FAMILIA ACTUAL EN ESPAÑA
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SUMARIO: Introducción: la familia es un valor social permanente. I. La realidad familiar en el marco de una cultura nueva: 1. Desafíos de hoy y su repercusión en el ámbito familiar; 2. Definiciones sociológicas de familia y su significado. II. Tipo de familia que se está configurando en España: 1. Constantes sociológicas de la familia española actual; 2. Pautas culturales y valores sociales de ayer, en baja hoy; 3. Pautas culturales y valores sociales nuevos; 4. Reducción de las funciones sociales de la familia; 5. Papel sociológico de la familia actual. III. Nuevas respuestas al nuevo tipo de familia: 1. Necesidad de una pastoral familiar realista; 2. Una pastoral que opte por un nuevo modelo de familia; 3. Una pastoral evangelizadora en el campo familiar. Conclusión.


Introducción: la familia es un valor social permanente

La institución familiar es un valor social permanente, tanto si la observamos desde la ética cristiana como si la estudiamos desde la sociología. Ahora bien, es un valor que no debe rehuir la crítica, ni las interpelaciones, ni los retos que el mundo de hoy le plantea, y debe estar siempre abierta a los nuevos planteamientos que le llegan desde las ciencias humanas: la psiccicgía, lu sociología, la antropología, la pedagogía.

"El matrimonio, la familia, de tal manera están en el corazón mismo de los fundamentos de la vida social, que, si no existieran, habría que inventarlos. Nadie ha demostrado hasta ahora (ni lo demostrará nunca...) que se pueda sustituir la familia como factor esencial de los procesos de socialización que configuran al ser humano»1.

La familia, basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, es la célula vital y primera de la sociedad. En ella recibimos la vida, y la persona es valorada por sí misma y no por su utilidad. En el troquel de la familia se forja la personalidad de los individuos, a través de ella nos insertamos en una comunidad y en una cultura, y es, además, la primera escuela de valores y virtudes sociales que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma2. La institución más inmediata y cercana a la naturaleza del ser humano es la familia. Solamente ella asegura la continuidad y el futuro de la sociedad3. Nunca pasará de moda, porque la necesidad de relación que ella representa es una fuerza instintiva, vital e inagotable en el ser humano.

La familia ha demostrado ser una institución social mutante, capaz de sobrevivir a todo tipo de cataclismos. Sucesivas revoluciones, reales o pretendidas, en la producción, la política y las costumbres, han conseguido derribar regímenes políticos, sistemas económicos e instituciones sociales, pero nada definitivo han podido hacer contra ese entramado natural de relaciones afectivas llamado familia. Nada ha sido tan elástico y funcional. Nada tan perenne.

Hoy, la familia es un valor en alza, gana puntos, y nadie pone en tela de juicio que goza de buena salud. Pese a los muchos, acelerados y radicales cambios de la sociedád, que han modificado su papel y sus funciones, la familia sigue ofreciendo el marco natural de apoyo emocional, económico y material, que es esencial para el crecimiento y desarrollo de sus miembros. Cuando falta la familia, secrea en la persona que viene al mundo una carencia preocupante y dolorosa que pesará posteriormente durante toda la vida, a veces de forma dramática4.

La familia es actualmente un crisol donde confluyen todas las transformaciones que zarandean a la sociedad contemporánea. Este hecho es especialmente palpable en el mundo industrializado, y mucho más aún en España, donde los cambios producidos en el campo de la política, la economía, la cultura y la propia tendencia demográfica han interaccionado entre sí hasta sumergir a la institución familiar en un baño de transformaciones tan profundas como decisivas. La progresiva incorporación de la mujer al mercado de trabajo, el descenso del número de miembros de la unidad familiar o la democratización de las estructuras políticas, son factores que están configurando un concepto de familia cada vez más lejano del que hemos vivido la mayoría de nosotros. Es así como la familia ha ido perdiendo su estructura marcadamente vertical, en beneficio de unas relaciones cada vez más horizontales, definidas por el diálogo entre todos los miembros de la institución, y por una creciente permeabilidad entre los roles masculino y femenino. A la familia se la ha llamado, con acierto, «la democracia más pequeña en el corazón de la sociedad»5.

Es la familia la que apoya al conjunto social y al individuo en particular en todo tiempo, y más en este de crisis económica y política. Todos los datos que nos proporcionan las encuestas sitúan a la familia en el número uno en el ranking de prestigio y credibilidad entre las distintas instituciones políticas, sociales, religiosas o sindicales. Un sondeo de la Unión Europea indica que la familia ocupa el primer lugar entre los diversos valores de los ciudadanos comunitarios, con porcentajes del 99,4% en Grecia, 99% en Portugal, 98% en Dinamarca y 97% en Irlanda. En España el porcentaje es de un 97%. Y los diversos estudios sociológicos realizados en nuestro país, en estos últimos años, señalan a la familia como la institución social más valorada y estimada, ya por edades o por estamentos sociales. La familia es un bien muy apreciado en nuestra sociedad española, sobre todo por las nuevas generaciones. Los jóvenes valoran la realidad familiar antes que el trabajo y el dinero, incluso por encima de la amistad. Para los estudiosos del tema, esta tendencia es interpretada como una reacción ante una sociedad cada vez más hostil e insegura en las relaciones interpersonales, convirtiéndose así la familia en el refugio seguro donde la necesidad de confiar en los demás se verá satisfecha.

La familia es como la caja de resonancia donde se reflejan y experimentan todas las consecuencias de nuestra tecnificada y móvil sociedad. No significa que la familia sea sólo víctima de la sociedad; también está llamada a aportar, a incidir y hasta a cambiar lo que de inhumano e injusto hay en la sociedad en la que vive.

