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20-5. NUESTRO PAN


1. En su primera parte, la oración de Jesús se centra en la realidad de Dios: su nombre, su reino, su voluntad. En la segunda, se centra en la realidad del hombre: el pan, el perdón, la tentación, la liberación del mal. Para quien lo tiene seguro, le puede resultar superfluo pedirle a Dios el pan de cada día. Para quien busca primero el reino de Dios y su justicia, le puede parecer innecesario: el pan vendrá por añadidura (Mt 6,33). Sin embargo, Jesús nos invita a decir: Danos hoy nuestro pan de cada día (Lc 11,3).

2. La necesidad del pan es símbolo de todas las necesidades. El pan es don de Dios, que alimenta a todo viviente: Todos ellos de ti están esperando que les des a su tiempo su alimento (Sal 104,27). Una situación de carencia puede convertirse en tentación: Hablaron contra Dios, dijeron: ¿Será Dios capaz de preparar una mesa en el desierto? (78,19-20). Por ello, se pide en los Proverbios: No me des pobreza ni riqueza, déjame gustar mi bocado de pan, no sea que llegue a hartarme y reniegue, y diga: ¿Quién es el Señor? (Prov 30,8-9). Sin embargo, la seguridad del pan no puede convertirse en un obstáculo, en una trampa que aparta al discípulo del cumplimiento de su misión. Por ello dice Jesús: No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4,4).

3. En los salmos se alaba a Dios por tener lo necesario para vivir: El Señor es mi pastor, nada me falta. Por prados de fresca hierba me apacienta (23,1-2). El fruto de la tierra es una bendición de Dios: La tierra ha dado su cosecha: Dios, nuestro Dios, nos bendice (67,7;65,10). Poder comer en medio del desierto es parte de la acción liberadora de Dios: De pan de los cielos los hartó (105,40); se dice también: En el desierto erraban por la estepa, no encontraban camino de ciudad habitada; hambrientos y sedientos, desfallecía en ellos su alma. Y hacia el Señor gritaron en su apuro, y él los libró de sus angustias, les condujo por camino recto, hasta llegar a ciudad habitada (107,4-7). Ahora bien, hay situaciones de carencia que se deben a una permanente falta de conversión: Si mi pueblo me escuchara, si Israel mis caminos siguiera...lo sustentaría con la flor del trigo, lo saciaría con la miel de la peña (81,14-17).

4. Sin dejar de hacer lo que está en nuestras manos, se nos invita a confiar en la providencia de Dios: En vano madrugáis a levantaros, el descanso retrasáis, los que coméis pan de fatigas, cuando él colma a su amado mientras duerme (127,2). Se dice también: Sus provisiones bendeciré sin tasa, a sus pobres hartaré de pan (132,15). Todo ello se convierte en motivo de alabanza y de acción de gracias: Alaba al Señor, alma mía...da el pan a los hambrientos...a la viuda y al huérfano sostiene (146,1-9). Y también: Alaba a tu Dios, Sión...te sacia con flor de trigo (147,12-14).

5. La necesidad del pan no impide a los profetas proclamar la palabra de Dios. Al contrario, la misión profética incluye entre sus señales la generosidad, la comunicación de bienes, la multiplicación del pan. Tal es el caso de Eliseo, que dice a un hombre que le lleva veinte panes de cebada y grano fresco en espiga: Dáselo a la gente para que coman. El hombre le dice: ¿Cómo voy a dar esto a cien hombres? Eliseo se atiene a la palabra de Dios: Comerán y sobrará (2 R 4,42-44). Es la confianza del profeta Elías: La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará (1 R 17,14).

6. Para el profeta Ezequiel la purificación de Israel, como ahora la purificación de la Iglesia, tendrá como señal la multiplicación de los bienes: Os salvaré de todas vuestras impurezas, llamaré al trigo y lo multiplicaré y no os someteré más al hambre. Multiplicaré los frutos de los árboles y los productos de los campos, para que no sufráis más el oprobio del hambre entre las naciones (36,29-30).

