CONGREGACION PARA EL CLERO

DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS


PRIMERA PARTE

Capítulo II

La catequesis en el proceso de la evangelización
Primer anuncio y catequesis
La catequesis al servicio de la iniciación cristiana
La catequesis, « momento » esencial del proceso de la evangelización
La catequesis al servicio de la iniciación cristiana
Características fundamentales de la catequesis de iniciación
La catequesis al servicio de la educación permanente de la fe
La educación permanente de la fe en la comunidad cristiana
Formas múltiples de catequesis permanente
Catequesis y enseñanza religiosa escolar
El carácter propio de la enseñanza religiosa escolar
El contexto escolar y los destinatarios de la enseñanza religiosa escolar
Educación cristiana familiar, catequesis y enseñanza religiosa escolar al servicio de la educación en la fe


CAPITULO II

LA CATEQUESIS EN EL PROCESO DE LA EVANGELIZACIÓN

« Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron no lo ocultaremos a sus hijos, lo contaremos a la futura generación: las alabanzas del Señor, su poder, las maravillas que realizó » (Sal 78,3-4). « Apolo había sido catequizado en el camino del Señor y, con fervor de espíritu, hablaba y enseñaba con todo esmero lo referente a Jesús » (Hch 18,25).

60. En este capítulo se muestra la relación de la catequesis con los otros elementos de la evangelización, de la que es parte integrante.

En este sentido se describe, en primer lugar, la relación de la catequesis con el primer anuncio, que se realiza en la misión. Se muestra, después, la íntima conexión entre la catequesis y los sacramentos de la iniciación cristiana. A continuación se hace ver el papel fundamental de la catequesis en la vida ordinaria de la Iglesia en su tarea de educar permanentemente en la fe.

Hay que dar una consideración especial a la relación de la catequesis con la enseñanza religiosa escolar, ya que ambas acciones están profundamente relacionadas y, junto a la educación cristiana familiar, son fundamentales para la formación de la infancia y de la juventud.

Primer anuncio y catequesis

61. El primer anuncio se dirige a los no creyentes y a los que, de hecho, viven en la indiferencia religiosa. Asume la función de anunciar el Evangelio y llamar a la conversión. La catequesis, « distinta del primer anuncio del Evangelio », (182) promueve y hace madurar esta conversión inicial, educando en la fe al convertido e incorporándolo a la comunidad cristiana. La relación entre ambas formas del ministerio de la Palabra es, por tanto, una relación de distinción en la complementariedad.

El primer anuncio, que todo cristiano está llamado a realizar, participa del « id » (183) que Jesús propuso a sus discípulos: implica, por tanto, salir, adelantarse, proponer. La catequesis, en cambio, parte de la condición que el mismo Jesús indicó, « el que crea », (184) el que se convierta, el que se decida. Las dos acciones son esenciales y se reclaman mutuamente: ir y acoger, anunciar y educar, llamar e incorporar.

62. En la práctica pastoral, sin embargo, las fronteras entre ambas acciones no son fácilmente delimitables. Frecuentemente, las personas que acceden a la catequesis necesitan, de hecho, una verdadera conversión. Por eso, la Iglesia desea que, ordinariamente, una primera etapa del proceso catequizador esté dedicada a asegurar la conversión. (185) En la « misión ad gentes », esta tarea se realiza en el « precatecumenado ». (186) En la situación que requiere la « nueva evangelización » se realiza por medio de la « catequesis kerigmática », que algunos llaman « precatequesis », (187) porque, inspirada en el precatecumenado, es una propuesta de la Buena Nueva en orden a una opción sólida de fe. Sólo a partir de la conversión, y contando con la actitud interior de « el que crea », la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación de la fe. (188)

El hecho de que la catequesis, en un primer momento, asuma estas tareas misioneras, no dispensa a una Iglesia particular de promover una intervención institucionalizada del primer anuncio, como la actuación más directa del mandato misionero de Jesús. La renovación catequética debe cimentarse sobre esta evangelización misionera previa.

LA CATEQUESIS AL SERVICIO DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

La catequesis, « momento » esencial del proceso de la evangelización

63. La Exhortación apostólica Catechesi Tradendae, cuando sitúa a la catequesis dentro de la misión de la Iglesia, recuerda que la evangelización es una realidad rica, compleja y dinámica, que comprende « momentos » esenciales y diferentes entre sí. Y añade: « La catequesis es uno de esos momentos —y cuán señalado— en el proceso total de la evangelización ». (189) Esto quiere decir que hay acciones que « preparan » (190) a la catequesis y acciones que « emanan » (191) de ella.

