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15-3. HA RESUCITADO


1. Al leer los pasajes del Evangelio que relatan (de diversas maneras) la experiencia del Señor Resucitado, surgen una y otra vez las exigencias críticas o condiciones que se ponen para identificar su presencia: "que sea de carne y hueso", "que coma", "tengo que ver y palpar". Son exigencias propias de quienes, en último término, interpretan la resurrección como reanimación del cadáver. Pero las cosas no son así. Si leemos con atención el capítulo 12 del libro de Tobías, entendemos mejor los pasajes del Evangelio que anuncian la resurrección de Jesús. El pasaje de Tobías sirve de base a los primeros discípulos, cuando reciben el mensaje del ángel y descubren que Cristo vive, que ha resucitado.

2. En principio, la experiencia de los discípulos es de fracaso (Lc 24,21) y, además, de desconcierto: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos donde lo han puesto (Jn 20,2). También hoy, como entonces, se nos invita a asomarnos al sepulcro vacío y, superando el vértigo, se nos invita a ver y a creer (20,9).

3. San Mateo habla de un ángel vestido de blanco (Mt 28,2-3); San Juan, de dos ángeles de blanco (Jn 20,12); San Lucas, de dos hombres con vestidos resplandecientes (Lc 24,4); San Marcos, de un joven, vestido con una túnica blanca (Mc 16,5). Son diversas formas de narrar la misma experiencia: el mensaje del ángel (hombre, joven), la Palabra de Dios que ilumina la situación dura y desconcertante. No ha terminado todo en la muerte y una muerte de cruz (Flp 2,8). Como sucede con el joven que escapa desnudo de los que intentan detenerle y se quedan sólo con el lienzo (Mc 14,51-52), así sucede con Jesús. Se les escapa de las manos: ¡Ha resucitado!.

4. Pero vayamos al texto de Tobías, un libro escrito quizá hacia el año 200 a.C. Le dice Tobit a su hijo Tobías: Ya es tiempo de pagar el salario al hombre que te acompañó. Y le añadirás un sobresueldo (Tb 12,1). El hombre ha hecho de ángel, pero hay cosas que no se pagan con dinero. Respondió Tobías: Aun entregándole la mitad de la hacienda que traje conmigo, no salgo perdiendo. Me ha guiado por el camino, ha cuidado de mi mujer, me ha traido el dinero y te ha curado a tí. ¿Qué salario puedo darle? Le dijo Tobit: Bien merece que tome la mitad de cuanto trajo (Tb 12,2-4).

5. El hombre llevó aparte a los dos y les dijo: Bendecid a Dios y proclamad ante todos los vivientes los bienes que os ha concedido, para bendecir y cantar su nombre. Manifestad a todos los hombres las acciones de Dios (Tb 12,6). En el fondo, ésta es la experiencia de Pentecostés: todos proclaman las maravillas de Dios (Hch 2,11). Y ésta es la misión que la Iglesia naciente recibe del Señor Resucitado: Id y haced discípulos de todas las gentes (Mt 28,19). Les dice también el hombre: Buena es la oración con ayuno; y mejor es la limosna con justicia que la riqueza con iniquidad (Tb 12,8). Esta es la experiencia de los primeros cristianos: todo lo ponen en común (2,44-45).

6. El hombre, como ángel del Señor, intercede en favor de Tobit: cuando hacía oración, cuando enterraba a los muertos, cuando se levantaba de la mesa sin tardanza, dejando la comida...Ahora viene también con la misión de curar. El hombre se identifica: Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor (Tb 12,15;ver Ap 1,20;8,2). Algo parecido dice el profeta Amós: No hace nada el Señor sin revelar su secreto a sus siervos los profetas (Am 3,7). Todo esto se cumple en el evangelio. Jesús dedica a sus discípulos una enseñanza especial: comparte con ellos los secretos del Reino de Dios (Mc 4,11); además, Jesús enseña y cura (Mt 9,35).

