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37. EL CISMA DE LOS DOS REINOS


1.
      Tras la novedad de los reyes, viene el cisma de los dos reinos y una etapa de la historia (siglos IX y VIII) marcada por la separación de Israel y de Judá. Es una época que pasa por fuertes experiencias y que cuenta con grandes profetas: Elías, Eliseo, Amós, Oseas, Isaías. Veamos qué lecciones de ayer encontramos y qué experiencias de hoy tenemos.

El toro, símbolo de Baal

2.      Al morir Salomón, el año 931, le sucede su hijo Roboán. En Judá es aceptado sin problemas. Sin embargo, en Israel le ponen una condición: aliviar el yugo que les puso su padre. La condición es rechazada y se produce el cisma. Entonces Jeroboán es proclamado rey de Israel (1 Re 12,20). Acusado de rebeldía y amenazado de muerte por Salomón, se había refugiado en Egipto. Al volver del destierro, es recibido con los brazos abiertos. El nuevo rey corta los lazos con Judá. Israel no tiene por qué ir al templo de Jerusalén a venerar el arca de la alianza. Como símbolo de unidad religiosa, recurre al toro y coloca uno en Betel y otro en Dan (1 Re 12,26-33). El toro tenía un significado idolátrico. En los descubrimientos arqueológicos, el toro aparece como un importante símbolo de Baal, dios de la fertilidad.

Estela con luna

3.      Desde los tiempos de David, los cananeos quedan integrados en la población local, pero siguen con sus costumbres. Rinden culto a los dioses de la fecundidad: Baal y Astarté. Sus lugares de culto admiten la prostitución sagrada. La tentación cananea acecha a los israelitas, a quienes se les promete ser como dioses (Gn 3, 5). Sin embargo, la forma pagana de vivir es incompatible con el Dios de Israel: Derribarás sus altares, destruirás sus estelas, talarás sus árboles sagrados (Ex 34,13). Sobre los altares se sacrifican animales y se queman ofrendas. Las estelas (o cipos) se consideran una representación de la divinidad masculina (2 Re 10,20-26). Los árboles sagrados son símbolo de la fuerza de la vida. Se cree que las relaciones sexuales debajo de esos árboles transmiten la vitalidad de la diosa (Os 4,13-14). La prostitución sagrada está asociada al culto de la diosa Astarté (2 Re 23,7).

Amuleto con árbol

4.      Como agricultores, los cananeos celebran la fiesta de primavera (ácimos), la fiesta de la recolección (cinco semanas después), la fiesta de las tiendas (en el otoño). Bajo los árboles sagrados, en las chozas de ramajes, cananeos y cananeas actualizan la unión de Baal y Astarté. Para asegurar el fruto de la tierra, los israelitas se vuelven hacia la imagen del toro, símbolo de Baal. El Señor es el Dios del desierto, dicen, pero no entiende de las cosas del campo.

5.      El conflicto es inevitable. Hacia el año 860, los profetas de Baal gozan de la protección del rey Ajab y de su esposa Jezabel: Entonces surgió el profeta Elías como fuego, su palabra quemaba como antorcha (Eclo 48,1). Elías plantea el dilema: ¿Hasta cuándo vais a estar cojeando con los dos pies? Si el Señor es Dios, seguidle; si Baal, seguidle a éste (1 Re 18,21). La desproporción es total. Elías queda solo como profeta del Señor, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta (18,22). Tras una pertinaz sequía, Elías proclama que el Señor de la historia lo es también de la naturaleza y de la lluvia. Testigo de la alianza, peregrina hasta el Horeb, el monte de Dios, y le expone al Señor su crítica situación: Ardo en celo por la gloria de Dios, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela (19,10). Finalmente, arrebatado en un carro de fuego, Eliseo recoge su manto (2 Re 2,11-13). 

6.      Por la influencia de levitas y profetas, las fiestas paganas se convierten en celebraciones creyentes. En la fiesta de primavera se celebra la salida de Egipto, la pascua. En la fiesta de la recolección se celebra la alianza del Sinaí y el don de la Ley. En la fiesta de las tiendas se celebra la estancia en el desierto.

7.      En el siglo VIII, Asiria es el imperio que domina en el Medio Oriente. Uno tras otro, los reinos cercanos van cayendo bajo el yugo de los reyes asirios, que imponen sus tratados de vasallaje. Los vasallos se comprometen a amar a su soberano y a seguirle sólo a él. Los levitas de Israel proclaman el gran mandamiento: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas (Dt 6,5), no tendrás otros dioses (5,7), tu Dios es un dios celoso en medio de ti (6,15). La bendición de Dios será la recompensa de la fidelidad a la alianza (11,14). La maldición será el castigo de la infidelidad (11,17).

