CAPÍTULO VI
La Familia, la Sociedad y la Iglesia

 

La familia y su gran contribución
 a la Iglesia y a la Sociedad

235. La primera y fundamental pastoral familiar es la que realizan las propias familias, pues, en su seno, el ser humano se va desarrollando y se hace capaz de intervenir en la sociedad. La familia es la verdadera “ecología humana” [266] ; su gran contribución a la Iglesia y a la sociedad es la formación y madurez de las personas que la componen. En este sentido, la familia es la primera y principal protagonista de la pastoral familiar, el sujeto indispensable e insustituible de esa pastoral. Por eso, la pastoral familiar que se realice desde la comunidad cristiana, consciente de este hecho, debe adaptarse a “los procesos de vida” [267] propios de la familia, en orden a  su integración en la iglesia local y en la sociedad.

1. La familia y la sociedad

La familia, célula primera y fundamental de la sociedad

236. La familia, fundada sobre el matrimonio, unión íntima de vida, complemento entre un hombre y una mujer, abierta a la transmisión de la vida, se realiza en la aceptación del don de los hijos [268] . La familia es la comunión de personas, en la que un ser humano es recibido y querido como tal y encuentra su primer camino de crecimiento. Nacida de la entrega común de los esposos, se realiza en la aceptación del don de los hijos en una comunidad familiar. En cuanto está abierta, y dirigida a la formación y maduración de las personas, el fin de la educación familiar es la integración de cada persona en la sociedad. Por eso la familia, con un valor en sí misma por ser comunidad de vida y amor, enriquece además a las otras comunidades con la aportación libre de sus miembros.

La familia es la primera sociedad natural, la célula primera y fundamental de la sociedad. Desempeña en la sociedad una función análoga a la que la célula realiza en un organismo viviente. A la familia está ligado el desarrollo y la calidad ética de la sociedad. La familia es, en verdad, el fundamento de la sociedad [269] .

Cometido propio, original e insustituible de la familia
en el desarrollo de la sociedad

237. A la familia, en consecuencia, corresponde realizar un cometido propio, original e insustituible en el desarrollo de la sociedad. En la familia nace y a la familia está confiado el crecimiento de cada ser humano. La familia es el lugar natural primero en el que la persona es afirmada como persona, querida por sí misma y de manera gratuita. En la familia, por la serie de relaciones interpersonales que la configuran, la persona es valorada en su irrepetibilidad y singularidad. Es en la familia donde encuentran respuesta algunos de las deformaciones culturales de nuestra sociedad, como el individualismo, el utilitarismo, el hedonismo… Tan importante es esta tarea que se puede concluir que la sociedad será lo que sea la familia; y que el resto de las pastorales de la Iglesia tendrán muy escasos frutos en la tarea de evangelizar nuestra sociedad, si no cuentan con la pastoral familiar.

Espacio primero de humanización

238. Sobre la familia se funda y edifica la sociedad porque “la familia es el espacio primero de la ‘humanización’ del hombre” [270] . Lo es en su doble función: la tarea de construir un hogar y la de formar a las personas para ser capaces de servir a la sociedad. La primera dimensión mira hacia dentro de la familia, mientras la segunda lo hace hacia fuera de sí misma. Todo ello hace que la familia deba ser reconocida como un verdadero sujeto social [271] .

Condiciones: que la familia sea, en sí misma, lugar de acogida, encuentro y servicio

239. Hacia dentro de sí misma la familia realizará ese cometido si se consigue que la vida familiar sea “acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda” [272] . Constituida por el amor de entrega de dos personas es ya, en sí misma, el “lugar” de la libertad, porque nace de esa libertad unida al amor y se dirige a la construcción de una comunión [273] . Allí donde la persona es querida por sí misma, nace la libertad verdadera [274] . Allí se aprende de modo natural la necesaria contribución de todos, fundada en la recepción del don de un amor primero, para construir el bien común que es de todos. Por eso, allí se aprende la responsabilidadcompartida según las propias capacidades y el valor del bien común y de la justicia. De esa manera “el hogar constituye el medio natural para la iniciación del ser humano en la solidaridad y en las responsabilidades comunitarias” [275] . En esta tarea de formar el hogar se ha de buscar que no falten las ayudas ya indicadas de escuelas de padres, de atención pedagógica, psicológica y consejo moral a todas las necesidades que vayan surgiendo.

Todos esos bienes no se quedan en la familia reducida, sino que se extienden a la familia amplia: abuelos, primos, sobrinos, etc. Y, por medio de la amistad y del trato, a los vecinos, amigos, etc. Existe un modo natural de que la familia comunique con las otras personas. En este sentido hay que saber dirigir esta capacidad para que sea evangelizadora, además de fomentar la formación de grupos de matrimonios en las parroquias, con una formación propia y una dirección apostólica, se ha de ayudar a la intervención de los padres en las distintas asociaciones que les competen: las asociaciones de padres en los centros educativos, la de los servicios de juventud y sociales, etc. En todas ellas se puede manifestar el influjo benéfico de una vida familiar sana y gozosa. En esta tarea hay que destacar la aportación de las asociaciones específicamente familiares destinadas a cuidar esa dimensión comunicativa de la comunión familiar; se trata de una ayuda inestimable para muchas familias.

Participar en la vida social
en cuanto familia

240. Pero no se acaba ahí la participación primera de la familia en la “humanización” y desarrollo de la sociedad. Le corresponde también un quehacer propio hacia fuera de sí misma. Como exigencia irrenunciable de su condición de fundamento de la sociedad, le corresponde también la tarea específica de actuar y tomar parte, como familia y en cuanto familia, en la vida de la sociedad. En primer lugar, es preciso que la familia sea consciente de esa misión y que sepa defenderla como derecho tanto teórica como prácticamente. Para ello, se ha de favorecer un adecuado asesoramiento por parte de los COF y las asociaciones dedicadas a ello.

Pero, por otra parte, existe una dimensión política y de acceso a los medios de comunicación que excede la acción familiar: es el capítulo de las políticas familiares al que, por su importancia, se le dedica el siguiente apartado.

Qué es la política familiar

241. “Se entiende por política familiar adecuada el reconocimiento y promoción efectiva de la familia en la sociedad. Tal como lo presenta la Iglesia consiste en dos elementos muy sencillos: saber reconocer la identidad propia de la familia y aceptar efectivamente su papel de sujeto social [276] .

La familia verá facilitado grandemente el desempeño de esta función en la medida en que sus derechos sean reconocidos y protegidos debidamente. También por este motivo es necesaria una política familiar respetuosa con la familia, conforme al principio de subsidiariedad.

Promover desde la Iglesia
las asociaciones familiares

242. Para alcanzar estos fines dentro de nuestra sociedad es absolutamente necesario disponer de personas competentes y formadas cristianamente en los distintos aspectos que afectan a la familia: jurídico, laboral, sanitario, de vivienda, tiempo libre, medios de comunicación, etc., y conseguir que tengan una repercusión social y política en nuestra sociedad. Desde la Subcomisión de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal se han de impulsar, favorecer y asesorar las distintas instituciones o foros a nivel de toda España que tengan este fin, procurando que cuenten con los medios económicos, personales y de formación adecuados. Desde las Delegaciones Diocesanas de Familia es muy importante que haya una coordinación con los representantes de zona de esas asociaciones o foros; y que se tengan contactos, por otra parte, con las personas encargadas de los servicios sociales de ayuntamientos, así como con las autoridades públicas autonómicas y locales en sus actuaciones que afecten a la familia.

Los Derechos de la familia. Evitar la confusión
de la familia con otras formas de convivencia

243. A la luz de la Carta de los Derechos de la Familia de la Santa Sede se buscará el efectivo respeto de los derechos y deberes de la misma. Los enumeramos brevemente:

— “el derecho a elegir libremente el estado de vida”;

— “el derecho a casarse libremente”;

  “el derecho a la procreación responsable”;

— “el derecho a respetar y proteger la vida humana”;

— “el derecho a la educación de los hijos”;

— “el derecho de existir y progresar como familia”;

— “el derecho a la libertad religiosa”;

— “el derecho a ejercer su función social y política”;

— “el derecho a contar con una adecuada política familiar”;

— “el derecho a una organización del trabajo que no disgregue a la familia”;

— “el derecho a una vivienda digna”;

— “el derecho de las familias de emigrantes a la misma protección que se da a las demás familias”.

La primera de estas tareas que se debe planificar de modo coordinado y definido es evitar la confusión de la familia con “modelos de familia” alternativos; la aceptación social de este hecho es una amenaza grave en nuestro momento, porque desnaturaliza al matrimonio y a la familia. Esto tiene una aplicación específica, como ya se ha dicho, a las uniones de hecho. Igualmente se ha de tratar a nivel nacional el enfoque de la posición de España con las políticas demográficas internacionales que, junto a algunos elementos positivos, incluyen un conjunto de medidas directamente agresivas a la familia. No son cuestiones asépticas sino que requieren una presencia activa de los cristianos en la sociedad.

