TEOLOGÍA Y CATEQUESIS
NDC
 

SUMARIO: 1. Teología y catequesis: múltiples relaciones: 1. La teología, ciencia normativa de la catequesis; 2. La competencia teológica, decisiva en catequesis; 3. La catequesis, enseñanza doctrinal; 4. La catequesis reivindica su originalidad. II. Complementariedad en la distinción: 1. Diversidad de funciones y de intencionalidad; 2. Vinculación estrecha; 3. Recíprocas aportaciones. III. La catequética: origen y divisiones; 1. La catequética, reflexión científica sobre la catequesis; 2. El equilibrio de las tensiones.


I. Teología y catequesis: múltiples relaciones

Las relaciones entre teología y catequesis han sido muy diferentes a lo largo de la historia. En su origen, la catequesis ha precedido a la teología, ya que ha constituido siempre una actividad esencial en la Iglesia y se ha ido desarrollando desde los comienzos de la experiencia cristiana, como atestigua el Nuevo Testamento, incluso cuando todavía no se puede hablar en sentido propio de nacimiento de la teología. Sabemos que los evangelios son eminentemente compendios catequéticos del mensaje cristiano, nacidos precisamente de la necesidad de fijar por escrito la enseñanza oral de la comunidad cristiana para alimentar la fe de los creyentes. Sólo en un sentido amplio se puede decir que constituyen también un esbozo de reflexión teológica.

En los primeros siglos del cristianismo, la catequesis encontró un marco preferencial en la institución del catecumenado. Y en este contexto aparece muy vinculada, más que al desarrollo de la teología, a la escucha y lectura de la Sagrada Escritura y a sus cánones interpretativos.

A partir del siglo V, tras el abandono del catecumenado, la catequesis se irá configurando durante la Edad media, siguiendo otros derroteros. La nueva situación cultural y religiosa —régimen de cristiandad— y la existencia de una sociedad imbuida de cristianismo permitirá el funcionamiento de un proceso casi espontáneo de socialización religiosa (catecumenado social), con un ejercicio muy reducido de la acción catequética en sentido propio. Por otra parte, adquiere un desarrollo notable y de gran riqueza la teología escolástica, por lo que se hará cada vez más influyente el papel de la teología en las nuevas perspectivas de la acción catequética, sobre todo a medida que, en los albores de la Edad moderna, estalla la crisis protestante y se difunden los catecismos ante la alarmante ignorancia religiosa del pueblo cristiano. Es entonces cuando la teología neoescolástica y las enseñanzas tridentinas jugarán un papel de primer orden en el ejercicio de la actividad catequética. La teología podrá ser considerada, de hecho y de derecho, la ciencia normativa de la catequesis.

1. LA TEOLOGÍA, CIENCIA NORMATIVA DE LA CATEQUESIS. Durante todo el período de la proliferación de los catecismos y del influjo de la reforma y contrarreforma, la catequesis se ha visto vinculada muy estrechamente a la teología sistemática, sobre todo en la forma neoescolástica propia de los siglos XVI y siguientes.

Durante mucho tiempo la teología ha sido vista como ciencia normativa de la catequesis, es decir, como la disciplina que rige y determina los parámetros esenciales de la actividad catequética: identidad y significado, contenidos, métodos, agentes y mediaciones. Y a medida que avanza la Edad moderna, la configuración de los catecismos, en cuanto compendios de la fe, irá adquiriendo cada vez más explícitamente la estructura y lenguaje propios de los tratados teológicos. También la disciplina catequética, en cuanto reflexión sistemática sobre la catequesis, surgirá del seno de la teología, concretamente en su vertiente pastoral. Esto se deduce de la naturaleza misma del acto catequético, que se coloca en el marco de las actividades pastorales y se cualifica como servicio de la palabra eclesial para la educación de la fe. Durante mucho tiempo, tal pertenencia ha sido concebida en términos de subordinación pura y simple de la catequesis a la teología sistemática y a sus cánones interpretativos. Todavía está muy extendida la concepción según la cual la verdadera ciencia normativa de la catequesis es la teología sistemática, que dicta, por lo tanto, a aquella los principios fundamentales de acción y los contenidos a transmitir. Pero hoy se considera superada esta visión, ya que reduce la catequética a simple deducción o aplicación de la teología sistemática.

