CATEQUESIS 11
PRESENTACIÓN
La catequesis que ahora comienza intenta mostrar un camino que lleve al descubrimiento del Dios revelado por Jesús de Nazaret. Todos tenemos una idea de Dios —incluso los no creyentes—, cuyo origen hay que buscarlo en la educación recibida, en el ambiente en que se ha vivido, en experiencias personales y en la Iglesia a la que pertenecemos. Pero no siempre esa idea está de acuerdo con el Dios dado a conocer por su Hijo.
De lo que ahora se trata es de confrontar nuestra imagen con la suya, lo que nosotros pensamos y sentimos con lo que El enseñó y vivió. Su visión de las cosas y su experiencia es la norma de nuestras ideas y de nuestra vida. Al hacer esta comparación veremos lo que tenemos que conservar y lo que debemos cambiar.
La catequesis tiene cuatro partes. No son independientes, aunque pueden tratarse aisladamente. Cada una de ellas presenta un aspecto del mismo Dios: Es Padre de Jesús y Padre de los hombres; que se compromete con la vida de éstos hasta el punto de hacerse como uno de ellos; que cuida amorosamente de nosotros y, finalmente, con el cual es posible establecer una relación personal porque no es un Dios lejano.
Al comenzar esta catequesis conviene tener muy presente que no se trata de ver lo que "sabemos" de Dios, sino lo que "vivimos y sentimos" de El. Será necesaria una gran dosis de meditación para entrar dentro de sí mismo y ver lo que hay en el santuario del corazón; también hará falta el valor de la sinceridad para compartir con los hermanos las certezas y las dudas, los aciertos y las equivocaciones, la grandeza y la pequeñez que encierra cada uno en su vida.
Observaciones generales
Los objetivos que se intentan conseguir son los siguientes:
Tomar conciencia del Dios en el que creemos y del Dios que vivimos por medio de la reflexión sobre la propia vida.
Descubrir el rostro de Dios revelado por Cristo en su enseñanza y en su vida en una lectura, reflexionada en grupo, de la palabra de Dios.
Purificar la idea y la vivencia de Dios en orden a conseguir una relación con El más auténtica y genuinamente cristiana.
Primera parte
Dios misericordioso
1. Introducción
El tema se puede iniciar leyendo y comentando la presentación que aparece en el Cuaderno del Catequizando. El grupo debe tener claro de qué se trata. Hay que evitar el "hablar mucho sobre Dios" (teorizar) y fomentar el "comunicar la propia vivencia religiosa" (testimoniar).
Para facilitar esto, proponemos una técnica de grupo que ayude a la reflexión y comunicación. Hay que dar las
siguientes indicaciones:La comunidad se divide en grupos de cuatro o cinco personas. Lo hacemos así para facilitar el que todos participen y tengan ocasión de hablar.
En el pequeño grupo, cada uno elige el símbolo que mejor
represente la idea y la vivencia que tiene de Dios. Puede ser un objeto, un
fenómeno natural, una planta, un animal, etc. Cada uno debe decir por qué ha
elegido ese símbolo, lo que representa para él. Una misma persona puede elegir
varios símbolos, o varias personas recurrir al mismo.
Si se dispone de las láminas de "fotopalabras", pueden utilizarse para esto.
En este caso se pueden colocar sobre una mesa larga o en el suelo de la sala,
de modo que todos puedan girar alrededor en silencio. Cuando todos tienen su
imagen, se hacen los pequeños grupos.
Esta técnica no tiene nada de extraordinario, pues es lo mismo que hizo el pueblo de Dios a lo largo de su historia y lo que hizo Jesús en las parábolas: el león, el toro, el fuego, el viento, la tormenta, el padre de familia, el rey, etc. Son algunos de los símbolos que aparecen en la Biblia cuando se trata de explicar lo que es Dios.
