CATEQUESIS 7


LA IDOLATRÍA: NO TENDRÉIS OTROS DIOSES


PRESENTACIÓN

Al Dios vivo y verdadero se llega más porque él sale al encuentro del hombre que porque el hombre consiga alcanzarlo. La gratuidad, el don, es fundamental en este proceso. El hombre, debido a su limitación, corre el peligro de engañarse fácilmente y caer en la idolatría.

El pueblo de Dios no se vio libre de este peligro. A lo largo de su historia fue constante la tentación de la idolatría. Rodeados de pueblos idólatras, empezaron confundiendo al Dios Salvador del éxodo con los dioses paganos e intentaron hacerse una imagen del mismo. Más tarde, la tentación se hizo más fuerte y se inclinaron a adorar a otros dioses.

El problema de fondo siempre era el mismo: el Dios vivo es inaferrable y el hombre siente la tentación de hacerse un dios a su capricho.

Hoy seguimos sufriendo la misma tentación, aunque el modo de vivirla es distinto. Antes que adorar al Dios vivo, preferimos servir a los pequeños dioses que nos hemos fabricado: la riqueza, el poder, la ideología, el partido, etc.


 

Observaciones generales

La presente catequesis consta de tres partes:

En la primera y segunda parte presentamos unos textos bíblicos que han de servir como punto de partida a la reflexión del grupo. Damos unas orientaciones de tipo exegético que pueden ayudar a una mejor comprensión de los textos.

En la introducción de la celebración se dan unas orientaciones que deben ser tenidas en cuenta al prepararla.


 

Primera parte


El becerro de oro, un dios a nuestro antojo


1.
Introducción

El catequista introduce el tema comentando la presentación. A continuación plantea el contenido de esta primera parte desarrollando las siguientes ideas:


2.
Lectura y comentario bíblico

Uno de los miembros de la comunidad designado en la sesión anterior lee y comenta el texto bíblico (Ex 24,12-18 y 32,1-6) a partir del comentario que aparece en la documentación. Las ideas que debe destacar son las siguientes:

24,12-18: Moisés ha sido llamado por Dios para entregarle el decálogo. El ha sido hasta ahora el intermediario entre Dios y el pueblo, el intérprete de los hechos que se han ido produciendo. Pero desaparece durante un largo período: cuarenta días.

32,1: El pueblo se siente abandonado y proponen hacer una imagen de la divinidad a la que se sienten ligados, algo concreto que pueda verse y tocarse. No aceptan la idea de un Dios vivo que se manifiesta en la naturaleza y en la historia, un Dios incontrolable. Quieren un Dios concreto al que ellos puedan palpar. Es la tentación de la apariencia, de la inmediatez; un intento de materializar lo sagrado, lo trascendente. Su modo de hablar nos hace ver que no han comprendido el éxodo. No dicen que haya sido Dios, sino Moisés quien los sacara de Egipto. No han entendido que Moisés es sólo un intermediario.

32,2: Aarón no se atreve a enfrentarse con el pueblo. Violando el precepto divino que prohibía la fabricación de una imagen, se somete demagógicamente a la voluntad fácil del pueblo.

32,3: Construyen el becerro con el oro sacado de Egipto. De algún modo este oro representaba el pasado, les vinculaba a la situación anterior, que en varias ocasiones habían añorado. Parece como si hubieran salido de Egipto, pero Egipto no hubiera salido de ellos. La conversión no se había realizado más que en apariencia porque no habían cambiado el corazón.

32,4: El becerro era el símbolo de la fecundidad, la fuerza y el poder. Era una buena imagen para representar a un dios poderoso y creador. El pueblo al verlo, lo llama "su dios"; no lo llama "Yavé", que era el nombre revelado por Dios.

32,5: Aarón, tratando de salvar la situación, organiza una fiesta diciendo al pueblo que era la representación de Yavé. Es una postura acomodaticia: trata de salvar la situación sin oponerse a la voluntad popular, aunque esto signifique renunciar a principios fundamentales. En realidad es un modo de engañarse a sí mismo.

32,6: La fiesta tendrá dos partes: una religiosa y otra profana. La primera consistió en realizar sacrificios en honor de Dios; la segunda fue una fiesta popular.