Necesidad de un plan con sus objetivos y acciones

244. La actuación en este campo debe llegar a los problemas concretos que afectan a las familias para que éstas puedan aportar a la sociedad toda su riqueza. En este sentido es necesario establecer a nivel nacional por medio de la Subcomisión episcopal para la Familia y defensa de la Vida, un plan de objetivos prioritarios por un tiempo suficiente -al menos de tres años- y que sea revisado y renovado sucesivamente. El fin de ello es promover una acción más eficaz en los problemas más urgentes, prever con suficiente anterioridad los problemas, de modo que se evite la situación de ir por detrás de los acontecimientos y salir siempre al paso con mensajes de condena o negativos, y que, en esta tarea, se hagan presentes fundamentalmente los laicos como expertos en estos temas. Un plan análogo a nivel autonómico y local puede ser llevado a cabo por las Delegaciones Diocesanas de Familia con el asesoramiento de la Conferencia Episcopal.

Participación de las Asociaciones en las políticas familiares.
Coherencia de los cristianos en la vida pública

245. Es necesario comprender de modo global las políticas familiares para que las propuestas que puedan surgir sean eficaces y tengan como objetivo potenciar las propias capacidades de la familia. Para una organización de este tipo es necesaria la colaboración decidida de las asociaciones, foros y especialistas que trabajen en estos campos [277] , y la acción coherente de los políticos cristianos, como recientemente ha indicado la Congregación para la Doctrina de la Fe:

“Cuando la acción política tiene que ver con principios morales que no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno, es cuando el empeño de los católicos se hace más evidente y cargado de responsabilidad. Ante estas exigencias éticas fundamentales e irrenunciables, en efecto, los creyentes deben saber que está en juego la esencia del orden moral, que concierne al bien integral de la persona. Este es el caso de las leyes civiles en materia de aborto y eutanasia (que no hay que confundir con la renuncia al ensañamiento terapéutico, que es moralmente legítima), que deben tutelar el derecho primario a la vida desde de su concepción hasta su término natural. Del mismo modo, hay que insistir en el deber de respetar y proteger los derechos del embrión humano. Análogamente, debe ser salvaguardada la tutela y la promoción de la familia, fundada en el matrimonio monogámico entre personas de sexo opuesto y protegida en su unidad y estabilidad, frente a las leyes modernas sobre el divorcio. A la familia no pueden ser jurídicamente equiparadas otras formas de convivencia, ni éstas pueden recibir, en cuánto tales, reconocimiento legal. Así también, la libertad de los padres en la educación de sus hijos es un derecho inalienable, reconocido además en las Declaraciones internacionales de los derechos humanos” [278] .

Para promover iniciativas sociales
en favor de la familia

246. Para todo ello se deben favorecer las asociaciones de familias, no sólo para una ayuda mutua en orden al desarrollo humano y espiritual, sino que tengan como fin específico promover iniciativas sociales en los distintos campos de atención y defensa de la familia: educación, medios de comunicación social, derechos de la familia, políticas familiares, familias numerosas, etc. Se ha de cuidar la fidelidad a un ideario de acuerdo con una antropología matrimonial y familiar adecuada pues, en la actualidad, es especialmente necesario evitar la ambigüedad de los valores dominantes en nuestra sociedad, que desdibujan la verdad [279] .

Actuación coordinada y conjunta

247. Conviene fomentar la actuación coordinada y conjunta de estas asociaciones por los medios más adecuados, como puede ser un foro público, para que pueda existir una voz relevante en nuestra sociedad que presente alternativas verdaderamente familiares. En aquéllas que sean explícitamente católicas, esta unión debe hacerse efectiva con la presencia de algún representante de la Conferencia Episcopal. Esta unión organizada de las asociaciones, como se ha dicho antes respecto a la promoción de políticas familiares, es conveniente que se realice tanto a nivel nacional como autonómico y local.

            La Iglesia alienta, una vez más, a que desde todas las instancias pastorales se susciten vocaciones de jóvenes laicos a la vida pública con el fin de que, desde los partidos políticos, el asociacionismo juvenil, los medios de comunicación, el mundo de la cultura, las manifestaciones públicas y cuántas iniciativas les permita su creatividad e imaginación, en el marco de los espacios legítimos y públicos del sistema democrático, aspirando sin miedo a la santidad, reivindiquen y defiendan con valentía y sin complejos la institución natural de la familia.

Diversas actuaciones de las Delegaciones diocesanas

248. “El cambio que hoy se ha producido en las comunicaciones supone más que una simple revolución técnica, la completa transformación de aquello a través de lo cual la humanidad capta el mundo que le rodea y que la percepción verifica y expresa…” [280] . Su influencia es decisiva en la configuración de la sociedad actual y, en consecuencia, también lo es en la vida familiar y en la concepción que de ella y del matrimonio tiene la opinión pública. Por esto mismo, los medios de comunicación deben ser tratados adecuadamente en la organización de la pastoral familiar.

Para lograrlo toda delegación diocesana de Pastoral Familiar deberá trabajar en esta importante tarea mediante la realización de planes de comunicación en los que, con el asesoramiento y colaboración de las delegaciones diocesanas de Medios de Comunicación Social, se incluyan, entre otras actuaciones, la recogida para su valoración y respuesta de una base de datos de las informaciones que afecten a la familia aparecidas en los medios; así como contactos con periodistas y líderes de opinión; preparación de informes y artículos para que puedan ofrecerse noticias positivas; realizar las puntualizaciones y correcciones pertinentes, dar respuesta adecuada a las demandas de los distintos tipos de medios y soportes informativo (prensa, radio, televisión, internet, etc.); ofrecer ayuda a los padres para que eduquen a los hijos en el uso responsable de los medios de comunicación social, con especial atención a la televisión y a los nuevos medios como Internet. 

Responsabilidad de los padres

249. En este sentido, “los padres tienen el serio deber de ayudar a sus hijos a aprender a valorar y usar los medios de comunicación, formando correctamente su conciencia y desarrollando sus facultades críticas (cf. FC, 76). Por el bien de sus hijos, y por el suyo, los padres deben aprender y poner en práctica su capacidad de discernimiento como telespectadores, oyentes y lectores, dando ejemplo en sus hogares de un uso prudente de los medios de comunicación. De acuerdo con la edad y las circunstancias, los niños y los jóvenes deberían ser introducidos en la formación respecto a los medios de comunicación, evitando el camino fácil de la pasividad carente de espíritu crítico, la presión de sus coetáneos y la explotación comercial. Puede ser útil a las familias —padres e hijos juntos— reunirse en grupos para estudiar y discutir los problemas y las ventajas que plantea la comunicación social” [281] .

Necesidad de expertos cristianos
en comunicación social

250. Para poder generar en los medios de comunicación un adecuado tratamiento informativo de las cuestiones referidas a la concepción cristiana del matrimonio y de la familia, así como la creación de una opinión pública favorable en este sentido, es necesario contar, tanto a nivel nacional como diocesano, con un grupo de personas expertas en comunicación social que sean capaces de presentar en los medios de forma atractiva e interesante a la par que clara la postura de la Iglesia en las cuestiones debatidas sobre la familia. Especial ayuda pueden prestar en este sentido tanto los organismos eclesiales de comunicación, como los profesionales de los medios y los centros universitarios católicos de Ciencias de la Información.

2. La familia y la Iglesia

“Iglesia doméstica”

251. La familia cristiana ha sido denominada por el Concilio Vaticano II como “iglesia doméstica”, como una “iglesia en miniatura” [282] . De este modo se describe no sólo su estructura interna en forma de comunión organizada, sino también su misión específica que recibe de su mismo ser y no por mandato de ninguna instancia exterior, así como su mismo modo de llevarla a cabo, que es en cuanto familia, es decir, “juntos los cónyuges en cuanto pareja, y los padres y los hijos en cuanto familia” [283] .

En comunión e interrelación

252. Esta misión propia la vive la familia en la medida en que esté plenamente inserta en la Iglesia. Sólo en esa comunión eclesial específica se une de modo más íntimo a ese amor de Cristo que la transciende y del cual se alimenta. En este sentido la Iglesia es fundamento y salvación para la familia. Ese amor esponsal de Cristo del que vive la Iglesia es el que vivifica internamente la familia. Así, se puede decir: “El amor y la vida constituyen, por lo tanto, el núcleo de la misión salvífica de la familia cristiana en la Iglesia y para la Iglesia” [284] .

Por eso, la pastoral familiar no es sólo la vida de las familias, sino toda la solicitud de la Iglesia por las familias. En las estructuras de la pastoral familiar no puede faltar la presencia de sacerdotes y de personas consagradas que han descubierto como una concreción de su misión la ayuda específica a las familias.

Esta interrelación entre la misión de la familia cristiana y la Iglesia se concretará a partir de las mismas relaciones familiares: en la recepción de la fe que la convierte en comunidad creyente y evangelizadora; en su relación de oración y comunión con Dios que es el principio último de unión familiar; y en su servicio a los hombres que es el modo como la familia hace partícipes a los demás de la caridad recibida de Cristo.

