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1. BUSCANDO LA LUZ


1. En el fondo, con sus aciertos y con sus errores, todas las religiones de la Tierra manifiestan la necesidad que el hombre tiene de Dios. Dios aparece como punto de referencia profundamente necesario en la vida humana. La búsqueda de Dios es una honda experiencia, que es preciso acoger, discernir y valorar. Esa búsqueda es sentida y cantada por nuestros poetas: Todo mi corazón, ascua de hombre, inútil sin tu amor, sin tí vacío, en la noche te busca. Le siento que te busca como un ciego que extiende al caminar sus manos llenas de anchura y de alegría. Y también: Anoche soñé que oía a Dios gritándome: ¡Alerta! Luego era Dios quien dormía y yo gritaba: ¡Despierta!

2. Sin embargo, se oye decir frecuentemente: Para dar sentido a mi vida, no necesito de Dios. Detrás de esta expresión y de otras semejantes, podemos descubrir la pretensión radical de ser como Dios, prescindiendo de Dios, la tentación original del hombre (Gn 3,5). El proceso de evangelización habrá de manifestar que la experiencia de fe afecta al sentido más profundo de la vida.

3. Para quien busca la luz o busca a Dios, quizá a tientas (Hch 17,27), la respuesta no está en las nubes de los razonamientos teóricos. La respuesta es la experiencia de fe. Lo dijo Pablo VI: En el fondo ¿hay otra forma de comunicar el evangelio que no sea el comunicar a otro la propia experiencia de fe? (EN 46).

4. En realidad, la Biblia no es un tratado sobre Dios, sino una profunda experiencia de Dios. No nos invita a hablar de Dios, sino a escucharle cuando habla, proclamando su gloria y acogiendo su acción. De este modo, tener fe no es meramente admitir la existencia de Dios, sino creer que Dios interviene en la historia humana.

5. En la Biblia, la experiencia central es ésta: Dios habla, de muchas maneras (Hb 1,1), en el fondo de los acontecimientos. En cualquier situación humana, ya sea personal, social o eclesial, podemos reconocer la acción elocuente y significativa de Dios. Dios habla, Dios actúa. La Palabra de Dios es una palabra que se cumple (Ez 12,28). Por tanto, tener fe no es ya creer lo que no vimos, sino ver aquello que parece increíble. Es lo que anuncia San Pablo: En vuestros días yo voy a realizar una obra que no creeréis aunque os la cuenten (Hch 13,42).

6. El mensaje cristiano anuncia no sólo la experiencia de Dios, sino la experiencia de Cristo: CON VOSOTROS ESTA. En cada proceso de evangelización, es fundamental que esto se anuncie claramente desde el principio: se trata de construir sobre la piedra angular, esa piedra que rechazaron los constructores (Sal 118,22). Lo advierte el apóstol: ¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo (1 Co 3,11). Lo recuerda el Concilio Vaticano II: Sólo Cristo es la clave definitiva del misterio humano (GS 22).

7. Cuando Jesús de Nazaret evangeliza, anuncia la cercanía de Dios: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca (Mc 1,15). Para Jesús, evangelizar es sembrar la Palabra, la Palabra del Reino: Salió un sembrador a sembrar (Mt 13,3). La semilla es la Palabra de Dios y el campo es el mundo, la vida del hombre. Igualmente la Iglesia, continuando la misión de Jesús, anuncia una Palabra viva y eficaz (Hb 4,12), no una palabra de hombre, sino la Palabra de Dios que permanece operante en medio de vosotros (1 Ts 2,13). La experiencia de fe es experiencia de la Palabra de Dios en el fondo de acontecimientos que no nos dejan indiferentes, sino que se convierten en señal.

8. La experiencia de fe es algo que va madurando poco a poco, por fases o etapas. Es como una semilla destinada a crecer. Primero se siembra, después crece, finalmente produce fruto. Al principio, sólo un germen de fe; al final, el fruto; en medio, un proceso de maduración. La fe inicial es fruto de la acción evangelizadora de la comunidad cristiana (evangelización primera). La fe madura es fruto de la acción catequética (proceso catecumenal), desarrollo de la fe inicial.

9. Normalmente, sin que se pueda determinar de antemano en cada caso, el desarrollo de la fe supone un tiempo. Así Pablo, aunque condicionado por diversas circunstancias, en cada ciudad donde evangeliza, pasa siempre un tiempo: en Antioquía pasa un año (Hch 11,26); en Corinto, año y medio (18,11); en Efeso, dos o tres años (19,10;20,31). En Roma, donde se encuentra ya fundada la Iglesia, pasa dos años enteros (28,30).

10. En la primera comunidad cristiana, la catequesis es posterior al bautismo (Hch 2,42). Los abandonos de la fe, con motivo de las persecuciones y de otros problemas, irán haciendo comprender la necesidad de probar más seriamente la fe de los que quieren hacerse cristianos. En el siglo II la catequesis anterior al bautismo es ya un hecho muy claro: Ireneo (hacia 115-203) y Tertuliano (hacia 160-220) dan testimonio de ello. Así surge en los primeros siglos el catecumenado, con su discernimiento al principio y al final. El proceso catecumenal termina con la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación, eucaristía.

11. En el contexto social y religioso de nuestro país, en el que muchos son los bautizados (casi toda la población) y pocos los evangelizados (somos también país de misión), el proceso catecumenal es generalmente posbautismal. El problema de la evangelización de los bautizados fue asumido en la Iglesia después del Concilio con carácter de urgencia y con tratamiento catecumenal: Las condiciones actuales hacen cada día más urgente la enseñanza catequética bajo la modalidad de un catecumenado para un gran número de jóvenes y adultos que, tocados por la gracia, descubren poco a poco la figura de Cristo y sienten la necesidad de entregarse a él (Pablo VI, EN 44; ver Juan Pablo II, CT 44).

12. En un asunto vital como es la fe, la experiencia personal es insustituible. Este es el test que Pablo aplica a la comunidad de Corinto: Examinaos a vosotros mismos a ver si estáis en la fe. Probaos a vosotros mismos ¿No reconocéis que Jesucristo está entre vosotros? (2 Co 13,5). Así pues, podemos preguntarnos: ¿Qué significa para nosotros creer? ¿Estamos buscando? ¿Tenemos experiencia de fe? Esto facilita: una toma de conciencia de la propia búsqueda de Dios, una revisión del nivel religioso en que cada uno se encuentra, un planteamiento claro de la fe como experiencia, una comunicación primera de la propia experiencia de fe.