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30-3. EUCARISTÍA, LA CENA DEL SEÑOR


              1. Según diversas encuestas, el cumplimiento dominical se mantiene actualmente en España en torno al 30% de la población. Sin embargo, hay que preguntarse: ¿qué significa ese cumplimiento? ¿qué sentido tiene la eucaristía? ¿cómo la celebramos? ¿distinguimos entre lo que es símbolo y lo que es realidad? ¿qué relación existe entre las comidas de Jesús con sus discípulos, la última cena, y las comidas en las que el Señor resucitado se hace presente? ¿qué cambios más importantes se han producido a lo largo de la historia? Veamos.

            2. Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre (Jn 13,1), celebra la pascua (Lc 22, 15) con libertad galilea y evangélica, la noche en que iba a ser entregado (1 Co 11,24). La cena (Jn 13,2) tiene carácter pascual: la casa y los preparativos para comer el cordero de pascua (Mc 14,12), las abluciones y el lavatorio (Jn 13,5), el pan mojado en la salsa (13,26), la copa después de cenar (Lc 22,20), el canto de los salmos (Mt 26,30), la conversación amplia (Jn 13-17) en la que Jesús revela el sentido de aquella cena de despedida. La mesa de la celebración es la mesa del éxodo, la mesa de la pascua, que significa paso del Señor (Ex 12,11).

            3. La eucaristía, celebrada en la Iglesia primitiva el primer día de la semana o día del Señor (Hch 20,7;1 Co 16,2;Ap 1,10), queda desligada desde el primer momento de la pascua judía. Esta separación fue fácil de realizar, pues Jesús no ligó su cena a la comida del cordero, (él es el Cordero de Dios, Jn 1,29), sino a la fracción del pan y a la bendición de la copa, gestos que, respectivamente, uno precedía y otro seguía a la cena pascual y que adquirieron en aquella última cena un nuevo significado (1 Co 11,23-26;ver Gn 14,18-20). En el mundo judío, la fracción del pan como introducción y la bendición de la copa como conclusión ponen de relieve la significación de la comida: la pertenencia a la misma comunidad. El pan y el vino son el símbolo de la comida entera. El que preside, el cabeza de familia o el que hace su función (en su caso, el invitado) parte el pan y lo distribuye a cada uno, pronunciando una oración de alabanza y de acción de gracias a Dios.

            4. Tanto en la pascua judía como en la eucaristía cristiana, el pan ácimo es el alimento de los perseguidos. Es el pan de la miseria y de la prisa (Ex 12,24.39), símbolo de las dificultades pasadas y presentes. Así lo dice el ritual judío de la pascua: "He aquí el pan de miseria que nuestros antepasados han comido en Egipto, que aquél que esté necesitado venga a celebrar la pascua". El Dios que actúa en la historia es defensor de los oprimidos; por ello, el éxodo es una experiencia de valor permanente: todo aquel que esté oprimido, que venga a celebrar la pascua, Dios pasa salvando.

            5. La fracción del pan (con acción de gracias) aparece en los pasajes de la multiplicación de panes: Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces (Jn 6,11). Pero la fracción del pan adquiere en la última cena un nuevo significado. Jesús alude a su muerte violenta, se despide: Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío (1 Co 11,24; ver Mc 14,22;Mt 26,26;Lc 22,19). "La Iglesia griega usa pan con levadura. En la Iglesia latina está preceptuado el pan ácimo (Concilio de Florencia,1439). El primer testigo indiscutible del uso del pan ácimo en la Iglesia occidental es Rábano Mauro (m.850). Ya Justino, Ireneo y Cipriano atestiguan la mezcla de agua con el vino" (Schmaus).

            6. El primer día de la semana (Lc 24,1.13), los discípulos de Emaús reconocen a Jesús al partir el pan (24,35). La fracción del pan es el nombre más antiguo de la eucaristía. La expresión designa no sólo el hecho de partir el pan, sino la comida entera, como una cena festiva: El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la fracción del pan, etc (Hch 20,7-11;ver 2,42.46). Tenemos aquí la primera descripción de la celebración. Pablo está en Tróade. La comunidad se reúne en el tercer piso de una casa. Muchas lámparas están encendidas. La reunión tiene lugar al comienzo de ese día, es decir, en la noche del sábado al domingo, según la manera judía de contar. Pablo dialoga con los hermanos hasta la medianoche. Después parte el pan y come. Luego conversa hasta el amanecer. La comida de pan y pescado que el Señor resucitado da a los siete discípulos (Jn 21,13) aparece en el arte cristiano primitivo como expresión eucarística.