El « momento » de la catequesis es el que corresponde al período en que se estructura la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a esa primera adhesión. Los convertidos, mediante « una enseñanza y aprendizaje convenientemente prolongado de toda la vida cristiana », (192) son iniciados en el misterio de la salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. Se trata, en efecto, « de iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana ».(193)

64. La catequesis, al realizar con diferentes formas esta función de iniciación del ministerio de la Palabra, lo que hace es poner los cimientos del edificio de la fe. (194) Otras funciones de ese mismo ministerio irán construyendo, después, las diversas plantas de ese mismo edificio.

La catequesis de iniciación es, así, el eslabón necesario entre la acción misionera, que llama a la fe, y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la comunidad cristiana. No es, por tanto, una acción facultativa, sino una acción básica y fundamental en la construcción tanto de la personalidad del discípulo como de la comunidad. Sin ella la acción misionera no tendría continuidad y sería infecunda. Sin ella la acción pastoral no tendría raíces y sería superficial y confusa: cualquier tormenta desmoronaría todo el edificio. (195) En verdad, « el crecimiento interior de la Iglesia, su correspondencia con el designio divino, dependen esencialmente de ella ». (196) En este sentido, la catequesis debe ser considerada momento prioritario en la evangelización.

La catequesis al servicio de la iniciación cristiana

65. La fe, por la que el hombre responde al anuncio del Evangelio, reclama el Bautismo. La íntima relación entre las dos realidades tiene su raíz en la voluntad del mismo Cristo, que mandó a sus apóstoles a hacer discípulos a todas las gentes y a bautizarlas. « La misión de bautizar, por tanto, la misión sacramental, está comprendida en la misión de evangelizar ». (197)

Los que se han convertido a Jesucristo y han sido educados en la fe por la catequesis, al recibir los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, « son liberados del poder de las tinieblas; muertos, sepultados y resucitados con Cristo; reciben el Espíritu de hijos de adopción; y celebran con todo el Pueblo de Dios el memorial de la muerte y resurrección del Señor ». (198)

66. La catequesis es, así, elemento fundamental de la iniciación cristiana y está estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación, especialmente al Bautismo, « sacramento de la fe ». (199) El eslabón que une la catequesis con el Bautismo es la profesión de fe, que es, a un tiempo, elemento interior de este sacramento y meta de la catequesis. La finalidad de la acción catequética consiste precisamente en esto: propiciar una viva, explícita y operante profesión de fe. (200)

Para lograrlo, la Iglesia transmite a los catecúmenos y a los catequizandos la experiencia viva que ella misma tiene del Evangelio, su fe, para que aquéllos la hagan suya al profesarla. Por eso, « la auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática a la revelación que Dios mismo ha hecho al hombre en Jesucristo, revelación conservada en la memoria profunda de la Iglesia y en las Sagradas Escrituras y comunicada constantemente, mediante una ‘traditio’ viva y activa, de generación en generación ». (201)

Características fundamentales de la catequesis de iniciación

67. El hecho de ser « momento esencial » del proceso evangelizador, al servicio de la iniciación cristiana, confiere a la catequesis algunas características: (202)

– La catequesis es una formación orgánica y sistemática de la fe. El Sínodo de 1977 subrayó la necesidad de una catequesis « orgánica y bien ordenada », (203) ya que esa indagación vital y orgánica en el misterio de Cristo es lo que, principalmente, distingue a la catequesis de todas las demás formas de presentar la Palabra de Dios.

– Esta formación orgánica es más que una enseñanza: es un aprendizaje de toda la vida cristiana, « una iniciación cristiana integral », (204) que propicia un auténtico seguimiento de Jesucristo, centrado en su Persona. Se trata, en efecto, de educar en el conocimiento y en la vida de fe, de forma que el hombre entero, en sus experiencias más profundas, se vea fecundado por la Palabra de Dios. Se ayudará así al discípulo de Jesucristo a transformar el hombre viejo, a asumir sus compromisos bautismales y a profesar la fe desde el « corazón ». (205)

– La catequesis es una formación básica, esencial, (206) centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana, en las certezas más básicas de la fe y en los valores evangélicos más fundamentales. La catequesis pone los cimientos del edificio espiritual del cristiano, alimenta las raíces de su vida de fe, capacitándole para recibir el posterior alimento sólido en la vida ordinaria de la comunidad cristiana.