7. Jesús afronta con sus discípulos el problema del pan. En la línea de los profetas, multiplica el pan mediante el compartir. De este modo, la comunidad de discípulos es una señal de lo que debe ser la sociedad. El hambre es algo inconcebible en medio de un pueblo fraterno: Los pequeños piden pan y no hay quien se lo reparta (Lm 4,4). Como en las primeras comunidades cristianas, se trata de que nadie pase necesidad (Hch 4,34).

8. Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, al de Tiberíades. Subió al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Galilea no es Judea ni Jerusalén. Es el pueblo pobre, "en tinieblas", necesitado de redención. Le sigue mucha gente, porque ven las señales que realiza en los enfermos. Está próxima la Pascua, fiesta que era de liberación y ahora es "la fiesta de los judíos". En un monte de Galilea, lejos del templo de Jerusalén, Jesús prepara otra fiesta, la fiesta del pan compartido y multiplicado, la fiesta de la comunidad (Jn 6).

9. Al ver venir mucha gente, le dice a Felipe: ¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos? Se lo decía para probarle. El compartir es un test para los discípulos. Le dice Felipe: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco. Un denario era el jornal de un obrero. Dice Andrés, el hermano de Simón Pedro: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es esto para tantos? Surge así la economía de la comunidad, la economía de la viuda (2 R 4,2), la economía de lo pequeño: en este caso, el compartir de un muchacho. El pan es de cebada, como en tiempos de Eliseo.

10. Dice Jesús: Haced que se recueste la gente. En esta fiesta no se come de pie, de prisa. Aquí se come sentado, con la dignidad de hombres libres: Había en el lugar mucha hierba. Además, no se come por separado, cada uno en su casa, sino todos juntos. Jesús toma el pan de la comunidad, el pan de los pequeños, el pan de la libertad, y lo reparte entre la gente en un marco de acción de gracias por el don recibido: Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Al final sobró: Llenaron doce canastos. Es una alusión a las doce tribus, es decir, a todo Israel, un mensaje para el resto: si se comparte, puede saciarse el hambre de la sociedad entera. La gente percibe la señal, ve en Jesús el profeta que había de venir al mundo. Quieren hacerle rey, pero Jesús elude la estrategia de la multitud. Su reino no es de este mundo, aunque es ciertamente el rey prometido, según está escrito: Habrá en la tierra abundancia de trigo, en la cima de los montes ondeará, como el Líbano al despertar sus frutos y sus flores, como la hierba de la tierra (Sal 72,16).

11. Al día siguiente, la gente busca a Jesús, pero no por las señales, sino por haber comido hasta saciarse. Los discípulos no pueden quedarse ahí. El pan es signo del más grande de los dones. Los discípulos han de ir más allá, han de buscar el pan de vida, el pan que baja del cielo y da la vida al mundo, ese pan que también necesitamos y que hemos de pedir: Señor, danos siempre de ese pan.

12. El discípulo de Jesús sabe que el hombre ha de ganarse el pan con el sudor de su frente (Gn 3,19) y no olvida el aviso de Pablo: El que no quiera trabajar, que no coma (2 Ts 3,10). Ahora bien, quien busca por encima de todo el reino de Dios y su justicia no parece tener asegurado el pan de mañana. Como en la experiencia del desierto, el alimento necesario para vivir es recibido cada día. Esta circunstancia es asumida en la oración, sabiendo que la preocupación por el mañana no encaja en el espíritu de Jesús (Mt 6,34). El discípulo vive al día, su futuro está en manos de Dios. El discípulo no vive aislado, sino en comunidad, en una comunidad donde se comparte y donde nadie pasa necesidad. No pide sólo su pan, sino nuestro pan.

* Diálogo: Compartir algunas experiencias.