CATEQUESIS 4


EL EXODO: HABEIS SIDO LLAMADOS A LA LIBERTAD

 

PRESENTACIÓN

El éxodo fue el acontecimiento fundamental de la historia de Israel. En él nació como pueblo y tomó conciencia de ser un pueblo elegido. En adelante todos los acontecimientos serán medidos y valorados en comparación con él.

Por su trascendencia puede ser considerado el prototipo de toda liberación, y por su carácter religioso, el punto de referencia para comprender lo que es la salvación que Dios nos ofrece en Cristo.

La fe, rectamente entendida, embarca al hombre en una aventura de liberación radical, personal y colectiva, en una lucha por superar en sí mismo y en los otros todo tipo de esclavitud y la raíz de todas ellas: el pecado.

En esta lucha el hombre no está solo: Dios se ha comprometido poniéndose de su parte.

El objetivo de esta catequesis es hacernos caer en la cuenta de nuestras esclavitudes, de las dificultades que encontramos para superarlas y del camino que hay que seguir para conseguirlas. Todo ello a la luz de la experiencia de Israel.


 

Observaciones generales

Esta catequesis consta de tres partes:

A esta catequesis hay que dedicar un total de siete sesiones, incluida la celebración final. Todas las sesiones de la segunda parte tienen la misma estructura: comienzan con la lectura del texto sagrado; sigue con un diálogo orientado a captar su sentido y el sentido de la propia existencia a la luz del mismo; viene luego una síntesis doctrinal y termina con un momento de oración. Aunque el texto se lea en cada una de las sesiones, conviene que los miembros del grupo lo lleven leído y reflexionado.

Los artículos del Vocabulario de teología bíblica, de León-Dufour, que se indican al final de cada apartado, no son para estudiarlos en la reunión. Pueden servir para que el catequista tenga una visión más completa y profunda del tema.


 

Primera parte

La libertad, ¿realidad o ilusión?


1.
Introducción del catequista

Se comienza la catequesis con la lectura y comentario de la presentación del tema. Seguidamente se puede introducir el tema con las siguientes ideas:


2.
Diálogo

Analizamos la libertad en tres niveles que van de menor a mayor compromiso: desde la libertad en el mundo hasta la libertad personal, pasando por la libertad dentro de la Iglesia. El nivel más importante es el personal. Hay que procurar que el grupo ahonde en sus propios sentimientos y vivencias, en lugar de dedicarse a teorizar.

Tratamos de ver, mediante el siguiente cuestionario, hasta qué punto la libertad es una realidad en:

El diálogo a partir del cuestionario va a permitir que el grupo catecumenal manifieste sus experiencias personales de esclavitudes. Lógicamente, el catequista debe estar atento y ser consciente de que objetivamente puede haber, o no, esclavitud. De todas formas, el ser vivida una realidad como esclavitud es suficiente para ser analizada y profundizada por el grupo.


3.
La esencia de la libertad

Se hace una lectura en el grupo del texto conciliar recogido en la documentación, páginas 53ss, procurando que el grupo descubra que la libertad es una realidad interior al hombre. Más que ausencia de trabas externas, es una ausencia de trabas internas.

Una vez leído el texto, se invita al grupo a ver cuál es el origen y la naturaleza de la libertad y las características que la definen. Resaltamos algunos aspectos del texto conciliar para que el catequista pueda destacarlos en el diálogo.

El uso de la libertad es necesario para hacer el bien. La libertad es reconocida hoy día como un gran valor.

A veces se confunde al considerarla como simple "licencia para hacer cualquier cosa".

La libertad es signo de la imagen de Dios en el hombre.

La libertad conlleva que el hombre actúe según su conciencia y, por tanto:

Por convicción
Sin presión interior ni exterior
Libre de pasiones.

La libertad está herida por el pecado.

La libertad necesita de la gracia de Dios para su plena realización.

Una vez dialogado el texto, se puede profundizar invitando una vez más al grupo a que reflexione sobre estas preguntas:

Desde lo que hemos visto, ¿somos realmente libres?
¿Qué es lo que en el fondo nos priva de la libertad radical?


4. La palabra de Dios

La respuesta a las cuestiones anteriores está en la palabra de Dios. Se hace una lectura de Rom 7,18-25. La puede hacer uno del grupo y seguidamente se abre un breve diálogo-comentario. Es entonces cuando cada uno puede expresar qué le ha dicho el texto, o también el catequista puede, tras la lectura, dar la clave como iluminación a todo lo anterior.

