YO CREO
Pequeño Catecismo Católico
Editorial Verbo Divino


2. Yo creo en Dios..., Creador del cielo y de la tierra

Llenos de asombro, se preguntan algunos: ¿De dónde procede el mundo? ¿De dónde procede esta vida tan diversa? ¿Quién fijó el curso de los astros, que determinan el tiempo de verano y el de invierno, la época de siembra y de recolección, el día y la noche? ¿Quién proporcionó su orden a las plantas y a los animales y dio fertilidad a la tierra? ¿Quién hace brotar la vida en el seno de las madres? ¿Qué hubo al principio y qué habrá al fin?

Los que sufren se quejan: ¿Quién hace que la tierra tiemble y que las aguas inunden las tierras? ¿Quién retiene las lluvias para que se seque la tierra? ¿De dónde viene la desgracia, la enfermedad y la muerte? ¿De dónde viene el mal? ¿Quién le da poder para que llene el corazón de los hombres? ¿Triunfará al fin el mal sobre el bien? ¿Será la muerte más poderosa que la vida?

En todo el mundo se escuchan las mismas preguntas que angustian a los hombres. En todo el mundo los sabios de los pueblos buscan una respuesta. Hablan del misterio de los comienzos, de la acción de la Divinidad y de su historia con los seres humanos. Son las historias de los comienzos.

Los sacerdotes de Israel, iluminados por el Espíritu de Dios, formulan su fe en Dios, "Creador del cielo y de la tierra". Esta confesión de fe es tan importante para ellos, que la sitúan al principio de la Biblia.

Historias de los comienzos: Algunas veces se habla del "relato de la creación" al principio de la Biblia. Y se corre así el peligro de entender erróneamente el primer capítulo del primer libro bíblico, como si en él se narraran sucesos que ocurrieron poco más o menos tal y como se cuentan, Por ejemplo, cuando se relata que Dios creó el mundo en seis 'días" (se habla de la "obra divina de los seis días"), no se entiende por día el transcurso de 24 horas. Esta imagen quiere hacernos ver claramente que con la creación de Dios comienza y transcurre el tiempo, y que además las distintas criaturas se hallan relacionadas unas con otras. El texto, tal como nos lo ha transmitido la Biblia, no dice cómo surgió el universo, sino quién fue el que lo creó. El pueblo de Israel, en este poema de alabanza, confiesa su fe en Dios, que existía antes de todo comienzo y que permanece fiel a su creación hasta la consumación de la misma.

2.1 Todo procede de Dios

Al principio creó Dios el cielo y la tierra' (Gn 1,1). Con esta frase comienza la Biblia. "Al principio" -significa: cuando todavía no vivía ningún ser humano en la tierra, ningún hombre, ninguna mujer, ningún niño, ningún animal dejaba sus huellas en los bosques y en los campos, ningún pájaro cantaba sus trinos al amanecer, ningún pez se deslizaba por el interior de las aguas, no había rayos del sol que anunciaran el día, no había luna que mostrara su disco redondo en el cielo, no había estrellas que brillaran durante la noche, no había árboles ni matorrales ni brotaba hierba de la tierra, no había continentes, no había mar, no existía el abajo ni la izquierda ni la derecha- al principio existía Dios: "Su Espíritu se movía sobre el agua" (G n 1, 2).

· Decimos: "Creo en Dios, creador del cielo y de la tierra", y queremos significar con ello: El mundo y todo lo que en él hay no surgió por su propio poder o por la casualidad. Surgió porque Dios quiso que surgiera. Sin Dios no habría vida.

· Decimos: Dios creó el mundo de la 'nada': creó el más diminuto átomo, el espacio cósmico más lejano. Por eso, los hombres, aunque no sepan nada de Dios, pueden reconocer sus huellas en las criaturas. "Pues en la grandeza y hermosura de las criaturas se deja ver, por analogía, su Creador" (Sab 13,5).

Los hombres investigan la "Tierra", que es su espacio vital. Explican cómo la diversidad de la vida se va desarrollando a lo largo de milenios. Nuestra concepción del mundo es diferente a la de la Biblia. A la pregunta acerca del comienzo, de la razón suprema de la vida, se dan diferentes respuestas: Nosotros no creemos en la casualidad, sino en que el Dios vivo es la razón primordial de todos los comienzos.

