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18-1. BAÑO EN EL ESPÍRITU


1. En tiempo de Jesús la palabra baño o bautismo se aplica a todo tipo de abluciones (Mc 7,4;Hb 9,10), al bautismo de los prosélitos (Mt 23,15), al bautismo de las sectas judías, al bautismo de Juan (Mc 1,4), al bautismo de Jesús (Mc 1,9-11;ver Jn 3,22;4,2) y, especialmente, al bautismo cristiano que incorpora a Cristo Resucitado. Así se habla de bautizar en el nombre de Cristo (Hch 2,38), en Cristo (Gal 3,27;Rm 6,3), en el Señor Jesús, o bien en el Espíritu Santo (Hch 19,3.5;Mc 1,8;Jn 1,32-33). Por su especial interés (al fin y al cabo, son diversos puntos de referencia) nos detenemos en cada uno de estos bautismos, que pertenecen al marco religioso en el que aparece el bautismo cristiano.

2. En primer lugar, el bautismo de los prosélitos (La Misná, Pesachin VIII,8). Todo pagano que se convertía al judaismo debía someterse a un triple rito: circuncisión, bautismo y ofrenda (ver Nm 15,14-16). Se les exigía una catequesis preparatoria, siendo interrogados de antemano sobre los motivos de su conversión. En el Talmud la liturgia del bautismo prevé un interrogatorio al candidato y una respuesta por parte de éste, que tiene carácter de confesión de fe. Los testigos garantizan la fe del bautizado. Mientras los prosélitos penetraban en la piscina, los rabinos recitaban algunos mandatos de la ley, recordando al candidato los puntos fundamentales de la doctrina. Parece que, en ciertos casos, utilizaban una fórmula en nombre del cielo o por amor al cielo. El bautismo debía practicarse, a ser posible, con agua viva (corriente), que poseía las mejores cualidades (ver Didajé VII,1-4). El prosélito, una vez bautizado, era como un recién nacido, neófito, que empezaba una vida nueva.

3. Existía también el bautismo de las sectas judías, por ejemplo, entre los esenios de Qumram. Flavio Josefo (De bello iudaico II,8,7) habla de una larga prueba a la que eran sometidos los nuevos miembros. Un primer examen decidía, a título de postulante, la admisión del candidato. Durante un año, el aspirante debía ejercitarse en la vida esenia. Si la prueba era favorable, se le admitía dentro de la comunidad (conventual), pero no podía participar todavía de sus privilegios ni de la práctica común de los baños de pureza. Al final del segundo año ingresaba en las aguas santas de la purificación y participaba del banquete sagrado. El bautizado se comprometía a observar la ley de Moisés, empezaba una vida nueva para dar frutos de conversión. Se dice en la Regla de Unión: "Entonces Dios purificará en su verdad todas las acciones del hombre y depurará para sí el cuerpo de cada uno, a fin de eliminar todo espíritu de iniquidad de su carne y limpiarle por el Espíritu Santo de todos los actos de impiedad. Y El derramará sobre el hombre el Espíritu de verdad como agua lustral, para absolverle de todas las abominaciones fraudulentas" (4,19-22).

4. El bautismo de Juan se dirige a todos los hombres sin excepción: pecadores, paganos, fariseos, saduceos (Mt 3,7-10;Lc 3,12-14). Denuncia la falsa ilusión de una pertenencia simplemente carnal. No basta tener por padre a Abraham. De nada servirá sin practicar la justicia (Mt 3,8). Es un bautismo de conversión para el perdón de los pecados (Mc 1,4). Pretende preparar al Señor un pueblo bien dispuesto (Lc 1,17). Juan testimonia que el Mesías se halla ya presente: Yo no le conocía, pero El que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios (Jn 1,33-34). La comunidad de Juan es provisional: sirve para preparar el camino de Aquel que bautizará en Espíritu Santo y fuego (Mt 3,11).

5. El bautismo de Jesús señala el fin de la misión de Juan y abre la misión de Jesús. El bautismo manifiesta que Jesús está poseído por el Espíritu. No se dan muchos detalles, pero la experiencia es descrita con estas imágenes: se abren los cielos (Ez 1,1;Is 63,19), desciende el Espíritu (Is 42,1;Ez 36,5;Jl 3,1), se escucha una Palabra (Sal 2,7;Is 42,1-3;Mt 3,17). El Espíritu de Dios viene a Jesús, su Hijo amado, y reposa sobre él (Is 11,2), porque en él se encuentra como en su nido (Mt 3,16). Y tiene querencia al nido.