68. En síntesis, la catequesis de iniciación, por ser orgánica y sistemática, no se reduce a lo meramente circunstancial u ocasional; (207) por ser formación para la vida cristiana, desborda —incluyéndola— a la mera enseñanza; (208) por ser esencial, se centra en lo « común » para el cristiano, sin entrar en cuestiones disputadas ni convertirse en investigación teológica. En fin, por ser iniciación, incorpora a la comunidad que vive, celebra y testimonia la fe. Ejerce, por tanto, al mismo tiempo, tareas de iniciación, de educación y de instrucción. (209) Esta riqueza, inherente al catecumenado de adultos no bautizados, ha de inspirar a las demás formas de catequesis.

LA CATEQUESIS AL SERVICIO
DE LA EDUCACIÓN PERMANENTE DE LA FE

La educación permanente de la fe en la comunidad cristiana

69. La educación permanente de la fe es posterior a su educación básica y la supone. Ambas actualizan dos funciones del ministerio de la Palabra, distintas y complementarias, al servicio del proceso permanente de conversión.

La catequesis de iniciación pone las bases de la vida cristiana en los seguidores de Jesús. El proceso permanente de conversión va más allá de lo que proporciona la catequesis de base o fundante. Para favorecer tal proceso, se necesita una comunidad cristiana que acoja a los iniciados para sostenerlos y formarlos en la fe. « La catequesis corre el riesgo de esterilizarse si una comunidad de fe y de vida cristiana no acoge al catecúmeno en cierta fase de su catequesis ». (210) El acompañamiento que ejerce la comunidad en favor del que se inicia, se transforma en plena integración del mismo en la comunidad.

70. En la comunidad cristiana, los discípulos de Jesucristo se alimentan en una doble mesa: « la de la Palabra de Dios y la del Cuerpo de Cristo ». (211) El Evangelio y la Eucaristía son su constante alimento en el peregrinar hacia la casa del Padre. La acción del Espíritu Santo hace que el don de la « comunión » y el compromiso de la « misión » se ahonden y se vivan de manera cada vez más profunda.

La educación permanente de la fe se dirige no sólo a cada cristiano, para acompañarle en su camino hacia la santidad, sino también a la comunidad cristiana como tal, para que vaya madurando tanto en su vida interna de amor a Dios y de amor fraterno, cuanto en su apertura al mundo como comunidad misionera. El deseo y la oración de Jesús ante el Padre son una llamada incesante: « Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado ». (212) Acercarse paulatinamente a este ideal requiere, en la comunidad, una fidelidad grande a la acción del Espíritu Santo, un constante alimentarse del Cuerpo y de la Sangre del Señor y una permanente educación de la fe, en la escucha de la Palabra. En esta mesa de la Palabra de Dios, la homilía tiene un lugar privilegiado, ya que « vuelve a recorrer el itinerario de fe propuesto por la catequesis y lo conduce a su perfeccionamiento natural; al mismo tiempo impulsa a los discípulos del Señor a emprender cada día su itinerario espiritual en la verdad, la adoración y la acción de gracias ». (213)

Formas múltiples de catequesis permanente

71. Para la educación permanente de la fe, el ministerio de la Palabra cuenta con muchas formas de catequesis. Entre otras, se pueden destacar las siguientes:

– El estudio y profundización de la Sagrada Escritura leída no solo en la Iglesia, sino con la Iglesia y su fe siempre viva. Esto ayuda a descubrir la verdad divina, de forma que suscite una respuesta de fe. La denominada «lectio divina» es forma eminente de este estudio vital de las Escrituras. (214)

– La lectura cristiana de los acontecimientos, que viene exigida por la vocación misionera de la comunidad cristiana. Para hacer esta lectura, el estudio de la doctrina social de la Iglesia es indispensable, ya que « su objetivo principal es interpretar esas realidades (las complejas realidades de la existencia del hombre en la sociedad y en el contexto internacional), examinando su conformidad o disconformidad con lo que el Evangelio enseña ». (215)

– La catequesis litúrgica, que prepara a los sacramentos y favorece una comprensión y vivencia más profundas de la liturgia. Esta catequesis explica los contenidos de la oración, el sentido de los gestos y de los signos, educa para la participación activa, para la contemplación y el silencio. Debe ser considerada como « una forma eminente de catequesis ». (216)

– La catequesis ocasional que, ante determinadas circunstancias de la vida personal, familiar, eclesial y social, trata de ayudar a interpretarlas y vivirlas desde la fe. (217)

– La iniciativas de formación espiritual, que fortalecen las convicciones, descubren nuevas perspectivas y hacen perseverar en la oración y en los compromisos del seguimiento de Cristo.