El nacimiento de la catequética se hace remontar ordinariamente al año 1774, en Austria, en el contexto de la renovación de los estudios teológicos promovida por la emperatriz María Teresa. Situada en el marco de la teología pastoral o práctica, la catequética debe definir su identidad en relación con otras disciplinas o sectores afines, como son la homilética o ciencia de la predicación, la pastoral litúrgica, la pastoral juvenil, la pastoral escolar, etc. No siempre resulta fácil deslindar los confines, pues con frecuencia la catequesis se desarrolla, y con pleno derecho, en el interior mismo de otras actividades pastorales, como son la liturgia, la pastoral de juventud, la religiosidad popular, las actividades escolares, etc. Se impone, por lo tanto, un criterio de distinción bastante dúctil y, sobre todo, la necesidad de diálogo e interacción entre estos diversos ámbitos de acción y de reflexión disciplinar.

2. LA COMPETENCIA TEOLÓGICA, DECISIVA EN CATEQUESIS. Aquí ahonda sus raíces la convicción de que la competencia teológica es elemento esencial en el ejercicio de la catequesis. Por lo que atañe a los responsables (obispos, curias diocesanas, sacerdotes, etc.), se considera que es la competencia teológica la que ofrece las garantías para controlar ordenadamente el ejercicio de la actividad catequética. Y lo mismo ocurre en orden a la elaboración de catecismos y otros subsidios para la catequesis: los autores serán de ordinario teólogos, especialistas en asegurar la integridad y precisión del lenguaje catequético. Dan fe de ello la difusión de muchos catecismos de la Edad moderna que tienen a teólogos como autores o inspiradores, como son los catecismos de san Roberto Belarmino, san Pedro Canisio, Jerónimo Ripalda, Gaspar Astete, Joseph Deharbe, etc. Y también en la formación de los catequistas se irá afianzando la convicción de que lo esencial es un buen conocimiento de los contenidos teológicos, como se puede comprobar a lo largo de la historia, y aun hoy, observando los programas y planes de formación.

3. LA CATEQUESIS, ENSEÑANZA DOCTRINAL. Todo esto permite explicar que se haya ido consolidando, durante mucho tiempo, la concepción de la catequesis como enseñanza doctrinal y hasta como una especie de vulgarización de la teología, dominada en gran parte por la preocupación apologética de defender la pureza de la fe del pueblo cristiano y de asegurar la identidad católica ante las amenazas de la herejía, sobre todo protestante.

Esta tendencia ha recibido también una confirmación preponderante, durante toda la Edad moderna, a través de la concepción prevalentemente intelectual y doctrinal de la fe y de su transmisión por parte de la Iglesia. En efecto, el apremio por la enseñanza catequética ha sido sostenido por el deseo de superar la gran ignorancia religiosa del pueblo cristiano y de asegurar en los creyentes el conocimiento de las verdades necesarias para la salvación.

El carácter pedagógico de la investigación catequética puede ser destacado desde una doble vertiente: en cuanto proceso educativo de maduración en la fe y en cuanto actividad que se inserta necesariamente en el dinamismo global del crecimiento y maduración de la persona. En este sentido la catequética puede y debe ser llamada con propiedad ciencia pedagógica, sin perjuicio de su vinculación al ámbito de la teología, en su vertiente pastoral o práctica. Durante los últimos siglos la Iglesia ha vivido su afán catequético apoyándose en estas motivaciones de fondo, lo que explica que la catequesis se haya venido alimentando más con las directrices del magisterio y de la teología que inspirándose directamente en las fuentes más genuinas de la revelación, la Sagrada Escritura y la tradición.

No es de extrañar, por otra parte, que en esta concepción del cometido catequético, los catecismos hayan podido ser utilizados más de una vez como vehículo y ocasión para difundir y defender opiniones y controversias teológicas, hasta llegar a formas de auténtica instrumentalización (como en el caso de los catecismos jansenistas). En este sentido, la catequética responde a las características de una verdadera disciplina pedagógica y, como tal, encuentra su colocación en el conjunto de las ciencias de la educación. Sabemos que hoy reviste una importancia particular para la reflexión pastoral el conjunto, enormemente desarrollado, de las ciencias humanas en general, y en especial de la ciencias de la educación. El giro antropológico propio de nuestra cultura obliga a una renovada atención al sujeto, al hombre en situación, a la dimensión histórica y cultural de toda acción y toda reflexión. De ahí el interés por todas las ciencias humanas capaces de iluminar el quehacer pastoral: antropología cultural, sociología, psicología, ciencias de la religión, ciencias de la comunicación, etc.

