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 JESUCRISTO, VIDA DEL PADRE

 

 

LECTURA CONTINUADA

Puesta en común sobre Jn 4,43-6,71

En el conjunto de esta sección, el evangelista nos presenta la figura de Jesús utilizando las imágenes de la palabra de vida y del pan de vida. Estas dos ideas se desarrollan siguiendo un esquema similar: signos de Jesús, disputa con los judíos y amplio discurso. Así, mediante signos y palabras, Jesús se presenta ante las gentes como el que tiene y da la vida que ha recibido del Padre.

Hemos leído la sección de Jn 4,43-6,71, teniendo en cuenta esta pregunta: ¿Qué signos y palabras de Jesús nos hablan de la vida?

Vamos a poner en común lo que ha descubierto cada uno.

 

GUÍA DE LECTURA

"El que coma de este pan vivirá para siempre"

-Antes de comenzar, buscamos Jn 6,51-59.

> Ambientación

En las dos sesiones anteriores nos hemos acercado a los encuentros de Jesús con Nicodemo y la Samaritana. Los ecos de las palabras del Maestro sobre el nacer del agua y del Espíritu, o el beber el agua de vida eterna resuenan aún en nuestro corazón. El pasaje que vamos a leer en la sesión de hoy nos invita a contemplar al Señor que se hace pan, cercanía, para que nosotros, acogiéndole en la fe, tengamos vida eterna.

> Miramos nuestra vida

Cuando nos detenemos y miramos a nuestro alrededor vemos un mundo bastante complicado. Nos gustaría que todo fuera alegría, paz, felicidad, vida en abundancia para todos los hombres y mujeres de la tierra, y sin embargo descubrimos que la tristeza, el dolor, el hambre o la violencia se han hecho los dueños del día a día de muchos hermanos nuestros. Y esto ocurre también en la historia de cada uno de nosotros: los momentos de optimismo e ilusión de pronto aparecen mezclados con otros de una gran desesperanza. Son como brochazos de muerte que emborronan el lienzo de nuestra vida. Nos preguntamos personalmente:

- ¿Qué cosas en mi vida, y en la de los hombres y mujeres de mi tiempo, nos hacen ser felices, vivir en plenitud? Y por otra parte, ¿qué me impide, nos impide, ser felices, estar llenos de ilusión?

> Escuchamos la Palabra de Dios

El pasaje que vamos a meditar a continuación pondrá luz a las experiencias de vida que acabamos de compartir. La vida que viene de arriba sobrepasa con creces no sólo la vida que vemos y vivimos, sino también la que esperamos en nuestro corazón.

-Nos preparamos para escuchar y acoger la Palabra de vida haciendo un momento de silencio. Invocamos al Espíritu Santo.

-Un miembro del grupo lee despacio Jn 6,51-59.

-En unos minutos de silencio, volvemos todos a leer el pasaje, prestando también atención a sus notas.

-Tratamos de responder a las siguientes preguntas:

> Volvemos sobre nuestra vida

Seguro que al leer el texto, además de ver iluminada nuestra experiencia personal, hemos tomado conciencia más clara de dónde se encuentra la fuente de la que mana toda la vida. También es seguro que, como cristianos, hemos hecho la lectura desde nuestra experiencia de la Eucaristía.

> Oramos

Hacemos oración con lo que hemos escuchado y meditado en este encuentro en torno a la Palabra.

-Podemos reunirnos alrededor del Sagrario, o bien, preparar en el centro de la sala donde nos encontramos un lugar con una Biblia abierta, una hogaza de pan y una vela encendida.

-Tras un momento de silencio, alguien del grupo lee despacio y en voz alta el Salmo 27: "El Señor es mi luz y mi salvación".

-Terminamos nuestra oración expresando algún compromiso a nivel personal, que nos ayude a compartir, a estar atentos a las necesidades de los más pobres. Pedimos al Padre el pan diario para toda la humanidad recitando juntos el "Padre nuestro".

 

PARA PROFUNDIZAR

Los sacramentos. La Eucaristía

Si a distintas personas de nuestro entorno, vecinos o familiares, les preguntáramos "¿Qué es un sacramento?", posiblemente nos darían respuestas muy variadas: un rito, algo que se hace en momentos importantes de la vida, cosas de la Iglesia,... Otros nos dirían directamente: el bautismo, la confesión... Sin embargo, los sacramentos son mucho más; son gestos de amistad de Dios con su pueblo, de un Dios que salva, que nos llena de vida. En ellos, Él se da a conocer y se deja encontrar en las historias de los hombres y mujeres de todos los tiempos.

Una ventana abierta a Dios

Para hacernos una primera idea vamos a imaginarnos el cristal de la ventana de una habitación. Por él llegan hasta nosotros la luz del sol y la oscuridad de la noche, las gentes que pasean por las calles de nuestros pueblos y ciudades. A través de la ventana salimos del aislamiento y nos abrimos a un mundo lleno de historias y vidas distintas de la nuestra. Los sacramentos son como ventanas que nos permiten ver lo que hay "del otro lado". Y no sólo ver. Cuando decimos que los sacramentos son transparencia de Dios nos estamos quedando cortos: es como si ese cristal imaginario hubiera saltado por los aires, y hubiera desaparecido cualquier barrera que nos separara de Él. Dios se adentra en la vida de cada hombre hasta ser más cercano, más íntimo que cualquier otra cosa en el mundo.

