RELIGIOSOS Y PROMOCIÓN HUMANA

Sagrada Congregación para los Religiosos y los Intitutos Seculares



II
CRITERIOS GENERALES DE DISCERNIMIENTO

1. Presentes al hombre y a nuestro tiempo
2. Con la fuerza transformante de Cristo y del Evangelio
3. En la comunión eclesial orgánica
4. Fidelidad dinámica a la propia Consagración según el carisma del
    Fundador

III. EXIGENCIAS FORMATIVAS

SIGLAS


II

CRITERIOS GENERALES DE DISCERNIMIENTO

13. Cuatro grandes fidelidades motivan preferentemente y guían el papel de los religiosos en la promoción humana, siguiendo los principios conciliares de renovación[46] y habida cuenta de los problemas examinados anteriormente:

- fidelidad al hombre y a nuestro tiempo;

- fidelidad a Cristo y al Evangelio;

- fidelidad a la Iglesia y a su misión en el mundo;

- fidelidad a la vida religiosa y al carisma propio del Instituto.

1. Presentes al hombre y a nuestro tiempo

14. Las transformaciones culturales, sociales y políticas, que involucran, no sin dificultad, pueblos y continentes, inducen a la Iglesia a una presencia evangélica que se convierta en respuesta a las esperanzas y aspiraciones más difusas de la humanidad[47].

Esta viva preocupación pastoral, agudizada por las reflexiones y perspectivas del Vaticano II, reaflora en los sínodos de los Obispos y en las exhortaciones apostólicas, que incitan con claridad e insistencia a la comunidad eclesial a tomar decisiones valientes de renovación, con el fin de acercar al hombre contemporáneo a la fuente de toda auténtica promoción humana y social: el Evangelio[48].

15. La historia del mundo de hoy, que se encarna en la historia concreta de cada hombre, se convierte en libro abierto a la meditación apasionada de la Iglesia y de todos los cristianos[49]. Esta meditación se convierte efectivamente en un reto dirigido a todas las vocaciones en la Iglesia, provocándolas a una exigente revisión de vida y de compromiso.

Los religiosos, por la radicalidad de sus opciones evangélicas, se sienten más profundamente interpelados. Comprenden que, en la medida de su propia "conversión" al proyecto original de Dios sobre el hombre, como se revela en el "Hombre nuevo, Jesús"[50], contribuirán a acelerar también en los demás aquella conversión de mentalidad y actitudes que confiere autenticidad y estabilidad a la reforma de las estructuras económicas, sociales y políticas, al servicio de una convivencia más justa y pacífica[51].

16. Con esta finalidad, en tensión hacia la renovación de su testimonio y de su misión, todos los Institutos religiosos son invitados a proporcionar a sus miembros "un conocimiento apropiado, tanto de las condiciones de los tiempos y de los hombres, como de las necesidades de la Iglesia, de modo que, juzgando sabiamente a la luz de la fe las realidades concretas de este mundo y ardiendo en celo apostólico, sean capaces de ayudar más eficazmente a los demás[52].

2. Con la fuerza transformante de Cristo y del Evangelio

17. Los Evangelios dan testimonio a Cristo de la fidelidad con que cumplió la misión para la cual el Espíritu le había consagrado[53]. Misión de evangelización y redención humana que le llevó a vivir con su pueblo, compartiendo sus vicisitudes que El esclarecía y orientaba, predicando y testimoniando el Evangelio de conversión al "Reino de Dios"[54].

Su propuesta desconcertante de las "Bienaventuranzas" introdujo un cambio radical de perspectiva en la evaluación de las realidades temporales y en las relaciones humanas y sociales, que El quiso centrar en una justicia santidad animada por la nueva ley del amor[55].

Sus opciones de vida signan y califican de modo especial a los religiosos, que hacen suya "la forma de vivir que abrazó el Hijo de Dios cuando vino al mundo"[56].