La familia ha sido considerada siempre una institución esencial para los cambios políticos y sociales, sea para activarlos o para detenerlos. Políticos e ideólogos de toda orientación, han prestado atención a la familia, conscientes de la relevancia de la misma para la dinámica social.


I. La realidad familiar en el marco de una cultura nueva

El cambio sociocultural que estamos experimentando en España y, en general, en Occidente, no es un simple cambio epidérmico que afecte exterior y lateralmente a las personas y grupos, de forma que postule de ellos unos reajustes de retoque. No. El cambio de hoy es mucho más profundo y radical. Es todo un conjunto de ideas, actitudes, vivencias y valores los que se están sustancialmente revisando, al mismo tiempo que se reestructuran según una nueva jerarquía. Estamos embarcados en una nueva experiencia de la humanidad. Lo que realmente está cambiando, hoy, es la manera de estar en el mundo, el tipo de relación que el hombre establece con las cosas, con sus semejantes, con las instituciones, con los valores, con Dios. El Vaticano II, con inigualable maestría, en los números 4 y 54 de la Gaudium et spes (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo), nos presenta, en lenguaje vivo y muy actual, cómo es esta nueva cultura que está naciendo, dando origen a una significativa época de la historia humana.

La esencia de la institución familiar es la misma de siempre, pero sus miembros han cambiado radicalmente, porque se mueven en unas circunstancias históricas de modernidad y posmodernidad, marcadas sobre todo por el nacimiento del pensamiento crítico y de la ciencia moderna. Situemos a la familia (institución de siempre) en el nuevo marco cultural de hoy, porque la familia es un fenómeno sociocultural y no una entidad metafísica siempre idéntica a sí misma; de ahí que, por una parte, haya que aceptar de entrada la provisionalidad de todos los modelos sociológicos de familia y. por otra, adoptar una serena actitud crítica cuando hablamos de la institución familiar, para no estar haciendo un razonamiento abstracto.

1. DESAFÍOS DE HOY Y SU REPERCUSIÓN EN EL ÁMBITO FAMILIAR. He aquí los principales desafíos del mundo de hoy que, a mi modo de ver, más decididamente influyen sobre el grupo familiar, modificando las pautas de su conducta. Nos encontramos: 1) En un mundo secularizado, donde el horizonte de los intereses humanos ya no coincide con el horizonte cristiano; donde el hecho religioso ya no domina la realidad político-social, porque esta es autónoma y tiene consistencia propia. 2) En un mundo en constante y radical mutación cultural, donde las pautas de pensar y de actuar son diametralmente distintas de las de épocas anteriores. Se ha pasado, por ejemplo, de una autoridad fundamentada sobre todo en el cargo de la persona que mandaba, a otra que se basa primordialmente en el contenido, las razones y el testimonio o ejemplo que avalan lo mandado. La nuestra es una cultura nueva y de signo crítico que tiene una nueva jerarquía de valores (aquí el adjetivo nueva significa simplemente diferente; no es un juicio de valor). 3) En una sociedad cada vez más móvil, debido a la explosión demográfica de hace unas décadas, a la revolución industrial y tecnológica, a la división del trabajo, a la irrupción de los potentes medios de comunicación de masas y a los transportes modernos, sobre todo, la aviación comercia]. 4) En un mundo donde la ciencia y la técnica lo invaden todo, convirtiéndose a veces en peligrosa ideología. Hoy día, la ciencia y la técnica son las grandes fuerzas legitimadoras del sistema neocapitalista. Y los intereses de las masas llegan a coincidir con los de la auto-perpetuación del modelo tecnocrático. El neocapitalismo se legitima por sí mismo y por las prestaciones y servicios que realiza, ganando así la lealtad de las masas. Actualmente la tecnocracia incrementa y consolida su poder en todas partes. La tecnocracia es ideológicamente invisible, pero por otra parte ideológicamente omnipotente; es un fenómeno político, aunque aparentemente no lo parezca. Los que gobiernan se justifican porque se remiten a los científicos; y más allá de la autoridad de la ciencia —dice Theodore Roszak con mordaz ironía— ya no hay apelación posible6. La tecnocracia, que es el poder institucionalizado de la .iencia y de la técnica —afirman algunos sociólogos de la Escuela de Frankfurt: Horkheimer, Adorno, Marcuse, Habermas—, nos hace avanzar hacia una sociedad opulenta, pero vacía de significado. La crisis de Occidente es sobre todo una crisis cultural, en el más amplio sentido del término, y también moral. No es una crisis de pequeños detalles, sino una crisis de todo el sistema. Es una crisis, la nuestra, de proyecto de hombre y de proyecto de sociedad. 5) En una sociedad pluralista, donde no hay ningún grupo humano que lo pueda monopolizar todo; donde no hay ningún partido político (partido, etimológicamente, viene de parte) que posea la varita mágica para ofrecemos un perfecto proyecto global de hombre y de sociedad. 6) En una sociedad democrática, donde la crítica es una expresión normal, donde los líderes no son vitalicios, donde nadie es insustituible, donde nadie dice la última palabra en ningún campo del saber, donde se ha pasado de una sociedad aristocrática y caciquil a una sociedad cada vez más igualitaria y libre. 7) En una sociedad dinámica, en la que el saber ya no es patrimonio adquirido, sino más bien el fruto de una búsqueda constante y tenaz. 8) En una sociedad cada vez más sensible y preocupada por la defensa de la justicia y de la paz y por la promoción de los derechos humanos. 9) En una sociedad donde la juventud, respecto al grupo de los adultos, fonna un «mundo» y una cultura aparte. 10) En una sociedad donde la mujer juega un papel cada vez más importante y decisivo, haciéndose presente en casi todas las profesiones e interviniendo de una manera activa en la problemática ciudadana. 11) En una sociedad dividida todavía en clases sociales antagónicas y enfrentadas por causa del egoísmo de los hombres; donde la crisis económica y el paro hacen estragos, sobre todo entre las clases más humildes, y donde la expresión igualdad de oportunidades entraña un terrible sarcasmo, porque a veces se hace estructuralmente irrealizable. 12) En un mundo dividido aún en países ricos y países miserables, donde las desigualdades económicas son sangrantes, donde unos viven en la opulencia porque otros están sumidos en la más terrible indigencia. 13) En una sociedad consumista que da más importancia al tener cosas que al ser persona; que canoniza el verbo acaparar y olvida olímpicamente el verbo compartir; que se muestra agresivamente competitiva en todos los campos: familiar, social, profesional, escolar, y que tiene como ley suprema la máxima ganancia y como principal aspiración una refinada filosofía del bienestar. Es, además, la sociedad consumista una sociedad tolerante-represiva, es decir, tolerante mientras se respeten sus proyectos alienantes, sus reglas de juego. Es, también, un tipo de sociedad hábil y potente con capacidad de domesticar, y hasta de comercializar, la protesta que se hace contra ella. Pensemos en el movimiento hippy, que intentó ser una contestación a la sociedad de consumo y acabó siendo una moda de la misma.

