EVANGELIZACIÓN
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SUMARIO: I. Evangelizar: 1. En la Sagrada Escritura; 2. En la Iglesia primitiva; 3. En la actualidad. II. Datos históricos: 1. En el protestantismo; 2. En la Iglesia católica. III. Evangelización y catequesis. IV. La evangelización y la catequesis en el DGC.


Evangelización
es la acción de evangelizar o anunciar el evangelio. Evangelio es una palabra de origen griego que significa buena noticia. Esta voz era ya conocida en el mundo clásico. Constituía la buena o alegre noticia, traída por un mensajero, por ejemplo, del triunfo sobre el enemigo en una batalla. Significó incluso la recompensa dada al portador de la buena noticia. El cristianismo primitivo usó esta palabra para aplicarla al acontecimiento de la encarnación del Hijo de Dios. Luego la utilizó en plural para designar los cuatro libros —los evangelios— que narran los principales hechos y palabras de Jesús, desde que comenzó su predicación en Galilea hasta su ascensión al cielo. Los evangelios reciben el nombre de sus autores: Mateo (Mt), Marcos (Me), Lucas (Le) y Juan (Jn). Los tres primeros son denominados sinópticos, porque pueden leerse en paralelo, como en visión panorámica.


I. Evangelizar

Evangelizar es un verbo derivado de evangelio, y equivale a la proclamación o anuncio de Jesucristo y de su mensaje. Con la finalidad de que quien recibe esta alegre noticia se convierta y se bautice, para ser hijo adoptivo de Dios, formar parte de la Iglesia y llegar a la plenitud de la vocación sobrenatural con la práctica de las buenas obras.

1. EN LA SAGRADA ESCRITURA. En la Escritura hay un vocabulario concreto referido al anuncio. Se descubre, como es lógico, que los términos neotestamentarios tienen sus raíces y su forja en el Antiguo Testamento. Esta constatación es una buena ayuda para la comprensión de la terminología cristiana sobre la transmisión del mensaje evangélico. Básicamente, pues, basculamos entre dos términos del griego koiné o común, cuyo vocabulario constituye el de los evangelios y escritos apostólicos. Los dos vocablos son los verbos kerysso y euangelízomai (y sus derivados).

De todas maneras, debe advertirse que los conceptos del Nuevo Testamento superan a los del Antiguo por la misma dinámica de la revelación. La irrupción de nuevos contenidos construye necesariamente un nuevo léxico.

2. EN LA IGLESIA PRIMITIVA. El kerigma indica una predicación autoritativa, cuyo contenido es el euangélion. A saber, el evangelio es lo proclamado. Jesús, en los sinópticos, proclama la conversión, el reino, el evangelio de Dios. En esta línea modélica actuarán los apóstoles. Pablo sube otro peldaño, puesto que referirá abiertamente el kerigma al acontecimiento Jesús. Para el Apóstol, Jesús, el proclamador, pasa a ser el proclamado. Parece que en las cartas pastorales hay como un tercer escalón: el kerigma se va identificando con la didajé, y así se va formando la doctrina o depositum fidei (el depósito de la fe).

Conviene notar que, en todos los textos, la proclamación kerigmática se dirige a los judíos y paganos. Es una proclamación —la primera y fundamental— para suscitar la fe en Jesús, Señor y Salvador.

En sentido estricto la evangelización debe referirse al kerigma o primer anuncio del evangelio. Está destinado a suscitar la fe y la adhesión primera a Jesucristo. Este sería el significado primario de evangelización.

En He 2,14-36 hay un ejemplo claro del kerigma. En efecto, inmediatamente después de la efusión del Espíritu Santo, el mismo día de Pentecostés, Pedro se dirige a la multitud. Expone cómo la venida del Paráclito corresponde a la predicción profética de J13,1-5. Inmediatamente proclama un anuncio fundamental: Jesús de Nazaret, acreditado por Dios con milagros, según el designio determinado y la presciencia de Dios, fue ejecutado injustamente en la cruz. Pero Dios lo ha resucitado y lo ha constituido Señor y Cristo. Todos son invitados a convertirse y a bautizarse, para el perdón de los pecados. En otros pasajes del mismo Pedro (por ejemplo, He 3,22) proclama que el Señor volverá.

En realidad, en la estructuración de la Iglesia primitiva, después del anuncio kerigmático, el que lo acoge entra en el catecumenado a fin de prepararse para el bautismo.