18. Fieles a esta "regla suprema"[57], los religiosos saben que están comprometidos en un camino cotidiano de conversión al Reino de Dios que les convierte en el seno de la Iglesia y a la faz del mundo, en signo de atracción, incitando a revisiones profundas de vida y de valores[58].

Es este, sin duda, el empeño más trascendente y fecundo al cual son llamados[59], incluso en aquellos campos en que la comunidad cristiana actúa en pro de la promoción humana y del desarrollo de las relaciones sociales inspiradas en principios de solidaridad y de comunión fraternal.

De esta forma, contribuyen a "salvaguardar la originalidad de la liberación cristiana y las energías que ésta es capaz de desarrollar. Liberación en su sentido integral, profundo, como lo anunció y realizó Jesús"[60].

19. La fuerza de transformación que encierra el espíritu de: las Bienaventuranzas, penetrando dinámicamente la vida de los religiosos, caracteriza su vocación y su misión[61].

Ellos consideran como primera bienaventuranza y "liberación" el encuentro con Cristo, pobre entre los pobres, atestiguando que creen realmente en la presencia del Reino de Dios por encima de las cosas terrestres y en las exigencias supremas del mismo[62].

Dilatando así el sentido cristiano y profundamente humano de las realidades y de la historia, que brota del programa de las bienaventuranzas convertidas en criterio cotidiano de vida, los religiosos demuestran cuán estrecha es la relación entre Evangelio y promoción del hombre en la convivencia social.

Por esto la Iglesia puede ofrecer el testimonio evangélico de los religiosos como un modo espléndido y singular de demostrar que el camino de las bienaventuranzas es el único capaz de transfigurar el mundo y ofrecerlo a Dios"[63].

3. En la comunión eclesial orgánica

20. La vocación común de los cristianos a la unión con Dios y entre los hombres para salvación del mundo[64], debe anteponerse a la diversidad de dones y ministerios. En esta vocación común se fundan las relaciones de comunión entre los diferentes miembros de la Iglesia y en especial, con aquellos que el Espíritu Santo ha destinado, como Obispos, a apacentar la Iglesia de Dios[65].

21. Los religiosos, unidos más íntimamente a la Iglesia[66], participan de un modo peculiar suyo de la naturaleza sacramental del Pueblo de Dios[67]; y en las Iglesias locales pertenecen a la familia diocesana en virtud de una razón peculiar[68].

El Decreto conciliar sobre el oficio pastoral de los Obispos dedica su atención al papel desempeñado por los religiosos, colocándolos entre los colaboradores del Obispo en una doble perspectiva:

la adhesión a las exigencias pastorales;

la conformidad con los fines característicos del propio Instituto[69].

22. La identidad de la vida religiosa y de su papel específico recibe una nueva luz a través de la pluriformidad y complementariedad de vocaciones y ministerios existentes en la Iglesia.

Por eso es necesario conocer y dar su justo valor a las funciones que competen a cada uno de los componentes eclesiales: ministerio jerárquico, vida consagrada en sus diversas formas, laicado.

De esta forma, el ejercicio de la función propia de cada uno se realiza en una búsqueda constante de convergencia fraterna y de completamiento mutuo que es, al mismo tiempo, afirmación de la identidad propia y de la comunión eclesial.

23. Este criterio general de discernimiento se evidencia mejor cuanto más presentes se tienen las competencias de los diferentes grupos eclesiales y se buscan los aspectos complementarios de los mismos:

- es propio de los laicos buscar el Reino de Dios ocupándose de las cosas temporales y ordenándolas según Dios[70];

- la naturaleza "secular" de algunos Institutos, dentro de las variadas formas de vida consagrada, permite una presencia más directa y una implicación más completa en las realidades y en las estructuras seculares. Los miembros de estos Institutos, llamados "seculares" por eso mismo, ejercen individualmente, en cualquier sector conveniente, su apostolado específico, valorizando las estructuras mismas del mundo[71];

- los religiosos, en cambio, a causa de las opciones de vida que les caracterizan, se mantienen apartados de las estructuras seculares, pero no por eso quedan ajenos a la acción de los demás miembros de la Iglesia en la construcción de la ciudad terrestre como lugar capaz de acoger el Reino de Dios[72].

