Cortesía de www.comayala.es
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL

 

1-2. COMO UNA GRAN FAMILIA


1. La experiencia de fe crea comunidad y, a su vez, la comunidad transmite experiencia de fe. El modelo está en las primeras comunidades: ¿cuáles son sus rasgos?. El Concilio Vaticano II fue convocado para esto: para devolver al rostro de la Iglesia de Cristo todo su esplendor, revelando los rasgos más simples y más puros de su origen (JUAN XXIII, Discurso preparatorio del Concilio, 13 de noviembre, 1960).

2. Se ha dicho certeramente que el texto más importante del Concilio es de los Hechos de los Apóstoles, el de la primera comunidad cristiana: Hch 2,42-47. Cuando el Concilio se plantea lo que debe ser la Iglesia, acude a Hch 2 (LG 13,1; DV 10,1); cuando se plantea lo que debe ser la vida del sacerdote, acude a Hch 2 (PO 17,4 y 21,1); cuando se plantea lo que debe ser la vida del misionero, acude a Hch 2 (AG 25,1); cuando se plantea lo que debe ser la vida religiosa, acude a Hch 2 (PC 15,1). En nuestro tiempo, es preciso volver a las fuentes de la experiencia comunitaria, para que la Iglesia, así profundamente renovada, pueda evangelizar al hombre de hoy.

3. Las primeras comunidades son grupos de hombres y mujeres que se reúnen, habitualmente, el día del Señor (Ap 1,7). Entre todos se establece una relación de fraternidad. De este modo, el misterio de comunión que constituye a la Iglesia (ver LG 1) se hace visible incluso a los ojos de los no creyentes, que dicen: mirad cómo se aman. Son como una gran familia.

4. El fundamento de esa comunión, lo que verdaderamente aglutina a la nueva familia de los discípulos, es la Palabra de Dios. Como dijo Jesús: Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen (Lc 8,21). Quien acoge la Palabra, se vincula a la comunidad. En las primeras comunidades, la Palabra de Dios se hace experiencia de Cristo (Hch 2,36) y experiencia de conversión (2,38).

5. Las primeras comunidades son minoría dentro de la sociedad, pero son como una ciudad levantada en lo alto de un monte (Mt 5,14), como levadura en la masa (Lc 13,21). En ellas se da un fuerte proceso de evangelización de adultos, también de niños. La catequesis más antigua se hace por inmersión en la vida de la comunidad.

6. Se reúnen donde pueden, generalmente en las casas. Así, por ejemplo, en casa de la madre de Juan Marcos, en Jerusalén (Hch 12,12); en casa de Aquila y Priscila, en Efeso y en Roma (1 Co 16,19); en casa de Filemón, en Colosas (Flm 2); en casa de Ninfas, en Laodicea (Col 4,15). En su origen, la palabra parroquia (para-oikía) hace referencia a las primeras comunidades que se reúnen por las casas (Hch 2,46).

7. Si la comunidad pasa de 40 ó 50 miembros, se alquila una sala, o se compra, o quizá su dueño la da a la comunidad. Se la adapta al nuevo uso. Así sucede en la casa de Dura Europos, ciudad a orillas del Eúfrates, hacia el año 232. En la sala de reunión caben unas 60 personas. La casa de Pudens, que recibió a Pedro en Roma, pudo servir para el mismo fin. En Santa Pudenciana (deformación de Pudens) se han encontrado ladrillos con el sello de Q. Servius Pudens. Otras iglesias romanas están construídas también sobre casas particulares.

8. La comunidad es lugar de enseñanza, de comunión, de celebración y de oración: Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones (Hch 2,42). En la comunidad se dan señales (Hch 2,45). Las señales confirman la Palabra anunciada (Mc 16,20).

9. La comunión de corazones se traduce en una efectiva comunicación de bienes: Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común (Hch 2,44). Y también: Nadie llamaba suyos a sus bienes (4,32). La comunidad es acogedora y abierta a la incorporación de nuevos miembros: El Señor agregaba cada día a los que se habían de salvar (2,47).

10. A mediados del siglo II, escribe el autor de la Carta a Diogneto: Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra ni por su lengua ni por sus costumbres...Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria es, tierra extraña. Se casan como todos; como todos, engendran hijos, pero no exponen los que les nacen. Ponen mesa común, pero no lecho. Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. Obedecen a las leyes establecidas, pero con su vida sobrepasan las leyes (V,1-10).

11. Las primeras comunidades se encuentran en situación política y religiosa adversa. Dice San Pablo: Atribulados en todo, mas no aplastados (2 Co 4,8-9). En la Carta a Diogneto se escribe también de aquellos cristianos: A todos aman y por todos son perseguidos. Se los desconoce y se los condena. Se los mata, y en ello se les da la vida. Son pobres y enriquecen a muchos. Carecen de todo y abundan en todo. Son deshonrados, y en las mismas deshonras son glorificados. Se los maldice y se los declara justos. Los vituperan y ellos bendicen. Se los injuria y ellos dan honra. Hacen bien y se los castiga como malhechores; castigados de muerte, se alegran como si se les diera la vida. Por los judíos se los combate como a extranjeros; por los griegos son perseguidos y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben decir el motivo de su odio (V,11-17).

12. La comunidad es el medio más sensible que tenemos para escuchar la Palabra de Dios, reconocer la presencia de Cristo, percibir la acción del Espíritu. Es la piscina de Si-loé, donde el ciego de nacimiento cura su ceguera original (Jn 9,7). Es el lugar donde Pablo, cegado por la luz del Señor en el camino de Damasco, recupera la vista y las fuerzas (Hch 9,3-19). Es el seno materno, donde se gesta el hombre nuevo "por medio de la Palabra de Dios viva y permanente" (1 P 1,23. Es el cuerpo de Cristo Resucitado (Ef 1,22-23), animado por el Espíritu (1 Co 12,13).

13. Siendo comunidad, la Iglesia es luz de las gentes (LG 1), signo levantado en medio de las naciones (SC 2), sacramento universal de salvación (GS 45). No es el individuo, sino la comunidad quien puede evangelizar. No es el individuo, sino la comunidad quien renueva profundamente a la Iglesia. No es el individuo, sino la comunidad quien puede realizar una contestación efectiva de la sociedad presente, tal y como está configurada. No es el individuo, sino la comunidad, quien puede vivir hoy las señales del Evangelio.

14. En nuestro tiempo, es preciso rehacer el tejido comunitario de la Iglesia. En las primeras comunidades había de 20 a 60 cristianos; en la Edad Media, muchas parroquias no sobrepasaban los 300 miembros; entonces, las grandes ciudades tenían entre 10.000 y 50.000 habitantes. Hoy, muchas parroquias son auténticas ciudades medievales. ¿Hacia donde vamos por aquí? ¿Es posible hablar de verdadera comunidad cristiana?

15. En el Sínodo de la Catequesis (1977) se aprobó casi por unanimidad esta proposición: De hecho, no pocas parroquias, por diversos motivos, están lejos de constituir una verdadera comunidad cristiana. Sin embargo, la vía ideal para renovar esta dimensión comunitaria de la parroquia podría ser el convertirla en comunidad de comunidades. En la misma línea ha ido el Sínodo de los Laicos (1987) y la exhortación apostólica de Juan Pablo II (CL 26). Se dice a veces: La comunidad es una utopía. Se puede responder así: Les dijeron que era imposible, ellos no lo creían y por eso lo hicieron.