6. El bautismo cristiano es un baño en el Espíritu: Juan bautizó con agua, vosotros seréis bautizados en Espíritu Santo (Hch 1,5). El Espíritu es don de Dios que se da a quien que es bautizado (Hch 2,38;Rm 5,5). Además es signo de la presencia de Cristo resucitado en el creyente. Lo dijo Jesús: Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí, como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado (Jn 7,37-39). El bautismo en el Espíritu es el baño de regeneración por el que el hombre nace de lo alto (Jn 3,3), la efusión que derrama Jesús en quienes creen en El, la gracia del Evangelio: Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos (Ef 4,5-6;ver 1 Co 6,11). Y también: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo (Jn 17,3).

7. El Espíritu aparece en la Escritura como el don de Dios (Hch 8,29;Jn 4,10), cuya comunicación sólo Dios puede hacer, ya que en realidad se da a sí mismo. Entonces se dice que el Espíritu es dado o derramado (Hch 5,32;8,18;Jn 3,34;14,16;1 Jn 3,24;Rm 5,5;2 Co 1,22;2 Tm 1,7;1 Ts 4,8). Todo lo que acontece desde Dios, acontece en el Espíritu. El Símbolo de la fe dice literalmente, según el texto original griego: Creo en espíritu santo. Aquí, como en diversos textos del Nuevo Testamento (Jn 1,33;Mc 1,8), aparece la palabra espíritu santo sin artículo para referirse al don de Dios dado a los que creen en Cristo. Por ese don el Señor glorificado sigue presente entre los suyos, lo mismo que el Padre. Lo dijo Jesús: Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él (Jn 14,23). Según las palabras de Jesús (Lc 24,49) tienen parte en el envío del Espíritu tanto el Padre como el Hijo: el Espíritu es espíritu de ambos y es enviado por ambos.

8. El bautismo supone purificación (1 Co 6,11;Ef 5,25-26), nuevo nacimiento (Jn 3,3-5;Gal 4,29), regeneración (Tt 3,5-8), iluminación (Ef 5,8-14). Dice San Pedro: Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación (1 P 2,2). El bautismo supone crecimiento y, también, una conducta ejemplar (2,12), una vida nueva (Rm 6,4). Clemente de Alejandría (+hacia 215) expresa así la profundidad del misterio: "Bautizados, son iluminados; iluminados, son adoptados como hijos; adoptados como hijos, se vuelven perfectos; al ser perfectos, reciben la inmortalidad...Esta operación recibe muy diversos nombres: don o carisma, iluminación, perfección, baño" (Paedagogus I,6). Y San Gregorio Nacianceno (s.IV): "Todos estos nombres proceden de la alegría que nos procura el bautismo (ya que gozamos llamando por diferentes nombres a aquello que amamos apasionadamente) y de la multitud de bienes que nos trae. Y así le llamamos don, gracia, iluminación, vestido de inmortalidad, agua de regeneración, sello de Dios y todos los términos de honor que podemos encontrar. Don y gracia, porque es totalmente gratuito; baño, porque queda sepultado el pecado en el agua; iluminación, porque es la luz que transforma el alma; sello, porque nos guarda y nos protege, significando al mismo tiempo la soberanía de Dios sobre nosotros" (Oratio XL,4).

9. Bautizados en Cristo Jesús, estamos marcados por una crismación indeleble, como el mismo Jesús, y "esta crismación es el Espíritu Santo", dice San Cirilo de Jerusalén (Mystagogica 3,1). En la misma época (s.IV) dice San Hilario: "El Señor nos mandó bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, esto es, en la confesión del origen (autor), del Hijo único y del don. Uno es el origen de todo,pues uno solo es Dios Padre del que procede todo; y uno es el hijo único nuestro Señor Jesucristo, por el que es todo; y uno es el Espíritu, el don en todo" (Adversus Arrianos 2,1). Sin embargo, dice Tertuliano, durante el siglo III las tres respuestas bautismales se desarrollaron algo más ampliamente de lo que el Señor determinó (De corona 3). Y en los siglos posteriores, todavía más.