Ahora que estarán presentes de una manera que les es propia, no sustituyéndose en tareas y modalidades que competen a otros componentes eclesiales, sino convirtiéndose en signo aún más radical de un estilo evangélico de vida y de participación, mediante el testimonio público de su profesión que se realiza comunitariamente en todas sus expresiones.

Si además, en cuanto sacerdotes, los religiosos participan del sacerdocio ministerial, son invitados por este nuevo título, a presidir y servir a las comunidades eclesiales dando un testimonio aún más significativo de comunión[73].

24. Los religiosos son, pues, llamados a ser en la Iglesia comunidad eclesial y en el mundo "expertos en comunión", testigos y artífices de aquel "proyecto de comunión" que constituye la cima de la historia del hombre según Dios[74].

Ante todo, por la profesión de los consejos evangélicos, que libera el fervor de la caridad de todo impedimento se convierten comunitariamente en signo profético de la íntima comunión con Dios amado por encima de todo[75].

Además, por la experiencia cotidiana de una comunión de vida, oración y apostolado, que es componente esencial y distintivo de su forma de vida consagrada[76], se convierten en "signo de comunión fraterna". En efecto, en medio de un mundo, con frecuencia profundamente dividido, y ante todos sus hermanos en la fe, dan testimonio de la posibilidad real de poner en común los bienes, de amarse fraternamente, de seguir un proyecto de vida y actividad fundado en la invitación a seguir con mayor libertad y más de cerca a Cristo Señor, enviado por el Padre para que - como primogénito entre muchos hermanos - instituyese una nueva comunión fraterna en el don de su Espíritu[77].

25. Del proyecto comunitario de vida deriva para ellos aquel estilo de presencia y de participación que debe caracterizarlos en la misión de la Iglesia y que subrayamos ahora en vista de las opciones que conciernen la promoción humana.

Como se ha observado al hablar de la variedad de dones y ministerios indicados anteriormente, a diferencia de los laicos y de los miembros de Institutos seculares (que pueden asumir a título individual responsabilidades apostólicas, sociales y políticas correspondientes a los objetivos que el Espíritu les ha señalado), los religiosos han elegido libre y conscientemente el "compartir" en todo su misión de testimonio, de presencia y actividad apostólica, en obediencia al proyecto común y a los Superiores del Instituto.

Este compartirlo todo significa fraternidad y apoyo particularmente cuando el mandato apostólico expone a religiosos y religiosas a responsabilidades mayores y más exigentes en el ámbito de contextos sociales difíciles.

26. La urgencia del criterio fundamental de comunión se hace más acuciante a causa de aquella diversidad de situaciones en que se hallan los cristianos en el mundo, sobre todo en el campo socio-político[78]. De donde la necesidad de tener siempre presentes las indicaciones de Octogesima adveniens 4[79], cuando se trata de opciones que, afectando a la relación evangelización - promoción humana, comprometen forzosamente no solo la propia comunidad religiosa, sino también la comunidad eclesial.

27. La profunda naturaleza eclesial de la vida religiosa se convierte, pues, a causa de la característica de comunión que debe impregnar sus estructuras mismas de convivencia y de actividad, en aspecto preponderante de su misión en la Iglesia y en la sociedad civil[80].

Desde este punto de vista, aceptar el ministerio de los Obispos, como centro de unidad de la comunión eclesial orgánica, y promover una aceptación semejante por parte de los demás miembros del Pueblo de Dios, responde a una exigencia específica de la misión propia de los religiosos en la comunidad cristiana.

