CONGREGACION PARA EL CLERO

DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS



Quinta parte
LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA PARTICULAR
Significado y finalidad de esta parte

Capítulo I

El ministerio de la catequesis en la Iglesia particular y sus agentes
La Iglesia particular
El ministerio de la catequesis en la Iglesia particular
La comunidad cristiana y la responsabilidad de catequizar
El Obispo, primer responsable de la catequesis en la Iglesia particular
Los presbíteros, pastores y educadores de la comunidad cristiana
Los padres de familia, primeros educadores de la fe de sus hijos
Los religiosos en la catequesis
Los catequistas laicos
Diversos tipos de catequista, hoy especialmente necesarios


QUINTA PARTE

LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA PARTICULAR

La catequesis en la Iglesia particular

« Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios » (Mc 3, 13-15).

« Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia » (Mt 16,17-18).

La Iglesia de Pentecostés, impulsada por el Espíritu Santo, va engendrando las Iglesias:« Iglesia de Jerusalén » (Hch 8,1); «La Iglesia de Dios que está en Corinto » (1 Co 1,2); « Las Iglesias de Asia » (1 Co 16,19); « Las Iglesias de Judea » (Ga 1,22); « Las siete Iglesias: Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia, Laodicea » (cf Ap 1,20-3,14).

Significado y finalidad de esta parte

215. De cuanto queda expuesto en las partes precedentes acerca de la naturaleza de la catequesis, su contenido, su pedagogía y sus destinatarios, nace la pastoral catequética que, de hecho, se realiza en la Iglesia particular.

Esta quinta parte expone los elementos más importantes.

216. El primer capítulo trata del ministerio catequético y sus agentes. La catequesis es una responsabilidad común pero diferenciada. Los obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y fieles laicos actúan en ella según su respectiva responsabilidad y carismas.

La formación de los catequistas, analizada en el segundo capítulo, es elemento decisivo en la acción catequizadora. Si es importante dotar a la catequesis de buenos instrumentos de trabajo, más importante es aún preparar buenos catequistas.

En el tercer capítulo se estudian los ‘lugares’ donde, de hecho, se realiza la catequesis.

En el cuarto capítulo se analizan los aspectos más directamente organizativos de la catequesis: los organismos responsables, la coordinación de la catequesis y algunas tareas propias del servicio catequético.

Las indicaciones y sugerencias aquí propuestas no pueden llevarse a cabo de modo inmediato y a la vez en todos los lugares de la Iglesia. En las naciones o regiones donde la acción catequética no ha podido alcanzar un suficiente nivel de desarrollo, estas orientaciones y sugerencias señalan una serie de metas a alcanzar gradualmente.

CAPITULO I

El ministerio de la catequesis en la Iglesia particular y sus agentes

La Iglesia particular(43)

217. El anuncio, la transmisión y la vivencia del Evangelio se realizan en el seno de una Iglesia particular(44) o diócesis.(45) La Iglesia particular está constituida por la comunidad de los discípulos de Jesucristo(46) que viven en un espacio socio-cultural determinado. En cada Iglesia particular « se hace presente la Iglesia universal con todos sus elementos esenciales ».(47) Realmente, la Iglesia universal, fecundada como primera célula el día de Pentecostés por el Espíritu Santo, « da a luz a las Iglesias particulares como hijas y se expresa en ellas ».(48) La Iglesia universal, como Cuerpo de Cristo, se manifiesta así como « Cuerpo de las Iglesias ».(49)

218. El anuncio del Evangelio y la Eucaristía son los dos pilares sobre los que se edifica y en torno a los cuales se congrega la Iglesia particular. Al igual que la Iglesia universal, también « ella existe para evangelizar ».(50)

La catequesis es una acción evangelizadora básica de toda Iglesia particular. Mediante ella, la diócesis ofrece a todos sus miembros y a todos los que se acercan con el deseo de entregarse a Jesucristo, un proceso formativo que les permita conocer, celebrar, vivir y anunciar el Evangelio dentro de su propio horizonte cultural. De esta manera, la confesión de fe, meta de la catequesis, puede ser proclamada por los discípulos de Cristo « en su propia lengua ».(51) Como en Pentecostés, hoy también la Iglesia de Cristo, « presente y operante »(52) en las Iglesias particulares, « habla todas las lenguas »,(53) ya que, cual árbol que crece, echa sus raíces en todas las culturas.

