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1-1-6. SE ANUNCIA A LOS POBRES LA BUENA NUEVA


1. El Evangelio no es abstracto ni tampoco neutral. Donde hay pobreza, miseria u opresión, hay Palabra de liberación. Como aquél día, en la sinagoga de Nazaret: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor (Lc 4,18-19). Se cumple así lo que anunció el profeta Isaías: Los pobres volverán a alegrarse en el Señor, y los hombres más pobres en el Santo de Israel se regocijarán (Is 29,19). La evangelización de Jesús presenta, como garantía de autenticidad, esta señal esperada: los pobres son evangelizados (Mt 11,5).

2. La pobreza es un dato constante de la experiencia humana. El pobre se halla oprimido bajo el peso de una miseria actual o permanente: hambre, enfermedad, ignorancia, injusticia, tiranía. Los pobres, a menudo olvidados en todas partes, plantean cuestiones tan vivas y universales como el pan, la salud, el trabajo, la vivienda, la educación, la justicia, la libertad. En nuestro mundo, cuya población asciende a unos 5700 millones de personas, hay unos 500 millones de hambrientos; 1700 millones con esperanza de vida inferior a los 60 años; 1500 millones de parados; 1000 millones de analfabetos; 2000 millones que carecen de fuentes seguras y estables de agua; 500 millones de discapacitados; 100 millones sin techo; 28 millones de refugiados.

3. En la Biblia, la pobreza es un mal que hay que combatir en medio de un pueblo fraterno: Nunca dejará de haber pobres en la tierra; por eso yo te mando: abre la mano a tu hermano, al pobre, al indigente de tu tierra (Dt 15,11). La pobreza, en sí, es mala; es signo vivo del pecado de los hombres. El pobre grita que el mundo no responde al proyecto de Dios. Es verdad que la miseria puede ser fruto de la pereza (Pr 6,6-11) o del desorden (13,18), pero también es cierto que muchos pobres son víctima de la injusticia de los poderosos que se aprovechan de su poder para explotarlos. Estos pobres encuentran en los profetas a sus defensores natos.

4. Los profetas denuncian las diferencias escandalosas entre ricos y pobres, la opresión que sufren los débiles, la rapacidad de los poderosos, la tiranía de los acreedores sin entrañas, los fraudes de los comerciantes, la venalidad de los jueces, la avaricia de los sacerdotes y falsos profetas. Los profetas anuncian que una sociedad así no puede subsistir Dice el profeta Miqueas: ¡Ay de aquellos que meditan iniquidad, que traman maldad en sus lechos y al despuntar la mañana lo ejecutan, porque está en poder de sus manos! Codician campos y los roban, casas, y las usurpan; hacen violencia al hombre y a su casa, al individuo y a su heredad (Mi 2,1-2; ver 3,11-12; Is 3,15 y 5,8; Am 2,6-8; 8,4-6).

5. Juan el Bautista no exige prácticas ascéticas especiales. Llama a la conversión a quienes se consideran creyentes de toda la vida: Dad frutos dignos de conversión, y no andéis diciendo en vuestro interior: 'Tenemos por padre a Abraham' (Lc 3,8). A la pregunta sobre qué debemos hacer (3,10), responde: es preciso compartir (3,11), evitar los abusos (3,13), no aprovecharse del poder (3,14).

6. El Evangelio anunciado por Jesús irrumpe en medio de una tierra esclavizada, en tinieblas, necesitada de redención. Es buena noticia para los pobres, la muchedumbre sometida por los poderosos (Mt 20,25). Según el proyecto de Dios, los pobres han de dejar de serlo; para ello, hay que compartir (Jn 6,1-15), practicar el amor fraterno y el amor al prójimo (Lc 10,25-37). Se trata de que nadie pase necesidad (Hch 4,34). Se comprende, por tanto, que reciban como buena noticia el evangelio: Bienaventurados los pobres porque vuestro es el Reino de Dios (Lc 6,20). El Reino de Dios no se reduce a una condición económica y social, implica también una disposición interior, una actitud de alma: Bienaventurados los pobres de espíritu (Mt 5,3).

7. Si el Evangelio es buena noticia para los pobres, se comprende que sea mala noticia para los ricos: ¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios! (Lc 18,24). Y también: ¡Ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo (Lc 6,24). Hay que escoger entre Dios y el dinero (Mt 6,24).

