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JESÚS RUEGA AL PADRE POR NOSOTROS

 


LECTURA CONTINUADA

Puesta en común sobre Jn 15-17

Ya vimos en el encuentro del último día que estos capítulos describen la situación de la comunidad a la que se dirige Juan. Era una comunidad con muchas dificultades, y estas dificultades les causaban a veces una gran tristeza. Jesús les animó para que fueran capaces de afrontar aquellas situaciones y les prometió el Espíritu Santo. El será su maestro y su defensor.

Hoy vamos a compartir lo que hemos descubierto en estos mismos capítulos, fijándonos especialmente en las orientaciones de Jesús. La pregunta a la que debíamos contestar después de leerlos era ésta: ¿Cómo deben actuar los discípulos cuando Jesús ya no esté con ellos?


GUÍA DE LECTURA

"Padre, que todos sean uno"


Antes de comenzar buscamos Jn 17,20-23


> Ambientación

En nuestra reunión del último día meditamos el pasaje en que Jesús habla de la unión de sus discípulos con Él. Para que puedan dar frutos han de ser como los sarmientos que están unidos a la vid. Uno de los frutos de esta unión con Jesús es la unión entre nosotros. Hoy vamos a centrar nuestra atención en un pasaje muy breve en el que Jesús ora por nosotros al Padre, y le pide que nos conceda esta unión.

> Miramos nuestra vida

Podemos comenzar hablando de nuestras experiencias de desunión y de división. Basta con que nos detengamos un poco a pensar en nuestra propia familia, o en los vecinos de nuestro barrio o de nuestro pueblo, e incluso en nuestra propia comunidad cristiana, para que nos demos cuenta de que entre nosotros existen distancias y a veces incluso enfrentamientos.

- ¿Podrías compartir con el grupo algún caso de desunión o de división en el barrio, el pueblo o la parroquia que te preocupe especialmente?

- ¿Qué harías para que se lograra la armonía y la unión en ese caso?


> Escuchamos la Palabra de Dios

El pasaje que vamos a meditar hoy puede ayudarnos a comprender desde una perspectiva cristiana nuestras divisiones, y sobre todo puede orientarnos para que trabajemos por la armonía y la unidad entre todos, yendo a la fuente de la que brota esta unión.

• Comenzamos haciendo un momento de silencio, en el que invocamos al Espíritu Santo para que abra nuestrocorazón y podamos comprender y acoger lo que Dios quiere decirnos a través de Él.

- Proclamación de Jn 17,20-23.

- Cada uno vuelve a leer con atención en su Biblia estos versículos y las notas que lo acompañan.

- Entre todos tratamos de responder a estas preguntas:


> Volvemos sobre nuestra vida

Hemos compartido algunas situaciones de división que nos preocupan y hemos pensado cómo podrían solucionarse. Luego hemos meditado algunas frases de la oración de Jesús por nosotros en la que pide al Padre para que nos conceda la unidad. Esta actitud de Jesús ante las divisiones que se producirán entre sus discípulos nos enseña que la unidad es un don de Dios, algo que difícilmente podemos conseguir con nuestras propias fuerzas. También nos descubre cuál es el modelo de la unidad que debe existir entre los creyentes. Teniendo en cuenta todo esto, volvemos sobre nuestra vida y nos preguntamos:


> Oramos

Podemos concluir nuestro encuentro uniéndonos a la oración de Jesús. Dejamos que nuestro corazón se llene de sus mismos sentimientos. Él habla aquí desde su experiencia de estar unido al Padre. Nosotros podemos unirnos a esta oración suya con la certeza de que estamos pidiendo al Padre que se haga su voluntad.

- Un miembro del grupo vuelve a leer la oración de Jesús por nosotros (Jn 17,20-23).

- Unimos nuestras oraciones a la de Jesús, presentándole situaciones de división y de enfrentamiento que se dan entre nosotros o que conocemos.

- Le pedimos también por nosotros para que busquemos siempre estar unidos a Él, y para que esa unión nos ayude a estar unidos entre nosotros.

 

PARA PROFUNDIZAR

Los cristianos en medio del mundo

Es probable que al leer la oración de Jesús (Jn 17) nos haya sorprendido el acento tan negativo que pone cuando habla del mundo. En ella se dice que Jesús y sus discípulos no pertenecen al mundo, y Jesús llega incluso a afirmar que no ora por el mundo (Jn 17,9). También en otros pasajes del evangelio de Juan aparece una imagen negativa del mundo, sobre todo en los discursos de despedida, cuando Jesús dice a sus discípulos que el mundo los odiará (Jn 15,18), y se alegrará al verlos sufrir (Jn 16,20).

