Nuestro
pueblo tiene hambre de la Palabra de Dios. Desde que la Biblia está en sus
manos, algo nuevo está brotando en el corazón del pueblo. La fe y la realidad
se han puesto en contacto con la Biblia, y ello ha abierto nuevos horizontes
insospechados de esperanza. La Biblia es ya para muchas personas y muchas
comunidades una Buena Noticia que les llena de alegría: les da razón de ser a
sus vidas.
Es
relativamente fácil comenzar a usar la Biblia y aun entusiasmarse con ella.
Pero a la larga la cuesta arriba se hace muy empinada. Se acaba el primer
entusiasmo; no se sabe cómo seguir. Muchos quedan estancados o se dejan de
nuevo rodar hacia abajo, quizás más hundidos que cuando empezaron. Otros no
encuentran más camino
por donde encauzar sus fervores que el del fanatismo. En estos momentos
tan difíciles, normalmente todos se quejan de que no hay quién les dé la mano
de una manera efectiva. A veces, en medio de su dolor, sólo reciben golpes.
El
proceso de formación bíblica de nuestro pueblo es algo tan serio que no puede
dejarse marginado o en manos de la improvisación y el espontaneismo. Lo mismo
que existe una sabiduría popular acerca del cultivo del campo, también existe
una sabiduría bíblica, que hay que saber hacerla popular. Según Jesús, el
Padre Dios hace entender "estas cosas" a "la gente sencilla"
(Mt 11,25). Pero ello no quiere decir que prometa su ayuda a los ociosos. Hay
que prepararse para poder entender cada vez mejor lo que Dios quiere decirnos en
cada pasaje de la Biblia. No podemos arriesgarnos a manosear la Palabra de Dios,
haciéndole decir lo que no quiere decir. Nada más repugnante que ello. Con
todo respeto y sinceridad nos hemos de acercar a la Biblia. Y para tratarla como
se debe, hemos de usar todos los medios a nuestro alcance.
La
Biblia es como un monte o selva grande en el que se esconden muchos tesoros. El
que se adentra sin guía en la espesura del monte probablemente se perderá, no
sabrá por dónde seguir y no encontrará nada de provecho. Para aprender a
encontrar los tesoros bíblicos es necesario la ayuda de personas que conozcan
bien a la Biblia y al pueblo. Su ayuda es cada vez más necesaria.
Al
pueblo generalmente le sucede lo que le pasó a aquel etíope de los Hechos de
los Apóstoles. Tiene la mejor voluntad del mundo, queriendo recibir el mensaje
de Dios, pero muchas veces no hay quién se lo explique (ver
Hch. 8,26-39). La corteza del coco brasileño es dura, pero dentro de
este cascarón tan duro oculta agua fresca y sabrosa que mata la sed del
peregrino cansado. Así es la Palabra de Dios. Pero hay que aprender a abrirla y
sacarle toda su frescura reconfortante.
I
- LA BIBLIA, UN LIBRO QUE TIENE SU HISTORIA
La
Biblia no cayó del cielo ya terminada. Fue haciéndose poco a poco a partir de
la vida real de un pueblo especial, formado por Dios: los israelitas. Ellos,
como “pueblo de Dios”' buscaban conocer a Dios y vivir según El. La Biblia
no es sino la historia escrita de esta vivencia maravillosa. Es el testimonio
vivo del amor entre Dios y su pueblo.
La
cumbre la Biblia es Jesucristo, imagen viva de Dios. El Antiguo Testamento no es
sino el camino para poder llegar a Jesús. El nuevo describe diversas
experiencias históricas de encuentros comunitarios con Jesús.
1.
QUIEN ESCRIBIO LA BIBLIA
En
primer lugar aclaremos que la palabra BIBLIA proviene del nombre que dieron los
griegos a una ciudad fenicia, situada al norte de Beirut, porque ella era el
centro de comercialización del papiro (el papel de la antigüedad). Los griegos
la llamaron BIBLOS (“libro”, en su idioma). BIBLIA es un plural que en su
lengua común significa “libros”. Y así es en realidad. Se trata de una
pequeña Biblioteca, formada por 73 libros.