Se puede decir que el mundo en general, con sus problemas y aspiraciones, asume el significado de un verdadero lugar teológico, por lo que cobran relevancia especial, en orden a la reflexión operativa cristiana, todas las aproximaciones y disciplinas que nos abren el acceso al conocimiento e interpretación de esta realidad. Y la catequética como disciplina debe mantener relaciones muy estrechas, sobre todo con el ámbito de la reflexión pedagógica. De hecho, la vinculación de la catequética al campo de la educación es un hecho tradicional, así como son tradicionales las denominaciones pedagogía religiosa, pedagogía catequética1, y otras semejantes, para designar nuestra disciplina.

4. LA CATEQUESIS REIVINDICA SU ORIGINALIDAD. Una vigorosa reacción contra esta tradición catequética fue la provocada por el llamado período kerigmático del movimiento catequético de nuestro siglo, sobre todo por mérito de J. A. Jungmann. Es bien conocido su impulso renovador, cuando ya desde los años 30 denunciaba el hecho de que la predicación y la catequesis, en vez de comunicar el mensaje cristiano genuino y vital, se limitasen más bien a ser una divulgación árida y abstracta de la teología escolástica enseñada en los seminarios. De ahí la insistencia por una vuelta decidida al mensaje evangélico originario (kerigma) y a las fuentes vivas de la tradición eclesial, y la preocupación por distinguir claramente entre inteligencia (doctrina) de la fe y educación (comunicación) de la fe. Jungmann supo expresar con claridad la consecuencia catequética de esta distinción: «Debemos conocer el dogma, pero es el kerigma lo que tenemos que anunciar»2.

La aportación de Jungmann, junto con otros representantes de la renovación catequética, ha sido determinante para deslindar ámbitos de competencia, aunque no se ha podido evitar que, con frecuencia, haya habido incomprensiones y tensiones cada vez que la catequesis ha querido reivindicar su originalidad de acción educativa al servicio de la fe, subrayando sus condicionamientos antropológicos, pedagógicos y socioculturales. Históricamente no han faltado momentos de crisis, polémicas e intentos de pacificación entre catequetas y teólogos, a la búsqueda de la propia identidad y justas relaciones.

El Vaticano II dio nuevo impulso a esta relativa desvinculación de la catequesis de su matriz teológica, sobre todo con su vigorosa reafirmación de la prioridad de la palabra de Dios en la vida de la Iglesia (constitución Dei Verbum) y, por medio del Directorio general de pastoral catequética (DCG) de 1971, que consagró una visión renovada de la identidad y objetivos de la tarea catequética. La catequesis ha vuelto a cobrar conciencia de su condición de servicio de la palabra de Dios para el crecimiento y maduración de la fe, reivindicando su carácter original y específico en el contexto de las distintas formas del ministerio de la palabra eclesial.

Los documentos oficiales de la catequesis recogen ordinariamente el tema de las relaciones teología-catequesis en forma parcial y referida a algún aspecto particular de la cuestión. Así, por ejemplo, el Directorio general de pastoral catequética (1971) se limitaba a incluir la forma teológica, descrita como «tratado sistemático e investigación científica de las verdades de fe», entre las formas propias del ministerio de la Palabra, junto con la evangelización, la catequesis y la forma litúrgica (DCG 17). Por su parte, Catechesi tradendae (1979) toca el tema solamente para denunciar los posibles influjos negativos de ciertas doctrinas teológicas sobre la acción catequética (CT 61). Más rico y explícito se presenta al respecto el documento español La catequesis de la comunidad (1983), sobre todo al subrayar con claridad la distinción entre catequesis y teología:

«Mientras que la catequesis, a través de la iniciación, enseñanza y educación en los fundamentos de la fe, tiene por objetivo la adhesión madura a la persona de Cristo (obsequium fidei), lo que pretende la teología es hacer crecer la inteligencia como tal de la fe (intellectus fidei)» (n. 73). Para el nuevo Directorio general para la catequesis (1997), «la concepción que se tenga de la catequesis condiciona profundamente la selección y organización de los contenidos» (DGC 35), y la función teológica está al servicio del ministerio de la palabra de Dios, junto a las funciones de convocatoria y llamada a la fe, de iniciación, de educación permanente de la fe, y la función litúrgica, «situándose en la dinámica de la fides quaerens intellectum, es decir, de la fe que busca entender» (DGC 51).


II. Complementariedad en la distinción

El camino de la reflexión catequética permite hoy precisar mejor las relaciones existentes entre la teología y la catequesis, entre enseñanza teológica y comunicación catequética. Sin menoscabo de las legítimas autonomías, son muy estrechos los vínculos de reciprocidad y de mutua fecundación.