3. EN LA ACTUALIDAD. El Ritual para la iniciación cristiana de adultos (RICA) todavía utiliza esta terminología. En efecto, al tratar de la estructura de la iniciación de adultos, en las Observaciones previas, indica que hay diversos grados o etapas. Señala, como primer tiempo, un momento que exige investigación por parte del candidato y una dedicación a la evangelización y al precatecumenado por parte de la Iglesia; acaba con el ingreso en el grado del catecumenado (cf RICA 1, 7; IC 2, 24-25). Lo cual lleva a la afirmación de que la evangelización es la característica del precatecumenado. Y se define como el anuncio puntual y fundamental en orden a la fe y a la primera conversión.

El documento Ad gentes, que el Vaticano II dedicó a las llamadas clásicamente misiones, presenta la evangelización en cuanto predicación provocadora de la conversión inicial, a la cual sigue el ingreso en el catecumenado.

De todos modos, se ha impuesto la palabra evangelización para describir, prácticamente, la misión de la Iglesia. Un concepto, restringido y delimitado, ha conocido la máxima amplitud. Y ha conseguido abrirse camino en los medios eclesiales. El magisterio pontificio y episcopal hablan, a menudo, de evangelización (y de nueva evangelización). Dicho vocablo se utiliza frecuentemente como lugar teológico y pastoral. Por ello, conviene indagar cómo se ha producido esta ampliación.


II. Datos históricos

1. EN EL PROTESTANTISMO. El término evangelización es harto reciente en el lenguaje de la Iglesia católica. Conviene decir que el protestantismo lo usó en el siglo pasado, con un talante parecido al de la actualidad católica. Influyó mucho en ello el movimiento Evangelical revival que, a finales del siglo XVIII, tuvo enorme peso en Inglaterra. Puede ser oportuno tener presente que, durante el siglo XIX, hubo un verdadero despertar misionero, tanto entre los protestantes como entre los católicos. Fue una gran novedad para los primeros, que, desde 1815 a 1914, realizaron una enorme actividad misional. Se desarrollan las sociedades misionales protestantes, que rompieron con la Iglesia oficial para seguir su propio impulso. Desde mediados de siglo, utilizaron explícitamente la palabra evangelización para expresar el anuncio del evangelio a todos los hombres, de modo especial a los no cristianos. Sucede que esta evangelización, con todas sus connotaciones positivas, también las conoce negativas, especialmente por su unión con el colonialismo. Téngase presente el momento histórico concreto. Hay, pues, una historia muy curiosa, que no es posible profundizar aquí. De todos modos, hay que notar que, después de la I Guerra mundial, el término y la práctica de la evangelización conocieron cierta sordina, a causa del renacimiento de los nacionalismos y la revaloración tanto de las culturas como de las religiones de los países de misión.

2. EN LA IGLESIA CATÓLICA. Este tema, por lo que se refiere al catolicismo, hay que situarlo al final de la II Guerra mundial. Los agentes de la pastoral constatan fundamentalmente que, a partir del gran desastre bélico, la práctica religiosa responde más a una fe inculturada que a una fe propiamente cristiana. A partir de esta constatación se llega al convencimiento de que hay zonas, no solamente geográficas, sino también sociológicas y psicológicas, que necesitan una nueva evangelización. En realidad, se trata de lo que, en Francia, empezó a llamarse pastoral misionera, y que conllevó lo que se denominó la misión interior. Así se hablaba de Misión de París, Misiones obreras, Misión de Francia. Nace el Centro pastoral de misiones del interior (CPMI). En este momento empieza a cobrar vigor la problemática tensional entre evangelización y sacramentalización.

Parece cosa clara que hubo una metamorfosis de la misión en evangelización. De hecho misión y misionero son términos relativamente jóvenes. Durante quince siglos se prefirió hablar de apóstol y apostolado, calcados del griego. Los medievales aplicaron la palabra misión a las tres personas divinas; en efecto, hablan de misiones trinitarias.

En el siglo XVI, con el votum de missionibus, halló su oportunidad. Durante mucho tiempo tendrá simplemente la connotación de expedición o viaje apostólico. Por tanto, se trata de enviar a alguien a un ministerio apostólico, tanto entre los fieles como entre los cismáticos, herejes o paganos. El uso dio rápidamente un doble valor a la palabra misión. La sagrada Congregación de Propaganda Fide, en su primera carta de 1622, utiliza cuatro veces la palabra misión, en el sentido exclusivo de misión exterior. La palabra misionero es de 1625. Vicente de Paúl, paralelamente, fundó la Congregación de la Misión, la agrupación de los disponibles a la jerarquía. En los inicios del siglo XVII, pues, se fija la doble significación: misiones extranjeras y misiones parroquiales.