La síntesis está en que san Pablo se plantea la gran pregunta: ¿quién nos librará del pecado? Su respuesta es que Cristo es el único que puede salvar.


5. Oración

Se puede concluir esta sesión catequética recitando o cantando ¿Quién me librará?, basado en el texto de la carta de san Pablo a los Romanos (cf Rom 7,18-25). Esta canción se encuentra grabada en el casete Camino de Emaús, editado por Ediciones Paulinas.

¿Quién me librará?

¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
¿Quién me librará?

Pobre de mí. Esclavo soy por mis pasiones.
¿Quién me librará?

¿Quién me librará de esta fuerte cadena?
¿Quién me librará?

Pues hago el mal que aborrezco.
¿Quién me librará?

¿Quién me librará?
¿Quién me librará de este cuerpo
que me lleva a la muerte?
¿Quién me librará

Señor, tú eres mi salvador.
Señor, tú eres mi único Dios.

¿Quién me librará del temor que me ahoga?
¿Quién me librará?

Pobre de mí, sin rumbo voy en mi camino.
¿Quién me librará?

¿Quién me librará de esta ciega atadura?
¿Quién me librará?

Pues no hago el bien que deseo.
¿Quién me librará?

¿Quién me librará?...


 

Segunda parte


La primera liberación, prototipo de todas las liberaciones (Ex 1-14)

 

A) Un pueblo esclavizado (Ex 1)


1. Introducción

Comenzamos el estudio de un acontecimiento histórico, es decir, situable en un lugar concreto (Egipto y península del Sinaí) y en una época determinada (siglo XIII a. de C.).

El acontecimiento consistió en la salida de las tribus hebreas que vivían sometidas en Egipto, bajo la guía de Moisés.

Israel, al meditar su historia, descubre que este hecho tuvo lugar gracias a una intervención particular de Dios en favor del que había de ser su pueblo, y que esta intervención se realizó a través de un hombre elegido por él: Moisés.

Lo que intentamos ahora nosotros es meditar sobre esos hechos para, a partir de ellos, comprender mejor el sentido de nuestra vida y de los hechos que vivimos.

No se trata de que terminemos sabiendo mucho de la historia de Israel, sino de ser muy sinceros con nosotros mismos para vernos tal como somos y encontrar un camino de liberación a la luz de la experiencia de Israel.

 
2. Reflexión sobre el texto bíblico

La metodología de trabajo para esta y las sucesivas sesiones es la siguiente: comenzamos leyendo el texto bíblico, luego entablamos un diálogo a partir del cuestionario; posteriormente se realiza una síntesis y se concluye con la oración.

Como texto bíblico para la posterior reflexión se lee Ex 1. Seguidamente se hace el siguiente cuestionario, como base para un ulterior diálogo entre todos los miembros del grupo.

El primer bloque de preguntas quiere ayudar a comprender rectamente el texto. El segundo trata de ver lo que sucede en la vida social. Y el tercero intenta profundizar en la experiencia personal.

A modo de síntesis, proponemos hacer una lectura de la documentación sobre la esclavitud.


3. Oración

El momento de oración se hace con el salmo 21. Este salmo se divide en dos partes: la primera es un grito de socorro dirigido a Dios en una situación de angustia (vv 2-22); la segunda es un canto de acción de gracias basado en la seguridad de que va a actuar (vv 23-31).

Súplica, esperanza y acción de gracias

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonas?
No te alcanzan mis clamores ni el refugio de mis palabras;

Dios mío, de día te grito, y no respondes;
de noche, y no me haces caso
aunque tú habitas en el santuario
donde te alaba Israel.

En ti confiaban nuestros padres,
confiaban, y los ponías a salvo,
a ti gritaban, y quedaban libres,
en ti confiaban, y no los defraudaste.

Pero yo soy un gusano, no un hombre,
vergüenza de la gente, desprecio del pueblo;
al verme se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:

"Acudió al Señor; que lo ponga a salvo,
que lo libre si tanto lo quiere".

Fuiste tú quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en los pechos de mi madre,
desde el seno pasé a tus manos,
desde el vientre materno tú eres mi Dios.

