PASTORAL DE LAS
MIGRACIONES EN ESPAÑA

Conferencia Episcopal Española


III

VERTIENTE ÉTICO-POLÍTICA

1. LA PERSONA

2. LA SOCIEDAD
a) Opinión pública
b) Los Medios de Comunicación Social deben
- En negativo
- En positivo

3. EL ESTADO
a) La “integración armónica”
b) La “solidaridad en libertad”
LLAMADAS Y CONCLUSIONES


III

VERTIENTE ÉTICO POLÍTICA

1. LA PERSONA

Todo ser humano desplazado, independientemente de su origen y condición, de las causas de su emigración y de la clasificación legal o administrativa que reciba -"inmigrante", "temporero", "legal", "clandestino", "ilegal", "exiliado", "refugiado", "solicitante de asilo o de refugio", etc.- es ante todo una persona, sujeto de derechos y de deberes. Como tal deberá ser tratada y respetada, al par que atendida en sus necesidades básicas de alimento, vestido, higiene, garantía de seguridad personal, etc. En este punto no pueden ser distintas las legislaciones y el trato de emigrantes, refugiados, ilegales, clandestinos.

Se impone, por consiguiente, una revisión de los conceptos antedichos -particularmente de los de "exiliado", "refugiado", "solicitante de asilo o de refugio"-, así como del de "falso exiliado" por razones económicas.

2. LA SOCIEDAD

a) Opinión pública

Supuesto lo ya expresado respecto a la necesidad de interesar la opinión pública en lo referente al problema migratorio, nos ceñimos en estos momentos a un ámbito privilegiado de dicha opinión: el relativo a los Medios de Comunicación Social.

b) Los Medios de Comunicación Social deben:

- en negativo:

1. cumplir escrupulosamente con su fin principal, que es el de informar con veracidad. Toda desviación de este principio en la información sobre los migrantes, que llevara a distorsionar, generalizar, ocultar o exagerar los hechos en perjuicio de los migrantes, tendría para éstos consecuencias muy negativas;

2. contribuir a la eliminación de los prejuicios a veces existentes en la opinión pública o en determinados sectores de la sociedad con respecto a los migrantes, y a evitar generalizaciones, rechazos y estereotipos;

3. contribuir a superar, denunciando, los miedos o temores infundados, las situaciones de explotación, el trato discriminatorio y los posibles brotes de racismo y xenofobia de la población o parte de ella;

- en positivo

4. dar a conocer la riqueza de las culturas de los migrantes y los elementos valiosos que aportan al país al que llegan, a fin de disponer a la población asentada a una acogida favorable;

5. fomentar los valores de la acogida, el diálogo, el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la colaboración, la universalidad en la pluralidad, el bien común, la convivencia, la justicia, la paz, etc. Para ello aprovecharán cuantas ocasiones les brinde la vida, actividad y manifestaciones de los migrantes;

6. en particular, los Medios de Comunicación Social pertenecientes a instituciones u Organizaciones de la Iglesia habrán de ser ejemplo en el trato que den al fenómeno de la movilidad humana. Algo parecido hemos de decir de los católicos profesionales de dichos medios: editores, empresarios, comunicadores, etc. Sobre ellos pesa una parte inalienable de responsabilidad con vistas a contribuir a la creación de un clima de diálogo y de convivencia entre los migrantes y la sociedad asentada, fundados en la verdad, la libertad, la justicia y el amor.

3. EL ESTADO

a) La "integración armónica"

Las sociedades del futuro y la del presente en general -desde luego en España y en Europa- son sociedades multinacionales, multiétnicas, multiculturales, plurilingüísticas y plurireligiosas. Este hecho habrá de ser tenido en cuenta para evitar, por una parte, políticas y actitudes de absorción, sometimiento, asimilación forzosa y falta de respeto a las minorías; y, por otra, el peligro de ghetto, de atomización y anarquía. Cada ciudadano, cada grupo y cada pueblo tienen derecho a conservar y cultivar su propia identidad, cultura y religión y la obligación de colaborar solidariamente a la unidad del conjunto.

La forma adecuada de interrelación de las diversas personas, grupos y pueblos, con culturas, lenguas y religiones diferentes es la de la "integración armónica", entendida como un proceso de enriquecimiento recíproco en el aportar y en el recibir, en acoger y en ser acogido. La "integración armónica" no supone nunca un empobrecimiento o una alienación. "Integración" significa aquí dar y aceptar, y mostrarse agradecido por ello.

b) la “solidaridad en libertad”

Análogamente, es necesaria a nivel internacional una armonización de las políticas de migración, de refugio y asilo, y de ayuda al desarrollo, encaminadas hacia un "nuevo orden internacional". En esta política internacional habrán de colaborar los Estados, las Organizaciones Internacionales e Instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. La Iglesia también deberá aportar en esta tarea su modesta colaboración. Todo ello requiere un amplio movimiento planetario de "solidaridad en libertad".