Los religiosos no deben temer obstáculo alguno para la generosidad y creatividad de sus iniciativas[81] de parte del carácter jerárquico de la comunión eclesial[82], ya que toda potestad sagrada es conferida en orden a la promoción armoniosa de carismas y ministerios[83]. Antes al contrario, los religiosos se ven incitados a la "genialidad de proyectos e iniciativas"[84] pues concuerda con la naturaleza carismática y profética de la vida religiosa.

Y por eso, a causa de su misión abierta a la Iglesia universal y desempeñada en el ámbito de las Iglesias locales[85], los religiosos se hallan en las mejores condiciones para valorar aquellas formas de "coordinación oportuna" que Mutuae relationes presenta como camino hacia una comunión eclesial orgánica[86].

4. Fidelidad dinámica a la propia Consagración según el carisma del Fundador

28. Una renovada presencia de los religiosos en la misión de la Iglesia en pro de la evangelización y la promoción humana no resultaría plenamente auténtica si hubieran de renunciar, aunque fuera tan solo en parte, a las características de la vida religiosa o a la índole propia de cada Instituto[87].

Esta exigencia, que hemos visto reaflorar constantemente, ha de constituir, sin duda, un empeño asiduo de las comunidades religiosas.

29. Se trata de una fidelidad dinámica, abierta al impulso del Espíritu que pasa a través de los acontecimientos eclesiales y los signos de los tiempos, de la que se hace portavoz la exhortación perseverante del Magisterio.

Capaces de mayor vigilancia gracias a un conocimiento más profundo del hombre de hoy, de sus problemas, de sus anhelos y aspiraciones[88], las comunidades religiosas pueden discernir con mayor facilidad en los acontecimientos y expectativas, en que toman parte junto con los demás miembros de la Iglesia, cuáles son las señales auténticas de la presencia y de los designios de Dios.

El diálogo comunitario[89], guiado por la fe, en recíproca acogida y valoración de las personas, en obediencia religiosa, llega a convertirse en sistema preferencial de tal discernimiento.

Y precisamente porque las comunidades religiosas están edificadas sobre la fe, por su misma naturaleza custodian e irradian esta luz que lleva a todo el Pueblo de Dios a identificar las intenciones del Señor acerca de la vocación integral del hombre, para descubrir así las soluciones plenamente humanas de todos los problemas[90].

30. La "pregunta apremiante" que Evangelica testificatio 52 formula al final de la exhortación apostólica sobre renovación de la vida religiosa, aparece como un grito del corazón con el cual Pablo VI expresa su apasionada preocupación pastoral, su gran amor por el hombre y el mundo de hoy, la confianza que pone en los religiosos y las religiosas. Las opciones concretas de renovación aparecen allí esclarecidas. Su apremio incita a una fidelidad que devuelva al momento actual de la vida y misión de cada Instituto el ardor con que los Fundadores se dejaron conquistar por la fuerza inicial del Espíritu[91].

31. Se trata de una referencia constante a la "vida" en su dinámica profunda, como confirma la palabra luminosa del Papa Juan Pablo II[92] :... a la vida, tal como se nos presenta hoy, cargada con la riqueza de las tradiciones del pasado para ofrecernos la posibilidad de gozar de ellas hoy.

Debemos interrogarnos con perspicacia - nos exhorta -, acerca de cómo la vocación religiosa debe ser ayudada hoy a tomar conciencia de sí misma y a madurar, cómo debe funcionar la vida religiosa en el conjunto de la Iglesia contemporánea A esta pregunta estamos siempre buscando justamente una respuesta. La encontramos en las enseñanzas del Vaticano II, en la exhortación Evangelii nuntiandi, en las numerosas declaraciones de los Pontífices, de los Sínodos y de las Conferencias Episcopales. Esta respuesta es fundamental y pluriforme".

El Papa reafirma su esperanza en una vida religiosa fiel a aquellos principios que hacen de ella un "capital inmenso de generosidad" sin el cual "la Iglesia no sería plenamente ella misma".