El ministerio de la catequesis en la Iglesia particular

219. En el conjunto de ministerios y servicios, con los que la Iglesia particular realiza su misión evangelizadora, ocupa un lugar destacado el ministerio de la catequesis.(54) En él cabe señalar los rasgos siguientes:

a) En la Diócesis la catequesis es un servicio único,(55) realizado de modo conjunto por presbíteros, diáconos, religiosos y laicos, en comunión con el obispo. Toda la comunidad cristiana debe sentirse responsable de este servicio. Aunque los sacerdotes, religiosos y laicos realizan en común la catequesis, lo hacen de manera diferenciada, cada uno según su particular condición en la Iglesia (ministros sagrados, personas consagradas, fieles cristianos).(56) A través de ellos, en la diversidad de sus funciones, el ministerio catequético ofrece de modo pleno la palabra y el testimonio completos de la realidad eclesial. Si faltase alguna de estas formas de presencia la catequesis perdería parte de su riqueza y significación.

b) Se trata, por otra parte, un servicio eclesial, indispensable para el crecimiento de la Iglesia. No es una acción que pueda realizarse en la comunidad a título privado o por iniciativa puramente personal. Se actúa en nombre de la Iglesia, en virtud de la misión confiada por ella.

c) El ministerio catequético tiene, en el conjunto de los ministerios y servicios eclesiales, un carácter propio, que deriva de la especificidad de la acción catequética dentro del proceso de la evangelización. La tarea del catequista, como educador de la fe, difiere de la de otros agentes de la pastoral (litúrgica, caritativa, social...) aunque, obviamente, ha de actuar en coordinación con ellos.

d) Para que el ministerio catequético en una Diócesis sea fructífero, necesita contar con otros agentes, no necesariamente catequistas directos, que apoyen y respalden la actividad catequética realizando tareas que son imprescindibles, como: la formación de catequistas, la elaboración de materiales, la reflexión, la organización y planificación. Estos agentes, junto con los catequistas, están al servicio de un único ministerio catequético diocesano, aunque no todos realicen las mismas funciones, ni por el mismo título.

La comunidad cristiana y la responsabilidad de catequizar

220. La catequesis es una responsabilidad de toda la comunidad cristiana. La iniciación cristiana, en efecto, « no deben procurarla solamente los catequistas o los sacerdotes, sino toda la comunidad de los fieles ».(57) La misma educación permanente de la fe es un asunto que atañe a toda la comunidad. La catequesis es, por tanto, una acción educativa realizada a partir de la responsabilidad peculiar de cada miembro de la comunidad, en un contexto o clima comunitario rico en relaciones, para que los catecúmenos y catequizandos se incorporen activamente a la vida de dicha comunidad.

De hecho, la comunidad cristiana sigue el desarrollo de los procesos catequéticos, ya sea con niños, con jóvenes o con adultos, como un hecho que le concierne y compromete directamente.(58) Más aún, la comunidad cristiana al final del proceso catequético acoge a los catequizados en un ambiente fraterno « donde puedan vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han aprendido ».(59)

221. Pero la comunidad cristiana no sólo da mucho al grupo de los catequizandos, sino que también recibe mucho de él. Los nuevos convertidos, sobre todo los jóvenes y adultos, al convertirse a Jesucristo, aportan a la comunidad que los acoge una nueva riqueza humana y religiosa. Así, la comunidad crece y se desarrolla, ya que la catequesis no sólo conduce a la madurez de la fe a los catequizandos, sino a la madurez de la misma comunidad como tal.