Al hacer este ejercicio de comunicación cona lene que distingamos entre lo que "sabemos" de Dios porque nos lo hicieron aprender desde pequeños y lo que "vivimos y sentimos de El en nuestra vida". A nosotros nos interesa sobre todo lo segundo.
Si algún miembro hubiera tenido una experiencia muy fuer-te de Dios a raíz de algún acontecimiento importante en su vida, ahora es el momento de comunicarla a los demás.
2. Trabajo en grupos
Se debe dejar en libertad a los miembros de la comunidad a la hora de hacer estos grupos. Conviene llevar preparado el criterio conforme al cual se van a hacer: a suertes, a partir de las personas más cercanas tal como se encuentren, etc.
En esta catequesis va a trabajarse en pequeños grupos siempre que se estudie la palabra de Dios. Conviene advertir que no sea siempre el mismo grupo. De este modo la comunicación entre los miembros del gran grupo es mayor.
El responsable verá cuánto tiempo conviene dedicar a esto.
3. Puesta en común
Reunidos todos de nuevo, va presentando cada grupo el resultado de su reflexión. Se indican los símbolos aparecidos y el sentido de los mismos. El responsable puede ir tomando nota en una pizarra: en una columna escribe el símbolo, y en otra, paralela, el significado. El resultado será la imagen de Dios que tienen los miembros de la comunidad.
4. La palabra de Dios
Una vez terminada la puesta en común, el responsable introduce la lectura de los textos. Los tres pertenecen al capítulo 15 del evangelio de san Lucas. Para entender correctamente las parábolas que en él aparecen hay que tener presentes los dos primeros versículos de dicho capítulo: Jesús está comiendo con pecadores y los fariseos lo critican por esto. Conviene hacer estas tres observaciones:
En el ambiente semita, comer con alguien es compartir su vida. La mesa común crea entre los comensale.; lazos de unión (para ampliar esta idea puede verse: LEÓN-DuFOUR, Vocabulario de teología bíblica, voz "Comida").
Aparece un triángulo de personajes compuesto por Jesús, los pecadores y los fariseos. Conviene estudiar la actitud de cada uno de ellos. Las parábolas no hacen sino explicar por medio de símbolos el sentido de estas actitudes.
De lo que se trata es de comprender el sentido de los textos evangélicos, más que descubrir las exigencias morales que plantean.
Terminada la presentación, pueden dividirse en cinco pequeños grupos: uno estudiará la parábola de la oveja perdida (Lc 15,3-7); otro, la de la moneda (Lc 15,8-10); los otros tres estudiarán la parábola del hijo pródigo (Lc 15,11-32), fijándose cada uno de ellos en uno de los personajes: el padre, el hijo menor y el hijo mayor.
En cada pequeño grupo se puede seguir este proceso:
Lectura del texto.
Reflexión en silencio buscando la respuesta a la pregunta: ¿Qué actitudes fundamentales encarnan estos personajes?
Diálogo.
5. Puesta en común
Reunidos de nuevo todos, cada grupo lee el texto y presenta la reflexión que ha hecho sobre el mismo. Los tres últimos grupos intervienen después de la lectura de toda la parábola. Al terminar cada grupo de exponer, se deja un momento para intervenciones de otros miembros de la comunidad.
Acabado el estudio de los textos, el responsable plantea la siguiente pregunta:
—¿En qué sentido la imagen de Dios que aparece en Lucas 15 confirma o se opone a la imagen que nosotros tenemos de Dios y que hemos representado en la técnica de los símbolos?
6. Acción de gracias
La primera parte termina con un rato de oración en el que cada uno puede dar gracias a Dios por lo descubierto en esta reunión de la comunidad. Si se cree oportuno, se puede terminar con una canción que exprese los sentimientos del grupo: "Hoy, Señor, te damos gracias", "Te damos gracias, Señor, de todo corazón", etc.
Segunda parte
Cuando la salvación se hace historia
1. Introducción
El objetivo que se pretende alcanzar dentro de esta segunda parte del tema es que el grupo descubra cómo Dios se compromete con la historia de su pueblo implicándose en ella. La máxima expresión de este compromiso será la encarnación.
