LA COLABORACIÓN ENTRE
INSTITUTOS PARA LA FORMACIÓN

Congregación para los Institutos de Vida Consagrada
y las Sociedades de Vida Apostólica



II

COLABORACIÓN EN LAS DIVERSAS FASES DE LA FORMACIÓN
La preparación para el noviciado
El noviciado
La formación de los profesos temporales
La formación permanente


II

COLABORACIÓN EN LAS DIVERSAS FASES DE LA FORMACIÓN

12. Las iniciativas de colaboración se colocan en el campo de la formación religiosa en sus diversas fases. Pueden referirse a la formación inicial: preparación para el noviciado, formación de los novicios y de las novicias, formación de los religiosos y de las religiosas de votos temporales, formación de los candidatos a los ministerios ordenados, y a la formación permanente.

Los servicios los organizan las Conferencias de los superiores o de las superioras mayores, o un grupo de Superiores o Superioras Mayores, que detentan la última responsabilidad. Será cuidado suyo informar a esta Congregación sobre la vida y las actividades desarrolladas por el centro.

La organización de los programas debe ofrecer una ayuda eficaz a la formación doctrinal y al crecimiento vocacional de los alumnos, según los criterios indicados por el Derecho Canónico[48] y las normas complementarias emanadas por las instancias competentes.

Los cursos se fundarán sobre el Misterio de Cristo[49] y se desarrollarán gradualmente y atendiendo a las personas y a las culturas. Propondrán a los alumnos la teología de la vida consagrada y ayudarán a profundizar el sentido « de aquella única caridad eclesial que compromete a todos al servicio de la comunión orgánica --carismática y al mismo tiempo jerárquicamente estructurada-- de todo el pueblo de Dios ».[50]

La preparación para el noviciado

El noviciado

La formación de los profesos temporales

La formación permanente

La preparación para el noviciado

13. Dada la diversidad de la experiencia humana y de la formación religiosa de los candidatos, la preparación para el noviciado, en las actuales circunstancias socio-culturales, se revela cada vez más necesaria y comprometedora.[51] Las iniciativas intercongregacionales ofrezcan a los candidatos de los diversos institutos programas que afronten, con competencia y solidez, los contenidos fundamentales de la formación humana y cristiana, de modo que se promueva la formación integral y se puedan colmar posibles lagunas. Es necesario también que los mismos formadores puedan utilizar programas específicos para iniciar a la vida religiosa y aplicar instrumentos y criterios para un atento discernimiento vocacional. Este servicio es particularmente útil para los formadores y las formadoras que trabajan en culturas distintas de la propia o acompañan a candidatos de diversas culturas.

El noviciado

14. El noviciado constituye una fase formativa fundamental y delicada.[52] En ella la joven o el joven inicia el camino de la propia identidad vocacional en la vida religiosa.[53] Tiene como finalidad formar adecuadamente al novicio o a la novicia en el espíritu y en la práctica de la vocación específica del propio instituto, y sopesar ulteriormente las motivaciones de la elección vocacional, el compromiso espiritual y la necesaria idoneidad. En cada instituto esta fase requiere un acompañamiento personalizado, atento al crecimiento de cada novicio o novicia, un clima formativo evangélico, sereno, rico en valores, sostenido por el testimonio gozoso de los formadores y de la comunidad, alimentado por la experiencia auténtica y profunda del carisma fundacional.[54]

Donde las circunstancias lo aconsejen, un programa intercongregacional puede contribuir a la adecuada formación doctrinal de los que inician la formación a la vida consagrada, ayudándolos a definirse a sí mismos como miembros de la Iglesia misterio-comunión y misión y a actuar como tales desarrollando, en la confrontación y en el intercambio, actitudes de corresponsabilidad fraterna. Pero tengamos presente que « se puede hablar de "cursos intercongregacionales para novicios" o para novicias, distintos entre sí, pero no se puede hablar de "Noviciado intercongregacional" ».[55]

15. La colaboración entre institutos, en la fase del noviciado, pertenece a la categoría de los « servicios complementarios ». En la colaboración no entra la creación de los llamados « noviciados intercongregacionales », que comportarían para los novicios y las novicias el vivir en la misma comunidad. En realidad esto no corresponde a la especificidad propia del inicio de la vida religiosa, la cual debe introducir a lo que caracteriza el patrimonio de cada instituto. Por lo mismo, cada instituto debe tener su propio noviciado.

