para todos sacramento de la misericordia de Jesús. Sé paciente con las debilidades de los necesitados. Sé humilde ante las pobrezas de tus hermanos..., y sé muy consciente de las tuyas. Que la consciencia de la realidad de tu tierra te ayude a centrarte en el silencio del corazón.
Niégate a ti mismo. Ofrécete disponible para los hermanos: vives para el Señor y para los demás. En el espíritu del Evangelio, como seguidor de Jesús, eres el servidor de todos. Es la ofrenda de tu amor. Renuévala cada día, porque cada día has de ofrecer el don de ti mismo con un amor creciente y gozosamente fiel.
Que lo que tú das de ti mismo, como compromiso con el Evangelio, sea como la pequeña moneda que le viuda ofrece en el templo: es pequeña la moneda, sí. Quizás el rico que dio una abundante limosna llegó a pensar que era tan pequeña la moneda de la viuda que era una gran miseria..., pero la pobre viuda, dice el evangelista, con su moneda dio todo lo que tenía para vivir.
No te permitas ni la más pequeña infidelidad al amor. Recuerda siempre que no te perteneces, renuncia a ser dueño de tu tiempo, de lo que tienes o de lo que eres. Todo le pertenece. Tú mismo eres plenamente de Él como María.
No pretendas recuperar nada de lo que ya diste. Vive creciendo en esta donación cada vez más sincera, cada vez más total y más auténtica. En tu oración acoge el viento del Espíritu que te alentará hacia un seguimiento de Cristo Jesús cada vez más radical y más amoroso, más tierno y más hondamente sentido y vivido.
Para nada te puedes permitir la más mínima palabra de crítica a los hermanos. No caigas nunca en la murmuración. Renuncia a juzgar a tus hermanos, aunque te parezca creer que eres muy consciente de lo que son y de cómo actúan. Míralos siempre con una comprensión total. Renueva tu confianza insistente en ellos. Tu entorno fraterno o familiar ha de ser sacramento del Evangelio de Jesús. Todo lo que para ti ha de ser una escala espiritual del "no" tendrá que revertir en un gran bien para tus hermanos.
TERCER PASO
No tengas nunca un "no" para lo que la vida te presente, ni para la obediencia, ni un "no" para los hermanos, ni un "no" para el amor, ni un "no" para el Señor. Vive plenamente abierto y disponible al don de Dios que se te manifestará en el Espíritu. Vive abandonado realmente en las manos del Padre. Sin palabras, sin miedo, confiadamente. Y siempre con una gran alegría. Es el gozo que nace de la paz de saber que estás en lo que Él quiere de ti. Deja que el Amor, que el Espíritu ha derramado en tu corazón, te vaya llevando a un abandono cada vez más real, cada vez más total y más verdadero en tu vida.
No pidas nunca nada, no rehúses nunca nada, no tengas puertas cerradas para el Amor. Ábrete al soplo del viento del Espíritu. Sí, siempre abierto al don de Dios y atento al clamor de la vida. Es el grito de los pobres. Es tu manera de vivir tu opción por Cristo. No te instales, ni te acomodes... El seguimiento de Cristo te lleva a estar siempre "en camino", con paz..., con serenidad, "dejándote llevar y dejándote amar por Él..., en el amor insondable de la Encarnación..., dejándote enamorar por su Amor". Porque pronto comprenderás que no puedes convertir ésta, que llamamos "escala del no", ni en un drama ni en una heroicidad, sino en una cuestión de Amor fiel, o de respuesta fiel a su Amor y a la presencia y a la acción del Espíritu en ti.
Confía para discernir la autenticidad de lo que vives en la voz interior del Espíritu, en la palabra de tus hermanos, en la fidelidad a lo que la vida te presente en cada momento y en lo que te diga la Palabra de Dios. Que en esta escala espiritual del "no" aprendas la obediencia ilimitada a todo lo que te llegue como voluntad de Dios para ti. No te apartes para nada de lo que el Espíritu te haga comprender que es la voluntad de Dios. No caigas en los escrúpulos, pero no te permitas ni la más leve desviación de la voluntad de Dios. Reconoce que en esta obediencia interior al Espíritu nunca te equivocas, porque no obedeces por respetos humanos, ni por temor, sino sólo porque sabes que Dios te lo pide.
Escucha atentamente la "voz" del Señor en tu corazón... ¡Cuántas veces te hablará por medio de esa "primera intuición" del corazón...! Aprende a escuchar los latidos del corazón en los que Él te habla. Vive como María una vida en la que el "fiat" de Nazareth marcará toda su vida de renuncia y de entrega de amor.
CUARTO PASO
No antepongas nada al Amor de Cristo. Reconoce que su amor es fuerte como la muerte. Ábrele siempre las puertas de tu corazón y las de tu vida. No vivas nunca la Eucaristía superficialmente. No te acerques a la confesión sin deseo interior sincero de convertirte. Vive el misterio de tu Amor en Él..., en el silencio más total y absoluto. Es el "secreto del Rey". Es el don de su amor. ¡Abandónate! Y tu abandono sincero y real ya será el mejor estímulo para tus hermanos.