No te quedes lejos, que el peligro está cerca
y nadie me socorre.

Me acorrala un tropel de novillos,
me cercan toros de Basán,
abren contra mí las fauces
leones que descuartizan y rugen.

Estoy como agua derramada,
tengo los huesos descoyuntados;
mi corazón, como cera,
se derrite en mis entrañas;
mi garganta está seca como una teja,
la lengua se me pega al paladar;
me aprietas contra el polvo de la muerte.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores,
me taladran las manos y los pies
y puedo contar mis huesos.

Ellos me miran triunfantes,
se reparten mi ropa, se sortean mi túnica.

Pues tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a auxiliarme;
líbrame a mí de la espada,
mi única vida, de la saña del mastín;
sálvame de las fauces del león;
a este
pobre, de los cuernos del búfalo.

Hablaré de ti a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré:
"Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
respetadlo, linaje de Israel;
porque no ha sentido desprecio ni repugnancia
hacia el pobre desgraciado,
no me ha escondido su rostro;
cuando pidió auxilio, lo escuché".

Tú inspiras mi alabanza en la gran asamblea,
cumpliré mis votos delante de sus fieles.

Los desvalidos comerán hasta saciarse,
y alabarán al Señor los que lo buscan:
¡no perdáis nunca el ánimo!

Lo recordarán y volverán al Señor
desde los confines del orbe,
en su presencia se postrarán las familias de los pueblos.

Porque el Señor es rey, él gobierna a los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo;
a mí me dará vida.

Mi descendencia le servirá y hablará del Señor,
a la generación venidera le anunciará su rectitud,
al pueblo que ha de nacer, lo que él hizo.

 

B) El libertador (Ex 2,23 - 4,17)


1. Introducción

En la sesión anterior se hizo una presentación de todo el análisis que realizaríamos del éxodo como acontecimiento histórico de salvación para Israel. Ahora conviene que el catequista centre esta sesión. Pueden servir las siguientes ideas:

En la sesión anterior hemos visto cómo la esclavitud de Israel en Egipto es prototipo de otras muchas esclavitudes individuales y sociales de hoy.

La relación opresor-oprimido, esclavizador-esclavizado es una relación que también se da entre nosotros. De ahí que no pocas veces hayamos sido "faraones".

Ahora damos un paso más y vamos a descubrir cómo Dios, valiéndose de un hombre, Moisés, libera a su pueblo.

¿Quién puede ser Moisés hoy? ¿Qué exigencias se requieren para liberar a otros? Vamos a reflexionar sobre estos puntos.


2.
Reflexión sobre el texto bíblico

Se comienza con la lectura de Ex 2,23 - 4,17, para seguir con el siguiente cuestionario, como base para un ulterior diálogo:

La primera pregunta trata de poner en evidencia las características de todo líder, sobre todo cuando se trata de un líder religioso. La segunda quiere poner las cosas en su sitio: Dios es el verdadero libertador; Moisés sólo es un intermediario, un enviado. La tercera pregunta intenta proyectar la luz de la palabra de Dios sobre la propia vida.

Concluido el diálogo, y a modo de síntesis y recapitulación, se hace una lectura del texto de la documentación sobre el libertador.


3.
Oración

Esta catequesis es una buena ocasión para abordar el problema de la sencillez y la humildad como actitud básica en el camino emprendido. La mayor conciencia religiosa del grupo no debe llevarle a sentirse superior a otros ni a creerse Mesías. Dios es el que salva, y la salvación es un don que hay que agradecer, no un pretexto para la vanidad.

¿A quién enviaré?

¿A quién enviaré?
¿Quién irá en mi lugar?,
¿quién a los hombres la esperanza anunciará?,
¿quién .será mi profeta?,
¿quién por mí hablará?
¿quién será mi testigo en la verdad?

Tú eres mi elegido,
tú irás en mi lugar,
tú has de ser un profeta de la paz.
Hablarás a mi pueblo,
la maldad denunciarás,
con mi fuerza, mi testigo tú serás.

¿Cómo dices, Señor?
¿que yo iré en tu lugar?
Tú sabes que soy pequeño
y que apenas sé hablar.
Pues mis labios son impuros
y me da miedo luchar;
no soy digno. Tú ya sabes que es verdad.

