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36. LA NOVEDAD DE LOS REYES


1.
      
La aparición de la monarquía ocupa un siglo de historia en Israel (hacia 1030-931 a.C.). Los primeros reyes son Saúl, David y Salomón. La época es evocada por Pablo: Pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, de la tribu de Benjamín... Depuso a éste y les suscitó por rey a David, de quien precisamente dio este testimonio: He encontrado a David, hijo de Jesé, un hombre según mi corazón (Hch 13,21-22). Pero no siempre fue así. Estemos atentos, pues algunas lecciones de esta etapa de la historia son aplicables al momento actual.

2.       La monarquía supone una novedad en medio de un pueblo, donde las tribus tienen su propia autonomía. Conjugan autonomía y comunión. Se ayudan y defienden en momentos de peligro. El problema surge en la medida en que reyes (y sacerdotes) siguen el modelo cananeo, olvidando las antiguas tradiciones: la salida de Egipto, la alianza del Sinaí, el paso del Jordán, la promesa de la tierra.

3.       Saúl es natural de Guibea, en la Palestina central. Un día se entera de que los amonitas (vecinos incómodos) han puesto sitio a la ciudad de Yabés, de la tribu de Galaad, al este del Jordán. Las gentes de Galaad están estrechamente vinculadas a la tribu de Benjamín. Los mensajeros dan la voz de alerta. Saúl reúne a un grupo de hombres y derrota a los invasores (1 Sm 11, 1-11). Pero los filisteos, que dan nombre a toda la región (Palestina viene de Filistea), dominan la zona y aplican  medidas de opresión. Los israelitas han de entregar sus armas y no pueden trabajar los metales: Por entonces no se encontraba un herrero en tierra de Israel, porque los filisteos se decían: Que no hagan los hebreos espadas ni lanzas. Así los israelitas tenían que bajar a los filisteos para aguzar su reja, su hacha, su azuela o su hoz (13, 19-21). Además, el precio era un abuso.

4.       En esta situación, los israelitas quieren tener un rey, como los demás pueblos: Nuestro rey nos juzgará, irá al frente de nosotros y combatirá nuestros combates (8,20). El profeta Samuel percibe los inconvenientes de la monarquía (8,10-18). No quiere un rey al estilo cananeo, pero acepta uno que obedezca al Señor. O sea, los reyes, según y cómo. Pues bien, Saúl está buscando las burras de su padre y va a consultar al hombre de Dios. Precisamente, la víspera Samuel había recibido esta palabra del Señor: Mañana, a esta misma hora, te enviaré un hombre de la tierra de Benjamín, le ungirás como jefe de mi pueblo Israel (9,16). Saúl es elegido en Guilgal rey de Israel (11,15).

5.       El nuevo rey pretende la liberación de Palestina central del yugo filisteo. Su  victoria en Micmás (14,31) le abre el camino del sur, hasta entonces totalmente cerrado. Avanza hacia el Negueb y vence a los amalecitas (15,4-35). Sin embargo, las cosas no van bien. Ante una situación comprometida, se cree autorizado para suplantar a Samuel (13,1-15). El Señor mismo se arrepiente de haberlo elegido rey: no cumple sus mandatos (15,11). Orgulloso de los éxitos alcanzados, se dirige hacia el norte.  Los filisteos le derrotan en la batalla del monte Gelboé, hacia 1010 a.C. Mueren él y sus tres hijos (31, 1-13). 

6.       David, natural de Belén de Judá, es ungido por Samuel (16,1-13). Siendo joven pastor, al llevar provisiones para sus hermanos, se encuentra con el filisteo Goliat, que va armado hasta los dientes: espada, lanza, jabalina, yelmo y coraza. David le derrota sólo con su honda (17,12-57). Entra en el ejército de Saúl como jefe de mercenarios (18,5), pero Saúl ve en él una amenaza y piensa matarle. Entonces pasa al servicio de los filisteos, que le dan la ciudad de Siquelag (27,6). En cierta ocasión, le perdona la vida a Saúl (26,9). David es elegido rey de Judá (2 Sm 2,4) y, poco después, rey de Israel (5,3). La capital del nuevo reino es Jerusalén. El dios supremo cananeo El Elión, Dios Altísimo, creador de cielo y tierra, que hasta entonces reinaba sobre el monte Sión, es depuesto sin aparente conflicto. La entrada solemne del arca en la ciudad de David (6,12) simboliza la toma de posesión del lugar que el Señor se había escogido como morada. Sadoq, el sumo sacerdote cananeo, confirmado en sus funciones por David, pasó al servicio del Señor (8,17). Pasado el Jordán, camino de Jerusalén, David despide y bendice a Barzil-lay (19,32-49). Libre de sus enemigos, el rey puede cantar: A mi Dios invoqué y escuchó mi voz desde su templo (22,7;Sal 18).