7. Ante la acción de Dios y ante la palabra del ángel (hombre, joven), la primera reacción es de turbación y de miedo: Se turbaron ambos y cayeron sobre sus rostros, llenos de terror. El les dijo: No temáis. La paz sea con vosotros (Tb 12,16-17). Es lo que sucede a las mujeres ante aquellos ángeles (hombres) que anuncian la resurrección de Cristo: Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? (Lc 24,5). Y también: Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado (Mt 28,5-6;ver Mc 16,6). El saludo del Señor, tan repetido, viene a ser como su tarjeta de visita o de presentación: La paz con vosotros (Jn 20,19.21.26; ver Lc 24,37).

8. El hombre, testigo de la acción de Dios, no reclama nada para sí, sino para Dios. A El se le debe la gloria: Si he estado con vosotros no ha sido por pura benevolencia mía hacia vosotros, sino por voluntad de Dios. A él debéis bendecir todos los días, a él debéis cantar. Os ha parecido que yo comía, pero era apariencia (Tb 12,18-19). La experiencia de los discípulos transciende el pasaje que sirve de soporte. A su manera, el Señor Resucitado también come: Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciendo: Quédate con nosotros porque atardece y el día ya ha declinado. Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado (Lc 24,28-31;ver 24,31). El Resucitado sigue con las mismas costumbres.

9. Pero él desapareció de su lado. A los discípulos la presencia del Señor se les escapa de las manos. Querrían retenerlo, pero es imposible. Es la experiencia de María Magdalena, a quien le dice Jesús: No me retengas (Jn 20,17). Jesús tiene un nuevo modo de presencia, a la manera de Dios. Su vida no termina en el abismo de la muerte, sino en las alturas de Dios: Subo al que me ha enviado (Tb 12,20;ver Jn 20,17). La clave es la ascensión, la exaltación. La última Palabra la tiene Dios. Y se elevó. Ellos se levantaron, pero ya no le vieron más (Tb 12,21). Algo semejante dice el evangelio de San Lucas: Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo (Lc 24,51).

10. Todo termina en acción de gracias: Alabaron a Dios y entonaron himnos, dándole gracias por aquella gran maravilla de habérseles aparecido un ángel de Dios (Tb 12,21). De modo semejante, concluye el evangelio de San Lucas: Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios (Lc 24,52-53). La experiencia del Señor Resucitado desborda la experiencia de fe, que le sirve de soporte. Los discípulos se postran en actitud de adoración. Hasta el incrédulo Tomás queda satisfecho, retira sus exigencias críticas y confiesa con la Iglesia naciente: Señor mío y Dios mío (Jn 20,28). Los discípulos no olvidan la recomendación: Poned por escrito todo cuanto os ha sucedido (Tb 12,20;ver Lc 1,1-4). Los relatos de la experiencia pascual son la parte más antigua de los evangelios.

11. Jesús Resucitado está presente en la historia a la manera de Dios, como Señor. Por eso, sólo es reconocido por creyentes, o sea, por aquellos que reconocen la acción de Dios en el fondo de los acontecimientos. En efecto, Jesús no se hace presente ya, según la expresión judía, en la debilidad de la carne y de la sangre, sino en la dinámica del espíritu. Como dice San Pablo, nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino por influjo del espíritu santo (1 Co 12,3).

12. La resurrección de Jesús y su constitución como Señor de la historia es un acontecimiento trascendente, que -sin embargo- tiene sus señales históricas, realmente palpables por los creyentes. Así éstos pueden decir que Jesús camina con ellos (Lc 24,15), come y bebe con ellos (24,34.43), pesca con ellos (Jn 21,6), se reúne con ellos, se presenta en medio de ellos, aunque las puertas estén cerradas (21,19). Jesús Resucitado está, como Dios vivo, en el corazón de la historia. Y repite los signos que le acompañan en su misión evangelizadora, lo que permite reconocerle. Dichos signos confirman también la Palabra que anuncian los discípulos (Mc 16,20).

* Diálogo: ¿Qué condiciones se ponen hoy para creer en el Señor Resucitado?