Estos trece desafíos, de signo diverso, que acabo de señalar, inciden con fuerza en la institución familiar, modificando radicalmente sus pautas de pensar y de actuar7. Hay quien se precipita y confunde el desafío con la derrota. Nos puede conducir a ella, ciertamente, si nos encerramos en el desánimo amargo y desesperanzado del no hay nada que hacer, todo está perdido, todo va mal. Un desafío, claro está, tampoco es una victoria. Yo diría, más bien, que es un estímulo punzante, un acicate que nos impulsa a trabajar con constancia y realismo, a la vez que nos mueve a buscar nuevos caminos de salida a la crisis actual de la institución familiar. La familia no es una realidad cerrada en sí misma, que existe al margen de lo que sucede en la cultura en la que está inmersa. Solamente si la situamos en un cambio cultural más amplio y englobante, como el descrito en este apartado, puede sernos comprensible el cambio familiar.

2. DEFINICIONES SOCIOLÓGICAS DE FAMILIA Y SU SIGNIFICADO. Hoy día, en sociología de grupo y en psicología social, la tipología grupo primario-grupo secundario es una de las más importantes y sugerentes.

a) El grupo primario es un grupo relativamente pequeño –si bien no todo grupo pequeño es primario–, libremente elegido o libremente aceptado por sus miembros, los cuales tienen entre sí espontáneas y directas (cara a cara) interrelaciones; suelen ser frecuentes y cordiales los contactos personales entre los componentes del grupo primario, y sus lazos de solidaridad, hechos más de sentimiento íntimo que de cálculo interesado, les vinculan a unos valores comunes y les impulsan hacia unos objetivos compartidos.

El grupo primario desempeña un papel vital en la vida psíquica de la persona; le ofrece satisfacción afectiva y contribuye a su pleno desarrollo humano, proporcionándole el ambiente adecuado en el que pueda llevarse a cabo su normal desarrollo intelectual y emotivo.

El grupo primario redimensiona a la persona y le hace descubrir sus principales valores; facilita, además, la relación interpersonal profunda y sincera entre sus miembros; en él se percibe a la persona como tal, sin careta ni cualquier otro disfraz de personaje que desbarate su identidad. El grupo primario, finalmente, contribuye a potenciar el proceso de personalización del individuo.

Los miembros de un grupo primario se integran plenamente en él a partir del momento en que tres necesidades psicológicas fundamentales son debidamente satisfechas en el grupo y por el grupo. Estas tres necesidades son las siguientes: 1) Necesidad de inclusión: es la necesidad que experimenta todo miembro de un grupo primario de sentirse integrado, valorado y aceptado en su totalidad por aquellos a los que se une. Cuando esa necesidad busca ser satisfecha de forma más imperiosa es, sobre todo, en el momento de tomar decisiones. 2) Necesidad de control: esta consiste en el deseo de sentirse plenamente responsable de lo que sucede en el grupo, así como de definir sus propias responsabilidades y la de los demás miembros. Todo componente de un grupo primario siente necesidad de que la vida y dinámica del grupo no escapen de su control. 3) Necesidad de afecto: la tercera necesidad básica para toda dinámica de grupo primario es la necesidad de afecto. Esta consiste en el deseo de todo individuo de sentirse como insustituible en el grupo. El que se une a un grupo primario aspira no sólo a ser estimado por su competencia o por lo que hace o tiene, sino también y, sobre todo, por lo que es.

Puede afirmarse que en todo grupo primario existe una relación entre la cohesión del grupo y la satisfacción por el grupo y en el grupo de las tres necesidades fundamentales (inclusión, control, afecto) que sienten sus miembros.

b) El grupo secundario, en cambio, tiene características contrarias y complementarias a las del grupo primario. Es un grupo relativamente grande, si bien no siempre, en el que uno se encuentra más organizado con los otros que unido a los otros; las relaciones entre sus miembros son frías, impersonales, racionales, contractuales, formales, funcionales y, con frecuencia, indirectas. Los componentes de un grupo secundario no suelen participar en él con toda su personalidad, sino solamente bajo una faceta específica y limitada. Las personas de un grupo secundario no persiguen solidariamente ningún objetivo común; además, el grupo secundario no es un fin en sí mismo, sino instrumento de otros fines. Cuando la familia funciona como un simple grupo secundario pronto entra en crisis, y, más que un colectivo solidario unido por el diálogo y el amor, es una mera residencia donde simplemente se come y se duerme.

c) La familia. La familia, cuando esta es de verdad un colectivo compenetrado por el amor y un grupo solidario en los momentos difíciles, se suele citar como uno de los ejemplos más importantes de grupo primario. En este grupo se realiza la socialización del hombre, su humanización, su propia hominización en el sentido de inculturación. Y por inculturación entiendo el proceso de aprendizaje (inconsciente o consciente), por el que un individuo va adquiriendo poco a poco la cultura de su grupo. Al hablar de cultura, me refiero al conjunto de valores, ideales y esquemas de conducta, tanto sencillos como complejos, propios de un colectivo humano.