Acogida de la Palabra
y testimonio en el mundo

253. “La familia cristiana vive su cometido profético acogiendo y anunciando la Palabra de Dios” [285] . Lo hace en cuanto familia, como un modo específico de vivir la vocación bautismal que compromete a todo cristiano a ser testigo de Dios en el mundo. Para los esposos cristianos esta misión está unida a la recepción del sacramento del matrimonio.

Acoger y vivir
el evangelio de la familia y de la vida

254. De ahí deriva, en primer lugar, la necesidad de acoger con fidelidad la Palabra de Dios, de manera particular en lo relacionado con el “evangelio de la familia” y el “evangelio de la vida”. El modo primero de hacerlo es saber interpretar las distintas circunstancias y acontecimientos de la vida a la luz de la fe. De esta manera transmite vitalmente la verdadera fuerza del Evangelio que ilumina la vida del hombre y la transforma.

Se debe, por tanto, fomentar la lectura y comentario de la Sagrada Escritura en familia; y hacer comprender la necesidad de una formación continua [286] , que generosamente debe ser ofrecida por las personas preparadas para ello. Además de la formación que se imparta de manera individual (lecturas, diálogos personales, etc.), se han de favorecer cursos de formación permanente en los que se profundice sobre los diversos aspectos del “evangelio del matrimonio y de la familia”, el “evangelio de la vida”, etc. Contribuyen a esta misma finalidad otros medios como jornadas de retiro y oración, encuentros entre familias, etc. En este cometido las Escuelas de Padres y los Catecumenados de Adultos están llamados a prestar un servicio de gran importancia.

Los padres,
primeros evangelizadores de sus hijos

255. La familia cristiana es evangelizadora de manera especial y principalmente gracias a la actuación que corresponde a los padres respecto de los hijos. “Por la gracia del sacramento, los padres han recibido la responsabilidad y el privilegio de evangelizar a sus hijos. Desde su primera edad, deberán iniciarlos en los misterios de los que ellos son para sus hijos los ‘primeros heraldos’ de la fe. Desde su más tierna infancia, deben asociarlos a la vida de la Iglesia. La forma de vida en la familia puede alimentar las disposiciones afectivas que, durante toda la vida, serán auténticos conocimientos y apoyos de una fe viva” [287] recibida en el bautismo. Un objetivo de todo este proceso es preparar a los hijos a vivir su fe en medio de un mundo indiferente e incluso hostil al evangelio, de increencia militante.

De modo progresivo,
la vida entera del hogar será una catequesis

256. Con los medios y por los cauces adecuados a las edades y condiciones de sus hijos y de modo progresivo, los padres (y quien haga sus veces o les ayude) deben procurar instruirlos en las verdades fundamentales de la fe. Corresponde a los padres realizar el despertar religioso y la enseñanza básica de los contenidos de la fe: el símbolo, los sacramentos, la vida moral y la oración. Los padres, siendo conscientes del papel insustituible que desempeñan en ese cometido, aprovecharán para realizarlo las múltiples ocasiones que les ofrece la vida diaria. De esa manera, aunque se deban buscar espacios y tiempos concretos especialmente dedicados a esa formación, la entera vida del hogar será una catequesis familiar, que ha de comprender “aquellos contenidos que son necesarios para la maduración gradual desde el punto de vista cristiano y eclesial” [288] .

Para ello, han de recibir el apoyo de los catequistas y aprovecharán especialmente los “momentos catequéticos fuertes” y la preparación a los sacramentos. Por tanto, se cuidarán al máximo las catequesis parroquiales para los padres con motivo de la celebración del Bautismo, la Primera Comunión, la Confirmación de los hijos, etc.

Familia evangelizadora y misionera

257. La familia como comunidad evangelizadora realizará su misión principalmente a través del testimonio de una vida coherente con el Evangelio. Cuidará la atención y ayuda a las familias que viven a su alrededor, necesitadas de apoyo, de alguien que les escuche y les ilumine en sus problemas. Los pastores y cuantos colaboran en la pastoral han de poner los medios para que la familia -y los padres en particular- vivan con gozo esa responsabilidad. Para conseguir ese objetivo pueden contribuir la organización de encuentros y jornadas de la familia, de la vida, etc.

Además, se dan cada vez más familias que descubren, como tal familia cristiana, una misión específicamente evangelizadora, ya sea en el ámbito propio de la pastoral familiar como en el de un carisma misionero en tierras no cristianas. A todas ellas se les ha de ofrecer un acompañamiento muy especial, pues son para la Iglesia una riqueza y para el mundo un testimonio luminoso de vida cristiana y generosidad.

La familia cristiana,
fermento de santidad

258. La verdadera fuente de la vida familiar es el amor de Cristo que introduce a la familia en la Comunión Trinitaria. Forma parte de la misma vida familiar el cuidado y fomento de ese trato personal y específico que permite una comunión de vida explícita con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto es, llevar una vida santa: “Este es el cometido sacerdotal que la familia cristiana puede y debe ejercer en íntima comunión con toda la Iglesia a través de las realidades cotidianas de la vida conyugal y familiar (...); [de este modo] es llamada a santificarse y santificar a la comunidad eclesial y al mundo” [289] .

El sacramento del matrimonio, que presupone y especifica la gracia santificadora del bautismo, fundamenta esta misión propia de la familia. “Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia ‘en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa’ [290] . El hogar es, así, la primera ‘escuela del más rico humanismo’ [291] . Aquí se aprende la paciencia, el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida” [292] .

Espiritualidad matrimonial y familiar

259. Esta santidad de vida supone una auténtica espiritualidad, tanto matrimonial como familiar, por la que vivir intensamente los medios de santificación en la propia vocación. Se ha de entender por ella no un modo concreto de prácticas de piedad o determinados acentos en la relación con Dios, sino la manera familiar de vivirla. Lo cual está abierto a muchos modos distintos de llevarlo a cabo. En este punto las asociaciones de matrimonios son una riqueza grande de la Iglesia y han de recomendadas a los matrimonios que busquen caminos más determinados de vivir la santidad.

Hay que destacar aquí la plegaria familiar que, fundada en la oración conyugal del matrimonio, se extiende con la enseñanza y acompañamiento de las primeras oraciones a los hijos, para acabar en “una oración hecha en común, marido y mujer juntos, padres e hijos juntos” [293] . Además de la Eucaristía dominical, verdadera fuente de la espiritualidad familiar [294] , se recomiendan también la participación Eucaristía diaria, si ello es posible, así como la lectura de la Palabra de Dios, la Liturgia de las Horas, y el rezo del Santo Rosario [295] . Así se convierte la convivencia cotidiana en diálogo con Dios y se santifican todas las tareas y vivencias.

La participación de los hijos en los sacramentos,
momentos intensos de la vida familiar

260. La vida sacramental en familia comenzará con la incorporación de los hijos a los sacramentos haciendo que la preparación a los mismos y su recepción se vivan de modo natural, como parte de la vida familiar. Es una responsabilidad que afecta a los padres directamente y que no pueden descargar ese grave deber en terceras personas como son la parroquia, el colegio, etc. Han de cuidar que sus hijos reciban con prontitud el bautismo, especialmente si padecen alguna enfermedad o su vida corre algún peligro. La parroquia les acompañará con el curso de preparación al mismo, en el que es importante que colaboren matrimonios que pueden ayudar específicamente a los padres, sobre todo si es el primer hijo.

Ese deber les incumbe también en relación con los demás sacramentos: la Reconciliación, la Confirmación y la Eucaristía [296] . Los padres acompañarán a sus hijos, en todos sus pasos, participando de sus descubrimientos y alegrías y ayudándoles en las dificultades. Tras la iniciación cristiana, la participación en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, se procurará que con frecuencia sea familiar, para vivir la caridad de Cristo como la que une a la familia y permite responder a los problemas que surjan. Del mismo modo, los padres enseñarán a vivir el perdón en el seno de la vida familiar, juntamente con la celebración del perdón de Dios ofrecido en la reconciliación sacramental, donde el hombre recibe el amor que supera todas las ofensas.

Hacia el pleno compromiso cristiano

261. Objetivo de esa vida de oración y participación en la liturgia es hacer que todos los miembros de la familia vivan como verdaderos cristianos, capaces -por fidelidad al don de la fe- de informar y configurar cristianamente la sociedad. En cuanto a los hijos, se trata de ayudarles a “apreciar con recta conciencia los valores morales y a prestarles su adhesión personal, y también a conocer y amar a Dios más perfectamente” [297] , y así, en su momento, podrán ellos descubrir su vocación esponsal, sea en el matrimonio o en el celibato cristiano. Los padres han de ayudar a los hijos en el descubrimiento de su vocación; deben respetar la vocación de cada uno de ellos, así como proteger y animar la vocación a la vida sacerdotal y consagrada.

