CONSEJO PONTIFICIO
PARA LA PASTORAL DE LOS EMIGRANTES E ITINERANTES
Orientaciones
para una Pastoral de los Gitanos
Ciudad del Vaticano
2005
PRESENTACIÓN
Con la Constitución Apostólica Pastor Bonus[1], Juan Pablo II confió al Consejo
Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes la tarea de
empeñarse para que «en las Iglesias locales se ofrezca una eficaz y apropiada
asistencia espiritual, si es necesario, incluso mediante oportunas estructuras
pastorales, tanto a los prófugos y a los exiliados, como a los emigrantes, a los
nómadas y a la gente del circo». La Iglesia, por consiguiente, estima que los
Gitanos necesitan una pastoral específica para su evangelización y promoción
humana.
Si tenemos en cuenta ─ por lo que se refiere al cumplimiento de esta tarea ─
sólo el reciente pasado, recordamos por su importancia el V Congreso Mundial de
Pastoral de los Gitanos[2], realizado en Budapest en 2003 y organizado por
nuestro Dicasterio. Dicho Congreso dio la oportunidad de ampliar y profundizar
los aspectos teológicos y eclesiológicos de ese ministerio. Desde entonces, los
Lineamenta del presente documento han pasado por las manos de expertos, incluso
algunos Gitanos, Agentes de pastoral, Obispos y, naturalmente, de nuestros
Miembros y Consultores. En fin, varios Dicasterios de la Curia Romana han
examinado el texto y presentado sus observaciones, con el objeto de situar esta
pastoral específica en el marco más amplio de la misión universal de la Iglesia.
La necesidad de unas Orientaciones era evidente desde el principio de la obra de
renovada evangelización, pero sólo ahora está maduro el tiempo para esta
publicación. El Documento se dirige, en todo caso, no sólo a los que están
interesados directamente ─ Gitanos y Payos ─ en este campo pastoral específico,
sino también a toda la Iglesia (cf. Orientaciones 4).
Aunque se refiere a los Gitanos (Rom, Sinti, Manouches, Calé, Gitanos, Yéniches,
etc.), el Documento es igualmente válido, mutatis mutandis, también para otros
grupos de nómadas que comparten condiciones semejantes de vida. En todo caso, el
nomadismo no es la única característica de los Gitanos, porque muchos de ellos
ahora son sedentarios, de modo permanente o semi-permanente. Hay que considerar,
en efecto, su diversidad étnica, su cultura y sus antiguas tradiciones. Por eso
los Pastores de las Iglesias locales de las naciones donde viven los Gitanos
podrán encontrar una inspiración pastoral en estas Orientaciones, pero tendrán
que adaptarlas a las circunstancias, a las necesidades y a las exigencias de
cada grupo (ib. 5).
Quisiéramos, además, recordar desde ahora que son muchos los signos de una
evolución positiva en la manera tradicional de vivir y pensar de los Gitanos,
como el deseo creciente de instruirse y lograr una formación profesional, la
mayor conciencia social y política, que se expresa en la formación de
asociaciones e incluso de partidos políticos, la participación en las
administraciones locales y nacionales de algunos países, la creciente presencia
de la mujer en la vida social y civil, el mayor número de vocaciones al
diaconado permanente, al presbiterado y a la vida religiosa, etc. Desde esta
perspectiva, es consoladora la aportación, en las décadas pasadas, de la
promoción social y de la pastoral específica, por parte de la Iglesia Católica,
en particular gracias al estímulo de Pablo VI y Juan Pablo II. Con un orgullo
colectivo, desde luego, los Gitanos asistieron, el 4 de mayo, 1997, a la
beatificación del mártir español Ceferino Jiménez Malla[3], el primer Gitano
que, en la historia de la Iglesia, ha sido elevado a la gloria de los altares (ib.
21).
«Del nacimiento a la muerte, la condición de cada uno es la de homo viator»[4],
afirmó el Siervo de Dios Juan Pablo II; y esto lo expresa, como un icono ─ lo
reconocemos ─, el tipo de vida de los Gitanos. Sin embargo, hay indiferencia u
oposición hacia ellos: de los prejuicios habituales, se pasa a signos de rechazo
que, con frecuencia, no suscitan reacciones o protestas por parte de los que son
testigos. Esto ha causado indecibles sufrimientos y ha dado pábulo a
persecuciones de las que ellos han sido víctimas, especialmente durante el siglo
pasado. Esa situación debería, pues, sacudir las conciencias y despertar la
solidaridad hacia estas poblaciones, mientras la Iglesia reconoce su derecho a
tener una identidad propia, y hace lo posible por lograr una mayor justicia para
ellas, respetando la cultura y las sanas tradiciones. Los derechos y los
deberes, sin embargo, están vinculados estrechamente y, por tanto, también los
Gitanos tienen deberes respecto a las otras poblaciones.
Estas Orientaciones son, por consiguiente, un signo de la preocupación de la
Iglesia por los Gitanos, que requieren una pastoral específica, atenta a su
cultura, que, desde luego, debe pasar por el misterio pascual de muerte y
resurrección. Eso es necesario también para todas las culturas. La historia
universal de la evangelización testimonia, en efecto, que la difusión del
mensaje cristiano ha estado siempre acompañada de un proceso de purificación de
las culturas, considerado como una necesaria elevación. Por tanto, una defensa
indiscriminada de todos los aspectos de la cultura gitana, sin las debidas
distinciones y los relativos juicios evangélicos, no es oportuna. Purificación,
en todo caso, no significa vaciamiento, sino también una cierta integración con
la cultura circundante: se trata de un proceso intercultural (ib. 39). Por
consiguiente, la reconciliación y la unión entre los Gitanos y los Payos llevan
a una legítima interacción de las culturas.
Además, la educación, la formación profesional, las iniciativas y la
responsabilidad personal son requisitos indispensables para una calidad de vida
digna para los Gitanos, elementos, todos, de promoción humana. Se debería
promover, igualmente, en las comunidades gitanas, la igualdad de derechos de
hombres y mujeres, eliminando toda forma de discriminación; dicha igualdad
exige, además, el respeto de la dignidad de la mujer, la elevación de la cultura
femenina y la promoción social, sin perjudicar el profundo sentido de familia
presente en los Gitanos (ib. 40). En este sentido, cualquier intento de
asimilación de su cultura, y una disolución en la cultura mayoritaria, ha de ser
rechazado (ib. 53).
En este contexto, el Documento hace presente que si la introducción de proyectos
de promoción humana es, en primer lugar, responsabilidad del Estado, puede ser
conveniente e incluso necesario que la Iglesia participe con iniciativas
concretas en tal sentido, dando espacio a los Gitanos como protagonistas.
Pertenece a la misión fundamental de la Iglesia, en cambio, informar a las
entidades públicas sobre las condiciones de estrechez de esas poblaciones, y al
mismo tiempo hay que tener presente que «el desarrollo de un pueblo no deriva,
en primer lugar, ni del dinero, ni de las ayudas materiales, ni de las
estructuras técnicas, sino más bien de la formación de las conciencias, de la
madurez de la mentalidad y de las costumbres. El hombre es el protagonista del
desarrollo, no el dinero ni la técnica»[5] (ib. 56).
Volviendo a la evangelización de los Gitanos, ella se presenta, en estas
Orientaciones, como una misión de toda la Iglesia, porque ningún cristiano
debería permanecer indiferente ante situaciones de marginación en relación con
la comunidad eclesial. Por tanto, la pastoral de los Gitanos, precisamente por
su carácter específico, exige una formación atenta y profunda de todos aquellos
que están involucrados en ella directamente, mientras las comunidades cristianas
deben mostrar una actitud de acogida (ib. 57). Y esta combinación de
especificidad y universalidad es fundamental.
El anuncio de la Palabra de Dios será recibido más fácilmente por los Gitanos,
si lo proclaman quienes han demostrado solidaridad con ellos en las situaciones
de la vida diaria. Además, es importante incluir en la catequesis un diálogo que
dé la posibilidad, a los Gitanos, de expresar cómo entienden y viven su propia
relación con Dios. Por eso habrá que traducir textos litúrgicos, libros de
oraciones y la Biblia, al idioma que utilizan los varios grupos étnicos en las
distintas regiones. Asimismo, la música ─ tan apreciada y practicada entre los
gitanos ─ constituye un apoyo muy válido para la pastoral, que se debe promover
y desarrollar en los encuentros y en las celebraciones litúrgicas. Eso mismo se
puede decir de todos los medios audiovisuales de la técnica moderna (ib. 60-61).
Además, en las Orientaciones es posible observar que las peregrinaciones tienen
una importancia especial en la vida de los Gitanos, pues representan
oportunidades ideales para reuniones de las familias. Con frecuencia, los
"lugares sagrados", meta de la peregrinación, están vinculados a la historia
familiar. Por eso un acontecimiento, un voto, un camino de oración, se viven
como un encuentro con el "Dios de 'su' Santo", que consolida la fidelidad de un
grupo. Las peregrinaciones ofrecen, además, a los que en ellas participan, una
experiencia de catolicidad que llevará, del "Santo", a Cristo y a la Iglesia (ib.
70).
Al considerar, en fin, el peligro ─ desafortunadamente comprobado por hechos
dolorosos ─ de que los Gitanos lleguen a ser víctimas de las sectas, el
Documento expresa la convicción de que los nuevos Movimientos eclesiales podrían
desempeñar un papel especial en esta pastoral específica. Gracias a su fuerte
sentido comunitario y de apertura, la disponibilidad y la especial cordialidad
de sus miembros, ellos deberían proporcionar una acogida concreta y favorecer
también la evangelización. En este sentido, las Asociaciones católicas de
Gitanos, tanto nacionales como internacionales, pueden desempeñar un papel
destacado, permaneciendo, sin embargo, en una relación y comunión constantes con
los Pastores de las Iglesias locales y con el Consejo Pontificio para la
Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes (ib. 77-78).
Nuestro deseo es que estas Orientaciones respondan a las expectativas de todos
los que deseaban la publicación de un Documento de pastoral de conjunto sobre el
ministerio en favor de nuestros hermanos y hermanas nómadas.
STEPHEN FUMIO Cardenal HAMAO
Presidente
+ AGOSTINO MARCHETTO
Arzobispo titular de Ecija
Secretario
PREÁMBULO
1. La misión confiada por Cristo a su Iglesia se dirige «a todos los hombres y
pueblos para llevarlos, con el ejemplo de su vida, con la predicación, con los
sacramentos y los demás medios de gracia, a la fe, la libertad y la paz de
Cristo, de suerte que se les descubra el camino libre y seguro para participar
plenamente en el misterio de Cristo» (AG 4). Esta universalidad de la misión
anima a la Iglesia a llegar hasta los pueblos incluso geográficamente más
lejanos, y a preocuparse por quienes, viviendo en tierras de antigua tradición
cristiana, todavía no han acogido el Evangelio o lo han recibido parcialmente, o
no han entrado plenamente en la comunión eclesial.
2. Entre estos, se puede contar una gran parte de la población gitana, presente
desde hace siglos en tierras tradicionalmente cristianas, pero con frecuencia
marginada. Marcada por el sufrimiento, la discriminación, y a menudo por la
persecución, no está, sin embargo, abandonada por Dios «que quiere que todos los
hombres se salven y (lleguen al conocimiento de la verdad1 Tm 2,4). La Divina
Providencia, en efecto, ha sabido suscitar, sobre todo en el transcurso de las
últimas décadas, una creciente atención hacia esa población, despertando el
corazón y la mente de muchos Agentes de pastoral que se han dedicado con
generosidad a su evangelización y han experimentado, ellos también, una cierta
incomprensión.
Esta atención se ha ido extendiendo poco a poco en las regiones habitadas por
los Gitanos, con una progresiva participación de los Pastores de las Iglesias
particulares, organizándose luego a nivel nacional y diocesano. Se han
realizado, igualmente, numerosos Encuentros internacionales para estudiar y
promover la pastoral de los Gitanos, y en el ámbito civil, asimismo, se ha
prestado una mayor atención hacia ellos. Ha ido surgiendo, así, una realidad
pastoral, indudablemente insertada en el interior mismo del impulso misionero de
la Iglesia, a la que ella, estimulada por el Espíritu de Dios, se propone dar un
viraje decisivo, comprometiéndose a sostenerla, animarla y dedicarle los
recursos materiales, humanos y espirituales necesarios.
3. A partir del trabajo pastoral llevado a cabo, y del intercambio de
experiencias y reflexiones, se ha ido descubriendo una serie de actitudes, de
objetivos por alcanzar, de dificultades por superar y de recursos por obtener,
que ha culminado en un instrumentum laboris elaborado por el Consejo Pontificio
para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. Se han solicitado opiniones y
aportaciones al respecto a distintos Agentes de pastoral, también Gitanos,
dedicados a la evangelización de esta población, que lo han ido enriqueciendo y
transformando notablemente. Después de una ulterior, larga encuesta, se ha
pasado a la redacción definitiva, teniendo en cuenta también los organismos
eclesiales no directamente involucrados en esta pastoral, para situarla en el
marco más amplio de la misión universal de la Iglesia.
4. Con la publicación del presente Documento se pretende reafirmar, sin
titubeos, el compromiso de la Iglesia en favor de esta población. Se proponen,
además, nuevos caminos que se han de trazar en las sociedades nacionales y en
las Iglesias particulares, para abrir las comunidades a estos hermanos. Se
establecen, igualmente, algunos criterios pastorales generales para la acción y
metas por alcanzar. El documento marca, por tanto, un momento importante en la
historia de evangelización y promoción humana de los Gitanos, después del
encuentro de Pablo VI con ellos en Pomezia[6].
