CATEQUESIS 5
 

LA TENTACIÓN: LA FE SOMETIDA A PRUEBA


PRESENTACIÓN

Poner a prueba, someter a tentación, no es algo negativo en la historia religiosa de Israel y de la primera comunidad cristiana. Es la ocasión que Dios ofrece al hombre para conocer su realidad en profundidad, es decir, para que pueda saber lo que hay en su corazón. La Biblia no duda en decir que Dios tienta al hombre. Sólo el hombre tentado, probado, es capaz de conocer su error y lo lejos que está de la meta.

Israel vivió una larga historia de tentaciones. Con frecuencia sucumbió ante ellas y la tentación fue ocasión de pecado; pero hubo quienes permanecieron fieles y la tentación fue para ellos ocasión de purificación. El mismo evangelio no duda en presentarnos a Jesús siendo tentado para mostrarnos mejor su fidelidad.

La Iglesia a lo largo de la historia, de la historia personal de cada creyente y de la historia de cada comunidad, ha sufrido muchas veces la tentación, y, lo mismo que Israel, unas veces se ha mantenido fiel y otras ha sucumbido. Esto le ha ayudado a tomar conciencia de la necesidad de estar siempre abierta a la conversión.

Nuestra historia personal también está jalonada por situaciones de prueba. El tema que ahora iniciamos es la ocasión que se nos ofrece para conocer cuáles son nuestras tentaciones y el sentido de las mismas.

Los objetivos que, tratamos de conseguir son los siguientes: Conocer la experiencia de la prueba en Israel y en Cristo y el sentido de la misma.

Tomar conciencia de nuestras propias tentaciones y del sentido que éstas tienen, confrontando nuestra experiencia con lo que aparece en la Biblia.


 

Observaciones generales

La catequesis consta de tres partes. Las dos primeras son reuniones de reflexión, y la última, una celebración.

En las dos primeras partes se utiliza la técnica de la reflexión en pequeños grupos y luego la puesta en común. La razón es evitar que el tema se alargue excesivamente. No obstante, la prudencia pastoral del responsable y las características del grupo dirán si conviene o no que todo el grupo estudie cada una de las partes.

La celebración no debe ser improvisada. Los signos son importantes, pues nos permiten expresar realidades trascendentales. Los cantos, la lectura de los textos, la disposición de la sala... son detalles que hay que cuidar.

Si fuera posible, sería una buena ambientación para estos temas que siguen la proyección del montaje La parábola del desierto, editado por Claret.

Respecto a la documentación, el catequista verá el momento oportuno para que sea consultada por el grupo, porque de ello no se hace indicación en el desarrollo de la catequesis. También puede valer que el catequista haga una invitación para que sea consultada individualmente.


 

Primera parte


Las tentaciones de un pueblo


1.
Introducción

Al introducir el tema, el catequista ha de tener en cuenta que inicia de algún modo un bloque de tres: la tentación (cat. 5), la alianza (cat. 6) y la idolatría (cat. 7). Comienza la reunión leyendo y comentando la presentación  y añade las siguientes ideas:

Después de estudiar la experiencia del éxodo y de compararla con nuestra propia experiencia, pasamos a reflexionar sobre la etapa siguiente: la estancia de Israel en el desierto.

El desierto es un lugar de paso, en el que la vida es difícil. Israel se tuvo que enfrentar con muchos problemas para sobrevivir. Las dificultades sirvieron para que salieran a flote sus actitudes más profundas, para que el pueblo se diera cuenta de cómo era realmente su fe en Yavé. Por ello, cuando siglos más tarde reflexionen sobre este período de su vida, se darán cuenta de que el desierto fue un lugar a la vez feliz y desgraciado: feliz, porque en él se purificó y se encontró con Dios; desgraciado, porque fue infiel y pecó.

Los tres temas que ahora empezamos tienen que ver con el desierto: la tentación (cat. 5), la alianza (cat. 6) y el pecado (cat. 7).

La presente catequesis es una reflexión sobre la tentación. Partiendo de la experiencia del desierto, vamos a analizar las tentaciones de Israel en su historia para así, conociendo mejor la experiencia del pueblo, conocernos mejor a nosotros mismos.


