CATEQUESIS 9


¿POR QUÉ BUSCÁIS ENTRE LOS MUERTOS AL QUE VIVE?


PRESENTACIÓN

El misterio cristológico de la resurrección es el centro y fundamento de nuestra fe. Sin embargo, en la historia de la Iglesia, en la misma reflexión teológica, no ha ocupado el puesto nuclear y central que tiene en el Nuevo Testamento.

Consecuentemente, tampoco en la vida cristiana ha alcanzado la atención debida. La fe pascual, que constituía el nudo de cohesión de la primitiva comunidad cristiana, no ha sido el aglutinante de nuestras comunidades cristianas. Pocas son las expresiones religiosas en torno a la resurrección.

El misterio pascual —muerte y resurrección de Cristo—, en cuanto centro de la fe, supone que toda ella converja en el Resucitado y gire en torno a El. Y en cuanto fundamento, supone que la fe tiene razón de ser sólo si se apoya sobre la base del acontecimiento pascual: "Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido" (1 Cor 15,17).

Lógicamente, en un proceso catecumenal es clave que la fe pascual sea redescubierta y constituya la experiencia fundamental de vida.

En la primera fase se profundizó sobre las grandes experiencias bíblicas del Antiguo Testamento. Pues bien, la experiencia bíblica básica del Nuevo Testamento es la resurrección de Cristo. De ahí que se pretenda conseguir los siguientes objetivos.

Objetivos:

Reflexionar y profundizar sobre el significado de la experiencia que tuvieron los apóstoles en el encuentro con Cristo resucitado, de forma que se pongan de relieve los rasgos más característicos de dicha experiencia.

Procurar que la experiencia pascual no sea una simple "verdad" que se cree, sino un acontecimiento central en la vida de cada individuo y del grupo.

Y, por último, que a nivel individual y de grupo catecumenal asuman el compromiso de "ser testigos" del Resucitado con palabras y con obras.



Observaciones generales

Esta catequesis consta de dos partes:

La duración de cada parte, aunque teóricamente se prevé para una sesión catequética cada una, deberá precisarlo el catequista. Si el grupo responde bien y es fácil la intercomunicación, una sesión semanal para cada parte quizá sea poco tiempo. El catequista, a tenor del grupo, podrá suprimir algunas cuestiones previstas en el material, o bien dedicar dos sesiones a la primera parte y una sesión a la segunda.

Tanto en la primera parte como en la segunda hay que hacer breves lecturas de textos bíblicos. Para agilizar la reunión de grupo, conviene que estén señalados los lectores.

Como bibliografía elemental recomendamos: catecismo Con vosotros está, temas 13 y 18; COMISIÓN E. ITALIANA, No de solo pan, Marova, Madrid 1979, 167-184; LEÓN-DUFOUR, Vocabulario de teología bíblica, voz "Resurrección".


 

Primera parte


El Señor vive


1. Introducción

Como introducción a esta sesión catequética, el catequista puede invitar a que se lea la introducción que aparece en el Libro del Catequizando. Estas son las ideas fundamentales que el catequista debe recalcar (cf Documentación 1).

Una vez hecha esta introducción se comienza la reflexión-oración.


2.
Reflexión-oración en grupo

Este segundo momento de la sesión catequética es muy importante. Debe ser un momento de reflexión y oración, sin que esto suponga simplemente "oír" y "callar". Es fundamental la participación, cuando sea necesaria, de cada uno, pero que sea en clave de oración.

El proceso metodológico es el siguiente:

Este esquema se repite en cada uno de los cinco rasgos que se señalan en relación a la experiencia pascual de los apóstoles.

A continuación ponemos de relieve las acentuaciones fundamentales de cada rasgo (cf Documentación 2).

  1. Jesús ha resucitado "realmente". Recalcar lo de real y no de invención o fantasía de los apóstoles. No confundir real con palpable, demostrable, cognoscible con los sentidos, etc. Real es el amor, y no se ve. Fue un acontecimiento objetivo, y de ello tienen clara conciencia los apóstoles, que se consideran testigos de dicho acontecimiento. San Pablo recalca la objetividad y realidad de la resurrección precisando las apariciones a personas concretas e incluso a personas que viven.

