ORGANIZACIÓN DIOCESANA DE LA CATEQUESIS
NDC
 

SUMARIO: 1. Fundamentos teológico-pastorales. II. Organización diocesana de la catequesis: 1. Identidad diocesana de la catequesis; 2. Proyecto diocesano de catequesis; 3. Secretariado diocesano de catequesis. III. Cauces de organización diocesana: 1. La comunidad cristiana; 2. La parroquia; 3. El catecumenado bautismal; 4. Los padres y la familia; 5. La catequesis y la educación de la fe en la escuela; 6. Las asociaciones, movimientos y agrupaciones; 7. Las comunidades eclesiales de base. IV. Tareas de la organización catequética: 1. Análisis de la situación; 2. Programa de acción; 3. Formación de catequistas; 4. Orientaciones e instrumentos de trabajo; 5. Coordinación de la catequesis; 6. Estudios e investigación catequética.


La organización diocesana de la catequesis está íntimamente unida a la conciencia evangelizadora de la Iglesia, a la situación misionera del cristiano en el mundo y al reconocimiento del carácter comunitario como elemento fundamental de la catequesis.

Han contribuido a la promoción de estructuras organizativas de la catequesis, en primer lugar, los documentos catequéticos emanados del magisterio eclesial y la publicación de catecismos nacionales y orientaciones para la catequesis de las conferencias episcopales1; y, en segundo lugar, la creación de centros de estudios catequéticos nacionales e internacionales, la edición de obras y estudios especializados y la publicación de revistas de reflexión y de divulgación.

En este mismo sentido, la publicación del Catecismo de la Iglesia católica y del Directorio general para la catequesis ha supuesto un acontecimiento importante para la organización de la pastoral catequética ya que, en ambos, se destaca el valor fundamental de la iniciación cristiana y se consolida la organización de la catequesis en las Iglesias particulares de cara al tercer milenio del cristianismo. A este propósito, merece la pena recordar también el documento de la Conferencia episcopal española, La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones (IC), con el que, a partir de la situación de la fe en nuestras comunidades eclesiales, se intenta ayudar a las Iglesias particulares a elaborar sus planes concretos de iniciación cristiana.

La organización de la catequesis en las diócesis se ha visto impulsada, también, por el despertar de la responsabilidad apostólica de los laicos en este campo, por el florecimiento de grupos de catequesis de adultos y por las propias necesidades religiosas de nuestro tiempo. Las estructuras organizativas de la catequesis parecen cada vez más necesarias, dada la amplitud y complejidad de los problemas catequéticos actuales.

Las características de la realidad pluricultural, social y religiosa que vive la sociedad contemporánea son una llamada a evitar la improvisación y la inercia rutinaria, y a impulsar el dinamismo catequético. El mundo de hoy reclama una estructura organizativa de la catequesis eminentemente misionera e iniciática que sea capaz de afrontar los desafíos de la cultura de la increencia. Si observamos la realidad catequética en las Iglesias particulares, es patente que la organización de la catequesis es todavía en algunas diócesis un camino por hacer, mientras que en otras, van creándose servicios específicos según las urgencias que plantea la realidad pastoral, y, en otras, existe ya una planificación consolidada que genera una dinámica de coordinación e impulso de la acción catequética con grandes signos de esperanza en la Iglesia actual.


I. Fundamentos teológico-pastorales

La acción organizada de la catequesis es una respuesta necesaria, concreta y urgente a la conciencia que la Iglesia tiene de sí misma y de la misión recibida de Jesucristo: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Me 16,15). La Iglesia «existe para evangelizar» (EN 14), su identidad más profunda le viene del ejercicio concreto de esta misión. Como asamblea visible y comunidad espiritual, terrestre y celestial, forma «una realidad compleja constituida por un elemento humano y otro divino» (LG 8).

La Iglesia se constituye esencialmente por la acción del Espíritu Santo, en la escucha y anuncio de la Palabra, y la celebración de la fe en los sacramentos: «El anuncio del evangelio y la eucaristía son los dos pilares sobre los que se edifica y en torno a los cuales se congrega la Iglesia particular» (DGC 218). La Iglesia se organiza estructuralmente como comunidad de amor en la diversidad de carismas y servicios, en solidaridad con todos y, de modo prioritario, con los más pobres.

Cuando hablamos de Iglesia, sin descartar todas sus demás realizaciones, nos referimos a la Iglesia local y más concretamente a la Iglesia particular o diócesis (cf CD 11). La diócesis, presidida por el obispo, se hace visible como signo y garantía de catolicidad en un territorio determinado: «En cada Iglesia particular se hace presente la Iglesia universal con todos sus elementos esenciales» (DGC 217; cf IC 14-15).