He definido la familia como grupo primario. Y el grupo primario es el grupo pequeño que mejor contribuye a la revalorización de las relaciones interpersonales.

Otra definición que podría darse de familia sería esta: un grupo relacional, que se construye en el tiempo y que permite crecer y madurar a todos sus miembros en el aspecto físico, psicológico, ético y también religioso, en el caso de la familia creyente.

La familia, además de ser el primer núcleo de amor con el que uno se encuentra, facilita nuestra adaptación al medio social y nos brinda no solamente los valores que en él perviven, sino también su interpretación. La familia obliga a todos sus miembros a salir de su individualidad para convivir con los demás. La familia debe ser el lugar en el cual se proporcione a los más jóvenes información y criterios sobre la vida social en la que ya se están insertando. «La familia es el ámbito en que tiene lugar la socialización y la educación más fundamental de las personas... Es en la sociedad familiar donde más fácilmente se le abre a cada uno el sentido profundo de su vida, que radica en la ley de la gratitud, según la cual cada miembro de la familia es apreciado ante todo por lo que es –esposo o esposa, hijo o hija, hermano o hermana– y no por lo que tiene o puede»8.

La familia es como un espacio social donde la vida puede experimentarse en toda su riqueza; es como un laboratorio de proyectos vitales, rodeado de un clima de comprensión y cariño; es como un lugar de libertad, donde el proyecto de un individuo puede ser criticado sin rencor y donde el análisis de un fracaso nunca se convierte en un trauma.

La familia es el ámbito en el que el niño lentamente puede aprender que necesita de los demás. Frente al individualismo exacerbado y al colectivismo nivelador, la familia puede mostrar, y muestra, en la vida de cada día, cómo los hombres necesitan de los hombres, cómo estos son seres esencialmente comunicacionales. Y la familia es la expresión y la garantía del ser humano como ser comunicacional.

La familia es una escuela en donde todos –padres e hijos– son aprendices y educadores. El amor, la libertad, la tolerancia, el diálogo, la austeridad, el verdadero sentido de la vida... son asignaturas comunes.

Además, la familia sigue siendo la principal fuente de humanidad. Si el grupo familiar funciona como un verdadero grupo primario, es decir, como un grupo libremente elegido o libremente aceptado, con profundas relaciones de comunicación, ayuda en gran manera a la humanización del ser humano.

La familia es una institución natural con un alto valor humano, humanizante y humanizador. Los padres aportan a sus hijos orientación y cariño y los hijos son para sus padres un factor sumamente gratificante, porque se ven en ellos reflejados.

En una familia cuyos diversos miembros están compenetrados puede superarse cualquier adversidad. La crítica no hiere y el fracaso no avergüenza. La comprensión y el cariño están por encima de todo.

No hay nada que centre más a una persona que una familia equilibrada y unida. El sello de humanidad que puede imprimir la familia a un individuo es muy fuerte. La familia deja en el temperamento y en el carácter de una persona una huella muy significativa. La importancia que tiene la familia en la humanización de las personas es enorme. Este texto de la Familiaris consortio es muy luminoso al respecto: «De cara a una sociedad que corre el peligro de ser cada vez más despersonalizada y masificada, y por tanto inhumana y deshumanizadora, con los resultados negativos de tantas formas de evasión –como son, por ejemplo, el alcoholismo, la droga y el mismo terrorismo– la familia posee y comunica todavía hoy energías formidables capaces de sacar al hombre del anonimato, de mantenerlo consciente de su dignidad personal, de enriquecerlo con profunda humanidad y de inserirlo activamente con su unicidad e irrepetibilidad en el tejido de la sociedad»9.

Los estados deberían tutelar la institución familiar como un tesoro. El eje vertebrador de la sociedad es la familia. Si este se resquebraja, el mismo estado entra en crisis. En España, tras más de dos años de trabajo y tres cambios en el texto, el 23 de abril de 1997, los grupos parlamentarios se pusieron de acuerdo sobre la valoración de la familia como «el lugar de socialización que favorece la estabilidad y la cohesión social y la mejor escuela de formación humana y cultural»; también coincidieron en la necesidad de incentivar la natalidad10, en conciliar la vida laboral y las responsabilidades familiares, en redistribuir las tareas entre hombre y mujer; y, finalmente, aprobaron las siguientes recomendaciones que propusieron al Gobierno para apoyar a la familia: 1) incrementar la deducción por hijo en el IRPF; 2) no se penalizará fiscalmente a aquellas familias en las que trabaja un solo cónyuge; 3) ayudas públicas para el pago de guarderías e incremento de la deducción fiscal por gastos de guardería; 4) reducir los impuestos indirectos para la compra de viviendas de protección oficial y aumentar las deducciones por alquiler de vivienda; 5) dotar el presupuesto para el cuidado de personar mayores; 6) reformar el Código penal para defender al menor de abuso sexual y violencia; 7) ampliar la familia numerosa a dos hijos, si uno es disminuido; 8) cumplir el código de autorregulación de la programación de las cadenas televisivas para evitar contenidos violentos o pornográficos en horarios infantiles; 9) ampliar la oferta de comedores escolares para facilitar la organización de las familias.


