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29. SETENTA VECES SIETE


1. El capítulo 18 de San Mateo es una catequesis sobre los problemas de relación en la comunidad: protagonismos, escándalos, pecados, ofensas personales, rupturas de comunión. Podría decir alguno: ¿es posible que todo esto se dé en una comunidad? Jesús es más realista. Lo tiene en cuenta e invita a adoptar, en cada caso, la respuesta adecuada. También aquí se trata no sólo de cumplir el Decálogo sino de vivir la novedad del Evangelio.

 

2. La ley y los profetas defienden la verdad y la justicia en las relaciones humanas. En el Antiguo Testamento la prohibición de la mentira se refiere principalmente al falso testimonio en los procesos. Así dice el mandamiento del Decálogo: No darás falso testimonio contra tu prójimo (Dt 5, 20). Pero la defensa de la verdad y de la justicia desborda el marco particularmente grave de los procesos judiciales para llegar también a la vida ordinaria: El Señor aborrece los labios mentirosos (Pr 12, 22).

 

3. El Evangelio asume y supera el Decálogo. Por tanto, no sólo no darás falso testimonio contra tu prójimo , sino que además disculparás, perdonarás. Este avance había sido lentamente preparado. Se dice en el libro del Eclesiástico: Perdona a tu prójimo el agravio y, en cuanto lo pidas, te serán perdonados tus pecados. Hombre que a hombre guarda ira, ¿cómo del Señor espera curación? De un hombre como él piedad no tiene, ¡y pide perdón por sus propios pecados! (Eclo 28, 2-4). Se trata de una ofensa personal. El libro de la Sabiduría nos invita a tomar como modelo la misericordia del Señor para que, al juzgar, tengamos en cuenta su bondad y, al ser juzgados, esperemos en su misericordia (Sb 12, 22).

 

4. El evangelio de San Mateo, escrito hacia el año 80, se dirige a cristianos procedentes del judaísmo, que se apartan de la doctrina oficial judía y se abren a los gentiles. El Antiguo Testamento no es traicionado sino llevado a su plenitud. En el capítulo 18, el escriba que se ha hecho discípulo del reino de Dios (Mt 13,52) aborda los problemas de relación que se dan en la comunidad y la forma de afrontarlos.

 

5. En primer lugar, el protagonismo, la pretensión de ser superiores a los demás, la discusión sobre quién es el mayor (Mc 9,34; Lc 9,46; Mt 20,20-28). Jesús llamó a un niño, le puso en medio y dijo: Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños no entraréis en el reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como este en mi nombre, a mi me recibe (18, 3-5). Un niño es presentado como modelo para los discípulos. Estos deben cambiar: hacerse pequeños, renunciar a tener pretensiones sobre el reino de Dios, apartarse de todo lo que sea ambición y envidia, aceptar con sencillez lo que Dios les da, ser como niños que se dejan guiar por la mano del padre, tener una actitud de servicio: El que quiera ser el primero entre vosotros sea vuestro servidor (20,27). La humildad ante Dios y ante los hermanos crea comunidad. El protagonismo la destruye. Hacerse niño, hacerse pequeño, es lo mismo que hacerse discípulo.

 

6. Un problema, muy grave, es el escándalo de los pequeños. Escandalizar significa hacer caer, ser para alguien ocasión de caída. El escándalo es la trampa que se pone en el camino. Los discípulos no pueden ser piedra de tropiezo para los demás: Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mi, más vale que le cuelguen una piedra de molino y le hundan en lo profundo del mar (18, 6). El escándalo de los pequeños es algo tan grave que hay que tomar medidas drásticas para evitarlo: Si tu mano o tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo y arrójalo de ti; más te vale entrar en la vida manco o cojo que, con las dos manos o los dos pies, ser arrojado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti, más te vale entrar en la vida con un solo ojo que, con los dos, ser arrojado en la gehenna de fuego (18,8-10).

 

7. Un problema a evitar es el desprecio de los pequeños: Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños (18, 10). Los discípulos han de acogerse mutuamente. Como dice San Pablo a los romanos: Acogeos mutuamente como os acogió Cristo para gloria de Dios (Rm 15,7). De una forma especial, debe ser acogido el que es todavía débil en la fe (Rm 14,1).

 

8. Problema especial es el caso de la oveja perdida, un discípulo que va por mal camino: Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la perdida? (18, 12). Fuera de la comunidad, el discípulo es víctima del error que le rodea. Ante el pecado de uno de sus miembros, se aplica la corrección fraterna: Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil o el publicano (Mt 18, 15-17). Por supuesto, se trata de un asunto importante, grave.

 

9. En la corrección fraterna, se observa una primera precaución: no alborotar a toda la comunidad. La corrección debe hacerse primero a solas. En caso de que fracase la primera corrección, debe repetirse ante uno o dos: para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos (ver Dt 19,15). Si fracasa la segunda corrección, el asunto pasa a la comunidad. Si desoye a la comunidad, entonces sea para ti como el gentil o el publicano: queda fuera de la comunión. La decisión de la comunidad sobre la comunión o excomunión de uno de sus miembros es reconocida también por Dios: Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo (18,18). La decisión, asumida en la oración, puede contar con la presencia del Señor, pues donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (18, 20).

 

10. A Pedro le preocupa la ofensa personal y pregunta: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Le dice Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete (18, 21-22). La situación parece aludir al antiguo pasaje sobre la venganza en el que se dice: "Caín será vengado siete veces, mas Lamec lo será setenta y siete" (Gn 4, 24). La respuesta de Jesús a Pedro es contundente: el discípulo ha de perdonar siempre la ofensa personal. Para sobrevivir, la comunidad necesita continuamente del perdón. En la oración cristiana aparece por activa y por pasiva: necesitamos perdonar y ser perdonados.

 

11. La parábola del deudor inexorable inculca con fuerza la necesidad del perdón (Mt 18, 23-35). En la parábola, todo es enorme y desorbitado, como sucede en los conflictos humanos. El reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus empleados. Uno de ellos le debía una suma enorme: diez mil talentos. El talento, la mayor unidad monetaria del imperio romano, valía más de mil dólares. Por tanto, la deuda ascendía a más de diez millones de dólares. Pues bien, el hombre no puede pagar y entonces se decreta para él y su familia el procedimiento penal. Antes de que se cumpla la orden, el deudor apela a la piedad de su señor: Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo. Movido a compasión, el señor de aquel hombre le perdonó la deuda. Pero aquí viene el contraste: salió el hombre aquel y se encontró con un compañero que le debía cien denarios, una pequeña cantidad enormemente inferior a la deuda perdonada. El hombre agarró a su compañero del cuello y le dijo: Paga lo que debes. El compañero se echó a sus pies y le dijo: Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo. Pero él no accedió, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara la deuda.

 

12. Los compañeros, al ver lo sucedido, quedaron desolados y fueron a contárselo a su señor. Este llamó al hombre sin entrañas y le dijo: ¡Miserable! Toda aquella deuda te la perdoné, porque me lo suplicaste. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo la tuve contigo? Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagara todo lo que debía. Es decir, el señor deja correr también para él el libre curso de la justicia: Así hará también con vosotros mi padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano. La parábola dice que Dios, a pesar de su disposición para el perdón de la más grave culpa, lo condiciona al espíritu de reconciliación del hombre con su hermano. Por no perdonar, uno puede quedarse fuera de la comunidad.

 

* Diálogo: ¿Cuáles son los problemas de relación que se dan en el grupo o en la comunidad?