La estrecha unión entre acción catequética e Iglesia particular deriva de la consideración de la Iglesia como sacramento e instrumento universal de salvación. La diocesanidad como criterio de organización catequética es la traducción operativa de la misión de la que la Iglesia es portadora en el tiempo y en el espacio. Esta operatividad, fruto del Espíritu Santo, la capacita para responder valientemente a las diversas situaciones de los destinatarios y contribuir a la renovación y perfección del mundo por el anuncio del evangelio.

La comunión eclesial se expresa y se verifica históricamente en términos de acción orgánicamente articulada. Esta articulación supone una precisa y coherente diferenciación de personas, lugares y funciones en relación con los destinatarios y los contextos en los que, cada Iglesia particular, organiza la pastoral catequética. La adaptación supone asumir «la ley fundamental para toda la vida de la Iglesia (y por tanto para la catequesis): la fidelidad a Dios y al hombre en una misma actitud de amor (CT 55)» (DGC 145).


II. Organización diocesana de la catequesis

La organización de la catequesis en una diócesis encuentra su base en tres pilares irrenunciables: 1) la identidad diocesana como expresión de la comunión eclesial; 2) el proyecto de catequesis como marco para su desarrollo, y 3) el secretariado de catequesis como instrumento para orientar e impulsar la catequesis en coordinación con los demás ministerios eclesiales.

1. IDENTIDAD DIOCESANA DE LA CATEQUESIS. El planteamiento diocesano de la catequesis se fundamenta en la eclesiología de comunión y misión patente en el Vaticano II, desarrollada en la teología de la Iglesia local: «La coordinación de la catequesis no es un asunto meramente estratégico, en orden a una mayor eficacia de la acción evangelizadora, sino que tiene una dimensión teológica de fondo. La acción evangelizadora debe estar bien coordinada porque toda ella apunta a la unidad de la fe que sostiene todas las acciones de la Iglesia» (DGC 272). La acción catequética se inserta en la realización de la única misión evangelizadora de la Iglesia: «El propio concilio Vaticano II ha recomendado vivamente la coordinación de toda la acción pastoral para que resplandezca mejor la unidad de la Iglesia particular» (DGC 273).

La catequesis, en el marco de la Iglesia local, es operativa en cuanto concretadora, en términos de colaboración y de coordinación, de la función propia de cada uno de los miembros del pueblo de Dios: «La catequesis es una responsabilidad común pero diferenciada. Los obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y fieles laicos actúan en ella según su respectiva responsabilidad y carismas» (DGC 216). De este modo se conjuga la diversidad de ministerios con la unidad de trabajo, en comunión estrecha con los obispos como «primeros responsables de la catequesis, los catequistas por excelencia» (CT 63; cf IC 15-16), quienes orientan, estimulan y dirigen los proyectos e instituciones hacia una acción concorde para que aparezca con claridad la unidad de la diócesis (cf CD 17).

Hablar de ministerio de la catequesis es referirse a uno de los servicios fundamentales de la evangelización en toda Iglesia particular: «Mediante ella, la diócesis ofrece a todos sus miembros y a todos los que se acercan con el deseo de entregarse a Jesucristo, un proceso formativo que les permita conocer, celebrar, vivir y anunciar el evangelio dentro de su propio horizonte cultural» (DGC 218). Ese ministerio ha de ser expresado a nivel operativo y concretado en cauces y plataformas determinadas por las que se pueda realizar el servicio único, indispensable y propio de la catequesis (cf DGC 219).

2. PROYECTO DIOCESANO DE CATEQUESIS. El obispo, responsable primero de la evangelización en la parcela de la Iglesia que Dios le ha confiado, tiene el derecho y el deber de cuidar la coordinación de la catequesis, tanto en el interior de la misma, como en su relación con otras funciones y ministerios eclesiales, y en especial, con las otras formas del ministerio de la Palabra.

Juan Pablo II alienta a los obispos a asumir el ministerio catequético: «Vuestro cometido principal consistirá en suscitar y mantener en vuestras Iglesias una verdadera mística de la catequesis, pero una mística que se encarne en una organización adecuada y eficaz, haciendo uso de las personas, de los medios e instrumentos, así como de los recursos necesarios» (CT 63; cf IC 16).

Este servicio de organización, propio del obispo, encuentra un marco de orientación y de comunión eclesial operativo en el proyecto diocesano de catequesis: «la oferta catequética global de una Iglesia particular que integra, de manera articulada, coherente y coordinada, los diferentes procesos catequéticos ofrecidos por la diócesis a los destinatarios de las diferentes edades de la vida» (DGC 274). La finalidad del proyecto es animar la pastoral catequética, facilitar la comunicación entre asociaciones, movimientos y comunidades, y establecer una catequesis orgánica que desarrolle itinerarios específicos para los mayores, los adultos, los jóvenes y los niños (cf DGC 274).