Vívelo todo sin hacerte notar, serenamente, sencillamente, gozosamente. Con una sonrisa en los labios siempre. Es la paz que nace de la consciencia del Amor de Dios en ti. Sabiendo que para ti el presente que Él te da es el "tiempo del amor". Que tu amor a Cristo, al que no antepones nada, ni siquiera tus intereses o tu persona, te haga ser siempre disponible para todos, especialmente para los más pequeños: son los elegidos de su amor. Y entre las personas que te rodean siempre podrás encontrar "pequeños" a quienes atender.
Que el amor de Cristo te aliente en el deseo de crecer sin cesar en la fidelidad a tu opción de seguimiento de Cristo. Los hermanos necesitan tu fidelidad, aunque tú seas muy consciente de tus pobrezas. La Iglesia quiere que tú, en la pequeñez de tu camino y de tu vida puedas responder con una fidelidad creciente y generosa y seas testimonio claro del Evangelio de Jesús.
Este amor de Cristo al que no antepones nada te ha de llevar a una auténtica donación ilimitada e incondicional. Buscarás complacer al Señor en todo. Desearás volcar en Él toda tu ternura y toda tu capacidad de amar. Hablarás de este amor con la alegría de tus ojos y de tu vida.
Sí..., la escala espiritual del "no" no es un camino triste, sino un camino de amor. Y si es un camino de amor, es también un camino de alegría.
QUINTO PASO
No te permitas la más mínima falta de amor a los demás, ni a los hermanos de tu comunidad, o del entorno en el que te mueves. Piensa que cada día será más evidente que la vida llevará a los seguidores de Jesús a dedicarnos a los que "nadie quiere", o a los países del tercer mundo, porque la sociedad del bienestar ya irá cuidando a aquellos que le interesan. Y el reconocimiento de esta realidad te llevará a un planteamiento de vida personal muy concreto.
Por ejemplo, acostúmbrate a no discutir nunca con ira, no pretendas tener la razón, no te defiendas nunca. Acepta las humillaciones en silencio, acepta las críticas injustas sin protestar, acepta todo lo que más te cueste. Acéptalo con paz. Únete de esta manera a Cristo Jesús que por conseguir tu amor pasó por todo esto, y aún por más.
Carga sobre tus hombros la cruz de los "sin voz". Tú callas no porque no tengas nada para decir, ni motivos para hablar, sino porque de este modo tan peculiar, te solidarizas con tantos y tantos hermanos que no pueden "ni decir, ni decirse"... Y vívelo sin que nadie pueda notar que te cuesta dominarte. Porque el camino del corazón que te has propuesto vivir en Él te ha de llevar a una vida sin apariencias, todo sincero, todo profundo, "de dentro", con paz y alegría serenas. La fuerza de tu "anuncio" evangélico siempre estará en la autenticidad de lo que vives.
Con el mismo sosiego profundo del alma, pero con la fuerza que tienes al reconocer que sólo te mueve Él, ofrece tu voz y tu palabra cuando se trate de defender a los más pequeños, o a los excluidos y olvidados. Y de una manera especial cuando veas que con tu "hablar" vives el compromiso sincero con la verdad. Nunca olvides el lema: "Caridad, sí... pero también claridad".
Para poder vivir en esta quinta etapa de la escala espiritual del "no" tendrás que reconocer que, a partir de tu experiencia de Dios, todo lo debes vivir desde un perdón total: nadie te debe nada..., y tú no puedes deber nada a nadie. Todo ha sido lavado y purificado por el silencio y el perdón. Vive gozoso y alegre, como María: el perdón siempre te devuelve la alegría.
Palabras para el camino
Él ha hecho alianza contigo: es una alianza en el Amor fiel del Señor. La fidelidad del Señor te compromete a ser fiel tú.
Vive tu fidelidad siempre nueva: lo fiel tiene su fuerza en ser seno fecundo, esperanza humilde, intuición labrada en lo que va a venir.
No te obsesiones con tu fidelidad. Ábrete a la fidelidad de Dios. Cree en su fuerza, y, por amor, síguelo hasta el final. Aunque en ello te vaya la vida.
«Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere queda solo, sólo si muere da mucho fruto...» (Jn 12, 24)
«Sé fuerte y valiente, no temas, no te acobardes, que el Señor, tu Dios, avanza a tu lado..., ni te dejará, ni te abandonará»" (Dt 31, 6)
Te invito a decir la oración que San Francisco de Asís enseñaba a sus hermanos: "Te suplico, oh Señor, que la ardiente y dulce fuerza de tu amor arrebate mi mente de cuantas cosas hay bajo los cielos, a fin de que yo muera por amor del amor tuyo, como Tú te dignaste morir por amor del amor mío".