– La profundización sistemática del mensaje cristiano, por medio de una enseñanza teológica que eduque realmente en la fe, haga crecer en la inteligencia de la misma y capacite al cristiano para dar razón de su esperanza en el mundo actual. (218) En cierto sentido, es adecuado denominar « catequesis perfectiva » a esta enseñanza.

72. Es fundamental que la catequesis de iniciación de adultos, bautizados o no, la catequesis de iniciación de niños y jóvenes y la catequesis permanente estén bien trabadas en el proyecto catequético de la comunidad cristiana, para que la Iglesia particular crezca armónicamente, y su actividad evangelizadora mane de auténticas fuentes. « Es importante que la catequesis de niños y jóvenes, la catequesis permanente y la catequesis de adultos no sean compartimentos estancos e incomunicados... Es menester propiciar su perfecta complementariedad ». (219)

CATEQUESIS Y ENSEÑANZA RELIGIOSA ESCOLAR

El carácter propio de la enseñanza religiosa escolar

73. Una consideración especial merece, dentro del ministerio de la Palabra, el carácter propio de la enseñanza religiosa escolar y su relación con la catequesis de niños y jóvenes.

La relación entre enseñanza religiosa escolar y catequesis es una relación de distinción y de complementariedad: «Hay un nexo indisoluble y una clara distinción entre enseñanza de la religión y catequesis». (220)

Lo que confiere a la enseñanza religiosa escolar su característica propia es el hecho de estar llamada a penetrar en el ámbito de la cultura y de relacionarse con los demás saberes. Como forma original del ministerio de la Palabra, en efecto, la enseñanza religiosa escolar hace presente el Evangelio en el proceso personal de asimilación, sistemática y crítica, de la cultura. (221)

En el universo cultural, que interiorizan los alumnos y que está definido por los saberes y valores que ofrecen las demás disciplinas escolares, la enseñanza religiosa escolar deposita el fermento dinamizador del Evangelio y trata de «alcanzar verdaderamente los demás elementos del saber y de la educación, a fin de que el Evangelio impregne la mente de los alumnos en el terreno de su formación y que la armonización de su cultura se logre a la luz de la fe». (222)

Para ello es necesario que la enseñanza religiosa escolar aparezca como disciplina escolar, con la misma exigencia de sistematicidad y rigor que las demás materias. Ha de presentar el mensaje y acontecimiento cristiano con la misma seriedad y profundidad con que las demás disciplinas presentan sus saberes. No se sitúa, sin embargo, junto a ellas como algo accesorio, sino en un necesario diálogo interdisciplinar. Este diálogo ha de establecerse, ante todo, en aquel nivel en que cada disciplina configura la personalidad del alumno. Así, la presentación del mensaje cristiano incidirá en el modo de concibir, desde el Evangelio, el origen del mundo y el sentido de la historia, el fundamento de los valores éticos, la función de las religiones en la cultura, el destino del hombre, la relación con la naturaleza... La enseñanza religiosa escolar, mediante este diálogo interdisciplinar, funda, potencia, desarrolla y completa la acción educadora de la escuela. (223)

El contexto escolar y los destinatarios de la enseñanza religiosa escolar

74. La enseñanza religiosa escolar se desarrolla en contextos escolares diversos, lo que hace que, manteniendo su carácter propio, adquiera también acentos diversos. Estos acentos dependen de las condiciones legales y organizativas, de la concepción didáctica, de los presupuestos personales de los educadores y de los alumnos, y de la relación de la enseñanza religiosa escolar con la catequesis familiar y parroquial.

