YO CREO
Pequeño Catecismo Católico
Editorial Verbo Divino


3. Yo creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor

Cuando Jesús tiene la edad de treinta años, sale de Nazaret, su lugar de residencia, y marcha a donde Juan el Bautista, a orillas del Jordán. Después recorre, como predicador itinerante, las ciudades y aldeas de los alrededores del lago de Genesaret. Proclama el Evangelio de Dios y dice: "El plazo se ha cumplido. El reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio" (Mc 1,14-15). Las personas que entran en contacto con Jesús, observan inmediatamente que en él hay algo especial. Se apiñan a su alrededor, quieren estar a su lado. Oír lo que él dice y ver lo que él hace. Se asombran y quedan perplejos. Porque Jesús habla de Dios y del ser del hombre, pero lo hace
de manera distinta que los maestros que enseñan en las casas de oración.

· Jesús dice a quienes se acercan a él: Dios es bueno con ustedes. Él quiere hacerles fácil la vida. No desprecia a los pobres. A los que han obrado mal, quiere darles el perdón de sus culpas.

· Jesús dice: No tienen que tener miedo de Dios; deben amarle. Él quiere sólo una cosa: que crean en el mensaje que les traigo.


Jesús dice: El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido. LUCAS 19,10

 

Juan el Bautista: Hijo del sacerdote Zacarías y de su esposa lsabel, que se habían hecho ya mayores sin tener hijos. El ángel Gabriel anuncia a Zacarías, en el templo de Jerusalén, el nacimiento de un hijo que ha de llevar el nombre de Juan, que significa: "Dios se ha mostrado clemente'. Juan es un elegido. Vive en el desierto. A los que se acercan a él, les dice: "El juicio de Dios está cerca. ¡Conviértanse!" A orillas del Jordán, bautiza para el perdón de los pecados. Como último profeta de Israel, será el Precursor de Jesús.

Casa de oración: A la casa en que los judíos se reúnen para orar, se le llama "sinagoga". Por aquel entonces los sacrificios se ofrecían únicamente en el templo de Jerusalén. Pero en todas las ciudades y aldeas había "sinagogas'.

3.1 Jesucristo (= Jesús el Cristo)

El pueblo judío tiene una larga historia en sus relaciones con Dios. Tiene también una historia con la humanidad. Al pueblo judío le pasa como a todas las naciones pequeñas que tienen vecinos poderosos. Finalmente, el país es conquistado y ocupado por los romanos. Muchos se desaniman. Preguntan: ¿Es que Dios nos ha olvidado? ¿Ya no está en vigor su alianza? ¿Es que Dios no se acuerda ya de que por medio de sus profetas nos prometió un Salvador? Nos prometió a alguien que nos devuelva la libertad y la alegría de vivir. Alguien que expulse del país a los extranjeros. Alguien que estime más la justicia que los bienes y que la nobleza de nacimiento. Alguien que devuelva a los pobres la dignidad humana, y a los esclavos un nombre propio de seres humanos. Alguien que sirva a Dios y que nos muestre cómo podemos vivir honrando a Dios.

· Nosotros los cristianos creemos y confesamos: Jesús es ese cristo, el Mesías. Dios le ha enviado y ungido con su Espíritu (is 61,1; Lc 4,18). Él es el Salvador que Dios prometió a su pueblo y a todos los pueblos. Él redimirá a su pueblo de sus pecados (Mt 1,21). Él es Aquel a quien aguardaban las personas piadosas: su nombre es Jesucristo (= Jesús el Cristo).

Jesús de Nazaret, en Galilea:
Alguien que Dios nos envía
Alguien que vive humanamente
Alguien que es el abogado de los "humildes"
Alguien que no teme a los "poderosos"
Alguien a quien no se puede hacer callar.

Él no se resiste
no se defiende
entrega su vida
pero no se rinde.
Puesto que él sufrió, el sufrimiento tiene sentido.
Puesto que él confió, los que dudan tienen donde aferrarse. Puesto que él sufrió, nosotros tenemos esperanza.
Puesto que él resucitó, nosotros alabamos al Padre y cantamos: ¡Aleluya!


Jesús: El nombre de Jesús (forma abreviada del nombre Yehoshúa, Yosúa) era bastante corriente en Israel. Significa: Dios (Yahvé) salva. Jesús cumple lo que su nombre significa: él es el Redentor, él trae la salvación. Por ello le llamamos Redentor y Salvador.