2.
Trabajo en grupos

Para esta parte se forman —si es posible— tres grupos, cada uno de los cuales reflexionará sobre un bloque de textos. Como ya se dice en las observaciones generales, la situación concreta dirá si es o no conveniente que toda la comunidad estudie cada uno de los bloques.

La prueba de la fe (primer grupo)

El problema de la subsistencia fue el primero que provocó la rebeldía y la protesta del pueblo. El hambre, la sed y la inseguridad les hicieron dudar de Dios y de su enviado. Así aparece en los siguientes textos: Ex 15,22-25; 16,1-4; 17,1-7; Núm 13,1-3.25-33; 14,1-9.

Dt 8,2-6 nos dice el porqué de esta prueba: Dios ha hecho caminar al pueblo en el desierto para conocer sus intenciones 'y mostrarles su salvación en profundidad: el Dios que alimenta el cuerpo ofrece un alimento aún más necesario: su Palabra.

La prueba del amor (segundo grupo)

El pueblo hizo la promesa de ser fiel a la alianza en la asamblea de Siquén (Jos 24,14-28), pero su historia posterior demostró que no fue así. Las relaciones de Dios con su pueblo se explicaron tomando como punto de referencia el matrimonio. La idolatría, por tanto, era una infidelidad al amor. Así lo explica Dt 8,7-20.

La prueba de la esperanza (tercer grupo)

La esperanza de muchos se tambaleó con la destrucción del templo y la deportación del pueblo. La historia de Israel parecía escapar al control de Dios, quedando a merced de otros dioses. Is 2,1-5 y Jer 39,1-14 parecen estar enfrenta-dos. Pero no es así. Ez 33,10-11 da la respuesta al afirmar que Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se con-vierta y que viva.


3. Puesta en común

Cada grupo hace un resumen de la reflexión realizada sobre los textos bíblicos, explicando en qué consistió la tentación y cuál era el sentido de la misma. Pueden añadirse nuevas intervenciones que vengan a completar el trabajo en grupo.


4. Síntesis del catequista

Terminada la puesta en común, el catequista, si lo cree oportuno, puede resumir toda esta parte desarrollando las siguientes ideas:


5. Oración

Terminada esta primera parte, puede hacerse un momento de silencio para facilitar la interiorización de los des-cubrimientos realizados y la oración personal. Luego el catequista o un buen lector puede hacer una lectura reposada del salmo 39 (40). También se puede facilitar un momento de oración espontánea.


 

Segunda parte


Nuestras tentaciones


1. Introducción

El catequista introduce esta parte del siguiente modo:


2.
Trabajo en grupos

Se forman tres grupos. Estos no tienen por qué estar formados por los mismos miembros que trabajaron los textos en la parte anterior, si se trabajó en distintos grupos. Cada grupo reflexionará sobre uno de los puntos que a continuación se indican.

La vida de la Iglesia (primer grupo)

El primer grupo dialogará sobre las tentaciones que la Iglesia sufre en el mundo de hoy. Deben tratar de ver cuáles son las tentaciones que se dan hoy y qué supone para la Iglesia el peligro de renunciar a los valores del evangelio y aceptar los del mundo.

No se trata de convertirse en jueces de la Iglesia, sino de juzgarse a sí mismos como miembros de una Iglesia que sigue sometida a prueba. El grupo debe hacer un esfuerzo para mirar la vida de la Iglesia desde la fe y comprender cómo en cada época y lugar la Iglesia y los creyentes necesitamos purificar nuestra fe.

La vida de nuestra comunidad (segundo grupo)

Un segundo grupo analizará el proceso seguido por la comunidad desde el comienzo del catecumenado hasta este momento. Recordando todo lo vivido, deben señalar los momentos de crisis, las situaciones de prueba y el modo como se han superado: miedos, desconfianzas, cansancio, etcétera.

Si bien es cierto que la comunidad es una realidad religiosa, también hay que tener en cuenta que esa realidad está encarnada en elementos humanos con todas sus limitaciones. De algún modo, se trata de hacer balance del pro-ceso vivido con una visión de fe. Las crisis pueden haber provocado división y enfrentamiento, siendo así ocasión de pecado; pero pueden haber ayudado a tomar conciencia de la necesidad de seguir avanzando en la conversión, siendo así ocasión de purificación. La comunidad debe tomar con-ciencia de cuándo se ha dado lo uno o lo otro.