8.      En este contexto aparece el profeta Amós. Procede de Tecua, una aldea del reino de Judá. Es cultivador de higos (Am 7,14), pero un día, hacia el 750, recibe la palabra del Señor: Vete a profetizar a mi pueblo Israel (7,15). Amós profetiza contra la burguesía corrompida (3,10), contra los opresores (2,13), contra el formalismo religioso (5,21). El enfrentamiento final tiene lugar en Betel, el templo nacional. El sacerdote Amasías no aguanta la denuncia del profeta y le acusa ante el rey: Amós está conspirando contra ti en medio de Israel; el país ya no puede soportar sus palabras (7,10).

9.      Entonces aparece también el escrito elohísta, llamado así por el nombre que se da a Dios. En hebreo Elohim es plural de El, nombre de Dios que los patriarcas recibieron del medio circundante. El escrito recuerda las grandes etapas de la historia de Israel. Moisés es el profeta por excelencia: Ya no surgió en Israel otro profeta como Moisés con quien el Señor trataba cara a cara (Dt 34,10). Ante los cultos cananeos (y el poder asirio) el pueblo de Israel está a punto de  desaparecer. En esta situación crítica se asume la tradición cultual del sacrificio de Isaac (Gn 22). El niño a punto de ser sacrificado es la comunidad creyente, abocada a la desaparición. La intervención del Dios de Abrahán realiza, de una forma humanamente imprevista, la salvación de ese resto, resto de José, que Amós había anunciado (Am 5,15).

10.  Después aparece el profeta Oseas. Es una época de conspiraciones y asesinatos. En veinte años se suceden seis reyes en el trono de Israel. Se venera al Señor, pero se sigue diciendo que no entiende de faenas agrícolas. El culto a Baal sigue hechizando a los israelitas. Oseas experimenta en su vida conyugal el drama religioso de su tiempo. El profeta ama a su esposa, que le da tres hijos, pero luego vuelve a su antigua ocupación, la prostitución sagrada. Oseas la sigue queriendo, la busca, la encuentra y le abre de nuevo su hogar (Os 1-3). El drama conyugal del profeta es la historia viva de Israel (4-14), una impresionante historia del amor de Dios por su pueblo, que se comporta como una esposa infiel: Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí (11,2).

11.  El rey asirio Sargón II intenta tomar Samaría, la capital de Israel. La ciudad resiste tres años (2 Re 17,1-6), pero hacia el 721 se rinde. Parte de la población es asesinada. Se calcula en 27.290 el número de israelitas deportados. Así acaba el reino de Israel. Un siglo más tarde, el profeta Jeremías evocará la terrible matanza con estas palabras: En Ramá se escuchan ayes, llanto muy amargo. Es Raquel que llora a sus hijos y rehúsa consolarse, porque no existen (Jr 31,15).

12.  Con la toma de Samaría, fugitivos del reino de Israel se refugian en Jerusalén. Entre ellos vienen levitas que traen su colección de homilías inspiradas en las tradiciones mosaicas, el tesoro sagrado de la tradición viva de Israel, los relatos de Elías y Eliseo, las profecías de Amós y de Oseas, el escrito elohísta. De este modo, Israel catequiza a Judá.

13.  El reino de Judá vive su propia historia. En tiempos del rey Ozías (781-740), conoce una época de prosperidad (2 Cr 26), pero dura poco tiempo. Hacia el año 750 el rey enferma de lepra. Cuando muere, el año 740, negros nubarrones aparecen en el horizonte. El rey asirio sigue adelante con sus conquistas. Entonces surge el profeta Isaías. Nace hacia el año 765, de familia aristocrática. Vive en Jerusalén. Es el heraldo de las dos tradiciones de la ciudad santa: el Señor hace alianza con David y su descendencia, elige a Sión como morada. Corre el año 745. El rey asirio Teglatfalasar III se lanza a la conquista de una vasta parte del mundo. Y surge la pregunta: ¿guardará silencio el Señor ante esta loca aventura?

14.  Isaías contempla en el templo la majestad de Dios, que juzga la historia: Sentado sobre un trono excelso y elevado, la orla de su manto llena el templo (Is 6,1). La experiencia de fe purifica al profeta, que escucha esta palabra del Señor: ¿A quién enviaré?  Isaías responde: Heme aquí, envíame. El Señor le encomienda una misión que parece imposible y que sólo consigue endurecer el corazón del destinatario: Ve y di a ese pueblo: Escuchad bien, pero no entendáis, ved bien, pero no comprendáis. Engorda el corazón de ese pueblo, hazle duro de oídos, y pégale los ojos; no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se convierta y se le cure (6,8-10).

