CATEQUESIS 8


EL PROFETISMO: CENTINELAS DE LA ALIANZA


PRESENTACION

Una de las grandes experiencias bíblicas de fe es la del "profetismo". Los profetas fueron hombres "llamados" por Dios para ejercer la función profética, tarea que realizan en la "fe".

Ellos son conscientes del "don" de Dios y por eso hasta se sienten como "cautivos" por Dios: "Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir" (Jer 20,7).

La experiencia profética es una experiencia típicamente de fe. Creer bíblicamente exige vivir la "experiencia de fe"; y vivir la "experiencia de fe" significa, entre otras exigencias, vivir la experiencia de profeta, es decir, comprometer la propia vida a modo de los profetas. Por eso enmarcamos esta catequesis en esta parte, en la que se está recorriendo el camino de actualizar las experiencias bíblicas de fe.

Siguiendo el proceso catecumenal, en esta catequesis se pretende:


 

Observaciones generales

Esta catequesis consta de cuatro partes:

1.a "Quiénes son y dónde están los profetas". Es un descubrimiento de la identidad del profetismo y, por otra parte, una constatación de la "ausencia" de profetas hoy, aunque todos estamos llamados a serlo.

2.a "Ser profeta es comprometerse en la denuncia del pecado". Es una confrontación de la función condenatoria del profeta en la Biblia y la exigencia de tal condena aun hoy por parte de los cristianos.

3 "Ser profetas es comprometerse en el anuncio de la salvación". Destaca la otra faceta de la función profética: el anuncio de la salvación. Lógicamente, con la exigencia de serlo también ahora.

4.a "Jesús es el profeta". Se trata de una sencilla celebración-oración, en la que se destaca la faceta de Jesús como profeta.

Por lo que se refiere a la duración, conviene tener en cuenta la siguiente observación. Normalmente, cada parte está prevista para una sesión catequética. Sin embargo, la primera parte es demasiado amplia y debe hacerse en dos o más sesiones. De todas formas, si el catequista cree que, incluso en las otras partes, hacen falta más sesiones, organice el tiempo como mejor convenga al ritmo de las catequesis y del grupo en su proceso.

Conviene que todos hayan leído, antes de comenzar la sesión catequética, los textos bíblicos que se señalan en cada parte, así como la documentación correspondiente. Así se facilitará la participación de todos. Lógicamente, el catequista deberá insistir en este sentido en las distintas sesiones catequéticas.

Como bibliografía de apoyo y consulta para el catequista, recomendamos el Vocabulario de teología bíblica, de León-Dufour, editado por Herder, principalmente la voz profeta; y Proyecto catecumenal I, Edice, Madrid 1981, el tema 8.

Aconsejamos también que se tenga a mano el casete El profeta, de R. Cantalapiedra, editado por Discoteca Pax.

En el desarrollo de esta catequesis se utilizarán varias canciones.


 

Primera parte


Quiénes son y dónde están los profetas


1.
Introducción

Como inicio de una nueva catequesis, debe quedar muy claro qué se pretende a través de ella. Por tanto, el catequista debe presentar y explicar la importancia de los objetivos establecidos. Para ello basta con que se tenga en cuenta, y se ofrezca de forma desmenuzada, cuanto se dice en la "presentación" de la catequesis, tanto en el libro del catequista como en el del catequizando.

La idea clave es que toda experiencia de fe implica una función profética. Por tanto, no hay auténtico compromiso de fe si no conlleva el compromiso de vivir como profeta.

En consecuencia con esta idea central, el catequista invita al grupo a que profundice sobre los tres aspectos de esta primera sesión catequética, esto es, sobre "Quiénes fueron los profetas", "Quién puede y debe ser profeta hoy" y "Dónde están los profetas". Como se observará, hay un proceso progresivo: una vez que se ha descubierto cuál es la identidad, del profeta y quién puede serlo, surge la cuestión, de si realmente los que deben ser profetas lo son de verdad.


2.
Quiénes fueron los profetas

En este primer momento se pretende descubrir la identidad de la misión profética a partir de la palabra de Dios.

Los textos bíblicos aparecen citados en las páginas de la documentación (155s).

Pautas

Profundización

  • ¿Qué sugerencias evoca la reflexión anterior sobre lo que es un profeta en orden a la propia vida cristiana?

Con esta cuestión se pretende fundamentalmente que haya una aplicación, al plano personal, individual y grupal, de cuanto se ha reflexionado a partir de los textos bíblicos.

  • A la luz de los rasgos analizados sobre el profeta, ¿cuáles serían los rasgos o características del "falso profeta"?

Esta cuestión pretende dibujar el perfil del falso profeta, que, lógicamente, es lo contrario a lo visto en la cuestión anterior. Con todo, el catequista puede precisar mejor los rasgos del falso profeta, amén del texto analizado (Dt 1, 17-22), en el texto de Ez 1,17-23, cuyas ideas fundamentales son:

  • Inventan profecías.