Mi vida (tercer grupo)

El tercer grupo realizará la reflexión en el nivel de las vivencias personales. Cada miembro tratará de analizar su proceso personal, las situaciones de crisis que ha vivido y todo lo que pesa sobre él como tentación que debe ser supe-rada o en la que hay que demostrar la fidelidad.

Es cierto que la experiencia de cada uno es distinta, pero no es menos cierto que hay muchos elementos comunes y que la vivencia de uno, salvados los matices, es la vivencia de muchos.

El trabajo en grupos intenta facilitar una reflexión entres niveles: eclesial, comunitario y personal; y en ese orden. Luego, al hacer la puesta en común, es posible que más de uno se sorprenda al ver que las tentaciones de la Iglesia son las tentaciones de la comunidad que ellos forman y las de cada uno. Por otra parte, no hay que olvidar que el tema es una ocasión para tomar conciencia del proceso que se está viviendo y caer en la cuenta del sentido que la fe da a las experiencias por las que van pasando. Junto a esto hay que destacar la oportunidad de reflexionar sobre los propios fallos y tentaciones, de modo que se evite un error que a veces se da en los grupos más sensibilizados religiosa-mente: sentirse por encima de los creyentes que no viven procesos semejantes o menospreciar otras experiencias religiosas.


3.
Puesta en común

La puesta en común, en la que cada grupo presentará el resultado de su reflexión, se hará dentro de la celebración que constituye la tercera parte de esta catequesis.


 

Tercera parte


La respuesta de Jesús a la tentación


1. Observaciones para la celebración

Esta celebración forma parte del tema desarrollado en la catequesis, de modo que si se suprime esta parte, el mismo tema queda incompleto. Por tanto, sin esta parte la catequesis no ha conseguido su objetivo.

La celebración puede tenerse unida a la segunda parte o bien en un día distinto, a juicio del catequista, según las posibilidades y marcha del grupo. En este segundo caso conviene que se haga en días próximos y que los encarga-dos de hacer el resumen del trabajo en grupo anoten el resultado de la reflexión para evitar olvidos.

Si es posible tener la celebración en un lugar distinto de aquel en el que se tienen normalmente las reuniones, éste puede ya estar preparado de antemano. Si es en el mismo lugar, conviene que durante el trabajo en grupos algunos lo preparen.

Los asientos se colocan en círculo y, en un lugar destacado, un atril con La Santa Biblia.

La celebración puede presidirla un seglar si falta el sacerdote.


2. Desarrollo de la celebración

Canto de entrada. Se inicia con un canto que tenga un sentido penitencial o de confianza en Dios. Puede ser

Levanto mis ojos a los montes (en MANZANO, Salmos para el pueblo, Pax, Madrid 1968, 30-31; cf también CLN número 524) u otro similar.

Invitación a la oración. Tras el canto, el presidente invita a todos a situarse en un clima de oración, de reflexión y de escucha. Después de un momento de silencio, se reza la siguiente oración:

"Señor y Dios nuestro, que nos enviaste a tu Hijo para que fuera modelo de nuestro caminar, ilumínanos para que, después de conocer a tu pueblo y de vernos a nosotros mismos, lo veamos a él y aprendamos a superar la tentación. Abre nuestra mente a tu palabra y nuestro corazón a tu gracia para que toda nuestra vida sea conforme a tu voluntad. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor".

Puesta en común del trabajo en grupo. Terminada la oración, sentados todos, se tiene la puesta en común del trabajo realizado en la segunda parte. Un representante de cada grupo hace un resumen de la reflexión llevada a cabo en él.

Al hacerlo hay que tener en cuenta que lo más importante es comunicar a toda la comunidad el sentido que la fe da a cada una de las situaciones de tentación descubiertas en los niveles eclesial, comunitario y personal; en definitiva, se trata de tomar conciencia, en un clima de oración y de escucha, de las situaciones de prueba que vivimos los creyentes.

Lectura de Mt 4,1-11. Un monitor introduce la lectura con las siguientes ideas: La historia del pueblo de Dios nos ha ayudado a comprender mejor nuestra propia historia. Sus tentaciones son las nuestras y las de la Iglesia que formamos. A veces cedemos, y el pecado irrumpe en nuestra vida; otras veces resistimos, y ello nos purifica. También Jesús sufrió la tentación y la superó, mostrando con ello cuál debe ser la verdadera respuesta del hombre en las situaciones de prueba.