A fin de lograr lo dicho, se impone, en primer lugar, la urgencia de actuar sobre las causas de las migraciones. Entre ellas tiene evidente primacía el factor "hambre" que, por consiguiente, habrá de ser tenido muy particularmente en cuenta en el futuro a la hora de regular los movimientos migratorios y la ayuda al desarrollo. Está en juego la subsistencia de millones de seres humanos abocados a la muerte por inanición. El factor "hambre" -la necesidad de subsistencia- debe convertirse en una de las razones principales, si no la principal, a la hora de conceder permiso de trabajo y de residencia o de aportar una ayuda eficaz al país de origen.

En segundo lugar, ante las citadas situaciones de extrema necesidad a la hora de tomar decisiones de acogida, no pueden seguir ocupando el primer plano los "intereses nacionales", los "intereses de los bloques económico-políticos" y, menos todavía las "leyes del mercado" al margen de toda regulación en función del bien común. Lo primero es el hombre, y su primera necesidad y primer derecho es su subsistencia.

No es tarea fácil conjugar los criterios expuestos con una verdadera salvaguardia de los derechos legítimamente adquiridos de la sociedad de acogida. Se impone una auténtica racionalización que atienda a la vez al normal desarrollo del propio país, a una inserción eficaz de los marginales y residentes y al genuino bien de los todavía solicitantes. La admisión irracional e indiscriminada de éstos podría agravar aún más sus propios problemas. Esta racionalización ha de originar unas reglamentaciones que sean fruto de un diálogo entre los países de procedencia y de acogida, con el único proyecto de servir, del mejor modo posible, al bien común.

LLAMADAS Y CONCLUSIONES

Desde la Doctrina y desde la acción social, la Iglesia ofrece una colaboración positiva en la relación con los Estados contemporáneos. Cuanto hemos escrito da testimonio de ello. En concreto, la Iglesia en España pide a las autoridades del país en los diversos niveles del Estado -central, autonómico, provincial, local-, que, tanto en la elaboración de leyes y normas referentes a los migrantes como en su aplicación, se respete siempre la dignidad de la persona humana y se garanticen sus derechos concretos.

En el marco de los principios de subsidiariedad y de solidaridad, corresponde al Estado ofrecer a los inmigrantes, por sí mismo y en colaboración con otras Instituciones u Organizaciones, los servicios adecuados para el cultivo de las dimensiones de identidad y de integración que son básicas para la solución del problema migratorio.

Por ejemplo, establecer las medidas oportunas que autoricen a los migrantes el ejercicio del derecho al voto, por lo menos en el ámbito local. Algo que ya es una realidad en algunos países y una aspiración de la mayor parte de los migrantes.

La Iglesia no sólo proclama positivamente su Mensaje, sino que además en virtud de su propia misión, debe adentrarse por los caminos de la denuncia, cuando los derechos fundamentales de los hombres, de los grupos y de los pueblos lo exijan. De aquí que condene toda explotación y discriminación del extranjero o migrante, y todo comportamiento o manifestación de xenofobia, de racismo, de rechazo, de hostilidad y de malos tratos.

Más en concreto, la Iglesia en España lamenta el deterioro de las relaciones de la población nativa con los extranjeros, especialmente con los provenientes del Norte de África, con los de raza negra y con los sudamericanos. Invita a todas las personas de buena voluntad en nuestra sociedad, especialmente a los cristianos, a cambiar de mentalidad y de trato frente a ellos.

Al mismo tiempo la Iglesia católica, dando gracias a Dios por haber tomado plena conciencia desde el Evangelio, del valor de los derechos fundamentales de la persona, entre ellos el de libertad religiosa, y solicitándolos para los inmigrantes en nuestro país, lamenta que tales derechos no sean reconocidos y respetados por algunos gobiernos de sus propios países de origen.

Los Obispos de la Iglesia en España agradecemos los servicios prestados con afecto y generosidad a los españoles emigrantes en otros países, especialmente en Europa y América Latina. Incluimos particularmente en nuestro agradecimiento a los Capellanes y Misioneros de migrantes, a los Religiosos y Religiosas a su servicio, a los fieles Laicos cristianos comprometidos y a cuantos, hombres y mujeres de buena voluntad, prestan algún servicio a los inmigrantes en España.

Expresamos también nuestro reconocimiento y gratitud a las Iglesias hermanas de otros países y a todos cuantos, en y desde ellas, han puesto sus personas, conocimientos y posibilidades al servicio de nuestros emigrantes.

Finalmente damos gracias a Dios por el don de los inmigrantes en España. Nos aportan sus diversas culturas, sus variadas vivencias, sus expresiones religiosas, su trabajo y sus manifestaciones de libertad y solidaridad, de identidad e integración. Ellos son esperanza fundada de que Dios, Señor de la Historia, abre caminos nuevos hacia un mundo más justo, solidario y fraterno para todos los hombres y pueblos y, muy especialmente, para nuestro país y nuestra Iglesia.