También debe reflejar fielmente las disposiciones del RICA y organizar el proceso catecumenal de manera que coordine y discierna el esfuerzo de las comunidades de base por iniciar a la vida cristiana y el compromiso de vivir en comunidad. Asimismo ha de traducir, de forma inculturada, las indicaciones de los documentos catequéticos emanados de la Sede Apostólica para la Iglesia universal, entre los cuales destacan por su carácter fundamental el Catecismo de la Iglesia católica y el Directorio general para la catequesis. También, ha de reflejar el plan pastoral de la Conferencia episcopal del propio país y adaptar, al campo de la catequesis, el plan diocesano de pastoral.

Finalmente, consideramos necesario que el proyecto catequético indique los criterios teológicos y pedagógicos propios de la enseñanza de la fe, los objetivos que intenta alcanzar, y el camino que se ha de recorrer para conseguirlos. La elaboración del proyecto ha de ser fruto de las aportaciones diferenciadas y coordinadas de sacerdotes y catequistas comprometidos en la pastoral catequética y litúrgica de la comunidad diocesana2.

3. SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS. El secretariado diocesano de catequesis es «un instrumento que emplea el obispo, cabeza de la comunidad y maestro de la doctrina, para dirigir y orientar todas las actividades catequéticas de la diócesis» (DGC 265).

El mismo DGC señala, entre sus tareas y servicios principales, el análisis de la realidad diocesana en el campo de la educación de la fe; la formación y promoción de catequistas; la elaboración de materiales catequéticos y la colaboración con otros organismos diocesanos relacionados de algún modo con la catequesis (cf DGC 266). Para ser eficaz en su cometido, el secretariado diocesano de catequesis ha de estar dirigido por un director o delegado, dedicado preferentemente a este servicio. Su función es la de impulsar y coordinar el trabajo de los distintos departamentos con los que ha de contar el secretariado: departamento de adultos, departamento de infancia-juventud y departamento de mayores, entre otros.

El director del secretariado, para realizar sus múltiples funciones de modo adecuado, debería contar con un equipo permanente de expertos, sacerdotes, religiosos y laicos, en las diversas dimensiones de la formación de catequistas. Es función de este grupo: colaborar en el desarrollo del plan diocesano de la catequesis, estructurar el proceso catequético-litúrgico de iniciación cristiana, organizar la escuela de catequistas y ofrecer modalidades para la formación diferenciada de catequistas en función de la realidad psicológica, sociológica y religiosa de los destinatarios de la catequesis.


III. Cauces de organización diocesana

La organización de la catequesis discurre por unos determinados cauces, a través de los que se orienta y anima la acción de todos los que intervienen en su realización. El DGC señala como lugares o vías principales de esta organización catequética: la comunidad cristiana, la parroquia, el catecumenado bautismal de adultos, la familia, la escuela católica, las asociaciones, movimientos y agrupaciones de fieles, y las comunidades eclesiales de base (cf DGC 253-264). Destacamos algunos aspectos de estos lugares describiendo sus rasgos principales y sugiriendo algunas propuestas para su organización y desarrollo.

1. LA COMUNIDAD CRISTIANA. La catequesis es una responsabilidad básica que compete a toda la comunidad cristiana: «La Iglesia, fecundada por el Espíritu Santo, se realiza como Iglesia igual que una madre: concibiendo, gestando, alumbrando a nuevos hijos de Dios. Y, como madre, aspira a que la vida que transmite alcance en sus hijos una madurez tal que, configurados cada vez más con Jesucristo, lleguen a ser testigos fieles del evangelio en medio del mundo» (CC 110; IC 66). El cristiano nace de la Iglesia y se incorpora a la Iglesia. La educación en la fe es una acción que parte de la comunidad, se realiza en la comunidad y tiene como finalidad insertar a los catequizados en la vida plena de la comunidad adulta. La acción catequética expresa la vida de la comunidad y repercute positivamente en ella, enriqueciéndola con la entrega de los catequistas y con las virtudes de los que han sido incorporados a ella por los sacramentos de iniciación (cf IC 14).

Para despertar y cultivar la conciencia comunitaria y el sentido de pertenencia a la Iglesia particular, parece cada vez más necesario propiciar cauces de encuentro entre las experiencias y estilos de vida de los diversos grupos, movimientos y comunidades cristianas de base, presentes en la comunidad diocesana, para aunar esfuerzos y potenciar un proyecto catequético en clave comunitaria, corresponsable y misionera, significativo para el hombre y la mujer del nuevo milenio3.