No es posible reducir a una única forma todas las modalidades de enseñanza religiosa escolar que se han desarrollado en la historia como consecuencia de los Acuerdos con los Estados y de las decisiones tomadas por diferentes Conferencias episcopales. Es, sin embargo, necesario que, de conformidad con las correspondientes situaciones y circunstancias, la orientación que se dé a la enseñanza religiosa escolar, responda a su finalidad y a sus peculiares características. (224)

Los alumnos « tienen el derecho de aprender, con verdad y certeza, la religión a la que pertenecen. Este derecho a conocer más a fondo la persona de Cristo y la integridad del anuncio salvífico que El propone, no puede ser desatendido. El carácter confesional de la enseñanza religiosa escolar, desarrollada por la Iglesia según las modalidades y formas establecidas en cada país, es —por tanto— una garantía indispensable ofrecida a las familias y a los alumnos que eligen tal enseñanza ». (225)

Para la Escuela católica, la enseñanza religiosa escolar así identificada y complementada con otras formas del ministerio de la Palabra (catequesis, celebraciones litúrgicas...), es parte indispensable de su tarea educativa y fundamento de su propia existencia. (226) La enseñanza religiosa escolar, en el marco de la Escuela estatal y en el de la no confesional, donde la Autoridad civil u otras circunstancias impongan una enseñanza religiosa común a católicos y no católicos, (227) tendrá un carácter más ecuménico y de conocimiento interreligioso común.

En otras ocasiones, la enseñanza religiosa escolar podrá tener un carácter más bien cultural, dirigida al conocimiento de las religiones, y presentando con el debido relieve la religión católica. (228) También en este caso, sobre todo si es impartida por un profesor sinceramente respetuoso, la enseñanza religiosa mantiene una dimensión de verdadera « preparación evangélica ».

75. La situación de vida y de fe de los alumnos que asisten a la enseñanza religiosa escolar se caracteriza por una inestabilidad notable y continua. La enseñanza religiosa escolar ha de tener en cuenta esta realidad cambiante para poder alcanzar su finalidad. La enseñanza religiosa escolar ayuda a los alumnos creyentes a comprender mejor el mensaje cristiano en relación con los problemas existenciales comunes a las religiones y característicos de todo ser humano, con las concepciones de la vida más presentes en la cultura, y con los problemas morales fundamentales en los que, hoy, la humanidad se ve envuelta.

Por otra parte, los alumnos que se encuentran en una situación de búsqueda, o afectados por dudas religiosas, podrán descubrir gracias a la enseñanza religiosa escolar qué es exactamente la fe en Jesucristo, cuáles son las respuestas de la Iglesia a sus interrogantes, proporcionándoles así la oportunidad de reflexionar mejor sobre la decisión a tomar.

Finalmente, cuando los alumnos no son creyentes, la enseñanza religiosa escolar asume las características de un anuncio misionero del Evangelio, en orden a una decisión de fe, que la catequesis, por su parte, en un contexto comunitario, ayudará después a crecer y a madurar.

Educación cristiana familiar, catequesis y enseñanza religiosa escolar al servicio de la educación en la fe

76. La educación cristiana familiar, la catequesis y la enseñanza religiosa escolar, cada una desde su carácter propio, están íntimamente relacionadas dentro del servicio de la educación cristiana de niños, adolescentes y jóvenes. En la práctica, sin embargo, deben tenerse en cuenta, diferentes elementos variables, que puntualmente se presentan, a fin de proceder con realismo y prudencia pastoral en la aplicación de las orientaciones generales.

Por tanto, corresponde a cada diócesis o región pastoral discernir las diversas circunstancias que concurren, bien en cuanto a la existencia o no de una iniciación cristiana en el ámbito de las familias para sus propios hijos, bien en cuanto a los cometidos formativos que en la tradición o situación local ejercen las parroquias, las escuelas, etc. En consecuencia, las Iglesias particulares y la Conferencia Episcopal establecerán las orientaciones propias para los diversos ámbitos, fomentando unas actividades que son distintas y se complementan.


(182) CT 19.

(183) Mc 16,15 y Mt 28,19.

(184) Mc 16,16.

(185) Cf CT 19; DCG (1971) 18.

(186) Cf RICA 9-13; CIC 788.

(187) En el presente Directorio, se supone que ordinariamente el destinatario de la « catequesis kerigmática » o «precatequesis » tiene un interés o una inquietud hacia el Evangelio. Si no lo tiene en absoluto, la acción que se requiere es el « primer anuncio ».

(188) Cf RICA 9. 10. 50; CT 19.