Familia humanizadora y socializadora

262. La familia cristiana es escuela de verdadera humanidad, pues en ella se recibe, se educa y se cuida la vida del hombre de modo excelente. Como comunidad de vida y amor, en la que cada persona es valorada por sí misma prescindiendo de la utilidad que pueda reportar, ya presta un servicio valiosísimo a la sociedad. Mediante el trabajo, la educación de los hijos, el cuidado de los mayores, las relaciones de convivencia, etc., la familia contribuye de modo decisivo al bien común de la entera sociedad.

Centro y corazón de la civilización del amor

263. La familia cumple también esa misión por el ejercicio de la caridad especialmente con los más necesitados, a través de las obras de misericordia. En primer lugar, con los miembros más débiles de la propia familia. Además, con el apostolado familiar y la participación en las distintas asociaciones y movimientos que promuevan una auténtica política social y económica en favor de las familias, los derechos humanos, la causa de la justicia y de la paz, etc. Una forma particular de realizar esta función se concreta en la adopción (o acogida) de los niños huérfanos o que han sido abandonados. “Los padres cristianos podrán así ensanchar su amor más allá de los vínculos de la carne y de la sangre, estrechando esos lazos que se basan en el espíritu y que se desarrollan en el servicio concreto a los hijos de otras familias, a menudo necesitados incluso de lo más necesario” [298] .  De esa manera, por medio y a través de las familias, “el Señor Jesús sigue teniendo ‘compasión’ de las multitudes” [299] . La familia se constituye así en “el centro y el corazón de la civilización del amor” [300] .

 

RESUMEN

 

CAPÍTULO VII
Estructuras, servicios y responsables
de la Pastoral Matrimonial y Familia

 

Responsabilidad de toda la comunidad eclesial
y de las propias familias,

con la colaboración de especialistas

264. Por ser la pastoral familiar una acción vertebradora de la pastoral de la Iglesia le corresponde a toda la comunidad eclesial la tarea de llevarla a cabo [301] . Sin embargo, al ser la vida de las familias el fin de toda esta pastoral, las familias son también los sujetos primeros de la misma. En cuanto se dan en ella distintos momentos y necesidades, sólo es posible una adecuada realización de la misma en la medida en que se provean los medios humanos y materiales necesarios para llevarlo a cabo. Esto obliga a la existencia y organización de personas y de estructuras especializadas, encaminadas a promover y favorecer la pastoral matrimonial. Además, la situación cultural de nuestra sociedad hace que hoy sean especialmente urgentes estos servicios y esta pastoral.

1. Estructuras de la pastoral familiar

Las mismas familias

265. La primera y fundamental estructura y protagonista de la pastoral será siempre la misma familia, “lugar” fundamental donde se aprende la verdad del plan de Dios sobre el hombre y su vocación al amor. A la familia, y más directamente a los padres, corresponde el primer lugar en la educación de los hijos. En esta misión educadora, los padres procederán siempre en comunión con la comunidad eclesial que, a su vez, les ha de ofrecer la acogida y la ayuda que puedan necesitar.

Una concreción del deber que tienen los padres en la educación de los hijos a fin de que respondan a la vocación recibida de Dios [302] , es la responsabilidad de aconsejarlos convenientemente en la elección de su futuro. En esos “momentos particularmente decisivos para discernir la llamada de Dios y acoger la misión que Él confía” [303] , el consejo de los padres deberá orientarse a facilitar la elección libre y responsable de los hijos [304] . Y llegado el momento adecuado “los jóvenes deben ser instruidos adecuada y oportunamente sobre la dignidad, tareas y ejercicio del amor conyugal, sobre todo en el seno de la misma familia, para que educados en el cultivo d e la castidad, puedan pasar, a la edad conveniente, de un honesto noviazgo vivido al matrimonio” [305] . El testimonio de la mutua fidelidad de los padres es uno de los mejores modos de ayudar a los hijos en su preparación al matrimonio.

La comunidad parroquial

266.  Las Iglesias particulares deben ser conscientes de su responsabilidad “como el sujeto activo más inmediato y eficaz para la actuación de la pastoral familiar” [306] . Como consecuencia, “cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar” [307] . Por esta razón, “los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” [308] .

La Delegación diocesana de pastoral familiar

267. Bajo la guía del Obispo, el centro de los diferentes servicios de la diócesis a la pastoral familiar es la Delegación Diocesana de Pastoral Familiar. Está llamada a desempeñar una función de importancia particular. Debe ser punto de referencia para toda la pastoral familiar en la diócesis y no debe faltar en ninguna.

Debe estructurarse de modo dinámico con un grupo directivo y una serie de equipos operativos que puedan atender de modo descentralizado y eficaz las distintas actividades que se promuevan. El grupo directivo debe estar compuesto por una serie de matrimonios y un sacerdote o consiliario; debe encargarse de la elaboración de un proyecto de pastoral familiar en toda la diócesis. Esto supone una coordinación general de todas las actividades que se realicen para que sean más fecundas y se asegure su eclesialidad.

Coordinación de organismos, grupos y planes

268. Este proyecto ha de incluir, en primer lugar, la coordinación de la Delegación de Pastoral Familiar con las otras pastorales: de catequesis, de educación, juvenil, sanitaria, medios de comunicación, de emigración, del clero y religiosos, para la elaboración y realización de planes que les afecten conjuntamente, como son: la elaboración de materiales diocesanos de catequesis de familia y vida en las distintas etapas; la preparación de un plan de educación afectivo-sexual en los colegios católicos; la organización de “itinerarios de fe” para novios, cursos de formación permanente, etc.

La coordinación de todos los grupos parroquiales de matrimonios, y los movimientos y asociaciones familiares que existen en la diócesis, para que los esfuerzos se unan en la consecución de los objetivos propuestos y se potencie y se apoye la creación de nuevos grupos.

Programas de formación
y organización de actos diocesanos

269. Además, el proyecto de pastoral familiar ha de incluir la preparación de cursos de formación de agentes de pastoral específicamente familiares, los cuales deben ser distintos en sus contenidos y programación de los de las escuelas de catequistas. También la organización de actos diocesanos, días de la familia, campañas de información, etc.

Asimismo, la organización a nivel diocesano de la pastoral matrimonial en sus distintas etapas: con especial incidencia en el fomento de las escuelas de padres, los grupos de novios y los cursos prematrimoniales. Esta organización deberá asegurar la idónea formación de los agentes y debe determinar y supervisar las exigencias mínimas de estas actividades. Se debe incluir una información sobre la enseñanza de los métodos naturales de conocimiento de la fertilidad.

Asesoramiento a través de los COF

270. Por último, el proyecto de pastoral familiar ha de realizar el asesoramiento a las parroquias, en los casos de necesidad de asistencia a la familia, se realizará a través de los COF que funcionen en la diócesis.

Para todo ello habrá que contar con el apoyo de personas especializadas, que puedan atender a los distintos campos de la vida familiar y que la delegación pueda ofrecer como ayuda concreta a las parroquias y movimientos. Provéase, para ello, como para la formación de los agentes, de los recursos personales y económicos suficientes.

Entre las distintas secciones que puede contar la delegación se ha de destacar la de los medios de comunicación, que elaborará una base documental y se hará presente en los distintos ámbitos informativos que operan en la diócesis.

En la medida de lo posible y con el asesoramiento de expertos se podrá llevar a cabo un plan de actuación en orden a las políticas familiares, a realizar en un periodo de tiempo determinado.

Cercanía a las familias

271. La parroquia desempeña un papel específico en la pastoral familiar, por ser el lugar más cercano a las familias concretas, que puede conocer más directamente sus necesidades y por ello prestar una atención mucho más directa y eficaz. Es el lugar propio de la celebración de los sacramentos y de los acontecimientos familiares en los que se hace presente de modo peculiar la Iglesia en la familia.

Para que esta posición privilegiada dé lugar a una pastoral eficaz para la familia, el párroco (y los demás sacerdotes que colaboran con él), debe procurarse la ayuda de matrimonios y acoger con solicitud a los que se prestan a ello.

Grupo parroquial de matrimonios

272. En la medida de lo posible se impulsará la formación de un grupo parroquial de matrimonios, que debe contar con su propia formación y misión; de él saldrán de modo natural las personas que puedan atender a los distintos momentos que la pastoral familiar tiene en la parroquia. Para el servicio de este grupo de matrimonios no puede faltar la presencia de un sacerdote.

A partir de este grupo se procurará organizar una variedad de propuestas que abarquen todos los momentos de la pastoral familiar: acogida de matrimonios para el bautismo, testimonio de familias en las catequesis, organización de actividades de formación familiar para jóvenes, grupos de novios, cursos prematrimoniales, acompañamiento para casos difíciles, etc. Cuando esto no sea posible a nivel parroquial se han de unir varias parroquias, o por arciprestazgos, como por ejemplo en lo que corresponde a la organización de los cursos prematrimoniales.