  2. Jesús "vive". La acentuación recae en que está vivo, en que Cristo es el Viviente, aunque sea con un estilo de vida nuevo, esto es, de resucitado. Jesús está presente entre nosotros, sin miedo a que nos deje, porque ha vencido a la muerte.

  3. Se trata del "mismo" Jesús de Nazaret. Lo importante es la continuidad progresiva de los grandes acontecimientos de Cristo: nacimiento, vida oculta, vida pública, muerte, resurrección-ascensión. La resurrección es la culminación del proceso existencial. Por eso ha de hacerse siempre referencia a la resurrección y no quedarse en los otros aspectos de Jesús. Lucas ofrece una de las apariciones en la que Jesús mismo dice: "Soy yo en persona".

  4. El encuentro con el Resucitado es una "experiencia vital" capaz de "transformar" la vida. Dos aspectos se resaltan en este rasgo, según se deduce de la experiencia vivida por los apóstoles: que se trata de una experiencia vital, esto es, que afecta a toda la persona; y que no es una experiencia cualquiera, sino que es dinámica, operativa, transformadora de la misma vida. Los comportamientos de Pablo y Pedro lo demuestran.

  5. Es una experiencia que no se puede mantener oculta, sino que "se comunica". No es posible callar tras una experiencia tan vital y gozosa. Este es el acento a destacar: hay que comunicarlo, como los discípulos a Tomás: "Hemos visto al Señor". El silencio, de las palabras o de las obras, cuando se está convencido por la fe de que Jesús vive, es una forma de traicionarlo.


3.
Diálogo sobre las propias experiencias

En la hipótesis de dedicar otra sesión a este apartado 3, el catequista inicia la sesión con una introducción en la que sintetice el proceso llevado en la anterior, para que el grupo se sitúe.

La metodología de este momento es muy simple. Basta con que uno lea la primera cuestión; si hay duda de comprensión, el catequista la aclara, e inmediatamente se abre el diálogo entre todos los componentes del grupo. Una vez se hayan agotado todas las comunicaciones sobre dicha cuestión, se hace lo mismo con la segunda y tercera.

Anotaciones para el diálogo.

  • Conviene que el diálogo se centre en "experiencias" y no en "teorías". Procure el catequista que bajen a la realidad de la propia vida y que haya participación de todos.

  • El punto de referencia para confrontar las propias experiencias es el análisis hecho anteriormente en el apartado 2, sobre la experiencia pascual de los apóstoles, y que ha sido objeto de reflexión-oración.

  • Este diálogo-examen debe ayudar a la personalización de la experiencia pascual. Se considera, pues, muy importante, porque debe dar pie a un cambio radical en la forma de vivir la fe hasta ahora.

Ofrecemos a continuación algunas reflexiones y pautas para el diálogo.

Pautas para el diálogo

a) ¿Constituye la resurrección de Cristo una experiencia en nuestra vida, es decir, tu vida, humana y cristiana, gira en torno a Cristo resucitado?

Todos tenemos experiencia de "algo" o "alguien" que ocupa la atención y el centro de nuestra vida. Si como cristianos no tenemos una experiencia de Cristo resucitado, esto es, una experiencia de que Jesús vive, de que nuestra fe en Cristo no es simple fe en un personaje histórico, de que Jesús es alguien importante en nuestra vida, etc., ¿cómo podemos hablar de "ser cristianos"? Favorece mucho, por tanto, el intercambio de experiencias sobre la importancia y lugar que ocupa Cristo, el Resucitado, en la vida personal de cada uno.

b) ¿Estamos "convencidos" de que Jesús ha vencido a la muerte y vive y, por tanto, que la muerte y el mal no pueden hacernos vacilar en la fe?

El "convencimiento" es una "actitud" que ayuda al hombre a ser consecuente con sus convicciones y principios. La fe en Cristo es auténtica cuando cristaliza en "convencimiento", de forma que sea fuerte y firme ante los avatares y contrariedades que reciba. La duda de fe es propia de la debilidad humana, pero es una experiencia que se supera por la fuerza del convencimiento. La "seguridad" de que Jesús vive no viene de nosotros, sino del mismo Cristo resucitado. Cristo llama a este convencimiento y seguridad "construir sobre roca". Lo contrario al convencimiento es "creer por moda", por "esnobismo", porque "se lleva", porque "me he criado en ese ambiente", etc.; todo menos ser una respuesta personal y libre al don de la fe.

c) ¿Qué ha cambiado o debiera cambiar en nuestra vida como consecuencia de la fe en el Resucitado?