Se empieza con una charla del responsable sobre "cómo se escribió la Biblia". Bastará para esto que explique el esquema que aparece en la Guía del Catequizando, de acuerdo con las indicaciones que damos a continuación.
El pueblo de Dios vive un hecho que afecta a toda la comunidad, v.gr.: el éxodo; o a un personaje significativo de la misma, v.gr.: el rey, Abrahán, etc.
Los hombres más religiosos del pueblo —los profetas, los sabios y los teólogos— reflexionan sobre el mismo, tratan-do de encontrar su sentido profundo a la luz de su fe. Esta reflexión puede durar años e incluso siglos. Con frecuencia ocurrió que hechos posteriores aclaraban el sentido de lo ocurrido anteriormente.
Los escritores sagrados —los mismos del punto 2— o discípulos suyos deciden narrar el hecho vivido o las enseñanzas que de él se derivan. Al hacerlo, no se limitan a narrar lo que pasó, sino que introducen los elementos necesarios para destacar el sentido profundo del mismo, descubierto en la reflexión anterior.
El pueblo reconoce este escrito como suyo porque considera que refleja fielmente la visión de los hechos que tiene el profeta y que todo el pueblo comparte. Desde ese momento el escrito entra a formar parte de los libros sagrados, el autor material pierde importancia y adquiere importancia el pueblo como autor, y el hecho deja de ser un mero hecho histórico para convertirse en un acontecimiento de salvación. Gracias a la fe y a la reflexión de unos hombres, el hecho se ha convertido en acontecimiento significativo, la historia en historia de la salvación. (Biblia.)
La razón por la que estos acontecimientos se ponen por escrito es para que sirvan de testimonio a futuras generaciones. En adelante el pueblo de Dios deberá de comparar su historia presente con el modelo que se les ha transmitido desde el pasado. De ese modo podrá descubrir que Dios sigue interviniendo en su historia y el sentido profundo de la misma. (Valor.)
Estamos ante la más genial reflexión teológica que se haya hecho sobre la historia. A nosotros nos enseña que Dios interviene en la historia de los hombres, se implica en su vida, se manifiesta a ellos por medio de acontecimientos. Para descubrir esto será necesaria la fe y la meditación profunda sobre la realidad que vivimos.
2. Diálogo
Después de la introducción, el grupo debe interiorizar todo lo expuesto. Para ello parece oportuno cuestionarse a nivel colectivo y personal si alguna vez se ha seguido este proceso de reflexión sobre la historia. Las siguientes preguntas pueden ayudar.
a) ¿Qué hechos, situaciones o problemas existen hoy, en el mundo o en la Iglesia, cuyo sentido profundo me gustaría conocer?
Esta pregunta se sitúa a nivel general. En el mundo y en la misma Iglesia se dan situaciones difíciles que escandalizan a los creyentes incapaces de comprender cómo pueden compaginarse con un Dios Padre providente o con la presencia del Espíritu en la Iglesia. Ahora es el momento de que la comunidad se interrogue en voz alta y trate de ver, desde la fe y en un clima de oración, lo que Dios está diciendo a través de ello. Lo cual, por otra parte, no significa que tengamos respuesta para todo.
b) ¿Qué situaciones se han dado en nuestra comunidad a lo largo del tiempo que llevamos? ¿En algún momento hemos tratado de ver lo que Dios nos estaba diciendo a través de las mismas?
La segunda pregunta nos sitúa en el ámbito de la comunidad misma. Es posible que, a lo largo del tiempo que lleva funcionando, se hayan producido situaciones difíciles o gozosas, que haya surgido un nuevo sistema de relaciones. La comunidad debe reflexionar sobre los momentos claves que se hayan vivido y tratar de sacar de los mismos una enseñanza religiosa para el futuro y como testimonio de la acción de Dios en ellos.
c) ¿Qué situación o problema personal ha marcado seriamente o sigue marcando actualmente mi vida? ¿Alguna vez he tratado de ver lo que Dios me está diciendo o pidiendo a través de ello?