Celebraciones especiales

273. También a través de ese grupo se pueden organizar celebraciones especiales como el “Día de la Familia”, la “Jornada de la Vida”, u otros acontecimientos y celebraciones particulares, entre los que también se cuentan las “Bodas de Plata” y las “Bodas de Oro”, que hagan presente la dimensión familiar de la parroquia y sirvan para animar a colaborar a más personas.

Para la organización de las distintas actividades se puede servir del apoyo de la Delegación Diocesana de Familia, y especialmente ha de procurar servirse de todos los medios que se le ofrecen para la asistencia a familias con problemas.

Dinamizan la pastoral familiar

274. Se debe contar siempre con los movimientos y asociaciones familiares, como elementos dinamizadores de la pastoral familiar, de donde brotan muchos de los agentes de esta pastoral. Ayudan a la propagación de una espiritualidad familiar y son testimonio del carácter de familia de la misma Iglesia [309] . Por ello, deben ser recomendados e impulsados, junto con los nuevos movimientos y comunidades eclesiales, cuidando la coordinación de sus acciones en una pastoral de comunión.

            Entre otras actividades, los movimientos y asociaciones familiares llevan a cabo, verdaderos “itinerarios de fe” para las personas que se preparan al matrimonio. Su experiencia y la de las personas que los llevan es una valiosa ayuda para la pastoral familiar. También es frecuente que organicen cursos prematrimoniales que enriquecen a los ya presentes en la diócesis. Muchas de las personas que colaboran en las actividades familiares parroquiales y diocesanas proceden, y se han formado, en estas asociaciones y comunidades.

2. Servicios de la pastoral matrimonial y familiar

Múltiples y específicos

275. Las ayudas que se deben prestar a las familias son múltiples e importantes desde los ámbitos más variados: psicológico, médico, jurídico, moral, económico, etc. Para una acción eficaz en este campo se ha de contar con servicios específicos entre los cuales se destacan: Centros de Orientación Familiar, los Centros de formación en los métodos naturales de conocimiento de la fertilidad, los Institutos de ciencias y estudios sobre el matrimonio y la familia, y de bioética, etc.

Con esta finalidad se promoverá –principalmente en el ámbito diocesano— la creación de estos organismos que, con la competencia necesaria y una clara inspiración cristiana, estén en disposición de ayudar con su asesoramiento para la prevención y solución de los problemas planteados en la pastoral familiar.

Ayuda efectiva a las familias

276. Se denomina Centros de Orientación Familiar (COF) a un servicio especializado de atención integral a los problemas familiares en todas sus dimensiones. Para poder denominarse católico debe inspirarse y ejercer su actividad desde la antropología cristiana y la fidelidad al Magisterio y ser reconocido así por el Obispo de la diócesis. Es un instrumento de suma importancia para la ayuda efectiva a las familias en sus problemas y por ello se recomienda muy especialmente su existencia [310] .

Organización y funciones

277. Debe constar de un equipo de profesionales de los distintos ámbitos que afectan al matrimonio y la familia: orientadores familiares, psicólogos, pedagogos, trabajadores sociales, sexólogos, médicos, juristas, moralistas y sacerdotes, etc., dotados de competencia científica actualizada, de disponibilidad para el trabajo en equipo, y para el método de orientación y consulta específico del COF. Los profesionales realizarán un trabajo de asesoramiento, consulta, terapia y prevención a nivel personal, matrimonial y familiar en situaciones de dificultad o en crisis relacional.

            Los ámbitos de intervención serán los problemas matrimoniales, con particular atención a la vida relacional en los aspectos de de comunicación y diálogo, a la vida sexual, a la regulación de la fertilidad y a la acogida de la vida; las relaciones familiares, con una atención a todas las fases del ciclo familiar, a las situaciones irregulares, a los ancianos; la educación de los adolescentes y jóvenes para la vida y el amor; las actividades de formación y prevención en el ámbito comunitario y terrritorial para favorecer una nueva cultura familiar. También podrá ejercer una función pericial en relación a los Tribunales eclesiásticos.

Confederación

278. Un COF es diocesano cuando la diócesis se responsabiliza de su organización; en este caso el asesor moral es nombrado por el Obispo. Pueden existir otros COF de inspiración cristiana procedentes de iniciativa de movimientos o de fieles y es muy recomendable su existencia. Se ha de promover una confederación de los COF tanto a nivel regional como a nivel nacional para una mayor efectividad de sus actividades.

COF diocesano,
punto de referencia de la pastoral familiar

279. Toda pastoral familiar diocesana contará, como elemento de ayuda a las familias, con un COF propio de la diócesis. Cuando no sea posible por falta de capacidad debe estar en relación con un COF interdiocesano de modo que sea un punto de referencia para la atención pastoral en la diócesis. Cuando una diócesis sea extensa piénsese en el número suficiente para atender todas las necesidades y coordínese su funcionamiento desde la Delegación de Pastoral Familiar. Para ello se debe dar una información detallada de su existencia y funcionamiento a todas las parroquias y ofrecer esa información a los novios en los cursos prematrimoniales. Es un modo necesario de acercamiento de la Iglesia a las necesidades vitales de las familias [311] . Cualquier matrimonio y familia con problemas tiene que saber a dónde acudir para encontrar ayuda.

La formación permanente e integral de los especialistas del COF debe abarcar temas referentes a la antropología cristiana del matrimonio y de la familia, a los documentos del magisterio de la Iglesia, a la bioética, así como a la actualización científica en los diversos ámbitos.

Presencia de los católicos en otros centros

280. Igualmente, se aconseja la participación de laicos católicos en otros Centros de Orientación Familiar ajenos a la Iglesia para hacer presente allí el Evangelio del matrimonio y la familia, siempre que se aseguren de la posibilidad de objeción de conciencia ante determinados requerimientos inmorales a los que no deberán acceder [312] .

Promoción de los mismos
y del sentido cristiano de su enseñanza

281. Una ayuda inestimable para los matrimonios en el ejercicio responsable de la paternidad es el conocimiento de la fertilidad, para lo que se han de favorecer las posibilidades de enseñanza de los métodos naturales de conocimiento de la fertilidad. Para ello se ha de impulsar la existencia de centros de inspiración acorde con la visión cristiana de la persona, que ayuden a los esposos y a los que se preparan para el matrimonio a adquirir la adecuada formación en el conocimiento y recto uso de esos métodos [313] . Los responsables diocesanos de la pastoral matrimonial deberán cuidar que sea en verdad una enseñanza integral, y que no se reduzca a la presentación de un método técnico sino a la formación en criterios verdaderamente morales.

Por parte de la Delegación Diocesana de Pastoral Familiar se darán a conocer todos los existentes, se promoverán los que sean necesarios y se ofrecerá su información a las familias, ya desde los cursos prematrimoniales. Es muy conveniente que algunos expertos en estos métodos pertenezcan al COF diocesano, para que entre sus prestaciones no falte este asesoramiento.

Son un servicio social y eclesial inestimable

282. La familia es el lugar preferente en el que se recibe y promueve la vida según el proyecto de Dios. La comunidad cristiana debe prestar su colaboración a la familia mediante estructuras y servicios dirigidos directamente a la acogida, defensa, promoción y cuidado de la vida humana [314] . En particular es necesario que existan Centros de ayuda a la vida y Casas o Centros de acogida a la vida [315] . Nacidos directamente de la comunidad cristiana o de otras iniciativas, han de reunir las condiciones para ayudar a las jóvenes y a las parejas en dificultad, ofreciendo no solo razones y convicciones, sino también una asistencia y apoyo concreto y efectivo para superar las dificultades de la acogida de una vida naciente o recién nacida.

Otras formas de intervención y de servicio

283. Nuestras diócesis, en fin, deben aportar energías y personas para otras formas de intervención y de servicio ante las dificultades específicas de enfermedad y marginación como: comunidades de recuperación de drogodependientes, comunidades de acogida para menores, cooperativas de solidaridad, centros de cuidado y acogida para los que padecen enfermedades especiales [316] . Todas ellas son realidades en las que el protagonismo social de las familias puede ponerse en práctica, pues han de realizar sus acciones en profunda colaboración con ellas. Son así una gran aportación a la pastoral familiar.

Para enseñar con hondura las ciencias de la familia

284. Dada la complejidad de los ámbitos en los que está implicada la pastoral familiar y la ambigüedad creciente de los valores culturales respecto al matrimonio y la familia se debe cuidar, en todos los niveles de la pastoral familiar y en todas sus acciones, la formación de las personas que intervengan en ello. No basta para eso una buena formación cristiana, es necesario proveer de una enseñanza específica en el Evangelio del matrimonio y la familia. Es responsabilidad del Obispo y de su Delegación Diocesana de Pastoral Familiar velar por esta formación de los agentes de pastoral [317] .