  • No viven comprometidos, no están en la "brecha".

  • Son visionarios, adivinos de pacotilla.

  • No son enviados por el Señor y, sin embargo, hablan en su nombre.

  • Hablan y dicen mentiras, falsedades...

  • Extravían y desorientan al pueblo.

  • Afligen y condenan sin fundamento e injustamente, etc.

Finalmente, después de toda esta lluvia de ideas sobre los falfos profetas, se hace en todo el grupo la siguiente pregunta conclusiva: ¿Seremos nosotros, como cristianos, "falsos profetas"?


3.
Quién puede y debe ser profeta hoy

Un paso más en esta primera parte de la catequesis es descubrir quiénes son los profetas hoy. En definitiva, se trata de tomar conciencia de que los "profetas" no han acabado, sino que todo "bautizado" es un profeta, porque participa de la misión profética de Cristo y de la Iglesia.

Dos textos claves y sencillos van a servir para la reflexión, un texto de la LG del Concilio Vaticano II, y una definición descriptiva del vocablo profeta.

Cada texto puede leerlo una persona, e inmediatamente se pasa a reflexionar sobre él, siguiendo las siguientes pautas de reflexión:

  • ¿Cómo ejerció Cristo su misión profética?

  • ¿A quién responsabiliza Cristo para continuar con la tarea profética?

  • Fundamento de la función profética del cristiano.

  • Formas fundamentales de realizarse la misión profética.

  • Campos posibles donde ejercer el profetismo.

Lo interesante de la reflexión —a través de las pautas previstas u otras distintas— es que se capte, no sólo de mente, sino de corazón, que Jesús transfiere su misión profética a la Iglesia y ésta ejerce tal función por el magisterio, a través de todo el pueblo de Dios y por cada miembro en particular. Ser profeta es participar de la misión de Cristo y de la Iglesia, y el fundamento de dicha participación es el bautismo.

Las formas de ejercerse la misión profética, tanto en Cristo como en la Iglesia y en cada bautizado, son el testimonio y la palabra. Y los campos de ejercer la misión profética son aquellos donde la Iglesia y cada cristiano está presente; fundamentalmente en el propio ambiente, en la propia profesión, en la familia, etc.

También hay que señalar que las funciones del profeta son denunciar el pecado y anunciar la salvación. Pero ambas funciones serán objeto de posterior reflexión.


4.
¿Dónde están los profetas?

Con este apartado se pretende interrogarnos sobre la realidad profética de la Iglesia y de cada bautizado. Tomar conciencia de que muchas veces olvidamos la tarea de ser profeta. Y es grave olvidar y silenciar la misión profética.

Escuchar la canción ¿Dónde están los profetas? (cf documentación) puede crear un ambiente de interrogante, de silencio y de autoexamen, que facilitará la reflexión y profundización posterior.

El catequista puede introducir la canción diciendo simplemente que el "grito" del autor buscando a los profetas puede ser el grito de muchos hombres ante el silencio y ausencia de "cristianos-profetas".

Después de haber escuchado la canción, en un clima de reflexión, se profundiza sobre las siguientes cuestiones:

Las pautas que se ofrecen pretenden ayudar a hacer un análisis sobre la realidad. Detectar qué comportamientos proféticos se dan o, por el contrario, comprobar que no los hay.

Conviene que el catequista modere el diálogo facilitando el "aterrizar" sobre la realidad eclesial concreta de cada pueblo, de cada barrio, de cada comunidad.

Cada pregunta requiere respuestas concretas y no evasivas.


5.
Oración

Se concluye con la oración en la que se manifiesta una actitud de disponibilidad para "ser profeta" hoy. Puede leerla uno en voz alta y los demás van siguiéndole en silencio.

"Aquí estoy, mándame"

Señor, tú siempre suscitaste profetas en medio del pueblo como "centinelas" de tu alianza. Ellos fueron pregoneros y portavoces de tus promesas salvadoras. Pero ha pasado mucho tiempo y el silencio parece haber sesgado la voz profética. Por eso preguntamos: ¿Dónde están los profetas?

¿Dónde están los profetas?, es el grito de los que sufren, porque necesitan una palabra de consuelo y esperanza en su dolor.

¿Dónde están los profetas?, es la pregunta de los incrédulos, indiferentes y agnósticos, porque el silencio profético confirma su incredulidad.

¿Dónde están los profetas?, es el interrogante de los débiles en la fe, frágiles en la esperanza y raquíticos en la caridad, porque tal pobreza reclama un soporte en su caminar de creyentes.

¿Dónde están los profetas?, es el sentir de muchos hombres sumidos en la desesperanza, atrapados por "la vida sin sentido", perdidos en el laberinto del absurdo. Sí, ¿dónde están los profetas?, gritan una y otra vez, porque el desconcierto existencial les oprime y necesitan extender sus brazos al infinito y levantar sus cabezas a la trascendencia.