Como
es natural, la Biblia no fue escrita por una única persona. Muchas personas de
diversas épocas y culturas la fueron escribiendo poco a poco. Entre ellos hubo
ricos y pobres, campesinos y pastores, gente instruida y gente sencilla que sólo
sabía contar historias, profetas, sacerdotes y reyes. Eran hombres y mujeres
como nosotros, de todas las clases
sociales, pero todos unidos por la fe en el mismo Dios, y el deseo de
vivir como hermanos según el deseo de su Dios. Todos dieron su colaboración,
cada uno a su manera y estilo.
La
mayor parte de ellos no tenían conciencia de estar hablando o escribiendo
Palabra de Dios. Ellos tan sólo buscaban prestar un servicio a sus hermanos en
nombre de Dios. Algunos llegaron a escribir ellos mismos sus propias palabras al
pueblo. Otros no sabían escribir; sólo sabían hablar y animar la fe por su
propio testimonio. Sus palabras fueron transmitidas oralmente, de boca en boca,
durante muchos años, hasta que otras personas decidieron fijarlas por escrito.
Hay
libros de la Biblia escritos por una sola persona. Algunos fueron redactados
entre varios autores, en algunos casos hasta de épocas diferentes, como por
ejemplo el libro de Isaías. Algunos textos más antiguos fueron desarrollados y
reelaborados más de una vez, como el comienzo del Génesis.
En
algunos casos el libro no está escrito por quien dice estar escrito: el autor
usó un nombre célebre para así dar importancia a su obra, como por ejemplo,
la segunda carta de Pedro, que fue redactada por un discípulo suyo.
Las
palabras de todos estos hombres y mujeres contribuyeron decididamente a formar y
organizar el Pueblo de Dios. Sus escritos nacieron de la voluntad de este pueblo
por ser fiel a Dios y a sí mismo y de su preocupación de transmitir a los demás
este mismo deseo de fidelidad.
2.
CUANDO FUE ESCRITA LA BIBLIA
Se
escribió aproximadamente durante algo más de mil años. Empezó alrededor del
año 1250 antes de Cristo y se acabó unos cien años después del nacimiento de
Cristo: total unos 1350 años.
Es
bien difícil saber cuándo se empezó a escribir, porque las partes más
antiguas antes de ser escritas fueron narradas y contadas oralmente en el pueblo
de Israel. Los pueblos antiguos acostumbraban repetir de memoria en sus
reuniones y celebraciones largas recitaciones sobre acontecimientos pasados o
historias poéticas. Y antes de ser recitadas fueron vividas por muchas
generaciones que se esforzaron en ser fieles a Dios y organizar la vida de
acuerdo a la justicia.
Como
hoy aprendemos las letras de las canciones, así ellos se aprendían las
historias, las leyes, las profecías, los salmos, los proverbios y muchas otras
cosas, que después fueron escritas en la Biblia.
3.
DONDE FUE ESCRITA LA BIBLIA
No
fue escrita en un solo lugar, sino en muchos lugares diferentes. La mayor parte
del Antiguo Testamento fue escrita en Palestina, tierra del pueblo de Dios,
donde Jesús vivió y donde nació la Iglesia. Algunas partes del Antiguo
Testamento fueron escritas en Babilonia,
donde el pueblo estuvo desterrado en el siglo VI antes de Cristo. Otras
partes del Antiguo Testamento fueron escritas en Egipto, donde emigró mucha
gente después
del destierro.
El
Nuevo Testamento tiene partes que fueron escritas en Siria y Asia Menor (hoy
Turquía), en Grecia y en Italia, donde existían comunidades fundadas y
visitadas por San Pablo.
Las
costumbres, la cultura, la religión, la situación económica, social y política
de todos esos pueblos influyeron en la forma como la Biblia presenta el mensaje
de Dios a los hombres.
4.
EN QUE IDIOMA FUE ESCRITA LA BIBLIA
La
Biblia fue escrita en tres lenguas diferentes. La mayor parte del Antiguo
Testamento fue escrito en hebreo, la lengua que se hablaba en Israel antes del
destierro. Después del destierro el pueblo comenzó a hablar el arameo; pero la
Biblia seguía escrita y leída en hebreo. Por esto mucha gente ya no entendía
la Biblia, y se crearon escuelas en todos los pueblos. Jesús de chiquito
seguramente frecuentó la escuela de Nazaret, para aprender el hebreo, y así
entender la Biblia. Sólo una pequeña parte del Antiguo Testamento fue escrita
en arameo.