7.       Dos tradiciones nacen en Jerusalén: la elección de una persona (David) y de un lugar (el monte Sión). La profecía de Natán y los salmos reales proclaman la alianza del Señor con David: Una alianza pacté con mi elegido, un juramento hice a mi siervo David: para siempre jamás he fundado tu estirpe, de edad en edad he erigido tu trono...No le ha de sorprender el enemigo (Sal 89; 2 Sm 7; Sal 2, 18,20,21,45,72,101,110,132,144). Asimismo, los salmos de Sión celebran el lugar que el Señor se ha elegido como morada: El Señor ha escogido a Sión, la ha querido como sede para sí (Sal 132; ver 46,48,76,84,87,122). Jesús será de la estirpe de David: Dios le dará el trono de David, su padre (Lc 1,32).

 

Jarra con serpiente

8.       La pasión de David por Betsabé le lleva al adulterio y al asesinato. El profeta Natán le reprocha haber menospreciado al Señor haciendo lo malo a sus ojos, matando a espada a Urías el hitita, tomando a su mujer por esposa. David reconoce su pecado (2 Sm 12,6.13). Su hijo Absalón se rebela contra él y muere trágicamente. David se estremeció al conocer la noticia (18, 9-19,1). David tenía treinta años cuando empezó a reinar y reinó cuarenta años (5,4). Muere hacia el año 980.

9.       Salomón, hijo de David y Betsabé, es ungido rey por el sacerdote Sadoc (1 Re 1,39). Su sabiduría es proverbial (1 Re 5,9). Se la pidió al Señor cuando empezó a gobernar (Sb 9). El juicio de Salomón es conocido en todo el mundo (3,16-28). Diplomático consumado,  arregla los conflictos políticos mediante el juego sutil de las alianzas. Construye el templo del Señor y el palacio real de Jerusalén (9, 15-24), pero también construye santuarios a otros dioses. Se lo piden las mujeres extranjeras, que Salomón trae a Jerusalén. La paganización creciente amenaza la fe del pueblo. Un teólogo de Jerusalén, llamado el yavista, toma conciencia del peligro y denuncia la tentación cananea, la pretensión de ser como dioses (Gn 3,5), prescindiendo de Dios. Además, compone la primera síntesis de historia de la salvación.

 

10.   El error fundamental de Salomón es la idolatría. Los cultos cananeos traen fatales consecuencias: Reclinaste tu costado en mujeres... profanaste tu linaje, acarreando la ira sobre tus hijos y llenándoles de aflicción por tu locura, hasta quedar partida en dos la dinastía (Eclo 47,19-21).  Salomón muere el año 931. Poco después, Israel se separa de Judá. Es el cisma político y religioso.

 

Templo de Salomón

11.   El templo de Jerusalén es el orgullo de Judá. Sin embargo, Israel prefiere sus viejos santuarios. En Judá la figura principal es David. En Israel es Moisés. En ambientes proféticos la construcción del templo de Jerusalén y su vida cultual, bastante calcados del modelo de los templos y cultos cananeos, se reciben con  mucha prevención. Dice el Señor: ¿Es que durante los cuarenta años del desierto me ofrecisteis sacrificios y oblaciones? (Am 5,25). Y también: Cuando saqué a vuestros padres de Egipto, no les hablé ni les mandé nada tocante a holocausto y sacrificio (Jr 7,22). La denuncia del templo es crucial en la misión de Jesús (Jn 2,17). Su nuevo sacerdocio tiene por lema: No quisiste sacrificios ni holocaustos. Heme aquí que vengo para hacer tu voluntad (Sal 40).  

 

Altar de sacrificios

12.   Marzo de 2003. Domingo segundo de Cuaresma. La guerra contra Irak es inminente. La primera lectura (Gn 22,1-18) es como una gran pancarta. Viene a decir: Si tienes algo que ver con Abrahán, no sacrifiques a medio millón de personas (estimación del Comité de Emergencia de la ONU). Domingo tercero de Cuaresma. Ha empezado la guerra contra Irak. En todas las iglesias se lee como primera lectura el texto del Decálogo, que señala los límites fuera de los cuales no hay comunión ni con Dios ni entre los hombres: No tomarás el nombre de Dios en falso, no matarás, no robarás, no codiciarás los bienes de tu prójimo (Ex 20,1-17). El Señor no es un Dios ausente, un Dios Altísimo, que no se ocupa de los asuntos humanos. Juzga la historia y recuerda sus mandatos. Quienes gobiernan los pueblos deberían prestar atención, mucha atención.

* Diálogo: sobre la novedad de los reyes. Aplicaciones actuales.