¿Dónde están los profetas?, es, a veces, el reto de los soberbios y engreídos, de los autosuficientes y poderosos, de los orgullosos y arrogantes, porque se han constituido en "dioses" de sí mismos y creen no necesitar "salvación".

Estas y otras preguntas, Señor, son claro signo de que han desaparecido los profetas; y, sin embargo, son necesarios para que de nuevo "destruyan y arrasen" el mal que radica en el pecado y edifiquen y planten tu alianza de salvación. Por eso, como Isaías, te digo: "Aquí estoy, mándame". Sí, Señor:

Quiero ser profeta de tu palabra para anunciar a todos los hombres la buena noticia de tu evangelio.

Quiero ser profeta de la esperanza para poner norte a los "sin sentido", ilusión a los "sin sentido", ilusión a los drogados por el pesimismo, proyecto de vida a los anárquicos de la existencia y una nota de colorido y vida a los tristes y sin horizontes.

Quiero ser profeta de tu salvación para llevar la conversión a los pecadores, la liberación a los oprimidos, la salud a los enfermos, la paz a los de corazón desgarrado, la luz a los sumergidos en tinieblas y el agua viva a los sedientos de eternidad.

Quiero, en fin, Señor, ser profeta de tu alianza para ser la conciencia crítica de tu pueblo, denunciando su infidelidad y recordándote que tú eres nuestro Dios, el único Dios verdadero, que nos salvas porque nos amas.

Señor, "aquí estoy, mándame".
Quiero ser tu profeta.
Amén.


 

Segunda parte


Ser profeta es comprometerse en la denuncia del pecado


1.
Introducción

Esta segunda parte de la catequesis se centra en una de las funciones de la misión profética, esto es, en la denuncia del pecado como infidelidad y ruptura del hombre con la alianza. Se pretende, por tanto, que el cristiano asuma la tarea profética de denunciar todo pecado o situación de pecado, provocando e invitando a la conversión.

El catequista puede hacer una lectura en voz alta del texto siguiente: El profeta denuncia el mal, que aparece también en la "Guía del catequizando".

El profeta denuncia el mal

Una de las misiones de los profetas era hacer frente a los pecados que prevalecían en el pueblo. No era tarea fácil ser profeta. Significaba, a veces, tener que condenar comportamientos, denunciar injusticias, criticar posturas; en definitiva, poner al descubierto que el pueblo se desviaba del plan y de la ley del Señor.

El mensaje profético no es un mensaje abstracto. La condenación, acusación o advertencia que el profeta hace está centrada en situaciones concretas. Por eso es un hombre inserto en su mundo, sensible a la alianza de Dios y a la infidelidad del pueblo.

El profeta no es un masoquista que se recrea en la condena, sino que sufre y asume con angustia y dolor su tarea de maldecir en nombre de Dios.

Ser cristiano es ser profeta. Y como el pecado es una constante en la historia humana, al cristiano corresponde comprometerse en la denuncia del mismo, sobre todo, la de aquellos que son causa de otros muchos males.

Conviene que quede clara la conexión con la primera parte. Allí se descubrió en qué consistía ser profeta y la necesidad de que existan, porque es exigencia del bautismo. En esta parte se concreta y especifica una de las funciones del profeta y, por tanto, del cristiano: denunciar el pecado.


2.
Reflexiones sobre la palabra de Dios

El criterio metodológico puede ser el siguiente: cada texto es preparado y leído por un miembro del grupo, y todos reflexionan y responden a las cuestiones que se plantean. Con el fin de facilitar y agilizar la sesión catequética, después de cada cuestión se puede entablar un diálogo en el que cada uno aporte lo que la palabra de Dios le ha iluminado o descubierto.

Las cuestiones para reflexionar son las siguientes:

  • ¿Cuáles son los principales "males y pecados" que son objeto de denuncia y condena por los profetas? Señalarlos a partir de los siguientes textos bíblicos: Jer 11,14; Is 5,1-7; 1,10-18; Am 8,4-7.

  • Responsabilidad del profeta en la condena y denuncia del pecado: Consultar: Ez 3,16-21.

  • Dificultad y contrariedad por ser coherente con la misión profética. Consultar Jer 20,7-13.

Los tres aspectos fundamentales que se pretenden des-cubrir a través de la palabra de Dios son: los pecados que se denuncian, la responsabilidad del profeta en la tarea de denunciar y las consecuencias que, a veces, se derivan de la función profética. Veamos cada una de ellas:

Principales males y pecados que se denuncian

Responsabilidad del profeta en su función profética

Otra cuestión a destacar es que el profeta tiene una seria responsabilidad. La denuncia profética no es un capricho. Está orientada a la conversión. Por eso el silencio, cuando es necesario avisar y denunciar, puede convertirse en "culpable". Esta responsabilidad es la que se resalta en Ez 3,16-21.

