LA INICIACIÓN CRISTIANA

REFLEXIONES Y ORIENTACIONES

Madrid, 27 de Noviembre de 1998

LXX ASAMBLEA PLENARIA DE LA
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA


INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTE

NATURALEZA DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

1. LA INICIACIÓN CRISTIANA EN CUANTO OBRA DE DIOS
2. LA MEDIACIÓN MATERNAL DE LA IGLESIA
3. LA INICIACIÓN CRISTIANA EN CUANTO MEDIACIÓN DE LA IGLESIA
4. EL ITINERARIO TÍPICO DE LA INICIACIÓN CRISTIANA:
EL RITUAL DE LA INICIACIÓN CRISTIANA DE ADULTOS.


INTRODUCCIÓN

El mandato del Señor

1 "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 19-20). Desde la primera proclamación del Kerigma apostólico, a la pregunta que les dirigen aquellos a quienes Dios ha abierto el corazón1 -"Hermanos, ¿qué tenemos que hacer?" (Hch 2,37)- los Apóstoles y sus sucesores no tienen otra respuesta que el mandato que el Señor Jesús les dio antes de subir al cielo: "Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en en nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la promesa es para vosotros y para vuestros hijos y para todos los que está lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro" (Hch 2, 37-39).

La Iniciación cristiana, respuesta al mandato misionero

2 El mandato del Señor encierra una misión que expresa el sentido,  paternal y maternal a la vez, del ministerio apostólico2. Esta misión se realiza y se pone de manifiesto bajo estas dimensiones en el anuncio universal del Evangelio y en la celebración de los Sacramentos3, particularmente en la Iniciación cristiana. Nadie está desamparado del regazo de la Iglesia. "La Iglesia, dice san Agustín, es la única madre verdadera de todas las gentes, que ofrece su regazo a los no regenerados y amamanta a los regenerados"4. El amor de Cristo sigue apremiando hoy a la Iglesia para desarrollar la Iniciación cristiana de sus hijos; "con su amor, oración, ejemplo y obras de penitencia, la comunidad eclesial ejerce una auténtica maternidad respecto a las almas para llevarlas a Cristo".5

La preocupación de los obispos españoles

3 "La Iglesia, que ha considerado siempre la formación de los fieles como una de las tareas más esenciales de su quehacer, es también consciente de su importancia decisiva en unos momentos en que las circunstancias cambian con vertiginosa rapidez, poniendo cada día nuevos interrogantes con los cuales ha de confrontarse la fe de los creyentes. ... 'Una minoría de edad cristiana y eclesial no puede soportar las embestidas de una sociedad crecientemente secularizada'".6

Estas palabras del Papa a un grupo de obispos españoles encuentran en nosotros una perfecta sintonía. En efecto, también los obispos de las Iglesias de España estamos preocupados por este ambiente que dificulta grandemente la acción evangelizadora de la Iglesia y que incide, de manera particular, en la tarea de hacer nuevos cristianos hoy. Por este motivo nos consideramos obligados a impulsar y consolidar la renovación de la pastoral de la Iniciación cristiana en todos sus aspectos. Este interés está reflejado en los planes de la Conferencia Episcopal y en diferentes documentos de la misma en los últimos años. Dichos textos muestran el ambiente y la perspectiva con que se trata la iniciación cristiana en el presente documento.7 Por otra parte han sido muchas las diócesis que han celebrado Sínodos, y aun Concilios provinciales, en los últimos años y han tomado iniciativas para poner en marcha proyectos de evangelización y de Iniciación cristiana.

4 La renovación de la Iniciación cristiana es un empeño que compartimos, en unidad de misión, con todos los presbíteros y los diáconos. La colaboración de los catequistas y demás personas dedicadas a esta pastoral es preciosa y necesaria. Nunca, como en estos tiempos, se han dedicado tantas personas, esfuerzos y recursos a la catequesis y a la enseñanza de la religión en las escuelas; a la promoción de movimientos infantiles y juveniles; al cuidado de la participación en la liturgia dominical y a la preparación de los sacramentos. Sin embargo, la ignoracia religiosa de la doctrina de la fe de un buen número de nuestros fieles, la desconexión entre la práctica religiosa y la conducta moral, la debilidad de la presencia de los católicos en la sociedad y la escasez de vocaciones a la vida consagrada a Dios, ponen de manifiesto las dificultades de nuestra acción evangelizadora.