"Dentro de la fidelidad siempre renovada al carisma de los Fundadores, las Congregaciones han de esforzarse en corresponder a los deseos de la Iglesia, a los compromisos que la Iglesia, con sus Pastores, considera hoy como los más urgentes para hacer frente a una misión que necesita tanto de obreros cualificados"[93].

III

EXIGENCIAS FORMATIVAS

32. Los problemas que la vida religiosa debe afrontar para renovarse, en la forma que le exige el armonizar evangelización y promoción humana, se reflejan en el plan formativo.

Dichos problemas pueden llegar a exigir una revisión de los programas y de los métodos educativos, tanto en el primer período de iniciación como en las fases sucesivas y en la formación permanente.

Bajo este punto de vista, una relectura de los criterios conciliares de renovación nos demostrará que no se trata de simples adaptaciones en cierto modo exteriores. Es una educación en profundidad de mentalidad y de estilo de vida, que capacite a los interesados para seguir siendo ellos mismos en nuevas modalidades de presencia. Presencia siempre de "consagrados" que orienten con el testimonio y las obras, la transformación de las personas y de la sociedad en la dirección del Evangelio[94].

33. Algunos aspectos de la formación, a este respecto, parecen dignos de especial atención:

a. Verificar si se tiene conciencia de la naturaleza profunda y de las características de la vida religiosa, en si misma y en su participación dinámica en la misión de la comunidad eclesial en la sociedad de hoy;

El redescubrimiento fiel y la inserción creativa de la identidad específica de los Institutos, en vistas a una renovación en el plano de las actividades y de las obras, constituye uno de los aspectos preeminentes tanto de la formación inicial como de la formación permanente.

b. La profesión de los consejos evangélicos, en la confrontación 'vida religiosa - Iglesia - mundo contemporáneo', puede exigir actitudes nuevas, atentas al valor de signo profético, como fuerza de conversión y transformación del mundo, de sus concepciones y de sus relaciones[95].

c. La vida común; vista especialmente como experiencia y testimonio de comunión, desarrolla la capacidad de adaptación[96] que permite responder a las diversas formas de actividad. Esa diversidad de formas no debilita, antes al contrario, puede reforzar los lazos fraternales y el compartimiento solidario del servicio específico del Instituto en la Iglesia.

Nuevos contextos de inserción, como los descritos a lo largo del análisis de los problemas examinados, crean situaciones posiblemente imprevistas. Por eso, han de ser introducidos en la vida religiosa con una preparación espiritual y humana que ayude a realizar una presencia madura de consagrados, capaz de renovar las relaciones, tanto en el seno de la propia comunidad como fuera de la misma.

d. La participación en la vida de la Iglesia y en su misión, con actitudes de corresponsabilidad y complementariedad, presupone un conocimiento actualizado de sus iniciativas y de los objetivos que se propone avanzar[97].

De la doctrina del Vaticano II y de la insistencia con que los Sínodos de los Obispos volvieron sobre el tema, se desprende que no es posible separar la formación para el compromiso inderogable del Evangelio, de la promoción del hombre según los designios de Dios.

Por eso, en los Institutos religiosos no resultaría adecuado ni completo un programa de formación y renovación sin una precisa toma de conciencia del pensamiento de la Iglesia en esta materia[98].

Todo ello parece más necesario aún, si se quiere que los religiosos se encuentren en condiciones como es su deber apostólico de "despertar las conciencias"[99], de formar otros cristianos, especialmente los laicos, para que puedan asumir con competencia y equilibrio su parte en esta misión común de evangelización y de promoción humana[100].

Y ya que las dimensiones "misioneras" de la Iglesia están confiadas de manera particular a la generosa disponibilidad de los religiosos[101], la formación de cuantos son llamados a esta forma excelente de evangelización y de promoción humana, requerirá una adaptación apropiada que responda a las culturas, a las sensibilidades y a los problemas específicos del lugar[102].