Unos
pocos libros del Antiguo Testamento (el libro de la Sabiduría, el 2 Macabeos y
algunos fragmentos de otros libros) y todo el Nuevo Testamento (excepto el
primer original de Mateo) fueron escritos en griego. El griego era la lengua del
comercio, que se extendió por todo el mundo después de las conquistas de
Alejandro Magno en el siglo IV antes de Cristo.
En tiempo de Jesús el pueblo hablaba arameo en casa, usaba el hebreo en
la lectura de la Biblia y el griego en el comercio y en la política. En ese
tiempo sólo existía el Antiguo Testamento. El Nuevo estaba siendo vivido y
preparado.
Los
judíos que después del destierro habían emigrado de Palestina a Egipto fueron
olvidando la lengua materna; ya no entendían el hebreo ni el arameo; solo
entendían el griego que se hablaba en Egipto. Por eso en el siglo III antes de
Cristo un grupo de setenta sabios resolvió traducir el Antiguo Testamento del
hebreo al griego. Fue la primera traducción de la Biblia, que se llamó la de
los setenta (LXX).
Cuando
después de la muerte y resurrección de Jesús, los Apóstoles salieron de
Palestina para predicar el Evangelio a los otros pueblos que hablaban el griego,
adoptaron la traducción griega de los setenta y la difundieron por el mundo. En
la época en que fue hecha la traducción de los setenta, la lista de los libros
Sagrados aun no estaba concluida.
Recién
a finales del siglo I de nuestra era (90-95), después de una larga y cruel
persecución, reunidos los judíos en Jamnia, fijaron ellos el canon de sus
Sagradas Escrituras, dejando fuera los libros que no fueron escritos en hebreo
La
diferencia entre la Biblia de los protestantes y la Biblia de los católicos está
en que ellos prefirieron la lista más corta de la Biblia hebrea, mientras que
los católicos, siguiendo el ejemplo de los Apóstoles, adoptaron la lista más
amplia de la traducción griega de los setenta.
La
Biblia de los protestantes tienen siete libros menos: Tobías, Judit, Baruc,
Eclesiástico, Sabiduría, 1 y 2 Macabeos y algunas partes del libro de
Daniel y del libro de Ester. Estos siete libros reciben el nombre de
“deutero canónicos”, es decir, de la segunda (deutero) lista (canon).
5.
LAS EPOCAS PRINCIPALES EN LAS QUE SE ESCRIBIO LA BIBLIA
La
mayor parte de los escritos que hoy componen la Biblia se escribieron en épocas
de crisis y de transición del pueblo de Israel. En los momentos difíciles se
intensificaba la reflexión sobre el pasado en busca de su identidad, queriendo
así ser fieles a su ser de Pueblo de Dios, de modo que pudiese ayudarles a
revitalizar y comunicar esa conciencia. Así se explican, en gran parte, las
contradicciones, las repeticiones y aún las inexactitudes históricas o
culturales; es que el interés principal de los escritos no era la exactitud
fotográfica.
Los
escritos eran como puentes construidos sobre la corriente de la vida del pueblo.
Pero la corriente de la vida no se detiene bajo del puente de las reflexiones
que los hombres construyen sobre ella. Los escritos fueron naciendo
ocasionalmente, según caminaba la corriente de la vida, precisamente en los
momentos más difíciles de ella, para poder observar mejor la dirección de la
corriente e ir entendiendo el rumbo que tomaba. Así se volvía cada vez más
claro y transparente el designio de Dios en la historia del pueblo y crecía en
él la conciencia de que estaban en la mano de Dios, movidos por El para un
futuro cierto.
Estas
épocas principales en las que se fijó por escrito la vida y la fe del pueblo
del Antiguo Testamento
fueron las siguientes:
1.
Reinados de David y Salomón (100-940), que marcó la transición de la
confederación de tribus al gobierno monárquico y el lento paso de la vida nómada
a la sedentaria agrícola.
2.
Reinado de Ezequías (716 - 687), marcado por la crisis del reino de Judá,
después de la separación de Samaría en el 722, que provocó un movimiento
general de reformas.