El becerro de oro es símbolo de una actitud de indefinición religiosa, de querer compaginar lo incompaginable: la idea de un dios hecho a nuestro antojo con la de un Dios Señor de la historia; es aceptar el designio de Dios sin renunciar a la voluntad propia. En definitiva, llamar Dios a lo que no es más que "un dios".


3.
Trabajo en grupos

El trabajo en grupos se desarrolla en dos momentos:


4.
Puesta en común

En la puesta en común se hace un resumen de las intervenciones, tratando de ver lo que todos los miembros de la comunidad tienen en común.

Se concluye con la lectura de Mt 26,36-46, que el catequista introduce con las siguientes ideas:

Tras la lectura del texto puede dejarse un momento de silencio y terminar con el rezo del padrenuestro.


 

Segunda parte


Los ídolos como absolutización de lo relativo


1.
Introducción

El catequista introduce esta parte del tema desarrollando las siguientes ideas:


2.
Lectura . bíblica comentada

Como el texto es largo (Sab 13-14), puede dividirse en varias partes, cada una de las cuales puede presentarla y analizarla un miembro de la comunidad. Esto conviene haberlo fijado en la reunión anterior.

Dividimos el texto en cuatro partes: las dos primeras analizan dos tipos de idolatría: la de las fuerzas de la naturaleza y la de los objetos fabricados por el hombre; la tercera habla del origen de los ídolos y la última, de sus consecuencias.

a) La divinización de la naturaleza (Sab 13,1-9)

El autor justifica, aunque no totalmente, a los que cayeron en este tipo de idolatría: La belleza creada por Dios es tal que fácilmente el hombre se puede engañar.

Pero, por otra parte, si han sido capaces de indagar la belleza de las cosas, ¿cómo no han sido capaces de llegar a Dios desde ellas?

Estamos ante un problema que todavía hoy se plantea: el de aquellos científicos cuyo saber es un obstáculo para creer.

b) La divinización de las obras hechas por el hombre (Sab 13,10 - 14,11)

La idolatría de los ídolos es aún más insensata: el hombre fabrica un objeto inútil y luego se postra ante él y le pide la salvación en momentos de peligro.

c) El origen de la idolatría (Sab 14,12-21)

El origen de la idolatría está en el culto a los muertos (vv 15-16), la soberbia de los poderosos (vv 17-18) y la ambición y adulación de los artistas (v 19). A esto hay que añadir que el pueblo se dejó engañar (vv 20-21).

d) Sus consecuencias (Sab 14,22-31)

La idolatría suponía una alteración del orden natural y del sentido de las cosas. Las consecuencias se hicieron notar en la vida social y personal: depravación de costumbres (vv 23-24 a), violencia (vv 24b-25), resquebrajamiento de la vida familiar (v 26). Y la raíz de todo esto, que es la pérdida del sentido moral (vv 27-29).


3. Trabajo en grupos

Terminada la presentación y comentario de los textos, el catequista da paso al trabajo en grupos. Plantea el cuestionario que tienen que trabajar a partir de las siguientes ideas:

Divididos en grupos para facilitar la comunicación, a no ser que la comunidad esté formada por pocos miembros, se trata de responder a las siguientes preguntas:

* ¿En qué medida nosotros compartimos el culto a los ídolos del mundo de hoy?


4.
Puesta en común

Después de haber reflexionado sobre las cuestiones anteriores, cada grupo presenta a toda la comunidad el resumen de su reflexión. La puesta en común puede concluirse cantando el salmo 115. Este salmo está grabado en el disco Camino de Emaús.

Himno al Dios verdadero

        No a nosotros, Señor, no a nosotros,
        sino a tu nombre da gloria.

¿Por qué han de decir las naciones:
"dónde está Dios"?

        No a nosotros...

Sus ídolos son plata y oro.
Eso es su dios.

        No a nosotros...

La fuerza, el poder, el dinero.
Eso es su dios.

No a nosotros...

Nosotros en Dios confiamos.
Es nuestro Dios.

No a nosotros...

Señor del cielo y la tierra.
Es nuestro Dios.

No a nosotros...


 

Tercera parte


Celebración de la fe en el Dios vivo y verdadero


Observaciones preliminares

 

Desarrollo de la celebración

1. Monición introductoria

El celebrante o un miembro de la comunidad hace la monición introductoria a partir de las siguientes ideas:

Terminamos la reflexión sobre la experiencia de la idolatría en la vida del pueblo y en nuestra propia vida. En las reuniones que hemos dedicado a este tema hemos ido viendo cómo nosotros, lo mismo que Israel, vivimos la tentación de cambiar la idea de Dios conforme a nuestra comodidad e intereses.