Se dirige, pues, no sólo a los Pastores y a los Agentes de una pastoral
específica, sino también a toda la comunidad eclesial ─ que no puede permanecer
indiferente al respecto ─ y a los mismos Gitanos. Ya que el camino de plena
comunión entre Gitanos y Payos acaba de comenzar, o incluso queda aún por abrir
en muchos países, se requiere, por parte de todos, una gran conversión de la
mente, del corazón y de las actitudes: este es el primer motor de esa comunión,
con la conciencia de que en la raíz misma de toda situación de rechazo y de
injusticia está la dolorosa realidad del pecado.
5. Teniendo en cuenta que la población gitana está profundamente marcada por la
diversidad, es tarea de las Iglesias locales adaptar los criterios, las
indicaciones y las sugerencias, incluidos aquí, a la situación concreta del
lugar y del momento. Desde el punto de vista cognoscitivo, además, es preciso
tener una gran prudencia para no uniformar fácilmente una realidad que, en sí
misma, es muy variada. Por eso, en este Documento, cuando se hace referencia al
pueblo gitano, se entienden las poblaciones gitanas formadas por diversas
etnias. Por consiguiente, sería necesario usar habitualmente el plural, cuando
se habla de la lengua, de la tradición y de los demás elementos que conforman la
identidad gitana. Sin embargo, eso no siempre es posible y podría incluso
resultar reductivo, ya que existen, de hecho, varios elementos comunes que
confluyen en un modo de ser específico (Weltanschauung) y configuran
fundamentalmente esa identidad.
En todo caso, para indicar estas poblaciones en su globalidad y complejidad, se
utiliza aquí el término "Gitanos", que debe servir para referirse a todos
nuestros hermanos itinerantes o sedentarios, dentro del respeto de sus personas
y de su cultura. No hay que olvidar, de todas formas, que la realidad concreta
subyacente no forma un todo homogéneo y genérico, sino que engloba varios grupos
o etnias: Rom, Sinti, Manouches, Calé, Gitanos, Yéniches, etc. Muchos de ellos
prefieren incluso que se les reconozca y se les llame según su propia etnia. Con
la palabra găgé – găgó al singular –, "Payos" en Castellano, en cambio, los
Gitanos denominan a todos los que no son Gitanos, y en este sentido se utiliza
aquí la palabra, sin ningún tipo de discriminación.
6. Es preciso poner de relieve, en fin, que en algunos países viven muchos
Nómadas, cuyos orígenes se remontan a grupos de pastores, pescadores o cazadores
nómadas y otros (“Travellers”, p.ej.), cuyas formas de vida y características
antropológicas son distintas a las de las poblaciones gitanas propiamente
dichas. De todos modos, las Iglesias locales de los países con una presencia de
Nómadas podrán encontrar, igualmente, inspiración pastoral en estas
Orientaciones, que se deberán adaptar, por supuesto, a las circunstancias,
necesidades y exigencias de cada grupo.
CAPÍTULO I.
POBLACIONES NO BIEN CONOCIDAS, A MENUDO MARGINADAS
UN LARGO CAMINO
7. Los Gitanos constituyen una "población en movimiento" cuya visión del mundo
tiene sus propios orígenes en la civilización nómada, que, en una situación
sedentaria, resulta difícil de comprender en profundidad. El mundo gitano
funciona aún, en gran parte, según la tradición oral; su cultura no es una
cultura escrita y no existe memoria de su vagar. Los Gitanos no pertenecen a la
categoría clásica de los emigrantes, entre los que generalmente se corre el
peligro de clasificarlos. Los testimonios acerca de su origen y de sus andanzas
son externos y marginales, y sólo desde hace muy poco tiempo la realidad gitana
ha pasado a ser objeto de estudio. Su resistencia ancestral a los censos ─ que
muchas veces eran el preludio de una deportación ─ y el hecho más sistemático de
que los Gitanos sedentarios son excluidos habitualmente de los censos en cuanto
Gitanos, hace más difícil cuantificarlos y conocer su distribución geográfica.
8. No obstante, es posible decir que la población gitana aumenta continuamente
gracias a las familias numerosas, si bien se nota, hoy, una cierta tendencia a
la disminución del número de sus miembros.
Las comunidades se caracterizan, por lo general, porque se instalan en barrios
degradados, en terrenos abandonados, en los barrios de lata, en zonas de
estacionamiento poco reglamentadas o en las afueras de las ciudades y de las
aldeas de los Payos. Las familias que disponen de mayores recursos económicos se
establecen en terrenos que han comprado, donde levantan "una tienda" con sus
caravanas. Están también los Gitanos sedentarios que tienen una mayor
instrucción y un título de estudio, y pueden insertarse bien en la sociedad.
Asistimos, además, en nuestros días, a una nueva migración. La de los Gitanos
que proceden de los países más pobres de Europa central y de los Balcanes y
llegan a los países más industrializados, despertando, por lo general,
reacciones de no aceptación entre los habitantes y creando dificultades en las
administraciones públicas; por tanto, reciben una tibia acogida, cuando no
rechazo, también por parte de sus hermanos occidentales. En todo caso, hoy día,
existe una mayor capacidad de acogida respecto al pasado y una mayor
sensibilidad social de las autoridades públicas.
EL RECHAZO: OPOSICIÓN DE CULTURAS
9. La predisposición a la itinerancia es propia de todas esas poblaciones y
permanece aún como mentalidad, incluso entre aquellos que son sedentarios desde
hace largo tiempo y que constituyen, en realidad, la mayoría. Este modo de
vivir, legítimo por su misma naturaleza, ha suscitado la oposición de la
sociedad receptora, que en muchos países se traduce en una incomprensión tenaz,
alimentada, al mismo tiempo, por la falta de conocimiento de las características
y de la historia gitanas.
Incluso cuando gozan de la ciudadanía del país en el cual se han establecido,
los Gitanos son considerados y tratados, con frecuencia, como ciudadanos de
segunda clase. Los estereotipos mediante los cuales se les clasifica se aceptan
como verdades evidentes, y esta persistente ignorancia y desconocimiento
alimentan un rechazo latente y peligroso, falseando y poniendo trabas al
necesario diálogo entre las etnias nacionales.
10. Al considerarlos muchas personas como extranjeros peligrosos y mendigos
insistentes, la opinión pública ha deseado a menudo que se prohiba y se
destierre el nomadismo. En el transcurso de la historia, esto provocó incluso
persecuciones que se justificaron casi como si se tratara de medidas sanitarias.
La historia de estas poblaciones se encuentra tristemente marcada por castigos
corporales, cárceles, deportaciones, vida sedentaria forzosa, esclavitud y otras
medidas para lograr finalmente su aniquilación.
11. La persecución de los Gitanos coincide en parte con la formación de los
grandes Estados nacionales. En el siglo XX hubo, además, la persecución racial,
de la que fueron víctimas, junto con los Judíos, y que fue perpetrada por el
nazismo, pero no únicamente por éste. La deportación a los campos de
concentración y la eliminación física de miles y miles de personas produjeron,
en general, sólo protestas aisladas. Más cercana a nuestros días, la
inestabilidad política de varios países ha contribuido también a ser un peso
para los Gitanos. Un ejemplo es la guerra de los Balcanes, que demostró, en
circunstancias dramáticas, que esta población sigue siendo rechazada por gran
parte de los ciudadanos. En varias naciones se han registrado, en efecto,
agresiones físicas contra ellos que alimentan todavía, en un trágico círculo
vicioso, la incomprensión y la violencia.
UNA MENTALIDAD PARTICULAR
12. La identidad gitana no se manifiesta fácilmente, sin duda alguna por ser
dinámica, fluctuante y por presentarse en el contexto de unas relaciones
alteradas entre Gitanos y Payos. No es posible ni siquiera remitirse con
seguridad a un territorio ancestral donde ellos tendrían sus raíces. Es difícil
también identificar una unidad étnica total y relativamente uniforme para
remontarse a los orígenes de esta población. Sin embargo, se puede hablar con
toda propiedad de una serie de elementos que, considerados en conjunto,
configuran un cierto modo característico de ser, quizás no reglamentado, ni con
perfiles muy precisos, y que se entiende más bien como mentalidad y actitud
existencial.
Es posible afirmar, pues, que está marcada esencialmente por una tendencia al
viaje y a la vida nómada errante, que el Payo, incluso como emigrante, no posee.
Este último se desplaza temporalmente para instalarse en otro lugar que cree
mejor y, por lo general, no tiende a repetir esta experiencia de desarraigo y
emigración. El Gitano, en cambio, está naturalmente dispuesto a la itinerancia,
al movimiento.
13. Todo esto es cierto, aun cuando gran parte de los Gitanos, como ya se ha
señalado, son, hoy, sedentarios o semi-sedentarios. Estas nuevas formas de vida
no afectan en los Gitanos la percepción de su diversidad respecto a los Payos.
Su temor de verse absorbidos, de perder la propia identidad, fortalece en ellos
la resistencia a la asimilación, pero también, en cierto sentido, a la
integración.
La larga historia de aislamiento y de contrastes con la cultura que los rodea,
las persecuciones padecidas, la incomprensión por parte de los Payos, han
dejado, en la identidad gitana, una huella que se traduce en una actitud de
desconfianza hacia los demás, con tendencia a encerrarse en sí mismos, seguros
de poder contar sólo con sus propias fuerzas para sobrevivir en medio de una
sociedad hostil.
14. La familia es el centro de la vida de la población gitana. Ser Gitano quiere
decir estar arraigado esencialmente en la familia, donde la conciencia y la
memoria colectiva plasman a cada persona y educan al joven, incluso en el mundo
de los Payos que lo arrolla y, al mismo tiempo, lo tiene alejado. Los ancianos
de la familia son muy respetados y venerados porque poseen la sabiduría de la
vida. Los difuntos permanecen por largo tiempo en la memoria y, en cierto
sentido, su presencia se mantiene siempre viva. Entre los Gitanos, además, se
tiene gran respeto por la "familia ampliada", constituida por una red de muchas
familias emparentadas, lo que lleva a una actitud de gran solidaridad y de
hospitalidad, en especial con los miembros de la propia etnia.
El deseo de ser y permanecer libres, de disponer del espacio y del tiempo para
realizarse en la propia familia y en la propia etnia está, pues, profundamente
arraigado en la mentalidad gitana. El anhelo de libertad y el aprecio por ella
como condición fundamental de la existencia podrían considerarse como un eje
central de su Weltanschauung.
15. La religiosidad ocupa, asimismo, un lugar de gran importancia en la
identidad de esta población. La relación con Dios es un hecho dado por
descontado y se traduce en una relación afectiva e inmediata con el Omnipotente,
que cuida y protege la vida familiar, especialmente en las situaciones dolorosas
y preocupantes de la existencia. Esa religiosidad se asimila generalmente a la
religión o a la confesión mayoritaria del país donde se encuentran los Gitanos,
ya sea luterana reformada, católica, ortodoxa, musulmana u otra, a menudo sin
plantearse demasiados interrogantes sobre sus diferencias.
UN GRAN CAMBIO
16. Durante el siglo XX fue aumentando la tendencia a la vida sedentaria. En
muchas regiones esto facilitó la escolarización de los niños y el consiguiente
incremento de la población gitana alfabetizada. Un mayor contacto con el mundo
payo, que ha surgido de lo anterior, ha contribuido a un progresivo dominio de
los nuevos medios técnicos de la sociedad contemporánea, por ejemplo, el
transporte motorizado, la TV, la comunicación telématica, la informática, etc.
En consecuencia, la transición del carro tradicional a la roulotte remolcada por
un automóvil ha incrementado, paradójicamente, el fenómeno semi-sedentario. El
automóvil permite recorrer libremente largas distancias en un mismo día, sin que
la esposa y los hijos tengan que acompañar necesariamente al jefe de familia o a
los hombres que ejercen una actividad profesional propia. Una parada prolongada
permite, además, que los hijos frecuenten con regularidad la escuela, en las
familias en las que los padres han comprendido la marcha del mundo y han
padecido una situación de inferioridad por su analfabetismo.
En algunos países se asiste ahora también a una incorporación bastante
generalizada de los Gitanos al trabajo hasta ahora exclusivo de los Payos, en
especial en el campo artístico. Se han vuelto más frecuentes los matrimonios
entre Gitanos y Payos. También en el ámbito de la promoción de la mujer se
registra un cambio significativo, si bien queda todavía mucho por hacer para
lograr la igual dignidad respecto al hombre.
17. A pesar de las tensiones, presentes a veces entre los distintos grupos, y de
la falta de costumbre de movilizar y unir las fuerzas para lograr un objetivo,
los Gitanos han creado Asociaciones, con vistas a negociaciones colectivas en su
propio beneficio. No es raro ver Payos amigos que ponen las propias capacidades
a la disposición de los Gitanos para que ellos hagan escuchar su voz y tomen en
sus manos las riendas del futuro. Estas asociaciones reaccionan siempre con
mayor eficacia ante las legislaciones que limitan la libertad de movimiento o
que ignoran su identidad, reduciendo sus legítimos derechos. Desde luego, el
asociacionismo no se está desarrollando en todas partes con la misma intensidad,
pero existe, está creciendo y exige apoyo.
18. Sin embargo, esta evolución es reciente y varía mucho de un país a otro. Es
decir, la situación general de la población gitana, marcada por un aislamiento
secular, es todavía muy atrasada, por lo general, con relación a los grandes
cambios que han caracterizado a la sociedad de los Payos durante el último
siglo. Esto tiene graves consecuencias también en el campo económico-laboral. En
efecto, el anterior contexto de una sociedad prevalentemente rural había
permitido una cierta simbiosis de los Gitanos con la sociedad de los Payos,
gracias a su trabajo vinculado a la cría de caballos, el labrado de metales, las
artesanías, la música y el espectáculo ambulante. Hoy, en cambio, la
transformación técnico-industrial de la sociedad receptora les deja poco espacio
económico y los obliga a abandonar sus oficios tradicionales, hoy obsoletos, y a
buscar medios de subsistencia en actividades con pocas ganancias, muchas veces
al límite de la legalidad o fuera de ella.