            7. La expresión fracción del pan permanece en uso mientras la eucaristía se celebra en el marco de una comida. Se llama también la cena del Señor (1 Co 11,21). En ese marco, dice San Pablo, no se ha de rechazar ningún alimento que se coma con acción de gracias, pues queda santificado por la palabra de Dios y por la oración (1 Tm 4,4-5). La eucaristía supone participar de la mesa del Señor (1 Co 10,21). En el epitafio de Abercio (en Hierápolis, Asia Menor, hacia 180) la comida de los cristianos es descrita como pez, pan y vino (ver Rouët de Journel, Enchiridion patristicum, Herder, 1969, 187). Sin embargo, cada vez más, el acento se pone en la acción de gracias: "Este alimento, dice San Justino, se llama entre nosotros eucaristía" (Apología I, 66). La eucaristía se separa de la cena y se traslada a la mañana: "Esta ordenación la hallamos por primera vez a mediados del siglo II (San Justino, Apología I, 67). Luego se impuso universalmente" (Schmaus).

            8. El uso de hacer circular durante las comidas una copa, en la que beben todos (Mc 14,23), hace de ella un símbolo de comunión con el Dios de la alianza y con los hermanos. Los hermanos participan de la mesa del Señor; la copa rebosa (Sal 23,5). El creyente, agradecido y esperanzado, levanta la copa de la salvación (Sal 116,13). En el ritual judío de la pascua, la copa que se toma después de cenar (Lc 22,20), la tercera copa llamada de Elías, simboliza la venida del Reino y es copa de liberación para los creyentes oprimidos. Pero en la última cena es también copa de agonía que Jesús ha de beber (Mc 14,36;10,38) y copa de la nueva alianza: Esta es mi sangre de la alianza que es derramada por muchos (Mc 14, 24; ver antigua alianza, Ex 24,8). Jesús se refiere de nuevo a su muerte violenta, la asume como una prueba querida por Dios (Jn 18,11), con plena conciencia del valor de su sangre: Mi siervo justificará a muchos (Is 53,11).

            9. En el evangelio de San Juan, después de la multiplicación de panes, Jesús anuncia otro pan, que permanece para la vida eterna (Jn 6,27). No sólo multiplica el pan, sino que se presenta como el pan de vida (6,35): Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo (6,51). La gente choca con un burdo realismo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Pero Jesús se refiere a su muerte violenta: Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida (6,55). Jesús da una clave fundamental para entender la eucaristía, la inhabitación mutua, bajo otra forma de existencia más allá de la frontera de la muerte:  El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mi y yo en él (6,56). El Señor está dentro de nosotros y nosotros dentro de él. Y la vida eterna (6,47) dentro de nosotros. Esto desborda toda filosofía: El espíritu es el que da vida (6,63).

            10. El memorial judío hace presente en cada tiempo el hecho de la salvación: Esto te servirá como señal en tu mano y como recordatorio ante tus ojos (Ex 13,9). La comunidad cristiana cumple el mandato de Jesús: Haced esto en recuerdo mío (Lc 22,19). Un recuerdo que no es simple evocación de un acontecimiento ocurrido en el pasado. Su eficacia llega hasta el presente. Para cada generación el memorial de Cristo "es su propia pascua, el Señor que pasa para liberarla" (Ligier). En la eucaristía está presente el Señor glorificado, que es el crucificado: Cada vez que comáis este pan y bebáis esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga (1 Co 11,26). Hay que huir de la idolatría, no se puede participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios: El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es acaso comunión con el cuerpo de Cristo? (10,16).