En ocasiones, construimos nuestro becerro de oro y nos engañamos a nosotros mismos. Otras veces nos fabricamos sustitutos de Dios y absolutizamos el poder, la riqueza, la influencia, las ideologías, etc.

Para no caer en la tentación necesitamos estar atentos al Dios que se revela y se da a conocer. Nuestra vida ha de ser una búsqueda permanente de la verdad.

Ahora, en esta celebración, trataremos de entrar en contacto personal y comunitario con el Dios vivo, con el Señor de la historia, con aquel a quien nadie puede imaginar porque supera nuestra propia realidad.


2. Canto de entrada

Debe ser un canto que exprese la confianza en Dios. Puede ser el salmo 66 (cf J. A. ESPINOSA, A Dios den gracias los pueblos, en El Señor es mi fuerza, Apostolado de la Prensa, Madrid 1971, 12-13; cf también CLN, número 510); o el himno Tú eres el Dios que nos salva (cf J. A. ESPINOSA, en El Señor es mi fuerza, Apostolado de la Prensa, Madrid 1971, 48-49; cf también CLN, número 608). Conviene que el monitor, al hacer la ambientación, termine explicando el sentido del canto que se ha de entonar.
 

3. Saludo del celebrante

Que el Dios vivo y verdadero os ilumine en vuestra búsqueda y encienda en vuestro corazón el deseo de conocerle por encima de vuestros prejuicios.

Oremos: Oh Dios, creador del universo,
que a lo largo del tiempo
has ido mostrando a los hombres
tu rostro
hasta tu manifestación definitiva por medio de tu Hijo,
ilumina nuestra mente con tu verdad
y abre nuestro corazón
a tu amor de Padre misericordioso,
para que, superando toda idolatría,
nos unamos a ti,
único Dios vivo y verdadero
por los siglos de los siglos.
 

4. Primera lectura

Terminada la oración del celebrante, se hace la proclamación de la palabra de Dios. Se lee el siguiente texto: Dt 6,4-9.


5.Canto interleccional

Después de haber escuchado la palabra de Dios se hace un momento de silencio, al que sigue un canto. Puede entonarse el salmo 137 (cf F. PALAZÓN, Te doy gracias, Señor, en Salmos al Creador, Paulinas, Madrid 1970, 13-15; cf también CLN, número 532).


6. Segunda lectura

Después de que toda la asamblea ha cantado el salmo 137, se proclama la segunda lectura, tomada del Nuevo Testamento: Rom 8,14-17.


7. Lectura del evangelio

Finalmente, puestos todos de pie, el sacerdote celebrante hace la proclamación del evangelio: Mt 22,34-40.

8. Ideas para la homilía

  • La primera lectura es uno de los textos más importantes del Antiguo Testamento. Los judíos lo repetían dos veces al día. Recoge el precepto fundamental: un Dios único y un único Señor.

  • Pablo, en la carta a los Romanos, nos dice que somos hijos de Dios. La clave para entender el Nuevo Testamento es ésta: el Dios único, creador del universo y Señor de la historia, es nuestro Padre, porque nos ha dado el espíritu de hijos adoptivos.

  • Cristo, en el evangelio, cuando quiere mostrar lo esencial de su mensaje une dos preceptos: el del amor a Dios y el del amor al prójimo.

  • La síntesis de la vida cristiana es, en consecuencia: un solo Dios que nos hace hijos suyos y nos convierte a todos en hermanos. Vivir esto hasta las últimas consecuencias y vivirlo hasta en los más mínimos detalles constituye el secreto de nuestra fe.

  • Os invito ahora, en la paz de esta celebración, a ofrecer vuestro testimonio a los demás. Puede ser el testimonio de la fidelidad a este espíritu del evangelio o puede ser el testimonio del pesar por la falta de fidelidad al mismo.


9. Presentación de experiencias y rezo del credo

Después de unos momentos de silencio, los miembros de la comunidad que lo deseen pueden presentar su testimonio. Cada cual lo puede hacer desde el lugar donde se encuentra, puesto de pie.