5 No obstante estas constataciones, que consideramos realistas, no perdemos la esperanza, que nos invita a confiar en el Señor y a actuar con libertad y decisión (parresía) apoyados en la fuerza del Espíritu Santo. Como hombres de fe reconocemos gozosamente y con admiración religiosa que el mundo de hoy se abre también al Reino de Dios, mediante el anuncio insistente del Evangelio y la eficacia redentora del sacrificio de Cristo, bajo el impulso renovador del Espíritu Santo.

Por esto deseamos hacer una nueva invitación en favor de una pastoral evangelizadora más acuciante, que asuma entre sus prioridades la Iniciación cristiana. Nuestras Iglesias están llamadas hoy a "desplegar una acción pastoral de evangelización frente al fenómeno generalizado del debilitamiento de la fe y la difusión de la increencia entre nosotros"8. Las dificultades para hacer cristianos hoy en España, y las deficiencias que existen en la pastoral de la iniciación en nuestras diócesis, lejos de desanimarnos, nos estimulan.

Objetivos y destinatarios de estas reflexiones

6 Aun siendo siempre las mismas "la fe que se transmitió a los santos una vez para siempre" (Judas, 3), y la respuesta de la Iglesia católica, son diferentes las generaciones que se suceden, diversas las culturas, las situaciones y los lugares en los que es anunciada la fe y se realiza la Iniciación cristiana. De aquí que constituya un deber pastoral el responder adecuadamente a las personas concretas que se han de iniciar cristianamente en nuestras Iglesias locales. En el Plan de acción pastoral para el Cuatrienio 1997-2000: "Proclamar el año de gracia del Señor", aparece dentro del Objetivo I, "elaborar y publicar unas Orientaciones pastorales sobre la Iniciación cristiana".9

Por ello, el propósito que nos mueve a los obispos de la Conferencia Episcopal Española es ofrecer reflexiones y orientaciones sobre todo pastorales, como un servicio de ayuda y de orientación a las Iglesias particulares en su cometido propio de establecer un proyecto de Iniciación cristiana bajo la autoridad del Obispo, maestro de la fe y principal dispensador de los misterios de Dios, responsable de la vida litúrgica de la Iglesia que le ha sido encomendada.10 Los puntos de referencia básicos de estas reflexiones, así como los del proyecto evangelizador, misionero y catecumenal unitario que pide el Directorio General para la Catequesis, a cada diócesis,11 son los libros litúrgicos, especialmente los Rituales de los sacramentos de la iniciación cristiana, juntamente con el Catecismo de la Iglesia Católica y el mismo Directorio General para la Catequesis.

7 Nos invita también a ello la preparación del Gran Jubileo del año 2000, según las sugerencias de la Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente, del 10 de Noviembre de 1994, cuando se refiere a la dimensión sacramental de la salvación, y en particular a los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, la Penitencia y la Eucaristía.12

Uno de los frutos que esperamos de estas reflexiones y orientaciones es propiciar que las diversas instancias o "lugares" donde se trabaja por la iniciación cristiana, y las acciones -catequéticas y litúrgicas- que la integran, no se organicen por separado, como si fueran compartimentos estancos e incomunicados, sino que respondan a un proyecto unitario y global de cada Iglesia particular.13 De esta unidad la primera beneficiaria será la propia comunidad diocesana.14

8 Las reflexiones y los criterios que presentamos quieren, por tanto:

a) Clarificar la identidad misma de la Iniciación cristiana como obra a la vez divina y humana, directamente relacionada con la misión de la Iglesia (Primera parte).

b) Señalar la forma y los lugares en los que se lleva a cabo la mediación de la Iglesia particular en la Iniciación cristiana de niños, adolescentes y jóvenes, y aun de adultos (Segunda parte).

c) Ofrecer unas sugerencias de renovación de la pastoral de la Iniciación cristiana, teniendo en cuenta la práctica actual e iluminando algunos problemas que se plantean hoy en nuestras diócesis, para impulsar la acción catequética y litúrgica y discernir el modo más oportuno de introducir a los destinatarios de la Iniciación en la conversión y en la fe personal en Cristo, y en la comunión con Él, en el Espíritu (Tercera parte).