Poco a poco, la teología de las misiones se fue leyendo a la luz de la misión de la Iglesia. El mandato de predicar a todos los pueblos devino el substrato y el motivo de la misión eclesial. Una teología frecuente, recogida e integrada actualmente en los documentos oficiales eclesiásticos, como LG, AG y EN. Desde esta perspectiva hay que enfocar el tema de la misión y el de la evangelización.

Las palabras se mantienen pacíficamente. Pero, en muchos momentos, la Iglesia ha tenido la experiencia de que se va difuminando el dentro y fuera de la Iglesia. No obstante, permanece la palabra misión para las misiones extranjeras.

M. Vaussard, en 1926, hablaba de «la France redevenue pays de mission». E. Gilson consideraba, en 1934, que Francia era «un pays de missions», dicho en el sentido de misiones extranjeras. En 1943, el libro de Goden y Daniel, La France pays de missions?, es la consagración de las palabras misión y misionero para designar una acción apostólica y radical en el interior de Francia. Actividad comparable con las misiones extranjeras. La palabra misionero (el que va a predicar el evangelio a los paganos por orden y bajo la autoridad de la Iglesia) invade el campo del trabajo pastoral. Y la pastoral es vista como una acción misionera entre los propios compatriotas. Todo se irá integrando de tal manera que la única Misión de la Iglesia se diversifica en multitud de funciones, situaciones y ministerios. Estas realizaciones parciales de la Misión pueden reivindicar también el nombre de misión.

Lentamente, pero con gran fuerza, en medio de una gran preocupación por dar a conocer el evangelio a los alejados, y a través de una cuantiosa literatura eclesiástica, se van intercambiando las palabras misión y evangelización. En efecto, A. Liégé escribió que el vocablo evangelización era «significativo de la pastoral contemporánea y relativamente reciente». En 1957, el cardenal Feltin, de París, dio esta definición: «Evangelizar es facilitar la percepción de Jesucristo viviente en la Iglesia, en y por el encuentro con el otro». En 1958, en Francia, se editaba la revista Evangéliser. En este tiempo, el teólogo de Tubinga, Arnold, escribió en 1948 que «el Evangelio ha de ser anunciado siempre de nuevo en cada época, y el camino de la mediación salvadora de la Iglesia ha de ser trazado de nuevo en cada generación».

En los años sesenta, evangelización es ya una palabra arraigada en el vocabulario teológico-pastoral. Fernando Urbina, en 1974, afirmaba que la palabra comenzó a usarse entre 1940-1950 para designar una nueva práctica apostólica y pastoral, indicadora del paso de una pastoral de cristiandad a una pastoral de misión y evangelización.

A partir del Vaticano II se va plasmando un nuevo sentido de misión de la Iglesia, mediante el concepto de evangelización. El decreto conciliar Ad gentes supone oficialmente el paso de las misiones a la misión.

Rápidamente los episcopados de todos los continentes tratan la cuestión de la evangelización. Es el tema estrella del CELAM, en Medellín (1968), con la intención posterior de abordarlo en la III Conferencia general del episcopado latinoamericano en Puebla (1978). Las Iglesias asiáticas lo tratan en la reunión de Bangkok (1973). Las africanas, en Kampala (1969) y Lusaka (1974), en donde se toma conciencia crítica de la africanización del cristianismo. El Consejo ecuménico de la Iglesias, en Upsala (1968), sigue un camino semejante. La evangelización en relación con el sacramento, es objeto de particular estudio de algunas conferencias episcopales europeas, como es el caso de la francesa (1971) y de la española (1974).

Se quiere hablar, a través de la evangelización, del paso de la Iglesia de las misiones a una Iglesia en estado de misión. Es el resultado del impacto causado, especialmente en la Iglesia de Occidente, por el hombre de la secularización.

El 1974 se celebra el sínodo episcopal, en Roma, sobre la evangelización. El fruto del mismo será la exhortación apostólica de Pablo VI Evangelii nuntiandi (EN), publicada el año siguiente. Este acontecimiento ha dado enorme vigor al tema, por lo que se refiere tanto a la doctrina como a la práctica pastoral. De todos modos, como estudioso del tema, considero que todavía es difícil la acotación completa del significado del término. La generalización del vocablo —reflejando una determinada problemática— ha incidido, no siempre positivamente, en el tema clásico de las misiones.