La fe en el Resucitado no puede quedar en un simple sentimiento, sino que, en cuanto compromiso personal, debe llevar a un cambio y transformación de nuestra vida y de la realidad. La resurrección ha instaurado un orden de realidad nuevo y distinto. Por tanto, nuevo y distinto ha de ser el modo de vivir, más aún, el modo de ser. Consecuentemente interesa un intercambio de experiencias sobre cuáles son nuestros criterios de valor, cuáles nuestras preferencias, qué motivaciones prevalecen, qué actitudes son dominantes, etc. Lógicamente, el cambio de vida y de la realidad debe tener como referencia la "vida" y la "realidad" contemplada desde la fe en Cristo resucitado.


4. Acción de gracias

Como acción de gracias, después de esta sesión catequética, se puede invitar al grupo a expresar el gozo y la alegría por la resurrección. (Resucitó, de K. ARGÜELLO, CLN 208.)

¡Resucitó, resucitó, resucitó, aleluya!
¡Aleluya, aleluya, aleluya! ¡Resucitó!

  1. La muerte, ¿dónde está la muerte?,
    ¿dónde está mi muerte?,
    ¿dónde su victoria?

  2. Gracias sean dadas al Padre,
    que nos pasó a su reino,
    donde vive de amor.

  3. Alegría, alegría, hermanos,
    que si hoy nos queremos
    es que resucitó.



Segunda parte


Si no lo veo, no lo creo


1. Introducción

El catequista abre esta sesión invitando a que se lea en alta voz la introducción que aparece en la Guía del Catequizando. A continuación hace una síntesis de lo tratado anteriormente y cuyas ideas principales son las siguientes (cf Documentación 3):

Hecha la introducción, se da paso al diálogo en grupo.


2.
Diálogo en grupo

Para este apartado se mantiene el mismo criterio metodológico anteriormente utilizado:

— Uno de los miembros del grupo lee la ambientación que precede a cada cuestionario.

— Seguidamente se entabla el diálogo a partir del cuestionario previsto.

a) Iniciativa de Dios en la resurrección. La resurrección, como toda la obra salvadora de Dios, es una consecuencia de su amor gratuito y desinteresado por el hombre. La "creación" es una forma de encontrarse Dios con el hombre; la "encarnación" y la "redención" son otras formas de amar y encontrarse Dios con el hombre; y la "resurrección" es la forma más definitiva de hacerse Dios el encontradizo con el hombre.

Para el diálogo. ¿Somos conscientes del amor que Dios nos tiene, manifestado en ese "hacerse el encontradizo" con el hombre? Es importante descubrir y tomar conciencia de la cercanía de Cristo. La muerte es la expresión más grande de distancia y separación. Por eso con la resurrección Cristo realiza el encuentro y la cercanía más estable y definitiva con el hombre. La resurrección es, por tanto, un gesto más del amor de Dios al hombre.

¿Es la resurrección ocasión y motivo para buscar a Cristo, que vive entre nosotros? Descubrir que Cristo vive y que se hace el encontradizo con el hombre exige por nuestra parte tomar postura. Nuestra vida cristiana se reduce muchas veces a estar inmóvil, en espera pasiva. Se olvida que es una exigencia de la fe el buscar, salir también al encuentro, recorrer el camino. Y ésa es la responsabilidad de la fe: saber que Cristo vive, que está entre nosotros y que podemos encontrarnos con El.

b) El encuentro con el Resucitado en un "don". El encontrarse con el Resucitado no es tarea o exigencia del hombre. Es una gracia, un don, que Dios concede a quienes quiere. Los de Emaús caminaban juntos, "pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo" (Lc 24,15). San Pedro dice que Dios "hizo que se dejara ver, no de todo el pueblo, sino de los testigos que El había designado" (He 10,39).

Para el diálogo. Si creer en el Resucitado es una "gracia", un "don", ¿qué postura cabe enconces por nuestra parte? "Auméntanos la fe" fue una de las oraciones que los discípulos dirigían a Jesús. Nadie es capaz de alcanzar el conocimiento de Dios y de Cristo, si no es por la fuerza del Espíritu. Abrirse a El, orar para que la fe se acreciente, cultivarla y educarla, etc., son exigencias básicas para que el "don" de la fe en la resurrección encuentre un terreno abonado.