19. No hay que subvalorar tampoco la influencia de la secularización que, de la
sociedad paya, llega progresivamente también a la sociedad gitana. La
religiosidad tradicional se encuentra, pues, bajo la presión apremiante de una
cultura que vuelve la espalda a Dios o lo niega, y, cuando no encuentra acogida
en una comunidad cristiana, la población gitana cae fácilmente en las manos de
las sectas o de los denominados "nuevos movimientos religiosos". Esto constituye
un ulterior y urgente llamamiento a abrir los brazos a una población siempre
deseosa del encuentro con Dios, a pesar de todo.
Además, la actual idolatría del bienestar, que predomina entre los Payos, no
constituye ciertamente un estímulo para abandonar las propias comodidades, ni
para salir al encuentro de estos hermanos nuestros, necesitados de salir de la
pobreza y del aislamiento para encontrar el lugar que les corresponde en la
sociedad contemporánea.
UNA REALIDAD QUE INTERPELA
20. Todo lo anterior hace particularmente dolorosa la indiferencia y la
oposición hacia estas poblaciones nómadas. Sólo gradualmente, y muy lentamente,
algunas comunidades se han abierto a la acogida ─ demasiado pocas, en realidad ─
para que los Gitanos puedan descubrir el rostro materno y fraterno de la
Iglesia. Los signos de rechazo persisten y se perpetúan, suscitando, por lo
general, pocas reacciones y protestas por parte de los que son testigos de ese
rechazo.
Esta situación debería, en cambio, sacudir la conciencia de los católicos,
despertando sentimientos de solidaridad hacia esa población. La Iglesia se
siente, por tanto, llamada a reconocer el itinerario gitano en el transcurso de
la historia e interpelada por esa cultura. Debe reconocer el derecho de los
Gitanos de "querer vivir juntos", promoviendo y apoyando una sensibilización con
vistas a una mayor justicia para ellos, dentro del respeto recíproco de las
culturas, y orientar sus propios pasos siguiendo las huellas de Cristo, para
responder a las expectativas de esta población en su búsqueda del Señor.
CAPÍTULO II.
SOLICITUD DE LA IGLESIA
21. No es posible olvidar, en todo caso, que desde la segunda mitad del siglo
pasado se ha realizado un progresivo acercamiento de los Pastores a los Gitanos,
comenzando, en algunos países, una pastoral sistemática para esa población. El
Concilio Vaticano II, por su parte, exhortó a los Obispos a que mostraran «una
solicitud pastoral por los fieles que, por la condición de su vida, no pueden
gozar suficientemente del cuidado pastoral, común y ordinario de los párrocos, o
, mencionando entre ellos a los “nómadas” (carecen totalmente de élCD 18). Este
particular interés fue confirmado por Pablo VI cuando, en el célebre encuentro
de Pomezia, se dirigió así a los Gitanos: «Vosotros estáis en el corazón de la
Iglesia!». La dignidad cristiana, vivida en su medio, ha recibido una ulterior
confirmación con la beatificación de Ceferino Jiménez Malla (1861-1936), llamado
"el Pelé", un gitano español perteneciente al grupo nómada de los Calé.
El camino de la evangelización, de una auténtica reconciliación y de la comunión
entre Gitanos y Payos, puede partir solamente de la reflexión bíblica, bajo cuya
luz también su mundo encuentra una comprensión cristiana propia. Se impone,
pues, a este respecto, una atenta lectura de la Sagrada Escritura, que nos lleve
a una correcta introducción de la pastoral de los Gitanos en el contexto de la
misión de la Iglesia.
ALIANZA DE DIOS E ITINERANCIA DE LOS HOMBRES
22. La figura del pastor, y de su vida prevalentemente itinerante, ocupa un
lugar privilegiado en la revelación bíblica. En los orígenes del pueblo de
Israel sobresale la figura de Abrahán. La primera indicación que él recibe de
Dios es la siguiente: «Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la
tierra que te mostraré» (Gn 12,1). Abrahán «salió sin saber adónde iba» (Heb
11,8) y, desde entonces, su vida estuvo marcada por continuos desplazamientos,
«de acampada en acampada» (Gn 13,3), «habitando en tiendas» (Heb 11,9) como un
extranjero (cf. Gn 17,8), sabiendo que también sus descendientes inmediatos
serían «forasteros en un país extranjero» (Gn 15,13). En las confirmaciones del
pacto de alianza de Dios con Abrahán la imagen del itinerante se presenta como
signo privilegiado de la parte humana: «camina en mi presencia con rectitud» (Gn
17,1).
23. Más adelante, el pueblo elegido es confiado a la guía de Moisés, que «por la
fe renunció al título de hijo de la hija del faraón cuando se hizo mayor,
prefiriendo compartir los sufrimientos del pueblo de Dios a gozar de las
comodidades pasajeras del pecado» (Heb 11,24-25). Moisés recibió del Señor la
misión de liberar a los israelitas de la esclavitud de Egipto para llevarlos a
la Tierra Prometida, y esto se realizó a través de un largo recorrido en el que
«anduvieron errantes por el desierto solitario, sin encontrar el camino hacia un
lugar habitable» (Sal 107,4).
Precisamente en este contexto itinerante se confirma la alianza de Dios con su
pueblo en el monte Sinaí, representada en el arca, que contiene los símbolos de
la alianza y acompaña al pueblo en el camino hacia la Tierra Prometida. Así,
incluso cuando los agobian el hambre y la sed, la enemistad y la falta de
acogida por parte de los pueblos que los rodean, los hebreos cuentan con la
protección y la predilección de Dios, lo que será recordado y cantado en los
Salmos: «Cuando saliste, oh Dios, al frente de tu pueblo, cuando atravesabas el
desierto, la tierra retembló, los cielos llovieron a raudales, en presencia de
Dios, el del Sinaí, en presencia de Dios, Dios de Israel» (Sal 68,8-9). La
nostalgia de estos tiempos que forjaron el alma de Israel fue conservada siempre
viva en lo sucesivo y evocada por las peregrinaciones que los hebreos debían
hacer a la Ciudad donde se guardaba, en el Templo, el arca de la alianza.
24. La itinerancia es, por lo demás, una característica de la actitud de cada
hombre en su relación con Dios. En los Salmos, «el hombre sin tacha» es el «que
sigue la ley del Señor», el que «sigue sus caminos» (Sal 119,1-3), «en tierra
extranjera» (Sal 119,54). «El que procede con rectitud» (Sal 15,2), experimenta
cómo Dios «repone» sus fuerzas y lo «guía por la senda del bien» (Sal 23,3). En
esa misma línea, Pablo nos recordará que «mientras habitamos en el cuerpo
estamos en el exilio lejos del Señor» (2 Cor 5,6).
También el misterio de Cristo es presentado en la Sagrada Escritura como un
éxodo, el del Hijo del Padre, en el mundo, y su retorno al Padre. La vida
terrena de Jesús, desde sus comienzos, está marcada por ese errar en su huída a
Egipto de la persecución de Herodes y en su retorno a Nazaret. El evangelio de
Lucas testimonia sus peregrinaciones anuales al Templo de Jerusalén (cf. Lc
2,41), y todo su ministerio público está acompañado de desplazamientos de una
región a otra, hasta el punto de que «el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar
la cabeza» (Mt 8,20). En el evangelio de Juan, el misterio pascual se presenta
como «la hora de dejar este mundo para ir al Padre» (Jn 13,1). Jesús era
consciente de que «había venido de Dios y a Dios volvía» (Jn 13,3). Este éxodo
del Hijo enviado por el Padre por obra del Espíritu Santo llama al hombre a
ponerse en camino en un "éxodo pascual", hacia el Padre.
25. El éxodo, pues, no ha terminado, ya que «la historia de la Iglesia es el
diario viviente de una peregrinación que nunca acaba» (IM 7). Siguiendo la
tradición del Antiguo Testamento y la vida de Cristo, que «realizó la obra de
redención en pobreza y persecución», de igual modo la Iglesia - Pueblo de Dios
en marcha hacia el Padre ─ «está destinada a recorrer el mismo camino a fin de
comunicar los frutos de la salvación a los hombres» (LG 8). Como «nuevo Israel
que, caminando en el tiempo presente busca la ciudad futura y perenne» (LG 9),
ella «prosigue su peregrinación entre las persecuciones del mundo y los
consuelos de Dios»[7] y, «caminando, en medio de tentaciones y tribulaciones, se
ve confortada con el poder de la gracia de Dios» (LG 9). La Iglesia, en fin de
cuentas, manifiesta una movilidad, testimoniada por su índole escatológica, que
alimenta la tensión polar hacia el eschaton de su plenitud. La condición de todo
cristiano es, en consecuencia, como una gran peregrinación hacia el Reino de
Dios; «del nacimiento a la muerte, la condición de cada uno es la de homo viator»
(IM 7).
VIDA ITINERANTE Y PERSPECTIVA CRISTIANA
26. Por consiguiente, la condición itinerante, tanto en su realización objetiva
como en visión de la vida, recuerda siempre que «no tenemos aquí ciudad
permanente, sino que aspiramos a la ciudad futura» (Heb 13,14). Esta se
configura como un signo eclesial fuertemente arraigado en la revelación bíblica,
que encuentra en el tejido vivo de la Iglesia sus distintas formas
existenciales. Entre todas ellas, hay que tener en cuenta, desde luego, la que
se encarna en la vida de los Gitanos, tanto en sus múltiples realizaciones
históricas como en las circunstancias actuales.
27. Entre los valores que, en cierto modo, definen su estilo de vida, se
destacan rasgos bíblicos semejantes. Marcada por las persecuciones, el exilio,
la falta de acogida e incluso el rechazo, por el sufrimiento y la
discriminación, la historia gitana se ha forjado como un caminar permanente que
distingue al Gitano de los demás y lo preserva en su tradición nómada, de modo
que no se deja arrastrar, en general, por la influencia del ambiente que lo
rodea. Se ha configurado, así, una identidad, con su propia cultura, sus propias
lenguas, su religiosidad y sus propias costumbres, y con un fuerte sentido de
pertenencia y los vínculos correspondientes. Gracias a los Gitanos y a sus
tradiciones, la humanidad se enriquece con un auténtico patrimonio cultural,
transmitido, sobre todo, a través de la vida nómada. En efecto, «su sabiduría no
está escrita en ningún libro, pero no por eso deja de ser menos elocuente»[8].
28. Abandonados con frecuencia por los hombres, pero no por Dios, los Gitanos
han puesto toda su confianza en la Providencia, con una convicción tan profunda,
que se podría calificar como parte de su "naturaleza". La vida gitana, en el
fondo, es un testimonio vivo de libertad interior frente a las ataduras del
consumismo y de las falsas seguridades fundadas en la supuesta autosuficiencia
del hombre. Por otra parte, no hay que olvidar la sabiduría popular, que dice:
"Ayúdate, que Dios te ayudará".
Su itinerancia es, en todo caso, una referencia simbólica y permanente al camino
de la vida hacia la eternidad. Ellos viven, de un modo peculiar, lo que toda la
Iglesia debería experimentar, es decir, estar continuamente en camino hacia otra
Patria, la verdadera, la única, sin dejar de comprometerse ─ cada uno ─ en el
trabajo y en el deber de cada día.
CATOLICIDAD DE LA IGLESIA Y PASTORAL DE LOS GITANOS
29. A todo esto debería seguir una solicitud particular de la Iglesia hacia esta
población. Como grupo particular del Pueblo peregrinante de Dios, merece, en
efecto, una actitud pastoral especial y el aprecio por sus valores. Más aún,
esta pastoral es reclamada y solicitada como exigencia interna de la catolicidad
de la Iglesia y de su misión. En efecto, con Cristo, de quien ella procede,
desaparece todo tipo de discriminación «Porque Cristo es nuestra paz. Él ha
hecho de los dos pueblos uno solo, destruyendo el muro de enemistad que los
separaba... Él ha creado en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad,
restableciendo la paz. Él ha reconciliado a los dos pueblos con Dios uniéndolos
en un solo cuerpo por medio de la cruz y destruyendo la enemistad» (cf. Ef
2,14-16).
30. Así, en la Iglesia, instrumento de la misión del Señor que en ella sigue
presente, «todos los hombres son llamados a formar parte del nuevo Pueblo de
Dios» (LG 13). La Iglesia tiene la vocación de estar presente en todas las
naciones de la tierra, pues toma los ciudadanos de todas las razas para su
Reino, que, por su naturaleza misma, no es un reino terrestre sino celestial (cf.
LG 13). En ella toda persona debe encontrar acogida, no hay lugar para la
marginación y la exclusión. Por eso la Iglesia se dirige, en especial, a «los
pobres y afligidos, y a ellos se consagra gozosa (cf. 2 Cor 12,15). Participa de
sus gozos y de sus dolores, conoce las aspiraciones y los enigmas de la vida y
sufre con ellos en las angustias de la muerte» (AG 12).
31. La catolicidad de la Iglesia, aunque incluya la vocación de llegar a todos
los hombres de cualquier condición, no sólo es extensiva, sino más interiormente
y decididamente, es cualitativa, es decir, tiene la capacidad de penetrar en las
diversas culturas y de asumir las angustias y las esperanzas de todos los
pueblos para evangelizar, enriqueciéndose al mismo tiempo con las variopintas
riquezas culturales de la humanidad. El Evangelio, uno y único, debe ser, pues,
anunciado de modo adecuado, teniendo en cuenta las distintas culturas y
tradiciones, «con el mismo afecto con que Cristo se unió por su encarnación a
las determinadas condiciones sociales y culturales de los hombres con quienes
convivió» (AG 10).
32. Este arraigo católico hace que cualquier eventual forma de discriminación en
el desarrollo de su misión llegaría a ser una traición a su identidad eclesial.