Terminada la presentación de los testimonios, el celebrante introduce el rezo del credo. Invita a los presentes a decir en voz alta la fórmula del credo con el que la Iglesia desde siempre ha expresado su fe.

La celebración termina con el rezo del padrenuestro y la bendición.


 

Documentación


1. La rebelión del becerro de oro (Ex 32,1-6)

La narración de los versículos 1-6 es ágil y vigorosa, porque es sobria. El autor no se pierde en descripciones o advertencias. Sólo narra el hecho esencial.

En realidad, esta historia comienza con 31,28: versículo que es —a su vez— algo así como la secuencia natural de 24,18: Yavé había anunciado que daría las tablas de la ley a Moisés (24,12). Este último ha prolongado su estancia en la montaña durante un período que está simbolizado por el número de "cuarenta días". Después de esto, el hombre de Dios recibe las tablas. Y durante esos días en que Moisés permanece solo y apartado de su pueblo, éste se reúne para pedir a Aarón: "Haznos dioses que vayan delante de nosotros" (v 1).

Pensamos inmediatamente en aquellas estatuillas que representaban divinidades y que eran llevadas a la cabeza de las columnas militares en Egipto y en Mesopotamia. Los hebreos desearían ver estatuillas de éstas al frente de sus grupos en marcha. Su demanda es símbolo de la aspiración —muy humana y natural— a hacerse una imagen de la divinidad con la que uno está ligado y a la que el individuo quiere ver con sus ojos.

El segundo mandamiento del decálogo nos ayudó a comprender por qué Yavé se había opuesto rigurosamente a cualquier figuración que se hubiera querido hacer de él. Dios no está vinculado con nada de lo que hay en la naturaleza. Dios se sirve de las cosas, pero no está encerrado en ellas. Ninguna manifestación natural, ningún objeto, ninguna imagen puede representarle y "fijarle" a él. Pero Moisés sabía, indudablemente, que aquel mandamiento era el más dificil de observar. /Drama de Israel (y drama de la Iglesia), que no tiene derecho a poseer como los demás pueblos una presencia sensible que pueda ser adornada, sino que ha de contentarse con el único Dios verdadero, a quien no se ve!

Los israelitas exigen una presencia, pero también (y, por cierto, primordialmente) un guía. No tienen ganas de quedarse en aquel "grande y terrible desierto" (Dt 1,19). Y, por lo demás, saben (entre otras cosas, porque se lo han oído a Moisés) que han salido de Egipto para dirigirse a un "magnífico país". Pero ¿quién los va a conducir? "Porque el varón que nos sacó de la tierra de Egipto no sabemos qué le haya sucedido". Con él, hasta este momento, los acontecimientos eran interpretados como señales de Dios. Los encuentros que habían tenido en el camino, el viento, la tormenta, la nube, eran otras tantas indicaciones para caminar o detenerse, para saber lo que Dios quería. Ahora bien: si el hombre de Dios está ausente, nadie será capaz de oír o ver las señales. La fe de Moisés era una aventura. La gente no quiere continuar fiándose de indicios accidéntales, que exigen constante atención y disponibilidad, que ponen a prueba la paciencia y que inquietan a los que no tienen confianza ciega.

La fe —piensan— tiene necesidad de que se la mantenga. Hace falta tener alguna garantía o, al menos, algún intermediario sensible. Dios prometió su infalible asistencia. Pueden, por tanto, conseguir una prueba de ello, hacer algo que les recuerde que pueden contar con Dios. Si hacen una imagen de Yavé, le tendrán siempre delante de ellos y sentirán seguridad. El pueblo de Yavé se sentirá más guiado por su Dios si puede disponer de su efigie. ¿Acaso Israel, como todos los demás pueblos, no tenía necesidad de verse asegurado? Su fe era demasiado pequeña. Sobre todo, en presencia de aquel Dios libre e imprevisible, invisible.

Todo el problema ha residido y sigue residiendo en esto: ver o creer, asegurarse o arriesgarse, exigir la evidencia o contentarse con una certeza, poseer un sistema religioso que funcione bien o vivir a la luz irregular de un Dios maravilloso, pero secreto; tomar de antemano sus puntos de apoyo en la naturaleza y en la experiencia sensible o dejarse guiar por la historia conforme a todas las posibilidades del presente, "hacerse" y "tener" un dios para uso particular y del que uno pueda hacer lo que quiera (aparentando seguirle), o bien ponerse a disposición y ofrecerse a Dios en la fe como en una aventura que es la aventura del amor.