No tengas miedo, te voy a purificar.
No te inquietes. Yo por ti voy a actuar.
Te basta mi gracia, sólo en mí has de confiar,
pues mi Espíritu en tu ayuda acudirá.

(Cf el disco Camino de Emaús, en Ediciones Paulinas).

 

C) La lucha por la libertad (Ex 6,28 - 10,29)


1. Introducción

La libertad es una realidad difícil de conseguir y de mantener. De ahí que no esté ausente de ella la "lucha". Para introducir a esta sesión catequética, pueden valer las siguientes ideas:

-Hasta ahora hemos visto que es posible la libertad y que ésta se realizó a través de un hombre, Moisés, quien, aceptando la llamada de Dios, acaudilló la liberación de Israel.

-Pero ¿quiénes son los protagonistas de esta "lucha"? Fundamentalmente, el conflicto surge no entre dos personas —faraón-Moisés—, sino entre dos realidades, dos esferas de la existencia: la divina y la humana.

-La imagen de estas dos realidades hoy puede estar representada por lo económico-político y lo religioso. Ciertamente tenemos que comprometernos por la "libertad", cuya realización plena está en Jesús.


2.
Reflexión sobre el texto bíblico

Se toma como texto base Ex 6,28 - 10,29. Seguidamente se hace el siguiente cuestionario para el posterior diálogo:

No se enfrentan en esta lucha dos personas, ni siquiera dos poderes, sino dos ámbitos de la existencia: el político y el religioso, el Faraón (la divinización de lo humano) y Dios (que reclama su puesto usurpado por el poder del hombre).

Es un buen momento para abordar en el grupo las relaciones entre la política y la religión y el modo como cada uno vive el conflicto que a veces se plantea.

El Vaticano II presenta claramente el pensamiento de la Iglesia sobre este punto en el texto que se indica en la documentación.

La síntesis de todo este apartado se encuentra también recogida en la documentación.


3. Oración

Es un buen final de la reunión hacer una oración sincera por todos los que tienen autoridad en el mundo. Puede hacerlo cada uno espontáneamente con la fórmula de la oración de los fieles de la misa.

 

D) El paso de Dios (Ex 12,1-32)


1. Introducción

La conexión con las sesiones anteriores y la introducción de ésta puede hacerse a partir de las siguientes ideas:

La lucha por la libertad, como hemos visto anteriormente, es una tarea que corresponde realizar al hombre. Pero surge una pregunta: ¿ganará la batalla en la lucha? La experiencia del éxodo es que la victoria estaba garantizada, porque la lucha contaba con la fuerza del Señor. Dios es el que salva y su "paso" es muerte para unos y salvación para otros.

En esta sesión catequética vamos a reflexionar sobre el "paso" salvador de Dios y cómo esa presencia salvadora de Dios ha alcanzado su plenitud en la pascua cristiana. Cristo con su muerte y resurrección es el nuevo "paso" de Dios, alcanzando la victoria en la lucha por la libertad.

 
2.
Reflexión sobre el texto bíblico

Se comienza con la lectura de Ex 12,1-32. Posteriormente se hace el siguiente cuestionario, como base para un diálogo en el grupo:

* ¿Qué decide la salida de los hebreos de Egipto? ¿Qué libra de la muerte a los primogénitos de los hebreos? ¿Qué sentido tuvo la cena celebrada por ellos aquella noche?

* De cara a la lucha por la liberación, ¿qué nos sugiere el hecho de que ésta se decida por una intervención especial de Dios?, ¿hasta dónde tiene que llegar la lucha y hasta dónde la confianza en Dios?

* Dios "pasa" por el país de Egipto, y esto es vida para unos y muerte para otros. ¿Qué consecuencias se deducen de esto en orden a la vida personal o de la comunidad a la que pertenecemos?

La lucha se decide, finalmente, a favor de la libertad, gracias a una especial intervención de Dios. La muerte de un cordero sirvió para salvar la vida de los primogénitos de los hebreos. La cena pascual celebraría en adelante este "paso de Dios" por el país de Egipto.

En el proceso de liberación personal y colectiva, el hombre debe luchar sin olvidar nunca que la salvación total es siempre un don de Dios.

La tercera pregunta trata de plantear el problema de que nadie puede permanecer indiferente ante Dios que pasa. O con él o contra él. A nivel personal esto significa que, cuando Dios irrumpe en la vida de alguien, unas cosas deben morir y otras florecer.