Al leer estas cosas en el evangelio tal vez nos hayamos planteado preguntas como éstas: ¿Acaso nosotros no estamos en el mundo? ¿Es todo malo en el mundo? ¿Cuál es la misión de los cristianos en el mundo? ¿El mundo nos odia?

-Diversas formas de entender el mundo

Las afirmaciones del evangelio que acabamos de mencionar nos recuerdan a quienes somos mayores algo que aprendimos de pequeños: que el mundo era uno de los tres enemigos del alma. Sin embargo, el Concilio Vaticano II nos ha hablado del mundo con un tono más positivo y cercano. Nos ha dicho que "los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo... son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo" (Gaudium et Spes n° 1). El Concilio nos ha enseñado a ver el mundo con nuevos ojos, a sentimos parte de él, a escuchar la llamada para transformarlo según el Evangelio.

Estas dos maneras de ver el mundo han creado mucho desconcierto entre nosotros en los últimos años, y gran parte de la confusión se debe al hecho de que no siempre queremos decir lo mismo cuando hablamos del "mundo". En la oración de Jesús, lo mismo que en la vieja enseñanza del catecismo, el "mundo" es la parte de la creación que se opone a Dios, que le niega conscientemente y va en contra de su proyecto de amor. El evangelio de Juan se refiere a esta realidad con una expresión más precisa cuando habla del "pecado del mundo" (Jn 1,29).

Pero este "mundo" es en realidad sólo una parte o una dimensión del MUNDO, con mayúsculas, el que Dios creó, y en el que se expresó a sí mismo y su proyecto de amor (Jn 1,10). En cuanto creación de Dios, el mundo es bueno. A este mundo es al que se refiere el Concilio y también el evangelio de Juan en muchos otros pasajes.

Dios ama al mundo

No con un amor cualquiera, sino con un amor apasionado. Un amor que le llevó a entregarse a sí mismo en su Hijo. Estas palabras de Jesús a Nicodemo expresan de forma sencilla la hondura y la pasión de este amor de Dios hacia el mundo: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él tenga vida eterna" (Jn 3,16). Y lá prueba de este amor es que "no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de Él" (Jn 3,17). Jesús no es el Juez del mundo, sino el Salvador del mundo, como acaban reconociendo los samaritanos después de conocerle personalmente (Jn 4,42).

Jesús no ha venido a enfrentarse al mundo, sino a ofrecerse por él; por eso se ha entregado, para que el mundo tenga vida (Jn 6,51). Tampoco ha venido a hacer más intensas las tinieblas que a veces lo envuelven, sino a iluminarlo, porque Él es "la luz del mundo" (Jn 8,12; 9,5) y ha venido para que vean los que no ven (Jn 9,39).

El proyecto de Dios sobre el mundo es, pues, un proyecto de amor; y la misión de Jesús es llevar a cabo ese proyecto ofreciendo al mundo la salvación, la vida, la luz.

Presencia del amor de Dios en medio del mundo

Los discípulos de Jesús continuamos la misión que el Padre le encomendó. Él nos ha enviado al mundo, lo mismo que el Padre le envió a Él (Jn 17,18), para que amemos al mundo, para que le ofrezcamos en nombre suyo la luz y la salvación, para que nos entreguemos a Él hasta el final. Es verdad que al unirnos a Jesús, como los sarmientos a la vid, renunciamos a esa parte del mundo que se opone al proyecto de Dios, y puede decirse que en cierto modo ya no somos del mundo (Jn 17,16), pero nunca podremos decir que nuestra misión sea condenar al mundo o desentendernos de él.

Ésta ha sido y es la tentación de algunos grupos cristianos. Pero el Concilio nos ha recordado que los seguidores de Jesús debemos estar en la entraña del mundo como la levadura en medio de la masa, como la sal en los alimentos, como la luz que ilumina la casa. Desde dentro y con un amor apasionado estamos llamados a transformar este mundo a través del compromiso político, social, laboral, en la familia, en el banjo, en nuestro pueblo o nuestra ciudad. El reinado de Dios que Jesús predicó no tiene como destinataria a la Iglesia, sino al mundo, porque el mismo Dios que creó este mundo a su imagen y semejanza es el que quiere que vuelva a ser resplandor de su gloria, y a nosotros nos ha invitado a colaborar en esta tarea tan hermosa.


PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO

Al leer la sección formada por los capítulos 18 y 19 del evangelio de Juan, vamos a fijarnos en la insistencia del evangelista en mostrar a Jesús como rey:

¿En qué lugares de estos capítulos se dice que Jesús
es rey? ¿Quién lo dice: el evangelista, Jesús mismo
o los demás personajes?