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44. EL DÍA DEL JUICIO
 

  1. El día del juicio es el día del Señor. ¿Es un día temido o esperado? ¿Se deja para el más allá o se le espera también en el más acá? En la Iglesia naciente, una Iglesia perseguida, es un día esperado, no sólo en el futuro, también en el presente. Sin embargo, en la Iglesia medieval, una Iglesia poderosa, es un día temido, el día de la ira, y se deja todo para el último día: en el momento de la muerte (juicio particular) y al final de la historia (juicio universal). En el fondo, es un test que indica dónde estamos.

  2. En la Biblia, es una experiencia fundamental: Dios actúa en la historia, Dios juzga.  En el éxodo Dios juzga a Egipto y libera a los oprimidos. Los oprimidos lo celebran. Es la victoria de Dios y de su pueblo. La historia presenta ejemplos concretos del día del Señor y de su juicio, al que están sometidos todos  los pueblos.

  3. El creyente no teme ese día. Al contrario, para él es un día de gloria: Cantad al Señor, ... pues viene él, viene, sí, a juzgar la tierra (Sal 96). En los salmos se apela a Dios como instancia de los oprimidos: Levántate, juez de la tierra, da su merecido a los soberbios (Sal 94). El universo entero se alegra ante el Señor que viene a juzgar la tierra (Sal 98). El pueblo creyente se siente privilegiado: No hizo tal con ninguna nación, ni una sola sus juicios conoció (Sal 147). El insensato dice que no hay Dios (Sal 14), no se ocupa de los asuntos humanos, no hace ni bien ni mal (Sof 1,12), no lo ve, no se entera (Sal 94). Sin embargo, el Señor sondea los corazones (Jr 11,20).

  4. En una situación límite para el pueblo creyente, aparece Elías en la gran asamblea del Carmelo (1 Re 18,17-40). No todo vale. El culto pagano es incompatible con el Dios vivo. Ante 450 profetas falsos, se plantea la cuestión de quién es realmente el Dios verdadero: El Señor envió un rayo (18,38), que sirvió de señal. Los profetas lo anuncian: como en el pasado vino el Señor a defender a su pueblo (Jue 5,4s), así vendrá en el futuro: con tormenta, huracán y granizo (Is 30,30), con truenos, relámpagos y temblores de tierra (29,5; ver Jos 10,11; 1 Sm 7,10; 14,15;Sal 144). El universo se pone al servicio de Dios que combate por su pueblo. 

  5. El anuncio del juicio es parte esencial en la misión de los profetas. El juicio alcanzará a todos los pueblos (Am 1,3-2,3), también a Israel, que está corrompido (2,4-16). En Israel sólo un resto escapará al juicio: Dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, y en el nombre del Señor se cobijará (Sof 3,12). Vendrá a su templo el Señor y purificará a los hijos de Leví (Ml 3,1-3).

  6. Cuando escucha la llamada de Dios, Isaías le ve sentado en su trono. La visión le purifica. Isaías recibe una palabra de juicio, dirigida a un pueblo terco y obstinado. Es como un árbol del que sólo quedará un tocón (Is 6,13). Entonces, el rey Ajaz (736-716), a pesar de la advertencia del Señor, abre las puertas al imperio asirio y el país de Judá queda sometido. La advertencia es ésta: Si no os afirmáis en mi, no seréis firmes (7,9). Lo mismo sucede después, cuando  Ezequias recurre al Faraón para solicitar la ayuda del imperio egipcio. Los que gobiernan no dejan sitio a la acción de Dios, no miran hacia el que lo dispone todo desde lejos (22,11), no construyen sobre la piedra angular, no tienen la equidad como medida y la justicia como nivel (28,16-17).

  7. El profeta Jeremías anuncia el juicio de las naciones: A todos los habitantes de la tierra llega el eco, hasta el fin de la tierra. Porque pleitea el Señor con las naciones y vence en juicio a toda criatura (Jr 25,30-31). El profeta anuncia también el juicio de Judá (Jr 36). Por medio de su ayudante Baruc, Jeremías lo pone por escrito. El juicio viene de la palabra del Señor. Hay una triple lectura del escrito. La primera, ante el pueblo con ocasión de un ayuno; la segunda, en la cancillería del secretario de Estado; la tercera, ante el rey. El rey está en el palacio de invierno, sentado junto al brasero: va rompiendo el escrito y lo arroja al fuego. Jeremías dicta de nuevo su mensaje y el segundo escrito es mayor que el primero. Jeremías proclama también el juicio de Dios contra su templo, que se ha convertido en cueva de bandidos (7,11). El Señor ha puesto al profeta en su pueblo como examinador, para que conozca y juzgue su conducta (6,27).