La fe en este Dios nos proporciona una perspectiva desde la que podemos comprender el mundo y podemos comprendernos a nosotros mismos. Puesto que creemos, podemos confiar en que el mundo y el hombre se hallan supremamente seguros en Aquel que existía ya al comienzo.

Dios es bueno con nosotros; el pueblo de Israel lo experimentó muchas veces, y cada creyente lo experimenta en su propia historia.

Alguien que reflexionó mucho, alaba a Dios así:
'Tú tienes compasión de todos, porque todo lo puedes, y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. ¿Cómo existiría algo si tú no lo quisieras? ¿Cómo permanecería si tú no lo hubieras creado? Pero tú eres indulgente con todas las cosas, porque todas son tuyas, Señor, amigo de la vida!" SABIDURÍA 11,23.25-26

Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo: Nosotros los cristianos alabamos a Dios Padre, creador del cielo y de la tierra. Alabamos a Jesucristo, el Hijo de Dios, que desde siempre está unido con el Padre, porque es el Verbo (o la Palabra), por el cual todas las cosas fueron hechas (Jn 1,1-3). Alabamos al Espíritu Santo de Dios, que en el principio se movía sobre las aguas primordiales (Gn 1,2), concede graciosamente la vida y la conserva a través del tiempo del mundo. Nosotros oramos así: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

La concepción del mundo: En la época en que se escribieron los libros bíblicos, se pensaba que la tierra es un disco redondo que sobre columnas se asienta sobre el fondo del mar. Debajo de la tierra está la región de los muertos; encima de ella, la bóveda del cielo, que separa las aguas de arriba de las de abajo. De arriba cae la lluvia sobre la tierra seca. "El cielo y la tierra' significan: el universo entero.

2.2 El hombre procede de Dios

El hombre llegó tarde a la Tierra. Mucho tiempo antes que él existía ya el agua y la tierra seca, las plantas y los animales. Israel confiesa: En el sexto día, en el último de sus obras, Dios creó al hombre. Al hombre que vive con las plantas y los animales y que, no obstante, es "diferente" y es "más" que ellos. Eso quieren decirnos los sacerdotes de Israel cuando afirman: Dios creó al hombre a su imagen.

Dios creó al ser humano como hombre y mujer, para que fueran compañeros el uno del otro y se ayudaran mutuamente. En el amor mutuo llegan a ser enteramente humanos. los dos juntos transmiten la vida, sus conocimientos, su experiencia, su amor. Puesto que el ser humano, hombre y mujer, es semejante a Dios, es capaz de conocer y amar a los animales, a sus semejantes y a Dios.

El ser humano puede descubrir e investigar la Tierra, servirse de ella y transformarla. Pero puede también echarla a perder y destruirla. Se considera a sí mismo, con razón, como "señor" de la tierra. Él no se "engrandeció" a sí mismo. Dios destinó a las últimas de sus criaturas para que fuesen las primeras, a fin de que se preocuparan no sólo de sí mismas y de sus propios hijos, sino también de todo lo que crece sobre la tierra.

Dios encarga a los seres humanos que sean compañeros fieles de los animales y de las plantas; que protejan y defiendan la vida; que no exploten la tierra sino que la guarden y conserven; que proporcionen a cada criatura lo que ella necesita. El hombre y la mujer, conjuntamente, son responsables de la tierra. El hombre y la mujer son semejantes a Dios.

Señor, nuestra Tierra es sólo un pequeño astro en el gran universo. De nosotros depende el convertirlo en un planeta cuyas criaturas no se vean azotadas por las guerras, atormentadas por el hambre y el miedo, divididas por la absurda separación por razas, color de la piel o ideologías.

Concédenos el valor y la previsión para comenzar hoy mismo esta tarea, a fin de que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos lleven un día con orgullo el nombre de seres humanos.