II. Tipo de familia que se está configurando en España

1. CONSTANTES SOCIOLÓGICAS DE LA FAMILIA ESPAÑOLA ACTUAL. La concepción monolítica de la familia no existe en realidad, es fruto de un psicologismo ingenuo. La familia es un mundo muy complejo y difícil de abarcar y expresar. Sólo anunciar los factores de identidad de la familia, como son la edad, la localización geográfica (familia urbana y rural), el tipo de trabajo y grado de cultura de sus miembros, la clase social, la región, la creencia religiosa, etc., nos manifiesta las profundas diferencias que abarca la palabra familia. Sociológicamente, por tanto, podríamos afirmar que la familia no existe, existen solamente familias: familias concretas, moviéndose en unas coordenadas humanas, sociales, económicas, políticas y ambientales concretas.

No obstante, en medio de la complejidad y diversidad del fenómeno familiar, encontramos unas grandes constantes sociológicas que dan una cierta homogeneidad a la realidad familiar de nuestros días. He aquí algunas notas sociológicas básicas, que son las constantes más destacables detodo tipo de familia actual. Hoy, la familia es cada vez más democrática, reducida (nuclear), especializada (monográfica) e inestable, y esta inestabilidad se debe a los fuertes condicionamientos socioeconómicos y culturales a los que se ve incesantemente sometida. También, actualmente, la familia es más vitalista y menos finalista que antes. Hoy día se da más importancia al momento presente que a las metas últimas, que al futuro.

2. PAUTAS CULTURALES Y VALORES SOCIALES DE AYER, EN BAJA HOY. Entiendo por pautas culturales y valores sociales de ayer, el resultado cultural, producto de una determinada época, que en un momento histórico apareció en la sociedad, pero que hoy ya se pierde en el pasado.

Estas son, en síntesis, algunas pautas culturales en baja que antaño tenían plena vigencia: la sumisión, el inmovilismo, el conformismo y el fatalismo que encajaba las injusticias con resignación; la uniformidad, es decir, un conjunto de pautas de pensar y actuar muy rígidas que dominaban toda la vida familiar; actitudes serviles, medrosas, en las que los padres tenían siempre la última palabra dentro de un régimen muy autoritario e inflexible. Y entre los valores sociales que hoy están en baja cabría señalar los siguientes: la autoridad, la obediencia, el justo sentido del ahorro, la austeridad, el espíritu de sacrificio, el dominio de sí mismo, la laboriosidad; el sentido del compromiso estable y definitivo; la fidelidad a la palabra dada.

3. PAUTAS CULTURALES Y VALORES SOCIALES NUEVOS. Entiendo por pautas culturales y valores sociales nuevos, los típicos de nuestro momento histórico, los que van a marcar el hoy de nuestra sociedad. Cualquier observador atento puede comprobar que, de unos años a esta parte, la familia española presenta un nuevo rostro, como resultado de una serie de cambios que la han afectado directamente.

a) Las principales pautas culturales y valores sociales nuevos que están en alza: 1) Conciencia progresiva de una mayor igualdad hombre-mujer: igualdad de derechos y deberes. Cada día se abre paso con más fuerza el reconocimiento del papel que la mujer está llamada a desempeñar en el hogar y en la sociedad. 2) Mayor comprensión hacia los hijos, con una amplia participación de estos en las decisiones familiares. 3) Mayor sinceridad y autenticidad en los hijos, en las relaciones de estos con sus padres y en las mismas relaciones entre los esposos. 4) Mayor naturalidad en las relaciones entre los sexos. Reconocimiento del valor de la sexualidad en la vida matrimonial, superación de tabúes y silencios, apertura a posiciones más acordes con las pautas señaladas por una adecuada psicología y pedagogía. 5) Una mayor valoración y aprecio de las relaciones interpersonales en la convivencia familiar. 6) Un clima de mayor libertad, una mayor potenciación de las decisiones personales y el consiguiente rechazo a lás imposiciones verticalistas y autoritarias. 7) La potenciación de la experiencia de una paternidad responsable. 8) Una mayor apertura, dinamicidad y capacidad de experimentación de nuevos modelos de participación y diálogo familiar. 9) El crecimiento de los hijos en un clima de mayor confianza, comprensión y corresponsabilidad.

b) Sombras que aparecen hoy en la familia: Este panorama positivo también tiene sus sombras, sus contrapartidas en la familia de hoy: 1) El exacerbado individualismo: cada uno va a lo suyo. A veces la familia se convierte en una cruel escuela de egoísmos. 2) El hedonismo a ultranza: todo se subordina al placer. 3) La relativización casi total de los valores morales. 4) El confusionismo de ideas, debido a una deficiente formación humana y religiosa. 5) La dejación de autoridad por parte de los padres, como reacción ante la educación en exceso rígida por ellos recibida, y debido al desconcierto ante las pautas de pensar y actuar de las nuevas generaciones, que no siempre aciertan a comprender.

4. REDUCCIÓN DE LAS FUNCIONES SOCIALES DE LA FAMILIA. La familia ha ido cediendo muchas de sus funciones a otras instituciones sociales. La familia ha dejado de ser una institución polivalente, es decir, ya no es una escuela de competencias universales ni un centro de formación integral.

Antes (término que puede abarcar más o menos años, según el lugar y circunstancias), la familia era un centro de producción, de consumo y de entretenimiento; hoy, en cambio, sobre todo en el mundo industrial y urbano, la familia ha dejado de ser centro de producción y hasta, para muchos, centro de consumo: cada día son más los que comen fuera de casa por motivos de trabajo. También se desarrollan fuera del círculo familiar: la enseñanza, la cultura, el deporte,las diversiones en general y la vida de los grupos primarios, donde voluntariamente se integran padres e hijos. La familia, por tanto, ya no es la panacea donde el individuo pueda encontrar todo cuanto necesita para poder realizarse plenamente como persona.

Esta acentuada reducción de las funciones sociales de la familia ha hecho que aquello que es específico, peculiar de la institución familiar se haya reducido a un mínimo; pero este mínimo es vital para conseguir la madurez de la personalidad humana. Ahora bien, la familia sólo será una ayuda para la realización psicológica de sus miembros, si de verdad estos la aceptan libremente —los hijos no la pueden elegir— como un auténtico grupo primario o de amistad.