III. Evangelización y catequesis

El tema de la evangelización ha marcado, lógicamente, el de la catequesis. La exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, en el número 44, trata de la catequesis en función de la evangelización, e insiste en la formación de los catequistas. Subraya la importancia de la formación de los niños y la urgencia del catecumenado para jóvenes y adultos.

En 1977 se reúne nuevamente el sínodo de los obispos. Analiza la catequesis. La exhortación apostólica subsiguiente se titula Catechesi tradendae (CT). Escrito enraizado en EN, presenta una visión completa de la catequesis, inserta en la actividad pastoral y misionera de la Iglesia.

Establece también la relación entre catequesis y primer anuncio del evangelio. Trata, entre otros conceptos, de la necesidad de la catequesis sistemática, de la catequesis y la experiencia, de la catequesis y los sacramentos, de la catequesis y la comunidad eclesial.

Si la catequesis había sido vista como actividad dirigida a los niños, CT la extiende a todos los miembros de la Iglesia, puesto que todos (párvulos, niños, adolescentes, jóvenes, adultos y deficientes) tienen necesidad de la formación catequética. Insiste en la metodología, en la alegría de la fe en un mundo difícil, y concibe la catequesis como una tarea que afecta a todos.

Cabe señalar que, en 1983, la Comisión episcopal de enseñanza y catequesis, de la conferencia episcopal española, publica La catequesis de la comunidad (CC), una obra que marca un hito importante en nuestro país. El punto de partida es la misión de la Iglesia, o sea, el anuncio del evangelio. Después de esta introducción cristológico-eclesial presenta la acción catequética dentro de la misión evangelizadora de la Iglesia —concepto que acogerá totalmente el Directorio general para la catequesis (DGC) (1997)—. En este sentido cabe decir que La catequesis de la comunidad se adelantó a lo que, posteriormente, pasaría a tener carta oficial en el magisterio eclesial. Hay que afirmar también que el documento es muy completo y puéde entenderse muy unido a CT. Podría considerarse, incluso, como una explicitación y aplicación de la exhortación apostólica. Se subraya el carácter iniciático y fundamentador de la catequesis, como favorecedor de la identidad cristiana hoy. Es notable también el capítulo dedicado al proceso catequético, que incluye estos temas: la pedagogía catequética inspirada en la divina, el acto catequético y el proceso catequético. Siguiendo las huellas de CT, se describen las características de la comunidad cristiana como lugar de la catequesis. Y, finalmente, se aborda la acción catequética en la Iglesia particular.

La misma Comisión episcopal publicó, en 1990, Catequesis de adultos. Orientaciones pastorales (CAd). Esta obra es también muy completa y trabajada. Está en continuidad con la anterior. Y se edita en el momento en que la Conferencia episcopal española tiene como objetivo general, en su plan de acción pastoral, Impulsar una nueva evangelización. El plan se concibe en dos direcciones: una, hacia los no creyentes y alejados; otra, hacia el interior de las mismas comunidades cristianas. Los primeros necesitan una propuesta del evangelio para adherirse a la fe. Las segundas precisan una renovación profunda. De hecho, este escrito analiza la situación de la catequesis de adultos en la evangelización.

Desde la visión del nuevo entorno social y cultural, la catequesis de adultos se ubica en el proceso evangelizador. El razonamiento avanza, fundamentado en CT, sobre la afirmación de que la catequesis de adultos es la forma principal de la catequesis. Con lo cual se llega al catecumenado bautismal, como modelo de referencia de la catequesis de adultos. Por ello se habla en la actualidad de una catequesis de iniciación como realidad fundante de la catequesis. O, tal como hace el escrito, de modelo referencial de dicha catequesis. Los obispos indican las características de la catequesis de adultos y —como es necesario— la relación con otras formas de educación de la fe de los adultos, punto en el que conviene tener ideas claras.

La segunda parte trata de la naturaleza interna de la catequesis de adultos (acción de la Iglesia, finalidad, tareas y estructura gradual). El último y tercer punto se ocupa del catequista de adultos (importancia, necesidad, responsabilidad compartida, cualidades y formación); concluye con la pedagogía catequética. Un documento importante, que invita seriamente a promover dicha catequesis en las comunidades cristianas y a la instauración del catecumenado. En nuestro país, este tema conoce algunas realizaciones, pero debería avanzar mucho más.