Parece tarea vana, y que se sale de las intenciones del texto, el pretender dar un retrato psicológico del hermano de Moisés, que por lo demás es muy poco conocido. Aarón se pone, sin más, del lado del pueblo. Accede a la petición general, y toma determinaciones prácticas (v 2). El relato nos muestra a Moisés solo, completamente solo, con Dios. Tal vez la tradición que nos ha proporcionado este relato ha querido mostrarnos en él la diferencia entre el profeta riguroso, el hombre de Dios cuya fidelidad debe llegar a veces hasta la intransigencia, y el sacerdote "acomodaticio", que trata de "complacer" y que tira por el camino de las concesiones, ya que está más preocupado por la organización cultual que por la pureza doctrinal y la verdadera búsqueda del Señor. El ídolo se construye con los dones de "todo el pueblo", (v 3). Es, pues, absurdo considerar el "becerro de oro", según se hace ordinariamente, como el símbolo del apego a la riqueza. Cuando se trata de sacrificios que siguen la tendencia de los deseos naturales, los hombres no carecen de generosidad.

El relato está simplificado hasta el máximum. La tradición sobre los levitas, que encontraremos luego (vv 25-29), permite pensar que no hubo unanimidad sobre la decisión que había que adoptar. Indudablemente, la palabra de Josué, en el versículo 17, pretende decir que hubo tumulto, motín y alborotos que precedieron a los cánticos que se oían desde lejos.

El "becerro" es un toro joven. El toro, animal notable por su vigor, ha sido en todo el Oriente antiguo unode los símbolos clásicos de la divinidad bajo el aspecto del poder. Esta representación no implica aquí que se trate de una divinidad extraña, sea egipcia o mesopotámica. Lo mismo ocurre en 1 Re 12,28. Mas, puesto que el texto yavista y el texto elohísta fueron redactados después de la fundación del segundo reino israelita en Palestina, los "becerros" de Betel y de Dan, ¿no estarán ya en la mente de la tradición y constituirán el trasfondo del relato del Exodo? Es dificil negarlo. Y podemos pensar incluso que la redacción de Ex 32 fue influenciada por la historia de las iniciativas religiosas de Jeroboam. El alcance "profético" de la actitud de Moisés queda realzado con ello.

La descripción de la fabricación de la estatua es bastante enigmática y demasiado escueta para que sepamos exactamente si se trata de un objeto de metal fundido o de una imagen de madera recubierta de panes de oro, (v 4). Aarón tuvo ayudantes, claro está. Así lo indica, seguramente, el plural: "Entonces dijeron".

Lo que dicen es que la imagen representa a Yavé, el que los salvó del poder de Egipto. No habría, por tanto, apostasía. La infidelidad consistiría simplemente en la desobediencia a la prohibición de que hicieran "imágenes talladas" de Dios. Pero ya hemos visto que esta desobediencia, grave por ser formal, es peligrosa para la verdadera fe. Aparte de esto, parecería —según la tradición— que el asunto había sido mucho más grave. En efecto, la traducción del versículo 4b es, si queremos ser estrictos: "Israel, éstos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto" (el verbo está en plural, siendo así que en otras partes "Elohim —nombre plural con sentido singular— es sujeto de un verbo en singular, como ocurre en 1 Re 12,28). Lo mismo que en el versículo 1, la afirmación no parece rigurosamente monoteísta. El llamamiento que hace Moisés, en el versículo 26, supone igualmente que no todos estaban "de parte de Yavé". Sin embargo, las imprecisiones del texto no nos permiten ser demasiado categóricos en un sentido o en otro.

La ambigüedad se disipa en el versículo 5: alrededor del altar levantado ante la imagen habrá culto en honor a Yavé, fiesta con sacrificios y banquete de comunión y diversiones a la manera tradicional, cantos y danzas (v 6); véase el versículo 15 (y compárese con 2 Sam 6,5.14-15). Es muy posible que no todos fueran del mismo parecer. Pero al predominar la influencia de los cabecillas y el sentimiento popular, las personas prudentes tuvieron que callarse (Am 5,13) (G. AUZOU, De la servidumbre al servicio, Fax, Madrid).