En apoyo de esta responsabilidad, el catequista puede hacer mención del Concilio cuando dice: "... en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes..." (GS 19).

Asumir las consecuencias del ejercicio de la función profética

Toda función condenatoria y de corrección es dura para el que la hace y para quienes la reciben. El profeta se encuentra entre dos fuegos: cumplir la misión profética de condenar y denunciar el pecado y, por otra parte, el rechazo, la angustia y la marginación que sufre por tal tarea profética. Pero el profeta sigue fiel porque el Señor no le abandona, está con él. Así aparece en Jer 20,7-13.


3.
El mal y el pecado continúan en el mundo

Las pautas que se ofrecen a continuación para el diálogo son meramente indicativas. Se pueden seguir tal como aparecen aquí, o bien el catequista puede orientar el diálogo en otro sentido, es decir, aplicando siempre la reflexión sobre la palabra de Dios a la vida concreta.

Las cuestiones que ofrecemos para el diálogo son las siguientes:

  • ¿Qué pecados sociales pesan sobre los hombres y cuáles deben ser denunciados?

  • ¿Cuál es nuestra experiencia y postura frente a dichos pecados? ¿Los afrontamos? ¿Callamos? ¿Los ocultamos? ¿Somos cómplices?

  • ¿Qué posibles causas explican el silencio, muchas veces, de los cristianos (a nivel personal, asociado e institucional) ante los pecados sociales y públicos?

Lo que interesa es que el grupo catecumenal realice un proceso de conversión asumiendo una actitud comprometida en la denuncia del pecado y de toda estructura que conlleva la destrucción del hombre y la injusticia o infidelidad al plan de Dios. No es posible callar —ni con las palabras ni con los hechos cuando el silencio significa consentir o incluso complicidad. Y los cristianos, profetas del "hoy" y del "aquí", hemos de comprometemos en desvelar la "infidelidad" a la alianza bautismal, la ingratitud a la misericordia y amor de Dios, nuestro Padre; las posturas religiosas vacías, que tranquilizan nuestra conciencia, y la injusticia y explotación del hombre por el mundo. De todos estos pecados somos portadores cada uno y la sociedad, y la denuncia es una condena de nosotros mismos y de la sociedad.


4.
Oración-plegaria

Se termina esta sesión catequética con una oración rezada a coro entre el catequista o responsable y el mismo grupo:

¡Oh Dios!, Señor de la luz y del bien, que no quieres la muerte del pecador, sino que viva y se salve. Te rogamos escuches nuestras súplicas en favor de nuestra debilidad, para que seamos tus profetas en la denuncia y condena del pecado que esclaviza al hombre y destruye tu alianza, hecha a nuestros padres. Por eso, Señor: Danos la luz de tu verdad.

Para ahogar las tinieblas de la mentira y de la hipocresía, que prevalecen en las relaciones del hombre contigo y con los demás hombres:

Danos oídos atentos y mirada vigilante.

Para escuchar tu grito de dolor por la infidelidad de tu pueblo y desvelar las apariencias humanas que cobijan egoísmos y maldad:

Danos sensibilidad de espíritu y coherencia de vida.

Para recibir y condenar los muchos pecados sociales que destruyen las relaciones entre los hombres y siembran desigualdades, opresiones y esclavitudes:

Danos fortaleza y valentía.

Para no callar y denunciar cuando el silencio es complicidad en el pecado; para arrasar y destruir cuando la pasividad es colaborar en la injusticia; para permanecer fieles y constantes en la lucha cuando el huir es desertar de tu alianza, y, en fin, danos fortaleza y valentía para no defraudarte en la función profética, a pesar de la incomprensión, rechazo y desprecio de los autosuficientes y seguros de sí.

Amén.


 

Tercera parte


Ser profeta es comprometerse en el anuncio de la salvación


1. Introducción

La tercera parte de la catequesis está orientada a otra de las funciones del profeta, esto es, "anunciar" la salvación; con lo cual se ponen de relieve las dos facetas fundamentales de la misión profética: condenar el pecado y anunciar la esperanza salvadora.

Como ambientación introductoria a la sesión catequética, el catequista lee en alta voz el texto El profeta anuncia la salvación, pudiendo resaltar los puntos que considere más fundamentales. Este texto también está recogido en la "Guía del catequizando", en la introducción a la tercera parte de esta catequesis.

El profeta anuncia la salvación

La "vocación" del profeta lleva siempre consigo una "misión", esto es, ser portavoz de la palabra de Dios. Ya hemos visto que una de las funciones del profeta, en razón de su misión, es la de condenar y denunciar fundamentalmente la infidelidad del pueblo a la alianza de Dios.

Sin embargo, la acción profética no se reduce a pronunciar palabras condenatorias, sino que también tiene la misión de anunciar la salvación, a pesar del pecado del hombre: "Juro que no quiero la muerte del malvado, sino que cambie su conducta y viva" (Ez 33,11).