            11. Frente al escándalo de la cruz y de la tumba vacía (Jn 20,2), el Señor nos dice: Esto es mi cuerpo. Buscadme en la eucaristía, la reunión de la comunidad. Es fundamental discernir el cuerpo del Señor. Las divisiones pueden impedirlo. Como dice San Pablo a los corintios: Cuando os reunís en común, eso ya no es comer la cena del Señor (1 Co 11,20). Se impone, pues, la revisión: Examínese cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propio castigo (11,28-29). He aquí unas sugerencias: Cuando os reunís, cada cual puede tener un salmo, una instrucción, una revelación, un discurso en lengua, una interpretación; pero que todo sea para edificación (14,26). La participación está abierta a todos: Podéis profetizar todos por turno (14,31). Todo ha de hacerse con decoro y orden (14,40).

            12. Uno de los testimonios más antiguos de la eucaristía, la Didajé, redactada en Siria a finales del siglo I, manifiesta la importancia de la unidad: "Todo aquel que tenga contienda con su compañero, no se junte con vosotros hasta tanto no se hayan reconciliado, a fin de que no se profane vuestro sacrificio" (XIV,2; ver Mt 5,23-24). La eucaristía realiza la unidad de la Iglesia y es signo de ella: Vosotros sois el cuerpo de Cristo (1Co 12,27). Y también: Aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos (10,17). Se dice en la Didajé: "Como este fragmento estaba disperso sobre los montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia" (IX,4). Por esa unidad ora Jesús: Que todos sean uno (Jn 17,21). La unidad de corazones lleva también a una efectiva comunicación de bienes (Hch 4,32).

            13. Para los padres de la Iglesia, la eucaristía es a la vez "figura y realidad". El cambio se realiza durante la plegaria eucarística tomada como un todo, que comprende las palabras de Jesús y una invocación al Espíritu. Dice San Cirilo de Jerusalén: "Pedimos a Dios, que ama a los hombres, que envíe al Espíritu Santo sobre la ofrenda y convierta el pan en el cuerpo de Cristo y el vino en su sangre; pues todo cuanto toca el Espíritu Santo queda santificado y transformado" (Catequesis mistagógicas, V,7). San Ambrosio influirá en la Iglesia de Occidente, insistiendo sobre todo en las palabras "del Señor Jesús" (De sacr.,IV,14-15). Dice el teólogo alemán M. Schmaus: "En el período posterior a los apóstoles, la Eucaristía se celebró durante largo tiempo con una oración de acción de gracias libremente formulada, la cual empalmaba con las palabras de bendición pronunciadas por Jesús...En el siglo XIII se impuso totalmente la persuasión de que la auténtica forma consagrante está en las palabras del Señor. La evolución de la Iglesia oriental siguió otro curso". En el siglo V encontramos la disciplina del arcano: no se habla de la eucaristía con palabras abiertas y claras, sino con rodeo y misterio.

            14. Berengario de Tours (+1088), que se quedaba en el nivel simbólico, se verá obligado a firmar en 1059 una fórmula exagerada: "Nuestros dientes muerden el propio cuerpo de Cristo". Además, deberá firmar otra fórmula veinte años después: "El pan y el vino que se ponen en el altar, por el misterio de la sagrada oración y por las palabras de nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la verdadera, propia y vivificante carne y sangre de Jesucristo Nuestro Señor...no sólo por el signo y virtud del sacramento, sino en la propiedad de la naturaleza y verdad de la sustancia" (D 355).

            15. El concilio IV de Letrán, en 1215, quiere a la vez defender la realidad de la presencia de Cristo y el misterio sacramental de su presencia, "cuyo cuerpo y sangre se contiene verdaderamente en el sacramento del altar bajo las especies de pan y de vino, después de transustanciados, por virtud divina" (D 430). El concilio de Trento (1551) utiliza una fórmula semejante e introduce la palabra transustanciación: "Por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transustanciación" (D 877).

            16. El concilio de Trento quería asegurar la significación que para la Iglesia tiene la presencia real de Cristo en la eucaristía frente a quienes acentuaban exclusivamente la significación simbólica. Sin embargo, la presencia real de Cristo en la eucaristía no está ligada a categorías filosóficas (en este caso, aristotélicas). Más aún, el aristotelismo aplicado a la eucaristía es una modificación radical del auténtico aristotelismo, "que no toleraba tal separación entre la sustancia y los accidentes" (Schillebeeckx). Como siempre, la vuelta a las fuentes supone una renovación eclesial y tiene una dimensión ecuménica.