La pascua cristiana. El "paso de Dios" alcanza su plenitud y auténtico significado en la pascua cristiana. Conviene, por tanto, profundizar sobre ella a partir del texto de san Pablo a los Corintios (cf 1 Cor 11,23-27).

Una vez leído el texto, el catequista hace un breve comentario con las siguientes ideas:

San Pablo nos dice cuál es la verdadera pascua del cristiano: la eucaristía. Esta no es una repetición ni una derivación de la judía, sino algo original.

La pascua judía no es sino un anticipo o prefiguración de la cristiana; por ello queda abolida cuando aparece ésta.

En adelante, el cordero que quita el pecado del mundo es Cristo hecho alimento en el pan y en el vino. Incluso, como signo de ruptura con la sinagoga, se le cambia el nombre y se le empieza, desde muy temprano, a llamar eucaristía.

A modo de síntesis se puede leer en este momento la lectura que se recoge en la documentación.


3.
Oración

En el Magníficat, María habla en nombre del Israel liberado y de todos los que en adelante habrían de beneficiarse de la salvación (cf Lc 1,46-55). Puede recitarse o cantarse a dos coros. Este Magníficat se encuentra grabado en el casete Camino de Emaús, editado por Ediciones Paulinas.

Magníficat

Proclama mi alma la grandeza del Señor;
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado mi humillación,
la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

 

E) El paso a la libertad (Ex 12,37-42; 13,20-22; 14,1-31)


1. Introducción

Los puntos para la introducción de esta última sesión catequética pueden ser los siguientes:


2.
Reflexión sobre los textos bíblicos

Se lee primeramente el texto de Ex 12,37-42; 13,20-22; 14,1-31. Posteriormente se hace el siguiente cuestionario para el diálogo:

  • Egipto es el pasado. ¿Qué hemos de abandonar en nuestra vida para conseguir ser libres?, ¿hemos roto alguna vez con algo?, ¿cómo vivimos aquella ruptura?

  • El desierto es un esfuerzo incierto y difícil. ¿Cómo me sitúo ante el futuro?, ¿estoy dispuesto a seguir por el camino emprendido?, ¿me resisto a cambiar?, ¿en qué?, ¿por qué?

Pasar el mar para el pueblo hebreo era atravesar la muerte y no morir, lo cual sólo era posible con la ayuda de Dios. Los egipcios lo intentaron y no lo consiguieron. Hasta ahora su lucha era por liberarse de la esclavitud; desde ahora habrá de ser por hacerse dignos de la libertad. Sólo serán libres cuando consigan llegar a la tierra en la que ofrecerán a Dios un culto entendido como servicio y no como sometimiento.

El segundo bloque de preguntas trata de ahondar en la experiencia personal de ruptura que haya podido existir en el pasado. Así se podrá comprender mejor que la fe exige romper continuamente con todo lo que nos ata el corazón.

El tercer grupo de preguntas mira al futuro. Intenta analizar las actitudes de los miembros del grupo después de los descubrimientos realizados, su capacidad de confiar en Dios y de responder a lo que en el futuro vaya viniendo, y la propia capacidad de cambio.

Se hace, finalmente, como síntesis, la lectura del texto que aparece en los números 6 y 7 de la documentación.


3.
Oración

El himno basado en Ex 15,1-18 cierra esta sesión y toda la segunda parte. Es un canto con el que Israel expresaba su alabanza a Dios por la salvación llevada a cabo en el pueblo. Este cántico se encuentra grabado en Camino de Emaús, editado por Ediciones Paulinas.

Mi fuerza es el Señor

Cantaré al Señor, sublime es su victoria:
caballos y carros ha arrojado al mar.
Es es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.

Mi fuerza y mi poder es el Señor.
El es mi salvador
(bis).

Forastero me vi en un país extraño.
Como un mar agitado la muerte me cercó.
Mas tú, Señor, viendo mi dolor,
saliste a mi encuentro, oíste mi clamor.

Mi fuerza...

Te doy gracias, Señor, mis manos alzaré:
que todos los pueblos conozcan tu poder.
Tú eres mi Dios: yo te alabaré.
El Dios de mis padres: yo te ensalzaré.