A nivel personal pueden existir situaciones dignas de re-flexión. Tal vez el diálogo a este nivel resulte más difícil. La prudencia dirá hasta dónde se puede llegar en esta comunicación de vivencias o problemas personales.
3. Reflexión sobre la palabra de Dios
Los textos que proponemos presentan la plenitud del compromiso de Dios con la historia: la encarnación es el culmen del pro-ceso seguido por Dios para darse a conocer a su pueblo; el himno de la carta a los Filipenses nos da la clave para comprender el sentido de la encarnación: Dios se comunica y nos salva por el camino de la humillación; las parábolas del reino son una muestra de la táctica que debe utilizar el creyente para transformar la realidad en que vive, siguiendo el modelo de la encarnación.
El método a seguir puede ser:
Dividirse en tres grupos y distribuirse los textos.
Por grupos: leer el texto y dialogar sobre el mismo, tratando de ver en qué sentido aclara todo lo visto anteriormente. Preparar un breve comentario sobre el mismo, explicitando las exigencias que plantea.
Puesta en común:
4. Acción de gracias
Se puede terminar con un momento de oración en el que los miembros de la comunidad expresen lo que han descubierto a lo largo de esta parte, los interrogantes que se les hayan planteado, la luz que hayan recibido, etc.
Tercera parte
1. Introducción
Se comienza la reunión con un diálogo sobre la escala de valores de la sociedad en que vivimos. Se trata de ver cuáles son las cosas más apreciadas en el mundo moderno, aquellas en las que el hombre pone su seguridad y su felicidad.
El diálogo se puede abrir a partir de la siguiente pregunta:
— ¿Cuáles son las cosas en las que los hombres suelen poner su seguridad?
También se puede formular de este modo:
— ¿Cuáles son las cosas que los hombres tratan de alcanzar para sentirse felices?
Una vez analizado el mundo moderno, se pasa a analizar la escala de valores del grupo a partir de la siguiente pregunta:
¿Cuáles de estas cosas buscamos normalmente nosotros porque las consideramos necesarias para sentirnos seguros y felices?
La respuesta hay que darla no a nivel de ideas, sino de vivencia; no se trata de decir lo que pensamos, sino de manifestar cómo actuamos de hecho.
2. Lectura de la palabra de Dios
Los textos que presentamos muestran a Dios llamando al hombre a abandonar toda seguridad de tipo humano para mostrar una seguridad más profunda: la que únicamente Dios puede dar.
La comunidad se divide en tres grupos para estudiar los textos.
a) Gén 121-9: Vocación de
Abrahán.
Dios pide a Abrahán que abandone las situaciones de seguridad en que se
encuentra. Seguridad que se basa en elementos humanos: la tierra (seguridad
económica) y la paren-tela (seguridad política). A cambio le ofrece una
seguridad basada sólo en elementos divinos: la promesa de una tierra y de
una descendencia numerosa.
b) Mt 6,19-34:
La confianza en la Providencia.c) Mt 10,5-15:
Los enviados.
3. Puesta en común
Cada grupo lee el texto y comunica la respuesta que ha encontrado a la pregunta formulada.
Seguidamente, el responsable recuerda las cosas que salieron en la introducción como garantía de seguridad, y plantea las siguientes preguntas:
A la luz de lo que hemos descubierto en los textos bíblicos, ¿cómo hay que entender la providencia de Dios sobre nuestra vida?
¿Cómo podemos compaginar la confianza en Dios con el uso de los recursos humanos de modo que evitemos el caer tanto en el angelismo como en el materialismo?
¿De qué modo un creyente puede encarnar hoy en el mundo la imagen de un Dios providente?
