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EL BUEN PASTOR

 

 

LECTURA CONTINUADA

Puesta en común sobre Jn 9,1-10,42

La curación del ciego de nacimiento ocupa la mayor par-te de los capítulos que hemos leído para preparar nuestra reunión de hoy. Se trata del sexto de los signos realizados por Jesús a lo largo de la primera parte del evangelio y demuestra lo que Él había dicho de sí mismo: "Yo soy la luz del mundo" (Jn 8,12).

Este signo sirve de ocasión para un juicio (Jn 9,39). Devolviendo la vista a aquel hombre, Jesús provoca inmediatamente la división entre los que se acercan a la luz y se dejan iluminar por ella (simbolizados en el ciego que vuelve a ver) y los que la rechazan y quieren seguir viviendo en las tinieblas (simbolizados en los dirigentes judíos que se ciegan y rechazan a Jesús). Los primeros resultarán absueltos, es decir salvados. Los segundos son declarados culpables por haber elegido permanecer en su pecado (Jn 9,41). No es Jesús quien los condena, sino ellos mismos por preferir las tinieblas a la luz (Jn 3,19-21).

Por eso, al leer esta sección del evangelio, nos propusimos fijarnos en cómo el ciego de nacimiento va descubriendo cada vez más claramente quién es Jesús y contestar a estas preguntas: ¿Qué cosas dice el ciego de nacimiento sobre Jesús? ¿Cómo va descubriendo cada vez mejor su verdadera identidad?

 

GUÍA DE LECTURA

"Yo soy el Buen Pastor"

Antes de comenzar buscamos Jn 10,11-18

> Ambientación

En nuestra última reunión nos dejamos sorprender por la gran capacidad de perdón y misericordia de Jesús. En sus gestos de compasión descubríamos la inmensa ternura del corazón del Padre.

La imagen del Buen Pastor es otra de esas "fotografías" evangélicas en las que vemos plasmadas la solicitud y la entrega del Señor. Cuando los primeros cristianos aún no se atrevían a hacer imágenes del Crucificado, ya representaban al Buen Pastor para no olvidarse de que Jesús ha dado la vida por cada uno de nosotros, ovejas de su rebaño.

> Miramos nuestra vida

Los medios de comunicación suelen ser bastante hostiles cuando hablan de la Iglesia. La mayor parte de sus ataques se dirigen casi siempre a sus pastores: el Papa, los obispos, los sacerdotes... Como cristianos, nos sentimos a veces incómodos ante esas críticas que muchas veces son injustas y desproporcionadas. Todos conocemos el ejemplo de muchos sacerdotes, religiosos/as, misioneros/as... que entregan su vida día a día de manera desinteresada. Otrasveces, en cambio, debemos reconocer que los responsables de nuestras comunidades no están a la altura de la misión que tienen encomendada. Por eso, vamos a empezar nuestra reunión de hoy dialogando sobre estas cuestiones y preguntándonos:

- ¿Creemos que los ministros de la Iglesia se comportan siempre como verdaderos pastores?

- ¿Conocemos el ejemplo de alguno cuya vida haya sido un testimonio de generosidad y entrega?

- ¿Nos hemos sentido alguna vez como "ovejas sin pastor", es decir, desamparados o desatendidos por aquellos que en la comunidad deberían cuidar con solicitud del bien de todos?

> Escuchamos la Palabra de Dios

En el evangelio de Juan, Jesús se presenta a sí mismo como Buen Pastor. Con ello quiere que comprendamos mejor la calidad de su amor por nosotros y el precio que ha estado dispuesto a pagar para llevar a cabo la misión que el Padre le ha encomendado.

- Antes de escuchar la Palabra de Dios, preparemos nuestro corazón para acogerla. Lo hacemos guardando un momento de silencio o invocando el auxilio del Espíritu que viene en ayuda de nuestra debilidad.

- Un miembro del grupo lee en voz alta Jn 10,11-18.

- Reflexionamos en silencio: leemos de nuevo el pasaje personalmente y consultamos las notas de nuestra Biblia para entenderlo mejor.