ORACIÓN DE LAs NACIONES UNIDAS

 

2.3 El bien o el mal, la vida o la muerte

Alabamos a Dios. Él creó la tierra. Toda vida procede de Él. Y toda vida es buena. Así lo creemos con fe, y no obstante experimentamos que en nuestro mundo, en nuestro mismo interior, el mal es poderoso. En todas partes podemos encontrar las huellas del Dios bueno, pero también los vestigios del mal, incluso dentro del propio corazón.

Hay pueblos que creen que hay dos dioses que luchan entre sí: un dios bueno y un dios malo. Con el pueblo de Israel nosotros creemos con fe en un solo y único Dios. Él creó toda vida, y quiere que sus criaturas le sirvan con libertad. Sin embargo, esas criaturas abusan de su libertad y no quieren servir. En Israel se cuenta que, entre los ángeles a los que Dios creó para que estuvieran cerca de Él y contemplaran su gloria, hay algunos que se rebelan contra su Señor. No pueden permanecer cerca de Dios, vienen al mundo de los hombres y traen consigo el mal. Sobre todo el primero entre ellos, a quien se llama diablo, ' trata de apartar de Dios a los hombres, de ponerlos de su lado. El mal seduce, advierte San Pedro, y el hombre es débil. Por eso: "Vivan con sobriedad y estén alerta. El diablo, su enemigo, ronda como león rugiente buscando a quien devorar. Háganle frente con la firmeza de la fe!" (1 Pe 5,8-9).

Creemos con fe que Dios, en el último Día, cuando él haga que el mundo llegue a su consumación, destruirá los poderes del mal. Entonces comienza la vida nueva y definitiva (Ap 20,7-14).

Pero, mientras dura el tiempo del mundo, el mal sigue haciendo de las suyas con los hombres. El hombre es libre: puede ponerse del lado de Dios, oír su palabra, llegar a ser socio y colaborador de Dios. Pero puede ponerse también del lado del diablo, obrar lo que es malo para sí mismo y para el mundo.

En la Biblia se nos transmite una historia clave sobre Adán y Eva, los "primeros seres humanos'. Una historia que se refiere a todos los hombres, cualquiera que sea el momento o el lugar en que vienen al mundo.

Eva conoce muy bien el mandamiento divino. Sabe que se trata de vida o muerte. Y, sin embargo, ella escucha la voz del tentador: "ser como Dios...... .ser conocedor del bien y del mal"; todo eso parece apetecible. Eva come del fruto del árbol prohibido, y se lo da a comer también a Adán. A Adán y a Eva se les abren los ojos; conocen su propia miseria, su propia debilidad. Se ocultan de Dios y tienen miedo de Aquel que es su amigo.

A través de Eva, la madre de todos los seres humanos que viven, todos sus descendientes llegan a ser partícipes de la culpa (pecado original). Una dura herencia. Los seres humanos estarían perdidos si Dios no los amara y no continuara siéndoles fiel.

¿De dónde vendrá mi auxilio?
Mi auxilio viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No te dejará caer, tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor es tu guardián, tu sombra protectora.
El Señor te protege de todo mal,
Él protege tu vida:
Él te protege cuando sales y regresas,
ahora y por siempre.
SALMO 121,2-5.7-8

Ángeles: Seres espirituales que rodean el trono de Dios, y alaban y adoran a Dios. Por encargo de Dios, guardan y protegen a los seres humanos. Por eso, se habla de "ángeles custodios" (Sal 91,11). Dios envía ángeles a la Tierra como mensajeros suyos. Gabriel dice a María que ella está elegida para ser la Madre de Jesús. En la noche santa de la Navidad, unos ángeles cantan las alabanzas de Dios en los campos cercanos a Belén.

El diablo: La Biblia aplica muchos nombres al adversario de Dios. En todos ellos se expresan sus obras malvadas: Satanás, Beizebú, Tentador, Príncipe de las tinieblas, Padre de la mentira, Príncipe de este mundo.

Pecado original, pecado hereditario, culpa hereditaria: Esta expresión significa la continuada acción de aquel pecado que, desde el principio, pesa sobre la historia del hombre con Dios. Todos los seres humanos son "herederos" de esa culpa. "Como consecuencia del pecado original, la naturaleza humana quedó debilitada en sus fuerzas, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al dominio de la muerte, e inclinada al pecado" (Catecismo de la Iglesia Católica 418).