4. Síntesis
Al terminar, el responsable puede hacer una síntesis del tema visto, desarrollando las siguientes ideas:
A pesar de ser el rey de la creación, el hombre siente dentro de sí una profunda inseguridad. Se siente débil. Por eso busca cosas que le den confianza. Con frecuencia son cosas o situaciones que le hacen sentirse fuerte (dinero, poder) o a gusto (bienestar, placer).
La Sagrada Escritura nos viene a decir que el hombre es feliz en la medida en que acepta su debilidad y busca la fuerza en Dios. El que le creó no lo abandona ni lo olvida.
El creyente sabe esto y confía en Dios. Las cosas y los recursos humanos no pasan de ser meros instrumentos en sus manos. Jamás se convierten en fines en sí mismos. Cuando un hombre convierte en fin lo que no pasa de ser un medio, absolutiza las cosas, las convierte en falsos dioses y pone en ellos su seguridad. En ese momento éstas ocupan el lugar del Dios vivo y se cae en el pecado de la idolatría.
Esto no significa que el creyente se desentienda de todo compromiso cayendo en el angelismo, esperando que Dios venga a resolver todos los problemas. Eso sería tentar a Dios. El creyente tiene los pies en la tierra y sabe que la confianza en Dios no le impide ser realista. Más aún, con frecuencia su acción puede convertirse en el modo normal de ser Dios providente con los demás (la limosna, la ayuda al que tiene dificultades); de este modo el creyente encarna para los que le rodean el rostro humano del Dios providente (puede leerse la fábula del zorro mutilado, Documentación 3).
5. Canto final
Se puede terminar con el canto Un pueblo que camina (CLN 7). Antes, un miembro de la comunidad puede explicar su sentido con las siguientes ideas:
- El canto es una súplica de la Iglesia que, en medio de los males del mundo, expresa su confianza y su esperanza en Dios.
- Los pobres, los marginados, los que no cuentan, ansían la llegada de un día en que se reconozca su dignidad y puedan vivir en un ambiente de justicia y libertad. El creyente sabe que esto es obra del gran libertador.
- Los oprimidos de todo tipo claman, como clamó Israel en Egipto, esperando la libertad. La historia está llena de testimonios que muestran cómo Dios se pone de parte de los oprimidos. El Dios del amor interviene a favor de aquellos a los que ama.
- En medio de la violencia, el creyente manifiesta su fe en la paz.
- La canción viene a decir que frente al dios-riqueza, el dios-poder y el dios-violencia, el creyente confía en el Dios-libertad, Dios-amor y Dios -paz.
Cuarta parte
1. Introducción
El responsable comienza planteando el tema: el sentido y el valor de la oración en la vida del creyente. Se puede iniciar la reunión con un diálogo sobre el tiempo que dedican a la oración personal y el modo como lo hacen. Las tres preguntas fundamentales pueden ser:
¿Qué
¿Qué
¿Qué influjo tiene esto en mi vida?
Puede que el panorama sea pesimista porque descubran que dedican muy poco tiempo a la oración. Pero se trata de esto precisamente: de descubrir la realidad.
2. Lectura de la palabra de Dios
Por grupos estudian los textos que se indican. Cada uno de ellos aborda un aspecto de la oración de Jesús.
Mt 6,5-15: Jesús da instrucciones sobre el modo de orar.
Mt 26,34-46: La oración de Jesús en el huerto.
He 2,42-47: La oración en la vida de la comunidad cristiana.
3. Puesta en común
Reunidos todos de nuevo, cada grupo lee el texto estudiado y explica lo que ha descubierto en la reunión.
A continuación se plantea la siguiente pregunta:
—A la luz del testimonio de Cristo y de la primera comunidad cristiana, ¿qué debemos corregir en nuestra vida para intensificar nuestra vida de oración?