Siguiendo las huellas de su Fundador ─ el Enviado de Dios «para anunciar la
buena noticia a los pobres, proclamar la libertad a los cautivos y dar la vista
a los ciegos, libertar a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (Lc
4,18-19) ─, la Iglesia busca medios siempre más adecuados para anunciar a los
Gitanos el Evangelio de un modo vivo y eficaz. Se trata de una nueva
evangelización, a la que tan a menudo nos invitaba el Papa Juan Pablo II.
33. De la dimensión católica de la misión brota, en efecto, esa capacidad
eclesial de encontrar y desarrollar los recursos necesarios para ajustarse a las
múltiples formas sociales en las que las comunidades humanas organizan su
existencia. Así, la salvación está al alcance de todos. Recordando la
advertencia paulina ─ «pobre de mí si no anunciara el Evangelio!» (1 Cor 9,16)
─, la Iglesia no escatima esfuerzos ni sacrificios para llegar hasta todos los
hombres. Es una historia marcada también por la iniciativa y por la creatividad,
para hacer más penetrante el anuncio, desafiando con frecuencia mentalidades y
estructuras que el tiempo ha vuelto obsoletas.
Las circunstancias actuales en que se encuentran los Gitanos, sometidos a los
cambios vertiginosos de la sociedad contemporánea, al materialismo salvaje y a
falsas propuestas que incluso se remiten a lo Trascendente, dan un fuerte
estímulo a la acción pastoral, para evitar tanto el encierre estático en sí
mismos, como la fuga hacia las sectas, o la dispersión de su propio patrimonio
religioso, devorado por un materialismo que sofoca toda referencia a lo Divino.
CAPÍTULO III.
EVANGELIZACIÓN E INCULTURACIÓN
34. En vista de la anhelada nueva evangelización, y de la reconciliación y
comunión entre Gitanos y Payos, es preciso valorar adecuadamente la "diversidad
gitana", reconociendo con todo derecho su existencia, sin por ello cortar los
puentes de encuentro con la cultura de los Payos. Un sano y justo equilibrio en
esta valoración es, por tanto, indispensable para un correcto planteamiento de
las relaciones entre evangelización, inculturación y promoción humana.
LA EVANGELIZACIÓN ORIENTADA HACIA LA INCULTURACIÓN
35. Puesto que la salvación abarca a todo el hombre, la evangelización no puede
descuidar los aspectos culturales, lingüísticos, tradicionales, artísticos y
otros más, que conforman el ser humano y los pueblos en su integridad. Con esto
la Iglesia «no disminuye el bien temporal de ningún pueblo; antes, al contrario,
fomenta y asume, y al asumirlas purifica, fortalece y eleva todas las
capacidades y riquezas y costumbres de los pueblos en lo que tienen de bueno» (LG
13). El espíritu auténticamente católico de la evangelización lleva, además, a
un enriquecimiento recíproco, ya que «cada una de las partes colabora con sus
dones propios con las restantes partes y con toda la Iglesia, de tal modo que el
todo y cada una de las partes aumentan a causa de todos los que mutuamente se
comunican y tienden a la plenitud en la unidad» (LG 13).
36. Ahora bien, con esta visión se llega a una adecuada comprensión de algunos
criterios-guía para la animación de la acción pastoral entre los Gitanos, es
decir, no sólo la aceptación de su legítima reivindicación de una identidad
específica y del derecho a insertarse, en cuanto tales, en el tejido vital de la
sociedad civil y eclesial, sino también un verdadero aprecio ─ afectivo y
efectivo ─ de los auténticos valores de su tradición, que no sólo ha de ser
respetada, sino también defendida. Más aún, con esta perspectiva soteriológica
hay que leer desde el interior la cultura de esta población como un elemento que
se ha de integrar en el plan salvífico de Dios.
37. La peculiaridad de la Weltanschauung gitana y de su forma de vida
característica no es fácilmente comparable con la de otras realidades sociales
de la humanidad. La realidad gitana, por tanto, forma parte, plenamente, de
aquellas para las cuales la Iglesia, experta en humanidad, ha aplicado en su
praxis misionera el axioma según el cual «a cada circunstancia deben
corresponder actividades apropiadas o medios adecuados» (AG 6). De ahí se
desprende la necesidad y la conveniencia de una asistencia pastoral específica
para los Gitanos, que no se debe reducir a la fácil solución de inducirlos a
"integrarse" en el conjunto de los demás fieles. Deberá estar dirigida, sobre
todo, hacia su evangelización y promoción.
Hay que tomar nota, pues, de que la estructura eclesiástica ordinaria y
territorial para la cura de almas no permite, por lo general, a esta población,
una inserción efectiva y duradera en la vida y en la comunidad eclesial. Por eso
es necesario un atento discernimiento para encontrar un justo equilibrio en la
adaptación de los planes de la pastoral ordinaria a las particularidades
concretas que exige cada situación.
38. El carácter específico de la cultura gitana es, en efecto, de tal
naturaleza, que no se adapta a una simple evangelización "desde el exterior" que
se puede juzgar fácilmente como una intromisión. Fiel a la verdadera
catolicidad, la Iglesia debe, en cierto sentido, hacerse ella misma gitana entre
los Gitanos para que ellos puedan participar plenamente en la vida de la
Iglesia. Esto lleva a prever una actitud pastoral marcada por la coparticipación
y la amistad; por eso será importante que los Agentes de esta pastoral
específica se introduzcan en su forma de vida y compartan su condición, por lo
menos por un cierto tiempo. Para ellos, pues, vale de modo especial lo que la
Iglesia exige a los que trabajan en los territorios misioneros, es decir,
«conocer a los hombres entre los que viven y conversar con ellos para advertir
en diálogo sincero y paciente las riquezas que Dios, generoso, ha distribuido a
las gentes» (AG 11).
PURIFICACIÓN, ELEVACIÓN Y PLENITUD EN CRISTO DE LA CULTURA GITANA
39. Un encuentro auténtico entre el Evangelio y la cultura gitana no puede, de
ningún modo, legitimar indiscriminadamente cada uno de sus aspectos. La historia
universal de la evangelización testimonia, en efecto, que la difusión del
mensaje cristiano ha sido siempre acompañada de un proceso de purificación de
las culturas a las que se dirige, purificación que se ha de entender como
aspecto necesario de su elevación cristiana. No es de extrañar, por tanto, que
junto a la "aceptación" de esa cultura, la Iglesia oriente su pastoral también
hacia la superación de los aspectos que no son compartidos por la visión
cristiana de la vida o que, de uno u otro modo, suponen obstáculos en el camino
de reconciliación y comunión entre Gitanos y Payos. Una actitud minimalista
frente a estos obstáculos, o una defensa indiscriminada de todo lo que está
presente en las tradiciones gitanas, sin las debidas distinciones y los juicios
evangélicos pertinentes, no podrá favorecer, por tanto, la causa de la
evangelización.
40. En este contexto hay que añadir que la preservación de las propias
tradiciones no puede servir nunca de disculpa para justificar una actitud de
aislamiento, cerrado incluso a un justo progreso de las sociedades payas. La
reconciliación y la comunión entre Gitanos y Payos incluye la interacción
legítima de las culturas, y en este proceso la iniciativa debe llegar también de
parte gitana. Hay que tomar nota, además, de que la actual configuración general
de la sociedad no permite el necesario progreso de las culturas que quedan
aisladas de la corriente central del desarrollo. Si bien es cierto que existen
muchas situaciones de injusticia social que, en último término, tienen su origen
en el pecado, hay que reconocer, sin embargo, al mismo tiempo, que las
situaciones de subdesarrollo social no siempre se deben a la mala voluntad de
los otros estratos sociales, sino también a la estructura del tejido social
mismo, que exige la integración como condición de progreso.
41. Otro rasgo característico de la sociedad contemporánea es la necesidad de
una instrucción, de una cualificación profesional y de una iniciativa y
responsabilidad personales, como condiciones indispensables para acceder a una
calidad de vida, por lo menos digna. Son valores que deberán ser apreciados y
fomentados, especialmente por los padres de familia. Gran parte de la población
gitana, en efecto, carga todavía con una herencia en la que falta esta
convicción, también como consecuencia del aislamiento. Aunque con frecuencia no
se pueda ni se deba culpabilizarlos, es indispensable, de todas formas, superar
esa carencia, especialmente si se tienen en cuenta las futuras generaciones.
En este contexto, la igualdad de derechos del hombre y de la mujer debe ser
fomentada decididamente, desterrando toda forma de injusta discriminación. Esto
no significa alterar la institución familiar, como sucede, desafortunadamente,
cuando esta igualdad no es bien entendida y no se acepta la diferencia entre el
hombre y la mujer en una cultura de la reciprocidad. La igualdad exige, en todo
caso, el respeto de la dignidad de la mujer, la elevación de la cultura
femenina, la promoción social, etc.
42. El fuerte sentido de la familia, tan arraigado entre los Gitanos, no puede
dejar que las ofensas recibidas, personales o colectivas, se conviertan en un
resentimiento permanente que se transmite de generación en generación,
prolongando en el tiempo la enemistad entre familias y/o etnias.
La honradez y la rectitud en el campo del trabajo es, asimismo, un valor civil y
cristiano que no hay que pasar nunca por alto. Las actividades que producen
"dinero fácil", al margen o incluso fuera de la legalidad, deben ser abandonadas
definitivamente. Hay que tener bien en cuenta el grave daño que esto causa,
tanto a la población que rodea a los Gitanos como a ellos mismos, ya que
contribuye a alimentar los prejuicios de los Payos.
INTERACCIÓN CULTURAL
43. La purificación de la cultura gitana, sin embargo, no debería significar que
pierde su contenido. Por el contrario, junto al respeto y al aprecio por sus
valores legítimos, se ha de estimular su proceso de integración en la sociedad
circunstante, lo que implicará, por parte de esta última, una actitud de
acogida. Tanto por motivos de caridad cristiana, como por exigencias de la vida
civil, el no-encuentro o la oposición entre las culturas gitana y paya es una
realidad que se debe superar. Esto pide un cambio rotundo de mentalidad, tanto
en el ámbito eclesial como en el civil.
44. En este proceso desempeña un papel decisivo la educación impartida en las
escuelas payas. Efectivamente, los textos escolares corrientes presentan con
frecuencia una visión histórica y sociológica de la población gitana heredada de
los prejuicios que se han ido comunicando de generación en generación y que
siguen alimentando una actitud general de desconfianza. De modo análogo, la
información difundida a través de los mass-media transmite sólo raras veces al
gran público los valores positivos de la cultura gitana, siendo mucho más
frecuente la difusión de noticias negativas que contribuyen a menoscabar aún más
su imagen. El celo por el respeto de las minorías, siempre más generalizado en
nuestros días, debería encontrar también en estos ámbitos su realización, sin
ningún tipo de discriminación. En este caso, lo que vale para todas las minorías
se debe aplicar también a aquella gitana. Queda, pues, por llevar a cabo, un
gran trabajo de apertura y de información, para desterrar de los corazones la
desconfianza, sostenida por una literatura acrítica y tristemente generalizada
en la sociedad, que alimenta la actitud de rechazo.
CAPÍTULO IV.
EVANGELIZACIÓN Y PROMOCIÓN HUMANA
UNIDAD DE LA FAMILIA HUMANA
45. En Adán, Dios se revela Creador, Padre de todos los hombres y de todas las
mujeres que forman una sola familia, la humanidad entera. Toda persona ha sido
creada a imagen de Dios (cf. Gn 1,27), solidaria con los demás. La relación de
Dios con el hombre, por tanto, incluso cuando desafortunadamente no es
reconocida, permanece viva, fundamento de la dignidad de la persona humana.
En el don de la vida, Dios manifiesta incesantemente su amor creador, así como
Cristo revela a toda la humanidad, con sus palabras y sus actos, con su pasión y
resurrección, la presencia actual de ese amor creador, que es también redentor.
Así, la humanidad formada por los hijos e hijas de Dios, hermanos y hermanas en
el Hijo de Dios, está llamada a vivir en una única familia, enriquecida con los
dones de cada uno y con las características de todos los pueblos. Todos están
invitados a construir una humanidad fraternal, llamada a testimoniar que el
Reino de Dios está ya presente en la persona del Resucitado y en su Iglesia,
principio y semilla del Reino (cf. LG 5).
DERECHOS HUMANOS Y CIVILES DE LOS GITANOS
46. La unidad de la familia humana se manifiesta igualmente en el reconocimiento
de la dignidad y de la libertad de cada persona, sea cual fuere la etnia, el
país de origen y la religión, en una relación de solidaridad con todos. La
persona es, además, infinitamente preciosa, ya que Cristo ofreció su vida por
cada uno. Él es el primogénito de esta humanidad nueva, infinitamente amada por
el Padre. Después del triunfo de la Resurrección, que marca la muerte del odio y
de toda muerte, Él derramó su Espíritu Santo, Espíritu de verdad y de amor,
Espíritu de libertad y de paz, que nos reconcilia con el adversario, nos saca de
la indiferencia y nos hace prójimos de todos los miembros de la familia humana.
47. Cada persona, única e insustituible, está llamada, pues, a realizar sus
propias capacidades, a desarrollarse en el ejercicio de sus derechos y deberes,
y a vivir de su trabajo, dentro del respeto recíproco. Para que esto llegue a
ser vida diaria, toda decisión personal o colectiva debe proceder de la persona
humana, en sus relaciones con los demás, teniendo en cuenta las condiciones de
vida políticas y económicas. La prioridad del amor al prójimo, que Cristo
proclamó y vivió, deberá llevar a los cristianos al amor incondicional a todo
ser humano y a ocupar con Él el puesto del servidor. Así luchó Él, sin
violencia, contra la voluntad de poder que esclaviza sobre todo a los más
vulnerables de nuestros hermanos, hasta aniquilarlos.