PRIMERA PARTE

NATURALEZA DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

1. LA INICIACIÓN CRISTIANA EN CUANTO OBRA DE DIOS

Don de Dios y respuesta del hombre

9 La Iniciación cristiana es un don de Dios que recibe la persona humana por la mediación de la Madre Iglesia.15 Sólo Dios puede hacer que el hombre renazca en Cristo por el agua y el Espíritu; sólo Él puede comunicar la vida eterna e injertar al hombre como un sarmiento, a la Vid verdadera, para que el hombre, unido a Él, realice su vocación de hijo de Dios en el Hijo Jesucristo, en medio del mundo, como miembro vivo y activo de la Iglesia.16

La originalidad esencial de la Iniciación cristiana consiste en que Dios tiene la iniciativa y la primacía en la transformación interior de la persona y en su integración en la Iglesia, haciéndole partícipe de la muerte y resurrección de Cristo. Algunos antiguos catecismos habían sintetizado esta realidad de fe en una breve y exacta respuesta: "Sí, soy cristiano, por la gracia de Dios!". Con estas palabras se expresa el gozo del hombre que ha tomado conciencia de que es lo que es por la gracia de Dios; y que la gracia de Dios no ha sido estéril en él17, y así se lanza a lo que está por delante, corriendo hacia la meta.18

10 La realidad misteriosa de la Iniciación cristiana, en la que el hombre, auxiliado por la gracia divina, responde libre y generosamente al don de Dios, recorriendo un camino de liberación del pecado y de crecimiento en la fe hasta sentarse a la mesa eucarística, se encuentra reflejada en la manifestación de Jesucristo Resucitado a los discípulos de Emaús19. Las "palabras y los gestos" del Señor conducen a aquellos discípulos del desencanto a la confianza, de la confianza a la fe en las Escrituras, de la fe en las Escrituras al reconocimiento del Resucitado en la Fracción del Pan, y del reconocimiento a la misión.

Dinamismo trinitario de la Iniciación cristiana

11 Esta iniciativa gratuita y antecedente del Padre se verifica en "las palabras y las acciones" que Jesucristo resucitado realiza en la Iglesia, Esposa suya y Madre nuestra;20 y en la acción del Espíritu Santo que inspira, ilumina, guía y conduce al que es llamado a entrar en la comunión de la vida divina trinitaria. "Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad: por Cristo, la Palabra hecha carne y con el Espíritu santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y partícipar de la naturaleza divina".21

Desde este punto de vista la Iniciación cristiana constituye el cumplimiento de las promesas hechas por Dios a nuestros padres en el Antiguo Testamento, especialmente a Abrahán, llamado a ser padre de una descendencia innumerable no sólo según la carne sino "según la promesa"22 unida a la fe.23

La Iniciación cristiana, por tanto, ha de entenderse en primer término como obra de la Santísima Trinidad en la Iglesia. Del Padre que "nos ha elegido en Cristo antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos" (Ef 1,4-5); del Hijo Jesucristo que, "sentado a la derecha del Padre", se hace presente a su Iglesia para insertar a los hombres en su misterio pascual; y del Espíritu Santo, el "pedagogo de la fe" y artífice de las "obras maestras de Dios" que son los sacramentos de la Nueva Alianza.24 La Iglesia es la mediación querida por Dios para actuar en el tiempo esta obra de la redención humana y de la participación de los hombres en la naturaleza divina.

12 Esta participación "tiene cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen en el sacramento de la Confirmación y, finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y así, por medio de estos sacramentos de la Iniciación cristiana, reciben, cada vez con más abundancia, los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad".25

De ahí que la Iniciación cristiana se lleve a cabo en verdad en el curso de un proceso realmente divino y humano, trinitario y eclesial. Los que acogen el mensaje divino de la salvación, atendiendo a la invitación de la Iglesia, son acompañados por ella desde el nacimiento a la vida de los hijos de Dios hasta la madurez cristiana básica.26 Este proceso está insinuado ya en la invitación del Apóstol Pedro a los que acogieron su palabra el día de Pentecostés: "Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch 2,38).

2. LA MEDIACIÓN MATERNAL DE LA IGLESIA

La misión de la Iglesia

13 Después de su resurrección Jesús, confiando a los apóstoles la misión que había recibido del Padre, los envió a predicar el Evangelio a toda criatura27 y a realizar, mediante los sacramentos, la salvación que anunciaban. Para esta misión les aseguró su presencia permanente hasta el fin de los siglos28 y les infundió el Espíritu Santo29. El anuncio del Evangelio y la acción litúrgica responden, en consecuencia, a la iniciativa del Padre que ha querido asociar a la Iglesia a la obra salvadora de su Hijo y Señor nuestro Jesucristo, en el Espíritu Santo. Puede hablarse, por tanto, de una verdadera synergía o actuación común en la obra de nuestra redención, entre Cristo y su esposa la Iglesia30, entre el don del Espíritu Santo y la acción de la Iglesia.31

Desde entonces la Iglesia no ha dejado nunca de cumplir la misión que Cristo le ha encomendado, anunciando a los hombres la salvación, incorporándolos a la participación de la vida trinitaria32 en la comunidad que nace de ella, y enseñándoles a vivir según el Evangelio33. En este sentido la Iniciación cristiana es la expresión más significativa de la misión de la Iglesia y, como se ha indicado ya, constituye la realización de su función maternal, al engendrar a la vida a los hijos de Dios.