4. Síntesis
Terminada la puesta en común, el responsable presenta la costumbre israelita de orar con los salmos, costumbre recogida más tarde por la Iglesia, que los hace texto fundamental de la
Liturgia de las Horas:La oración era una de las prácticas fundamentales de la religiosidad judía, unida a la limosna y al ayuno. En el cristianismo se aceptaron desde muy pronto estas tres cosas como pilares de la piedad: la unión con Dios (oración), el amor al hermano (limosna) y la superación de sí mismo por el sacrificio (ayuno).
Esta costumbre cristalizó en un conjunto de oraciones, la mayor parte de las cuales están recogidas en el libro de los Salmos.
Los salmos son oraciones, individuales o comunitarias, que expresan los sentimientos religiosos del pueblo de Dios. Responden a las más diversas circunstancias: unas veces piden ayuda a Dios en un momento de calamidad pública o personal; otras veces expresan la confianza en Dios o le dan gracias por algún beneficio; algunos son himnos para determinadas solemnidades o de alabanza a Dios-rey; algunos, una meditación sobre la vida.
La Iglesia los recoge en la Liturgia de las Horas, que es su oración oficial. Por medio de la oración se consagran a Dios los momentos fundamentales de la jornada: sobre todo la mañana (Laudes) y el atardecer (Vísperas).
5. Oración final
Se termina invitando a todos a rezar o cantar el padrenuestro.
Documentación
1. Las parábolas de la misericordia
Las parábolas que hablan de la misericordia de Dios son las que más propiamente contienen la buena noticia. No se limitan a decir que ha llegado el Salvador, sino que añaden: Jesús ha venido para salvar a los pecadores. Su nota característica es que están dirigidas no a los pecadores, sino a los escribas y fariseos, es decir, a los adversarios de Jesús que se creían justos y, por tanto, no necesitaban la salvación. Esto quiere decir que no son propiamente una presentación del evangelio, de la buena noticia, sino un ataque a aquellos a los que parece molestar que Dios tenga predilección por los pecadores y se escandalizan de que Jesús, su enviado, se siente a la mesa con ellos. Lo cual no significa que los enemigos hayan sido rechazados: la puerta está abierta por si quieren entrar al banquete.
En sus palabras, Jesús resalta tres cosas: en primer lugar hace ver que los publicanos están más cerca de Dios que los piadosos, porque, si bien es cierto que desobedecieron los mandamientos, también es cierto que se han arrepentido y han hecho penitencia. El prototipo de éstos será la pecadora arrepentida que lava con lágrimas los pies de Jesús (Lc 7,36-50). Esta mujer está muy agradecida porque es mucho lo que se la ha perdonado. Simón, el fariseo que lo había invitado a comer, no sabe lo que es el agradecimiento a Dios, porque se siente justo ante El.
En segundo lugar, Jesús va a intentar que los adversarios de la buena noticia, es decir, los que se resisten a creer que Dios va a tener debilidad por los pecadores, se miren a ellos mismos. No son tan perfectos como creen. Se lo hará ver cuando le traen a una adúltera para que la condene (Jn 8,1-11).
Lo tercero que Jesús resalta, y una de las cosas más importantes, es que la misericordia de Dios hacia los pecadores es actualizada en sus comportamientos frente a las personas concretas. Jesús está justificando ante ellos este modo de proceder y al mismo tiempo está mostrando cómo el amor misericordioso de Dios se ha encamado en su vida y en su persona.
Las tres parábolas que estudiamos en esta primera parte del tema vienen a presentarnos un Dios que quiere que todos los hombres se salven, incluso aquellos a quienes les molesta que al final todos se sienten en la misma mesa; Dios quiere la salvación de los que se han perdido, pues le pertenecen. Dios goza perdonando. Así de incomprensible es su misericordia. (Resumen de JOAQUÍN JEREMIAS, Las parábolas de Jesús III, 2.)
2. La fe y la vida
Con frecuencia se oye la queja de que muchos creyentes no viven de acuerdo con la fe que profesan. Parece como si se hubiera establecido una división en el interior de los hombres separando el mundo de las ideas del mundo de las vivencias, las verdades en las que se cree y las obras que se practican.