El hombre puede poner obstáculos a la "gracia". ¿Qué obstáculos pueden impedir que tengamos una "experiencia" de encuentro con Cristo? El obstáculo más grande es nuestro propio "yo", cuando éste se niega a reconocer a Cristo como el Resucitado, o cuando se constituye en centro de sí mismo. El "encuentro" sólo es posible desde la apertura del corazón, sin condiciones. El encuentro con Cristo supone "negarse a sí mismo", y eso cuesta. .Por eso es fácil que el cristiano caiga en la tentación de buscar sustitutivos que tranquilicen la conciencia, v.gr.: oraciones, rezos, prácticas religiosas, limosnas, etc. Gestos, en definitiva, que para que sean auténticos han de ser expresiones de un encuentro previo y no suplencia del mismo.

c) Conlleva la "misión" de ser testigo. El Resucitado "designa" a unos testigos, a quienes se les manifiesta como tal "resucitado" (He 10,39), para que conviertan tal acontecimiento en noticia, en "buena nueva", para todos los hombres y para siempre. ¡Qué hubiera sido de la resurrección si los apóstoles no la hubieran convertido en centro de su predicación! Precisamente la fuerza salvadora y el dinamismo de la resurrección radican en la capacidad de "generar nueva vida", y para ello es necesario el testigo.

Para el diálogo. ¿Nuestra vida y nuestras obras "testimonian" la vida nueva y distinta que ha inaugurado Cristo con su resurrección? Testimoniar la resurrección supone ofrecer al mundo una "alternativa" de vida y valores. No conformarse al hombre y mundo viejos, sino ser con la propia vida revulsivo de lo viejo para que se genere lo nuevo. Pero, ¿somos así?, ¿obramos así? Si los demás no perciben en nosotros esa alternativa, no hay testimonio.

¿Qué podemos hacer para que "Cristo viva" en nuestro ambiente? Señalar compromisos concretos a nivel individual y grupal. Si a veces Cristo es el desconocido entre los cristianos, ¡cuánto más en los alejados de la fe! "Dios ha muerto" es una expresión y una experiencia muy extendida en nuestro ambiente. Por tanto, presentar a Cristo "vivo" es la gran tarea y el principal compromiso del cristiano. Pero, ¿cómo? Amén del testimonio de vida —que vimos en la cuestión anterior—, a través de acciones directas: anuncio de la palabra, catequesis, inserción en las instituciones para impregnarlas de espíritu cristiano, asumir la cultura como cauce de evangelización, etc.

d) También "hoy" es posible vivir la experiencia de encuentro con el Resucitado. Fundamentalmente se da en la comunidad. Jesús resucitado es el centro de la vida de la comunidad cristiana: "Donde haya dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". La Iglesia es el "testigo" principal, con la misión de testimoniar la resurrección encomendada a los apóstoles. La comunidad eclesial se estructura en torno al Resucitado. Nació del acontecimiento pascual (muerte y resurrección de Cristo); se fundamenta en él ("Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe") y lo actualiza en la celebración litúrgica ("Haced esto en conmemoración mía"). Fuera de la comunidad eclesial no es posible encontrarse con el Resucitado, porque en ella se dan los auténticos signos para reconocerlo; v.gr.: celebración, oración, servicio, comunión, compartir... Los discípulos de Emaús reconocieron a Cristo resucitado en el gesto de "partir el pan" (Lc 24,30-31).

Para el diálogo. ¿Vivimos la fe con sentido comunitario o más bien "por libre" e "individualmente"? Un reflejo del individualismo humano es la tendencia a hacer de la fe un modo particular de relación para con Dios: yo rezo "mis" oraciones, yo voy a "mi" misa, yo hago "mi" comunión, etc. Los otros no están presentes. Consecuentemente, el sentido de Iglesia, de comunidad, de parroquia, de grupo... son como "modas" que "a mí no me van". Una fe individualista, no comunitaria, da como resultado todo un tipo de vida cristiana individualista, ajena —si no contraria— a la proyección comunitaria y social. No es extraño entonces considerarse un "buen cristiano", cumplidor de normas y preceptos religioso-eclesiásticos, y, sin embargo, vivir al margen de la "Iglesia" y de la dimensión eclesial de la caridad y del amor.

