CATEQUESIS 11


MI DIOS Y VUESTRO DIOS


PRESENTACION

 

La catequesis que ahora comienza intenta mostrar un camino que lleve al descubrimiento del Dios revelado por Jesús de Nazaret. Todos tenemos una idea de Dios —incluso los no creyentes—, cuyo origen hay que buscarlo en la educación recibida, en el ambiente en que se ha vivido, en experiencias personales y en la Iglesia a la que pertenecemos. Pero no siempre esa idea está de acuerdo con el Dios dado a conocer por su Hijo.

De lo que ahora se trata es de confrontar nuestra imagen con la suya, lo que nosotros pensamos y sentimos con lo que El enseñó y vivió. Su visión de las cosas y su experiencia es la norma de nuestras ideas y de nuestra vida. Al hacer esta comparación veremos lo que tenemos que conservar y lo que debemos cambiar.

La catequesis tiene cuatro partes. No son independientes, aunque pueden tratarse aisladamente. Cada una de ellas presenta un aspecto del mismo Dios: Es Padre de Jesús y Padre de los hombres; que se compromete con la vida de éstos hasta el punto de hacerse como uno de ellos; que cuida amorosamente de nosotros y, finalmente, con el cual es posible establecer una relación personal porque no es un Dios lejano.

Al comenzar esta catequesis conviene tener muy presente que no se trata de ver lo que "sabemos" de Dios, sino lo que "vivimos y sentimos" de El. Será necesaria una gran dosis de meditación para entrar dentro de sí mismo y ver lo que hay en el santuario del corazón; también hará falta el valor de la sinceridad para compartir con los hermanos las certezas y las dudas, los aciertos y las equivocaciones, la grandeza y la pequeñez que encierra cada uno en su vida.


 

Primera parte


Dios misericordioso

 

1. Introducción

No es fácil hablar de la propia experiencia de Dios. Por eso la tendencia es a "hablar" sobre El en lugar de "comunicar las propias vivencias". Para facilitar esto utilizamos, como ya lo hizo el pueblo de Dios, símbolos tomados de la naturaleza o de nuestra vida.


2. Trabajo en grupos

Os dividís en grupos de cuatro o cinco personas. Cada miembro elige el símbolo que mejor represente la idea y vivencia que tiene de Dios: un objeto, un fenómeno natural, una planta, un animal..., y lo explica.


3. Puesta en común

Reunidos de nuevo, cada grupo expone a los demás el resultado de su reflexión. Esto permitirá conocer la idea de Dios que tienen los miembros de la comunidad y el modo como viven lo que El representa.


4. La palabra de Dios

Divididos de nuevo en pequeños grupos, a ser posible cinco, se pasa a estudiar la imagen de Dios que aparece en el evangelio. Para esto nos centramos en Lc 15, donde aparecen tres parábolas:

El proceso a seguir con cada texto es:


5. Puesta en común

La palabra de Dios es rica en sugerencias y desconcertante. Todos los textos giran en torno a la misma idea: la de un Dios misericordioso que ama a los hombres como un padre a sus hijos. ¿Tiene esto que ver con las ideas aparecidas al reflexionar sobre los símbolos de Dios?


6. Acción de gracias

Terminamos dando gracias a Dios por la imagen gozosa y liberadora que nos ofrece. Puede hacerse por medio de oraciones espontáneas o por medio de una oración, como "Hoy, Señor, te damos gracias" (CLN 604), "Te damos gracias, Señor, de todo corazón" (CLN 532), etc.



Segunda parte

Cuando la salvación se hace historia


1. Introducción

 

2. Diálogo

Reflexionamos juntos sobre lo expuesto a partir de las siguientes preguntas:


3. La palabra de Dios

Por grupos vamos a reflexionar sobre los textos que siguen tratando de ver cómo Dios se compromete en la historia humana:

Jn 1,1-14: Dios se mete de lleno en la historia de los hombres...

Flp 2,5-11: ... siguiendo el camino de la humillación y de la renuncia...

Mt 13,31-33: ... y transformando así la realidad desde dentro.


4. Acción
' de gracias

Terminamos con un momento de oración para dar gracias a Dios por todo lo descubierto hasta ahora o manifestar los interrogantes e inquietudes que hayan surgido.


 

Tercera parte

La seguridad que Dios nos da


1.
Introducción

Dialogamos sobre los valores por los que el mundo se conduce y sobre nuestra propia escala de valores:


2.
La palabra de Dios

Por grupos, tratamos de encontrar el sentido de estos textos:

Gén 12,1-9: Vocación de Abrahán.

¿A qué debe renunciar Abrahán y qué debe aceptar en cambio?

Mt 6,19-34: Confianza en la Providencia.

¿Qué problema de fondo está planteando Jesús en este texto?

Mt 10,5-15: Los enviados.

¿En qué radica la eficacia del apóstol?