En consecuencia, el profeta invitará a la conversión y, además, alentará al pueblo con la nueva alianza. De ahí que el profeta, amén de destruir, arrancar, arruinar y arrasar, está puesto para "levantar, edificar y plantar" (Jer 1,10).

Es muy importante descubrir la faceta del profeta como mensajero de esperanza. Hay que tener en cuenta que Israel vivió la experiencia del exilio y el destierro como experiencia de castigo a sus pecados. Lógicamente, la voz de los profetas anunciándole que Dios sigue salvando, y, por tanto, que es posible una nueva alianza, se convierte en una esperanza que da sentido a toda su historia, pero en clave de arrepentimiento y conversión.

El cristiano se inserta en un mundo en el que su fe tiene que tener un sentido de esperanza, de anuncio de salvación. Vivir la fe es vivir la experiencia profética de ser mensajero de que Dios salva, sigue salvando y es nuestra alianza.


2.
Reflexión sobre la palabra de Dios

Dos cuestiones fundamentales se van a resaltar en la palabra de Dios: la misión del profeta, que es una misión salvífica, y el mensaje de salvación que los profetas anuncian.

Las cuestiones a reflexionar son las siguientes:

* Comentar la "misión" encomendada al profeta según Is 61,1-5.

* ¿En qué consiste el mensaje de salvación que ofrecen los profetas? Consultar Is 35,3-10; Jer 31,31-34; Is 65, 16,25.

El criterio metodológico es el mismo que en la segunda parte: lectura del texto bíblico y comentario del mismo. Las cuestiones se pueden sintetizar en estos puntos:

Misión del profeta (Is 61,1-5)

Nada más claro en este texto que descubrir la misión profética como portadora de gozo y esperanza a quienes no lo tienen. El profeta es "ungido", consagrado para esta misión salvadora. Más tarde, Cristo se fundará en este texto para patentar su condición de "ungido", de "consagrado", de "Mesías", de "profeta" (cf Lc 4,14-24).

El "bautismo" es la consagración por la que se es "profeta" y, por tanto, mensajero de esperanza.

Mensaje de salvación que ofrecen los profetas

Is 35,3-10: El profeta anuncia la llegada de Dios y con él cambiará el sentido de las cosas, por ejemplo: el ciego verá, el cojo comenzará a caminar, no habrá sequía, etc. La presencia de Dios que salva cristaliza en el Mesías, "Emmanuel", "Dios con nosotros" (cf Is 7,14).

Jer 31,31-34: Otra forma de explicitarse el mensaje de salvación anunciado por los profetas es en la nueva alianza. La "vieja alianza" es la del Sinaí, escrita en las tablas de la Ley. El pecado del hombre no nos ha separado definitivamente de Dios. Es posible aún una "nueva alianza".

Is 65,16-25: Un "cielo nuevo y una nueva tierra" es la promesa y la esperanza que ofrece el profeta. Un mundo nuevo en el que no exista el mal. Ciertamente, el profeta hace referencia a la etapa escatológica, pero que ya ha comenzado con Jesucristo.

En síntesis, el mensaje de salvación anunciado por los profetas consiste en que Dios está con el hombre. El hombre no es un ser abandonado al absurdo ni a la desesperanza. Y ese "Dios" ha hecho una nueva alianza por la que se compromete a ser nuestro Dios, nuestra fortaleza, nuestra liberación y nos garantiza un nuevo estilo de vida en un nuevo cielo y una nueva tierra.

Ahora surge una delicada cuestión. Esta salvación, ¿es una salvación teórica, imaginaria, lejos de esta realidad? Con el fin de responder a esta cuestión, el grupo reflexiona sobre el siguiente apartado.


3.
Ser pregoneros y testigos de la salvación hoy

Conviene que en este apartado el catequista ayude a aterrizar en la vida concreta. La "salvación" es para el hombre concreto: "... el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos" (EN 31). Es importante que el catequista cuente con la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, de Pablo VI, con una atención especial a los números 27-35.

Como ambientación para desarrollar este apartado, proponemos la canción Queremos, de Ricardo Cantalapiedra (cf documentación). Esta canción pone en pista al grupo catecumenal en orden a su compromiso como profeta: "No queremos a los grandes palabreros", "No queremos a engañosos pregoneros"...

El diálogo puede hacerse en base a las siguientes cuestiones:

  • ¿Qué clase de "esperanza" y "salvación" debemos anunciar y llevar los cristianos a los hombres?

  • Seleccionar y comentar algún "testimonio" de persona que realice realmente una función profética de esperanza.

  • ¿De qué formas podemos ser portadores de esperanza y salvación en un mundo "satisfecho", "poderoso", "suficiente" y "seguro de sí"?

  • ¿Qué exigencias concretas impone el "ser cristiano" si "vivir en la fe" significa "vivir como profeta"?

