CATEQUESIS 18


UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA


PRESENTACIÓN

Con la Catequesis 18 concluimos el ciclo dedicado a reflexionar sobre cómo vivir en este mundo, teniendo presente que existe la vida eterna. La catequesis se titula "Un cielo nuevo y una tierra nueva".

El tema central es la actividad humana, a través de la cual el hombre debe transformar este mundo que realmente se presenta con estructuras y formas de esclavitud y pecado. Contemplando la realidad social en la que vivimos, no podemos menos de preguntarnos: ¿Este es el mundo creado por Dios?

Por la fe sabemos que el "cielo" es la realidad destinada a los que están salvados. Pero ¿qué es el "cielo"? ¿Qué relación existe entre la "tierra" y el "cielo"? Son preguntas que ciertamente constituyen un misterio, pero que vamos a intentar desvelar en esta catequesis. Concretamente se pretende:


 

Primera parte


Dominad la tierra


1. Introducción

El instinto natural del hombre es "dominar", aunque a veces ese "dominio", en vez de ejercerlo sobre la realidad bruta, se ejerce contra los otros.

"Dominar" la tierra conlleva la tarea de hacer un mundo, un marco de existencia humana más digno, más en consonancia con lo que Dios quiere. Por eso es el mismo Dios quien establece el mandato.

La ciencia y la técnica han alcanzado cotas altísimas, pero ¿son suficientes y en el sentido que debiera ser? Muchas cuestiones se pueden plantear.

Lectura de la Documentación 1: GS 33.


2. Constatación de la realidad


3.
Reflexión sobre el mensaje cristiano

  1. La creación, obra de Dios: Gén 1,1; 2 Mac 7,28.

  2. Es tarea del hombre transformar al mundo: Gén 1,27-30; 2,19-20.

  3. La creación ha sido impactada por el pecado: Gén 3,14-19.

  4. En Cristo se ha inaugurado una "nueva creación": Ef 1,3-11.

  5. Dignidad de la actividad humana: GS 35 (Documentación 1).


4. Oración

Himno de Tercia

Tu poder multiplica
la eficacia del hombre,
y crece cada día, entre sus manos, l
a obra de tus manos.

Nos señalaste un trozo de la viña
y nos dijiste: "Venid y trabajad".

Nos mostraste una mesa vacía
y nos dijiste: "Llenadla de pan".

Nos presentaste un campo de batalla
y nos dijiste: "Construid la paz".

Nos sacaste al desierto con el alba
y nos dijiste: "Levantad la ciudad".

Pusiste una herramienta en nuestras manos
y nos dijiste: "Es tiempo de crear".

Escucha a mediodía el rumor del trabajo
con que el hombre se afana en tu heredad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Por los siglos. Amén.


 

Segunda parte


La creación entera espera su liberación


1. Introducción

¿Hasta dónde podremos llegar nosotros en nuestro esfuerzo por dominar la tierra? ¿Qué nueva imagen estamos construyendo? La verdad es que el mal radical del mundo supera, aunque no excusa ni excluye, nuestra fuerza. Escuchemos a san Pablo: "Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios, ella fue sometida a la frustración no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto" (Rom 8,19-22).


2. Rasgos del "nuevo cielo y la nueva tierra"

  1. Ap 21,1-5: El primer cielo y la primera tierra han pasado. Todo lo hago nuevo.
    Ap 22,1-5:
    Ya no habrá más noche ni necesitarán luz de lámpara o de sol.
     

  2. Vaticano II, GS 39: La espera de una tierra nueva no amortigua la preocupación por perfeccionar ésta.


3.
Cómo hacer posible "ya" ese nuevo cielo y esa nueva tierra

¿Qué tareas corresponden al cristiano para transformar este mundo en consonancia con "el nuevo cielo y la nueva tierra" anunciados en la Escritura?


4.
Oración

Se puede recitar o cantar "Tenemos un quehacer", de Camino de Emaús 2.

Tenemos un quehacer

Bendice, Señor, a nuestra tierra.
Protégela en tus manos
hasta que llegue el tiempo de tu vuelta
en que todos los hombres entonemos
el canto de la nueva humanidad.