2. LA PARROQUIA. La Iglesia sigue considerando la parroquia como el lugar privilegiado de la catequesis, «El lugar más significativo en que se forma y manifiesta la comunidad cristiana» (DGC 257; cf IC 33). Ella es la célula viva de la diócesis y «ofrece un luminoso ejemplo de apostolado comunitario porque unifica todas las diferencias humanas que en ella se dan y las inserta en la universalidad de la Iglesia» (AA 10). La parroquia debe suscitar en todos sus miembros el sentido de responsabilidad en el anuncio del evangelio y en la educación en la fe. Todos los cristianos deben considerar la catequesis como cosa propia, y colaborar en ella según el ministerio y carisma recibido. Padres, catequistas, sacerdotes, religiosos y religiosas, tienen la misión de formar una comunidad cristiana viva y dotarla de los mecanismos necesarios para que desarrolle su dinamismo catequético. Para que la parroquia pueda realizar todas las funciones catequéticas que le son propias, es necesario un serio esfuerzo de revitalización constante de las personas, los medios y las estructuras que la integran, a fin de mantener la cohesión fraterna y hacer posible la educación en la fe de todos sus miembros.

Tomar en serio la iniciación cristiana en la etapa de infancia-juventud, como en la edad adulta y la de los mayores, supone tener una organización de la catequesis parroquial que ofrezca, entre otros, los siguientes medios: itinerarios catequéticos orientados a las etapas fundamentales del proceso evolutivo: infancia-juventud, adultos y mayores; catequistas especializados para los niños que empiezan el proceso catequético de infancia sin que sus familias se hayan preocupado de iniciarles suficientemente en la fe; catequesis ocasionales destinadas a bautizados alejados de la vida de la Iglesia que se acercan a la comunidad parroquial a solicitar el sacramento del matrimonio o el bautismo para sus hijos; itinerarios catequéticos breves y sencillos para los padres de los niños que empiezan a prepararse a la primera comunión que les permita revitalizar su fe; celebraciones litúrgicas que manifiesten el misterio de la fe a los cristianos indiferentes, e incluso a los no creyentes, que acuden al templo sólo por razones familiares y sociales4.

Dentro de la pastoral catequética de la parroquia, ocupan un puesto particular los presbíteros. Ellos están constituidos «educadores en la fe» (PO 6b) y ejercen una responsabilidad fundamental en la organización, coordinación y desarrollo de la catequesis como vínculo que garantiza la comunión con el proyecto pastoral de la parroquia y con el plan pastoral diocesano. El trabajo del sacerdote se realiza principalmente en el ámbito parroquial, donde tiene, como función propia, establecer una catequesis sistemática, integral y gradual para que todos los fieles de la comunidad parroquial alcancen la madurez cristiana a la que han sido llamados en Jesucristo. Asimismo han de cuidar la orientación de los contenidos del mensaje en total fidelidad al magisterio de la Iglesia, promover vocaciones de catequistas, atender a su formación integral, coordinar su acción catequética, cultivar la comunión eclesial de cada uno de ellos y procurar su formación sistemática, de modo que lleguen a ser una verdadera comunidad de referencia para los catequizandos (cf CF 40-42; cf IC 33).

Para hacer posible la integración de la catequesis en el conjunto de la acción pastoral de la parroquia, el sacerdote ha de cuidar la relación estrecha de la catequesis con la liturgia y los sacramentos, así como la vinculación de la catequesis con la acción caritativa y de promoción social. Y ha de procurar, finalmente, la formación cristiana de la familia, la enseñanza religiosa escolar y la formación catequética que se imparte en los movimientos apostólicos.

3. EL CATECUMENADO BAUTISMAL. Dentro de las ofertas catequizadoras de la Iglesia particular, ocupa un lugar prominente el catecumenado bautismal: «lugar típico de catequización, institucionalizado por la Iglesia para preparar a los adultos que desean ser cristianos a recibir los sacramentos de la iniciación» (DGC 256; cf IC 1 1 I ss). Este catecumenado es el modelo referencial donde se debe inspirar toda catequesis de iniciación cristiana y, sobre todo, aquella que se dirige a jóvenes y adultos: «Las condiciones actuales hacen cada día más urgente la enseñanza catequética bajo la modalidad de un catecumenado para un gran número de jóvenes y adultos que, tocados por la gracia, descubren poco a poco la figura de Cristo y sienten la necesidad de entregarse a él» (EN 44). El catecumenado diocesano de adultos es un marco de referencia que hace posible la unidad de la profesión de fe, sin ahogar la riqueza y la pluralidad de las iniciativas catequéticas de talante catecumenal que hoy afloran en las Iglesias particulares. El obispo es «quien garantiza que la confesión de fe, a que conduce la catequesis, al ser auténtica y conforme al sentir de la Iglesia, llegue a fomentar la comunión en "un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo y un solo Dios y Padre" (Ef 4,5)» (CAd 234).