El cristiano no puede estar ajeno al hombre y sus problemas. El "Dios con nosotros", la "nueva alianza" y "el nuevo cielo y nueva tierra" no se reducen al más allá, sino que tiene que haber signos fehacientes en el aquí y ahora. La "salvación", pues, es ciertamente trascendente e inmanente.

Allá es la "plenitud", pero la salvación se ha iniciado ya y debe reflejarse en el hombre histórico inserto en su historia concreta.

La salvación no se puede reducir a una esperanza simplemente humana, material e inmanente; pero tampoco a una esperanza simplemente espiritual, trascendente...

La mejor forma del cristiano de ser portador de esperanza hoy es viviendo un estilo de vida nuevo, siendo testigo de palabra y obras de la salvación que proclama. El comportamiento cristiano no tiene que ser "alternativo" a los comportamientos del hombre autosuficiente, seguro de sí, que niega la salvación.

En cuanto a las exigencias concretas, que cada uno exprese cuáles son las obligaciones que impone el ser profeta de la esperanza y de la salvación que Dios ha realizado en la historia. Lo cierto es que no podemos permanecer indiferentes, porque el hombre de hoy reclama un sentido de la vida y de la existencia.


4.
Momento de oración

¿A quién enviaré?

¿A quién enviaré?
¿Quién irá en mi lugar?,
¿quién a los hombres la esperanza anunciará?
¿quién será mi profeta?,
¿quién por mí hablará?,
¿quién será mi testigo en la verdad?

Tú eres mi elegido,
tú irás en mi lugar,
tú has de ser un profeta de la paz.
Hablarás a mi pueblo,
la maldad denunciarás,
con mi fuerza, mi testigo tú serás.

¿Cómo dices, Señor?,
¿que yo iré en tu lugar?
Tú sabes que soy pequeño
y que apenas sé hablar.
Pues mis labios son impuros
y me da miedo luchar,
no soy digno. Tú ya sabes que es verdad.

No tengas miedo, te voy a purificar.
No te inquietes. Yo por ti voy a actuar,
Te basta mi gracia, sólo en mí has de confiar,
pues mi Espíritu en tu ayuda acudirá.

(Cf el disco Camino de Emaús, en Ediciones Paulinas).


 

Cuarta parte

Celebración: Jesús es el profeta


1. Introducción

Después de varias sesiones catequéticas sobre el profetismo como "experiencia de fe" vivida en el pueblo de Israel y como "exigencia" de todo bautizado, ahora se pretende que el grupo catecumenal, respondiendo al esquema de "sesión ordinaria", tenga una celebración en la que se descubra a Cristo como el profeta y se viva un momento de oración comunitaria y de expresión celebrativa de la fe.

Este es el objetivo. Para el mejor logro del mismo, indicamos las siguientes observaciones generales:


2.
Trabajo en grupos

Se constituyen pequeños grupos para realizar dos trabajos fundamentales: una reflexión sobre los textos bíblicos y la preparación de la celebración.

Para la reflexión de los textos bíblicos, se tendrán en cuenta los siguientes puntos, partiendo de la lectura de los textos bíblicos:

  • Textos: Heb 1,1-4; Lc 4,14-24; Mt 11,1-6.

  • Pautas para la reflexión:

¿Cuál es la diferencia entre Jesús como profeta y los profetas que le precedieron? (cf Heb 1,1-4).

¿Qué consecuencias se derivan del comportamiento y de las palabras de Jesús en la sinagoga? (cf Lc 4,14-24).

Analizar el tipo de respuesta que Jesús da a los discípulos del Bautista (cf Mt 11,1-6).

Ya hemos dicho que puede celebrarse la eucaristía o bien hacer una celebración de la Palabra. En cualquier caso, es muy importante comenzar la celebración teniendo todo preparado: cantos, moniciones, lecturas, oraciones, local...


3.
Celebración

La celebración puede seguir, en líneas generales, el siguiente esquema:


Síntesis del mensaje

Cristo es el gran profeta. Su predicación y comportamientos responden a las dos grandes funciones proféticas: condenar el pecado y redimir al pecador, denunciar la religiosidad vacía e introducir el nuevo estilo de religión en "espíritu y verdad", destruir las falsas esperanzas y proclamar un nuevo reino fundamentado en el amor. Por eso Cristo es reconocido como profeta: "La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: Este sí que es el profeta que tenía que venir al mundo" (Jn 6,14).

Primera lectura: Heb 1,1-4

La carta a los Hebreos comienza resaltando la intervención de Dios a través de los profetas. Estos eran la "voz" y el "eco" de Dios. Sin embargo, la auténtica voz de Dios es Jesucristo, la palabra encarnada. Cristo es "el profeta", quien sintetiza toda expresión profética porque él es la plenitud de la revelación de Dios: "Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn 14,9). Cristo, pues, entra en la historia humana introduciendo la etapa definitiva, que es la etapa de salvación: "Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios; convertíos y creed en el evangelio" (Mc 1,15); "Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos" (Mt 4,17).