 

Tercera parte

Celebración


Observaciones generales

La tercera y última parte de la catequesis sobre el éxodo tiene carácter de celebración. Es un alto en el camino con una triple finalidad: dedicar un tiempo de oración, hacer una reflexión sobre la marcha del grupo y celebrar el don de la libertad y de la salvación. Son tres facetas de una misma realidad: expresar y celebrar la fe.

Debe ser una celebración pausada. Conviene, por tanto, prever un tiempo tranquilo, por ejemplo, una tarde, o mantener el ritmo de la sesión semanal, pero prolongándolo algo más. La prisa no puede romper el ritmo de la celebración, que tiene además carácter de convivencia.

Puede constar de tres partes: preparación, celebración y ágape. Haremos las anotaciones correspondientes a cada una de ellas.


1.
Preparación

Se pretende preparar dignamente la celebración. Debe ser habitual que en las celebraciones intervenga todo el grupo catecumenal. Debe ser tarea de todos.

Se forman pequeños grupos y cada uno de ellos se responsabiliza de uno de los aspectos de la celebración: elección y preparación de los cantos, moniciones, prever lectores, preces de los fieles, adecuación del local, prever losrequisitos litúrgicos, etc. Todo el grupo ha de intervenir en la preparación.

También hay que preparar todo lo referente al ágape para después de la celebración.


2.
Celebración eucarística

Es preferible una eucaristía. De no ser posible, se hace una celebración de la Palabra. Ofrecemos el esquema general, que lógicamente hay que desarrollar y preparar en base a las características y exigencias de cada grupo.

Rito de entrada: Monición. Canto de entrada. Saludo del presidente.

Rito penitencial: Canto o preces penitenciales.

Proclamación de la palabra: Monición y primera lectura (Is 1,10-20).

Canto interleccional.

Monición y segunda lectura (Lc 3,1-17).

Homilía: lo fundamental es que el sacerdote ofrezca unos rasgos de la palabra de Dios en conexión con la catequesis del éxodo que se concluye.

Momento de oración y reflexión: Se comienza por unos momentos de oración en silencio. Es muy importante este momento de oración personal en silencio. Como telón de fondo pueden tener los datos de la homilía y el cuestionario adjunto:

  • ¿Con qué debo romper para ser libre? ¿Qué me impide dar el paso?

  • ¿Estoy dispuesto a seguir? ¿Con qué ayuda cuento?

Este cuestionario puede ser leído progresivamente por el sacerdote, a modo de examen, o cada uno puede hacer uso de él a su modo.

Tras el momento de oración personal en silencio y la reflexión a partir del cuestionario, se puede hacer un intercambio de experiencias sobre lo vivido y reflexionado. No se trata de una puesta en común, sino de una comunicación espontánea. Un compartir las experiencias y las vivencias propias.

Como broche de este momento de oración centrado en la palabra de Dios y en las propias experiencias, se recita el salmo 22: "El Señor es mi pastor". En él se expresa la confianza en Dios que nos conduce por senderos de justicia. Es una aclamación comunitaria de confianza.

Después de esto continúa la celebración eucarística normalmente.

Preces de los fieles: Pueden utilizarse las preparadas para este caso o hacerlas espontáneamente.

Comunión: Canto de la paz. Cantos de comunión.

Despedida: Monición. Canto final.


3. Agape

Hemos dicho al principio que el ágape es una parte de este momento celebrativo. Se trata de tener un rato de convivencia y de amistad, muy importantes ambos para un grupo catecumenal.

La preparación del ágape se hace con aportaciones por parte de los miembros del grupo. Ya se dijo también que debería estar preparado antes de iniciarse la eucaristía para evitar precipitaciones y preocupaciones durante la celebración.


 

Documentación

1. Gaudium et spes

Grandeza de la libertad. La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la libertad, la cual posee un valor que nuestros contemporáneos ensalzan con entusiasmo. Y con toda razón. Con frecuencia, sin embargo, la fomentan de forma depravada, como si fuese pura licencia para hacer cualquier cosa, con tal que deleite, aunque sea mala. La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido "dejar al hombre en manos de su propia decisión", para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección. La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a su fin con la libre elección del bien y se procura medios adecuados para ello con eficacia y esfuerzo crecientes. La libertad humana, herida por el pecado, para dar la máxima eficacia a esta ordenación a Dios ha de apoyarse necesariamente en la gracia de Dios. Cada cual tendrá que dar cuenta de su vida ante el tribunal de Dios según la conducta buena o mala que haya observado (GS 17).