Aunque toda la comunidad cristiana es responsable de la catequesis, y aunque todos sus miembros han de dar testimonio de la fe, no todos reciben la misión de ser catequistas. Junto a la misión originaria que tienen los padres respecto a sus hijos, la Iglesia confía oficialmente a determinados miembros del Pueblo de Dios, especialmente llamados, la delicada tarea de transmitir orgánicamente la fe en el seno de la comunidad.(60)

El Obispo, primer responsable de la catequesis en la Iglesia particular

222. El Concilio Vaticano II pone de relieve la importancia eminente que, en el ministerio episcopal, tiene el anuncio y la transmisión del Evangelio: « Entre las principales tareas de los obispos destaca la predicación del Evangelio ».(61) En la realización de esta tarea los obispos son, ante todo, « pregoneros de la fe »,(62) tratando de ganar nuevos discípulos para Cristo y son, al mismo tiempo, « maestros auténticos »,(63) transmitiendo al pueblo que se les ha encomendado la fe que ha de profesar y vivir. En el ministerio profético de los obispos, el anuncio misionero y la catequesis son dos aspectos íntimamente unidos. Para desempeñar esta función los obispos reciben « el carisma cierto de la verdad ».(64)

Los obispos son « los primeros responsables de la catequesis, los catequistas por excelencia ».(65) En la historia de la Iglesia es patente el papel preponderante de grandes y santos obispos que marcan, con sus iniciativas y sus escritos, el período más floreciente de la institución catecumenal. Concebían a la catequesis como una de las tareas básicas de su ministerio.(66)

223. Esta preocupación por la actividad catequética llevará al obispo a asumir « la alta dirección de la catequesis »(67) en la Iglesia particular, lo que implica entre otras cosas:

– Asegurar en su Iglesia la prioridad efectiva de una catequesis activa y eficaz, « promoviendo la participación de las personas, de los medios e instrumentos, así como de los recursos económicos necesarios ».(68)

– Ejercer la solicitud por la catequesis con una intervención directa en la transmisión del Evangelio a los fieles, velando al mismo tiempo por la autenticidad de la confesión de fe y por la calidad de los textos e instrumentos que deban utilizarse.(69)

– « Suscitar y mantener una verdadera mística de la catequesis, pero una mística que se encarne en una organización adecuada y eficaz »,(70) actuando con el convencimiento profundo de la importancia de la catequesis para la vida cristiana de una Diócesis.

– Cuidar de que « los catequistas se preparen de la forma debida para su función, de suerte que conozcan con claridad la doctrina de la Iglesia y aprendan teórica y prácticamente las leyes psicológicas y las disciplinas pedagógicas ».(71)

– Establecer en la diócesis un proyecto global de catequesis, articulado y coherente, que responda a las verdaderas necesidades de los fieles y que esté convenientemente ubicado en los planes pastorales diocesanos. Tal proyecto ha de estar coordinado, igualmente, en su desarrollo, con los planes de la Conferencia episcopal.

Los presbíteros, pastores y educadores de la comunidad cristiana

224. La función propia del presbítero en la tarea catequizadora brota del sacramento del Orden que ha recibido. « Por el sacramento del Orden, los presbíteros se configuran con Cristo sacerdote, como ministros de la Cabeza, para construir y edificar todo su Cuerpo que es la Iglesia, como cooperadores del orden episcopal ».(72) Por esta ontológica configuración con Cristo, el ministerio de los presbíteros es un servicio configurador de la comunidad, que coordina y potencia los demás servicios y carismas.

En relación con la catequesis, el sacramento del Orden constituye a los presbíteros en « educadores en la fe ».(73) Tratan, por ello, de que los fieles de la comunidad se formen adecuadamente y alcancen la madurez cristiana.(74) Sabiendo, por otra parte, que su « sacerdocio ministerial »(75) está al servicio del « sacerdocio común de los fieles »,(76) los presbíteros fomentan la vocación y la tarea de los catequistas, ayudándoles a realizar una función que brota del Bautismo y se ejerce en virtud de una misión que la Iglesia les confía.