La Iglesia particular, sujeto de la Iniciación cristiana

14 Ahora bien, esta misión maternal de la Iglesia, aunque pertenece a todo el cuerpo eclesial, se lleva a cabo en las Iglesias particulares, en las que "está verdaderamente presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica"34. En efecto, "la Iglesia universal se realiza de hecho en todas y cada una de las Iglesias particulares que viven en la comunión apostólica y católica".35

La Iglesia particular, "parte del Pueblo de Dios confiada a un obispo para que la apaciente con la colaboración de su presbiterio"36 es una comunidad de fe, nacida de la proclamación de la Palabra de Dios hecha con autoridad apostólica, y reunida por la fuerza del Espíritu y no por la simple voluntad de los hombres. En ella se celebra la Eucaristía de todo el pueblo de Dios, como manifestación principal de la Iglesia y centro de toda su vida y misión. La Iglesia particular está presidida por el Obispo, que provee los ministerios y modera todas las funciones.

Responsabilidad de la Iglesia particular y del Obispo

15 Por estar inmersa en una sociedad concreta, que habla una lengua determinada y tiene una cultura, una historia y una visión del mundo propias, la Iglesia particular ha de "asimilar lo esencial del mensaje evangélico, de trasvasarlo, sin la menor traición a su verdad esencial, al lenguaje que esos hombres comprenden, y, después, anunciarlo en ese mismo lenguaje"37. Por eso, en coherencia con su misión y de acuerdo con las exigencias del misterio de la Encarnación, ha de esforzarse por conocer en profundidad la cultura de las personas y el grado de penetración en su vida, con el fin de que el Evangelio llegue a los niveles más profundos de la existencia. Al mismo tiempo ha de procurar mantener íntegros los contenidos de la fe de la Iglesia, cuidando también que el lenguaje de la fe sea patrimonio común de los fieles y factor de comunión.38

16 La Iglesia tiene el deber de anunciar el Evangelio a todos los hombres y la responsabilidad de educar en la fe a aquellos que han aceptado a Jesucristo. Por eso necesita desarrollar todas las funciones eclesiales, y ofrecer, dentro de un Proyecto diocesano de Catequesis de carácter global, "un doble servicio:

a) Un proceso de Iniciación cristiana, unitario y coherente, para niños, adolescentes y jóvenes, en íntima conexión con los sacramentos de la Iniciación ya recibidos o por recibir y en relación con la pastoral educativa.

b) Un proceso de catequesis para adultos, ofrecido a aquellos cristianos que necesiten fundamentar su fe, realizando o completando la Iniciación cristiana inaugurada o a inaugurar con el Bautismo".39

Al mismo tiempo ha de cuidar la dimensión sacramental de la Iniciación cristiana, cuya celebración está también íntimamente vinculada a la naturaleza de la Iglesia particular y es moderada por el Obispo. En efecto, el Obispo "dirige la celebración del Bautismo, con el cual se concede la participación del sacerdocio real de Cristo; es ministro ordinario de la Confirmación, y preceptor de toda la Iniciación cristiana, la cual realiza ya sea por sí mismo, ya por sus presbíteros, diáconos y catequistas".40

3. LA INICIACIÓN CRISTIANA EN CUANTO MEDIACIÓN DE LA IGLESIA

Sentido amplio de la palabra Iniciación

17 Al término "iniciación" se le suele asignar el significado de proceso de aprendizaje o introducción progresiva en el conocimiento de una teoría (doctrina) o de una práctica (oficio, disciplina, ocupación o profesión); y también el significado de proceso de socialización por el cual una persona asimila existencialmente las creencias, normas, valores, comportamientos, actitudes y ritos de un determinado grupo social.

En las religiones primitivas suele aplicarse el término "iniciación" al conjunto de pruebas, ritos y enseñanzas que el niño ha de superar al llegar a la pubertad, para ser introducido en la vida adulta, logrando así una nueva identidad personal y el reconocimiento social. En las religiones antiguas la iniciación llevaba consigo la introducción en una experiencia religiosa, mediante el conocimiento de cosas ocultas y la práctica de unos ritos para transformar a los iniciados. En todos estos significados de la iniciación se subraya ante todo el carácter religioso y socio-cultural del proceso iniciático.