Segunda lectura: Lc 4,14-24 y Mt 11,1-6

Lc 4,14-24: La acción profética de Jesús "se extendió por toda la comarca" (v 14). El gesto de Jesús en la sinagoga leyendo el texto de Isaías es la confirmación de la misión que Jesús ha recibido y de la que tiene clara conciencia: "Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír" (v 21).

El texto de Isaías que Jesús aplica a sí mismo revela una misión salvadora en total concordancia y relación de plenitud respecto a la misión de los profetas.

Mt 11,1-6: El texto de Mateo es una confirmación efectiva y real de la misión que Jesús se aplica en la sinagoga, cumpliéndose el texto profético de Isaías. Ante la pregunta: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?" (v 3), la respuesta de Jesús no es evasiva, ni teórica, ni explicativa; es una respuesta demostrativa con los hechos: "Id y anunciad a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven..." (v 4).

Jesús testifica con hechos la misión recibida. Y la misión es fundamentalmente salvadora, de esperanza, porque la condena y destrucción del pecado los testifica con la cruz, quedando enterrado de una vez para siempre el pecado: "Aprendamos que nuestro hombre viejo ha sido crucificado con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores y nosotros libres de la esclavitud al pecado..." (Rom 6,6).


Preces de los fieles

Hermanos, oremos a Dios, nuestro Padre, y a Cristo, el Señor, para que escuchen nuestras oraciones y atiendan las súplicas que en ellas hacemos:

Por la Iglesia de Jesucristo, para que su presencia en el mundo sea "palabra" que ilumine el destino de los hombres y "testimonio" que arranque la conversión. Roguemos al Señor.

Por las autoridades y gobernantes de los pueblos, para que en su ejercicio sean auténticos servidores de la comunidad y la conduzcan hacia la libertad, la justicia, la convivencia y la paz. Roguemos al Señor.

Por los grupos, asociaciones y movimientos cristianos, para que sean "comunidades eclesiales" vivas y testimoniales, y comprometidas en la defensa del evangelio y en la condena de toda estructura de injusticia y de pecado. Roguemos al Señor.

Por todos los cristianos, para que asuman con responsabilidad y coherencia de vida el "ser profeta" en su ambiente: que prediquen con el ejemplo, que denuncien la injusticia con valentía, que hablen del evangelio con sencillez y que lleven alegría y esperanza al trabajo y a la vida. Roguemos al Señor.

Por todos nosotros aquí reunidos, por esta comunidad que busca vivir la autenticidad del bautismo, para que descubramos que vivir la fe es vivir como profetas y, en consecuencia, seamos, como grupo y como individuos, testigos de la salvación que Jesús ha traído al mundo. Roguemos al Señor.

Oh Dios, danos la fuerza de tu espíritu para ser tus profetas entre los hombres y haz que sea realidad cuanto te hemos pedido. Por Jesucristo, nuestro Señor.


 

Documentación


1.
¿Quiénes fueron los profetas'?

El profeta no es un adivino. Para muchos, la idea que existe de "profeta" es la del "adivino", el que se dedica a predecir el futuro o algo así como el encargado de hacer la "buena o malaventura". El "adivino" habla por propia cuenta y de su propia sabiduría. El profeta, sin embargo, es un "enviado de Dios" (cf el texto de Dt 18,9-15).

El "profetismo" es un don, una llamada. Ser profeta no es un capricho ni un "hobby". Al ser una "vocación", una "llamada de Dios", nadie puede serlo si no se ha recibido ese "don" de Dios. Lógicamente es Dios quien suscita, elige y determina quiénes van a ser "profetas" a su servicio (cf el texto de Jer 1,4-8).

El profeta está al servicio de la palabra de Dios. Si Dios es el que "llama" y "suscita" a los profetas, lo hace para que ellos sean sus "enviados" a transmitir su Palabra. El profeta, por tanto, no habla en nombre propio ni de sus preferencias, sino en nombre de Dios y según lo que Dios quiere (cf el texto de Dt 18,17-22).

El profeta es "testigo" de la verdad que anuncia. La vocación profética tiene su origen en un encuentro con Dios. Hay, pues, una experiencia de Dios. El profeta comunica, transmite, traduce a lenguaje asequible a los hombres la verdad que Dios le transmite a él, hasta el punto que a veces son los "gestos" y la propia "vida" del profeta los vehículos de comunicación del mensaje divino. El profeta realiza en su vida lo que Dios quiere comunicar al pueblo (cf el texto de Ez 24,15-27).

El profeta asume responsable y consecuentemente la misión profética. No es tarea fácil profetizar siendo fiel al mensaje que se transmite, sobre todo si es condenatorio. La dificultad lleva a sentirse débil, impotente e incluso a huir; sin embargo, la palabra de Dios a la que sirve se convierte en exigencia vital, imposible de rechazar (cf el texto de Jer 20,7-11).