48. La tarea que se ha de llevar a cabo para que los Gitanos, especialmente
vulnerables, se consideren y sean aceptados como miembros de pleno derecho de la
familia humana es, por tanto, muy grande y urgente. A la paz auténtica y
duradera, que debería caracterizarla como reflejo de la "familia divina" (la
Santísima Trinidad), no es posible llegar permaneciendo al margen de un contexto
de justicia y de desarrollo. Por consiguiente, hay que salvaguardar la dignidad
en la población gitana, y respetar su identidad colectiva; se han de promover
iniciativas para su desarrollo[9] y se deben defender sus derechos.
MINORÍA PARTICULAR ENTRE LAS MINORÍAS
49. Para comprender de manera adecuada la historia, con frecuencia dramática, de
esta población, hay que tener presente no sólo su situación de minoría en la
sociedad, sino también su carácter específico con relación a las otras minorías.
Su peculiaridad consiste, en efecto, en que los Gitanos constituyen una minoría
sin un asentamiento territorial preciso o un Estado de origen al cual remitirse
y, por tanto, carecen de un eventual apoyo. Esta falta de garantías políticas y
de protección civil hace muy difícil la vida de los Gitanos. Mientras la llegada
de otras poblaciones en busca de refugio y de seguridad ha movilizado un cierto
número de personas, la llegada de los Gitanos ha provocado, por lo general,
fenómenos de rechazo. Sin embargo, las oleadas de refugiados Gitanos demuestran
de modo evidente que ellos también proceden de países pobres donde, además, la
discriminación está acompañada a menudo de una violencia reiterada. Una
situación como esta podrá ser controlada sólo si los gobiernos definen
conjuntamente una política común global, compartida, para sacar a los Gitanos de
la miseria y del rechazo.
50. Todo esto hace particularmente necesaria la intervención de los Organismos
internacionales en favor de esta población. Asimismo, los Gobiernos nacionales
deben respetar esta minoría entre las minorías y reconocerla, contribuyendo a
erradicar los episodios de racismo y de xenofobia, todavía difundidos, que
provocan discriminación en materia de trabajo, de vivienda y de acceso a los
estudios.
La Iglesia también, a través del Consejo Pontificio para la Pastoral de los
Emigrantes e Itinerantes, de los Representantes y de los Observadores de la
Santa Sede ante los Organismos internacionales, y de las Autoridades
eclesiásticas de las varias naciones, está llamada a intervenir para que las
decisiones de los Organismos nacionales e internacionales en favor de los
Gitanos encuentren buena acogida por parte de las entidades locales y se
reflejen en la vida diaria.
CONDICIONES PARA UN DESARROLLO INTEGRAL
51. La instrucción es una condición fundamental e imprescindible del desarrollo.
A este respecto, mientras, en el pasado, la vida itinerante de los Gitanos
dificultaba una educación sistemática de las jóvenes generaciones, en nuestros
días los obstáculos por superar radican más bien en el tipo de enseñanza
impartida. Su integración ─ cuando es posible ─ en el plan educativo normal,
contribuirá a superar eventuales carencias. Cuando la semi-sedentarización o la
vida itinerante imposibilitan una educación sistemática corriente, será preciso
un esfuerzo conjunto de los Gobiernos, de las asociaciones gitanas y también de
la Iglesia, para poner en marcha, de alguna otra manera, la formación de los
niños gitanos.
52. De modo análogo, es necesario pensar en todos los demás elementos de
desarrollo de los que estas poblaciones deberían gozar, es decir, la formación
profesional de los jóvenes, el acceso a los servicios sanitarios, condiciones
dignas para sus viviendas, la previsión social, etc. Pero si no se tiene en
cuenta la historia de los Gitanos, la acción social se inclinará a orientarse
según la idea de que se trata de una desviación social que se debe superar.
Ellos serán fácilmente considerados, en el fondo, como asociales que hay que
devolver pronto al redil de la sociedad mayoritaria. Al hacer esto, se negaría
la discriminación de la que han sido víctimas los Gitanos durante siglos y no
habría lugar para reconocer el carácter específico de su cultura.
Es preciso, más bien, centrar la atención en el respeto a toda persona humana,
también en su dimensión colectiva, sobre todo si las condiciones de la vida la
han vuelto frágil. De esto se desprenden algunos criterios que hay que tener
presentes cuando se afrontan los proyectos de desarrollo de las comunidades
gitanas. Si con ellos se relega, de modo sistemático, a los Gitanos, a la
categoría de asistidos, se corre el peligro, desde el principio, de no alcanzar
el objetivo. Las circunstancias, es cierto, pueden aconsejar muchas veces un
asistencialismo adecuado; pero la promoción auténtica debe ir mucho más allá,
hasta que los Gitanos lleguen a ser los verdaderos responsables de los recursos
necesarios para su desarrollo.
53. La formulación de los planes de desarrollo requiere, asimismo, una
comprensión adecuada de las nociones diferentes de integración y de asimilación.
La primera, en efecto, ha de ser estimulada para lograr una plena inserción de
la vida y de las tradiciones gitanas en las demás culturas, dentro del respeto
de la suya propia. Es preciso, en cambio, rechazar los intentos de asimilación,
es decir, los que llevan a la aniquilación de la cultura gitana, disolviéndola
en la de la mayoría. El Gitano integrado en la sociedad paya deberá seguir
siendo él mismo, es decir, preservar su propia identidad.
Es imprescindible, además, conocer la situación de las comunidades, desde el
interior. Demasiadas veces los Poderes públicos, bajo la presión de
acontecimientos inhumanos, que acaban por perturbar la opinión pública, o
impulsados por la acción de las asociaciones gitanas y de personas que denuncian
las condiciones de vida infrahumanas de estas familias, corren el peligro de
tomar decisiones apresuradas sobre las medidas que se han de adoptar. Será
necesario, en cambio, trabajar seriamente, de común acuerdo con los interesados,
sin ignorar la forma de vida, las tradiciones y los rasgos específicos del
trabajo de los Gitanos.
54. En este contexto adquiere importancia el asociacionismo gitano como útil
interlocutor para trazar los planes de desarrollo. Hay que ayudarle a adquirir
competencia y seriedad en las iniciativas, para representar a toda la población
gitana y ser consultado por los Poderes públicos en la elaboración de proyectos
de gran alcance para mejorar la vivienda, las áreas de estacionamiento y las
condiciones de vida de los sedentarios, de los semi-sedentarios y de los que
llevan una vida itinerante.
PERSPECTIVA CRISTIANA DE LA PROMOCIÓN
55. Aunque la puesta en marcha de proyectos concretos de promoción humana
corresponde, en primer lugar, al Estado, puede ser conveniente e incluso
necesario que algunas instituciones de la Iglesia participen en iniciativas
concretas al respecto, dando a los Gitanos la posibilidad de ser ellos mismos
los protagonistas. Sin embargo, corresponde más propiamente a la misión
fundamental de la Iglesia señalar a las entidades públicas las condiciones de
malestar de esta población.
56. No hay que olvidar, de todos modos, que «el desarrollo de un pueblo no
deriva, en primer lugar, ni del dinero, ni de las ayudas materiales, ni de las
estructuras técnicas, sino más bien de la formación de las conciencias, de la
madurez de la mentalidad y de las costumbres. El hombre es el protagonista del
desarrollo, no el dinero ni la técnica» (RM 58).
CAPÍTULO V.
ASPECTOS PARTICULARES DE LA PASTORAL DE LOS GITANOS
57. La evangelización de los Gitanos es una misión de toda la Iglesia, porque
ningún cristiano debería permanecer indiferente ante las situaciones de
marginación o de alejamiento de la comunidad eclesial. A pesar de que la
pastoral gitana tiene características específicas y requiere una atenta
formación de sus protagonistas más directos, en toda la comunidad católica se
debe manifestar una actitud de acogida. Por eso hay que sensibilizar más a todo
el Pueblo de Dios, no sólo para superar la hostilidad, el rechazo y la
indiferencia, sino para llegar a un comportamiento decididamente positivo con
nuestros hermanos y hermanas Gitanos.
ASPECTOS ESPECÍFICOS DE DICHA PASTORAL
58. La dimensión antropológica tiene una gran importancia para un enfoque
adecuado de la pastoral de los Gitanos, puesto que ellos están especialmente
dispuestos al impacto "sensitivo" de un acontecimiento, sobre todo si concierne
al ambiente familiar. Su relación con la historia es siempre fundamentalmente
emotiva. Y sus puntos de referencia en el espacio y en el tiempo no son
establecidos por la geografía o las fechas del calendario, sino más bien por la
densidad afectiva de un encuentro, de un trabajo, de un incidente, de una
fiesta. Sus reacciones son más que todo inmediatas, guiadas más por un criterio
intuitivo que por un pensamiento teórico. Todo esto hace indispensable una gran
capacidad de discernimiento, de iniciativa y de creatividad en el modo de
organizar la acción pastoral.
Aproximación y modos de comunicación
59. Para la mentalidad de los Gitanos, la acción pastoral será más eficaz si se
realiza en pequeños grupos. Es más fácil personalizar y compartir la experiencia
de fe si se participa en los mismos acontecimientos, iluminándolos a la luz del
Evangelio, y se relatan las experiencias personales de encuentro con el Señor.
En estos grupos los Gitanos se encuentran consigo mismos y con su propia
cultura, y es posible apreciar su "protagonismo" y responsabilidad laical. El
anonimato que despersonaliza, por el contrario, quita a la pastoral gran parte
de sus potencialidades.
60. La Palabra de Dios anunciada a los Gitanos en los distintos ámbitos de la
acción pastoral será acogida más fácilmente por ellos si es proclamada por
alguien que se ha demostrado, en realidad, solidario con ellos a través de los
acontecimientos de la vida. En el campo concreto de la catequesis será
importante, además, incluir siempre un diálogo mediante el cual los Gitanos
puedan expresar su propia manera de percibir y de vivir su relación con Dios.
Con frecuencia, las situaciones vividas expresan mucho más que las ideas
redundantes en las cuales ellos corren el riesgo de perderse.
61. Habrá que considerar, además, la oportunidad de realizar traducciones de los
textos litúrgicos, de la Biblia, de los libros de oraciones, a los idiomas de
las diversas etnias, en las distintas regiones. Igualmente, el recurso a la
música ─ muy apreciada y practicada entre los Gitanos ─ en los encuentros
pastorales y en las celebraciones litúrgicas, es una ayuda muy valiosa que
conviene promover y desarrollar. Por último, ya que la memoria visual de los
Gitanos es extraordinaria, los medios didácticos impresos o en video, con
ilustraciones expresivas y en la variedad que ofrecen las nuevas tecnologías, si
están bien adaptados a la mentalidad gitana, pueden ofrecer una ayuda preciosa y
hasta indispensable.
Pastoral sacramental
62. La petición de los sacramentos por parte de las familias se sitúa en un
contexto correspondiente a la relación recíproca entre la Iglesia y los Gitanos.
Ellos se dirigen preferentemente al Rašaj (sacerdote), o al equipo parroquial
que se ha mostrado acogedor y abierto con ellos, sin duda alguna porque, ha
compartido momentos dolorosos o peligrosos de su vida. Antes de dar una
respuesta apresurada, es preciso discernir cuál es el tipo de relación que
existe entre la familia gitana y la comunidad cristiana local. Esta valoración
determinará la autenticidad de la petición y deberá influir en la preparación al
sacramento y en su desarrollo.
63. El bautismo, por lo general, es el sacramento más solicitado. Será
necesario, sin embargo, un seguimiento espiritual de la familia y del mismo
bautizado para completar el camino de iniciación cristiana. La respuesta que se
da a partir de la primera solicitud de bautismo será determinante y se
repercutirá en el futuro, en toda una vida.
El diálogo de preparación a la celebración del bautismo deberá partir, en todo
caso, de la existencia diaria gitana, de lo contrario se corre el peligro de
utilizar un lenguaje religioso paralelo a su vida y al cual se va a adherir sólo
exteriormente. Además, habrá que escoger con esmero el padrino o la madrina, un
papel que implica la aceptación de una relación privilegiada y seguida con la
familia. Por eso su presencia durante la preparación es muy conveniente, aun
cuando no siempre es fácil lograrla.
64. Hay que evitar, por consiguiente, los bautismos sin una adecuada
preparación, así como la imposición de exigencias que valen para los Payos, como
si los Gitanos fueran miembros "habituales" de la comunidad territorial. Si el
celebrante carece de una formación específica para impartir una catequesis
adecuada a los Gitanos, será conveniente que se dirija al Capellán de los
Gitanos más cercano. Durante la celebración hay que prestar mucha atención al
lenguaje, para alimentar y desarrollar la fe de los padres, de los padrinos, de
las madrinas y de toda la familia presente. No todas las palabras que expresa un
Payo son comprensibles para un Gitano. Las imágenes que se utilizan no causan el
mismo impacto si se tiene una visión del mundo diferente.
De todos modos, el bautismo debería celebrarse en presencia de todo el Pueblo de
Dios. Como se hace con los demás católicos, la familia gitana, en su diversidad,
debe ser llevada a participar en la preparación y en la celebración. Así se
llega a una experiencia de catolicidad que puede establecer una relación nueva
entre Gitanos y Payos, más aún si los contactos establecidos durante la
preparación se mantienen en el tiempo, compartiendo su vida.
65. Es importante, sobre todo para los jóvenes, la pastoral de la confirmación,
sacramento prácticamente desconocido por las comunidades gitanas. La preparación
a este sacramento permite, según el modelo catecumenal, suplir las carencias
anteriores a la iniciación cristiana, educando a los Gitanos a una libre y
consciente adhesión a la Iglesia. La confirmación, al introducir al bautizado en
la plena participación en la vida del Espíritu, en la experiencia de Dios y en
el testimonio de la fe, le descubre, al mismo tiempo, el significado de su
pertenencia eclesial y de su responsabilidad misionera. Es oportuno, asimismo
poner de relieve el otro "sujeto" del sacramento, a saber: la comunidad. Esta se
ha de incluir en la catequesis de modo intergeneracional, para que, con ocasión
de la celebración de "sus confirmados", pueda vivir ella misma la gracia de un
nuevo Pentecostés, al ser confirmada por el soplo del Espíritu Santo en su
vocación cristiana y en su misión evangelizadora.