Concepto específico de la Iniciación cristiana

18 La Iniciación cristiana, aunque pueda aparecer con algunos puntos de contacto con el lenguaje y las formas iniciáticas de las religiones, es, sin embargo, un hecho de naturaleza diferente. La expansión del Evangelio en el mundo de la antigüedad hizo que la Iglesia admitiera algunas expresiones rituales procedentes de la gentilidad, como había hecho antes respecto del mundo judío. Pero al asumir estos elementos, realizó un adecuado discernimiento bajo la luz del Espíritu Santo, entre lo que era incompatible con el mensaje cristiano y lo que podía ser armonizado con la tradición apostólica.41

Como se ha explicado más arriba, la Iniciación cristiana tiene su origen en la iniciativa divina y supone la decisión libre de la persona que se convierte al Dios vivo y verdadero, por la gracia del Espíritu, y pide ser introducida en la Iglesia. Por otra parte, la Iniciación cristiana no se puede reducir a un simple proceso de enseñanza y de formación doctrinal, sino que ha de ser considerada una realidad que implica a toda la persona, la cual ha de asumir existencialmente su condición de hijo de Dios en el Hijo Jesucristo, abandonando su anterior modo de vivir, mientras realiza el aprendizaje de la vida cristiana y entra gozosamente en la comunión de la Iglesia, para ser en ella adorador del Padre y testigo del Dios vivo.

19 La Iniciación cristiana es la inserción de un candidato en el misterio de Cristo, muerto y resucitado, y en la Iglesia por medio de la fe y de los sacramentos. El Catecismo de la Iglesia Católica, inspirándose en las Observaciones generales tanto del Ritual del Bautismo de Niños como del Ritual de la Iniciación cristiana de Adultos, afirma: La Iniciación cristiana, como "participación en la naturaleza divina"42, "se realiza mediante el conjunto de los tres sacramentos: el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación, que es su afianzamiento; y la Eucaristía, que alimenta al discípulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para ser transformado en él".43

El itinerario catequético de la Iniciación cristiana 20 Esta inserción en el misterio de Cristo va unida a un itinerario catequético que ayuda a crecer y a madurar la vida de fe. En efecto, "la catequesis es elemento fundamental de la Iniciación cristiana y está estrechamente vinculada a los sacramentos de la iniciación"44. La catequesis como "educación en la fe de los niños, de los jóvenes y los adultos, que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana"45. En estos momentos, allí donde el catecumenado no ha sido todavía restablecido46, la catequesis ha de asumir esta misma función, orientando a los ya bautizados a incorporarse más plenamente en el misterio de Cristo. Además, "la catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental, porque es en los sacramentos, y sobre todo en la Eucaristía, donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres".47

21 Completada la Iniciación cristiana, es necesaria también la educación permanente de la fe en el seno de la comunidad eclesial48. "La educación permanente de la fe se dirige no sólo a cada cristiano, para acompañarle en su camino hacia la santidad, sino también a la comunidad cristiana en cuanto tal, para que vaya madurando tanto en su vida interna de amor a Dios y de amor fraterno, cuanto en su apertura al mundo como comunidad misionera"49. Esta educación permanente, junto con la catequesis de iniciación, ha de formar parte del proyecto catequético global de la Iglesia particular.50

El camino para llegar a ser cristiano consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, y el acceso a la comunión eucarística.51

Dos formas de Iniciación cristiana

22 La Iniciación cristiana, manteniendo los elementos y los fines esenciales, ha variado mucho en sus formas a lo largo de los siglos y según las circunstancias. En los primeros siglos comprendía un tiempo de catecumenado con los ritos que jalonaban litúrgicamente el itinerario y que desembocaban en la celebración de los sacramentos de la iniciación.52 Esta forma ha sido restaurada por el Concilio Vaticano II para los países de misión y, a discreción del Obispo propio, para cualquier diócesis;53 es la forma prevista también para los adultos no bautizados e incluso para los niños en edad escolar que piden este sacramento.54

Desde que la administración del bautismo a los niños vino a ser la forma habitual de recepción de este sacramento, la celebración se ha convertido en un acto único que integra de manera abreviada las etapas previas a la Iniciación cristiana. Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. Se trata no sólo de la necesidad de una instrucción posterior al bautismo, sino del desarrollo de la gracia bautismal en orden a la conversión personal, en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis55 "que nunca debe faltar a los niños cristianos"56. De este modo, la Iniciación cristiana queda organizada en un itinerario catequético y sacramental, y se desarrolla principalmente durante la infancia y la adolescencia. La meta es siempre la confesión de fe y la plena y consciente integración del bautizado en la comunión y en la misión de la Iglesia.