  8. En la experiencia de su vocación, Ezequiel ve también al Señor sentado en su trono. El Dios vivo no tiene residencia fija en el templo de Jerusalén, sino que recorre toda la tierra. Y se hace presente entre los desterrados, en una pequeña comunidad, cerca de Babilonia, junto al río Kebar. Año 592 a.C. El profeta tiene la misión de hablar en nombre de Dios. Se le entrega un libro. Dios le envía a un pueblo rebelde, que no quiere escuchar la palabra del Señor: La casa de Israel no quiere escucharte a ti porque no quiere escucharme a mi (Ez 3,7).

  9. El juicio universal alcanzará al mundo entero y a los enemigos de Dios y de su pueblo. Entonces será la siega y la vendimia (Jl 4,12-13), símbolos del juicio. El juicio se le entrega al hijo del hombre (Dn 7,9-12). El juicio desemboca más allá de la historia. Los santos del Altísimo son puestos a prueba y perseguidos por poderes bestiales, pero participan en el reino del hijo del hombre y juzgan la historia (7,25-27). La función de juzgar es ya actual. Se dice en el Apocalipsis: Mete tu hoz y siega, pues ha llegado la hora de segar (Ap 14, 15).

  10. La llamada de Juan Bautista es apremiante. El reino de Dios no es cuestión de herencia familiar, requiere frutos de conversión: Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo con agua para conversión, pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo... El os bautizará en espíritu santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era, recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga (Mt 3, 10-12).

  11. En el Evangelio no sólo se siembra, también se siega: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega. Ya el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador (Jn 4, 35-36). Es fundamental el juicio, el día del juicio, al que se remite a las ciudades que rechazan el Evangelio: Habrá menos rigor en el juicio para Tiro y para Sidón que para vosotras (Mt 11,21-22; Lc 10,13-14). Los ninivitas que escucharon la predicación de Jonás y la reina del sur, que admiró la sabiduría de Salomón, se levantarán en el juicio contra esta generación  (Mt 12, 41-42), que rechaza a Jesús, una generación perversa y adúltera (12,59). El Siervo del Señor anunciará el juicio a las naciones (Mt 12,18). El Padre ha confiado al hijo todo juicio (Jn 5,22).

  12. Una gran sesión judicial más allá de la historia es la imagen tradicional (apocalíptica) del juicio final, con el hijo del hombre como juez (Mt 25): enviará a sus ángeles (mensajeros) y reunirá a los elegidos desde los cuatro vientos (Mc 13,27). Entonces las naciones serán juzgadas según la acogida dada a los enviados que anuncian el Evangelio: Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, estuve enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme, ... cuanto hicisteis con uno de estos hermanos míos más pequeños, conmigo lo hicisteis.  Jesús se identifica con los discípulos que comparten su misión: Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a aquel que me ha enviado... Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá la recompensa (10,40-42).

  13. El día del juicio, el día del hijo del hombre, puede ser para muchos día de ira, día de angustia y de aprieto, día de devastación y desolación, día de tinieblas y de oscuridad (Sof 1,15). Para encontrar cobijo, es preciso buscar al Señor, buscar la justicia, buscar la humildad (2,3). Ese día puede ser como el diluvio que vino repentinamente sobre un pueblo entregado a las ocupaciones de la vida diaria (Mt 24,37-39). Es preciso tener una barca, como Noé (Gn 6,14). Hacen falta muchas barcas. Ese día puede ser como el fuego y azufre que cayó en los días de Lot (Lc 17,26-27). Es preciso escuchar la palabra de Dios que avisa y escapar sin mirar atrás (Gn 19,15). El día del juicio es algo que acontece en la vida diaria de los hombres: Entonces estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada (Mt 24,37-40).