66. Fuente y cumbre de la comunión en Cristo y con la Iglesia es la Eucaristía,
memorial de la muerte y resurrección del Señor, sacramento que los Gitanos no
han asimilado todavía en su pleno significado. Sin embargo, encuentra una cierta
correspondencia importante en la tradición de algunos grupos, con los banquetes
sagrados, celebrados por lo general en honor del Santo protector de la familia o
por la paz de los difuntos. En ellos se alaba a Dios por las gracias recibidas y
se comparten los alimentos, primero el pan y el vino que con frecuencia son
bendecidos por el padre de la familia que invita. Esta experiencia de comunión
en el convite, en la que los Gitanos afirman su pertenencia a la propia
comunidad, puede estar impregnada de una continua referencia a Dios como fuente
de los bienes que dan un significado y un valor a la vida, y en tal caso se
convierte en el punto de partida para una progresiva introducción en la
comunidad cristiana reunida en la oración. Esto sucede sobre todo en la liturgia
eucarística, en la que el sacramento podrá ser revelado y celebrado como
coparticipación del mismo pan de vida, en la mesa del Padre, en el encuentro con
el misterio pascual, celebrado en la Eucaristía como memorial de Cristo que se
entregó por nosotros. Le correspondemos entregándonos a Dios y al prójimo en la
caridad.
67. El sacramento de la penitencia o reconciliación, a pesar de que se ha
abandonado en la forma sacramental, encuentra una referencia precisa, tanto en
la costumbre de los Gitanos de pedir continuamente y también públicamente perdón
a Dios por las propias culpas, como en la mentalidad y el comportamiento
mediante los cuales la tradición reglamenta la reconciliación cuando acoge
nuevamente en la comunidad a un miembro que había declarado "impuro" y
"proscrito" por graves infracciones al código ético. El sacramento se vuelve,
entonces, signo visible de un proceso de conversión en el que, por un lado,
Jesús mismo, mediante el ministerio de la Iglesia, concede el perdón
misericordioso del Padre, inseparable de la reconciliación con los hermanos; por
el otro, la respuesta humana, apoyada por la gracia del Espíritu, se abre a la
recta conciencia moral con la adhesión radical a Dios.
68. Por lo que se refiere al matrimonio, hay que tener en cuenta que se presenta
en la cultura y en la tradición gitana con una gran variedad de rituales, según
el grupo de pertenencia, pero mantiene la misma esencia. Los dos contrayentes
asumen todos los derechos y deberes conyugales ante la comunidad, que sanciona
la validez de la unión como status permanente en el cual se custodian
esencialmente los valores éticos y naturales de libertad, fidelidad,
indisolubilidad y fecundidad. La unión matrimonial se considera, en este caso,
como algo totalmente distinto de una simple unión sexual y se presenta, por
tanto, como un acontecimiento extraordinario cercano a la visión católica del
matrimonio; por eso los bautizados podrán considerarla como una base importante
del futuro sacramento, cuya "forma" es exigida por la Iglesia. La familia,
núcleo y fundamento de la cultura y de la estructura social de los Gitanos, así
renovada sacramentalmente, se convierte en terreno fecundo para la formación de
pequeñas comunidades cristianas, con miras a una gradual y plena participación
en la vida de la Iglesia, en su variedad de carismas y ministerios.
69. La unción de los enfermos es un sacramento que no sólo no se practica, sino
que se desconoce como signo sacramental de Cristo y oración de toda la Iglesia
por el enfermo. El rechazo a este sacramento se debe a la falsa convicción de
que está vinculado a la muerte. Por consiguiente, hay que insistir en una
evangelización del sufrimiento, en la que el enfermo, unido a Cristo, carga con
los sufrimientos de la humanidad (cf. Mt 8,17) y vive la experiencia de su
enfermedad como entrega confiada a Dios Padre y como apertura generosa a la
solidaridad con otros que sufren, disponiéndose así a acoger el don de la
curación, que Dios puede realizar en lo profundo del alma, irradiando sus
efectos en el cuerpo. El sacramento puede encontrar un punto de partida eficaz
en la gran solicitud por los enfermos, en particular por los moribundos que
regresan del hospital a "casa", para que puedan gozar todavía del amor y de la
ternura de la familia y de la comunidad.
La liturgia de los difuntos, solicitada insistentemente por temor de que el
difunto no se sienta adecuadamente honrado, sirve para purificar y perfeccionar,
a la luz del misterio pascual, el culto tradicional de los muertos que se vive
en todos los grupos, aunque con distintas modalidades, en forma comunitaria, con
gran vigor y generosidad.
Las peregrinaciones
70. Las peregrinaciones son una expresión de devoción muy apreciada por los
Gitanos. Llegan a ser, de hecho, puntos de reunión atractivos para sus familias.
Además, con frecuencia, los "lugares sagrados" de encuentro con el "Santo" o la
"Santa" están vinculados a la historia familiar. Un acontecimiento, un voto, un
camino de oración, vividos como encuentro personal con el "Dios del Santo o de
la Santa", consolidan la fidelidad de un grupo. Así como la Iglesia ─ gracias a
la presencia de los Capellanes, de religiosos y religiosas, o de laicos ─
comparte, comprendiéndola, la oración de los Gitanos, les administra el bautismo
o bendice un matrimonio, asimismo la peregrinación preparará a los participantes
a una experiencia de catolicidad que llevará, desde el "Santo" o la "Santa",
hasta la persona de Cristo, y establecerá vínculos eclesiales con los Payos.
También los bautismos preparados en estos lugares de peregrinación pueden ser
celebrados con mayor profundidad y autenticidad porque son más familiares y han
sido escogidos con anticipación por los mismos Gitanos. En estas ocasiones será
posible, igualmente, mediante catequesis adaptadas para los adultos, profundizar
la fe en Cristo partiendo de su religiosidad.
71. El Vía Crucis, practicado y repetido, especialmente durante los días de
peregrinación, es, por lo general, muy apreciado. Se vive como una celebración
penitencial que los Gitanos pueden animar con mayor facilidad, ya que las
estaciones del Vía Crucis de Cristo les hablan directamente al corazón,
remitiéndolos a los sufrimientos de su vida e invitándolos a actuar en favor de
la reconciliación con los Payos y entre Gitanos. Pero también la piadosa
recitación del Rosario forma parte de ese peregrinar orante.
La presencia de sacerdotes, religiosos/as y laicos, que viven junto a ellos
durante algunos días, ofrece la posibilidad de múltiples reuniones y
conversaciones en las que los Gitanos toman la palabra y testimonian su fe,
alimentándose con un Evangelio compartido. En estas ocasiones existen también
posibilidades de contactos con los Payos, creyentes o no, que modifican con
frecuencia la imagen negativa de los Gitanos ante la opinión pública y destruyen
prejuicios generalizados.
72. Por esto es oportuno promover los distintos tipos de peregrinación, pero en
particular aquellos que tienen una dimensión internacional, en los que se
experimenta más fácilmente la catolicidad vivida. Deben fomentarse, igualmente,
las peregrinaciones regionales, más accesibles también para las familias pobres.
Aunque estas peregrinaciones, menos conocidas, no suelen tener una función
formativa, pueden transmitir el gusto por el Evangelio, alimentando la fe de
cada uno. Constituyen, además, una buena ocasión para promover las grandes
peregrinaciones, gracias al testimonio de las familias que ya han participado en
ellas, viviendo momentos inolvidables y encuentros insólitos.
73. Es necesario, en fin, que la comunidad responsable de un santuario abierto
para todos coordine la peregrinación gitana y se ponga en contacto con algún
responsable del equipo pastoral correspondiente, sobre todo si las personas in
loco no están familiarizadas con la cultura y las tradiciones gitanas. De este
modo se podrán incluso analizar las posibles reacciones de los habitantes de la
ciudad o de la aldea donde surge el santuario, o del vecindario, para conocer su
alcance y establecer intervenciones oportunas. Si no se actúa con anticipación,
el alojamiento de las familias o el estacionamiento de las caravanas pueden
despertar tensiones cuyo recuerdo negativo perdurará por largo tiempo.
LOS DESAFÍOS DE LA PASTORAL DE LOS GITANOS
Paso del recelo a la confianza
74. El hecho de presentarse con amor, y con el deseo de proclamar la Buena
Noticia, no es suficiente para crear entre los Gitanos y el Agente de pastoral
payo una relación de confianza, porque la historia pesa mucho y, después de
haber padecido tantas ofensas, la población gitana permanece recelosa ante
cualquier iniciativa de todo el que intenta penetrar en su mundo. Será posible
superar esa actitud inicial sólo con demostraciones concretas de solidaridad,
incluso tomando parte en su vida.
Toda demostración y todo acto de perdón recíproco consolidan la confianza y la
solidaridad, favoreciendo relaciones positivas entre Gitanos y Payos. En ese
contexto se coloca la invitación del Papa Juan Pablo II a los fieles, el 12 de
marzo del 2000, cuando pidió perdón por los pecados cometidos por los hijos de
la Iglesia contra los Gitanos en el transcurso de la historia[10].
De las distintas creencias a la fe
75. De modo análogo a lo que sucede entre los Payos, también entre los Gitanos
hay muchos bautizados, pero no están evangelizados. La mera "creencia en Dios"
no es suficiente en la visión de la fe cristiana, porque es necesario llegar a
la acogida auténtica de Jesucristo y de su mensaje. El paso de las creencias a
la fe se podrá orientar, eventualmente, a través de itinerarios de tipo
catecumenal, que lleven a los bautizados al encuentro gozoso con la persona del
Señor.
Este esfuerzo hacia la madurez de la fe cristiana debería desterrar la
credulidad desviacionista que lleva con frecuencia a la práctica de la
quiromancia y en general a la superstición. Han de superarse, igualmente, las
ideas erróneas sobre el significado de los ritos litúrgicos. En este contexto,
es preciso volver a dar un significado correcto a las peticiones de sacramentos
por motivos erróneos o incompletos, como el deseo de la salud corporal de un
niño.
Eclesialidad, ecumenismo y diálogo interreligioso
76. Una fe madura es también una fe eclesial, es decir, vivida de modo estable
dentro de la Iglesia. Mientras el contacto con miembros de otras confesiones
cristianas o de otras religiones podría ser una ocasión de enriquecimiento, no
es saludable, para el crecimiento de la fe, un cambio de pertenencia a una
determinada Iglesia o comunidad eclesial, ya que entre éstas y la Iglesia
católica existen serias divergencias, no sólo de carácter histórico,
sociológico, psicológico y cultural, sino sobre todo en la interpretación de la
verdad revelada (cf. UR 19). Hay que evitar, pues, una frecuentación
contemporánea de dos o más iglesias, ya que esto significaría una ruptura
anómala entre la fe y su celebración cultual.
77. Es necesario, además, establecer una clara distinción entre confesiones
cristianas y sectas y "nuevos movimientos religiosos". Estos últimos pueden
atraer ─ a veces incluso con métodos impregnados de un proselitismo nada
evangélico ─ la religiosidad innata de los Gitanos, pero no se presentan como
realidades auténticamente eclesiales. Por esto habrá que hacer todo lo posible
para que los Gitanos no se vean atrapados por lazos sectarios.
Hay que tener presente, de todos modos, que las frecuentes migraciones los ponen
en contacto con Payos y Gitanos pertenecientes a otras confesiones y religiones.
De ahí nace la necesidad de enfocar la pastoral desde una correcta perspectiva
ecuménica e interreligiosa, tanto en el modo de presentar el mensaje evangélico,
como en la relación con los creyentes de las otras confesiones y religiones.
78. En esta pastoral específica podrían desempeñar un papel particular los
nuevos movimientos eclesiales que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia.
Gracias al vivo sentido de la dimensión comunitaria, a la apertura, a la
disponibilidad de sus miembros y a la cordialidad que les son peculiares, pueden
constituir, en efecto, una ocasión concreta para la expresión emotiva religiosa
de los Gitanos y así favorecer una mejor evangelización para ellos, en una
interacción recíproca.
De modo análogo, sería útil crear, en la pastoral específica para los Gitanos,
asociaciones católicas internacionales y/o nacionales que se mantengan en una
constante relación de comunión y de colaboración, en las distintas
circunstancias, con el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e
Itinerantes, con la Iglesia local y con la Dirección nacional que se ocupa de
los Nómadas.
La secularización
79. Es posible constatar, al respecto, que la secularización, generalizada, hoy,
en muchas sociedades, afecta cada vez más a los Gitanos, y en particular a los
que están más integrados en el mundo de los Payos. El choque los encuentra
"menos preparados", ya que la situación de separación del resto de la sociedad
los había resguardado hasta el momento de ese peligro. Ahora, en cambio, sufren
el impacto, casi de repente. La secularización, además, se arraiga especialmente
en el mundo de los jóvenes, atraídos con mayor facilidad por las falsas
perspectivas que se ofrecen, en menoscabo de la religiosidad que se vive en la
familia. Los jóvenes están siempre más en contacto con otros jóvenes Payos, que
con frecuencia no manifiestan ningún interés religioso, planteando a los Gitanos
interrogantes ignorados por sus padres. Estos, por su parte, no están
suficientemente preparados para responder a preguntas que no se habían formulado
nunca, ya que hasta ahora Dios era "evidente". Por eso es urgente una pastoral
juvenil de los Gitanos, planificada de modo prioritario.
CAPÍTULO VI.