23 Hoy, pues, tenemos entre nosotros dos formas de recorrer el camino de la Iniciación cristiana:

a) la que afecta a los párvulos que son incorporados en los primeros meses de su vida en el misterio de Cristo y en la Iglesia por el Bautismo, y se recorre, con la recepción de los sacramentos de la Confirmación y de la Eucaristía, a lo largo de la infancia, la adolescencia y la juventud;

b) la Iniciación cristiana de personas no bautizadas (niños, jóvenes o adultos) que se lleva a cabo mediante la participación en un catecumenado, que culmina en la celebración de los tres sacramentos de la iniciación.

Ante las exigencias actuales de la evangelización con muchos adultos ya bautizados pero en realidad no catequizados, o alejados de la fe, o incluso sin haber completado la iniciación sacramental, ambas formas de Inicición cristiana propiamente dicha son hoy necesarias.57

4. EL ITINERARIO TÍPICO DE LA INICIACIÓN CRISTIANA:

EL RITUAL DE LA INICIACIÓN CRISTIANA DE ADULTOS.

24 Para la evangelización existe en la Iglesia un itinerario o modelo típico de Iniciación cristiana: el Ritual de Iniciación cristiana de Adultos. He ahí brevemente indicadas sus etapas:

a) El anuncio misionero Aunque el Ritual de la Iniciación cristiana de Adultos comienza con la entrada en el catecumenado, el tiempo precedente o "pre-catecumenado" alcanza una especial importancia. Es el tiempo destinado al anuncio misionero, durante el cual se proclama abiertamente y con decisión al Dios vivo y a Jesucristo, enviado por él para salvar a todos los hombres, a fin de que, por la acción del Espíritu Santo, crean y se conviertan libremente al Señor.58

b) La entrada en el catecumenado

25 El rito de la entrada en el catecumenado expresa la acogida por parte de la Iglesia de los que han aceptado el anuncio del Evangelio, y han sido movidos a la conversión inicial. A partir de este momento los catecúmenos "son ya de ‘la casa de Cristo’: son alimentados por la Iglesia con la palabra de Dios y favorecidos con las ayudas litúrgicas".59 Los Padres Occidentales, particularmente S. Agustín, profundizan en la pertenencia de los catecúmenos a Cristo y a la Iglesia: "No habéis renacido todavía por el Bautismo sagrado, pero ya por la señal de la cruz habéis sido concebidos en el seno de la madre Iglesia"60. Por la signación y la unción catecumenal, entre otros ritos iniciales, el nuevo converso comienza a ser catecúmeno, pero no "fiel", porque no ha recibido aún el sacramento de la fe, el bautismo.

c) El tiempo del catecumenado

26 Es un tiempo prolongado en el que la Iglesia transmite su fe y el conocimiento íntegro y vivo del misterio de la salvación mediante una catequesis apropiada, gradual e íntegra, teniendo como referencia el sagrado recuerdo de los misterios de Cristo y de la historia de la salvación en el año litúrgico61, y acompañada de celebraciones de la Palabra de Dios y de otros ritos y plegarias, llamados escrutinios.

Los catecúmenos, ayudados por el ejemplo y el auxilio de los padrinos y aun de todos los fieles, son instruidos en la fe, adquieren el lenguaje de la misma,62 se ejercitan en la oración personal y comunitaria, aprenden a vivir según el modelo de Cristo y son introducidos paulatinamente en las responsabilidades propias de la vida cristiana. "Como la vida de la Iglesia es apostólica, los catecúmenos deben aprender también a cooperar activamente a la evangelización y a la edificación de la Iglesia con el testimonio de su vida y con la profesión de fe"63. El tiempo del catecumenado concluye con el rito de la elección o inscripción del nombre.64

d) El tiempo de la purificación y de la iluminación65

27 La Iglesia, acabado el tiempo del catecumenado, pone en manos de Dios a los que El ha elegido, y como madre se dispone a engendrarlos en Cristo por la fuerza del Espíritu Santo. Por esto, intensifica su acompañamiento mediante la catequesis, la liturgia y la penitencia cuaresmal. Les ayuda con la oración para que se abran a la acción de Dios que está escrita en los corazones: "A fin de excitar el deseo de la purificación y de la redención de Cristo, se celebran tres escrutinios, para que los catecúmenos conozcan gradualmente el misterio del pecado"66. Y les hace entrega de los símbolos de la identidad cristiana: El Credo y el Padrenuestro.

e) Celebración de los sacramentos de la Iniciación cristiana

28 En el contexto de la celebración del misterio pascual, la Iglesia engendra en Cristo a los catecúmenos por el sacramento del Bautismo. "Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión"67. En la misma celebración, los neófitos son sellados por el don del Espíritu Santo en el sacramento de la Confirmación, quedando así configurados sacramentalmente a la imagen de Cristo, el Ungido, y constituidos miembros de la comunidad cristiana, con derecho pleno a todas las acciones propias de la Iglesia.