- Respondemos juntos a estas preguntas:

  • ¿Por qué Jesús se presenta como "Buen Pastor" en este pasaje?

  • ¿Qué diferencia hay entre el buen pastor y el asalaria-do?

  • ¿Qué consecuencias trae para las ovejas el comporta-miento de cada uno de ellos?

  • ¿Qué relación tiene el Buen Pastor con las ovejas de su redil? ¿Y con las que todavía no forman parte de él? - ¿Qué nos dice este pasaje sobre el Padre?

> Volvemos sobre nuestra vida

Ya en algunos pasajes del Nuevo Testamento, los responsables y ministros de la comunidad cristiana son llamados "pastores". A lo largo de los siglos, esto ha sido a veces muy mal entendido, pues ha dado pie a imaginar a la Iglesia como una especie de manada de "borregos" sin personalidad propia, cuya única obligación consiste en obedecer sin rechistar a la voz de sus dirigentes. Quizá todos habíamos olvidado un poco que, si alguien es designado como "pastor" dentro de la comunidad cristiana, lo es para seguir el ejemplo de Jesús, el único Pastor, el que da la vida por sus ovejas. Por eso nos preguntamos:

 

> Oramos

Recogemos en forma de oración lo que la lectura y meditación de este pasaje evangélico nos haya sugerido. Procuramos inspirar nuestra plegaria en las mismas palabras de la Escritura.

PARA PROFUNDIZAR

Dialogar con Jesús para conocerlo de verdad

Todos los evangelios se hacen la misma pregunta: ¿Quién es Jesús?..., pero cada uno responde a su manera... Lo normal es que la verdadera identidad del protagonista sea desvelada no de una vez, sino poco a poco. Por ejemplo, cuando leemos el evangelio de Marcos, sólo al final podemos comprender del todo lo que significa que Jesús es "el Mesías y el Hijo de Dios". Pero para eso tenemos que recorrer primero el itinerario que el evangelista nos propone. Si nos paramos a medio camino, corremos el riesgo de quedarnos con muchas dudas sin resolver o con un montón de verdades a medias. Sólo el que lee hasta el final, podrá responder con certeza a la pregunta que late en el fondo del evangelio.

En cambio, eso no pasa con el evangelio de Juan. Todo lo que quiere enseñarnos sobre Jesús está dicho desde el principio. Desde el prólogo hasta el epílogo nos habla con total trasparencia de la identidad de Jesús y de muchas maneras nos recuerda que el misterio de su persona está unido al misterio de Dios.

Descubrir a Jesús poco a poco

Ningún evangelio está tan centrado en la persona de Jesús como el de Juan. Para ayudarnos a descubrir mejor su verdadera identidad, utiliza muchos recursos literarios. A veces lo hace a través de largos discursos en los que el mismo Jesús nos revela quién es Él. En ocasiones son otros personajes los que dan testimonio y le adjudican títulos con los que quieren expresar su personalidad. En otros casos son las discusiones con los adversarios o las preguntas que unos y otros le formulan las que nos permiten conocerlo con más profundidad. Los signos, los símbolos, las frases de doble sentido, la ironía y los malentendidos son otras tantas maneras utilizadas por el evangelista para dejarnos penetrar cada vez más en el misterio de su persona.

De entre todos estos recursos, hay uno que el evangelio de Juan utiliza con singular maestría. Son los diálogos de Jesús con ciertos personajes: Nicodemo, la mujer samaritana, el ciego de nacimiento, María Magdalena... En ellos se da una "revelación progresiva" de su identidad porque, a medida que va avanzando el diálogo con cada uno de esos personajes, se van dando cuenta poco a poco de quién es en realidad aquel que está hablando con ellos.