Los presbíteros llevan a cabo, de esta manera, la recomendación del Concilio Vaticano II, cuando les pide que « reconozcan y promuevan la dignidad de los laicos y la parte que les corresponde en la misión de la Iglesia ».(77)

225. Más en concreto, destacan como tareas propias del presbítero en la catequesis, y particularmente del párroco, las siguientes:(78)

– suscitar en la comunidad cristiana el sentido de la común responsabilidad hacia la catequesis, como tarea que a todos atañe, así como el reconocimiento y aprecio hacia los catequistas y su misión;

– cuidar la orientación de fondo de la catequesis y su adecuada programación, contando con la participación activa de los propios catequistas, y tratando de que esté « bien estructurada y bien orientada »;(79)

– fomentar y discernir vocaciones para el servicio catequético y, como catequista de catequistas, cuidar la formación de éstos, dedicando a esta tarea sus mejores desvelos;

– integrar la acción catequética en el proyecto evangelizador de la comunidad y cuidar, en particular, el vínculo entre catequesis, sacramentos y liturgia;

– garantizar la vinculación de la catequesis de su comunidad con los planes pastorales diocesanos, ayudando a los catequistas a ser cooperadores activos de un proyecto diocesano común.

La experiencia atestigua que la calidad de la catequesis de una comunidad depende, en grandísima parte, de la presencia y acción del sacerdote. Los padres de familia, primeros educadores de la fe de sus hijos(80)

226. El testimonio de vida cristiana, ofrecido por los padres en el seno de la familia, llega a los niños envuelto en el cariño y el respeto materno y paterno. Los hijos perciben y viven gozosamente la cercanía de Dios y de Jesús que los padres manifiestan, hasta tal punto, que esta primera experiencia cristiana deja frecuentemente en ellos una huella decisiva que dura toda la vida. Este despertar religioso infantil en el ambiente familiar tiene, por ello, un carácter « insustituible ».(81)

Esta primera iniciación se consolida cuando, con ocasión de ciertos acontecimientos familiares o en fiestas señaladas, « se procura explicitar en familia el contenido cristiano o religioso de esos acontecimientos ».(82) Esta iniciación se ahonda aún más si los padres comentan y ayudan a interiorizar la catequesis más sistemática que sus hijos, ya más crecidos, reciben en la comunidad cristiana. En efecto, « la catequesis familiar precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis ».(83)

227. Los padres reciben en el sacramento del matrimonio la gracia y la responsabilidad de la educación cristiana de sus hijos,(84) a los que testifican y transmiten a la vez los valores humanos y religiosos. Esta acción educativa, a un tiempo humana y religiosa, es un « verdadero ministerio »(85) por medio del cual se transmite e irradia el Evangelio hasta el punto de que la misma vida de familia se hace itinerario de fe y escuela de vida cristiana. Incluso, a medida que los hijos van creciendo, el intercambio es mutuo y, « en un diálogo catequético de este tipo, cada uno recibe y da ».(86)

Por ello es preciso que la comunidad cristiana preste una atención especialísima a los padres. Mediante contactos personales, encuentros, cursos e, incluso, mediante una catequesis de adultos dirigida a los padres, ha de ayudarles a asumir la tarea, hoy especialmente delicada, de educar en la fe a sus hijos. Esto es aún más urgente en los lugares en los que la legislación civil no permite o hace difícil una libre educación en la fe.(87) En estos casos, la « iglesia doméstica »(88) es, prácticamente, el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis.

Los religiosos en la catequesis

228. La Iglesia convoca particularmente a las personas de vida consagrada a la actividad catequética y desea « que las comunidades religiosas dediquen el máximo de sus capacidades y de sus posibilidades a la obra específica de la catequesis ».(89)

La aportación peculiar de los religiosos, de las religiosas y de los miembros de sociedades de vida apostólica a la catequesis brota de su condición específica. La profesión de los consejos evangélicos, que caracteriza a la vida religiosa, constituye un don para toda la comunidad cristiana. En la acción catequética diocesana, su aportación original y específica nunca podrá ser suplida por la de los sacerdotes y laicos. Esta contribución original brota del testimonio público de su consagración, que les convierte en signo viviente de la realidad del Reino: « La profesión de estos consejos en un estado de vida estable reconocido por la Iglesia es lo que caracteriza la vida consagrada a Dios ».(90) Aunque los valores evangélicos deben ser vividos por todo cristiano, las personas de vida consagrada « encarnan la Iglesia deseosa de entregarse a la radicalidad de las bienaventuranzas ».(91) El testimonio de los religiosos, unido al testimonio de los laicos, muestra el rostro total de la Iglesia que es, toda ella, signo del Reino de Dios.(92)