Tenemos un quehacer, pues este mundo
quedó sin acabar cuando Dios dijo:
la tierra dominad.

Tenemos un quehacer, pues Jesús mismo
nos hizo luz y sal
para en la tierra su reino edificar.

Tenemos un quehacer: seguir sus huellas
y el mundo transformar
con la justicia, el amor y la paz.

Tenemos un quehacer: sembrar el reino,
y una nueva ciudad
con nuestro esfuerzo y amor edificar.

Este mundo del hombre, en que él se afana

Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol a mediodía.

Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.

Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.

(Liturgia de las Horas, "Himno de Sexta")


 

Documentación


1.
"La actividad humana en el mundo",  capítulo III de la "Gaudium et spes" (nn 33-39)

"Siempre se ha esforzado el hombre con su trabajo y con su ingenio en perfeccionar su vida; pero en nuestros días, gracias a la ciencia y la técnica, ha logrado dilatar y sigue dilatando el campo de su dominio sobre casi toda la naturaleza, y, con ayuda sobre todo del aumento experimentado por los diversos medios de intercambio entre las naciones, la familia humana se va sintiendo y haciendo una única comunidad en el mundo. De lo que resulta que gran número de bienes que antes el hombre esperaba alcanzar, sobre todo de las fuerzas superiores, hoy los obtiene por sí mismo.

Ante este gigantesco esfuerzo, que afecta ya a todo el género humano, surgen entre los hombres muchas preguntas. ¿Qué sentido y valor tiene esa actividad? ¿Cuál es el uso que hay que hacer de todas estas cosas? ¿A qué fin deben tender los esfuerzos de individuos y colectividades? La Iglesia, custodia del depósito de la palabra de Dios, del que manan los principios en el orden religioso y moral, sin que siempre tenga a mano respuesta adecuada a cada cuestión, desea unir la luz de la revelación al saber humano para iluminar el camino recientemente emprendido por la humanidad" (33).

Valor de la actividad humana

"Una cosa hay cierta para los creyentes: la actividad humana individual y colectiva o el conjunto ingente de esfuerzos realizados por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores condiciones de vida, considerado en sí mismo, responde a la voluntad de Dios. Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí la tierra y cuanto enella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo.

Esta enseñanza vale igualmente para los quehaceres más ordinarios. Porque los hombres y mujeres que, mientras procuran el sustento para sí y su familia, realizan su trabajo de forma que resulte provechoso y en servicio de la sociedad, con razón pueden pensar que con su trabajo desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios en la historia.

Los cristianos, lejos de pensar que las conquistas logradas por el hombre se oponen al poder de Dios y que la criatura racional pretende rivalizar con el Creador, están, por el contrario, persuadidos de que las victorias del hombre son signo de la grandeza de Dios y consecuencia de su inefable designio. Cuanto más se acrecienta el poder del hombre, más amplia es su responsabilidad individual y colectiva. De donde se sigue que el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo" (34).

Ordenación de la actividad humana

"La actividad humana, así como procede del hombre, así también se ordena al hombre. Pues éste, con su acción, no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y se trasciende. Tal superación, rectamente entendida, es más importante que las riquezas exteriores que puedan acumularse. El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Asimismo, cuanto llevan a cabo los hombres para lograr más justicia, mayor fraternidad y un más humano planteamiento en los problemas sociales vale más que los progresos técnicos. Pues dichos progresos pueden ofrecer, como si dijéramos, el material para la promoción humana, pero por sí solos no pueden llevarla a cabo.

Por tanto, ésta es la norma de la actividad humana: que, de acuerdo con los designios y voluntad divinos, sea conforme al auténtico bien del género humano y permita al hombre, como individuo y como miembro de la sociedad, cultivar y realizar íntegramente su plena vocación" (35).

La justa autonomía de la realidad terrena

"Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia.

Si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es sólo que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además responden a la voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia; verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar, con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte. Por ello, la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios. Más aún, quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está llevado, aun sin saberlo, como por la mano de Dios, quien, sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser. Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe.

Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida" (36).