16. Al organizar esos « servicios complementarios » téngase presente lo siguiente:

a) La necesaria sintonía entre los cursos ofrecidos por el centro y el proceso de iniciación a la vida religiosa de cada instituto, requiere, como oportuna, si no necesaria, la presencia de los maestros y de las maestras de noviciado en los cursos, para ayudar a los novicios o a las novicias a la integración de los contenidos.

b) El programa ha de ofrecer cursos fundamentales sobre diferentes temas, de tal modo que los institutos puedan elegir los que completan la formación impartida por ellos mismos. El programa debe estar bien estructurado y ser armónico, comprender elementos fundamentales de Sagrada Escritura, teología espiritual, teología moral, eclesiología, teología y derecho de la vida religiosa --en particular, de cada uno de los consejos evangélicos--, liturgia, como también conceptos fundamentales de antropología y psicología, que den al sujeto, al principio de su camino formativo, la posibilidad de conocerse mejor, particularmente en las áreas más necesitadas de formación.[56] Todas las temáticas deberán profundizarse en función formativa.

c) Durante el noviciado los cursos no sean distribuidos con frecuencia e intensidad tales que obstaculicen la finalidad propia de esta fase de la formación.[57] Realícense evitando la permanencia fuera del noviciado. En el caso de que, por este motivo, las novicias o los novicios tuvieran que ir a otro lugar, por breves períodos y esporádicamente, el superior o superiora mayor aténgase a los cánones 647 SS 2, 648 SS 1 y 3, y 649 SS 1.

d) Hay que favorecer, además, el conocimiento de los respectivos institutos religiosos, de los Fundadores y de las Fundadoras y de las diversas espiritualidades. En efecto, el intercambio fraterno ayuda a hacer que madure un aprecio más vivo de la propia originalidad fundacional, a descubrir el valor de cada fundador en el conjunto de la misión de la Iglesia, a promover la colaboración y una mentalidad de comunión.[58]

e) Con intervalos regulares, los formadores y las formadoras, según sus competencias,[59] realicen con el equipo responsable del centro --y también escuchando el parecer de los formandos-- una verificación del programa y, en relación con las respuestas de las personas, de la finalidad de los cursos. Los Superiores Mayores, dada su responsabilidad primaria en la formación, sigan con atención tales iniciativas.

f) Los cursos pueden ofrecer a los maestros y a las maestras la oportunidad de una actualización constante, de una verificación de la propia tarea formativa, de una confrontación y apoyo recíproco concreto e iluminado. Dada la naturaleza de esta etapa inicial, caracterizada por el proceso de maduración psicológica y de identificación carismática de los novicios y de las novicias, que les permite adquirir un nuevo estilo de vida, los programas de colaboración prevean, dentro de los límites de lo posible, encuentros de formadores y formadoras para tratar temas pedagógicos específicos, que después serán profundizados en los respectivos noviciados; entre ellos el desarrollo psicofisiológico, la madurez afectiva-sexual y otros aspectos de la madurez humana.[60]

La formación de los profesos temporales

17. La Instrucción Potissimum Institutioni, inspirándose en las normas del Código[61] y en las exigencias características de la formación de los religiosos y de las religiosas de votos temporales, indica las líneas fundamentales y ofrece oportunas indicaciones sobre los objetivos y el programa de estudio.[62]