Formación intelectual, espiritual y pastoral de los agentes

285. En cada diócesis se deben promover iniciativas de formación de agentes de pastoral familiar, bajo la responsabilidad del Obispo y de sus delegaciones y organismos diocesanos. Esta formación debe abarcar las dimensiones intelectual, espiritual y pastoral de los agentes; debe ser también permanente: y ha de capacitarlos para la tarea. Una capacitación que les permita actuar “con gran respeto, amor y misericordia hacia los hombres y mujeres, hermanos y hermanas nuestros que miran a la Iglesia para recibir una palabra de fe y de esperanza y no de condenación” [318] ; pero conscientes también de que “no menoscabar en nada la saludable doctrina de Cristo es una manera de caridad eminente hacia las almas” [319] . Los agentes de pastoral han de ser testigos con su propia vida, más que maestros que repiten una lección.

            Existen, por otra parte, diversas instituciones dedicadas al estudio del matrimonio y la familia, a la educación afectivo-sexual, a la pedagogía propia de una escuela de padres, a la enseñanza de los métodos naturales de conocimiento de la fertilidad. La sincera colaboración de éstas con los organismos diocesanos, el conocimiento de los mismos por parte de las  parroquias y la disponibilidad de expertos para la formación de otras personas, es una de las claves de una pastoral familiar capaz de responder a las exigencias pastorales de nuestro tiempo.

Formación dirigida al conjunto de la familia

286. Promuévanse especialmente modos concretos de enseñanza en los que sea la familia como unidad, padres e hijos, la que pueda recibir la formación por medio de convivencias familiares o cursos semejantes.

Asesoría y coordinación

287. Como organismo de la Conferencia Episcopal de España, la Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida tiene la misión de velar y promover cuanto se relaciona con el anuncio del evangelio del  matrimonio, la familia y la vida. Siempre al servicio de los Obispos y de las Iglesias particulares, en estrecha colaboración con los demás organismos de la Conferencia, y dentro del marco de la competencia que le corresponde, su función consiste fundamentalmente en asesorar, promover estudios y hacer propuestas sobre las cuestiones y problemas relativos al matrimonio y la familia.

Se le encomienda de modo especial la coordinación a nivel nacional de las distintas asociaciones y movimientos familiares, de los COF y centros de educación afectivo-sexual, la preparación de expertos que aparezcan en los medios de comunicación, y la realización de un programa de actuación en políticas familiares en contacto con los foros que trabajen en este campo.

3. Responsables de la pastoral familiar

288. “Además de la familia -objeto y sobre todo sujeto de la pastoral familiar- hay que recordar también los otros agentes principales en este campo concreto” [320] . Dentro de la responsabilidad propia de toda la comunidad eclesial se ha de proveer para que haya personas y equipos o grupos sólidamente formados que se dediquen a esta parcela de la pastoral.

Pastor y guía de la pastoral familiar en la diócesis

289. El obispo es el primer responsable de la pastoral familiar en la diócesis y “debe prestar particular solicitud a este sector, sin duda prioritario, de la pastoral” [321] .  En consecuencia, “debe dedicar interés, atención, tiempo, personas, recursos; y sobre todo, apoyo personal a las familias y a cuantos, en las diversas estructuras diocesanas, le ayudan en la pastoral de la familia” [322] .

Como pastor, es el responsable primero de la fidelidad en el anuncio del Evangelio del matrimonio y la familia y es el que ha de cuidar que toda esta pastoral sea una manifestación específica de la comunión de la Iglesia.

Responsabilidad de anunciar el evangelio de la familia y de la vida

290. La tarea que los presbíteros llevan a cabo en la pastoral familiar “constituye una parte esencial del ministerio de la Iglesia hacia el matrimonio y la familia” [323] . Como colaboradores directos del Obispo tienen sobre sí la responsabilidad de anunciar el “evangelio de la familia” y el “evangelio de la vida”, tanto a las familias como a la comunidad entera. A los sacerdotes encargados de una pastoral parroquial les corresponde -como ministros de Cristo, el Buen Pastor- el deber de velar y cuidar para que las estructuras y agentes de pastoral de su comunidad realicen con eficacia y fidelidad su labor. Por otra parte, además de alentar las iniciativas que puedan surgir en favor de la familia (grupos de matrimonios, encuentros y jornadas de reflexión y oración, etc.), procurarán, donde todavía no existan y según sean las posibilidades, organizar el grupo parroquial de matrimonios y promover la formación de responsables especializados en la pastoral familiar.

            Los sacerdotes han de llevar los temas de la familia tratados en este Directorio al ejercicio de la homilía -mayormente si tenemos en cuenta que la mayoría de los católicos no tienen otra fuente de formación que la predicación dominical-, con prudencia pero con claridad, evitando omitirlos por resultar a veces complicados, comprometidos o espinosos. Con el fin de ayudar a los ministros de la Palabra en la preparación de su predicación, sería oportuno que las Delegaciones de Familia, en coordinación con las de Liturgia, ofreciesen unos subsidios litúrgicos a los prebiteros y diáconos, comentando las lecturas del Año Litúrgico que traten directamente o indirectamente de los temas aquí expuestos, no sólo desde una perspectiva general sino práctica.

Les corresponde impregnar toda su actividad pastoral de una cercanía a las familias y aprovechar los acontecimientos familiares y la celebración de los sacramentos para esta finalidad, y ser maestros de oración para las familias. Cuiden igualmente la formación eclesial de las conciencias en la confesión sacramental [324] .

Formación de los sacerdotes en este campo

291. Para este fin, se ve necesario cuidar este aspecto de la pastoral en la formación permanente de los sacerdotes. Ésta es, también, una de las razones para que, en los estudios eclesiásticos, se imparta una formación sobre el matrimonio y la familia que abarque los aspectos teológicos, morales y canónicos. De esta manera se conseguirá la unidad de criterios en la doctrina y en la pastoral que tanto contribuye a la [325] . formación y a la paz de las conciencias y a la eficacia evangelizadora

La tarea de los diáconos permanentes

292. Estas consideraciones son aplicables también “para los diáconos a los que eventualmente se les confíe el cuidado de este sector de la pastoral” [326] .

Protagonistas principales

293. La familia es el sujeto primero y principal de la acción pastoral familiar. Es también responsable insustituible de esa pastoral. Los esposos y las familias cristianas desempeñan esa función en virtud de gracia recibida en el sacramento [327] . Es una función original y con características propias. Esa es también la razón de que la pastoral familiar consista fundamentalmente en acompañar a las familias en el cumplimiento de su responsabilidad.

Con el testimonio de una vida coherente con el evangelio

294. La familia ha de ejercer esa función, tanto hacia dentro como hacia fuera de sí misma, sobre todo con el testimonio de una vida coherente con el Evangelio, de una manera especial en relación con la fidelidad al amor conyugal, la transmisión responsable de la vida y la educación de los hijos. Son unos valores y tareas que necesitan una iluminación particular en nuestra sociedad. La santidad de vida de las familias cristianas ofrece a nuestra sociedad –tantas veces confundida por modelos distorsionados- la auténtica belleza del “amor hermoso” conforme al plan de Dios. Esos valores y tareas son también parte de ese cometido insustituible y específico que la familia ha de desempeñar en la nueva evangelización.

En colaboración
con otras familias y con diversas asociaciones

295. Para realizar esta misión, las familias no deben sentirse solas. Han de ser conscientes de que a su lado está siempre el Señor y la ayuda de la Iglesia que les llega por tantos caminos. Por otra parte, en las dificultades que puedan darse, han de encontrar razones nuevas para buscar la colaboración con otras familias. Y dado que la mayoría de los problemas que afectan a las familias sobrepasan, por lo general, el ámbito del propio hogar, localidad, etc., la familia ha de estar abierta a las asociaciones de ámbito regional, nacional e internacional [328].

El valioso testimonio de fidelidad a su vocación.
La pastoral familiar es para ellos tarea prioritari
a

296. También los religiosos, las religiosas y los miembros de los institutos de vida consagrada han de considerar, “dentro del respeto sustancial al propio carisma original, el apostolado dirigido a las familias como una de las tareas prioritarias, requeridas más urgentemente por la situación actual” [329] . Para ello y de acuerdo con los propios carismas, además del testimonio de fidelidad a la propia vocación y la oración ferviente por toda la Iglesia, pueden prestar un servicio muy valioso a esta pastoral. Individualmente o asociados, el servicio que ofrezcan debe abarcar los ámbitos más diversos de la vida familiar.

Diversos servicios a la familia

297. Entre otros, es importante que desarrollen su servicio con una “especial dedicación a los niños, especialmente a los abandonados, no deseados, huérfanos, pobres o minusválidos; visitando a las familias y preocupándose de los enfermos; cultivando relaciones de respeto y caridad con familias incompletas, en dificultad o separadas; ofreciendo su propia colaboración en la enseñanza y asesoramiento para la preparación de los jóvenes al matrimonio, y en la ayuda que hay que dar a las parejas para una procreación verdaderamente responsable; abriendo la propia casa a una hospitalidad sencilla y cordial, para que las familias puedan encontrar el sentido de Dios, el gusto por la oración y el recogimiento, el ejemplo concreto de una vida vivida en caridad y alegría fraterna, como miembros de la gran familia de Dios” [330] .