Como aplicación a la realidad española del RICA, la Conferencia episcopal española publicó en 1999 La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones (IC), aprobada el 27 de noviembre de 1998 por la LXX Asamblea plenaria. Este documento se propone, sobre todo, ofrecer orientaciones y sugerencias para impulsar la acción catequética y litúrgica de la iniciación cristiana. Consta de tres partes, en las que se•presentan los fundamentos teológicos de la iniciación, los lugares eclesiales de la iniciación y las dos funciones pastorales (catequesis y liturgia), y propone caminos para una renovación y revitalización de la pastoral de la iniciación cristiana en la Iglesia española. Está llamado a jugar un papel importante en la Iglesia española del siglo XXI: orientar la acción catequizadora, la formación cristiana de nuestros niños y jóvenes y la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana. Todo ello aportará un gran servicio a la acción evangelizadora de la Iglesia


IV. La evangelización y la catequesis en el DGC

En 1997 apareció el Directorio general para la catequesis (DGC). Novedad importante, intrínsecamente unida al Catecismo de la Iglesia católica (CCE). Este se publicó en 1992. Sin duda, es un gran instrumento para la evangelización. Trata de ella en diversos números y en distintos sentidos. Aparece en la temática principal sobre la evangelización, afirmada como derecho y deber de la Iglesia. El índice temático de la edición típica muestra los diversos números que se ocupan de nuestro tema. De todos modos, la referencia al CCE la hemos guardado para este momento, por la relación íntima que tiene con el Directorio. En este hay el complemento adecuado de un libro que podía parecer árido y exento de pedagogía.

Del 14 al 17 de octubre de 1997, en Roma, tuvo lugar el Congreso internacional de catequesis. La temática versó sobre la edición típica del CCE y el DGC. Intervinieron, entre otros, los cardenales Ratzinger, Castrillón y Sepe. Por lo que se refiere al presente tema, tuvo una relatio muy interesante Mons. J. M. Estepa sobre La misión profética de la Iglesia: evangelización, catequesis y Catecismo de la Iglesia católica. En ella propone básicamente una reflexión teológica y pastoral en torno a la catequesis dentro de la misión de la Iglesia (cuestión que ocupa los tres primeros capítulos de la primera parte del Directorio general para la catequesis) y en torno al Catecismo de la Iglesia católica (tal como aparece en el capítulo segundo de la segunda parte del Directorio).

La reflexión parte de DV, AG, EN y RMi. Todo desemboca en la concepción de evangelización en el DGC. En efecto, «al Directorio general para la catequesis correspondía la tarea de recoger,y sintetizar toda esta riqueza de aspectos, ofrecida por DV, AG, EN y RMi, y que inciden en el esclarecimiento de la concepción de evangelización, con todas las implicaciones pastorales que tal clarificación lleva consigo, a la larga, en la vida de la Iglesia». Todavía añade: «El DGC trata de conjugar, en efecto, la fundamentación doctrinal que propone DV, con la visión dinámica de la evangelización que ofrece AG, la concepción integral que presenta EN y la pluralidad de acentos con que se realiza, según las diferentes situaciones que RMi señala. Sintetizando este conjunto de aspectos, el Directorio representa la evangelización como el marco en el que despliegan todas las acciones evangelizadoras de la Iglesia, sin que ninguna quede fuera de ese marco». De hecho, para el concepto de evangelización es cla""e el número 48 del DGC.'La catequesis aparece ocupando su lugar y ajustándose a su función en el marco de la evangelización y sus diferentes acciones. Añade Mons. Estepa: «La preocupación por relacionar la catequesis con otras acciones es permanente en el Directorio: con el primer anuncio (etapa misionera), con los sacramentos de la iniciación (fase iniciatoria), con la vida entera de la comunidad cristiana (en la etapa pastoral)». Puede decirse que el DGC es un documento integrador y sintético, puesto que quiere mostrar la evangelización en su conjunto. De todos modos, a nuestro entender, la definición de evangelización tiene, en cierto modo, la ambigüedad con la que fue tratada en el sínodo de 1974, donde se tomaba en cuatro sentidos diversos, y donde las intervenciones de los padres sinodales, por esta misma razón, tenían matices muy diversos.

El DGC consta de una exposición introductoria, titulada El anuncio del evangelio en el mundo contemporáneo. Se trata de una mirada sobre el mundo de hoy, la Iglesia en este campo del mundo, y los signos de los tiempos como retos para la catequesis.