4. Los PADRES Y LA FAMILIA. La presencia de los padres y el testimonio de la familia cristiana es fundamental en el proceso de iniciación en la fe. La acción misionera, catequética y pastoral con las familias es hoy una de las funciones primordiales en la organización de la catequesis. Su importancia viene urgida, en primer lugar, por la propia vocación de padres: «Los padres son los primeros educadores de sus propios hijos, y en este campo tienen incluso una competencia fundamental: son educadores por ser padres»5, y, en segundo lugar, porque muchos padres cristianos han abandonado totalmente la responsabilidad de educar en la fe a sus hijos, contraída al pedir el bautismo o, por pura inercia ambiental, nunca la asumieron de modo serio y consecuente. El abandono de la educación en la fe de los hijos de muchas familias cristianas está agravado por la creciente secularización que invade nuestra sociedad y que repercute, de modo especial, en los matrimonios jóvenes y de mediana edad. En cualquier caso, la organización de la catequesis, ha de tener en cuenta la realidad religiosa y sociológica familiar para ayudarle a ejercer su misión «como Iglesia doméstica» según la expresión del Vaticano II (LG 12; cf IC 34).

Invitar a los padres a formar parte de un grupo de catequesis de adultos, indicarles la importancia de que participen en la misa dominical con toda la familia, organizar grupos de formación, fomentar el diálogo con los catequistas son algunas de las iniciativas que favorecen la presencia de los padres en la organización de la catequesis.

5. LA CATEQUESIS Y LA EDUCACIÓN DE LA FE EN LA ESCUELA. «La Iglesia particular integra en un único proyecto diocesano de pastoral educativa los diversos cauces y medios que llevan a cabo la educación cristiana de los niños y los jóvenes: la familia, la comunidad cristiana, los movimientos y asociaciones, las actividades de tiempo libre, la escuela católica, la presencia cristiana en la escuela pública, los medios de comunicación»6. La escuela, como ámbito de la formación integral de la persona, ha sido un lugar que la Iglesia ha cuidado generosamente. La escuela católica es otro de los lugares a tener en cuenta en la organización diocesana de la catequesis por su estrecha relación con el desarrollo de la educación en la fe de los niños y jóvenes (cf IC 36-38). En ella actúan diversas personas e instituciones: profesores, padres y alumnos cristianos, escuelas católicas y actividades de inspiración cristiana que necesitan ser atendidos espiritualmente en su formación y orientados en la gestión académica por los valores del evangelio. En algunos países la enseñanza de la religión cristiana se desarrolla en las escuelas estatales, donde forma parte de las asignaturas curriculares, o lucha por tener un puesto reconocido dentro del ámbito escolar7. Articular de modo práctico las diversas funciones de la educación de la fe es una importante responsabilidad de las delegaciones diocesanas de enseñanza y catequesis.

6. LAS ASOCIACIONES, MOVIMIENTOS Y AGRUPACIONES. El Espíritu Santo suscita constantemente en su Iglesia «asociaciones, movimientos y agrupaciones de fieles que se dedican a la práctica de la piedad, al apostolado, a la caridad y a la asistencia, a la presencia cristiana en las realidades temporales» (CT 70). Para cultivar estas dimensiones se requiere una catequesis básica que fundamente la formación específica que se recibe en los grupos específicos: «Antes hay que educar en lo que es común a los miembros de la Iglesia que en lo peculiar o diferenciador» (DGC 262). Esta catequesis se puede realizar tanto dentro de las propias asociaciones y movimientos como en grupos más plurales que fomenten la unidad y respeten un sano pluralismo eclesial.

En todo caso, el secretariado diocesano de catequesis, debe cuidar la relación estrecha con dichos grupos para procurar que se respete la «naturaleza propia» de la catequesis (cf CT 47) y se desarrolle toda su riqueza de modo orgánico y básico (cf DGC 262; IC 35). La etapa catequética se concibe como un estadio previo de iniciación que se expresa posteriormente, con toda riqueza de signos en la vida de las asociaciones, movimientos y agrupaciones de fieles. Cada vez es más necesario, dentro de la Iglesia local, establecer cauces de diálogo catequético entre los grupos existentes para consolidar la comunión eclesial y testimoniar ante el mundo la eterna e inefable comunión de amor de Dios Uno y Trino: «Que todos sean una sola cosa; como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean una sola cosa en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,21).

7. LAS COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE. Las comunidades eclesiales de base son «un signo de la vitalidad de la Iglesia» (cf DGC 263). La Iglesia diocesana debe valorar las comunidades que surgen a impulsos del Espíritu en su seno materno o vienen promovidas por nuevos movimientos eclesiales, especialmente aquellas que buscan ofrecer una catequesis integral, sistemática y orgánica (cf CC 59-65). El plan diocesano de catequesis ha de ofrecer para todas ellas un provecto marco que sirva de referente común para el trabajo catequético con adultos. No se trata de uniformar todos los modos de realizar los procesos catequéticos con adultos, sino de enriquecerse mutuamente con las distintas formas, iniciativas y espiritualidades con que se desarrolla la multisecular experiencia catequética de la Iglesia.