34. La incumbencia de los Capítulos y de las Curias generales reviste una importancia considerable al tratar de la programación y la animación de este camino de actualización y renovación, dentro de la fidelidad al Espíritu Santo y a la historia:

- discernir las opciones que respondan mejor hoy a los objetivos originarios de los Institutos;

- orientar a religiosos y comunidades por medio de iniciativas apropiadas de información y formación;

- promover a través de un diálogo ciudadoso y concreto, la revisión de las obras, para estimular posiciones eventualmente poco adecuadas a la hora presente y para alentar y dirigir la búsqueda de nuevas y oportunas expresiones.

Y todo ello, para favorecer también un redescubrimiento, más luminoso y atrayente, de los valores de consagración y de misión, que son fundamento de una consciente y jubilosa pertenencia al propio Instituto.

35. Las Conferencias de Religiosos, gracias a un conocimiento más inmediato de los contextos eclesiales y sociales, están en condiciones de identificar mejor los problemas que se plantean en los diversos países y continentes. Mediante el intercambio de experiencias y los encuentros de reflexión, podrán, en colaboración con las Conferencias Episcopales, y respetando siempre los diversos carismas, individualizar soluciones y caminos más en consonancia con las esperanzas de una promoción integral del hombre, que se inspiren en el Evangelio y en las orientaciones constantes del Magisterio de la Iglesia.

Plenaria SCRIS 25 al 28 de abril de 1978

Eduardo Card. PIRONIO, Pref.

+ Agustín MAYER, O.S.B., Secr.


46. Cf. PC 2.

47. GS 9.

48. Cfr. particularmente el Sínodo de 1971 y 1974; y la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi que tiene su complemento, en su aspecto más directamente social y político, en la Octogesima adveniens.

49. Cfr. RH 14: "La Iglesia no puede abandonar al hombre... El hombre en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y también de su ser comunitario y social. Este hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer para el cumplimiento de su misión".

50. GS 22; RH 8.

51. GS 63.

52. PC 2,d; MR 25-32.

53. Is 42,1-7; 61,14; Lc 4,17-19; Cfr. Documento Puebla, n.1130: "La evangelización de los pobres fue para Jesús uno de los signos mesiánicos, y será también para nosotros signo de autenticidad evangélica".

54. Mc 1,15.

55. Mt 5,3-12; 5, 20. 43-48.

56. LG. 44; PC l.

57. ib. 2,a.

58. LG 44.

59. MR 15. 26-28.

60. Juan Pablo II, Puebla, Discurso inaugural, III,6; EN 9, 30-39, cfr. también en el mismo discurso inaugural I,2-5, la referencia a una sólida cristología y al único Evangelio, sin relecturas reductoras y deformantes, como fundamento de nuestra capacidad de "servir al hombre, a nuestros pueblos, de penetrar con el Evangelio su cultura, transformar los corazones, humanizar sistemas y estructuras". Cfr. RH 4.

61. LG 31.

62. ib. 44

63. ib. 31.

64. MR 4.

65. Act. 20-28; MR 5, 9.

66. LG 44.

67. MR 4.

68. CD 34; los principios teológicos y los criterios de aplicación son descritos ampliamente en el documento Mutuae relationes.

69. CD 33, 34.

70. LG 31.

71. Motu Proprio Primo feliciter, AAS 48, p. 285; PC 11.

72. LG 46.

73. LG 28; GS 43; MR 36.

74. GS 19, 32; cfr. Documento Puebla nn. 211-219. 721: "La vida consagrada es en si misma evangelizadora en orden a la comunión y participación".