La primera parte, La catequesis en la misión evangelizadora de la Iglesia, se distribuye en tres capítulos: 1) La revelación y su transmisión mediante la evangelización; 2) La catequesis en el proceso de evangelización, y 3) Naturaleza, finalidad y tareas de la catequesis. El título de la segunda parte reza: El mensaje evangélico. La forman dos capítulos: Normas y criterios para la presentación del mensaje evangélico de la catequesis y Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia. En esta se trata de la relación entre el CCE y el DGC; aterriza en la necesidad de los catecismos locales. La parte tercera se denomina: La pedagogía de la fe. Se exponen: 1) La pedagogía de Dios, fuente y modelo de la pedagogía de la fe, y 2) Elementos de metodología. La cuarta parte habla de Los destinatarios de la catequesis, y consta de cinco capítulos: 1) La adaptación al destinatario: aspectos generales; 2) La catequesis por edades; 3) Catequesis para situaciones especiales, mentalidades y ambientes; 4) Catequesis según el contexto socio-religioso, y 5) Catequesis según el contexto socio-cultural. La quinta parte —la última— lleva el epígrafe: La catequesis en la Iglesia particular. Se desarrolla en cuatro capítulos: 1) El ministerio de la catequesis en la Iglesia particular y sus agentes; 2) La formación para el servicio de la catequesis; 3) Lugares y vías de catequesis, y 4) La organización de la pastoral catequética en la Iglesia particular.

La estructura, pues, nos muestra el alcance de todo el DGC, sobre todo en el hecho de incorporarlo dentro de la evangelización. La evangelización, en realidad, es el marco de toda la acción de la Iglesia. Y la catequesis se sitúa en el interior de este marco. Hecho que da un talante determinado a la catequesis.

El DGC es muy enriquecedor para el quehacer catequético. Tiene unas claves claras y determinantes. Las más fundamentales: 1) la naturaleza de la catequesis es evangelización, o un momento de la evangelización (es lo mismo que decir que es misión), es iniciación cristiana y tiene una realidad dinámica permanente; 2) importancia de la pedagogía divina que guía la de la catequesis; 3) el corazón de la catequesis es la diócesis, y la catequesis paradigmática —de referencia— es la de adultos. Todo requiere una amable y competente atención a los catequistas.

Queremos añadir, antes de finalizar, que existe una gran coincidencia entre las líneas catequéticas señaladas por los documentos episcopales españoles y el DGC. Parece que la aportación de nuestro país ha sido decisiva en la confección del mismo. Esto reafirma en el camino emprendido y anima a proseguir una tarea coincidente con el talante eclesial y los signos de los tiempos.

La Comisión episcopal de enseñanza y catequesis, en su Plan de acción (1997-2000), empalmando con el plan 1993-1996 (que quería impulsar la evangelización a través de la intensificación de la catequesis y promover una nueva etapa de la acción catequética al servicio de la nueva evangelización), establece como objetivo general: «promover una nueva etapa de la catequesis que fortalezca la fe y el testimonio de los cristianos en favor del hombre contemporáneo, que necesita encontrar el sentido de su vida; ayudar, mediante la catequesis, para la plegaria de alabanza y de acción de gracias por el don de la encarnación del Hijo de Dios y de la redención. Entre los objetivos específicos, destacan: impulsar una catequesis al servicio de la iniciación cristiana, intensificar la formación de catequistas y promover la difusión y el conocimiento del nuevo DGC. Todos estos objetivos se sitúan en la línea de la catequesis evangelizadora.

BIBL.: Actualidad catequética 96 (enero-marzo 1980): Texto y comentarios de CT; Actualidad catequética 176 (octubre-diciembre 1997): Presentación de la edición típica del CCE, presentación del DGC y Congreso internacional para la catequesis; Documentos oficiales del sínodo de 1974; CAÑIZARES A., La evangelización hoy, Marova, Madrid 1977; ComISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, Plan de acción para el cuatrienio 1997-2000; DAGRAS M., Théologie de 1'évangelization, Desclée, París 1979; ESQUERDA J., Teología de la evangelización, BAC, Madrid 1995; Diccionario de la evangelización, BAC, Madrid 1998; GUITERAS VILANOVA J., Evangelització, Publicacions de l'Abadia de Montserrat, Barcelona 1985; MARTÍNEZ L., Diccionario del Catecismo de la Iglesia católica, BAC, Madrid 1995; RESINES L., Historia de la catequesis en España, BAC, Madrid 1997.

Joan Guiteras Vilanova