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26. AMAD A VUESTROS ENEMIGOS


1. El Dios vivo, que actúa en la historia, nos da un mandamiento que defiende la vida de cada ser humano: No matarás (Dt 5, 17). La vida humana es de Dios y la protege Dios. En nuestro tiempo, el Concilio Vaticano II denuncia los atentados contra la vida humana: "homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado; cuanto viola la integridad de la persona humana, como, por ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana, como son las condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones laborales degradantes" (GS 27).

2. El Evangelio asume el quinto mandamiento, pero va más allá: Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno insulta a su hermano, tendrá que comparecer ante el consejo, y si lo llama renegado, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda (Mt 5, 21-24).

3. Jesús de Nazaret pide a sus discípulos una justicia mayor que la de los escribas y fariseos. Esta justicia consiste esencialmente en el amor y ese amor alcanza al enemigo: Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? (5, 43-47).

4. Pero ¿es posible un amor semejante? ¿Puede darse el sentimiento de amor hacia los enemigos? ¿Quiénes son los enemigos? El enemigo puede personal, familiar, laboral, nacional, político o religioso. Por causa del Evangelio, puede encontrarse muy cerca de uno: Enemigos de cada cual serán los de su casa (Mt 10, 36).

5. En la vida de cada día, parece normal esta forma de reaccionar: Como tú me hiciste a mí, yo te haré a ti. Me la pagarás. Sin embargo, el Evangelio supera la división entre amigos y enemigos, derriba el muro de la enemistad (Ef 2, 14). En cierto sentido, ya no hay enemigos para la manera de actuar del discípulo. En último término, Jesús venció a la muerte con su propia muerte. Jesús jamás destruye, no hiere, nunca mata. El cura, regenera, crea.

6. El amor al enemigo es signo distintivo del cristiano. Dice San Pablo a los Romanos: Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis... No devolváis a nadie mal por mal, procurando el bien ante todos los hombres; en lo posible y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres, no tomando la justicia por vuestra cuenta, queridos míos; dejad lugar a la cólera. Es decir, dejad que juzgue el Señor: Mía es la venganza, yo daré el pago merecido, dice el Señor. Antes al contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien (Rm 12, 14-21).

7. El mal pierde su poder si se encuentra con el amor paciente. Entonces el golpe se pierde en el vacío, la violencia se anula, porque no encuentra oposición. Se rompe el círculo de la violencia. Unos ejemplos tomados de la vida real muestran lo que se quiere decir: Al que te pegue en la mejilla derecha, preséntale también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla, vete con él dos. A quien te pida, da, y al que desee que le prestes algo, no le vuelvas la espalda (Mt 5, 39-42). Entonces ¿hay que olvidar toda precaución y toda prudencia? ¿Hay que convertirse en juego de los caprichos ajenos? No es eso. Se dice que no se tomen represalias contra el enemigo. Se trata de no devolver mal por mal, sino de vencer al mal con el bien.

8. No se impide la defensa del propio derecho; se aconseja buscar un acuerdo antes de llegar a un pleito (Mt 5, 25). No se condena la legítima defensa (Pedro lleva espada), aunque Jesús renuncia a ella (Jn 18,11). No se impide la denuncia de la injusticia; a Herodes se le llama "zorro" (Lc 13,12). Es normal la respuesta en defensa propia; Jesús interpela al que le pega: Si he hablado mal, muestra en qué; pero si he hablado bien ¿por qué me pegas? (Jn 18, 23). Se pretende la justicia que nos manifiesta como hijos del padre que está en los cielos. Sólo así podemos rezar la oración de los discípulos: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

9. Cuando en muchas naciones se está suprimiendo la pena de muerte, el Catecismo de la Iglesia Católica la admite, "si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas" (nº 2226). Sin embargo, Dios toma bajo su protección la vida del hombre y prohibe el homicidio, aunque sea el de Caín (Gn 4, 15). Y Jesús de Nazaret, condenado a muerte por el orden establecido, no viene a legitimar ese orden. Viene a decir: No sólo no matarás sino que amarás a tu enemigo. En la Declaración de Estocolmo (11-12-1977) la Conferencia de Amnistía Internacional denuncia la pena de muerte como "castigo definitivo, cruel, inhumano y degradante, que viola el derecho a la vida". Con fecha de 25-4-1995 España pasa a ser el país nº 55 que deroga la pena capital. Como se sabe, en Estados Unidos la silla eléctrica sigue en acción, lo cual puede seguir pesando lo suyo.

10. El que ama a su enemigo aspira a convertirle en amigo. En esta actitud Dios nos ha precedido: Cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios (Rm 5, 10). La norma suprema del cristiano en su relación con los demás es el amor: El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe, es decoroso, no busca su interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites (1 Co 13, 4-7).

11. Quien ama, ha pasado de la muerte a la vida. Quien no ama, permanece en la muerte. Dice San Juan: Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él. En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos (1 Jn 3,14-16). El amor al enemigo, imposible para el hombre, es posible para Dios: El amor es de Dios (1 Jn 4,7). En efecto ¿cómo seríamos nosotros misericordiosos como el padre celestial, si no nos lo enseña el Señor, si no derrama en nuestros corazones su espíritu santo? (Rm 5,5).

 

* Diálogo: sobre diversas formas de amar al enemigo.