Para salvar la familia, por tanto, no se trata de devolverle aquellas funciones institucionales que antes le pertenecían, ni se trata de encerrarse en sí misma como único y exclusivo grupo primario no contaminado, sino más bien de potenciar al máximo aquello que le es específico.

5. PAPEL SOCIOLÓGICO DE LA FAMILIA ACTUAL. Querer volver a la familia patriarcal o plurigeneracional es un sueño utópico, ya que hemos entrado en un proceso irreversible en el que la familia será cada vez más nuclear (núcleo reducido de personas) y su papel más monográfico, esto es, centrado fundamentalmente en la socialización, la estabilización y la gratificación afectiva de sus propios miembros.

a) La socialización de sus hijos, que quiere decir la capacidad de darles unas pautas de pensar y de actuar,para que puedan convertirse en auténticos miembros de la sociedad en la que viven y sean capaces de hacer un discernimiento crítico de los valores y contravalores de la misma.

b) La estabilización, que significa la fuerza equilibradora que tiene la familia para lograr centrar y hacer madurar a sus miembros, desde el punto de vista psicológico.

c) La gratificación afectiva, que lleva consigo la acogida comprensiva y amorosa que mutuamente pueden darse los que forman parte del mismo grupo familiar.


III. Nuevas respuestas al nuevo tipo de familia

1. NECESIDAD DE UNA PASTORAL FAMILIAR REALISTA. El primer criterio próximo de pastoral es el realismo sociológico. Sin este sentido realista corremos el peligro de servir a la familia del pasado o, lo que es peor todavía, a la familia abstracta, prefabricada por nuestra imaginación. Corremos el peligro, muy grave por cierto, de convertir nuestra pastoral familiar en un conjunto de respuestas estereotipadas a preguntas que nadie nos hace.

La familia que ha de recibir el mensaje salvador de Jesús y ha de profundizar en él (evangelización y catequesis) es siempre una familia muy concreta, que se hunde un poco en el suelo que pisa, que se mueve en medio de unas circunstancias y condicionamientos que la presionan en un sentido u otro y que, en definitiva, resulta moldeada por un tipo de sociedad de la cual es ella misma, en cierta medida, causa y efecto a la vez.

Si de verdad queremos servir a esta familia concreta –y no a una familia abstracta, prefabricada– hemos de conocerla de cerca y en profundidad. Tengamos muy presentes en nuestra acción pastoral familiar y en nuestra catequesis familiar esta serie de interrogantes: ¿cómo vive la familia hoy?; ¿qué historia tiene detrás?; ¿en qué concretos condicionamientos sociológicos se encuentra?; ¿hasta qué punto estos condicionamientos inciden sobre su vida cotidiana y la marcan positiva y/o negativamente?; ¿qué puntos de referencia tiene? Y ¿por qué tiene estos y no otros?; ¿quién se los proporciona?; ¿cuál es su escala o jerarquía de valores? Y ¿quién fabrica e impone estos valores y, en concreto, esta jerarquía?; ¿cuáles son sus concretas preocupaciones?; ¿cuáles son sus problemas reales?; ¿cuáles son sus principales proyectos y aspiraciones?

Estas preguntas no las podemos soslayar si verdaderamente queremos ser realistas en nuestra pastoral familiar y, más en concreto, en nuestra catequesis familiar. La evangelización y catequesis que intenta llevar a cabo nuestra pastoral familiar no será noticia liberadora, salvadora, si la familia a la que se cree hablar resulta que no existe en ningún sitio.

¿Da respuesta a la familia de hoy nuestra pastoral? Esta es realmente la pregunta clave que no puede quedar en el aire. Resulta temerario, por ejemplo, decir cómo debería ser hoy la familia, desde un punto de vista ético-cristiano, sin haber estudiado a fondo cómo es en realidad y sin conocer en qué concreta situación sociocultural se encuentra. Por tanto, antes de toda formulación ética, se hace necesario un preciso análisis sociológico. No cabe la menor duda de que, para un cristiano, un planteamiento sociológico, sin ir acompañado de un adecuado planteamiento ético, es incompleto y, precisamente por ello, no puede convertirse automáticamente en norma moral de conducta; pero también es verdad que un planteamiento ético, desconectado de un planteamiento sociológico serio y realista, resulta francamente manco y raquítico.

2. UNA PASTORAL QUE OPTE POR UN NUEVO MODELO DE FAMILIA. Nuestra pastoral debe intentar un nuevo proyecto de familia, debe aspirar a formar una nueva familia que contribuya a gestar una nueva sociedad, al servicio de la liberación integral de las personas11. ¿Cuáles serían los rasgos principales de esa nueva familia?

a) Una familia corresponsable, que asuma en común la elaboración y la ejecución de las decisiones que afectan a su funcionamiento. De ese modo contribuye a la consolidación de una sociedad política democrática, participativa, que favorece el despliegue de la creatividad personal de los ciudadanos.

b) Una familia, escuela de formación de la libertad, que propicie la aparición de convicciones en lugar de imponer consignas de arriba abajo en forma autoritaria. Así facilita la construcción de una sociedad personalizada, respetuosa con las libertades civiles de sus miembros.

c) Una familia una y plural. La unidad de la familia no está reñida con la diversidad de estilos de vida y opiniones de sus elementos integrantes. La unidad humana requiere aceptarse mutuamente como diferentes para servirse como complementarios.

d) Una familia abierta y comprometida. La vida conyugal y familiar resulta potenciada y enriquecida, humana y cristianamente hablando, a través del compromiso cívico. Un matrimonio que se cierra en sí mismo, que no cultiva todas las dimensiones que definen la personalidad humana, acaba empobreciéndose en aquello que es más específico de la vida conyugal y familiar: el amor conyugal. Un amor conyugal adulto se alimenta también de las inquietudes que trascienden el ámbito de la propia familia y armoniza el amor entre dos con el amor a los otros. De lo contrario, la familia no pasa de ser un egoísmo compartido.