En esta misma experiencia catecumenal, ¿ocupa Cristo resucitado el centro, o cada uno queremos ser protagonista y primer actor? Que el centro del grupo sea ocupado por Cristo significa que el grupo se siente convocado por su Espíritu, se siente interpelado por su palabra, se siente abierto a sus enseñanzas, se siente dispuesto a sus exigencias. Y, por el contrario, cada uno es protagonista, cuando se busca a sí mismo e intenta imponer sus criterios; valora al grupo como marco de distracción; los otros no le pueden decir nada importante; no acepta la diversidad de opiniones y pluralidad de criterios... En definitiva, el grupo catecumenal, más que ser una comunidad que camina en la fe profundizando en ella, se convierte en lugar de pasatiempo.

¿Son nuestras celebraciones litúrgicas auténticos encuentros con el Resucitado? Toda "celebración de la fe" debe ser, en último término, celebración del misterio de Cristo resucitado. De ahí que la primera y principal celebración, fuente y culmen de todas las demás, sea la eucaristía. En ella se dan los gestos más significativos del encuentro de Dios con el hombre por amor: la donación del cuerpo y la sangre de Cristo. Toda celebración de la fe, por tanto, ha de tener como paradigma la eucaristía. Y toda la ambientación celebrativa ha de posibilitar al grupo catecumenal que realice ese encuentro con Cristo, es decir: que se sienta interpelado por su palabra, abierto a sus enseñanzas y dispuesto a sus exigencias.


3. Preces finales

El catequista invita a la oración como final de esta catequesis. Puede hacerlo con estas u otras preces:

Introducción. Hemos llegado al final de la catequesis sobre la resurrección de Cristo. Oremos juntos y pidámosle que su resurrección no sea un hecho histórico pasado, sino un acontecimiento siempre nuevo por el cual El vive y nosotros somos sus testigos ante el mundo.

Preces

C/ Alabemos a Cristo, que con su poder reconstruyó el templo destruido de su cuerpo, y supliquémosle:

T/ Concédenos, Señor, los frutos de tu resurrección.

C/ Oh Cristo salvador, que en tu resurrección anunciaste la alegría a las mujeres y a los apóstoles y salvaste al universo entero:

T/ Conviértenos en testigos del Dios viviente.

C/ Tú, que has prometido la resurrección universal y has anunciado una vida nueva:

T/ Haz de nosotros mensajeros del evangelio de la vida.

C/ Tú, que te apareciste repetidas veces a los apóstoles y les comunicaste el Espíritu Santo:    

T/ Renuévanos por el Espíritu defensor.

C/ Tú, que prometiste estar con tus discípulos hasta el fin del mundo:

T/ Quédate hoy con nosotros y sé siempre nuestro compañero.

T/ Padre nuestro...

(Preces de Laudes del martes de la octava de pascua.)



Documentación

1. Experiencia pascual

Cuando se dice que los apóstoles vivieron una "experiencia pascual", se quiere decir que quedaron impactados por el encuentro con Cristo resucitado. Fue una experiencia personal, directa, gratificante. Fue el encuentro con el que creían muerto y, sin embargo, estaba vivo.

A partir de esa experiencia los apóstoles comenzaron a ser distintos. Había renacido la esperanza; la muerte había sido vencida; no estaban solos, sino que el Resucitado estaba con ellos. Por eso comenzaron a predicar, a comunicar su experiencia de que "el Señor vive".

Todo cuanto hoy sabemos por escrito y tradición sobre Jesucristo fue dicho, vivido o escrito desde la experiencia gozosa de la resurrección. Por eso no es un mensaje teórico, sino el anuncio de un hecho, un acontecimiento —Cristo resucitado— que ellos han vivido y del que son testigos.

Nosotros somos cristianos. Creemos en Cristo resucitado. Hablamos de él, de su doctrina. Pero ¿lo hacemos con autenticidad, convencidos? La fe en el Resucitado, ¿es una "experiencia"? Dice Pablo VI: "En el fondo, ¿hay otra forma de anunciar el evangelio que no sea la de transmitir a otro la propia experiencia de fe?" (EN 46).