Los neófitos participan por primera vez con todos los fieles en la oblación del Sacrificio eucarístico, memorial eficaz de la muerte y resurrección del Señor, y reciben la comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor resucitado que consuma la unión con El, siendo hechos "un solo cuerpo y un solo espíritu" con Cristo por la fuerza del Espíritu Santo.

f) El tiempo de la mistagogia

29 A la celebración de los sacramentos de la Iniciación cristiana sigue el tiempo de la profundización en los misterios recibidos, o de la mistagogia. Incorporados ya los neófitos a la vida de la comunidad y acompañados por ésta perseveran en la escucha de la Palabra de Dios, en la Eucaristía y en la caridad fraterna68. La mistagogia es, en primer término, una etapa catequética y sacramental a la vez, delimitada por la octava pascual y que puede extenderse hasta Pentecostés. En ella los iniciados, renovados en su espíritu, asimilan más profundamente los misterios de la fe y los sacramentos en los que se nutre la Iglesia, experimentando cuán suave es el Señor69. "La inteligencia más plena y fructuosa de los misterios se adquiere con la renovación de las explicaciones y sobre todo con la recepción continuada de los sacramentos".70

30 Pero la mistagogia configura también toda la trayectoria de la vida cristiana, que progresa y se enriquece día a día en la comprensión más plena de las Sagradas Escrituras y en la frecuencia de los sacramentos. En este sentido la Iniciación cristiana de los que son bautizados nada más nacer, está definida también por la mistagogia. De ahí la importancia de la celebración del domingo para todos los fieles cristianos, como día en el que se hace memoria del Bautismo y se nutre la fe con la Palabra de Dios y con la participación eucarística71. De la perseverancia en esta celebración brota para los bautizados un nuevo sentido de la fe, de la Iglesia y del mundo, al tiempo que se consolidan los vínculos de la comunión eclesial y se fortalece el testimonio delante de los hombres. El bautizado ha entrado en un universo nuevo, en una historia de salvación, en la familia de los hijos de Dios y, en definitiva, en el pueblo que es propiedad personal del Señor, ámbito de la memoria y de la presencia de la revelación y de la redención divinas.

Síntesis

31 La Iniciación cristiana comprende como elementos propios los siguientes:

a) La iniciativa eficaz y gratuita de Dios: el que se inicia lo hace llamado por Dios Padre en Jesucristo y el Espíritu Santo, a través del anuncio del Evangelio. La fe viene por la predicación.

b) La respuesta de la fe que se realiza en la escucha y en la acogida interior del Evangelio: el iniciado responde libremente y se entrega y se adhiere a Dios.

c) La acogida de la Iglesia que recibe en su seno maternal a los que han aceptado el anuncio y los inserta en el misterio de Cristo y en la propia vida eclesial, verdadera participación en la comunión trinitaria.

d) Esta acción de la Iglesia integra básicamente la predicación de la Palabra de Dios y su explicación; la catequesis que introduce en el conocimiento de los misterios de la fe e inicia en otros aspectos de la vida de la Iglesia, como se verá más adelante; la celebración de los sacramentos de la iniciación; y el acompañamiento posterior de los bautizados en orden a su perseverancia y profundización en los misterios celebrados.

Pero como la debilidad humana puede inducir a los bautizados a apartarse de la fidelidad bautismal, la Iniciación cristiana tiene una continuidad especial en el sacramento de la Penitencia, "segundo bautismo" o "bautismo de lágrimas". La Penitencia, que comprende esencialmente un cierto proceso de conversión semejante al del catecumenado, manifiesta la misericordia de Dios que actúa en el corazón del cristiano arrepentido, concediéndole el perdón y la paz por el ministerio de la Iglesia.


1 Cf Hch 16,14.

2 Cf 1Co 4,15; Ga 4,26.

3 Cf S. Agustín Contra litt.Petilliani III, 56,68: PL 43,385; CSEL 32.222

4 S. Agustín Epist. 23,4: PL 33,96; CSEL 34/1.67

5 PO 6; Cf. Ritual de la Iniciación cristiana de adultos (RICA) 1972; Pablo VI, Const. Apost. Divinae Consortium Naturae; Exh. Apost. Evangelii Nuntiandi 34; Juan Pablo II Exhort. Apost. Catechesi Tradendae 44; Juan Pablo II Exhort. Apost. Christifideles Laici 61.

6 Discurso del Papa Juan Pablo II a los obispos de las provincias eclesiásticas de Granada, Sevilla y Valencia, en su visita "ad limina" (7-7-98), en L’Osservatore romano 28 (1541), 10 de julio de 1998, p. 5.