  14. ¿Dónde será el juicio? ¿En el valle de Josafat? (Jl 4,2). Josafat, que significa Yahvé juzga es el nombre simbólico del lugar donde el Señor juzga a las naciones. Pero el juicio no se limita a un lugar. Al parecer, Jesús utiliza una frase hecha: Donde esté el cadáver se reunirán los buitres (Mt 24,28). El día del juicio, el día del hijo del hombre, no es un acontecimiento más, que tenga lugar aquí o allá. Está en otro plano, en otra dimensión, aunque irrumpe en la historia. Llega como el reino de Dios que viene sin dejarse sentir: Y no dirán: Vedlo aquí o allí. Porque el reino de Dios está dentro de vosotros  (Lc 17,20-21). El hijo del hombre llega como el relámpago que cruza toda la bóveda del cielo y es percibido desde cualquier parte:  Como el relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el hijo del hombre en su día (17,24). Los discípulos de Jesús rezan: Venga tu reino (Lc 11,2). Y también: Ven, Señor Jesús (Ap 22,20).

  15. En la línea de los profetas, Jesús juzga el templo. Se ha convertido en cueva de bandidos (Mc 11,17), está condenado: No quedará piedra sobre piedra (Mt 24,2). Los discípulos le preguntan cuándo sucederá eso y cuál será la señal de su venida y del fin del mundo. A diferente nivel, todo está relacionado: la destrucción del templo (al filo de la historia en curso), la vuelta de Jesús (tras ser rechazado por esta generación), el fin de este mundo que pasa (dimensión del tiempo presente). Es preciso estar atentos y saber discernir. Observando la higuera, sabéis que el verano está cerca, así también vosotros: Cuando veáis todo esto, sabed que El está cerca, a las puertas (Mt 24, 33). Cristo vuelve, pero de otra forma: como resucitado, como Señor: El mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis (Jn 14,18).

  16. Diversas parábolas nos invitan a estar vigilantes, a velar y orar para no ser sorprendidos, para que ese día no sea para nosotros como un lazo (Lc 21.34-36). Si tenemos la impresión de que el Señor tarda en llegar, la parábola del siervo fiel nos invita a cumplir nuestra misión (Mt 24,45-51). Porque no sabemos cuándo es el momento, la parábola de los siervos vigilantes nos avisa (Mc 13, 33-37). Porque no sabemos el día, la parábola del ladrón en la noche nos invita a velar (Lc 12,39-40). Porque no sabemos el día ni la hora, la parábola de las diez doncellas nos invita a estar preparados para entrar en el banquete de boda (Mt 25,10-12). El mundo vive de espaldas a las señales del fin  (24,6-14). Pero hay que anunciarlo. Son dolores de parto (24,8). El viejo mundo pasa, un mundo nuevo está naciendo.

  17. El reino de Dios, que ha recibido Jesús, está ya presente en el mundo. Sin embargo, el creyente espera aún la plenitud de ese reino en el futuro (LG 48). Se da una cierta tensión: ya y, sin embargo, todavía no. Ya, porque Cristo viene como Señor. Todavía no, porque Cristo vendrá. En realidad, lo que nos separa de ese día no es mucho: Un poquito de tiempo todavía y el que viene llegará sin retraso (Hb 10, 37), el juez está ya a la puerta (St 5, 9). El Señor viene como ladrón en la noche: Pero vosotros no estáis en tinieblas de modo que ese día os sorprenda como ladrón (1 Ts 5,1-5).

  18. Ahora ya, es fundamental la actitud adoptada frente a Cristo: El que cree en El, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del hijo único de Dios. Y el juicio está en que la luz vino al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas  (Jn 3,18-19). El creyente no tiene por qué temer el día del Señor, que ha de venir a juzgar a vivos y muertos (2 Tm 4,1): En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio (1 Jn 4,17). Además, los creyentes participan en la función de juzgar: Os sentareis también vosotros en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (Mt 19,28), han de juzgar al mundo (1 Co 5,12). 

  19. El Apocalipsis es revelación del juicio de Dios. Anuncia realidades que se revelarán más tarde, pero también lo que Dios ha hecho ya, sus juicios en el tiempo  presente. El Apocalipsis es profecía contra una multitud de pueblos, naciones, lenguas y reyes (Ap 10,11). Los discípulos del Señor son el resto de Israel y los profetas de las naciones.  El Apocalipsis es testimonio. Los discípulos tienen la misión de anunciar a las naciones, en los tribunales, en las plazas públicas y en las arenas de los circos, los juicios de Dios. El día del Señor se vive en la reunión de la comunidad (1,10).