Desde el ámbito de su profesión y de su experiencia

298. Mucha es la ayuda que los fieles laicos pueden dar a la familia desde el ámbito de su profesión y de su experiencia. Su aportación puede ser de gran valor en la superación de las dificultades y problemas familiares. Para ello se ha de cuidar la formación de personas especialistas en los diversos campos del saber que afectan a la familia para que, desde una “antropología adecuada”, pueda prestar el apoyo cualificado que necesita la pastoral familiar en sus diversas instancias.

Los profesionales de la salud

299. Los profesionales de la medicina y la salud tienen siempre una incidencia directa en la vida familiar, pues en ella se viven el nacimiento, la enfermedad y la muerte. Deben saber desempeñar su labor como verdaderos colaboradores de la familia en el cuidado de los enfermos crónicos que pueden tener una atención domiciliaria, mejorando así la condición de vida del enfermo. La Iglesia los alienta para que sean defensores de la vida desde la concepción a la muerte y, para ello, debe favorecer su formación en el Evangelio de la vida y la familia, a través de cursos específicos de bioética.

Los profesionales del derecho y la educación

300. Los profesionales del derecho y de la educación deben sentir como propia la responsabilidad de contribuir al bien de la familia. Son ámbitos especialmente necesitados de una visión cristiana que permita defender a la persona y a la familia en situaciones difíciles. Se debe contar con expertos en ambos campos para promover una legislación acorde al valor de la familia y una educación integral de la persona.

Los empresarios

301. El mundo empresarial debe ser consciente del deber que tiene en relación con la familia. Por ello, entre otras cosas, se deberá cuidar la creación de empleo, la coordinación del trabajo con la vida familiar en lo que corresponde a horarios, salarios, maternidad, etc [331] . Es urgente dar respuesta al problema de la vivienda, que es una carga excesiva para muchas familias y tantas veces se trata de casas muy reducidas para una familia numerosa [332] .

Los profesionales de la información

302. De los profesionales de la información depende, en una parte muy importante, la defensa y promoción de los valores de la familia. Tienen una influencia grande en la opinión social y llegan directamente a las familias. Deben ser responsables de esta capacidad y ponerla al servicio de la familia, con un respeto delicado de los valores auténticos propios del respeto a la vida y el existir matrimonial y familiar.

Los políticos

303. A los políticos, como exigencia de la función que tienen en la realización del bien común, les incumbe velar muy especialmente por la salud de la familia, como una parte fundamental del bien común. Para ello deben promover una verdadera política familiar que “no puede reducirse a una mera ayuda económica, supone y exige ante todo una tarea de evitar trabas y de favorecer la capacidad de iniciativa de las familias [333] . A este respecto se ha de cuidar un diálogo fecundo entre los políticos, una representación social de las familias con un plan de acción determinado que ayude a defender la identidad de la familia en la legislación y al reconocimiento del bien social que representa la familia en los más diversos campos.

Promoción de una cultura de la familia y de la defensa de la vida

304. Junto a ello se ha de trabajar en todos los ambientes para cultivar y difundir una nueva cultura amorosa de la familia y conseguir un reconocimiento pleno de la vida desde su concepción hasta su muerte natural, con la protección jurídica adecuada. Sin esto, la familia estará siempre amenazada. El bien del hombre –y la vida humana es el bien humano primordial— es la razón de ser del Estado y la política en general.

 

RESUMEN

 

CONCLUSIÓN

Promover el evangelio de la familia,
tarea primordial al comienzo del siglo XXI

305. “Defender y promover la familia y la vida humana es la tarea que se abre a nuestra Iglesia en el comienzo del siglo XXI como un camino largo, pero cargado de esperanza en la construcción del futuro” [334] . Lo es por la fe en el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia, por la confianza humana que nace del amor verdadero y lleva a entregarse a él, por la presencia de la gracia de Dios que es más fuerte que las dificultades. De este modo, la familia es una Buena Noticia para la Iglesia y para toda la sociedad y, por ello, fuente de esperanza.

Amar a la familia

306. Al final de este recorrido, en el que hemos analizado la situación actual en la que viven nuestras familias y, con renovada esperanza, hemos propuesto un itinerario pastoral para acompañarlas, como pastores de la Iglesia en España, hacemos nuestra la exhortación del Papa Juan Pablo II:

¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia! Por consiguiente es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce pro salvar y promover los valores y exigencias de la familia.

A este respecto, siento el deber de pedir un empeño particular a los hijos de la Iglesia. Ellos, que mediante la fe conocen plenamente el designio maravilloso de Dios, tienen una razón de más para tomar con todo interés la realidad de la familia en este tiempo de prueba y de gracia.

Deben amar de manera particular a la familia. Se trata de una consigna concreta y exigente.

Amar a la familia significa saber estimar sus valores y posibilidades, promoviéndolos siempre. Amar a la familia significa individuar los peligros y males que la amenazan, para poder superarlos. Amar a la familia significa esforzarse por crear un ambiente que favorezca su desarrollo. Finalmente, una forma eminente de amor es dar a la familia cristiana de hoy, con frecuencia tentada por el desánimo y angustiada por las dificultades crecientes, razones de confianza en sí misma, en las propias riquezas de naturaleza y gracia, en la misión que Dios le ha confiado: Es necesario que las familias de nuestro tiempo vuelvan a remontarse más alto. Es necesario que sigan a Cristo.

Corresponde también a los cristianos el deber de anunciar con alegría y convicción la “buena nueva” sobre la familia, que tiene absoluta necesidad de escuchar siempre de nuevo y de entender cada vez mejor las palabras auténticas que le revelan su identidad, sus recursos interiores, la importancia de su misión en la Ciudad de los hombres y en la de Dios.

La Iglesia conoce el camino por el que la familia puede llegar al fondo de su más íntima verdad. Este camino, que la Iglesia ha aprendido en la escuela de Cristo y en el de la historia -interpretada a la luz del Espíritu- no lo impone, sino que siente en sí la exigencia apremiante de proponerla a todos sin temor, es más, con gran confianza y esperanza, aun sabiendo que la “buena nueva” conoce el lenguaje de la Cruz. Porque es a través de ella como la familia puede llegar a la plenitud de su ser y a la perfección del amor.

Finalmente deseo invitar a todos los cristianos a colaborar, cordial y valientemente con todos los hombres de buena voluntad, que viven su responsabilidad al servicio de la familia. Cuantos se consagran a su bien dentro de la Iglesia, en su nombre o inspirados por ella, ya sean individuos o grupos, movimientos o asociaciones, encuentran frecuentemente a su lado personas e instituciones diversas que trabajan por el mismo ideal. Con fidelidad a los valores del Evangelio y del hombre, y con respeto a un legítimo pluralismo de iniciativas, esta colaboración podrán favorecer una promoción más rápida e integral de la familia” [335] .

La Sagrada Familia,
ejemplo de acogida del plan de Dios y de entrega a su voluntad

307.  Cristo, nuestro Señor, inició la pastoral familiar al nacer y pasar la mayor parte de su vida en una familia y al dar su vida para salvar a toda la familia humana. Esta es una luminosa enseñanza para toda la Iglesia. El hogar de Nazaret es la respuesta auténtica a la pregunta sobre la identidad y misión de la familia. Y no sólo porque es el modelo o ideal que toda familia debe contemplar y seguir, sino porque a esa familia –la de Jesucristo- , en cierta manera, pertenecen todas las demás. En la Sagrada Familia deben mirarse la familia y cuantos colaboran en la pastoral familiar. La Sagrada Familia es el ejemplo que todos han de seguir en su acogida del plan de Dios y entrega a su voluntad, y en su vivencia de la fe y el amor al servicio del Reino.

Invitación a la oración

308. Con Juan Pablo II invitamos a todos, y de manera muy especial a las familias, a levantar el corazón y a orar: “Que la Sagrada Familia, icono y modelo de toda la familia humana, nos ayude a cada uno a caminar con el espíritu de Nazaret; que ayude a cada núcleo familiar a profundizar la propia misión en la sociedad y en la  Iglesia mediante la escucha de la Palabra de Dios y la fraterna comunión de vida. ¡Que María, Madre del Amor hermoso, y José, Custodio del Redentor, nos acompañen a todos con su constante protección” [336] .

 


[215] De todas ellas se habla en FSV, nn. 11-42.

[216] Cfr. FC, n. 65.

[217] Cfr. FC, n. 34.

[218] FC, n. 19; cfr. CCE, n. 1644.

[219] Cfr. FSV, n.174.

[220] Definimos la Orientación Familiar como toda acción realizada en orden a la restauración integral -tanto en el ámbito físico, psicológico, como espiritual- del bien, la verdad y la belleza de la persona, el matrimonio y la familia. El Orientador familiar es un especialista que, con metodología específica, ayuda a la persona, a los esposos y a la familia en las dinámicas relacionales, para fortalecer los recursos internos y externos, a fin de que sean adecuados y eficaces.