En el origen de esto, con frecuencia, hay que buscar una malformación religiosa que ha hecho consistir la fe en la aceptación de unas ideas o verdades, dejando en segundo plano la adopción de unas actitudes vitales. Sin embargo, no fue así en la historia de Israel y de los primeros cristianos. Ellos primero vivían y sólo más tarde, en la oración y en la meditación, llegaban a unas conclusiones, elaboraban unas verdades, las cuales, por otra parte, siempre tenían que ver con la vida. Dios se sirvió de este método para irse dando a conocer a los hombres. Y todavía lo sigue haciendo hoy.
Creer hoy en la encarnación del Verbo no es aceptar que, hace unos dos mil años, Dios se hizo hombre. Eso es fácil y no compromete a nada. Creer hoy es aceptar que Dios sigue encarnándose y saliendo a mi encuentro en el que tiene hambre y sed, en el enfermo, en el desnudo, en el marginado, en el parado..., en los pobres, menospreciados y débiles de la sociedad. Para creer en la resurrección no basta con admitir que Jesús resucitó al tercer día; es necesario además vivir convencido de que el amor es más fuerte que el odio, de que la paz y el entendimiento entre los hombres es posible a pesar de la violencia, de que jamás se debe perder la esperanza por muy mal que vayan las cosas...
Desde el momento en que el Verbo se hizo carne asumiendo la realidad humana, todo lo humano quedó dignificado, y la historia fue definitivamente el lugar de la acción de Dios y de su comunicación con los hombres. Tarea de los creyentes será descubrir esa presencia y esa voz de Dios en la vida personal y colectiva.
Un hombre que paseaba por el bosque, vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro.
Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. El comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios, y se dijo a sí mismo: "Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito".
Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía nada, y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una voz que le decía: "¡Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado".
Por la calle vi a una niña aterida y tiritando de frío dentro de su ligero vestidito y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente. Me encolericé y le dije a Dios: "¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo?"
Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero aquella noche, de improviso, me respondió: "Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti".
(ANTHONY
DE MELLO)
4. La oración de Jesús
En los evangelios encontramos indicios de que Jesús seguía las costumbres judías de orar tres veces al día: al salir el sol, en el momento de la ofrenda del sacrificio en el templo (hacia las tres de la tarde) y antes de irse a dormir. Pero también tenemos indicios de algo muy importante: Jesús no se conforma con esto, sino que rompe con las costumbres religiosas de su época.
1. No se contenta con la piadosa costumbre de rezar tres veces al día, sino que dedica otros momentos a la misma: se retira de madrugada o durante la noche, lo hace en un descampado o en el monte. La oración es para Jesús algo muy metido en su existencia. Sobrepasa lo oficial con la entrega personal a la comunicación con el Padre.
2. Jesús separa la oración del marco litúrgico de la lengua sagrada para insertarla en medio de la vida, en el ambiente cotidiano. Los judíos recitaban sus oraciones en hebreo, que era la lengua sagrada. Jesús enseña a sus discípulos el padrenuestro en la lengua común.
La diferencia de la oración de Jesús con la oración oficial no se limita al modo de conectarla con la vida diaria. Jesús introduce además un nuevo contenido.
a) Los judíos recitaban tres veces al día el "Shema":
"Escucha (en hebreo `shema'), Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las inculcarás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado" (Dt 6,4-7).
Era costumbre que los discípulos pidiesen a sus maestros una oración que fuera propia del grupo. A Jesús también se la piden (Lc 11,1) y El les enseña el padrenuestro.
La Iglesia primitiva utilizará esta oración en lugar del "shema" las tres veces de la oración diaria.
b) Jesús habla con el Padre con la sencillez, el cariño y la seguridad del hijo hacia su padre. La característica de esta actitud es que se ve dominada por el sentimiento de gratitud. En su oración predomina, por consiguiente, la acción de gracias.
(Resumen de JOAQUÍN JEREMIAS, Abba 1, 3, 2a.)