1. DIVERSIDAD DE FUNCIONES Y DE INTENCIONALIDAD. En el ámbito del ministerio de la palabra, las dos acciones eclesiales, la teología y la catequesis, se distinguen por sus motivaciones, finalidades y métodos utilizados. La teología, sobre todo sistemática, responde a la necesidad de la inteligencia de la fe, para dar fundamento, sistematización y profundización científica a los contenidos de la experiencia de fe, mientras que la catequesis se pone al servicio de la adhesión y del camino de fe de las personas y grupos concretos, buscando la integración del mensaje cristiano con las exigencias, interrogantes y esperanzas de tales sujetos. Son dos funciones diferentes y complementarias, que se rigen por dos lógicas distintas: científica por un lado y educativa y comunicativa por el otro. De ahí también la diversidad de métodos utilizados: en la investigación teológica se recurre a las distintas aproximaciones (filosófica, histórica, hermenéutica, etc.) que permiten ahondar en la comprensión y fundamentación del dato de fe; en la transmisión catequética los métodos empleados apuntan sobre todo a la comunicación eficaz del mensaje cristiano a personas concretas, con atención particular no sólo a la verdad transmitida, sino especialmente a su significación existencial para la vida de los catequizandos y a los procesos de acogida y crecimiento de las actitudes de fe. Se trata, por lo tanto, de procesos distintos, con intencionalidad diferenciada.

Podemos concluir, con F. Coudreau, diciendo que la teología es, sobre todo, estudio y reflexión de la palabra de Dios, mientras que la catequesis es más bien actualización y comunicación de la Palabra; que el teólogo reflexiona sobre la palabra de Dios descubierta en la fe (fides quaerens intellectum), mientras que el catequista propone la palabra de Dios con el fin de alimentar, desarrollar y educar en el hombre la fe; que la teología es una escuela de reflexión, mientras que la catequesis es una escuela de conversión3.

De esta distinción podrían sacarse varias conclusiones importantes: la catequesis no debe ser concebida como divulgación teológica, ni puede entenderse solamente como enseñanza religiosa doctrinal. No se justifica tal hipótesis reductiva, ni en base a la naturaleza de la palabra de Dios, a cuyo servicio está la catequesis, ni en relación con la estructura de la actitud y profesión de fe, ni teniendo en cuenta la densidad y exigencias del concepto de educación. No se debe olvidar, ciertamente, que la catequesis es también enseñanza doctrinal y que, como tal, posee una dimensión sistemática y cognoscitiva que no hay que descuidar. Pero, por otra parte, es importante tener siempre presente que ella es sobre todo iniciación en el misterio cristiano y educación para la experiencia y maduración de la fe4. En cuanto tal, la catequesis debe adoptar criterios de análisis y métodos operativos que de por sí exceden la competencia de la teología sistemática.

Otras consecuencias se pueden sacar también con respecto a la formación de los catequistas y otros responsables de la acción catequética. Todas estas personas necesitan, sin duda, una sólida formación teológica, pero esto no es suficiente, ni consiste en esto propiamente la preparación más adecuada y específica para el desarrollo de la catequesis (cf DGC 234ss; IC 44).

2. VINCULACIÓN ESTRECHA. El que se acentúe la distinción entre teología y catequesis no implica en modo alguno que se olviden los lazos estrechos que deben unir siempre estas dos manifestaciones del ministerio profético de la Iglesia.

Por una parte se puede y se debe afirmar que la teología ejerce una función imprescindible respecto a la catequesis. En efecto, en cuanto reflexión sistemática sobre los datos de la fe, desempeña un cometido de profundización, sistematización y fundamentación que no puede ser ignorado en la acción catequética de educación de la fe. Y «en el nivel propio de una enseñanza teológica, el contenido doctrinal de la formación de un catequista es el mismo que el que la catequesis debe transmitir» (DGC 240).

Son muchas las aportaciones necesarias de la teología (y de la ciencia bíblica) al ejercicio ordenado de la catequesis. Entre ellas son de destacar al menos estas: proporcionar un conocimiento sistemático y completo del contenido de la fe cristiana; suministrar las normas interpretativas de la tradición de fe; orientar en la búsqueda del núcleo central y de las dimensiones fundamentales del mensaje cristiano; ofrecer criterios interpretativos de las fuentes de la revelación y del magisterio de la Iglesia; aportar aclaraciones y profundizaciones sobre los distintos temas de la fe cristiana, etc.

Por otra parte, es justo también advertir que la catequesis no debe ser ocasión para difundir modas teológicas o para defender opiniones personales de teólogos. Tampoco puede quedar expuesta a los avatares del pluralismo de las corrientes teológicas, como advierte el documento La catequesis de la comunidad: «La acción catequética de una Iglesia diocesana, hoy, no puede quedar a merced del pluralismo teológico, contemplando cómo se establecen procesos formativos o itinerarios catecumenales basados en inspiraciones teológicas que no favorecen la convergencia en la necesaria unidad de la profesión de fe» (CC 76).