Reflexión y comunicación. Tras la lectura se deja un tiempo de silencio. Luego, quienes lo deseen ofrecen a los demás las vivencias y reflexiones que el texto leído ha suscitado y lo que para ellos ha supuesto esta catequesis desde que se comenzó.

Resumen del celebrante. Terminadas las comunicaciones de los miembros de la comunidad, y si se cree oportuno, el celebrante desarrolla las siguientes ideas:

Oración de los fieles. Terminada la reflexión del celebrante, un lector hace la oración de los fieles. A estas intenciones pueden añadirse otras espontáneas.

  • Por la Iglesia, para que en cada nueva situación permanezca fiel a Cristo sin ceder a la tentación de las falsas seguridades.

  • Padrenuestro y bendición. Terminada la oración de los fieles, se reza o canta el padrenuestro. Luego el celebrante invoca la bendición de Dios sobre el grupo, diciendo:

    "Que el Señor nos bendiga y nos guarde en nuestro caminar; que él sea luz para nuestros pasos y fuerza a la hora de la prueba; que un día, plenamente reconciliados con él en la fe, la caridad y la esperanza, le alabemos con el Hijo y el Espíritu por los siglos de los siglos".



    Documentación


    1.
    Significado de la tentación como "prueba"

    En la Sagrada Escritura, la tentación no es más que la situación en que es sumergido el hombre para que salga a relucir lo más profundo de sí mismo, por encima de las apariciones que pueden engañar. Esta es necesaria no para Dios, que conoce el corazón humano hasta lo más íntimo, sino para el mismo hombre, propenso a engañarse a sí mismo.

    En el Antiguo Testamento, la tentación tiene por objeto purificar al pueblo en tres aspectos de su religiosidad. En primer lugar, ve purificada su fe. Cuando Dios pide a Abrahán que le sacrifique a su hijo sobre un monte, le está pidiendo que sacrifique su fe en la promesa, es decir, que se adhiera al Dios vivo por encima de las garantías que éste le ofrece. Dios exige una adhesión a él que se traduzca en obediencia fiel y aceptación incondicional de sus designios. Esta misma experiencia es la que más tarde habría de vivir el pueblo en el desierto al exigirles Dios abandonar las falsas seguridades para ponerse en las manos del Dios salvador.

    Una vez purificada su fe, el pueblo tuvo que someterse a un proceso de purificación del amor. La idolatría, la seducción de los cultos paganos de Canaán, fue 'la ocasión para que el pueblo mostrara su radical infidelidad al Dios de la alianza. El profeta Oseas denunciaría la idolatría como un adulterio en el cual la esposa, el pueblo, se habría entregado a su amante, Baal, abandonando al esposo que la liberó, Yavé. El exilio fue el tiempo de la reflexión y del examen que permitió la conversión y la purificación del amor.

    Más tarde surge una nueva situación. Dios parece haberse ocultado y sólo un pequeño resto permanece fiel. La esperanza es sometida a prueba cuando Dios guarda silencio y parece haberse olvidado de los suyos. Es la prueba más dificil si cabe, porque en ella el hombre siente la tentación de olvidarse de Dios, ya que Dios parece haberse olvidado de él; siente la llamada del momento presente, del ahora sin luego, de la renuncia al futuro.

    En el Nuevo Testamento, Cristo aparece soportando las mismas tentaciones que había sufrido el pueblo. Al superarlas muestra el verdadero camino que el hombre debe seguir para entrar en el banquete de Dios y ser servido por los ángeles. El momento culminante será el de la cruz. En ella la renuncia a sí mismo es total, y por ello lo es también la aceptación del designio del Padre. Eso explica que a la cruz siga la suprema exaltación en la resurrección. El sufrimiento adquiere un valor de purificación total y de plena salvación.

    La Iglesia surgió del sufrimiento de Cristo y deberá seguir tras él por el camino de la purificación. Ella no está libre de la tentación. Su fe, su amor y su esperanza también habrán de purificarse, y el instrumento será la adversidad. La persecución será el calvario en el cual habrá de mostrar su plena renuncia y la aceptación del designio de Dios.