Cristo: Es la palabra griega que traduce el término hebreo "Mesías", "el Ungido". Es un título que llevaban los reyes de Israel. Ellos y los sacerdotes, al ser constituidos en su cargo, eran ungidos con aceite consagrado (= óleo); una señal de que estaban capacitados para actuar en el nombre de Dios. Cuando en Israel se habla del "Ungido', del Mesías, se hace referencia al Rey que, bajo la protección de Dios y por encargo suyo, ha de liberar a la nación del dominio romano y ha de reinar en el trono de David en Jerusalén. Los cristianos confiesan que Jesús de Nazaret es el Mesías, el Hijo de Dios. Ellos, al ser bautizados, al ser confirmados, al ser ordenados sacerdotes, son ungidos con óleo consagrado (el santo crisma): un signo eficaz de que están en comunión con Jesucristo.

 


3.2 Jesucristo, Hijo de Dios


Jesucristo, el Mesías, habla de Dios como no lo hace ningún otro: directamente y con plena confianza. En todo lo que él dice o hace, está unido con el Padre. Conoce la voluntad de Dios. No necesita aprenderla de los libros sagrados ni escucharla de labios de los maestros. Por eso, Jesús puede contradecir a los escribas, cuando ellos, en nombre de Dios, restringen la libertad de las personas que les han sido confiadas, y les hacen la vida más difícil.

Jesús lleva a los hombres hasta Dios, y lleva a Dios hasta los hombres:
En sábado, Jesús cura enfermos. Come con publicanos y no se aparta de quienes, a causa de su enfermedad, han sido excluidos de la vida social y de los actos de culto divino. A quienes tienen culpas, Jesús les perdona sus pecados en el nombre de Dios y confía en que ellos van a cambiar su manera de vivir.

Muchos hombres y mujeres tienen un encuentro con Jesús. Unos se preguntan: ¿Quién es ese hombre? ¿Será quizás un profeta de Dios? Otros se asombran y confían en él. Unos preguntan con desconfianza: ¿Quién le ha dado a éste semejante autoridad? Otros dicen: Él blasfema contra Dios. Algunos, cavilando, se preguntan: El Mesías, cuando llegue, ¿hará signos mayores de los que éste hace? (Jn 7,31)

Pero todos, por distintas y contrarias que sean sus opiniones, sienten que el misterio del ser de Jesús está relacionado íntimamente con Dios.

En Israel, cuando quería decirse que una persona se hallaba unida especialmente con Dios, se decía de ella: es "hijo de Dios". A todo el pueblo de Dios, por ser el elegido de Dios, se le llama "hijo de Dios" (Éx 4,22). A los reyes que gobiernan al pueblo en representación de Dios, que es el Rey, se les confiere este título de honor en el día en que toman posesión de su cargo y son ungidos: 'Tú eres mi hijo" (Sal 2,7). Cuando afirmamos: "Jesús es el Hijo de Dios", nosotros queremos dar a entender mucho más. Jesús está unido con Dios de manera diferente y más íntima que el rey o el pueblo de Israel. No hay nada en el mundo de los hombres que pueda compararse con la relación de Jesús con el Padre. Los evangelistas se refieren a ello cuando atestiguan que Dios mismo, en dos momentos cruciales de la vida de Jesús, le proclamó 'el Hijo único y amado". Así sucedió después del bautismo de Jesús en el Jordán, antes de que él se dirigiera a los hombres como predicador itinerante, y en el Monte de la Transfiguración, antes de que él marchara a Jerusalén, para sufrir y morir en aquella ciudad.

Cuando Pedro, el primero de los apóstoles, confiesa: "Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo" (Mt 16,16), Jesús responde: 'Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque eso no te lo ha revelado ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos'.


Jesús dice a Nicodemo:
Tanto amó Dios al mundo,
que le dio a su Hijo único,
para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna.
JUAN 3,16


Publicanos:
Por encargo de las autoridades romanas de ocupación, son los recaudadores de impuestos y, con ello, consiguen también para sí buenas ganancias. A veces exigen cantidades excesivas. Son despreciados por la gente y nadie quiere tener ningún trato con ellos.

Hijo de Dios: Jesús está unido con Dios de manera diferente y más íntima que el pueblo de Israel y sus reyes. Él es, como dicen los doctores de la Iglesia, "Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, de la misma naturaleza del Padre".

Apóstol: Apóstol significa "enviado", 'mensajero'. Los apóstoles son: Simón Pedro, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas lscariote, el que le entregó (Mc 3,16-19). Son doce varones que Jesús mismo elige de entre el grupo de sus discípulos. Pedro es el primero entre ellos.