3.
El tiempo alrededor del destierro en Babilonia (587 - 538). Fue la peor crisis
de su historia. El pueblo perdió todos los apoyos tradicionales de su fe y se
vio obligado a reelaborar su fe según su nueva realidad. Precisamente por ello
fue la época de más rica elaboración literaria. En estos años se hace la
redacción definitiva de las tradiciones orales ya seculares.
Hay
también otros espacios de tiempo en crisis, donde también se escribieron otros
libros de la Biblia, como por ejemplo la época de la persecución de Antíoco
IV, durante el siglo II a.C.
Algo
parecido pasó también con el Nuevo Testamento. Hay como dos núcleos de
escritos que se escriben alrededor de la destrucción del templo de Jerusalén
en el año 70 y durante la persecución de Domiciano alrededor del 90.
Es
curioso que los dos grupos más fuertes de escritos, tanto del Antiguo como del
Nuevo Testamento, se redactaron alrededor de las dos destrucciones del templo de
Jerusalén.
6.
EL MARCO HISTORICO DE CADA PASAJE
Dios,
como buen pedagogo que es, fue inspirando cada pasaje bíblico como respuesta a
los problemas concretos que tenía el pueblo en cada época, dándole así luz y
fuerzas para superarlos. Por ello es importante conocer los problemas de cada época
para poder captar mejor qué mensaje le estaba dando Dios entonces. Sólo así,
conociendo la realidad y el mensaje de entonces, podremos comprendes mejor qué
es lo que Dios quiere decirnos a nosotros en nuestra realidad actual. Conociendo
las costumbres, la cultura, la forma de hablar, la realidad política, económica
y social del tiempo en que se escribió cada pasaje bíblico, es más fácil
entender el mensaje que les quiso dar Dios; y, por consiguiente, el mensaje que
nos quiere dar también hoy a nosotros.
Aislar,
en cambio, cada pasaje bíblico del marco histórico en que fue escrito, es el
camino proclive para manipular la Biblia y hacerle decir lo que de ninguna
manera ella quiere decir. Prescindir del marco histórico es peligroso… Si
queremos ser honrados frente a la Biblia no podemos interpretar la Biblia según
nuestro capricho, sin tener en cuenta la realidad del tiempo en que se escribió.
La Biblia no es ningún cajón de sastre o un botiquín, en el que se busca con
los ojos cerrados cualquier píldora que cure mágicamente los problemas.
No
siempre es imprescindible conocer el marco histórico. Hay pasajes que se
entienden por sí mismos, sin necesidad de ninguna explicación especial. Pero
hay otros que sin conocer la cultura o los problemas de entonces se llega a
captar muy poco de su mensaje o lo entendemos distorsionadamente.
Leemos,
por ejemplo, en el Apocalipsis, que el Cordero tiene siete cuernos (Ap 5,6). El
significado simbólico de tener cuernos es muy distinto en la actualidad que en
la antigüedad. La ciencia bíblica tiene que explicarnos que en aquel entonces
los cuernos eran símbolo del poder. De ninguna manera podremos decir que Jesús
resucitado tiene cuernos en el sentido que se entiende hoy. En aquel entonces
quería decir este pasaje que Jesús resucitado tiene todo el poder en sus
manos.
Los
Hechos cuentan que Pedro se hospedó largamente en casa de un curtidor de pieles
llamado Simón (Hch 9,42). Este simple hecho no tiene ningún mensaje para
nosotros si no sabemos que entre los judíos el curtidor de pieles era sumamente
despreciado por ejercitar un oficio impuro. Jamás un fariseo entraría en casa
de un curtidor. Sabiendo este dato, nos damos cuenta que el pasaje está
subrayando que para Pedro, como seguidor de Jesús, ya no existe ningún tipo de
oficio impuro.
Hemos
de aprender, pues, a respetar el mensaje bíblico, esforzándonos por conocer la
cultura y los problemas del tiempo en que fue escrita cada parte de la Biblia.
Es éste un esfuerzo que hemos de ir realizando poco a poco, sin tensiones ni
desánimos. Para ello nos será muy útil la lectura de las notas de cada
Biblia. Y el esfuerzo por leer algunos libros o folletos y por asistir a
cursillos bíblicos.