Deformación de la actividad humana por el pecado

"La Sagrada Escritura, con la que está de acuerdo la experiencia de los siglos, enseña a la familia humana que elprogreso altamente beneficioso para el hombre también encierra, sin embargo, gran tentación; pues los individuos y las colectividades, subvertida la jerarquía de los valores y mezclado el bien con el mal, no miran más que a lo suyo, olvidando lo ajeno. Lo que hace que el mundo no sea ya ámbito de una auténtica fraternidad, mientras el poder acrecido de la humanidad está amenazando con destruir al propio género humano.

A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final. Enzarzado en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de establecer la unidad en sí mismo.

Por ello, la Iglesia de Cristo, confiando en el designio del Creador, a la vez que reconoce que el progreso puede servir a la verdadera felicidad humana, no puede dejar de hacer oír la voz del Apóstol cuando dice: No queráis vivir conforme a este mundo (Rom 12,2), es decir, conforme a aquel espíritu de vanidad y de malicia que transforma en instrumento de pecado la actividad humana, ordenada al servicio de Dios y de los hombres.

A la hora de saber cómo es posible superar tan deplorable miseria, la norma cristiana es que hay que purificar por la cruz y la resurrección de Cristo y encauzar por caminos de perfección todas las actividades humanas, las cuales, a causa de la soberbia y el egoísmo, corren diario peligro. El hombre, redimido por Cristo y hecho, en el Espíritu Santo, nueva criatura, puede y debe amar las cosas creadas por Dios. Pues de Dios las recibe y las mira y respeta como objetos salidos de las manos de Dios. Dándole gracias por ellas al Bienhechor y usando y gozando de las criaturas en pobreza y con libertad de espíritu, entra de veras en posesión del mundo, como quien nada tiene y es dueño de todo: Todo es vuestro; vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios (1 Cor 3,22-23)" (37).

Perfección de la actividad humana en el misterio pascual

"El Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, hecho El mismo carne y habitando en la tierra, entró como hombre perfecto en la historia del mundo, asumiéndola y recapitulándola en sí mismo. El es quien nos revela que Dios es amor (1 Jn 4,8), a la vez que nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y, por tanto, de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor. Así pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son cosas inútiles. Al mismo tiempo advierte que esta caridad no hay que buscarla únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida ordinaria. El, sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores, nos enseña con su ejemplo a llevar la cruz que la carne y el mundo echan sobre los hombros de los que buscan la paz y la justicia. Constituido Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra, obra ya por la virtud de su Espíritu en el corazón del hombre, no sólo despertando el anhelo del siglo futuro, sino alentando, purificando y robusteciendo también con ese deseo aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a este fin. Mas los dones del Espíritu Santo son diversos: si a unos llama a dar testimonio manifiesto del anhelo de la morada celestial y a mantenerlo vivo en la familia humana, a otros les llama para que se entreguen al servicio temporal de los hombres y así preparen el material del reino de los cielos. Pero a todos les libera, para que, con la abnegación propia y el empleo de todas las energías terrenas en pro de la vida humana, se proyecten hacia las realidades futuras, cuando la propia humanidad se convertirá en oblación acepta a Dios.

El Señor dejó a los suyos prenda de tal esperanza y alimento para el camino en aquel sacramento de la fe en el que los elementos de la naturaleza, cultivados por el hombre, se convierten en el cuerpo y sangre gloriosos con la cena de la comunión fraterna y la degustación del banquete celestial" (38).

Tierra nueva y cielo nuevo

"Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad. Tampoco conocemos de qué manera se transformará el universo. La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa; pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciary rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción se revestirá de incorruptibilidad, y, permaneciendo la caridad y sus obras, se verán libres de la servidumbre de la vanidad todas las criaturas que Dios creó pensando en el hombre.

Se nos advierte que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo. No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios.

Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad, en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: `reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz'. El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección" (39).


2.
Mensaje religioso del relato de la creación

"El mensaje religioso encerrado en este pasaje es muy rico. He aquí algunos aspectos más importantes:

1. La palabra poderosa de Dios ordena, pone paz y armonía, luz y bondad en la creación. Hace surgir los seres. Hace vivir. `Llama a las cosas que no son para que' sean'. Esta es su victoria. Esto quiere decir que todo cuanto existe lo ha hecho su palabra. Dios es el Creador del mundo y el Señor de la historia. Así lo creemos los cristianos.