[221] Cfr. CIC, cns. 1676 y 1695.

[222] Cfr. IC, nn. 128 ss.

[223] Cfr. CV II, Constitución Pastoral Sacrosanctum Concilium Concilium, n. 64; CCE n. 1231; Catequesis de Adultos, cit., nn. 78-79, 86 y 100.

[224] Congregación para el Clero, Directorio General de Catequesis, 15.VIII.1997, n.31

[225] Cfr FSV, n. 86; IC, n. 126..

[225] CCE, n. 1649. Sólo cuando existen razones objetivas previstas por el derecho (Cfr. CIC, cns. 1151-1155; CCE n. 2383 § 1; FC, nn. 83-84) y agotadas todas las posibilidades de reconciliación, se puede aconsejar el recurso a la separación, debiendo recordar: a) Que sólo la parte inocente puede promover lícitamente la separación; b) La necesidad de recurrir siempre a la autoridad eclesiástica competente que, en su caso, podrá conceder licencia para acudir al fuero civil (Cfr. CIC, cn. 1692. CCE n. 2383 § 2); c) La importancia de facilitar los trámites burocráticos ante la autoridad eclesiástica y, en su caso, civil, evitando las ofensas que se pueden producir en ese proceso y que hacen mucho más difícil cualquier planteamiento de reconciliación. Esta dolorosa circunstancia constituye un momento clave para recordar la importancia del perdón de Dios en la vida de los esposos.

[227] Cfr. CIC, cn. 1676.

[228] Cfr. CIC, cns. 1684 § 1, 1685.

[229] Cfr. CIC, cns. 1148 § 3, 1154 y 1689.

[230] Cfr. CIC, cns. 1151, 1696, 1715 § 1; CEE, Instrucción Colectiva del episcopado Español sobre el Divorcio Civil, n. 4-d, 23.XI.1979.

[231] Cfr. CIC, cns. 1151-1155, 1692-1696.

[232] Cfr. CIC, cns. 1671-1691.

[233] Cfr. CIC, cns. 1143-1150.

[234] Cfr. CIC, cns. 1142, 1697-1706

[235] Cfr. CIC, cns. 1446, 1713 y 1714.

[236] Cfr. CIC, cn. 1141.

[237] Cfr. Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana, 28.I.2002, n. 9.

[238] Cfr. CIC, cn. 1151.

[239] CCE, n. 1649; cfr. FC, n. 83; CIC, cn. 1151-1155.

[240] FC, n. 83.

[241] Ibidem.

[242] Cfr. FC, n. 83; CCE, n. 1648.

[243] CCE, n. 2383.

[244] Cfr. FC, n. 84; CCE, n. 2386.

[245] Cfr. FC, n. 83.

[246] FC, n. 84.

[247] Ibidem.

[248] RECDiv, n. 6; cfr. FC, n. 84.

[249] CCE, n. 1650.

[250] FC, n. 84.

[251] FSV, n. 94; cfr. FC, n. 84; RECDiv; Pontificio Consejo para la Interpretación de Textos Legislativos, Declaración, 6.VII.2000.

[252] Cfr. CCE, n. 1650.

[253] Cf. ibidem.

[254] CCE, n. 1651.

[255] Cfr. IC, nn. 79-81

[256] FC, n. 82.

[257] Cfr. ibidem.

[258] Cfr. ibidem.

[259] Cfr. ibidem.

[260] Cfr. CIC, cn. 1071.

[261] Cfr. ibidem.

[262] Para todo este tema cfr. Consejo Pontificio para la Familia, Familia, matrimonio y ‘uniones de hecho’, 11.XI.2000.

[263] Cfr. PH, n. 7.

[264] Cfr. FSV, n. 142.

[265] Congregación para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, 3.VI.2003.

[266] Cfr. FSV, n. 74.

[267] Cfr. FSVMT, pp. 231-237.

[268] Cfr. CDF, Preámbulo, B.

[269] Cfr. GS, n. 52.

[270] ChL, n. 40.

[271] Cfr. GrS, n. 17.

[272] FC, n. 43.

[273] Cfr. VS, n. 86.

[274] Cfr. FSV, n. 74.

[275] CCE, n. 2224.

[276] FSV, n. 137.

[277] Un elenco de estos campos se halla esbozado en: FSV, nn. 147-164.

[278] Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida pública (24.XI.2002). n. 4 (el subrayado es nuestro).

[279] Cfr. FSV, n. 11.

[280] Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, Instrucción Pastoral Aetatis Novae, nº 4. Editrice Vaticana. Roma, 1992.

[281] Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales. Instrucción Pastoral Ética en las Comunicaciones Sociales, nº 25, Editrice Vaticana. Roma, 2000.

[282] Cfr. LG, n. 11; FC, n. 21; GrS, n. 19.

[283] FC, n. 49; cfr. FC, n. 50.

[284] FC, n. 50; cfr. GS, n. 48.

[285] FC, n. 51.

[286] Cfr. Ibidem.

[287] CCE, n. 2225. Actualmente, ciencias humanas como la psicología o la pedagogía destacan la importancia que tienen los primeros años de la vida del niño para su despertar a la realidad. En este primer acercamiento al mundo que les rodea, la religiosidad del niño ocupa un puesto fundamental, por lo que los padres cristianos, a menudo absorbidos por múltiples ocupaciones, nunca deberían delegar en otros la hermosa experiencia de enseñar a santiguarse y a rezar a su hijo, y protagonizar gestos tan educativos como enseñarles a guardar silencio al entrar en un templo, ponerse de rodillas ante el sagrario, o responder a sus preguntas frente a las figuras de un Belén navideño.

[288] FC, n. 39.

[289] FC, n. 55.

[290] Cfr. LG, n. 10.

[291] Cfr. GS, n. 52.

[292] CCE, n. 1657.

[293] FC, n. 59.

[294] Cfr. FC, n. 61; Juan Pablo II, Carta apostólica Dies Domini, 31.V.1998.

[295] Una vez más recomendado por el Santo Padre “por la paz y la familia”. Cfr. Juan Pablo II, Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, 16.IX.2002. nn. 40-42.

[296] Cfr. FC, n. 53.

[297] GE, n. 1.

[298] FC, n. 41.

[299] Ibidem.

[300] GrS, n. 13.

[301] FC, parte IV, cap. II, introducción: “La pastoral familiar –forma particular y específica de la pastoral— tiene como principio operativo suyo y como protagonista responsable a la misma Iglesia, a través de sus estructuras y agentes”.

[302] Cfr. FC, n. 53.

[303] FC, n. 58

[304] Cfr. CCE, n. 2230.

[305] CCE, n. 1632; cfr. GS, n. 49; FC, n. 71

[306] FC, n. 70.

[307] Ibidem.

[308] Ibidem.

[309] FSV, n. 175: “Sin contar con su valiosa experiencia y aportación que se ha manifestado muy efectiva en estos años, tantas veces con tareas de suplencia, se correría el peligro de plantear una pastoral familiar separada de la vida real de nuestras diócesis y de las personas que conocen la realidad de los problemas y sus soluciones”.

[310] Cfr. EV, n. 88: GrS, n. 7; ya lo recomendó la CEE en, Matrimonio y familia hoy (6.VII.1979), n. 130.

[311] Cfr. FSV, n. 174.

[312] Cfr. EV, n.89.

[313] Cfr. EV, n. 88.

[314] Cfr. EV, nn. 26. 58. 88; Conferencia Episcopal Española, Instrucción pastoral La verdad os hará libres (20.XI.1990) n. 20.

[315] Cfr. FSV, n. 174.

[316] Cfr, EV, n. 88.

[317] FSV, n. 176: “Para llevar a cabo la formación de los agentes de pastoral matrimonial y familiar hemos de mencionar la existencia de Centros académicos de estudios sobre matrimonio y familia y sobre bioética. Su labor es muy beneficiosa en la medida en que, fieles al magisterio, sirven para profundizar y hacer más accesible al hombre actual la verdad del plan de Dios sobre el matrimonio y la familia en toda su integridad”.

[318] Juan Pablo II, Homilía en la Clausura del Sínodo de la Familia, 25.X.1980.

[319] HV, 29

[320] FC, parte IV, cap. III, introducción.

[321] FC, n. 73.

[322] Ibidem.

[323] Ibidem.

[324] Cfr. VdM, Int., n. 1.

[325] FC, n. 73.

[326] FC, n. 73.

[327] Cfr. FC, n. 71.

[328] Cfr. FC, n. 72.

[329] FC, n. 74.

[330] Ibidem.

[331] Cfr. FSV, n. 155.

[332] Cfr. FSV, n. 148.

[333] FSV, n. 145.

[334] FSV, n. 136; cfr. NMI, nn. 47. 51.

[335] FC, n. 86.

[336] GrS, n. 23.