e) Una familia, escuela de humanidad. La familia no sólo cumple la trascendental misión de transmitir la vida y prolongar así la humanidad. Es también motor de humanidad. La familia, lejos de ser un obstáculo para el desarrollo y crecimiento de la persona, es el ámbito privilegiado para hacer crecer todas las potencialidades personales y sociales que el ser humano lleva inscritas en su ser. Es el ambiente donde cada uno de los hijos descubre e inicia la andadura de su vocación humana y cristiana. También para los esposos, la familia que ellos constituyen es ámbito de su propia realización personal.

f) Una familia, escuela de diálogo. El diálogo significa saber decir lo justo en el momento más oportuno y, a la vez, saber escuchar, con atención y ganas de aprender, las razones del otro. El diálogo consiste en descubrir al otro, encontrarme con él y escucharle comprensivamente. El diálogo,hoy más que nunca, debe ser el soporte básico del amor matrimonial y familiar. El amor es lo más contrario que existe tanto respecto al individualismo como respecto al totalitarismo, es decir, respecto a los dos polos de opresión. El amor matrimonial es la conciencia de no existir plenamente más que en el diálogo con el otro, en la acogida a la interpelación del otro. Ahora bien, para que el diálogo entre esposos y entre padres e hijos sea una realidad, deben darse cuatro condiciones básicas que, en síntesis, son estas: la claridad, la afabilidad, la confianza y la prudencia pedagógica o el sentido de la oportunidad, que sabe detectar en todo momento cuál es el estado psicológico del interlocutor.

g) Una familia, escuela de solidaridad. El mundo no acaba en las paredes de la casa. La familia auténticamente cristiana debe ser un lugar abierto a la acogida de los amigos, sobre todo a la acogida de aquellos que en momentos de apuro acudan al calor de esa amistad.

h) Una familia, «iglesia doméstica» que, como comunidad de vida y amor, es manifestación privilegiada de la Iglesia, llamada a continuar en la historia la misión de Cristo. Reza a Dios Padre y se constituye en verdadera escuela de valores evangélicos. La verdadera familia cristiana, con el amor, edifica la Iglesia, sirve al hombre y transforma el mundo en reino de Dios. La familia, en efecto, al igual que la Iglesia, «es un espacio donde el evangelio es transmitido y desde donde este se irradia»12. Además, «la familia, como lugar de catequesis, tiene un carácter único: transmite el evangelio enraizándolo en un contexto de profundos valores humanos. Sobre esta base humana es más honda la iniciación en la vida cristiana: el despertar al sentido de Dios, los primeros pasos en la oración, la educación de la conciencia moral y la formación en el sentido cristiano del amor humano, concebido corno reflejo del amor de Dios creador y padre»13.

3. UNA PASTORAL EVANGELIZADORA EN EL CAMPO FAMILIAR. Evangelizar es hacer presente y patente en las personas, comunidades humanas y procesos de la historia la fuerza original del evangelio de Jesús. La evangelización es a la vez proclamación de Jesucristo y liberación real del hombre en todas sus dimensiones, y especialmente, en su dimensión familiar. Y esta liberación real y total del hombre no es algo extrínseco o sobreañadido, sino un momento intrínseco y esencial de la acción evangelizadora.

Evangelizar hoy es repetir la gesta de los apóstoles, que consiste en crear comunidades de fe, presentes en medio de las masas del mundo; comunidades que vienen del mundo, que nacen de la realidad misma social, como focos de sociabilidad intensa, y que intentan, con la ayuda del Espíritu, vivir y proclamar en medio de la sociedad los valores fundamentales del reino de Dios anunciados y vividos por Jesús: la justicia, la verdad, la libertad, la fraternidad y la paz.

Ahora bien, evangelizar lleva consigo tal clase de exigencias en la manera de ser y de vivir y en la forma de hablar y de actuar, que bien se puede hablar del precio de la evangelización. Efectivamente, la evangelización (si lo es de verdad) tiene que costarnos fuertes renuncias, una clara superación de ciertas ambigüedades y una opción decidida por las bienaventuranzas. La vivencia y el testimonio de las bienaventuranzas —a nivel personal y a nivel familiar—es lo más específico y peculiar que podemos aportar al mundo los que nos llamamos seguidores de Jesús.

La familia cristiana será una fuerza evangelizadora si de verdad se constituye en una escuela de verdaderos valores evangélicos, si en su seno se viven y se cultivan: el amor cristiano, la austeridad, la justicia, la verdad, la paz, la comprensión, el diálogo, el respeto, el espíritu de trabajo y la alegría evangélica. «Todos estos valores no son sólo conceptos doctrinales que la familia ha de enseñar de manera teórica, sino, sobre todo, formas de vida que progresivamente deben ir modelando al grupo doméstico. Así podrán surgir hombres nuevos que sean luz y sal en la creación de un mundo nuevo»14.


Conclusión

La familia es una institución en crisis, sin duda, porque en crisis está nuestra sociedad, que ha quedado enmarcada en un nuevo contexto sociocultural que aún no ha digerido adecuadamente. Pero esto no quiere decir que se hunda la familia —como algunos falsos profetas de calamidades se empeñan en afirmar—, sino un tipo de familia, a fin de que, no sin dolor, pueda surgir un nuevo modelo de familia: una familia corresponsable; una familia una y plural; una familia abierta y comprometida; una familia, escuela de humanidad; una familia, escuela de diálogo; una familia, escuela de solidaridad, y una familia, Iglesia doméstica.