Es una exigencia de la fe descubrir el misterio de la resurrección y vivirlo como experiencia, esto es, como acontecimiento que no es extraño a la propia vida. De lo contrario, la relación y conocimiento que podamos tener de Cristo no será distintp del que podamos tener, por ejemplo, de Napoleón.


2. Rasgos de la experiencia con el Resucitado

a) Jesús ha resucitado "realmente". Sí. Es cierto. Ha resucitado. No es una invención de sus discípulos, ni unaimaginación, ni un sueño, ni un truco para dar cumplimiento a sus palabras de que al "tercer día" resucitaría. San Pablo da unos datos concretos que demuestran la objetividad de la resurrección. Pero la resurrección, como toda la obra de Cristo, fue realizada para y por nosotros. Entonces ¿de qué sirve que haya resucitado "realmente" si no ha resucitado realmente para nosotros? (Lectura: 1 Cor 15,3-7).

b) Jesús "vive". La resurrección de Cristo no es volver a la vida anterior. Lo importante de la resurrección es que vive. Ha vencido para siempre a la muerte y al mal, y su vida es la definitiva, la vida de Dios. Nuestros sentidos no son adecuados para palpar, ver, sentir... la presencia del Resucitado. Por eso su presencia no se percibe, pero está; su voz no so escucha, pero habla; su compañía no se siente, pero no nos abandona. ¿No estaremos tratando al Resucitado como si aún estuviera muerto? (Lectura: Lc 24,1-6).

c) El Resucitado es el "mismo Jesús" de Nazaret. El Resucitado no es un "fantasma". Es el mismo Jesús que nació de María, que vivió entre los suyos, que pasó haciendo el bien y, sin embargo, le crucificaron. Creer en Jesús de Nazaret y no creer o descuidar que El vive, porque ha resucitado, sería una falsa fe. Jesús de Nazaret, con la resurrección y subida a los cielos, ha realizado el proceso de plenitud al que estamos llamados nosotros. Nuestra fe, ¿no está a veces centrada en aspectos de la vida de Jesús, olvidando por completo su dimensión de resucitado? (Lectura: Lc 24,36-43).

d) Es una "experiencia vital", capaz de "transformar" la vida. La "experiencia" es "experiencia" porque atañe y afecta a la persona toda. Haber experimentado el encuentro con Cristo resucitado es lo suficientemente fuerte como para no permanecer indiferente. ¡Cómo van a seguir con miedo o traicionando a Cristo Pablo o Pedro, si lo han descubierto vivo y han entrado en comunicación con el que había sido crucificado! Necesariamente, el cambio de vida tiene que extrañar a los que lo observan. Cuando un acontecimiento es importante para una persona, repercute en todos los rincones de la personalidad: actitudes, comportamientos, sentimientos, afectividad, trabajo, etc. ¿Ha repercutido así el hecho de que Cristo haya resucitado? (Lectura: Gál 1,11-17; He 5,40-41).

e) La experiencia gozosa "no" permanece "oculta, se comunica". Permanecer en silencio seria anular una de las características del "bien", esto es, que se expanda y difunda a todas partes. No se trata de una "comunicación verbal" solamente, sino sobre todo "vital", con los hechos. De ahí que los apóstoles fueran testigos de la resurrección, porque testigo es el que da fe, el que garantiza la verdad de lo que dice o hace. Si la experiencia es vital —como la de la resurrección—, no hay obstáculo capaz de impedir que se comunique a los cuatro vientos. ¿No será nuestro silencio signo de que la resurrección no es para nosotros un "bien" que exige comunicarse? (Lectura: He 4,18-20).


3. Disposición ante la fe

Sin duda que recordarás el pasaje evangélico en el que se narra la aparición de Jesús a sus discípulos que estaban reunidos, menos Tomás. Este era duro a la fe. Quería pruebas. Estas son las condiciones de Tomás: "Y los otros discípulos le decían: `Hemos visto al Señor'. Pero él les contestó: `Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo' " (Jn 20,25).

Efectivamente, se cumplieron las condiciones de Tomás. Sin embargo, tal comportamiento no fue motivo de gloria. La respuesta de Jesús fue muy clara: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto" (Jn 20,29).

Lo importante de esta segunda parte es descubrir que es posible también para nosotros, hombres de hoy, tener la experiencia de encuentro con el Resucitado como la tuvieron los apóstoles.