3.
Puesta en común

Después de leer el texto estudiado y explicar su sentido, pasamos a analizar nuestra vida a la luz de los mismos:


4. Síntesis

El hombre es un ser interiormente inseguro y trata de liberarse de este sentimiento apoyándose en falsas seguridades y divinizando las cosas. El creyente, por el contrario, sabe que sólo Dios puede salvar. Además, está convencido de que muchas veces Dios actúa a través de él en favor de sus hermanos.


5.
Canto final

Un pueblo que camina

Somos un pueblo que camina,
y juntos caminando podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas,
ciudad de eternidad.

1.-Somos un pueblo que camina,
que marcha por el mundo
buscando otra ciudad.
Somos errantes peregrinos
en busca de un destino,
destino de unidad.
Siempre seremos caminantes,
pues sólo caminando
podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas,
ciudad de eternidad.

2.-Sufren los hombres, mis hermanos,
buscando entre las piedras
la parte de su pan.
Sufren los hombres oprimidos,
los hombres que no tienen
ni paz ni libertad.
Sufren los hombres, mis hermanos,
mas tú vienes con ellos
y en ti alcanzarán
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas,
ciudad de eternidad.

3.-Danos valor para la lucha,
valor en las tristezas,
valor en nuestro afán.
Danos la luz de tu palabra,
que guíe nuestros pasos
en este caminar.
Marcha, Señor, junto a nosotros,
pues sólo en tu presencia
podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas,
ciudad de eternidad.

4.-Dura se hace nuestra marcha,
andando entre las sombras
de tanta oscuridad.
Todos los cuerpos, desgastados,
ya sienten el cansancio
de tanto caminar.

Pero tenemos la esperanza
de que nuestras fatigas
al fin alcanzarán
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas,
ciudad de eternidad.

(MATEU)


 

Cuarta parte

Padre nuestro, que estás en los cielos

1. Introducción

Hablamos sobre el lugar que ocupa la oración en nuestra vida.


2. La palabra de Dios

Por grupos, estudiamos los siguientes textos, buscando respuesta a la pregunta que acompaña a cada uno:

Mt 6,5-15: ¿Cómo debe ser nuestra oración? Mt 26,36-46: ¿Cómo era la oración de Jesús?

He 2,42-47: ¿Qué lugar ocupaba la oración en la vida de la primera comunidad cristiana?

3. Puesta en común

Tras presentar cada grupo el resultado de su reflexión, nos planteamos la siguiente pregunta:

A la luz del testimonio de Cristo y de la primera comunidad cristiana, ¿qué debemos corregir en nuestra vida para intensificar nuestra vida de oración?


4. Síntesis

El pueblo de Israel oraba a Dios con los salmos. La Iglesia siguió esta costumbre y lo sigue haciendo. Ellos constituyen la mayor parte de lo que se llama Liturgia de las Horas.


5. Oración final

Terminamos rezando o cantando el padrenuestro.


 

Documentación


1. Las parábolas de la misericordia

Las parábolas que hablan de la misericordia de Dios son las que más propiamente contienen la buena noticia. No se limitan a decir que ha llegado el Salvador, sino que añaden: Jesús ha venido para salvar a los pecadores. Su nota característica es que están dirigidas no a los pecadores, sino a los escribas y fariseos, es decir, a los adversarios de Jesús que se creían justos y, por tanto, no necesitaban la salvación. Esto quiere decir que no son propiamente una presentación del evangelio, de la buena noticia, sino un ataque a aquellos a los que parece molestar que Dios tenga predilección por los pecadores y se escandalizan de que Jesús, su enviado, se siente a la mesa con ellos. Lo cual no significa que los enemigos hayan sido rechazados: la puerta está abierta por si quieren entrar al banquete.

En sus palabras, Jesús resalta tres cosas: en primer lugar hace ver que los publicanos están más cerca de Dios que los piadosos, porque, si bien es cierto que desobedecieron los mandamientos, también es cierto que se han arrepentido y han hecho penitencia. El prototipo de éstos será la pecadora arrepentida que lava con lágrimas los pies de Jesús (Lc 7,36-50). Esta mujer está muy agradecida porque es mucho lo que se la ha perdonado. Simón, el fariseo que lo había invitado a comer, no sabe lo que es el agradecimiento a Dios, porque se siente justo ante El.

En segundo lugar, Jesús va a intentar que los adversarios de la buena noticia, es decir, los que se resisten a creer que Dios va a tener debilidad por los pecadores, se miren a ellos mismos. No son tan perfectos como creen. Se lo hará ver cuando le traen a una adúltera para que la condene (Jn 8,1-11).

Lo tercero que Jesús resalta, y una de las cosas más importantes, es que la misericordia de Dios hacia los pecadores es actualizada en sus comportamientos frente a las personas concretas. Jesús está justificando ante ellos este modo de proceder y al mismo tiempo está mostrando cómo el amor misericordioso de Dios se ha encamado en su vida y en su persona.