2. La esclavitud

La tentación de someter a otros hombres tal vez sea tan antigua como el mismo hombre. Y no se puede decir que nosotros estemos a salvo de la misma. La experiencia de los hebreos en Egipto es prototipo de todas las situaciones de esclavitud y de opresión. Estas se dan siempre que un hombre ve pisoteada su dignidad, cada vez que otros se niegan a reconocer en él la imagen de Dios.

Una relación semejante entre hombres envilece más al opresor que al oprimido, aunque el primero no quiera darse cuenta y su poder, su dinero o su cultura le hagan creer lo contrario.

Pero no toda esclavitud viene de fuera. A veces las cadenas más fuertes están dentro del hombre mismo: la ambición, el ansia de poder, la soberbia, las pasiones..., son con frecuencia obstinados faraones que nos impiden salir libremente al encuentro de Dios. Sólo cuando el hombre alcanza la libertad interior es radical y verdaderamente libre. Esta la alcanzamos sólo en Cristo porque sólo él nos hace libres del pecado y de su raíz.


3. El libertador

No vivimos en tiempos de prodigios que puedan impresionarnos. Dios no es un mago de feria. Cuando quiere actuar en favor de su pueblo lo hace a través de un hombre. Moisés supo ser, a pesar de sus fallos, el lugarteniente de Dios en la obra de la liberación del pueblo. Por esto es modelo de todo libertador.

Fue elegido para esta tarea, y el hecho de que ofreciera resistencia nos hace pensar que no buscaba su gloria personal; vivió en su propia carne el proceso que conduce a la libertad antes de ayudar al pueblo a vivir esa experiencia, dando a entender que sólo un liberado puede realmente liberar; realizó con su pueblo el camino, compartiendo con él dificultades, pruebas y peligros, mostrando con ello que el camino de la libertad es un camino de encarnación; y al final, cuando el proceso hubo terminado, desapareció, haciendo posible que el pueblo caminara por sí mismo.

El libertador no puede pretender sustituir al opresor haciéndose indispensable para los liberados. Liberar es hacer posible que el "hombre" que cada uno lleva dentro se realice plenamente. No es cambiar de amos, sino ayudar a crecer.


4.
Gaudium et spes

Dignidad de la conciencia moral

En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Pero el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley, cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanta mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad. No rara vez, sin embargo, ocurre que yerre la conciencia por ignorancia invencible, sin que ello suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no puede afirmarse cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien y la conciencia se va progresivamente entenebreciendo por el hábito del pecado (GS 16).


Naturaleza y fin de la comunidad política

Los hombres, las familias y los diversos grupos que constituyen la comunidad civil son conscientes de su propia insuficiencia para lograr una vida plenamente humana y perciben la necesidad de una comunidad más amplia, en la cual todos conjuguen a diario sus energías en orden a una mejor preocupación del bien común. Por ello forman comunidad política según tipos institucionales varios. La comunidad política nace, pues, para buscar el bien común, en el que encuentra su justificación plena y su sentido y del que deriva su legitimidad primigenia y propia. El bien común abarca el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección.

Pero son muchos y diferentes los hombres que se encuentran en una comunidad política, y pueden con todo derecho inclinarse hacia soluciones diferentes. A fin de que, por la pluralidad de pareceres, no perezca la comunidad política, es indispensable una autoridad que dirija la acción de todos hacia el bien común, no mecánica o despóticamente, sino obrando principalmente como una fuerza moral, que se basa en la libertad y en el sentido de responsabilidad de cada uno.

Es, pues, evidente que la comunidad política y la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana, y, por lo mismo, pertenecen al orden previsto por Dios, aun cuando la determinación del régimen político y la designación de los gobernantes se dejen a la libre designación de los ciudadanos.

Síguese también que el ejercicio de la autoridad política, así en la comunidad en cuanto tal como en las instituciones representativas, debe realizarse siempre dentro de los límites del orden moral para procurar el bien común —concebido dinámicamente— según el orden jurídico legítimamente establecido o por establecer. Es entonces cuando los ciudadanos están obligados en conciencia a obedecer. De todo lo cualse deducen la responsabilidad, la dignidad y la importancia de los gobernantes.