15.  El rey Ajaz (736-716) se manifestará duro de oído, resistente a la palabra de Dios. Los reyes de Siria y de Israel intentan arrastrar a Judá a una coalición contra el imperio asirio. Ajaz no sabe qué hacer. Desesperado, sacrifica a su hijo en la hoguera (2 Re 16,3), al estilo de los paganos, intentando forzar la asistencia divina. Sin esperar más, los dos reyes aliados se preparan para sitiar a Jerusalén. Ajaz, asustado, revisa las murallas y el abastecimiento de agua. Isaías le dice: ¡Alerta, pero ten calma! No temas, ni desmaye tu corazón por ese par de cabos de tizones humeantes (7,4). El profeta predice la toma de Samaría, la capital de Israel, e indica las condiciones en que Jerusalén puede salvarse. Lo dice el Señor: Si no os apoyáis en mí, no seréis firmes (7,9).

16.  Ajaz permanece en la duda. Isaías le sugiere que pida una señal. Ante la negativa del rey a pedirla, el Señor se la ofrece: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros (7,14). El rey que devuelva a Jerusalén su gloria primitiva no será Ajaz, sino su hijo. Ajaz no hace caso de las palabras de Isaías y se declara vasallo del rey de Asiria (2 Re 16,7). Decepcionado, el profeta deja de contar con él y pone su esperanza en el sucesor.

17.  El rey asirio Teglatfalasar invade Siria y se apodera de gran parte de Israel (2 Re 15,29;16,9). Ajaz corre al encuentro del prepotente soberano (2 Re 16,10). Como vasallo obediente, abre sus templos a los dioses del rey asirio y halaga su vanidad con escandalosos cambios en el templo (2 Re 16,10-18). Indignado, Isaías se retira temporalmente de la vida pública y se dedica a la formación de un pequeño grupo de discípulos: Envuelve el testimonio, sella la enseñanza entre mis discípulos. Aguardaré por el Señor, el que vela su faz de la casa de Jacob, y esperaré por él. Aquí estamos yo y los hijos que me ha dado el Señor, por señales y pruebas en Israel (Is 8,16-18). Ajaz muere el 716 y le sucede su hijo Ezequías (716-687).

18.  En el inmenso imperio asirio estallan sublevaciones por todas partes. Hacia el 713, con el apoyo de Egipto, se levanta la ciudad filistea de Asdod. Una embajada egipcia pretende la adhesión de Ezequías. Isaías aconseja neutralidad e invita a los mensajeros a regresar a su tierra (Is 18,1-2). El rey asirio destruyó la ciudad de Asdod. Unos años después, el rey de Babilonia envía mensajeros a Jerusalén. Ezequías los recibe con agasajo (Is 39,1-8), pero Isaías aconseja prudencia: Llegarán días en que todo lo que hay en tu casa... se lo llevarán a Babilonia. Ezequías repara las murallas, levanta un muro de fortificación, construye el túnel de Siloé para asegurar el abastecimiento de agua (2 Cr 32,1-5), suspende el pago del tributo anual, arranca del templo los símbolos paganos, combate contra las ciudades filisteas sometidas a los asirios (2 Re 18,8).

19.  Jerusalén es asediada por el rey asirio Senaquerib (Is 36-37), pero Isaías proclama esta palabra del Señor: Volverá por la ruta que ha traído. No entrará en esta ciudad... por mi honor y el de David, mi siervo (Is 37,34-35). El rey asirio no entró en la ciudad. Una epidemia en el campamento asirio le obligó a levantar el asedio (2 Cro 32,21). La milagrosa liberación de Jerusalén en el año 701 marca un giro decisivo en la historia de la reforma religiosa de Ezequías: Hizo lo que el Señor aprueba, igual que su antepasado David. Suprimió los altos, derribó las estelas... Se adhirió al Señor y no se apartó de él; guardó los mandamientos que el Señor había dado a Moisés (2 Re 18,3-6). Ezequías se convierte así en el hombre, cuyo nacimiento había anunciado Isaías como señal. Habiendo caído enfermo de muerte, recibió la curación como regalo del Señor (Is 38,1-20).

20.  Abril de 2003. La guerra contra Irak ha creado una profunda división en la sociedad, en España, en Europa y en el mundo. Según diversos recuentos, más de cinco mil civiles han sido masacrados en esta guerra injusta y criminal. Como dice el obispo Pedro Casaldáliga: “Es indignante ver esa prepotencia del imperio y la impotencia (u omisión) de las instituciones internacionales. Necesitamos otras, muy diferentes. Es hora de cerrar filas en torno a la Internacional Humana”.

* Diálogo: lecciones de ayer y experiencias de hoy.