Así, por ejemplo, después de recuperar la vista, el ciego de nacimiento habla de "ese hombre que se llama Jesús" (Jn 9,11). Un poco más adelante va más allá al afirmar: "Es un profeta" (Jn 9,17). Luego parece dudar sobre si Jesús es o no un pecador (Jn 9,25), pero más tarde se define claramente. Si Jesús no fuera un "hombre que viene de Dios", no habría podido curarle (Jn 9,35-37). Final-mente, hace un acto de fe en Jesús como "Hijo del hombre" y postrándose ante Él en un gesto de adoración dice: "Creo, Señor" (Jn 9,35-37). En definitiva, el ciego de nacimiento ha reconocido en Jesús a "un hombre" cuya relación con Dios es totalmente singular. Ese hombre "viene de Dios", pero es más que "un profeta". Ese hombre es el "Hijo del hombre", el "Mesías" (Jn 9,22), el "Señor".

A través de los diálogos, el evangelio de Juan retrata el itinerario del creyente. Gracias a ellos comprendemos mejor lo que significa crecer y madurar en la fe cuando uno se encuentra personalmente con la verdad de Jesús y debe decidir desde su propio corazón si la acoge o la rechaza.

Yo soy

Otro de los recursos que usa el cuarto evangelio cuando quiere revelarnos la identidad más profunda de Jesús es la utilización de la fórmula: "Yo soy". Se trata de una expresión que Jesús emplea continuamente. Unas veces va acompañada de otras palabras: "Yo soy el Buen Pastor", "Yo soy la vid verdadera", "Yo soy el Pan de vida"... Otras, en cambio, se encuentra sola, en sentido absoluto: "Yo soy" (lee, por ejemplo, Jn 8,24.28.58).

Esta manera de presentarse a sí mismo posee una fuerza muy especial pues recuerda el modo en el que Yavé se expresa en el Antiguo Testamento (Ex 3,14; Is 43,11). Al poner estas palabras en boca de Jesús, el cuarto evangelio nos está recordando que Él habla y actúa en nombre de Dios. Por eso, no es extraño que causara escándalo entre los judíos que le escuchaban (Jn 8,58-59). Pensaban que, al decir "Yo soy", Jesús se hacía igual a Dios y eso era considerado una blasfemia intolerable.

Eso explica perfectamente reacciones como las que encontramos en Jn 18,4-6. En esta ocasión, los que habían ido a apresar a Jesús retroceden y caen a tierra, atemorizados ante la presencia de alguien que habla como Dios mismo. Los que le escuchan no pueden entender que un ser humano se exprese de esa manera. De hecho, Jesús mismo había advertido que sólo serían capaces de reconocer su verdadera identidad una vez que Él fuese glorificado, es decir, después de la Pascua: "Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces reconoceréis que yo soy".

De este modo, Jesús se presenta como el único Salvador enviado de parte del Padre. Al decir "Yo soy" responde implícitamente a los que esperaban que Dios cumpliera sus promesas y se preguntaban con impaciencia quién sería el Mesías. Con ello desacredita las pretensiones de otros "salvadores" que, antes o después de Él, se acerquen a los hombres con falsas ofertas de liberación. Sólo Él es el Buen Pastor. Sólo Él es la Vida que no se acaba. Sólo Él es el Camino que conduce hasta el Padre.

Puede ser que también nosotros nos preguntemos a veces: ¿Quién orientará nuestros pasos en las encrucijadas de la vida, cuando no vemos claro por dónde seguir? ¿Quién nos dirá una palabra auténtica cuando son tantos los que tratan de engañarnos y seducirnos con sus mentiras? ¿Quién nos mostrará la fuente donde apagar para siempre nuestra sed de autenticidad, de paz profunda, de vida en plenitud? Y Jesús, serenamente como entonces, vuelve a repetirnos: "Yo soy".

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO

Para preparar la próxima reunión, leeremos atenta-mente los capítulos 11 y 12 del evangelio de Juan, la parte final del "Libro de los signos". Hemos visto en los capítulos anteriores cómo las palabras y los signos de Jesús intentan provocar entre los presentes una respuesta de fe. Al leer estos capítulos trataremos de responder a esta pregunta:

¿Cómo reaccionan los judíos ante el signo
y las palabras de Jesús?