Esto no debe significar, por otra parte, que la reflexión teológica tenga que quedar siempre fuera del horizonte del acto catequético, alegando como motivo que la catequesis debe transmitir solamente las verdades seguras y ciertas de la fe, y que las cuestiones teológicas deben reservarse a las revistas especializadas y a los teólogos de profesión. Hoy en día resulta del todo imprescindible, sobre todo tratándose de catequesis de adultos —y por ende de catequesis adulta—no perder de vista la actual elaboración teológica y bíblica de los temas tratados. Todo esto supone en el catequista y en los instrumentos de la catequesis, tales como los catecismos, un recurso equilibrado al conocimiento y actualización teológicos.

3. RECÍPROCAS APORTACIONES. Es fácil comprender que una bien entendida relación entre enseñanza teológica y proceso catequético puede aportar no pocas consecuencias ventajosas tanto para la teología como para la catequesis.

Las ventajas que la catequesis recaba en su contacto con la teología han sido ya reseñadas más arriba, al recordar que la catequesis tiene necesidad de asistencia teológica, y que desde varios puntos de vista la teología cumple funciones importantes en el recto planteamiento del discurso catequético.

Pero también cabe ponderar los influjos benéficos que la teología puede obtener en su contacto vital con la acción catequética, lo mismo que, más en general, con la vida y la experiencia de fe de las comunidades cristianas. En efecto, la catequesis, como proceso y como acto pastoral, constituye siempre una vía genuina y original de acercamiento a la realidad de la fe, un verdadero «lugar teológico», y como tal contribuye a su manera a la expresión y reinterpretación de la fe.

Es posible imaginar que las relaciones entre teología y catequesis podrán entrar en un clima de mayor claridad y reciprocidad si la acción catequética es vista también como un lugar de elaboración teológica5, y si la disciplina catequética (reflexión científica sobre la catequesis) se ve reconocida en su carácter original y específico, insertada vitalmente en el ámbito de la teología pastoral o práctica. Desde este ángulo de visión es más fácil detectar los vínculos de complementariedad y de recíproca interacción de los dos momentos de la tarea eclesial: teológico y catequético. Se comprenderá así mejor que la catequesis pueda y deba conservar siempre una dimensión teológica, y que la teología pueda y deba cultivar, a su vez, una dimensión catequética; que el ejercicio de la catequesis pueda resultar una forma de hacer teología, mientras que la enseñanza teológica deba también constituir una forma de dar catequesis.


III. La catequética: origen y divisiones

La catequética o ciencia catequética es la disciplina que se ocupa de la catequesis, en cuanto proceso y en cuanto acto, en el contexto de la praxis pastoral de la Iglesia. Su existencia y legitimidad son ya un hecho sólidamente aceptado en el ámbito de la reflexión y de la praxis pastoral de la Iglesia. Se trata de una disciplina reciente, pues si es verdad que la catequesis es una actividad tan antigua como la Iglesia misma, no se puede decir ciertamente lo mismo de la catequética, que ha surgido y se ha ido configurando en el curso de los dos últimos siglos.

A lo largo de su historia, la Iglesia ha sabido realizar y organizar en formas muy variadas la actividad catequética, pero son muy contadas las ocasiones de reflexión explícita sobre los contenidos y métodos de tal actividad. Se suele citar, por lo que atañe a la época patrística, el famoso pequeño tratado de san Agustín De catequizandis rudibus (del 399) y, a finales de la Edad media, la obra de G. Gerson, Tractatus de parvulis trahendis ad Christum (1406), pero ni siquiera en estos casos se puede hablar aún de reflexión científica sobre la catequesis, o considerar estos escritos como obras catequéticas en sentido propio.

Se puede hablar de nacimiento de la catequética como disciplina académica en el año 1774, cuando, por disposición de la emperatriz María Teresa de Austria, y siguiendo el proyecto preparado por el abad benedictino Rautenstrauch, fue introducida en las escuelas de teología del imperio austro-húngaro la enseñanza de la catequética, o como disciplina a se, o como parte de la teología pastoral. Pero en realidad, nuestra disciplina empezará a desarrollarse con una cierta amplitud y rigor solamente hacia finales del siglo XIX, siguiendo el nacimiento y desarrollo del llamado movimiento catequético, es decir, de la rica floración de ideas, inquietudes y esfuerzos que, desde finales del siglo pasado y hasta el acontecimiento del Vaticano II, tratará de renovar la teoría y la práctica de la catequesis bajo el influjo de nuevas corrientes culturales, especialmente de orden pedagógico y psicológico. De ahí que la catequética, nacida dentro del molde teológico de la reflexión pastoral, reciba bien pronto el influjo de las jóvenes ciencias psicológicas y pedagógicas, lo que explica que en algunos países, como Alemania, se haya extendido más bien la denominación pedagogía religiosa (Religionspadagogik), junto a la más tradicional de catequética.