Por su parte, cada instituto, según el propio plan de formación, tiene « la grave responsabilidad de proveer la organización y la duración de esta fase de la formación y de ofrecer al joven religioso las condiciones favorables para un crecimiento real en la vida de entrega al Señor ».[63]

a) Las iniciativas intercongregacionales, también en esta fase, intentan favorecer --especialmente respecto de los institutos que no pueden proveer de otro modo-- la cualificación de los jóvenes religiosos y de las religiosas en relación a su consagración y promover la profundización de la formación espiritual, doctrinal y pastoral, con particular atención a la historia, a la teología y a la misión de la vida consagrada y al compromiso en la preparación pastoral.

b) En particular, para responder mejor a las exigencias propias de esta fase de la formación, las iniciativas de colaboración entre institutos deben tener en cuenta las características y las circunstancias de vida de los profesos temporales.

En efecto, el tiempo de la profesión temporal se caracteriza por ser un momento particularmente propicio para madurar en la identificación con Cristo,[64] en la visión, impregnada de fe, del mundo, de la Iglesia y de la historia. Es un tiempo apropiado para prepararse, con entrega, a la misión real, sacerdotal y profética del Pueblo de Dios, y exige tanto el estudio de las disciplinas teológicas como la profundización de los fundamentos bíblicos de la vocación al seguimiento radical de Cristo, junto con un conocimiento adecuado, a nivel de estudio sapiencial, de los medios y de los pasos que conducen a la madurez humana y cristiana. Por eso, en esta fase de la formación, mientras se continua el estudio de la Sagrada Escritura y de otras materias teológicas como, por ejemplo, la cristología, la eclesiología, la mariología, la moral y la teología de la historia, se profundizarán temas de espiritualidad, de ascética y de ciencias humanas, que contribuyen a la madurez de la persona en Cristo.[65]

c) Puesto que la vida comunitaria, desde la primera formación, debe mostrar « la intrínseca dimensión misionera de la consagración »,[66] y esta etapa se caracteriza por los compromisos apostólicos asumidos en nombre de la comunidad, serán de gran utilidad cursos de catequética y pedagogía, especialmente de pastoral de la juventud. En efecto, los compromisos apostólicos requieren el conocimiento más profundo de algunos temas de la eclesiología promovida por el Concilio Vaticano II, por ejemplo, la colaboración pastoral de los religiosos con los presbíteros y los laicos bajo la guía de los Pastores,[67] el Derecho de la Iglesia, la « missio ad gentes », el ecumenismo, el diálogo interreligioso,[68] la relación de la Iglesia con el mundo, el deber social y político de los cristianos y la responsabilidad específica, en este ámbito, de las personas consagradas.[69] Todas estas materias deberán ofrecer un base sólida a la acción pastoral y misionera de la Iglesia-misterio y comunión en la hora de la Nueva Evangelización. También en esta fase de la profesión temporal será positivo profundizar en la contribución carismática con que los diversos institutos participan en la misión de la Iglesia.

d) Estas funciones podrán ser desempeñadas por centros especializados de estudio, de los que se hablará en la tercera parte, o por medio de iniciativas o cursos más accesibles, sea por el nivel de los estudios, sea por el número reducido de las materias propuestas, o por la menor duración del cometido.

Reviste particular importancia la colaboración entre institutos en las iniciativas o cursos que ayudan a la preparación para la profesión perpetua.[70]

También para las iniciativas y los cursos de esta fase, implíquese a los formadores y formadoras en la programación, realización y evaluación. Esa implicación puede convertirse para ellos en un estímulo de actualización en vista de su objetivo, y para todos en un motivo de confrontación para responder de un modo más eficaz a las expectativas de los jóvenes.

e) Los religiosos y las religiosas que frecuentan otros centros de estudios, especialmente civiles (Universidades, Academias, etc.), para acceder a estudios humanísticos, científicos o técnicos, podrán encontrar en los centros de formación entre institutos la posibilidad de integrar su formación sobre todo con cursos de teología y pastoral.