7 Cf Planes pastorales de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis desde 1982. Docu- mentos de la Conferencia Episcopal Española: Testigos del Dios vivo (1985); La verdad os hará libres (1990). Congresos de la Conferencia Episcopal española: Evangelización y mundo actual (1985); Parroquia Evangelizadora (1988); Jesucristo, la Buena Noticia (1997).

8 Conferencia Episcopal Española, Plan Pastoral 1994-1997. Para que el mundo crea, III, p.17.

9 n.120.

10 Cf CD 15; cf DGC 222-223.

11 Cf DGC 277.

12 Cf nn. 39; 41; 45; 50 y 55.

13 Cf CT 45.

14 Cf CC 252; CA 62.

15 Cf LG 14.

16 Cf ChL 32-44.

17 Cf 1 Co 15, 10.

18 Cf Flp 3, 14.

19 Cf Lc 24,13-35.

20 Cf Ap 21, 2.9; Ga 4,26.

21 DV 2.

22 Cf Rm 4,16; 9,6-8; Gal 3,5-9; 4,4-7.

23 Cf Oración después de la 2ª lectura de la Vigilia pascual: "Oh Dios, Padre supremo de los cre- yentes, que multiplicas sobre la tierra los hijos de tu promesa con la gracia de la adopción y, por el misterio pascual, hiciste de tu siervo Abrahán el padre de todas las naciones, como lo habías prometido...".

24 Cf CCE 1092 ss.

25 CCE 1212.

26 Cf Gal 4,19; Ef 4,13.

27 Cf Mc 16,15; SC 6.

28 Cf Mt 28,20.

29 0Cf Jn 20,21-22; Hch 2,8-36.

30 Cf CCE 1069; 1153.

31 Cf CCE 1091; 1099; 1108; 1139.

32 Cf LG 8.

33 "Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda" (EN 14); cf EN 13-15.

34 CD 11; cf LG 26.

35 TDV 41; cf EN 62.

36 CD 11.

37 EN 63.

38 Cf DGC 109-113; 203.

39 DGC 274.

40 Ceremonial de los Obispos, 404; cf LG 26.

41 Cf Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los sacramentos, La Liturgia Romana y la inculturación, Roma 1994, n. 16.

42 CCE 1212.

43 CCE 1275; cf RICA, Obser. generales 1-2; y Pablo VI, Motu proprio Divinae Consortium Naturae (15-VIII-1971) págs. 9-10, en el Ritual de la Confirmación.

44 DGC 66; cf 63-65.

45 CCE 5; cf DGC 60 ss.

46 Cf SC 64; CD 14.

47 CT 23; cf CCE 1074-1075.

48 Cf DGC 69 ss.

49 DGC 70.

50 Cf DGC 72; 274.

51 Cf CCE 1229.

52 Cf CCE 1230.

53 Cf SC 64.

54 Cf CCE 1231 y 1233; CIC c. 788; RICA cap. V; Comisión Episcopal de Liturgia, La Iniciación cristiana de los niños no bautizados en edad escoplar (16-IX-1992) en Boletín Oficial de la Conferencia Espiscopal Española 36 (1992) 231-235. De esta problemática se hablará más adelante.

55 Cf CCE 1232.

56 DGC 177; cf 178.

57 Cf DGC 277, y más adelante en el n. 63.

58 Cf RICA Obser. previas 9; cf Juan Pablo II, Ecclesia in Africa, 57.

59 RICA Obser. previas 18

60 De symb. ad catech, 1, 1; PL 40, 637, I, 1 ; cf. In Ioan. 44, 2: CCL 36, 382, 2, 14-20; la misma catequesis del Obispo de Cartago, amigo y discípulo de S. Agustín: Quodvultdeus, De Symbolo, 1, 1: CCL 60, 306, 9-13; AG 14 y CIC c. 206.

61 Cf SC 102.

62 Sin este nuevo lenguaje, esencialmente bíblico y litúrgico, trabajado por los Santos Padres y continuado en el magisterio de la Iglesia, no se puede entender el cristianismo. Una muestra lograda de esa mentalidad-lenguaje se encuentra en el Catecismo de la Iglesia Católica.

63 RICA Obser. previas 19

64 Cf RICA 133-151.

65 Cf RICA Obser. previas 21-26; 152-207.

66 RICA 157.

67 CCE 1213.

68 Cf Hch 2,42.

69 Cf RICA 237-239.

70 RICA Obser. previas 38.

71 Cf Juan Pablo II, Carta Apost. Dies Domini, 31 de Mayo de 1998.