V. Tareas de la organización catequética

Las diversas manifestaciones que afectan a la vida de los creyentes son hoy un reto a la creatividad para la promoción de tareas específicas de la organización catequética llenas de dinamismo misionero y evangelizador. El DCG (1971) propone un marco referencial para toda planificación catequética e insinúa las acciones que se deben desarrollar: análisis de la situación, programa de acción, formación de catequistas, orientaciones para la catequesis e instrumentos de trabajo, promover estructuras adecuadas de catequización, coordinación de la catequesis en toda acción pastoral y promover la investigación (DCG 98-134).

1. ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN. La mirada del evangelizador se dirige siempre a la tierra donde ha de depositar la semilla de la Palabra. El esfuerzo por conocer, comprender y discernir la situación vital del mundo de hoy y, en particular, del cristiano en el mundo, es un paso previo a todo proyecto de pastoral catequética. El análisis de la situación no es un esfuerzo inútil antes de entrar en lo que es el objeto de la catequesis, ni es un presupuesto metodológico propio sólo de las ciencias humanas, sino que se debe realizar como exigencia del propio evangelio, que nos conduce a descubrir la presencia de Dios en los signos de los tiempos. Es recorrer el camino del hombre, según expresión de Juan Pablo II, el aquí y ahora de la acción del Espíritu Santo, que impulsa la historia hacia su plenitud. El análisis intenta detectar los valores y limitaciones del hombre y determinar la realidad con la que se encuentra cada Iglesia a la hora de organizar la catequesis: «Se trata de un análisis que debe hacerse a la luz de la fe, con actitud de comprensión. Valiéndose de las ciencias humanas, siempre necesarias, la Iglesia trata de descubrir el sentido de la situación actual dentro de la historia de la salvación. Sus juicios sobre la realidad son siempre diagnósticos para la misión» (DGC 32; cf también DGC 279-290)8.

2. PROGRAMA DE ACCIÓN. Para la vida catequética de la Iglesia particular es fundamental elaborar, publicar y desarrollar un programa o plan de acción que aglutine toda la actividad catequética. En él se deben proponer con sencillez los principios que lo inspiran, los acentos que se resaltan, los desafíos y opciones que se toman, los objetivos que se pretenden alcanzar y las líneas de acción operativas que harán posible la consecución del programa. Los planes de acción del Secretariado nacional de catequesis y la conexión de dichos planes con el plan pastoral de la Conferencia episcopal española, ha estimulado, en la realidad de la Iglesia de España, la elaboración de programas diocesanos que han hecho posible la clarificación del lugar de la catequesis en la evangelización, la toma de conciencia de la responsabilidad de la comunidad cristiana en la educación en la fe, la definición del carácter propio de la catequesis, la formación catequética de los sacerdotes; la formación sistemática de los aspirantes al sacerdocio, la creación de escuelas de catequistas, la elaboración de planes de formación diversificados y, sobre todo, la organización de la catequesis en la Iglesia particular (cf también DGC 281).

3. FORMACIÓN DE CATEQUISTAS. Uno de los aspectos que ha de cuidar de modo preferente una Diócesis es la formación de los agentes de la catequesis, ya que de ellos depende, en gran medida, la calidad de la acción catequética (cf IC 44). Entre los medios y cauces para hacer efectiva esta formación destacamos:

a) Las escuelas de catequistas. Han venido a ser el medio más importante y eficaz de la formación de catequistas en las últimas décadas. Para la organización y desarrollo de las mismas es conveniente contar con un plan de formación diocesano, y con materiales pedagógicos y didácticos específicos para el servicio de los grupos parroquiales o zonales que reciben la formación. Dichos materiales deben exponer los temas de formación bíblico-teológicos y catequético-pedagógicos. El programa se debe estructurar de modo sistemático en varios cursos. Es conveniente ofrecer guías didácticas al servicio de los profesores implicados en la formación de catequistas, para que puedan adaptar la materia que imparten al ámbito específico de la catequesis. Asimismo, es conveniente utilizar materiales complementarios, con oraciones y documentos, que faciliten el estudio del tema y creen en la escuela el ambiente catecumenal propio de la catequesis' (cf DGC 248-250)9.

b) Los cursillos de animación y puesta en marcha. Es necesario establecer un cursillo de iniciación para los nuevos catequistas que comienzan a dar catequesis, donde se expongan temas de catequética fundamental. Cuando el grupo parroquial de catequistas es pequeño, suelen asistir a dichos cursos catequistas en ejercicio con experiencia honda de catequesis. Se ha de procurar que dicho cursillo tenga muy en cuenta al catequista que se inicia y el momento catequético diocesano en referencia a la Iglesia universal. Favorece enormemente a la catequesis diocesana impartir cada año un mismo temario en los grupos que se hallan en circunstancias similares.

