Cortesía de www.comayala.es
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL

 

13. MAGNIFICAT


1. El misterio de Jesús, Señor de la historia, queda plenamente revelado a la luz de la Pascua, pero tuvo sus señales ya desde el nacimiento y aun antes. Mateo y Lucas las recogen en el evangelio de la infancia. Lucas dice haberlo investigado todo desde los orígenes (ver Lc 1,3-4). De entrada, podemos ver, en conjunto, lo que dicen los evangelios: Mt 1,16.20; 13,55; Mc 1,1; 6,3; Lc 1,35; 3,23; 4,22; Jn 1,12.13.45.49.51; 2,1.3.5.12; 5,25; 6,42.46; 19,25 (ver Ga 4,4; Flp 2,6-7 y 2 Jn 3).

2. Las genealogías muestran, a su modo, las raíces humanas de Jesús (ver Mt 1,1-17; Lc 3,23-38). Mateo, que escribe para cristianos procedentes del judaismo, presenta a Jesús profundamente enraizado en la historia de Israel. Sigue la línea de la sucesión dinástica y legal. Jesús es el verdadero heredero de las promesas de Dios, en quien se cumplen las Escrituras. Lucas, que escribe para cristianos de mentalidad griega, presenta a Jesús profundamente vinculado con la historia de la humanidad. Sigue la línea de la descendencia natural. Jesús es la esperanza del mundo, el centro de la historia.

3. Los evangelios no dicen que Jesús fuera, como suponía la gente, hijo de José. Dicen esto: María estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del espíritu santo. José, como era justo, no quiso denunciarla (ver Dt 22,20s) y resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía decidido cuando el ángel del Señor le dijo en sueños: José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del espíritu santo (ver Mt 1,18-20).

4. La concepción de Jesús había sido anunciada. El mensajero es, como en el caso de Juan (Lc 1,19), Gabriel, que significa Dios es poderoso. Enviado por Dios, el mensajero saluda a María con las palabras que los profetas dirigen a Jerusalén, cuando contemplan su futuro mesiánico: ¡Alégrate, llena de gracia! El Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres (Lc 1,28; ver Sof 3,14-17; Jl 2,21; Zac 9,9; Sal 139). María goza del favor divino. Es llena de gracia. Es la ciudad en medio de la cual (en cuyo seno) habita Dios, poderoso salvador. Grandes figuras de la historia de Israel, como Moisés (Ex 3,12) o Gedeón (Jue 6,12), escucharon estas mismas palabras, que les alentaron en el cumplimiento de su misión: El Señor está contigo. María es, como Judit, bendita entre las mujeres (Jdt 13,18).

5. María se turbó por estas palabras, preguntándose qué podía significar aquel saludo. El ángel le dijo: No temas, María; porque has hallado gracia delante de Dios. Mira: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús (Lc 1,31). Jesús significa Dios salva. Dios fija este nombre. Quiere manifestarse poderoso salvador (Sof 3,17) por medio de Jesús: Este será grande y será llamado hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará por los siglos en la casa de Jacob y su reino no tendrá fin (Lc 1,32-33). En El se cumplen las promesas hechas a David de parte de Dios (2 Sam 7,12-16) y la misión del Siervo, que ha de ser luz de las naciones para que la salvación llegue a los confines de la tierra (Is 49,6).

6. María preguntó cómo podía ser eso, pues no conocía varón (Lc 1,34), es decir, no tenía relaciones conyugales (ver Mt 1,25). El ángel contestó: El espíritu santo vendrá sobre tí y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado hijo de Dios (Lc 1,35). Se habla de la acción de Dios, sin explicar cómo. Del tabernáculo en el que se manifiesta Dios en el Antiguo Testamento se dice: La nube cubrió el tabernáculo, y la gloria del Señor llenó la morada (1 R 8,11). Juan lo formula así: la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros (Jn 1,13). María dijo al ángel: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38). Con el oprobio a la espalda y gozo en el corazón, María fue a la montaña (a visitar a Isabel), cantando va una canción: Proclama mi alma la grandeza del Señor (Lc 1,46).