229. « Muchas familias religiosas, masculinas y femeninas, nacieron para la educación cristiana de los niños y de los jóvenes, particularmente los más abandonados ».(93) Ese mismo carisma de los fundadores hace que muchos religiosos y religiosas colaboren hoy en la catequesis diocesana de adultos. En el curso de la historia siempre « se han encontrado muy comprometidos en la acción catequética de la Iglesia ».(94)

Los carismas fundacionales(95) no quedan al margen cuando los religiosos participan en la tarea catequética. Manteniendo intacto el carácter propio de la catequesis, los carismas de las diversas comunidades religiosas enriquecen una tarea común con unos acentos propios, muchas veces de gran hondura religiosa, social y pedagógica. La historia de la catequesis demuestra la vitalidad que estos carismas han proporcionado a la acción educativa de la Iglesia.

Los catequistas laicos

230. La acción catequética de los fieles laicos tiene, también, un carácter peculiar debido a su particular condición en la Iglesia: « el carácter secular es propio de los laicos ».(96) Los laicos ejercen la catequesis desde su inserción en el mundo, compartiendo todo tipo de tareas con los demás hombres y mujeres, aportando a la transmisión del Evangelio una sensibilidad y unas connotaciones específicas: « esta evangelización... adquiere una nota específica por el hecho de que se realiza dentro de las comunes condiciones de la vida en el mundo ».(97)

En efecto, al vivir la misma forma de vida que aquellos a quienes catequizan, los catequistas laicos tienen una especial sensibilidad para encarnar el Evangelio en la vida concreta de los seres humanos. Los propios catecúmenos y catequizandos pueden encontrar en ellos un modelo cristiano cercano en el que proyectar su futuro como creyentes.

231. La vocación del laico para la catequesis brota del sacramento del Bautismo, es robustecida por el sacramento de la Confirmación, gracias a los cuales participa de la « misión sacerdotal, profética y real de Cristo ».(98) Además de la vocación común al apostolado, algunos laicos se sienten llamados interiormente por Dios para asumir la tarea de ser catequistas. La Iglesia suscita y discierne esta llamada divina y les confiere la misión de catequizar. El Señor Jesús invita así, de una forma especial, a hombres y mujeres, a seguirle precisamente en cuanto maestro y formador de discípulos. Esta llamada personal de Jesucristo, y la relación con El, son el verdadero motor de la acción del catequista. « De este conocimiento amoroso de Cristo es de donde brota el deseo de anunciarlo, de evangelizar, y de llevar a otros al «sí» de la fe en Jesucristo ».(99)

Sentirse llamado a ser catequista y recibir de la Iglesia la misión para ello, puede adquirir, de hecho, grados diversos de dedicación, según las características de cada uno. A veces, el catequista sólo puede ejercer este servicio de la catequesis durante un período limitado de su vida, o incluso de modo meramente ocasional, aunque siempre como un servicio y una colaboración preciosa. No obstante, la importancia del ministerio de la catequesis aconseja que en la diócesis exista, ordinariamente, un cierto número de religiosos y laicos, estable y generosamente dedicados a la catequesis, reconocidos públicamente por la Iglesia, y que —en comunión con los sacerdotes y el Obispo— contribuyan a dar a este servicio diocesano la configuración eclesial que le es propia. (100)

Diversos tipos de catequista, hoy especialmente necesarios

232. El tipo o figura del catequista en la Iglesia presenta modalidades diversas, ya que las necesidades de la catequesis son variadas.

– « Los catequistas de tierras de misión », (101) a quienes se aplica por excelencia el título de catequista: « sin ellos no se habrían edificado Iglesias hoy día florecientes ». (102) Los hay que tienen « la función específica de la catequesis » (103) y los hay también que « cooperan en las distintas formas de apostolado ». (104)

– En algunas Iglesias de antigua cristiandad, con gran escasez de clero, se deja sentir la necesidad de una figura en cierto modo análoga a la del catequista de tierras de misión. Se trata, en efecto, de hacer frente a necesidades imperiosas: la animación comunitaria de pequeñas poblaciones rurales, carentes de la presencia asidua del sacerdote; la conveniencia de una presencia y penetración misioneras « en las barriadas de las grandes metrópolis ». (105)

– En aquellas situaciones de países de tradición cristiana que reclaman una « nueva evangelización », (106) la figura del catequista de jóvenes y la del catequista de adultos se hacen imprescindibles para animar procesos de catequesis de iniciación. Estos catequistas deben atender también a la catequesis permanente. En estos menesteres el papel del sacerdote será, igualmente, fundamental.