c) El encuentro diocesano de catequistas. El encuentro diocesano de catequistas es un día de convivencia de todos los catequistas existentes en la diócesis. Es un momento clave en la pastoral catequética diocesana y supone para los catequistas una experiencia muy significativa, que repercute en el cultivo de la vocación, formación y misión que le es propia. El lema de cada encuentro conviene que responda a las necesidades catequéticas diocesanas y a las orientaciones catequéticas eclesiales. El diálogo sobre las experiencias catequéticas favorece e impulsa la vida del catequista en todas sus dimensiones. La celebración de la eucaristía en el encuentro es el momento más importante y festivo del año catequético, pues en ella el obispo confiere la misión de catequizar a todos los catequistas de la diócesis. Esta celebración resalta la unidad de la acción catequética diocesana bajo la guía del obispo, su pastor.

d) El envío parroquial de catequistas. Es importante para la acción catequética de la comunidad parroquial celebrar el día del comienzo de la catequesis o día del envío de catequistas. La celebración del envío tiene como objetivo que los catequistas vayan descubriendo, año tras año, la misión que reciben, la vocación a la que son llamados y la formación que implica ejercer el ministerio de la catequesis. Este acto, realizado en la celebración de la eucaristía dominical, ayuda también a la comunidad parroquial a tomar conciencia de su responsabilidad catequética e impulsa a cada miembro de la misma a participar activamente en la función que le es propia, dentro de la acción catequética, como laicos, consagrados y sacerdotes.

e) Reunión de preparación y revisión de la catequesis. La reunión semanal del pequeño grupo de catequistas de un mismo nivel, para preparar y revisar la catequesis, juega un papel fundamental en la formación permanente de los catequistas. La función de esta reunión es profundizar en los elementos doctrinales, pedagógicos, vivenciales y celebrativos de cada tema y profundizar en la experiencia de fe del catequista: «de modo que su acción brote, en verdad, del testimonio de su vida. Cada tema catequético que se imparte debe nutrir, en primer lugar, la fe del propio catequista. En verdad, uno catequiza a los demás catequizándose antes a sí mismo» (DGC 239). La interiorización personal y la comunicación en el grupo cultiva la espiritualidad del catequista, le ayuda a ir creciendo en el ser catequista y le va capacitando en el saber hacer catequesis.

f) La clausura parroquial del curso catequético. Es conveniente establecer en todas las parroquias el final del curso catequético para reconocer los dones recibidos de Dios por medio de la obra de la catequesis. Los padres y los catequistas, junto con los niños, los jóvenes y los adultos catequizandos, dan gracias a Dios en la comunidad por todo lo que ha significado para ellos el curso catequético transcurrido. En la celebración se podrían presentar trabajos realizados por catequizandos y testimonios de padres, catequistas y otros miembros de la parroquia. Podría completarse esta celebración con una fiesta parroquial. Tanto la celebración del envío como la clausura de curso son una oportunidad para que el obispo, el delegado de catequesis o un vicario episcopal visiten la parroquia y fortalezcan con su presencia el sentido de Iglesia particular.

4. ORIENTACIONES E INSTRUMENTOS DE TRABAJO. La elaboración de materiales de trabajo es uno de los cometidos más importantes que realiza el Secretariado diocesano de catequesis. Los materiales didácticos tienen como objetivo desarrollar los distintos procesos catequéticos y responder a sus destinatarios de forma inculturada. Catecismos diocesanos, orientaciones catequéticas y materiales complementarios son las diversas formas de concretar el proyecto catequético diocesano (cf DGC 283).

Para un mejor servicio a la pedagogía de la fe, estos instrumentos suelen orientarse tanto a los destinatarios de la catequesis como a los catequistas y a los padres de familia. Las normas y criterios para la elaboración de materiales catequéticos están detallados en el Directorio general para la catequesis, especialmente en la segunda parte, donde se trata del mensaje evangélico que se ha de presentar (cf DGC 92-136).

5. COORDINACIÓN DE LA CATEQUESIS. Para coordinar la catequesis con el resto de ministerios y servicios de la comunidad eclesial es importante constituir algunos organismos en distintos ámbitos, nacionales o diocesanos. Destacamos la función del Secretariado nacional de catequesis, las Jornadas nacionales de delegados de catequesis y el Consejo asesor de la catequesis nacional, formado por sacerdotes, religiosos y seglares representantes de todas las provincias eclesiásticas del país. Asimismo es oportuno formar un equipo regional, integrado por los delegados de catequesis de una provincia eclesiástica o de varias provincias pertenecientes a una misma región. También en cada diócesis, es necesario, junto al Secretariádo diocesano, la existencia de un equipo permanente de personas pertenecientes a las distintas zonas pastorales o arciprestazgos que componen la diócesis. Estos equipos son de inestimable valor para la animación, coordinación y seguimiento de la acción catequética en la diócesis.