El profeta, centinela de la alianza, condena el pecado y anuncia la esperanza. La síntesis de la función profética hace referencia a la alianza que Dios ha hecho con su pueblo. La infidelidad y la ruptura de la alianza exige que el profeta se convierta en pregonero que denuncia dicho pecado. Pero la voz del profeta no sólo es condenatoria, sino que también se alza para anunciar la salvación, traer la esperanza al pueblo y la invitación a la conversión. Siempre es posible por parte de Dios una nueva alianza si el pueblo se convierte. El profeta, pues, vigila para que la alianza sea cumplida fielmente (cf el texto de Ez 33,7-11).


2.
Concilio Vaticano II

Ser profeta es función de todo tiempo: ayer, hoy y mañana. El profetismo tuvo una especial resonancia en el Antiguo Testamento.

Podemos pensar que la función del profeta es una "tarea" pasada, veterotestamentaria. Sin embargo, no es así. El ejercicio del profetismo alcanzó su culmen con Jesucristo, quien se lo transmitió a su Iglesia. Por tanto, ser profeta es una tarea de toda la Iglesia y de cada uno de los que a ella pertenecen por el bautismo.

Dice así el Concilio Vaticano II:

"Cristo, el gran profeta, que proclamó el reino del Padre con el testimonio de la vida y con el poder de la Palabra, cumple su misión profética hasta la plena manifestación de la gloria no sólo a través de la jerarquía, que enseña en su nombre y con su poder, sino también por medio de los laicos, a quienes, consiguientemente, constituye en testigos y les dota el sentido de la fe y de la gracia de la Palabra (cf He 2,17-18; Ap 19,10) para que la virtud del evangelio brille en la vida diaria, familiar y social. Se manifiestan como hijos de la promesa en la medida en que, fuertes en la fe y en la esperanza, aprovechan el tiempo presente (Ef 5,16; Col 4,5) y esperan con paciencia la gloria futura (cf Rom 8,25). Pero no escondan esta esperanza en el interior de su alma, antes bien manifiéstenla, incluso a través de las estructuras de la vida secular, en una constante renovación y en un forcejeo con los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos (Ef 6,12).

...Los laicos quedan constituidos en poderosos pregoneros de la fe en las cosas que esperamos (cf He 11,1) cuando, sin vacilación, unen a la vida según la fe la profesión de esa fe. Tal evangelización, es decir, el anuncio de Cristo pregonado por el testimonio de la vida y por la Palabra, adquiere una característica específica y una eficacia singular por el hecho de que se lleva a cabo en las condiciones comunes del mundo" (LG 35).


3.
Vocablo: "Profeta"

"Persona llena del Espíritu del Señor, que habla en su nombre.

Mensajero e intérprete de la palabra de Dios. Anuncia la acción salvadora de Dios y denuncia el pecado del hombre.

Invita constantemente a la esperanza y a la conversión. Jesús es el gran profeta. En la primitiva Iglesia, san Pablo consideraba a la profecía como un carisma recibido para el bien de la comunidad, que situaba al profeta en segundo lugar, dentro de la comunidad, inmediatamente después de los apóstoles y de sus sucesores.

El ministerio profético supone una acción positiva de Dios: elección, vocación, misión. Dios exige a cambio una entrega total de aquel a quien llama" (CEEC, Con vosotros está 1, SNC, Madrid 1976, 79).


4. Canción: "¿Dónde están los profetas?"

"En dónde están los profetas
que en otros tiempos nos dieron
las esperanzas y fuerzas
para andar, para andar.

En la ciudad, desde los campos,
entre nosotros están (bis).

En la ciudad, ¿dónde están?
En el mar, ¿en dónde están?

En la ciudad, ¿dónde están? (bis).

Sencilla cosa es la muerte,
difícil cosa la vida,
cuando no tiene sentido ya luchar.

En dónde están los profetas...

Nos enseñaron las normas
para poder soportarnos,
y nunca nos enseñaron a amar.

En dónde están los profetas..."

(CANTALAPIEDRA)


5. Canción: "Queremos"

"No queremos a los grandes palabreros.
Queremos a un hombre
que se embarque con nosotros,
que llore con nosotros,
que ría con nosotros,
que beba con nosotros
el vino en la taberna.

Que coma en nuestra mesa,
que tenga orgullo y rabia,
que tenga corazón y fortaleza.

        Los otros no interesan (tres).

No queremos a engañosos pregoneros.
Queremos a un hombre:
que se acerque a nosotros,
que luche por nosotros,
que cante con nosotros,
que beba con nosotros
el vino en la taberna.

Que sepa nuestras penas,
que tenga orgullo y rabia,
que tenga corazón y fortaleza.

Los otros no interesan" (tres).

        (CANTALAPIEDRA)