3.3 Jesucristo, nuestro Señor

El Primer Pueblo de Dios vive en la alianza con Dios. En nombre de Dios gobiernan los reyes. En honor de Dios ofrecen sacrificios los sacerdotes. Los mandamientos de Dios se aplican sin ninguna discusión. Son la única "ley", una ley que obliga a todos, a los poderosos y a los humildes. En sus oraciones los judíos creyentes se dirigen a su "Señor". El nombre de Yahvé, "Yo soy el que soy" o "Yo estoy presente", es tan sagrado para ellos, que ni siquiera lo pronuncian ni lo escriben, porque tienen miedo de profanarlo. Dan gracias a Dios, el "Señor", que está cerca de su pueblo, que es clemente y misericordioso y que no exige sino que se le ame "de todo corazón y con todas las fuerzas".

Cuando los cristianos llaman "Señor" no sólo a Dios Padre, sino también a Jesucristo, que resucitó de entre los muertos, entonces confiesan que Jesucristo es el Hijo de Dios y afirman, al mismo tiempo, que confían en él y quieren servirse unos a otros, tal y como él les encargó en la víspera de su Pasión:

Ustedes me llaman "Maestro" y "Señor", y tienen razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo que soy "el Maestro" y "el Señor', les he lavado los pies, ustedes deben hacer lo mismo unos
con otros.
JUAN 13,13-14

Para los primeros cristianos, la confesión de que Jesús es el Señor podía tener fatales consecuencias. Pues también los emperadores romanos, los "señores del mundo", reclamaban ese título de honor. Algunos cristianos, hombres y mujeres, arriesgaron su vida (mártires), porque no se dejaban persuadir sino que seguían confesando que Jesucristo es el único Señor.

La Iglesia de Jesucristo comienza la celebración de la Eucaristía con aquella exclamación griega, que es una oración: Kyríe eleison - Señor ten piedad. Y en el Gloria, el cántico de alabanza, la Iglesia confiesa: "Sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre".

En esto se conoce a los cristianos:
Si proclamas con tu boca que Jesús es el Señor y crees con tu corazón
que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás.
ROMANOS 10,9

 

 

3.4 La Biblia: el Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento es aquella parte de la Biblia (véase 1.2) que se escribió en la Iglesia de Jesucristo. Consta de veintisiete escritos, que fueron redactados entre los años 50 y 100 después del nacimiento de Cristo, por apóstoles, misioneros y maestros. Entre ellos hay 21 cartas dirigidas a diversas comunidades (13 son de Pablo). Estos escritos adquieren vigencia pronto como enseñanza apostólica vinculante para la Iglesia.

Los cuatro evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) dan testimonio en sus libros, cada uno a su manera, acerca de los hechos y las palabras, la Pasión y la resurrección de Jesucristo. En los Hechos de los Apóstoles el evangelista Lucas describe la historia de la naciente Iglesia, que surge bajo la dirección de Pedro en Jerusalén, y la labor de los primeros misioneros, especialmente de Pablo. El último libro del Nuevo Testamento, el Apocalipsis de Juan, contiene imágenes y mensajes proféticos acerca de la victoria definitiva de Dios sobre los poderes del mal.

La Biblia consta del Antiguo y del Nuevo Testamento. La Iglesia cree que el Espíritu Santo de Dios preservó de error a los hombres que escribieron esos libros, y que su testimonio es seguro, verdadero y fiel. Puesto que los autores de los libros sagrados escribieron en la lengua de su tiempo, estos libros deben interpretarse de nuevo en cada época y para cada comunidad. Ahora bien, como el Espíritu Santo de Dios garantiza su verdad, los libros tienen vigencia para todos los tiempos. Los escritos bíblicos, que fueron reconocidos como verdaderos y auténticos por la Iglesia, constituyen el canon de la Sagrada Escritura. Se leen públicamente en el culto divino. Son el fundamento de la fe.

Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido narrados en este libro. Éstos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengan en él vida eterna.
JUAN 20,30-31


Apostólico: Los apóstoles transmiten a sus sucesores, los obispos, el ministerio que Jesús mismo les confirió. La cadena de santa tradición nos une con los comienzos.

Evangelios: 'La santa madre Iglesia ha defendido siempre y en todas partes, con firmeza y máxima constancia, que los cuatro Evangelios mencionados, cuya historicidad afirma sin cesar, narran fielmente lo que Jesús, el Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la eterna salvación de los mismos hasta el día de la ascensión" (Concilio Vaticano II, Sobre la divina revelación 19).

Espíritu Santo: A la asistencia del Espíritu Santo en la composición de los libros bíblicos se le llama "inspiración".

Canon: Significa "norma'. Así se designa a la colección de Escritos que fueron reconocidos como inspirados por la comunidad de los creyentes. Tan sólo esos libros pueden leerse en público durante el culto divino.