7. La concepción de Jesús se produce en el seno de una historia donde ha sido lentamente preparada. De grandes figuras del Antiguo Testamento se afirma que fueron fruto de la acción de Dios: Isaac (Gn 17,16), Jacob (Gn 25,21), Sansón (Jue 13,2), Samuel (1 Sam 1-2), Juan el Bautista (Lc 1,13-17). Tras ardientes deseos, oración y promesa de Dios, dio finalmente fruto un matrimonio hasta entonces estéril: para Dios nada hay imposible (Lc 1,37). De una forma especial, en la concepción de Jesús se cumple lo que estaba escrito: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros (Mt 1,23; ver Is 7,14-17).

8. Esta enseñanza del Evangelio fue recogida en las antiguas profesiones de fe: Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, y nació de Santa María la Virgen (Símbolo de los Apóstoles; ver Concilio Vaticano II, LG 52). En cuanto a los hermanos de Jesús, citados en el evangelio (ver Mt 13,55-56 y paralelos), suele decirse que en el mundo bíblico a los parientes próximos se les llama "hermanos" (ver Gn 13,8; 12,5; 14,16; Lv 10,4; 1 Cro 23,22s); los evangelios llaman hermanos de Jesús a Santiago, José, Simón y Judas (Mt 13,55); sin embargo, distinguen explícitamente entre la madre de Jesús y la de Santiago y José (Mt 27,56 y Mc 15,40). La tradición cristiana llama a María la siempre Virgen.

9. Dios pone los acontecimientos de la historia al servicio de la manifestación de Jesús. El emperador Augusto ordenó que se hiciera un censo, el primero que se hacía entre los judíos. José por ser de la casa y de la familia de David fue de Nazaret a Belén, la ciudad de David, para empadronarse con María, su esposa (Lc 2,4-5). Por este motivo, nació Jesús en Belén, donde -según estaba anunciado- nacería el Mesías (Miq 5,1; Mt 2,5). Según el Monumentum Ancyranum, Augusto ordenó hacer 3 veces el censo de ciudadanos.

10. Desde el principio, la luz de Jesús irradia en el mundo y los creyentes (atentos, vigilantes) la captan: María (Lc 1,38), José (Mt 1,20), Isabel (Lc 1,41), los pastores (2,9), los magos (Mt 2,2), Simeón (Lc 2,30), Ana (2,38). Los magos se ponen en camino, van de señal en señal, preguntan en Jerusalén: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Hemos visto su estrella en Oriente (Mt 2,2; ver Nm 24,17; Sal 72 y 19; Is 60,1-6). Otros, sin embargo, cierran la puerta, como en la posada (Lc 2,7); se quedan en casa, como los sacerdotes y escribas (Mt 2,4); tiemblan y reprimen, como Herodes (2,3.16).

11. A finales del siglo I, el historiador judío Josefo habla de un movimiento mesiánico muy vivo el año 6 a.C., indicando que Herodes castigaba con medidas drásticas tales entusiasmos (Antigüedades judías, XVII,44ss). Habla también del rumor popular de que Dios había decidido acabar con el dominio de Herodes, pues una señal divina había anunciado la venida de un caudillo judío (Guerra judía I,17; ver Lagrange, L'Evangile selon S. Mathieu, París, 1927). El escritor pagano Macrobio, hacia el 400 d.C., recoge una alusión de Augusto a la matanza de Herodes: de dos años para abajo (Saturnalia,V,2). En cuanto a la estrella, Kepler hizo esta hipótesis en 1606: conjunción triple, extraordinariamente rarísima, de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis (De Iesu Christi servatoris nostri vero anno natalitatis, Frankfurt). Un texto en caracteres cuneiformes, dado a conocer por Schnabel en 1925, revela que la conjunción fue observada en la escuela de astronomía de Sippar, antigua ciudad de Babilonia (Zeitschr. f. Assyriologie, vol.2 n.F.,66). La conjunción se repitió tres veces el año 7 a.C. con puntos de culminación el 29 de mayo, el 3 de octubre y el 4 de diciembre. Según esto, el calendario cristiano, fijado por el monje Dionisio el año 525, presenta un error de cálculo: Cristo nació el año 7 a.C.

12. Impulsado por el espíritu de Dios, Simeón fue al templo. Aunque el misterio de Jesús le desbordara, tuvo conciencia de hallarse delante del Mesías. Con el niño en brazos, bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador. María y José estaban admirados de lo que se decía de él (ver Lc 2,30-33). La comunidad cristiana, si hace lo que María, guarda todas estas cosas en su corazón (2,19) y canta el Magnificat.

* Diálogo: sobre aquello que nos parezca más importante.