Se puede decir que, a lo largo de su desarrollo, la reflexión catequética ha mostrado siempre un doble punto de referencia, teológico y pedagógico, con alternancia de acentos: más pedagógico en las primeras décadas del siglo, dominado por la preocupación metodológica y didáctica, más teológico en el período kerigmático del movimiento catequético, caracterizado por la renovación del contenido de la catequesis.

De esta doble pertenencia y continua fluctuación dan fe las vicisitudes y alternancias de los dos términos, pedagogía religiosa y catequética, para designar nuestra disciplina, junto con otras variadas expresiones de igual o semejante significado: pedagogía catequética, pastoral catequética, pedagogía del catecismo, pedagogía cristiana, metodología catequética, metódica de la enseñanza religiosa, catequética pastoral, etc. Esta fluctuación constituye de por sí un signo de la riqueza y complejidad del acto catequético, pero al mismo tiempo revela la existencia de una fuente constante de tensión y de posible discrepancia en el desarrollo de la disciplina.

A partir del Vaticano II, la catequética ha conocido un período de relativa fecundidad y expansión, determinado por el nuevo clima de repensamiento global de la praxis eclesial y por el desarrollo de la reflexión epistemológica. La existencia de diversos centros e institutos de catequética, la multiplicación de publicaciones e investigaciones en el campo catequético, y la presencia institucionalizada de la catequética (o de la pedagogía religiosa) en el ámbito académico aseguran la consolidación y el crecimiento de la joven disciplina.

1. LA CATEQUÉTICA, REFLEXIÓN CIENTÍFICA SOBRE LA CATEQUESIS. La identidad de la catequética queda propiamente determinada ante todo por el objeto mismo de que se ocupa, es decir, la catequesis, con toda la riqueza de sus dimensiones y en la variedad de sus realizaciones, ya sea en forma de enseñanza, de expresión simbólica, de reflexión comunitaria, de iniciación sacramental, de itinerario organizado de fe, etc. La catequética es concretamente la reflexión sistemática y científica sobre la catequesis con vistas a definir, comprender, orientar y valorar el ejercicio de esta importante acción educativa y pastoral.

Dada la complejidad y riqueza del objeto estudiado, se explica que la catequética admita en su seno divisiones y especificaciones. La forma concreta de hacerlo ha variado a lo largo de la historia, y resulta condicionada también por los distintos contextos teológicos y culturales en que se realiza. Así, por ejemplo, algunos autores suelen distinguir entre catequética fundamental, material y formal. 1) Por catequética fundamental se entiende el estudio de las condiciones y presupuestos básicos de la acción catequética y la determinación de su identidad y dimensiones fundamentales. 2) La catequética material tiene como objeto los contenidos de la comunicación catequética: estructura y articulación del mensaje, temas a tratar, criterios de selección y de inculturación, fuentes del contenido, etc. 3) Finalmente, la catequética formal se ocupa de los aspectos propiamente metodológicos y pedagógicos de la transmisión o mediación catequética: métodos, estructuras, agentes, lenguajes, programación6. Otros prefieren adoptar la distinción entre catequética fundamental y/o general y catequética especial o diferencial, esta última relativa a los diferentes destinatarios de la acción catequética, según la edad o la condición: niños, jóvenes, adultos, minusválidos, intelectuales, etc.; o a los distintos ámbitos o lugares de la catequesis: familia, escuela, parroquia, asociación7.

Para comprender la naturaleza de la ciencia catequética interesa también precisar cuál es propiamente el ángulo de visión o perspectiva específica (objeto formal) de su estudio. A este respecto es importante no perder de vista que la catequesis es esencialmente una acción eclesial, y como tal invoca un saber teórico que le permita ser analizada, fundamentada, iluminada y guiada. No tendría sentido limitarse, por ejemplo, a focalizar o poner al día contenidos a transmitir, dejando de lado los aspectos propiamente metodológicos y operativos de la catequesis como proceso y como acto. Ni puede bastar tampoco elaborar una teoría que fije de una vez para siempre las coordenadas esenciales de la catequesis, sin advertir que la acción catequética se tiene que encarnar necesariamente en el aquí y ahora de circunstancias concretas e irrepetibles.