– Sigue siendo básica la figura del catequista de niños y adolescentes, con la delicada misión de inculcar « las primeras nociones de catequesis y preparar para los sacramentos de la Reconciliación, primera Comunión y Confirmación ». (107) Esta tarea se hace hoy aún más imperiosa cuando esos niños y adolescentes « no reciben en sus hogares una formación religiosa conveniente ». (108)

– Un tipo de catequista que conviene promover es el del catequista para encuentros presacramentales, (109) destinado al mundo de los adultos, con ocasión del Bautismo o de la primera Comunión de los hijos, o con motivo del sacramento del Matrimonio. Es una tarea con una originalidad propia en la que con frecuencia pueden confluir la acogida, el primer anuncio y la posibilidad de un primer acompañamiento en la búsqueda de la fe.

– Sectores humanos de especial sensibilidad necesitan urgentemente de otros tipos de catequista. Dichos sectores son: las denominadas personas de la tercera edad, (110) que necesitan una presentación del Evangelio adaptada a sus condiciones; las personas desadaptadas y discapacitadas, que necesitan una pedagogía catequética especial, junto a su plena integración en la comunidad; (111) los emigrantes y las personas marginadas por la evolución moderna. (112)

Otras figuras de catequista pueden ser igualmente aconsejables. Cada Iglesia particular, al analizar su situación cultural y religiosa, descubrirá sus propias necesidades y perfilará, con realismo, los tipos de catequista que necesita. Es una tarea fundamental a la hora de orientar y organizar la formación de los catequistas.


(43) En esta Quinta Parte, como en el resto del presente documento, la expresión Iglesia particular se refiere a la diócesis y a las circunscripciones eclesiásticas asimiladas (CIC 368). La expresión Iglesia local se refiere a la agrupación de Iglesias particulares, bien establecidas en una región o nación, o bien en un conjunto de naciones vinculadas entre sí por lazos particulares. cf Primera Parte, cap 3: « La catequesis: acción de naturaleza eclesial » y Segunda Parte, cap 1: « La eclesialidad del mensaje evangélico ».

(44) Como indica Lumen Gentium 26a, las legítimas congregaciones de fieles reciben el nombre de « Iglesias » en el Nuevo Testamento; cf los textos bíblicos con que se abre esta parte.

(45) Cf CD 11.

(46) La Iglesia particular, en CD 11, se describe, antes que nada, como « porción del Pueblo de Dios » (Populi Dei portio).

(47) Congregación para la Doctrina de la Fe, Communionis Notio 7 (AAS 851993, 838-850).

(48) Communionis notio 9b.

(49) LG 23b recoge el testimonio de S. Hilario Poitiers In Ps 14,3 (PL 9, 206) y de S. Gregorio Magno Moral IV, 7. 12 (PL, 75, 643).

(50) EN 14.

(51) Hch 2,11.

(52) Communionis Notio 7 l.c. 842.

(53) Communionis Notio 9b l.c., p. 843; cf AG 4.

(54) La expresión « ministerio de la catequesis » es utilizada en CT 13.

(55) Es importante subrayar el carácter de servicio único que tiene la catequesis en la Iglesia particular. El « sujeto » de las grandes acciones evangelizadoras es la Iglesia particular. Es ella la que anuncia, la que transmite el Evangelio, la que celebra,... Los agentes « sirven » a ese ministerio y actúan « en nombre de la Iglesia ». Las implicaciones teológicas, espirituales y pastorales de esta « eclesialidad » de la catequesis son grandes.

(56) CT 16: « Es una responsabilidad diferenciada pero común ». Cf también la nota 55, del n. 50, como clarificación del término « ministerio de la Palabra ».