Pero cuando la autoridad pública, rebasando su competencia, oprime a los ciudadanos, éstos no deben rehuir las exigencias objetivas del bien común; les es lícito, sin embargo, defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de tal autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y evangélica.

Las modalidades concretas por las que la comunidad política organiza su estructura fundamental y el equilibrio de los poderes públicos pueden ser diferentes, según el genio de cada pueblo y la marcha de su historia. Pero deben tender siempre a formar un tipo de hombre culto, pacífico y benévolo respecto de los demás para provecho de toda la familia humana (GS 74).


5. La lucha por la libertad

La libertad es un bien dificil de conseguir, por lo cual no está ausente de ella la lucha ni antes de conseguirla ni una vez alcanzada. En el caso de los hebreos no luchan Moisés y el Faraón, sino Dios y el poder absoluto de un hombre que se cree Dios. No son dos personas las que entran en conflicto, sino dos realidades, dos esferas de la existencia: la divina y la humana. Dios reclama para su pueblo la libertad que éste necesita para darle culto, y el Faraón se niega a reconocerla, pretendiendo para sí atribuciones que no le pertenecen.

Hoy vivimos situaciones semejantes. El poder político, económico o militar crea a veces situaciones en las que la libertad del hombre y los derechos de Dios son negados por la autoridad humana. En esas situaciones, defender los derechos de Dios es garantizar la libertad y dignidad del hombre. Cuando los que poseen el poder sobrepasan sus propios límites, la primera víctima es el pueblo, y sólo la mentira y la propaganda convertidas en arma política son capaces de justificar realidades radicalmente injustas.

No obstante, el creyente sabe que la victoria final está garantizada gracias a la muerte y resurrección de Cristo. En aquel combate singular, la muerte y todo lo que ella significa fue vencida, y Cristo se convirtió en la prueba de nuestra victoria y en la garantía de nuestra esperanza.


6. El paso de Dios

El poder humano divinizado, la fuerza del opresor, tarde o temprano es destrozado. Dios parece perder la paciencia y hace que los egipcios entren en razón. La pascua es el paso de Dios por el país de Egipto, un paso que es salvación para unos y muerte para otros, libertad para los oprimidos y muerte para los opresores. En adelante, los hebreos recordarán esa noche, terrible y gozosa a la vez, con la más importante de todas sus fiestas.

Más tarde, Jesús instituirá la eucaristía en el marco de esta fiesta. A partir de ese momento los cristianos no celebrarán otra pascua que la de Cristo, y la primera pasará a ser un mero anticipo o anuncio de la misma. No habrá otro cordero por cuya sangre seamos salvados que Cristo, el Señor, ni otro alimento que su cuerpo y su sangre en el pan y el vino.

La salvación, a partir de ese momento, será algo profundo e interior; liberación no ya de la esclavitud exterior, sino del poder del pecado. Dios sigue pasando y su paso sigue siendo salvación para los que lo acgptan y condenación para los que obstinadamente lo rechazan.


7. El paso
a la libertad

Para los antiguos, el mar era el ámbito en el que reinaban la muerte y los malos espíritus, es decir, lasfuerzas contrarias a Dios. Para ellos, mar es sinónimo de mal. Pasar por él y no morir, hundirse en el abismo y volver a salir era una victoria imposible sin una especial intervención de Dios. En los evangelios Jesús aparece calmando la fiereza del mar y la fuerza del viento, indicando con ello su poder sobre los espíritus contrarios a Dios.

El paso del mar Rojo marcó para los hebreos el final de una etapa. Detrás de las aguas quedó la esclavitud. Pero la libertad total aún no ha sido alcanzada. Hay que purificarse primero en el desierto. Este acontecimiento culmina el aspecto negativo de la liberación: en la historia de un pueblo y en la vida de un hombre la libertad exige romper ataduras de dentro y de fuera. Sólo el que sabe dejar, prescindir, renunciar, logrará la libertad. Por eso Jesús llega a decir que no puede ser discípulo suyo el que pone la mano en el arado y sigue mirando hacia atrás, es decir, el que busca la liberación futura y sigue añorando lo que dejó. Para entrar en el desierto y correr hacia la tierra prometida es necesario prescindir de todo lo accesorio. Cargado de cosas inútiles no se puede sobrevivir allí donde escaseará el agua y el pan.