La formación permanente

18. « La formación permanente, tanto para los Institutos de vida apostólica como para los de vida contemplativa, es una exigencia intrínseca a la consagración religiosa ».[71] Ella promueve la actualización teológica y pastoral, la calidad de vida de cada miembro y de toda la comunidad con solícita atención a los momentos de particular compromiso o a aquellos en los que se requiere una experiencia más intensa de vida interior.[72] En relación con estos dinamismos de formación, « hay una juventud del espíritu que permanece en el tiempo y que tiene que ver con el hecho de que el individuo busca y encuentra en cada ciclo vital un cometido diverso que realizar, un modo específico de ser, de servir y de amar. (...) Puesto que el sujeto de la formación es la persona en cada fase de la vida, el término de la formación es la totalidad del ser humano, llamado a buscar y amar a Dios "con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas" (Dt 6, 5) y al prójimo como a sí mismo. El amor a Dios y a los hermanos es un dinamismo vigoroso que puede inspirar constantemente el camino de crecimiento y de fidelidad ».[73] Cada instituto está llamado a proveer a la formación permanente de un modo orgánico y en consonancia con la propia índole. Puede convertirse así en modelo de vida consagrada, de fraternidad y de compromiso apostólico para las nuevas generaciones en formación, y atraer, con la propia vitalidad y fecundidad, nuevas vocaciones.[74]

La Instrucción Potissimum Institutioni y la Exhortación Vita Consecrata han dedicado amplio espacio a la formación continua,[75] describiendo su naturaleza, precisando sus objetivos y sus contenidos, pidiendo a los superiores, según el código, que proporcionen a los hermanos « los medios y el tiempo »[76] necesarios para llevarla a cabo y designen un responsable de la formación permanente.

La colaboración entre institutos puede ser valiosa para organizar servicios permanentes y temporales, que den nuevo impulso a la vida espiritual, a la actualización teológico-pastoral y a una renovada cualificación para desarrollar con profesionalidad la misión encomendada. Dará un puesto de relieve a la profundización de las líneas generales y de las prioridades pastorales de la Iglesia para realizar mejor la misión evangelizadora en el mundo actual. Es de desear que a este fin las familias religiosas pongan a disposición el personal mejor preparado.

Las Conferencias de los superiores y de las superioras mayores, y los responsables de los centros de estudio pongan, entre sus objetivos y programas, iniciativas adecuadas para la formación continua de los religiosos y de las religiosas. Es también de desear una colaboración y una complementariedad cada vez más eficaz entre ellos.


48. Cf. cc. 646.659-661; PDV 42-59.

49. Cf. OT 14; VC 14-16.

50. Cf. VC 49; cf. PI 24-25.

51. Cf. PI 42-44.

52. Cf. RC 4.

53. Cf. PI 45; c. 646.

54. Cf. cc. 646.652 SSSS 2-4.

55. Juan Pablo II, Discurso a los Obispos de la Región Nor-Este 2 de la « Conferencia Nacional dos Bispos do Brasil » (C.N.B.B.), 11.7.1995, L'Osservatore Romano, 12 de julio de 1995, p. 5.

56. Cf. c. 652 SS 2.

57. Cf. cc. 646.648.652 SS 5.

58. Cf. VC 46.52.

59. Cf. c. 652 SS 1.

60. Cf. PI 13.39-41.

61. Cf. cc. 659-660; PI 58.

62. Cf. PI 58-65.

63. PI 60.

64. Cf. VC 16.65.

65. Cf. PI 35-38.

66. VC 67.

67. Cf. MR 18.36.37.40.56-58; cc. 675 SS 3.687.680.681 SS 1; VC 16.31. 54-55.

68. Cf. VC 102.

69. Cf. RPH.

70. Cf. PI 64.

71. VC 69.

72. Cf. PI 70.

73. VC 70-71.

74. Cf. VFC 43.54-57; VC 64.

75. Cf. PI 66-71; VC 69-71.

76. c. 661.