(57) AG 14. En este mismo sentido se expresa CT 16: « La catequesis ha sido siempre y seguirá siendo una obra de la que la Iglesia entera debe sentirse y querer ser responsable ». Cf también en MPD 12; RICA 12; CIC 774.1.

(58) « La catequesis debe apoyarse en el testimonio de la comunidad eclesial » (DCG 1971, 35); cf Cuarta Parte, cap. 2.

(59) CT 24.

(60) «Además del apostolado que incumbe absolutamente a todos los fieles, los laicos pueden también ser llamados a una cooperación más inmediata con el apostolado de la jerarquía, como aquellos hombres y mujeres que ayudaban al apóstol Pablo en la evangelización, trabajando mucho en el Señor » (LG 33). Esta doctrina conciliar ha sido recogida por CIC 228 y 759.

(61) LG 25; cf CD 12a; EN 68c.

(62) LG 25.

(63) Ibidem.

(64) DV 8.

(65) CT 63b.

(66) Cf CT 12a.

(67) CT 63c.

(68) CT 63c; CIC 775.1.

(69) Cf CT 63c; CIC 823.1.

(70) CT 63c.

(71) CD 14b; CIC 780.

(72) PO 12a; cf PO 2. 6; Juan Pablo II, Exhrtación apostólica post-sinodal Pastores dabo vobis (25 marzo 1992), n. 12: l.c. 675-677.

(73) PO 6b.

(74) Cf CIC 773.

(75) LG 10.

(76) LG 10. Sobre los « dos modos de participar en el único sacerdocio de Cristo » cf CEC 1546-1547.

(77) PO 9b.

(78) Cf CIC 776-777.

(79) CT 64. Respecto a esta orientación de fondo que los presbíteros han de dar a la catequesis, el Concilio Vaticano II indica dos exigencias fundamentales: « no enseñar la propia sabiduría sino la Palabra de Dios » (PO 4) y « exponer la Palabra de Dios no de modo genérico y abstracto sino aplicándola a las circunstancias concretas de la vida » (ibidem).

(80) Cf en el capítulo 3 de esta Parte el número dedicado a « La familia como ámbito o medio de crecimiento en la fe », donde se analizan las características de la catequesis familiar. Este número se ha centrado más en la consideración de los padres como agentes de catequesis; cf CIC 774.2.

(81) CT 68.

(82) CT 68.

(83) Ibidem.

(84) ChL 62; cf FC 38.

(85) FC 38; CT 68.

(86) CT 68; cf EN 71b.

(87) Cf CT 68.

(88) LG 11; cf FC 36b.

(89) CT 65; CIC 778.

(90) CEC 915; LG 44.

(91) EN 69; cf VC 33.

(92) Cf VC 31 acerca de « las relaciones entre los diversos estados de vida del cristiano »; cf CEC 932.

(93) CT 65; cf RM 69.

(94) CT 65.

(95) Cf 1 Co 12,4; LG 12b.

(96) LG 31. En ChL 15 se analiza con detalle este « carácter secular ».

(97) LG 35.

(98) AA 2b; cf Rituale Romanum, Ordo Baptismi Parvulorum, n. 62, Editio Typica, 1969; RICA 224.

(99) CEC 429.

(100) El Código de Derecho Canónico establece que la autoridad de la Iglesia puede encomendar un oficio o servicio eclesial a los laicos, prescindiendo de si ese servicio es o no un « ministerio » no ordenado formalmente instituido como tal: « Los laicos que sean considerados idóneos tienen capacidad de ser llamados por los sagrados Pastores para aquellos oficios eclesiales y encargos (officia ecclesiastica et munera), que puedan cumplir según las prescripciones del derecho » (CIC 228.1); cf EN 73; ChL 23.

(101) CT 66b; cf GCM.

(102) CT 66b.

(103) GCM 4.

(104) Ibidem.

(105) CT 45; cf RM 37 ad b, 2o.

(106) RM 33.

(107) CT 66a.

(108) CT 66a; cf CT 42.

(109) Cf DCG (1971) 96 ad c.

(110) Cf CT 45; DCG (1971) 95.

(111) Cf DCG (1971) 91; CT 41.

(112) CT 45a; cf CT 45 a.