    El cristiano, a nivel personal, vive un proceso semejante. La prueba es necesaria para el crecimiento y la robustez, para que la verdad se manifieste y quede al descubierto quién es el verdadero discípulo y quién es un farsante. En ella los hijos se dejan llevar del Espíritu de Dios.


    2.
    Respuestas de Jesús a las tentaciones

    "La tentación es también una secuencia de la experiencia de fe. Ante las dificultades de la liberación, ante el aspecto duro del desierto, surge la duda y la

    pregunta: ¿No convendría dar marcha atrás? ¿No habremos escogido un camino equivocado? En esta situación se le presentan al hombre otros caminos, otras ofertas. No las de Dios, sino las de los ídolos. Abiertamente o no, todo hombre se encuentra una y otra vez ante la encrucijada: Dios o los ídolos.

    La tentación de Israel, la de Jesús y la nuestra es fundamentalmente la misma. Los evangelios nos hablan de tentaciones en el desierto. Jesús se encuentra en una situación semejante a la del pueblo de Israel. El pueblo fue tentado en el desierto y sucumbió a la tentación. Jesús la resiste con la misma naturalidad con que posee el Espíritu, mediante tres respuestas que remiten a la tentación de Israel (Dt 8,3; 6,16; 6,13).

    Primera tentación: el pan

    El pan es el símbolo de las seguridades humanas: quien carece de pan, carece de todo. Di que estas piedras se conviertan en pan (Mt 4,3): ésa es la posición exigente y desconfiada de la tentación. Jesús percibe que en este caso el pan, la seguridad del pan, es un obstáculo en su camino: él debe cumplir la voluntad de Dios, aceptar el proyecto de vida que Dios le presenta, escuchar la palabra de Dios que se manifiesta en la historia, que habla en los acontecimientos. Jesús reconoce que el hombre necesita del pan para vivir, pero sabe que para vivir humanamente, en plenitud de sentido, el hombre necesita también de la palabra de Dios que acontece y no puede prescindir de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4,4).

    Segunda tentación: la duda

    ¿Está realmente Dios entre nosotros o no? (Ex 17,7). Su presencia en nuestra vida, en la historia, ¿es un hecho o una ilusión? Entonces viene la tentación de exigir a Dios un milagro, una señal espectacular, para salir de la duda y resolver así la inquietante pregunta. Jesús descalifica a quienes, para creer, exigenun signo, y éste espectacular (Mc 8,12; Jn 6,30-31; Lc 11,29; 17,20). Percibe que todo eso es tentar a Dios, desconfiar de él, utilizarle para seguridad propia. Jesús acepta los signos que el Padre le envía, no exige otros (Jn 14,30-31). Confía en la palabra que se le ha manifestado anteriormente, le basta; cree que el Dios que ha hablado en el pasado volverá a hablar en el futuro: es cosa de esperar ese momento de la acción de Dios. Es preciso confiar en Dios, saber esperar, creer que Dios volverá a hablar; él romperá el silencio del desierto.

    Tercera tentación: el poder

    Es la tentación del triunfo personal, según lo que el mundo entiende por triunfar. Es la seguridad que proporciona el éxito, el dominio: Todo esto te daré... Pero Jesús había venido para invertir la escala de los valores. Lo que en el mundo pasa por sabiduría y gloria es lo que él precisamente tenía que evitar. El había venido a servir, a manifestar el amor de Dios al mundo, siendo él, el Hijo amado, el servidor de todos. A diferencia de Jesús, el pueblo de Israel hizo de la tierra prometida un lugar de instalación idolátrica: olvidó a Yavé, que le sacó de Egipto, pues por encima de todo buscaba la prosperidad material. La respuesta de Jesús supone que sólo Dios debe ser buscado con todo el corazón. A Yavé, tu Dios, servirás, sólo a él le darás culto (Dt 6,13).

    La actitud de Cristo ante la encrucijada de la tentación manifiesta el verdadero corazón de su evangelio: la confianza incondicional en el Padre, que no abandona al hombre, sino que continúa cerca de él. Poder vivir esta confianza ya es don de Dios, signo de que su reino está en medio de nosotros. Confiar en el Padre es don del Espíritu: la gran certeza que el mundo necesita para poder sobrevivir a la caída de las falsas seguridades" (CEEC, Con vosotros está, Manual para el educador 2, Madrid 1977, 171-172).