75. LG 44.

76. PC 15; cfr. Documento Puebla, nn. 730-732.

77. GS 32.

78. OA 3.

79. "Frente a situaciones tan diversas - leemos en Octogesima adveniens 4 - es difícil pronunciar una palabra única y proponer una solución de valor universal. Compete a las comunidades cristianas analizar objetivamente la situación de su país respectivo, aclararla a la luz de las palabras inmutables del Evangelio, confrontarla con los principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción de la doctrina social de la Iglesia. Corresponde a las comunidades cristianas investigar con la ayuda del Espíritu Santo, en comunión con los Obispos responsables y en diálogo con los demás hermanos cristianos y con todos los hombres de buena voluntad, las opciones y los compromisos que convenga adoptar para realizar las transformaciones sociales, políticas y económicas que se revelan urgentes y necesarias en múltiples casos. En esta búsqueda de los cambios que es necesario promover, los cristianos deberán, ante todo, renovar su confianza en la fuerza y la originalidad de las exigencias evangélicas". Ver Documento Puebla, n. 473.

80. ".. que los religiosos no solo acepten, sino que busquen lealmente una indisoluble unidad de miras y de acción con los Obispos. A estos... no les puede, no les debe faltar la colaboración, a la vez responsable y activa, pero también dócil y confiada de los religiosos, cuyo carisma hace de ellos agentes tanto más disponibles al servicio del Evangelio" (Juan Pablo II, Discurso inaugural Puebla, II).

81. MR 19, 41.

82. ib. 5.

83. LG 10-12, 27; PO 9; AA 2.

84. EN 69.

85. LG 45-46; CD 33-35; cfr. discurso de Juan Pablo a los Superiores Generales, 24 noviembre 1978).

86. MR 23,7).

87. LG c.VI; PC 2; MR. 11-12.

88. GS 1-10; ET 52.

89. PC 14, ET 25.

90. GS 11.

91. MR 23, f).

92. Discurso a los Superiores Generales, 24 nov. 1978.

93. Discurso a la UISG, 16 noviembre 1978.

94. PC 18.

95. ET 13-29; cfr. Documento de Puebla, n. 476: "Nuestra conducta social es parte integrante de nuestro seguimiento de Cristo".

96. PC 3, 15.

97. ib. 2, c).

98. "Con respecto a esta enseñanza, la Iglesia tiene una misión que cumplir: debe predicar, educar a las personas y a las colectividades, formar la opinión pública, orientar a los responsables de los pueblos... Bebed, pues, en estas fuentes auténticas.. Hablad el lenguaje... de la experiencia, del dolor, de la esperanza de la humanidad contemporánea". (Juan Pablo II, Puebla, Discurso inaugural, III,4).

99. ET 18.

100. El documento sobre la justicia en el mundo (Sínodo 1971, AAS, pp. 935-937), junto con una síntesis de las principales intervenciones doctrinales de la Iglesia, ofrece también indicaciones sobre el empeño de una "educación para la justicia. Dice aún Juan Pablo II (Documento Puebla disc. inaugural III, 7): "Permitidme, pues, que recomiende... la urgencia de sensibilizar a vuestros fieles acerca de esta doctrina social de la Iglesia. Hay que poner particular cuidado en la formación de una conciencia social a todos los niveles y en todos los sectores. Cuando las injusticias arrecian y crece dolorosamente la distancia entre pobres y ricos, la doctrina social, en forma creativa y abierta a los amplios campos de la presencia de la Iglesia, debe ser un preciso instrumento de formación y de acción."

101. EN 69.

102. AG 18, 25-27.


S I G L A S

AA Apostolicam actuositatem
AG Ad Gentes
CD Christus Dominus
DV Dei Verbum
EN Evangelii nuntiandi
ES Ecclesiae sanctae
ET Evangelica testificatio
GS Gaudium et spes
LG Lumen Gentium
MR Mutuae relationes
OA Octogesima adveniens
OT Optatam totius
PC Perfectae caritatis
PO Presbyterorum Ordinis
PP Populorum progressio
RH Redemptor hominis
SC Sacrosanctum Concilium
VS Venite seorsum