Signos que se entienden desde la fe

Para saber cómo se entienden en la Iglesia los sacramentos, hemos abierto el Catecismo de la Iglesia Católica y nos hemos fijado en una breve definición: "Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia, por los cuales nos es dispensada la vida divina" (n° 1.131).

En esta definición encontramos una palabra muy importante, que Juan utiliza con frecuencia en el evangelio: "signo". Un signo es un objeto, acción, palabra, fenómeno,... que representa algo. Así, decimos por ejemplo, que la sonrisa es signo de alegría, o que las lágrimas lo son de tristeza. Según esto, los sacramentos son signos porque cosas, palabras o acciones cercanas a nosotros, que podemos percibir con nuestros sentidos, como el agua, el pan, o el aceite, representan realidades que van más allá de su mero contenido material: volver a nacer, comunión.

Un signo nos "dice algo" sólo si es reconocido por nosotros. De la misma forma un sacramento sólo se entiende desde la fe. Sólo desde la fe, el agua nos habla de un nuevo nacimiento; el aceite nos consagra, nos marca para Dios; el pan y el vino son para nosotros el pan de la vida y la bebida de la salvación.

Si leemos desde esta óptica el evangelio de Juan, fácilmente podríamos reconocer en él referencias a distintos sacramentos. Así nos ocurre con la Reconciliación, tras leer Jn 20,22-23 ("a quienes les perdonéis los pecados..."). Muchos más son los momentos que nos pueden sugerir el Bautismo: el encuentro de Jesús con Juan Bautista (Jn 1,28-34); las palabras de Jesús a Nicodemo sobre el "nacer del agua y del espíritu" (Jn 3,5); la conversación que mantiene el Señor con la samaritana (Jn 4,7-16); la curación del paralítico en el estanque de Betesda (Jn 5,1-9); sus

palabras a la muchedumbre afirmando que de aquel que crea "brotarán ríos de agua viva" (Jn 7,38); el lavatorio de los pies (Jn 13,1-10); el agua que mana junto a la sangre del costado de Cristo (Jn 19,34); el instante en el que Pedro se echa al agua tras reconocer a Jesús en la orilla (Jn 21,7). El texto del capítulo 6 que hemos meditado en esta sesión nos invita a detenernos por un momento en el sacramento de la Eucaristía.

La Eucaristía: comunión y fuente de vida

Eucaristía es una palabra que procede de la lengua griega y que significa acción de gracias. Son muchas otras las palabras que utilizamos para referirnos a este sacramento, pero cuando decimos Eucaristía estamos expresando que nos unimos a Cristo en su sacrificio para dar gracias a Dios por todo lo que ha hecho en favor de su pueblo.

El evangelio de Juan no menciona en la última cena las palabras de Jesús sobre el pan y el vino que sí mencionan los sinópticos, y que nosotros recordamos cada vez que celebramos la Eucaristía. Sin embargo, en el marco del discurso del pan de vida las palabras de Jesús nos ayudan a entender con profundidad la Eucaristía como comunión y como fuente de vida eterna.

"El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él" (Jn 6,56). Esta comunión de vida es similar a la que existe entre el Padre y su Hijo Jesús. La comunión con .Dios es el elemento que nos une a todos como a una familia; y por eso, en la Eucaristía, en la que compartimos el cuerpo de Cristo, se va construyendo el cuerpo de la Iglesia, del que todos somos miembros y en donde vamos teniendo vida.

"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día" (Jn 6,54). Jesús consagró a otros toda su vida. Vivía siempre para los demás. Esta entrega marca también la última cena que tuvo con los suyos. "Esto es mi cuerpo" quiere decir "esto es mi vida, yo existo para vosotros incluso en el momento de la traición y de la muerte". Esta historia de sacrificio nos obliga a

mirar la última cena a la luz de toda una vida, entregada día a día en favor de los hombres y mujeres de la tierra, y a la luz de la cruz. Así, la comunión con Jesús sólo puede ser contemplada desde la realidad de una sangre derramada en cruz para la salvación del género humano. Desde la cruz, la comunión con Jesucristo es sinónimo necesario de solidaridad, de lucha por la justicia y la verdad, de entrega sin limites en favor de la causa de los más desfavorecidos, para que realmente todos tengan vida y la tengan en plenitud (Jn 10,10).

 

PARA PREPARAR EL PRÓXIMO ENCUENTRO

Para la próxima reunión vamos a leer una nueva sección del evangelio de Juan: Jn 7,1-8,59. En ella, Jesús hace constantes alusiones a su unión con el Padre, a la intimidad que mantienen entre ellos. Cuando leas la sección fíjate en esto:

¿Con qué palabras expresa Jesús su relación con el Padre?