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Jacob y Esaú:
Dios no apoya la rivalidad, sino la unión entre hermanos

 

CATEQUISTA-AUDIO   - TEMA EN PPS

Texto: Gén 32,4-13. 23-32

Palabra central: HERMANOS UNIDOS

 


1. Leer el texto y contarlo hasta entenderlo bien.

2. Aclaraciones sobre el texto

Jacob se había portado mal con su hermano Esaú, pues le había engañado para robarle sus derechos. Lo mismo hizo con su padre. Tuvo que irse lejos. Y después de mucho, al volver, tiene miedo de la venganza de su hermano. Por eso le pide al Dios de sus padres que le dé fuerzas para poder vencer a su hermano, al que reconocía más fuerte que él.

Manda a su familia por delante y antes de entrar en su tierra se queda luchando con Dios durante una noche para que le fortalezca. Quiere conocer el nombre de Dios para poder convencerlo. Pero Dios le golpea de forma que lo deja rengo, o sea, físicamente más débil que antes, pero con una fuerza interior nueva con la que pueda reconciliarse con su hermano. Por eso le pone un nombre nuevo: Israel, que significa “fuerza de Dios”. 

Le debilita en las fuerzas físicas, que él quería emplear contra su hermano, pero le fortalece en unas fuerzas nuevas que capacitan para el perdón y la unión de hermanos. El Dios de sus padres, siendo fiel a sus promesas, no estaba dispuesto a que Jacob estropeara con violencias sus planes de bendición familiar...

A aquel lugar en el que Dios cambió sus planes, Jacob lo llamó “cara de Dios”, porque en él había entendido mejor los proyectos del Dios de sus padres. Su hermano dejará de ser un peligro, pero no derrotándolo con violencia, sino abrazándolo. Su ingle herida le ayudó a recorrer los caminos de Dios. Ahora se vuelve humilde y por ello recompensa con creces las faltas cometidas contra su hermano. Así acaban uniéndose aquellas dos familias de hermanos tan largamente enemistados.

Muchas veces Dios tiene que golpear nuestra loca insistencia en el orgullo y la violencia, para que nos decidamos a marchar por sus caminos de reconciliación fraterna.

Aquel nuevo Dios se muestra digno de confianza, ya que busca siempre la felicidad de la familia, no le gusta que se haga daño a los hijos y sólo ayuda a la reconciliación familiar, sin colaborar jamás con los chismes y las discordias familiares.

Nuestras catequesis deben comenzar también insistiendo en la confianza en Dios dentro del ambiente de la felicidad familiar. Dios vive en el corazón de cada familia: se alegra con todo lo que sea unidad familiar y se entristece con todo lo que lleve a la desunión.

3. Dialogar sobre el texto

El o la catequista deben seleccionar de antemano las preguntas que cree se adaptan mejor a sus jóvenes, y quizás también confeccionar algunas nuevas.

a)   ¿También nosotros a veces pedimos a Dios que nos ayude para triunfar con violencia en contra de un hermano? ¿Tenemos miedos y prejuicios contra algunos de ellos? ¿Queremos discutir y pelear, en vez de buscar reconciliarnos?

b)   ¿Buscamos triunfar a base de engaños y violencias? ¿Cuántas veces hemos fracasado por culpa de ello?

c)   ¿Qué nos enseña este texto sobre la manera de ser y comportarse Dios?

d)   ¿Por qué a Dios no le gusta la lucha entre hermanos, sino el perdón y la amistad?

e)   ¿Tenemos experiencias de reconciliación familiar cuando buscamos ayuda en Dios?

f)   Proponer acercarnos y dialogar con algún familiar con el que estamos enemistados.

4. Orar el mensaje: Actos de fe en la ayuda de Dios para reconciliarnos, perdón y gracias:

·     Creemos que a Dios no le gusta la pelea entre hermanos.

·     Creemos que a Dios le gusta vernos unidos.

·     Perdón, Papá Dios, porque con frecuencia usamos el desprecio y la violencia en contra de nuestros hermanos.

·     Te rogamos que nos enseñes a reconciliarnos con humildad y respeto.

·     Gracias por las ayudas que nos damos como hermanos.

5. Despedida abrazándonos todos como hermanos.