6. ESTUDIOS E INVESTIGACIÓN CATEQUÉTICA. El carácter fundamental de la acción catequética en la Iglesia hace imprescindible la formación académica de los que han de ser los responsables de su organización. El primer centro de estudios catequéticos para los futuros sacerdotes ha de ser el propio Seminario. La asignatura de catequesis debe formar parte de los planes de formación para el ministerio sacerdotal. Es conveniente, asimismo, promover escuelas para responsables a nivel diocesano o interdiocesano. Dichas escuelas pueden estar dedicadas sólo a la catequesis, con sus respectivas especialidades, o bien dirigidas a responsables de diversas acciones pastorales con un tronco académico común, y las consiguientes especialidades según las acciones que se van a encomendar a tales agentes (cf DGC 250).

Ha de procurar también la diócesis enviar sacerdotes, religiosos y seglares a centros de estudios superiores de catequética, «con objeto de preparar catequistas idóneos para dirigir la catequesis a nivel diocesano o dentro de las actividades a las que se dedican las congregaciones religiosas» (DGC 251).

NOTAS: 1. Nos referimos, en concreto, al Vaticano II (1962-65), al Directorio general de pastoral catequética (DCG 1971), al Ritual de iniciación cristiana de adultos (RICA 1972 y 1976) y a los Sínodos sobre evangelización y catequesis, y sus correspondientes exhortaciones apostólicas: EN (1975) y CT (1979). También a los Congresos internacionales de catequesis como, por ejemplo, los celebrados en Medellín (1968), Roma (1971), Puebla (1979), Sevilla (1992) y Roma (1997). En relación con la catequesis en España, cf CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Catecismos: Padre nuestro (1982), Jesús es el Señor (1982), Con vosotros está (1976) y Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia (1986), y también La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones (1999); CoMIsIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, La catequesis de la comunidad (ICCI 1983), El catequista y su formación (1CFI 1985) y La catequesis de adultos (ICAdI 1990); Jornadas nacionales de directores de Secretariados, que se han venido celebrando anualmente en Madrid desde 1967 hasta la fecha. – 2 Cf A. MARTÍNEZ RIQUELME, Pastoral, juvenil diocesana. Estudio de documentos de las Iglesias diocesanas, CCS, Madrid 1993, 67-90. — 3. Cf SECRETARIADO DE CATEQUESIS DEL SUR, El primer anuncio en la catequesis, Obispado de Huelva, 1998. — 4. Cf M. A. GIL LÓPEZ, La educación de la fe en la parroquia y en la escuela. Bautismo de niños en edad escolar, en La iniciación cristiana hoy: liturgia y catequesis. Jornadas nacionales de liturgia 1988, PPC, Madrid 1989, 89-109. — 5. JUAN PABLO II, Carta a las familias. Año internacional de la familia, San Pablo, Madrid 1994, 16. - 6.COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, El sacerdote y la educación, Edice, Madrid 1987, 52. – 7. J. C. GARCÍA DOMENECH-J. R. MARTÍNEZ-CARBONELL-L. S. TATAY-S. TORTOSA, Informe sobre la enseñanza de la religión, CETEP, Murcia 1997, 7-15. — 8. Cf, por ejemplo, GS 1-10; DGC 14-30; ChL 3-7; PdV 6-10; SRS 11-40; RMi 32; EV 3-4; III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, Documentos de Puebla (México), 1979, primera parte, 1-94; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La verdad os hará libres (Jn 8,32), Edice, Madrid 1990, 1-33; Proclamar el año de gracia del Señor (I.s 61; Lc 4,19), Edice, Madrid 1996, 32-72; COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, El catequista y su formación, Edice, Madrid 1985, 1-14; La catequesis de adultos, Edice, Madrid 1991, 1-22; SECRETARIADO DE CATEQUESIS DEL SUR, El primer anuncio en la catequesis, o.c., 29-101; SECRETARIADO DE CATEQUESIS DE CARTAGENA-MURCIA, Catequesis de adultos. Criterios operativos, Diócesis de Cartagena, Murcia 1996, 12-18; Actualidad de la catequesis. Encuesta-96, Murcia 1997. — 9. Cf M. A. GIL LÓPEZ, La formación de los catequistas en una diócesis, en El. sacerdote y la catequesis. XXV Jornadas nacionales de Delegados diocesanos de catequesis, Edice, Madrid 1992, 197-211.

BIBL.: IV CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, Santo Domingo, San Pablo, Madrid 1993; CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO, Líneas comunes de orientación para la catequesis en América latina, Departamento de catequesis, San Pablo, Lima 1986; Hacia una catequesis inculturada, Memorias II Semana latinoamericana de catequesis, Departamento de catequesis, Santafé de Bogotá (Colombia) 1995; Planeación pastoral participativa, Bogotá 1994, 101-174; GIL LóPEZ M. A., ¿Cómo poner en marcha una catequesis de adultos?, Sinite 106 (1994) 379-402; PAYA M., La planificación pastoral al servicio de la evangelización, PPC, Madrid 1996.

Miguel Ángel Gil López