Las tres parábolas que estudiamos en esta primera parte del tema vienen a presentarnos un Dios que quiere que todos los hombres se salven, incluso aquellos a quienes les molesta que al final todos se sienten en la misma mesa; Dios quiere la salvación de los que se han perdido, pues le pertenecen. Dios goza perdonando. Así de incomprensible es su misericordia. (Resumen de JOAQUÍN JEREMIAS, Las parábolas de Jesús III, 2.)


2.
La fe y la vida

Con frecuencia se oye la queja de que muchos creyentes no viven de acuerdo con la fe que profesan. Parece como si se hubiera establecido una división en el interior de los hombres separando el mundo de las ideas del mundo de las vivencias, las verdades en las que se cree y las obras que se practican.

En el origen de esto, con frecuencia, hay que buscar una malformación religiosa que ha hecho consistir la fe en la aceptación de unas ideas o verdades, dejando en segundo plano la adopción de unas actitudes vitales. Sin embargo, no fue así en la historia de Israel y de los primeros cristianos. Ellos primero vivían y sólo más tarde, en la oración y en la meditación, llegaban a unas conclusiones, elaboraban unas verdades, las cuales, por otra parte, siempre tenían que ver con la vida. Dios se sirvió de este método para irse dando a conocer a los hombres. Y todavía lo sigue haciendo hoy.

Creer hoy en la encarnación del Verbo no es aceptar que, hace unos dos mil años, Dios se hizo hombre. Eso es fácil y no compromete a nada. Creer hoy es aceptar que Dios sigue encarnándose y saliendo a mi encuentro en el que tiene hambre y sed, en el enfermo, en el desnudo, en el marginado, en el parado..., en los pobres, menospreciados y débiles de la sociedad. Para creer en la resurrección no basta con admitir que Jesús resucitó al tercer día; es necesario además vivir convencido de que el amor es más fuerte que el odio, de que la paz y el entendimiento entre los hombres es posible a pesar de la violencia, de que jamás se debe perder la esperanza por muy mal que vayan las cosas...

Desde el momento en que el Verbo se hizo carne asumiendo la realidad humana, todo lo humano quedó dignificado, y la historia fue definitivamente el lugar de la acción de Dios y de su comunicación con los hombres. Tarea de los creyentes será descubrir esa presencia y esa voz de Dios en la vida personal y colectiva.


3.
El zorro mutilado

Un hombre que paseaba por el bosque, vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro.

Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. El comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios, y se dijo a sí mismo: "Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito".

Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía nada, y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una voz que le decía: "¡Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado".

Por la calle vi a una niña aterida y tiritando de frío dentro de su ligero vestidito y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente. Me encolericé y le dije a Dios: "¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo?"

Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero aquella noche, de improviso, me respondió: "Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti".

(ANTHONY DE MELLO)


4. La oración de Jesús

En los evangelios encontramos indicios de que Jesús seguía las costumbres judías de orar tres veces al día: al salir el sol, en el momento de la ofrenda del sacrificio en el templo (hacia las tres de la tarde) y antes de irse a dormir. Pero también tenemos indicios de algo muy importante: Jesús no se conforma con esto, sino que rompe con las costumbres religiosas de su época.

1. No se contenta con la piadosa costumbre de rezar tres veces al día, sino que dedica otros momentos a la misma: se retira de madrugada o durante la noche, lo hace en un descampado o en el monte. La oración es para Jesús algo muy metido en su existencia. Sobrepasa lo oficial con la entrega personal a la comunicación con el Padre.

2. Jesús separa la oración del marco litúrgico de la lengua sagrada para insertarla en medio de la vida, en el ambiente cotidiano. Los judíos recitaban sus oraciones en hebreo, que era la lengua sagrada. Jesús enseña a sus discípulos el padrenuestro en la lengua común.

La diferencia de la oración de Jesús con la oración oficial no se limita al modo de conectarla con la vida diaria. Jesús introduce además un nuevo contenido.

a) Los judíos recitaban tres veces al día el "Shema":

"Escucha (en hebreo `shema'), Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las inculcarás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado" (Dt 6,4-7).

Era costumbre que los discípulos pidiesen a sus maestros una oración que fuera propia del grupo. A Jesús también se la piden (Lc 11,1) y El les enseña el padrenuestro.

La Iglesia primitiva utilizará esta oración en lugar del "shema" las tres veces de la oración diaria.

b) Jesús habla con el Padre con la sencillez, el cariño y la seguridad del hijo hacia su padre. La característica de esta actitud es que se ve dominada por el sentimiento de gratitud. En su oración predomina, por consiguiente, la acción de gracias.

(Resumen de JOAQUÍN JEREMIAS, Abba 1, 3, 2a.)