ESTRUCTURAS PASTORALES Y AGENTES DE PASTORAL
80. Establecida la primacía de la caridad, que despierta en las personas y en
las instituciones el deseo de favorecer la plena comunión con Cristo de cada ser
humano y de todas las comunidades, incluso aquellas gitanas, hay que considerar
también cuáles pueden ser las estructuras más adecuadas para poner en marcha,
donde aún no ha comenzado, o para mejorarla, una pastoral para, entre y con los
Gitanos. Puesto que nos encontramos ante una realidad compleja y multiforme, y
la situación de las distintas Iglesias particulares es también muy variada, los
criterios generales que se ofrecen a continuación deberán aplicarse a las
circunstancias locales concretas, con las oportunas adaptaciones. Habrá que
distinguir, igualmente, lo que se puede realizar en el ámbito local, de lo que
abarca una entera región o Nación, o incluso la Iglesia universal, teniendo
también muy en cuenta la respectiva coordinación y la necesaria comunión
jerárquica.
EL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PASTORAL DE LOS EMIGRANTES E ITINERANTES
81. El Papa Juan Pablo II, en la Constitución Apostólica Pastor Bonus[11], del
28 de junio, 1988, confió al Consejo Pontificio para la Pastoral de los
Emigrantes e Itinerantes la tarea de dirigir «la solicitud pastoral de la
Iglesia hacia las necesidades particulares de quienes se han visto obligados a
abandonar la propia patria o, acaso, carecen de ella; al mismo tiempo, procura
seguir con la debida atención las cuestiones relativas a esta materia» (art.
149). «El Consejo trabaja para que en las Iglesias locales se ofrezca una eficaz
y apropiada asistencia espiritual, si es necesario incluso mediante oportunas
estructuras pastorales, tanto a los prófugos y a los exiliados, como a los
emigrantes, a los nómadas y a la gente del circo» (art. 150 §1). Este Dicasterio
es, por tanto, una nueva expresión de la preocupación constantemente manifestada
por la Iglesia en los decenios pasados, con la creación de varios Organismos y
Oficinas que desarrollaban su actividad en la Curia Romana.
82. La realización concreta del mandato que ha sido confiado al Consejo se lleva
a cabo mediante el trabajo diario de animación, promoción y coordinación de la
pastoral, así como con la presencia en las distintas actividades del apostolado
de los Nómadas. El Consejo Pontificio se dirige, pues, a las Conferencias
Episcopales, a las correspondientes Estructuras Jerárquicas de las Iglesias
Orientales Católicas ─ dentro del respeto de la competencia de la relativa
Congregación ─ y a las Federaciones regionales y continentales, así como a las
Diócesis/Eparquías, individualmente, para estimular la actividad específica de
esta cura pastoral. Para lograr una difusión y coparticipación de las
experiencias concretas en las distintas Iglesias locales, el Dicasterio organiza
congresos, encuentros y seminarios internacionales y participa, en la medida de
lo posible, en aquellos promovidos por otras entidades. Se mantienen, además,
contactos directos con varias Entidades internacionales comprometidas en la
promoción humana y en la pastoral de los nómadas.
LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES Y LAS CORRESPONDIENTES ESTRUCTURAS JERÁRQUICAS DE
LAS IGLESIAS ORIENTALES CATÓLICAS
83. Si se tiene en cuenta el carácter específico de la pastoral de los Gitanos,
incumbe un papel especial a la Conferencia Episcopal del país donde viven los
Gitanos y a las correspondientes Estructuras Jerárquicas de las Iglesias
Orientales Católicas que, por medio de la Comisión para la pastoral de los
Migrantes y los Itinerantes, instituida en su interior, prestarán una atención
particular a la peculiaridad gitana. En la distribución de los recursos humanos
y materiales disponibles, la Conferencia Episcopal y la correspondiente
Estructura Jerárquica de las Iglesias Orientales Católicas vigilarán para que la
pastoral de los Gitanos no sufra discriminaciones y reciba un tratamiento
proporcionado a su importancia, en el contexto de las otras minorías.
Las tareas de dicha Comisión incluyen no sólo la coordinación de las entidades
locales, sino también el trabajo de sensibilización de fieles y Pastores acerca
de la realidad gitana. Los Obispos prestarán, pues, la debida atención a esta
pastoral durante alguna de sus sesiones de formación permanente (cf. PG 24).
Será necesario, además, fomentar y realizar, en las comunidades, una información
respaldada por todos los Pastores, si bien el Promotor episcopal ─ o su
equivalente ─ recibe un cargo específico que, de todos modos, no puede
desempeñar por sí solo. Teniendo en cuenta la distribución geográfica de la
población gitana, podría ser conveniente establecer una cierta coordinación
pastoral a nivel regional o continental, además de aquella nacional.
EL EPISCOPADO Y LA PASTORAL DE LOS GITANOS
84. De la relación de inmanencia recíproca entre la Iglesia universal y cada una
de las Iglesias particulares (cf. LG 13)[12], se desprende una catolicidad que
une y plasma ambas dimensiones eclesiales. Es decir, cada Iglesia particular es
católica en sí misma, con una catolicidad que se traduce en cordial comunión. La
Iglesia, que «habla en todas las lenguas, comprende y abraza en la caridad todas
las lenguas y supera así la dispersión de Babel» (AG 4), alcanza, penetra y
asume las diversidades humanas en la plenitud católica (cf. AG 6).
85. Corresponde a los Obispos, por consiguiente, mantener y hacer más profunda
la unidad de las Iglesias particulares, en la misión, reconociendo y valorizando
toda experiencia humana abierta a la dimensión religiosa y trascendente, con
particular solicitud hacia los fieles que se hallan en situaciones de
marginación. La minoría gitana debe, pues, llamar la atención pastoral de los
Obispos, evitando que la característica "internacional" de esta población se
traduzca en falta de percepción de ella a nivel local y regional.
86. Como guardianes por excelencia de la comunión, los Obispos deberán procurar
concretamente la salvaguardia de la unidad y de la identidad gitana, y la unión
entre ésta última y la identidad eclesial autóctona. Pues si no respeta la
identidad gitana, la Iglesia particular no podrá tampoco construir su propia
unidad. Del mismo modo, la comunión eclesial exige que los Gitanos sientan como
propia la Iglesia local en la que se encuentran. Los Pastores tratarán, por
tanto, de estimular ese sentimiento. Una expresión práctica de esta comunión
eclesial es, desde luego, el diálogo sincero y auténtico entre las distintas
comunidades estables autóctonas y los Gitanos. Otra tarea de los Obispos,
además, consiste en favorecer y facilitar esta comunicación, considerando
plenamente los valores, la cultura y la identidad de cada cual.
POSIBLES ESTRUCTURAS PASTORALES DE JURISDICCIÓN PERSONAL
87. La peculiaridad de la pastoral gitana es tal, que una Iglesia particular o
local puede no estar en condiciones apropiadas de realizarla con eficacia, sobre
todo por falta de Agentes de pastoral adecuados. Habrá que pensar, por tanto, en
la posibilidad de una dirección interdiocesana o nacional/sinodal, bajo la
responsabilidad de la Conferencia Episcopal o de la correspondiente Estructura
Jerárquica de las Iglesias Orientales Católicas, que pueda atender a la oportuna
distribución de los recursos, en un sentido amplio del término, a la preparación
de los Agentes de pastoral, a la coordinación y a las relaciones con
instituciones semejantes de otros países, etc. A este respecto, podría ser útil,
o incluso necesaria, una unidad de dirección pastoral que siga eficazmente el
trabajo y las condiciones en que viven los Capellanes y demás Agentes de
pastoral, sin hacer mella en la potestad de los Obispos diocesanos.
88. Las dimensiones del "fenómeno gitano", y sus peculiaridades, no siempre
facilitan una respuesta pastoral eficaz centrada exclusivamente en la figura de
la "Capellanía" diocesana o interdiocesana. Se podría buscar ─ en el ámbito de
las estructuras pastorales previstas en la legislación y en la praxis de la
Iglesia ─ una solución general, duradera, más segura y con adecuados márgenes de
autonomía, siempre en armoniosa convergencia con las Autoridades eclesiales
locales[13].
EL PROMOTOR EPISCOPAL
89. Es necesario que en las Conferencias Episcopales, y en las correspondientes
Estructuras Jerárquicas de las Iglesias Orientales Católicas interesadas, sea
nombrado un "Obispo Promotor" de la pastoral de los Gitanos. Sería oportuno que
tuviera una cierta experiencia pastoral con esta población; en todo caso, tendrá
que estar dotado de una formación personal suficiente para penetrar en lo
específico del mundo gitano y comprenderlo, ya que éste no se reduce a lo que en
general se afirma y se piensa. El Promotor Episcopal, desde luego, tendrá que
permanecer en estrecho contacto con el equipo nacional correspondiente,
aportándole también la visión de la Iglesia universal con relación a la Iglesia
local, para hacer captar la dimensión general, además de la relación fluctuante
de los Gitanos con la sociedad y con la Iglesia. Deberá mostrar una solicitud
particular con los Gitanos, apoyando la acción pastoral que realizan para ellos
los Capellanes y los Párrocos. Será preciso, además, informar a los Obispos
sobre la presencia de los Gitanos en sus diócesis/eparquías ─ y viceversa ─ e
invitarles quizás a que destinen un sacerdote, una religiosa o un laico para
mantener viva la preocupación de la evangelización entre los Gitanos. En los
países donde esta población es numerosa y está en expansión, una de las primeras
tareas consistirá en crear una estructura pastoral nacional/sinodal, regional o
en el ámbito de una Iglesia específica sui iuris, o fortalecer la que ya existe.
LA DIRECCIÓN NACIONAL
90. Aunque las "Capellanías" nacionales, o su equivalente, están organizadas de
modo no uniforme, constan, en general, de un Director nacional, ayudado
eventualmente por uno o dos asistentes, según la consistencia de la población
gitana y la extensión geográfica en la que ella está presente. Encuentros
nacionales, o equivalentes, en los que participan Gitanos y sacerdotes,
religiosas y laicos payos, dan la posibilidad de tratar los grandes problemas
relacionados con esta población, y de presentar propuestas para la acción
eclesial. En este campo, la orientación del Obispo promotor es indispensable. El
eje principal de toda actividad consistirá, en todo caso, en procurar que los
mismos Gitanos sean los responsables de su propio destino. El Director nacional,
o su equivalente, estará dotado de amplios conocimientos sobre la población
gitana, de una visión internacional, y de experiencia en el terreno y en el
trabajo en equipo.
91. El Director nacional, o su equivalente, impulsará también ─ si es necesario
─ la creación de equipos regionales y diocesanos con la tarea de analizar la
experiencia común, con vistas a una mayor justicia para los Gitanos y para
mejorar la calidad y la continuidad de la asistencia religiosa y de la
catequesis. Se prepararán, además, sesiones anuales de formación para
Capellanes, religiosos/as, y laicos. Sería oportuno también organizar períodos
de convivencia en las familias y comunidades gitanas para comprender, desde el
interior, su mentalidad, su red de relaciones, su pobreza relativa, sus
cualidades y sus carencias. Es una experiencia difícil, pero también
enriquecedora. La Dirección nacional, o su equivalente, podrá asimismo impulsar
la creación de "escuelas de la fe" para las parejas y las familias gitanas
llamadas a participar, de modo más concreto, en la animación cristiana de sus
comunidades.
LAS CAPELLANÍAS/MISIONES
92. Para que nadie quede excluido de la comunión eclesial, la experiencia ya
probada pone al lado de las estructuras pastorales territoriales ─ esencialmente
las parroquias ─ otras estructuras destinadas a grupos de personas necesitadas
de una pastoral específica. Encontramos, así, en la Iglesia, las
Capellanías/Misiones para los emigrantes, los refugiados, los universitarios,
los enfermos en los hospitales, los presos, el mundo del deporte, del
espectáculo, etc. Hemos recordado este contexto, porque en él se coloca la
"Capellanía" que realiza una pastoral específica para los Gitanos, dotada de
todos los recursos necesarios para cumplir con su misión.
LOS CAPELLANES/MISIONEROS
93. Para ejercer el ministerio pastoral específico con los Gitanos se necesita
una preparación especial, bajo la guía del Promotor episcopal y orientada por la
Dirección nacional, o su equivalente, en comunión con los Obispos interesados
diocesanos/de las eparquías. Esta tarea de formación de presbíteros para el
mundo gitano precisa un equipo nacional, o equivalente, eficiente y preparado.
En todas partes debería trabajar un número de Capellanes proporcionado a la
presencia in loco de la población gitana. Esta pastoral concierne también, como
es natural, a los Párrocos del lugar, que no deben dejar todo el peso del
compromiso apostólico con los Gitanos sobre los hombros de los
Capellanes/Misioneros de esta pastoral específica. Entre ellos y los Párrocos
deberá existir una gran sinergía y un espíritu de colaboración. Corresponde, en
especial, a estos últimos, sensibilizar en sentido pastoral a la comunidad
parroquial con relación a los Gitanos, y tendrán que estar dispuestos también a
dejarse ayudar por el Capellán/Misionero en el ministerio con ellos, al que se
refiere el presente parágrafo.
94. Puesto que el ministerio en las Capellanías/Misiones de la pastoral
específica para los Gitanos se presenta como una tarea particularmente difícil,
los Sacerdotes destinados a ello deben ser ayudados y estimulados.
Se recomienda la coordinación entre pastoral territorial y personal, y se aspira
a que los Párrocos y los Capellanes/Misioneros busquen y realicen un diálogo
fructuoso. Es importante, igualmente, que en los Seminarios y en los Institutos
de formación de los/as religiosos/as de los países interesados se impartan por
lo menos algunas nociones generales sobre la pastoral en favor de los gitanos.
95. El Decreto de la Pontificia Comisión para la Pastoral de las Migraciones y
del Turismo, del 19 de marzo, 1982, daba una lista de siete facultades
especiales de las que gozaban los Capellanes de algunas categorías de fieles,
entre éstos los Capellanes de los nómadas (facultades que incluían también al
sacerdote que, en caso de ausencia o impedimento del Capellán, hubiera sido
nombrado para hacer sus veces).