Ahora bien, si la catequética se califica como ciencia de la acción catequética, significa que deberá configurarse, en su momento más específico, como disciplina metodológica, es decir, como teoría del método o camino a seguir para proyectar y llevar a cabo el proceso y el acto catequéticos. Y desde este punto de vista, la catequética se presenta sustancialmente como metodología sistemática y científica de la catequesis, como reflexión orgánica sobre el proceso y el acto catequéticos, a fin de analizarlos, interpretarlos y orientarlos.

Toda ciencia queda definida, además, por el método utilizado en su desarrollo. Ahora bien, el método de la investigación catequética debe corresponder a la variedad de dimensiones y aspectos que presenta la catequesis, tanto en cuanto proceso como en cuanto acto. De aquí se puede colegir una gran multiplicidad de métodos: técnicas de conocimiento y análisis de la realidad (psicológicas, sociológicas, históricas); instrumentos hermenéuticos de interpretación y discernimiento (sobre todo teológicos y filosóficos); métodos de proyectación y organización catequética (metodología pastoral, pedagógica, didáctica); técnicas de expresión, comunicación, interacción, animación de grupos; sistemas de evaluación y reproyectación operativa, etc.

Cabe concluir, por lo tanto, que la disciplina catequética se configura como un saber necesariamente pluridisciplinar, ya que recurre a una multiplicidad de métodos y procedimientos científicos. Es más: hoy se considera necesario orientarse hacia una auténtica interdisciplinariedad, como intento de hacer dialogar entre sí y llevar a una recíproca interacción los distintos procesos disciplinares involucrados en la reflexión catequética, lo que exige una adecuada capacitación de los catequistas (cf DGC 239-244).

2. EL EQUILIBRIO DE LAS TENSIONES. A la luz de las reflexiones hechas sobre la naturaleza y tarea de la catequética, es posible detectar ciertos rasgos característicos de una disciplina joven que, en cierto sentido, vive y se desarrolla al filo de diversas antinomias o, si se quiere, tensiones dialécticas: 1) Tensión entre fidelidad a Dios y fidelidad al hombre. Es la conocida ley estructural del método catequético que, difundida sobre todo por J. Colomb, ha entrado ya oficialmente en la conciencia catequética de la Iglesia8. Pero el principio de la doble fidelidad se traduce con frecuencia en fuente de exigencias contrapuestas y en campo de batalla entre defensores de la fidelidad a Dios y abogados de la fidelidad al hombre. 2) Tensión entre pedagogía divina y pedagogía humana. No pocas veces el componente pedagógico de la catequesis viene identificado con los dictámenes de una real o supuesta pedagogía divina, en términos tales que parecen vanificar concretamente cualquier recurso a la pedagogía profana o a las ciencias de la educación. 3) Tensión entre madurez cristiana y madurez humana. En el horizonte de los objetivos de la acción catequética se halla la clásica discusión sobre el ideal de madurez que debe ser perseguido, y por lo tanto sobre las relaciones existentes entre madurez cristiana y madurez humana. Ahora bien, la necesaria implicación del crecimiento en humanidad en todo proceso integral de maduración de la fe, trae consigo evidentes repercusiones para la tarea catequética. 4) Tensión entre contenido y método. Es esta, quizá, la forma más clásica y continuamente emergente de la tensión que se deriva de la complejidad epistemológica de la ciencia catequética. El campo de la catequesis está tradicionalmente expuesto al juego dialéctico de la contraposición entre contenido y método, entre la competencia teológica, que fija los contenidos, y las exigencias pedagógicas relativas a la mediación metodológica. Todo esto sobre el trasfondo, explícito o inconsciente, de la primacía del contenido sobre el método. En realidad, una correcta inteligencia de la relación contenido-método permite superar tales conflictos. 5) Tensión entre las dimensiones teológica y pedagógica de la catequesis, que sitúa la disciplina catequética en el punto de encuentro de estos dos grandes ámbitos disciplinares. La pertenencia al ámbito teológico garantiza la fidelidad de la catequesis a su identidad eclesial de praxis pastoral para la educación de la fe. En cuanto ciencia pedagógica, posee los criterios y elementosnecesarios para responder a las exigencias propias de todo proceso educativo. Esta doble pertenencia constituye para la catequética una indiscutible riqueza, pero también, como atestigua la historia, una fuente continua de tensión e incomprensión. 6) Tensión entre el carácter científico y el talante sapiencia) de la catequética, entre ciencia y arte de la catequesis. Ninguno de los dos aspectos puede ser ignorado o menospreciado: se trata de conjugar la doble exigencia, llevando paulatinamente el arte de la catequesis al mayor nivel posible de racionalidad científica. 7) Tensión entre teoría y praxis, entre reflexión y acción, entre nivel empírico y científico de la proyectación y realización catequética. También aquí se impone el equilibrio: un proceso metodológico correctamente entendido debe asegurar la dialéctica, siempre fecunda, entre una práctica controlada y guiada por la teoría, y una teoría continuamente confrontada con la verificación y estímulo procedente de la práctica.