La
Biblia es ciertamente para los pobres. Pero no para los ociosos. El que no
quiera trabajar la Biblia no podrá gustar la Palabra de Dios…
En
el capítulo siguiente nos detendremos con más tranquilidad a ver el tema de
los géneros literarios, que son parte del marco histórico, pero que, por su
importancia, le damos más amplitud.
7.
REVELACION PROGRESIVA
Además
del marco histórico, hay que tener en cuenta también el proceso de la Revelación
progresiva. Dios no se dio a conocer a sí mismo de una sola vez; poco a poco
fue dándose a conocer, según la capacidad de comprensión de su pueblo. Y lo
mismo puede decirse respecto del modo de vida que iba pidiéndoles. Dios, como
buen Padre, se adapta a la manera de ser y de entender de sus hijos, y a partir
de su realidad les va haciendo caminar poco a poco hacia El.
Dios
sabe de dónde parte y a dónde quiere llegar. Y en este caminar sabe ir
lentamente al paso de sus hijos, corrigiéndolos y animándolos, pero respetando
siempre la libertad que les confirió desde el principio. Por ello es tan
importante discernir a quiénes y en qué momento de sus vidas dirigió cada
palabra suya. Dios no es cuadriculado. Se adapta con amor y respeto a cada
circunstancia. Por eso no se pueden sacar recetas de sus Palabras. El no da
soluciones rigoristas. La Biblia no se puede tomar como recetario en el que
buscar soluciones fáciles a nuestros múltiples problemas.
Para
entender siquiera un poco la voluntad de Dios sobre algún problema importante
de nuestras vidas es necesario echar una ojeada a todo el proceso de revelación
bíblica acerca del asunto propuesto. La Biblia se explica con la Biblia. No se
puede sacar un texto bíblico de su ambiente histórico y del proceso de
revelación en el que se produjo. Todo está entrelazado entre sí, apoyado en
la revelación anterior y como base de los pasos que le siguen. Cada pasaje
forma parte del engranaje de una inmensa fábrica, cuyo fin es producir la luz y
la fuerza de la Palabra de Dios. Pero si apartamos una pieza del engranaje de la
cadena de la revelación, por mucho brillo que se le saque, aunque le pongamos
de adorno en un florero en la mesa central, jamás podrá producir
la luz y la fuerza que estaba llamada a generar.
Nadie
puede conocer a una persona si la mira sólo a través de un tubo estrecho. Vería
únicamente la nariz o un dedo. Sería injusto decir que esa persona es sólo
nariz porque sólo eso ha visto. Hay que mirar a la persona completa para poder
decir que se la conoce. Lo mismo pasa con la Biblia. Por una cita aislada no se
puede decir que se conoce la voluntad de Dios. Hay que saber mirar el horizonte
de la revelación con amplitud, desde el comienzo hasta el final.
Debemos
ir conociendo el orden en que se fue escribiendo la Biblia, de modo que podamos
distinguir qué profeta fue antes o después del otro, o qué parte de los
libros históricos se hizo antes que la otra. Así sabremos respetar la pedagogía
de Dios, que fue dando su revelación poco a poco, según las entendederas de su
pueblo. Una lección se apoya en la otra, y no da lo mismo verlas en cualquier
orden.
Es
útil, por ejemplo, al hablar de la dignidad de la pareja humana, saber que
primero se escribió Génesis 2, en el que se afirma que la mujer es semejante
en su dignidad al varón; y cuatro siglos más tarde, después de pasar por el
mensaje de los profetas, se escribió Génesis 1, en el que ya se afirma que los
dos, varón y mujer, se asemejan por igual a Dios. Para entender el proceso de
dignificación de la mujer realizado en la Biblia es necesario ver los pasajes
sobre este tema en el orden en que fueron revelados y cotejándolos con la
mentalidad de cada época. Y así sucede con cualquier otro tema.
La Biblia, así, en todo su proceso, con Jesús como centro y meta, tiene que llegar a ser espejo de nuestras vidas. Es el mismo espejo en el que se miraron nuestros antepasados en la fe. Nosotros ahora intentamos vernos en él, iluminados por el mismo sol de la fe que les alumbró a ellos.