8. El Evangelio no se pone del lado del dinero y del poder. Entre la muchedumbre y los poderosos, Jesús opta por la muchedumbre vejada y abatida (Mt 9,36). María lo canta en el Magnificat: Derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes (Lc 1,52). Los poderosos se sienten amenazados por la difusión del Evangelio, temen que se rompa el pacto político establecido con el Imperio (ver Jn 11,48). Los poderosos persiguen a Jesús y, al final, lo crucifican (Mt 27,37). Sin embargo, el Evangelio es secuestrado por las clases dominantes para establecer un pacto entre el poder y las Iglesias cristianas.

9. Ciertamente, el Evangelio anunciado a los pobres supone un desafío que interpela a los discípulos y les lleva a preguntarse: Entonces ¿quién puede salvarse?, un desafío que al propio tiempo nos lleva a comprender la gratuidad de la salvación: Para los hombres es imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios (Mc 10,23-27).

10. Veamos la experiencia de Bartolomé de las Casas. Bartolomé llega a América el 15 de abril de 1502, a los nueve años del descubrimiento, y participa con Ovando en la violenta conquista de los indios taínos. Es ordenado sacerdote en 1511. En 1523 se hace dominico. Desde enero de 1513 participa con Pánfilo de Narváez en la conquista de la isla de Cuba, donde la dominación europea de los cristianos se impone "a sangre y fuego".

11. Por el sistema del repartimiento, Bartolomé recibe un grupo de indios que trabajan para él. Cómplice de la violencia se hace también cómplice de la explotación. El clérigo Bartolomé de las Casas, escribe él mismo, andaba bien ocupado y muy solícito en sus granjerías, como los otros, enviando sus indios de su repartimiento a las minas, a sacar oro y hacer sementeras, y aprovechándose dellos cuanto más podía.

12. Todo estaba aparentemente en orden, cuando un acontecimiento de lo más normal viene a poner las cosas en cuestión: llega Diego Velázquez y como no había en toda la isla clérigo ni fraile, le pide a Bartolomé que les celebre la misa y les predique el evangelio. La fiesta era Pentecostés, año de 1514. El caso es que Bartolomé comenzó a considerar consigo mesmo sobre algunas autoridades de la Sagrada Escritura. Y encontró aquel pasaje del Eclesiástico (34,18-22) que le dejó anonadado: Sacrificios de bienes injustos son impuros, no son aceptadas las ofrendas de los impíos. El Altísimo no acepta las ofrendas de los impíos ni por sus muchos sacrificios les perdona el pecado. Es sacrificar al hijo en presencia de su padre, robar a los pobres para ofrecer sacrificio. El pan es vida del pobre, el que se lo defrauda es homicida. Mata a su prójimo quien le quita su salario, quien no paga el justo salario derrama su sangre.

13. Bartolomé no pudo celebrar su misa. Aplicando lo uno (el texto bíblico) a lo otro (la miseria y servidumbre que padecían aquellas gentes), determinó en sí mismo, convencido de la misma verdad, ser injusto y tiránico todo cuanto acerca de los indios en esta India se cometía. Por tanto, liberó a sus indios (acordó totalmente dejarlos) y comenzó su predicación profética primero en Cuba, después en Santo Domingo, posteriormente en España y después en todos los reinos de las Indias, quedando todos admirados y aun espantados de lo que les dijo. Aquel pasaje del Eclesiástico tenía una fuerza impresionante.

14. La Iglesia debe ser, particularmente, Iglesia de los pobres (Juan XXIII). Dice el Concilio: Mientras muchedumbres inmensas carecen de lo estrictamente necesario, algunos...viven en la opulencia o malgastan sin consideración (GS 63). Para satisfacer las exigencias de la justicia se han de eliminar las enormes diferencias sociales (Gs 66). * Se impone la pregunta: ¿Qué debemos hacer?

15. La experiencia de fe, si es auténtica, implica una opción por los pobres. Podemos preguntarnos lo que esto significa: ¿una opción de clase? ¿más que una opción de clase? ¿dar limosna? ¿compartir? ¿elegir una vida pobre? ¿ponerse al lado de los pobres?