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7. OPCIÓN POR LOS POBRES


1. La experiencia de fe, si es auténtica, implica también una opción por los pobres. Podemos plantearnos lo que esto significa: ¿una opción de clase? ¿más que una opción de clase? ¿dar limosna? ¿dar de lo que sobra? ¿compartir? ¿elegir una vida pobre? ¿ponerse al lado de los humildes y de los que sufren?

2. La pobreza es un dato constante de la experiencia humana. El pobre se halla oprimido bajo el peso de una miseria actual o permanente: hambre, enfermedad, ignorancia, injusticia, tiranía. Los pobres, a menudo olvidados en todas partes, plantean cuestiones tan vivas y universales como el pan, la salud, el trabajo, la vivienda, la educación, la justicia, la libertad. En nuestro mundo, cuya población asciende actualmente a unos 5.700 millones de personas, hay unos 500 millones de hambrientos; 1700 millones con esperanza de vida inferior a los 60 años; 1500 millones de parados; 1000 millones de analfabetos; 2000 millones que carecen de fuentes seguras y estables de agua; 500 millones de discapacitados; 100 millones sin techo; 28 millones de refugiados.

3. En la Biblia, la pobreza es un mal que hay que combatir en medio de un pueblo fraterno: Nunca dejará de haber pobres en la tierra; por eso yo te mando: abre la mano a tu hermano, al pobre, al indigente de tu tierra (Dt 15,11). La pobreza, en sí, es mala; es signo vivo del pecado de los hombres. El pobre grita que el mundo no responde al proyecto de Dios. Es verdad que la miseria puede ser fruto de la pereza (Pr 6,6-11) o del desorden (13,18), pero también es cierto que muchos pobres son víctimas de la injusticia de los hombres que se aprovechan de su debilidad para explotarlos. Estos pobres hallaron en los profetas a sus defensores natos.

4. Los profetas denuncian la opresión que sufren los débiles y las diferencias escandalosas entre ricos y pobres: Escuchad esto los que pisoteáis al pobre...¡Jamás he de olvidar vuestras acciones! (Am 8,4-7). Y también: ¡Ay, los que juntáis casa con casa, y campo a campo anexionáis, hasta ocupar todo el sitio y quedaros solos en medio del país! (Is 5,8). El Mesías esperado defenderá los derechos de los pobres: Juzgará con justicia a los débiles y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra (Is 11,4; Sal 72,2ss).

5. Juan el Bautista no exige especiales prácticas ascéticas. Llama a la conversión. La pregunta que provoca es ésta: ¿Qué debemos hacer? (Lc 3,10). Responde diciendo que es preciso compartir: El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo (3,11). A los publicanos, cobradores de impuestos, Juan no les dice que cambien de profesión, sino que renuncien a los abusos: No exijáis más de lo que os está fijado (3,13). A los soldados, mercenarios y extranjeros, Juan tampoco les dice que cambien de profesión, sino que no abusen de la fuerza: No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada (3,14).

6. Algo semejante hace Jesús con Zaqueo, jefe de publicanos y rico. Jesús está por encima de las murmuraciones que se hacen: Ha ido a hospedarse a casa de un pecador (19,7). Zaqueo quiere compartir sus bienes y devolver cuatro veces más, si en algo ha defraudado a otros. Jesús le dice: Hoy ha llegado la salvación a esta casa (19,9).

7. María se encuentra entre los pobres, a quienes los profetas y salmos anuncian la salvación. Dios interviene en favor de los humildes, de los débiles y de los pobres: Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada (1,52-53).

8. El Evangelio anunciado por Jesús irrumpe en medio de una tierra esclavizada, en tinieblas, necesitada de redención. Es buena noticia para los pobres, la muchedumbre sometida por los poderosos. La enseñanza de Jesús no es abstracta y, sin duda, donde haya opresión, habrá Palabra de liberación. Como aquel día, en la sinagoga de Nazaret: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar un año de gracia del Señor (Lc 4,18-19). La misión de Jesús presenta, como garantía de autenticidad, esta señal esperada: Los pobres son evangelizados (Mt 11,5). Son ellos quienes acogen como buena noticia el Reino de Dios, quienes escuchan la Palabra, quienes forman comunidad.

9. Ciertamente, el evangelio anunciado a los pobres supone un desafío desbordante, un desafío que sorprende a los discípulos y les lleva a preguntarse: Entonces ¿quién podrá salvarse?, un desafío que al propio tiempo nos lleva a comprender la gratuidad de la salvación: Para los hombres es imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios (Mc 10,23-27).

10. Si el Evangelio es buena noticia para los pobres, es mala noticia para los ricos: ¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios! (Lc 18,24). Y también: ¡Ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo (Lc 6,24). Es preciso escoger: No podéis servir a Dios y al dinero (Mt 6,24).

11. Levantando los ojos hacia sus discípulos, dijo Jesús: Dichosos los pobres porque vuestro es el reino de Dios (Lc 6,20). La pobreza de la que habla Jesús no se reduce sólo a una condición económica y social, sino que implica también una disposición interior, una actitud de alma: Dichosos los pobres de espíritu, dice el evangelio de Mateo (5,3). O sea, no basta ser pobre; se precisa, además, tener espíritu.

12. El evangelio anunciado a los pobres se traduce en una efectiva comunicación de bienes, siguiendo el ejemplo de Jesús. En efecto, Jesús no impone a todos la renuncia a sus bienes. Hay quien lo da todo a los pobres (Mc 10,21), hay quien da la mitad (Lc 19,8), un tercero ayuda con préstamos (Lc 9,34ss). Una mujer da para la causa de Dios lo último (Mc 12,41-44), otras siguen a Jesús sirviéndole y atendiéndole (Mc 15,41), otra hace con él un derroche al parecer absurdo (Mc 14,3-9). Nada está aquí reglamentado; por eso mismo no necesita excepciones, justificaciones, privilegios ni dispensas de la ley. Todo ha de hacerse con discreción (Mt 6,3).

13. Con la experiencia de fe, los primeros cristianos se vuelven "locos": todo lo ponen en común (Hch 2,42-44). Las relaciones, falseadas a causa del tener, se transforman en relaciones de fraternidad mediante el compartir. El dinero, causa de separación entre los hombres, se convierte en señal de comunión. La comunión de corazones se manifiesta en una comunicación de bienes, que alcanza a cada uno según su necesidad (ver Hch 2,44 y 4,32). En las comunidades de Pablo late el mismo espíritu: que nadie pase necesidad (2 Co 8,14: Hch 4,34: 1 Jn 3,17). Por eso, Pablo organiza una colecta en Corinto en favor de los pobres de Jerusalén, según estos criterios: que cada uno dé conforme a conciencia y que dé con alegría (2 Co 9,7).

14. Dice el Concilio Vaticano II: Mientras muchedumbres inmensas carecen de lo estrictamente necesario, algunos...viven en la opulencia o malgastan sin consideración (GS 63). Dice también que para satisfacer las exigencias de la justicia se han de eliminar las enormes diferencias sociales (GS 66).

15. Nos encontramos con Cristo en los pobres. En ellos quiere ser servido. El servicio realizado a los hermanos más pobres es servicio hecho al mismo Jesús y por ello seremos juzgados: Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme...Cada vez que lo hicisteis con uno de estos hermanos, conmigo lo hicisteis (Mt 25,35-40).

Diálogo: ¿Qué significa optar por los pobres?