La catequética, tradicionalmente, vive sumergida en el continuo juego dialéctico de estas tensiones y dualismos, que constituyen en cierto sentido su fortuna y su desgracia, su riqueza y su problema. De hecho, no es de extrañar la existencia de tal contraposición, si se considera la naturaleza teándrica de la encarnación y de la Iglesia, que repercute sobre todo el campo de la acción pastoral.

NOTAS: 1. Cf la obra clásica de D. LLORENTE, Tratado elemental de pedagogía catequtstica, Valladolid 1928. — 2 J. A. JUNGMANN, Die Frohbotschaft und unsere Glaubensverkündigung, Pustet, Regensburg 1936, 60. — 3. F COUDREAU, ¿Es posible enseñar la fe?, Marova, Madrid 1976, 41-42. — 4. Cf las recientes reflexiones de la Conferencia episcopal española en La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones (IC), 4. – 5. K. H. SCHMITT, Catéchéte et théologien, en G. ADLER Y OTROS, La compétence catéchétique. Suite aux travaux du Congrés de 1'Equipe Européenne de Catéchése á Gazzada (Italie) en mai 1988, Desclée, París 1989, 67-77. – 6. Cf por ejemplo H. HALBFAS, Catequética fundamental, Desclée de Brouwer, Bilbao 1974; W. NASTAINCZYK, Formalkatechetik, Seelsorge Verlag, Friburgo 1969. — 7. De este tenor es, por ejemplo, la división propuesta por J. J. RODRiGUEZ MEDINA, Pedagogía de la fe, Sígueme, Salamanca 1972, 32-34. — 8. DCG (1971) 34.

BIBL.: ADLER G. Y OTROS, La compétence catéchétique, Desclée, París 1989; ALBERICH E., La catequesis en la Iglesia, CCS, Madrid 1991; Catequética, en FLORISTÁN C.-TAMAYo J. J. (eds.), Conceptos fundamentales del cristianismo, Trotta, Madrid 1993, 151-164; AUDINET J. Y OTROS, Théologie et Catéchése, Chalet, Lyon 1982; BOURGEOIS H., Catéchése et théologie en une fin de siécle, Lumen Vitae 44 (1989) 367-375; COUDREAU F., ¿Es posible enseñar la fe?, Marova, Madrid 1976; GEVAERT J., Diccionario de catequética, CCS, Madrid 1987, especialmente GIANETTO U., Catequética (Manuales de), 168-171; GROPPo G., Teología pastoral y catequética, 781-783 y STACHEL G., Catequética, 167s.; Pedagogía de la religión (Religionspádagogik), 650-653; GROPPO G., Teologia dell'educazione, LAS, Roma 1991; Teología y catequesis, en L. PACOMIO Y OTROS, Diccionario teológico interdisciplinar I, Sígueme, Salamanca 1982, 95-107; GRUPPO ITALIANO CATECHETI, La catechetica: identitá e compiti, Udine 1977; Teologia e catechesi in dialogo, Dehoniane, Bolonia 1979; JARNE JARNE F., Catequesis y teología en los tres primeros Congresos catequísticos españoles (1913, 1926, 1930), Teología y catequesis 35-36 (1990) 281-346; MARLÉ R., Situation et mission du théologien, Études, tomo 376 (1992) 249-260; MAYMÍ P., Pedagogía religiosa, San Pío X, Madrid 1980; MEDINA J. J., Pedagogía de la fe, Sígueme, Salamanca 1972; MIDALI M.-ToNELLI R. (eds.), Qualitá pastorale delle discipline teologiche e del loro insegnamento. Una ricerca interdisciplinare, LAS, Roma 1993; SCHILLING H., Grundlagen der Religionspádagogik. Zum Verhdltnis von Theologie und Erziehungwissenschaft, Patmos, Düsseldorf 1969; Théologie  Catéchéte.s et Théologiens, Catéchése 15 (1975) n. 61; Théologie et Catéchése, Ed. du Chalet, Lyon 1982; VIAU M., La nouvelle théologie pratique, Paulines, Montréal 1993.

Emilio Alberich Sotomayor