  20. El Catecismo de la Iglesia Católica recoge la vieja tradición (que no es bíblica) del juicio particular, en el momento de la muerte, y del juicio final o universal, al final de la historia: “Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular” (n. 1022), “La resurrección de todos los muertos, de los justos y de los pecadores, precederá al Juicio final. Esta será ‘la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz’ ...(Jn 5,28)” (n. 1038). Pero, atención, se suprime lo siguiente: Llega la hora... ya estamos en ella.  Dice el Señor en el evangelio de San Juan: Llega la hora (ya estamos en ella) en que los muertos oirán la voz del hijo de Dios, y los que la oigan vivirán (Jn 5,25). Y también: Llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz (5,28).

  21. 11 de marzo: Masacre terrorista en Madrid. 190 muertos y 1.500 heridos. El mayor atentado terrorista de la historia de España. Al Qaeda se atribuye el criminal atentado. 14 de marzo: Vuelco electoral sin precedentes. Recordamos la manifestación popular contra la guerra de Irak el 15-F del año pasado: un 90 por ciento de la población se lanzó a la calle. Recordamos también la catequesis titulada La novedad de los reyes. Se decía al final: "Domingo tercero de Cuaresma. Ha empezado la guerra contra Irak. En todas las iglesias se lee como primera lectura el texto del Decálogo, que señala los límites fuera de los cuales no hay comunión ni con Dios ni entre los hombres: No tomarás el nombre de Dios en falso, no matarás, no robarás, no codiciarás los bienes de tu prójimo (Ex 20,1-17). El Señor no es un Dios ausente, un Dios Altísimo, que no se ocupa de los asuntos humanos. Juzga la historia y recuerda sus mandatos. Quienes gobiernan los pueblos deberían prestar atención, mucha atención".

  22. Un año después, tras los atentados del 11-M, proclamamos lo mismo: No tomarás el nombre de Dios en falso, no matarás... La vida humana es sagrada. Llama la atención el evangelio del 14-M: el de los galileos violentos cuya sangre mezcló Pilatos con la de los sacrificios que ofrecían (Lc 13,1-9). Una violencia tras otra. Jesús condena la violencia de los galileos, también la de Pilatos. Vivimos en un mundo violento, que necesita conversión. Dice Jesús: Si no os convertís..., mal asunto. Otro mundo es posible. Más aún, otro mundo es necesario. ¿Dónde está Dios?, se preguntan algunos. La palabra de Dios condena los atentados terroristas, como hace un año condenó la guerra contra Irak: No matarás. Además, Dios está en el movimiento de solidaridad desplegado con las víctimas.

  23. Llama la atención un impresionante pasaje de Isaías,  escuchado en un pequeño grupo el 11-M, el día de la gran matanza (Is 30,25): La fuerza del Faraón (el emperador del momento) se os convertirá en vergüenza, y el amparo de la sombra de Egipto, en confusión (30,3). Es decir, la fuerza de Bush se os convertirá en vergüenza y el amparo de EE UU en confusión. Dice también: Cuando estuvieron en Soán sus jefes, ... todos llevaron presentes a un pueblo que les será inútil, a un pueblo que no sirve de ayuda ni de utilidad, sino de vergüenza y oprobio (30,4-5). Es decir, hace un año, cuando estuvieron en Azores sus jefes, se sometieron servilmente a un pueblo que no sirve de ayuda ni de utilidad, sino de vergüenza y oprobio. No es menos significativo el pasaje, que - un poco antes – se pronuncia  contra los señores de este pueblo que dijeron: Hemos celebrado alianza con la muerte, y con el seol hemos hecho pacto, cuando pasare el azote desbordado, no nos alcanzará, porque hemos puesto la mentira por refugio nuestro y en el engaño nos hemos escondido (28,14-16). Impresionante palabra de juicio: Ahora ven, escríbelo en una tablilla, grábalo en un libro, y que dure hasta el último día, para testimonio hasta siempre (30,8). En mi agenda de mesa, el 11-M, se leía este pensamiento de Octavio Paz: “El trueno proclama los hechos del relámpago”.  Ciertamente, el Señor viene como el relámpago.

    * Para la reflexión personal o de grupo. El día del juicio, el día del Señor:

    - Es un día temido, un día esperado, para el más allá, también para el más acá.

    - Un resto escapa al juicio, el que cree en El no es juzgado.

    - El juicio de las naciones es actual, el juicio del templo también.

    - Participamos en la función de juzgar.

    - Vivimos en un mundo violento, que necesita conversión.

    - Condenamos los atentados terroristas, también la guerra contra Irak.

    - Otro mundo es posible, otro mundo es necesario.

    - El Señor viene como el relámpago.