(189) Cf CT 18; CT 20c.

(190) Cf CT 18.

(191) Ibidem.

(192) AG 14.

(193) CT 18.

(194) S. Cirilo de Jerusalen, Catecheses illuminandorum I, 11; PG 33, 351-352.

(195) Cf Mt 7,24-27.

(196) CT 13; Cf CT 15.

(197) CEC 1122.

(198) AG 14; Cf CEC 1212.1229.

(199) CEC 1253. En el catecumenado bautismal de adultos, propio de la « misión ad gentes », la catequesis precede al Bautismo. En la catequesis con bautizados (niños, jóvenes o adultos) la formación es posterior. Pero también en este caso lo que pretende la catequesis es hacer descubrir y vivir las inmensas riquezas del Bautismo ya recibido. El Catecismo de la Iglesia Católica utiliza la expresión catecumenado postbautismal (n. 1231). La Exhortación apostólica Christifideles Laici la llama catequesis postbautismal (n. 61).

(200) Cf CD 14.

(201) CT 22; Cf CT 18d. 21b.

(202) Cf CT 21.

(203) CT 21. Dos razones merecen destacarse en esta aportación sinodal, asumida por Catechesi Tradendae: su preocupación por atender a un problema pastoral (« insisto en la necesidad de una enseñanza cristiana orgánica y sistemática, dado que desde distintos sitios se intenta minimizar su importancia »); y el hecho de considerar la organicidad de la catequesis como la característica principal que la caracteriza.

(204) CT 21.

(205) Cf CT 20; S. Agustin, De catechizandis rudibus, IV, 8: CCL 46, 128-129.

(206) Cf CT 21b.

(207) Cf CT 21c.

(208) Cf AG 14; CT 33; CEC 1231.

(209) Cf DCG (1971) 31.

(210) CT 24.

(211) DV 21.

(212) Jn 17,21.

(213) CT 48; Cf SC 52; DV 24; DCG (1971) 17; Missale Romanum, Ordo Lectionum Missae, 24, Editio Typica Altera, Roma 1981.

(214) Cf DV 21-25; Pontificia Comision Biblica, Documento La interpretación de la Biblia en la Iglesia (21 setiembre 1993), IV, C, 2-3, Ciudad del Vaticano 1993.

(215) SRS 41; Cf CA 5. 53-62; DCG (1971) 26; Congregación para la Educación Católica, Documento Orientaciones para el estudio y enseñanza de la doctrina social de la Iglesia en la formación de los sacerdotes (30 diciembre 1988), Roma 1988.

(216) CT 23; Cf SC 35 ad 3; CIC 777, ad 1 y 2.

(217) Cf CT 21c y 47; DCG (1971) 96 ad c, d, e y f.

(218) Cf 1 P 3,15; Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum veritatis 6b: l.c. 1552. Ver lo indicado en CT 61, acerca de la correlación existente entre catequesis y teología.

(219) CT 45c.

(220) Congregación para la Educación Católica, Dimensión religiosa de la educación en la Escuela católica (7 abril 1978), n. 68, Roma 1988; Cf Juan Pablo II, Alocución a los sacerdotes de Roma (5 marzo 1981): Insegnamenti Giovanni Paolo II, IV1, p. 629-630; CD 13c; CIC 761.

(221) Cf Congregación para la Educación católica, Documento La Escuela católica (19 marzo 1977) n. 26, Roma 1977.

(222) CT 69. Nótese cómo, para CT 69, la originalidad de la ERE no consiste sólo en posibilitar el diálogo con la cultura en general, ya que esto concierne a todas las formas del ministerio de la Palabra. En la ERE se trata, de modo más directo, de promover este diálogo en el proceso personal de iniciación, sistemática y crítica, y de encuentro con el patrimonio cultural, que promueve la escuela.

(223) Cf Congregación para la Eeducación Católica, Dimensión religiosa de la educación en la Escuela católica, n. 70, l.c.

(224) Cf Juan Pablo II, Alocución al Simposio del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa sobre la Enseñanza de la Religión Católica en la escuela pública (15 abril 1991): Insegnamenti di Giovanni Paolo II, XIV1, pp. 780s.

(225) Ibidem.

(226) Cf CT 69; Congregación para la Educación Católica, Dimensión religiosa de la educación en la Escuela católica, n. 66: l.c.

(227) Cf CT 33.

(228) Cf CT 34.