2. Toda la creación es buena, porque Dios, el único bueno, la ha hecho y todos participamos de su bondad. También porque Dios ama a sus criaturas, quiere la vida y no la destrucción. El Señor nos la ha confiado para perfeccionarla.

3. El hombre es el rey de la creación. El pasaje que narra su creación tiene un carácter de marcado optimismo. Todavía no ha entrado en escena el pecado. Podemos afirmar que es rey por varias razones:

4. Toda la Sagrada Escritura está animada por un enorme dinamismo. Va desde la primera creación hasta la nueva creación en Cristo. La Iglesia lee solemnemente la primera página del Génesis en la vigilia de resurrección. A la luz de Jesucristo resucitado comprendemos definitivamente el misterio de la palabra creadora. El mundo fue creado por ella. Se hizo hombre en Jesús de Nazaret para que el universo terrestre y celeste se pudiera reunir con El" (cf Biblia de Iniciación Cristiana 19).


Documentación complementaria

3. Vocabulario

TRABAJO: El esfuerzo para disponer la naturaleza según las necesidades del hombre. San Pablo estimulaba a sus comunidades a un trabajo cotidiano y constante. El trabajo salvaguarda la libertad personal; quien no trabaja se encuentra en vergonzosa dependencia de otros. El trabajo, asimismo, proporciona los medios para practicar la caridad. Todo trabajo humano debe poder desarrollarse en condiciones que no perjudiquen la salud de quien lo realiza y éste tiene derecho a ser retribuido dignamente por su trabajo (Con vosotros está 2, 229).

MUNDO: Conjunto de la creación, ofrecido por Dios al hombre para que lo transforme y perfeccione, perfeccionándose a sí mismo. El mundo es el teatro de la historia humana, con los afanes, fracasos y victorias del hombre. Los cristianos creemos que el mundo, fundado y conservado por el amor del Creador, está esclavizado bajo la servidumbre del pecado, pero que, mediante la muerte y resurrección de Jesucristo, ha sido liberado y nosotros estamos llamados a transformarlo para que se cumpla en plenitud el plan de Dios (Con vosotros está 3, 451).

TIERRA: Donde habita el hombre durante esta vida. Dios es su creador y dueño. Se la entregó al hombre para que la dominara y la hiciera fructificar. La tierra sufrió las consecuencias del pecado del hombre. La "tierra nueva" es el mundo renovado por Jesús, cuya plenitud se realizará en los últimos tiempos (Con vosotros está 4, 567).

CREACIÓN: Acto por el cual Dios da existencia a todo lo que existe fuera de El. Dios crea todo de la nada, es decir, nada ni nadie, a excepción de Dios, existía antes de la creación del universo, y todo depende actualmente de El, lo sigue creando. La creación es manifestación por excelencia de la bondad y de la libre iniciativa de Dios (Con vosotros está 4, 567).

NUEVA CREACIÓN: Quiere decir que la salvación, que Jesús realiza con su resurrección, transforma ya esta creación nuestra, sometida al pecado del hombre. De esta manera viene a ser una creación nueva, un mundo nuevo. En el encuentro con Jesús son creadas todas las cosas. La salvación, la transformación definitiva se realizará al final de los tiempos (Con vosotros está 4, 574).

CIELO: Por su grandeza y hermosura, el firmamento es utilizado en la Biblia para simbolizar la morada de Dios. En el tiempo de Jesús, para evitar el uso del nombre de Dios, los judíos utilizaban la palabra "cielo", "los cielos" (reino de los cielos = reino de Dios). Entre los cristianos ha servido para designar el encuentro definitivo del hombre con Dios. Estar en el cielo = estar con Dios. Hacia el cielo se orienta la esperanza cristiana. Los justos estarán con Cristo en el cielo, o bien, ante el trono de Dios. El cielo es la comunión de vida con las tres divinas personas (Con vosotros está 4, 661).