            17. La confesión de Augsburgo (1530) afirmó para las Iglesias de tradición luterana: "El verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Cristo están verdaderamente presentes en la cena bajo la forma del pan y del vino, y de este modo son compartidos y recibidos" (nº X). En el documento de Lima (1982) sobre bautismo, eucaristía y ministerio la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de las Iglesias confiesa la "presencia real, viviente y operante de Cristo en la eucaristía" (nº 13).

            18. Entre los siglos XI y XIV se difunden ciertas prácticas de devoción realizadas fuera de la celebración misma de la eucaristía: genuflexión, incensación, adoración, comunión, oración ante el sagrario. "El sagrario (tabernáculo) estaba primeramente destinado a guardar dignamente la eucaristía para que pudiera ser llevada a los enfermos y ausentes fuera de la misa" (Catecismo de la Iglesia Católica, n.1379). Desde el siglo IX la eucaristía se llama misa (del latín: oblatio missa, ofrenda enviada).

            19. El craso realismo medieval (con historias de hostias que sangran) va demasiado lejos. Sea lo que sea, eso no es la sangre de Cristo, dice Tomás de Aquino (ST, III, q.76, a.8,c y ad 2). Cristo no está "encerrado" en el sagrario; allí están las especies sacramentales (ST,III,q.76,a.7,c; ver Hch 7,48-50). La eucaristía entraña un misterio de comunión, una realidad que resplandece en una señal, un sacramento del cuerpo de Cristo. "El signo consiste en una comida. La comida incluye los alimentos, el acto de comer y de beber y el hablar, que forma parte de toda comunidad humana. El hecho de que se trate de una comida instituída por Cristo distingue la cena eucarística de todo banquete profano" (Schmaus).

            20. La presencia real de Cristo en la eucaristía es fruto de su palabra, pero esta palabra no es una fórmula mágica y automática que obra por el mero hecho de pronunciarse. Sin la acción del Espíritu en la eucaristía, la palabra sería letra muerta. La eucaristía es una oración que se dirige al Padre. En la certeza de ser escuchada gracias a la palabra de Jesús, la Iglesia pide al Padre el don del Espíritu para que se realice la presencia real de Cristo.

            21. Según el Concilio Vaticano II, se trata de una presencia especial de Cristo en la Iglesia (SC 7). Cristo se hace presente de muchas maneras: donde dos o tres se reúnen en su nombre, en la escucha de su palabra, en el bautismo, en los pobres y en los que sufren. Pero en la eucaristía está presente de modo especial. La eucaristía es la reunión de la comunidad, "la actualización de la presencia de Cristo en medio de la comunidad y hasta lo profundo de todo corazón" (Von Balthasar). También Tomás de Aquino enseñó expresamente que la virtud salvífica de la eucaristía es -en último término- la presencia real de Cristo en la comunidad misma de los creyentes (ST, III,q.73,a.1,3 y 6). Lo que llamamos pan, vino, mesa, comunión es inconcebible sin la comunidad. La presencia real de Cristo en la eucaristía transfigura la reunión (cena) de la comunidad en la cena del Señor.

            22. Los pastores (obispos, presbíteros) son servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios (1 Co 4,1;LG 21). Su función no es suplir la presencia de Cristo, sino estar al servicio de la comunidad "como en persona de Cristo cabeza" (PO 2). Dice San Ignacio de Antioquía (+107): "Que sólo sea considerada como legítima la eucaristía que se hace bajo la presidencia del obispo o de quien él ha señalado para ello" (Ad Smyrn.8,1).

            23. La eucaristía es la cumbre de la iniciación cristiana (ver LG 11 y SC 10): quien ha llegado a descubrir que Jesús, el Crucificado, es el Señor (siendo así iniciado en lo que significa realmente el bautismo), culmina su iniciación participando de la presencia real de Jesús en la eucaristía, el pan de vida que alimenta a la comunidad.

            * Diálogo: ¿Discernimos en la eucaristía el cuerpo del Señor (1 Co 11,29)?