Hay que tener en cuenta que cuando fue emanado dicho decreto, además del Código
de Derecho Canónico de 1917 estaba vigente la instrucción De pastorali
migratorum cura, de la Sagrada Congregación para los Obispos, del 22 de 2
preveía que el nombramiento de esos Capellanes seagosto, 1969, cuyo n. 36 §
hiciera mediante un rescripto de la Sagrada Congregación para los Obispos.
De todos modos, al examinar las facultades de los Capellanes/Misioneros
dedicados a la pastoral de los Gitanos, hay que tener presente ahora no sólo la
disciplina del nuevo Código de 1983, y la del CCEO, respecto a las materias a
las que se refieren las facultades, sino sobre todo el hecho de que los
Capellanes/Misioneros son nombrados por el Ordinario/Jerarca competente, por
ejemplo conforme al CIC can. 565, y al CCEO can. 585. En cuanto tales, por
consiguiente, las facultades se refieren a una determinada diócesis/eparquía,
excepto la facultad de escuchar las confesiones, concedida ahora normalmente
ubique terrarum[14].
Quedaría únicamente la facultad de reservar el Santísimo Sacramento en
roulottes, aunque también en este caso la normativa del can. 934 concede mayor
posibilidad de acción al Ordinario, de lo que lo hacía el can. 1265 del Código
de 1917. En todo caso, el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes
e Itinerantes puede conceder tal indulto, bajo ciertas condiciones.
LOS AGENTES DE PASTORAL AL SERVICIO DE LAS COMUNIDADES GITANAS
96. Los Agentes de pastoral, hombres y mujeres, parejas de gitanos o de payos,
laicos, diáconos, religiosos no sacerdotes y religiosas, están llamados a
ponerse al servicio de los Gitanos con una responsabilidad precisa y
eventualmente con una "carta de misión" del Obispo o de quien dirige la
estructura pastoral creada con tal efecto. Corresponde al Obispo diocesano o al
Jerarca local reconocer y definir el servicio que se les pide, confiando su
formación al equipo nacional/sinodal o regional, guiado por el Promotor
episcopal.
97. En general, por lo que se refiere a la formación, es preciso recordar que un
Agente de pastoral, incluso cuando mantiene relaciones permanentes con familias
gitanas, no es aceptado fácilmente, o reconocido, por la comunidad territorial,
ni siempre es inmediatamente aceptado por los mismos Gitanos. Tendrá, de todos
modos, que intensificar los contactos para conocer la historia y la situación, y
para comprender la red de relaciones de un barrio gitano o de una zona de
estacionamiento.
Los Agentes de pastoral tratarán, además, de preocuparse por formar un equipo de
reflexión con presencia gitana, nada fácil de realizar, sobre todo al principio.
Por eso no son pocos los Agentes de pastoral que se cansan y se desaniman por
encontrarse solos para analizar sus propias experiencias y cargar con ese peso.
Situados en la frontera de dos mundos culturales diferentes, deben contar con
una comunidad cristiana acogedora que intente, también gracias a ellos, ir al
encuentro de los Gitanos y caminar juntos, para que la fraternidad cristiana
universal proclamada sea efectiva.
LAS COMUNIDADES-PUENTE
98. En esas situaciones de experimentada y objetiva dificultad, las denominadas
comunidades-puente, formadas por Agentes de pastoral payos que comparten la vida
de una comunidad gitana, se han demostrado como una expresión válida de unidad
orgánica y deben, por consiguiente, ser estimuladas. En efecto, el hecho de
compartir la vida diaria vale, con frecuencia, más que muchos discursos; por eso
dichas comunidades-puente parecen ser incluso casi como indispensables, para que
también las comunidades cristianas se liberen de los prejuicios y de las
condenas generalizadas a los Gitanos, y acepten reunirse con ellos.
La intervención del Promotor episcopal y del Obispo diocesano/de la eparquía, en
este campo, es particularmente decisiva, para lograr que estas
comunidades-puente sean apoyadas y fomentadas y que, al mismo tiempo, no se
conviertan en una fácil justificación del desinterés de los demás cristianos.
Por ese mismo motivo, el Promotor episcopal y el Ordinario diocesano o el
Jerarca local tendrán que ser informados puntualmente sobre las actividades de
la comunidad-puente.
LOS AGENTES DE PASTORAL GITANOS
99. De una pastoral planteada correctamente tendrá que surgir, como fruto
natural, un "protagonismo" de los Gitanos. Es decir, ellos serán apóstoles de sí
mismos. Así podrán cumplirse las palabras del Papa Pablo VI que declaró, en un
contexto diferente: «Será necesaria una incubación del “misterio” cristiano en
el genio de vuestro pueblo para que su voz nativa, más límpida y más franca, se
levante armoniosa en el coro de las voces de la Iglesia universal»[15].
En todo caso, en general, los laicos gitanos comprometidos en la pastoral
prefieren una tarea no definitiva y renovable, pues, de hecho, sus condiciones
de vida, más que las de otros, se ven sujetas muchas veces a las incógnitas de
la existencia. La pobreza de algunos familiares, por ejemplo, cuando se vuelve
insoportable, les imposibilita el ejercicio de su responsabilidad apostólica, ya
que la urgencia de luchar para sobrevivir requiere todas sus fuerzas. Además, la
escasa receptividad del ambiente puede llevarlos a renunciar al servicio, en
caso de que se considere al laico como un enviado de los payos, pues esto podría
implicar el peligro de que el Gitano quedara excluído de su comunidad de origen.
100. La formación de los laicos gitanos para las tareas pastorales es, en todo
caso, una prioridad, y compromete el futuro de la Iglesia. No es una tarea
sencilla, ya que supone siempre la relación personal con un sacerdote, un
religioso, una religiosa o un laico que vive habitualmente en contacto con una o
más familias gitanas y que ha identificado la disposición y la generosidad de
una persona o de una pareja bien aceptadas en su propio ambiente y cuya
influencia es perceptible. Su formación, sin embargo, no se puede llevar a cabo
separándolos de la familia, cuyas reacciones y principios se han de tener en
cuenta puntualmente. Deberá realizarse, idealmente, con otras personas o parejas
gitanas que hayan aceptado esta invitación.
El equipo de animación deberá, de todos modos, examinar continuamente la
evolución del grupo y sus repercusiones en el ambiente gitano. La experiencia de
la catolicidad llevará a estimar también si los gitanos toman fácilmente la
palabra, descubriendo siempre más que la fe es una relación personal con Cristo,
que es amor gratuito a cada persona. También la comunidad cristiana que sigue el
equipo de animación deberá interrogarse sobre la calidad de su acogida y de sus
expectativas. La iniciativa, por tanto, deberá ser recíproca y fuente de una
experiencia cristiana compartida, con palabras y condiciones de vida a las que
los laicos, por lo general, no están acostumbrados.
101. En medio de ese "protagonismo" brotará la oración para que el Espíritu
suscite entre los Gitanos generosas vocaciones sacerdotales, diaconales y
religiosas, necesarias para que se pueda hablar de una auténtica implantatio
Ecclesiae (arraigo de la Iglesia) en el ambiente gitano. Habrá que realizar,
pues, una adecuada promoción de las vocaciones, recordando que «la Iglesia echa
raíces cada vez más firmes en todo grupo humano, cuando las varias comunidades
de fieles tienen entre sus miembros los propios ministros de la salvación» (AG
16).
VOTOS
FINALES
102. Esperamos que estas "Orientaciones" respondan a las expectativas de muchas
personas que querían contar con una guía pastoral de conjunto para el ministerio
con los hermanos y hermanas nómadas. Para la Iglesia, la acogida a los Gitanos
representa ciertamente un desafío. Su presencia en casi todas partes es, en
efecto, también un llamamiento constante a vivir con fe nuestra peregrinación
terrena, y a realizar la caridad y la comunión cristiana, para que se supere
toda indiferencia y animosidad hacia ellos. En la Carta Apostólica Novo
Millennio Ineunte, el Papa Juan Pablo II nos invita a «promover una
espiritualidad de la comunión»[16], lo que significa, sobre todo, compartir los
gozos y los sufrimientos de los demás, adivinar sus deseos, cuidando de las
necesidades de cada uno, para ofrecer a todos una verdadera y profunda
amistad[17].
Roma, en la sede del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e
Itinerantes, el día 8 de diciembre de 2005, Solemnidad de la Inmaculada
Concepción de Santa María Virgen.
STEPHEN FUMIO Cardenal HAMAO
Presidente
+ AGOSTINO MARCHETTO
Arzobispo titular de Ecija
Secretario
ABREVIATURAS Y SIGLAS
AAS Acta Apostolicae Sedis
AG CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre la actividad misionera de la
Iglesia Ad Gentes
CCEO Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium
CD CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre el oficio pastoral de los
Obispos Christus Dominus
CIC Codex Iuris Canonici
IM JUAN PABLO II, Bula de Convocación del Gran Jubileo del Año 2000
Incarnationis Mysterium
LG CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen
Gentium
PG JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica post-sinodal sobre el Obispo servidor
Pastores gregis
PL Patrologia Latina, Migne
RM JUAN PABLO II, Carta Encíclica sobre la permanente validez del mandato
misionero Redemptoris Missio
UR CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre el ecumenismo, Unitatis
redintegratio
----------------------------------
[1] JUAN PABLO II, Constitución Apostólica Pastor Bonus 1:, art. 150, AAS LXXX
(1988), 899.
[2] V Congreso Mundial de Pastoral de los Gitanos, People on the Move, Diciembre
2003, n. 93 Suplemento.
[3] Cf. ROMUALDO RODRIGO, OAR, Ceferino Jiménez Malla “El Pelé”. El primer
gitano de la historia en ser beatificado, Roma 1997.
[4] JUAN PABLO II, Bula de convocación del Gran Jubileo del Año 2000
Incarnationis Mysterium (29 de noviembre, 1998), n. 7: AAS XCI (1999), 135.
[5] JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris Missio (7 de diciembre, 1990), n.
58: AAS LXXXIII (1991), 306.
[6] Cf. PABLO VI, Homilía, 26 de septiembre, 1965: Insegnamenti di Paolo VI, III
(1965), 492.
[7] S. AGUSTÍN, De civitate Dei, XVIII, 51,2: PL 41,614.
[8] JUAN PABLO II, Discurso a los participantes en el III Congreso Internacional
de la Pastoral para los Gitanos, 11 de noviembre, 1989: Insegnamenti di Giovanni
Paolo II, XII, 2 (1989), 1195.
[9] Cf. JUAN PABLO II, Discurso a los participantes en el II Encuentro de la
Pastoral para los Nómadas, 16 de septiembre, 1980: People on the Move X (1980)
n. 31, 28-30.
[10] Cf. L'Osservatore Romano (ed. semanal en lengua española), 11-17 de marzo
de 2000, 8.
[11] AAS LXXX (1988), 841-934.
[12] Cf. también CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta a los Obispos de
la Iglesia Católica acerca de algunos aspectos de la Iglesia entendida como
comunión, n. 8-9: AAS LXXXV (1993), 842-844.
[13] Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre el ministerio y vida de
los presbíteros Presbyterorum Ordinis (7 de diciembre, 1965), n. 10: AAS LVIII
(1966), 1007-1008 y Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia Ad Gentes
(7 de diciembre, 1965) n. 20, nota 4: AAS LVIII (1966), 971 y n. 27, nota 28:
ibidem 979. Por analogía véase JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica
post-sinodal Ecclesia in America (6 de noviembre, 1999) n. 65, nota 237: AAS XCI
(1999), 800 y Exhortación Apostólica post-sinodal Ecclesia in Europa (28 de
junio, 2003) n. 103, nota 106: AAS XCV (2003), 707. Cf. CIC can. 294-297.
[14] Contrariamente a la situación vigente con el Código de 1917, muchas de las
facultades mencionadas en el Decreto citado, del 19 de marzo, 1982, son
otorgadas actualmente en la Iglesia latina por el Ordinario del lugar a
cualquier sacerdote: la facultad de binar en los días feriales y de celebrar
tres Misas en los días festivos (CIC can. 905 § 2); la posibilidad de celebrar
una Misa en la tarde del Jueves Santo para los fieles que no pueden participar
en la Misa in Cena Domini (Missale Romanum); la facultad de escuchar confesiones
en todas partes (CIC can. 566 § 1 y 967 § 2) y la de administrar el sacramento
de la confirmación (CIC can. 884 § 1). Por lo que se refiere a la facultad de
absolver, en el foro sacramental, de las censuras latae sententiae no declaradas
y no reservadas a la Sede Apostólica, no parece ser tan importante, pues se
trata de una facultad que está incluida en la potestad ejecutiva ordinaria del
Ordinario/Jerarca, con referencia al CIC can. 1355 § 2 y al CCEO can. 1420 § 1.
Por tanto, puede ser delegada a terceros en virtud del CIC can. 137 § 1 y del
CCEO can. 988 § 1. En lo referente a las respectivas normas que se han de
observar en las Iglesias Orientales Católicas, éstas se deducen de los
correspondientes cánones del CCEO y del derecho particular de cada Iglesia sui
iuris.
[15] PABLO VI, Discurso a los Obispos de África, 31 de julio, 1969: AAS LXI
(1969), 577.
[16] JUAN PABLO II, Carta Apostólica al concluir el Gran Jubileo del Año 2000
Novo Millennio Ineunte (6 de enero, 2001), n. 43: AAS XCIII (2001), 297; cf.
para el Congreso Mundial para la Pastoral de los Gitanos sobre el tema en
cuestión, People on the Move XXXV (2003) n. 93 Supplemento.
[17] Cf. JUAN PABLO II, ibid.
[Traducción distribuida por la Santa Sede]