Esta realista constatación la formula magistralmente Juan Pablo II al comienzo de su exhortación apostólica Familiaris consortio: «La familia en los tiempos modernos ha sufrido, quizá como ninguna otra institución, la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura. Muchas familias viven esta situación permaneciendo fieles a los valores que constituyen el fundamento de la institución familiar. Otras se sienten inciertas y desanimadas de cara a su cometido, e incluso en estado de duda o de ignorancia respecto al significado último y a la verdad de la vida conyugal y familiar. Otras, en fin, a causa de diferentes situaciones de injusticia se ven impedidas para realizar sus derechos fundamentales»15.

No olvidemos que «el matrimonio y la familia son realidades dinámicas, siempre en movimiento, cambiantes, verdaderos procesos que se desarrollan en el tiempo y que hay que construir día a día, desde el primer encuentro hasta la muerte. Para el cristiano, en ese contexto se sitúa el sello sacramental, que no es más que el momento cumbre, pero no único, de la inserción de un hombre y una mujer en la plenitud de la vida de Cristo. O, si se quiere, la inserción de Cristo en el amor de un hombre y una mujer»16:

Finalizamos con el mismo pensamiento con el que se iniciaba este artículo: la institución familiar es un valor social permanente, pero no deberehuir la crítica, porque si la rehúye, quedará anquilosada y no será capaz de afrontar el futuro con lucidez y valentía.

NOTAS: 1. R. ECHARREN, El matrimonio y la familia, Cáritas 363 (1996) 4. – 2. Cf ASAMBLEA PLENARIA DEL EPISCOPADO ESPAÑOL, Declaración sobre el Año internacional de la familia (19 de noviembre de 1993). – 3. Cf Mensaje de JUAN PABLO II para la Jornada mundial de la paz (1 de enero de 1994), De la familia nace la paz de la familia humana. – 4. Cf NACIONES UNIDAS, 1994, Año internacional de la familia. Erigir la democracia más pequeña en el corazón de la sociedad, Viena 1991, n. 6; cf también JUAN PABLO 1l, Carta a las familias. Año internacional de la familia (2 de febrero de 1994), n. 2. – 5. El eslogan de las Naciones Unidas para el Año internacional de la familia celebrado en 1994 fue este: «Erigir la democracia más pequeña en el corazón de la humanidad». – 6. Cf T. ROSZAK, El nacimiento de una contracultura, Kairós, Barcelona 1976', 22. — 7. Véase una más amplia explicación de cada uno de estos trece desafíos en J. BESTARD, Mundo de hoy y fe cristiana, Narcea, Madrid 1985'. – 8. E. YANES, Discurso del presidente de la Conferencia episcopal española en la apertura de la LXV11 Asamblea del episcopado (abril de 1997). – 9. FC 43. -10 La fecundidad tocó fondo en España en 1994, con un índice de 1,21 hijos por mujer (la tasa más baja del mundo tras Hong Kong), y ha empezado a recuperarse en 1995 al elevarse hasta 1,24 hijos. España perderá población en la próxima década. Los demógrafos constatan una evidencia: la tasa de natalidad española es la más baja de Europa. En el próximo siglo, el número de nacimientos no compensará al de fallecidos. Un reciente estudio del Consejo de Europa, titulado Evolución demográfica reciente en Europa, 1996, prevé que esta tendencia se acentúe en los próximos años en España y aboque a una inevitable pérdida de población hacia el año 2000. En las actuales circunstancias, sólo la inmigración puede dar un vuelco a esta tendencia. – 11. Cf AA.VV., Futuro de la familia creyente, Diócesis de Bilbao, Bilbao 1984, 23-24. – 12. EN 71. – 13. DGC 255. – 14. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Matrimonio v familia hoy (6 de julio de 1979), Colección Documentos y estudios 46, PPC, Madrid 1979, 32. – 15. FC 1. – 16. R. ECHARREN, Familia y matrimonio a la luz de la fe, conferencia pronunciada el 22 de abril de 1978, en Madrid, en la VIII Asamblea de matrimonios ACIT, 17.

BIBL.: Documentos: CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Declaración de la Asamblea plenaria sobre el Año internacional de la familia (19 de noviembre de 1993); JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Familiaris consortio, sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual (22 de noviembre de 1981); Mensaje para la Jornada mundial de la paz: «De la familia nace la paz de la familia humana» (1 de enero de 1994); Carta a las familias. Año internacional de la familia (2 de febrero de 1994); NACIONES UNIDAS, 1994, Año internacional de la familia. «Erigir la democracia más pequeña en el corazón de la sociedad», Viena 1991; OBISPOS DE PAMPLONA Y TUDELA, BILBAO, SAN SEBASTIÁN Y VITORIA, Carta pastoral: «Redescubrir la familia» (16 de abril de 1995); PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA, Carta de los derechos de la familia (24 de noviembre de 1983). Libros: AA.VV., Familia y política: controversias y futuro, Universidad Pontificia Comillas, Madrid 1996; AA.VV., Futuro de la familia creyente, Diócesis de Bilbao, Bilbao 1984; CASTELL P., La familia ¿está en crisis?, Columna, Barcelona 1996; FUNDACIÓN FOESSA, V Informe sociológico sobre la situación social en España. Sociedad para todos en el año 2000, c. 3: Familia, Fomento de estudios sociales y de sociología aplicada (FOESSA), Madrid 1994, 417-547; PAGOLA J. A., Cómo vivir la fe en la familia actual, Idatz, San Sebastián 1995. Números monográficos de revistas: Preguntas a la familia, Imágenes de la fe 94 (1968), Madrid; La familia y nuevas formas de convivencia, El Ciervo 455 (enero 1989), Barcelona; La familia ¿crisis o transformación?, Cáritas 341 (junio 1994), Madrid; La familia, Concilium 260 (agosto 1995), Estella.

Joan Bestard Comas