Segunda Epístola de San Pedro.

 

Introduccion.

Autenticidad y Canonicidad de la Carta. Ocasión y finalidad de la epístola. Doctrina de la epístola. Lengua y estilo. La 2 Pe y la epístola de Judas. División.

Capitulo 1.

Saludos, 1:1-2. Exhortación a la Santidad, 1:3-21. La liberalidad divina, 1:3-11. Veracidad del Testimonio Apostólico, 1:12-18. La palabra profética, 1:19-21.

Capitulo 2.

Los Falsos Doctores, 2:1-22. El peligro que suponen, 2:1-3. Las lecciones del pasado, 2:4-10. El castigo futuro, 2:11-22.

Capitulo 3.

El Día del Señor, 3:1-18. Exhortación a creer en la parusía, 3:1-2. Incredulidad de los falsos doctores, 3:3-4. Refutación de los Falsos Doctores, 3:5-10. Exhortación a prepararse convenientemente para ese día, 3:11-16. Exhortación y doxología final, 3:17-18.
 

 

Introducción.

 

Autenticidad y Canonicidad de la Carta.

No hay duda que la epístola se presenta como una carta del apóstol San Pedro. El autor se identifica claramente, llamándose Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo 1. Se considera testimonio de la transfiguración sobre el Tabor 2; recuerda la predicción de su muerte hecha por Cristo 3. Afirma haber escrito anteriormente una carta a sus lectores4, aludiendo indudablemente a la primera epístola de San Pedro. Y habla de San Pablo, presentándolo como su colega en el apostolado 5.

Por otra parte, del examen interno de la epístola parece deducirse que la carta pertenece a la última época de la edad apostólica. A veces el autor parece hablar de los apóstoles como si no formara parte de ellos6. La primera generación cristiana parece ya haber desaparecido, los padres han muerto 7. Ya se había llegado a formar una colección, aunque tal vez incompleta, de las epístolas de San Pablo 8. La parusía ya no se presenta tan inminente como en la primera epístola de Pedro 9, pues algunos se extrañan que no haya llegado 10. La diversidad de estilo, de vocabulario y preocupaciones de cada una de las dos epístolas parecen reflejar dos ambientes y dos épocas diversas.

Teniendo en cuenta estas divergencias y las razones que parecen abogar por una época de composición un tanto tardía, no es de extrañar que, ya desde la antigüedad, los escritores se hayan preguntado si ambas cartas habrían sido escritas por un mismo autor.

El origen apostólico de la 2 Pe es difícil de probarlo históricamente por deficiencia de la tradición antigua de la Iglesia y por las razones arriba indicadas. Falta en el Fragmento Muratoriano (hacia 150); la Iglesia siríaca no la recibió hasta el siglo VI. La tradición patrística no nos habla de la autenticidad petrina de esta epístola hasta el siglo ni. Tertuliano (c. a.240) no la cita, ni San Cipriano (f 248). Orígenes (f 255) es el primer escritor eclesiástico que la cita, el cual, aunque personalmente cree que la epístola es de San Pedro n, confiesa que se discutía su autenticidad petrina 12. Eusebio de Cesárea (f 340) la coloca entre el número de los escritos antilegómena, es decir, entre los libros cuya autenticidad era discutida; y él personalmente no la considera como canónica 13.

San Jerónimo (f 420), haciéndose eco de estas dudas, escribía a principios del siglo IV: "(Pedro) escribió dos epístolas que son llamadas católicas, la segunda de las cuales muchos niegan que sea de él a causa de la diversidad de estilo con la primera."15 Y en otro lugar explica él mismo esta diferencia de estilo, diciendo: "Las dos epístolas que llevan el nombre de Pedro difieren entre ellas tanto por el estilo como por el carácter. Por donde descubrimos que, según las necesidades, se ha servido de diversos intérpretes." 16

Sin embargo, encontramos en la tradición patrística testimonios en favor de la canonicidad de la 2 Pe. El canon del codex Claromon-tanus, que es antiguo, contiene la 1 y 2 Pe. También en el papiro Bodmer IX, del siglo ni, se encuentra la 2 Pe 17. Firmiliano, obispo de Cesárea de Capadocia (f 269), en la Epístola a Cipriano 18, afirma que "los santos apóstoles Pedro y Pablo, en sus epístolas, execraron a los herejes y nos amonestaron a huir de ellos." Como la 1 Pe no habla para nada de los herejes, hay que concluir que Firmiliano se refiere a la 2 Pe. Metodio, obispo de Olimpo, en Licia, casi contemporáneo de Firmiliano, cita 2 Pe 3:8 como obra apostólica y, por lo tanto, canónica. San Atanasio (f 373 admite la 2 Pe sin mencionar ninguna duda, y la cita varias veces 19. Lo mismo hace San Gregorio Nacianceno (f 390) 20. También San Basilio (f 379) cita la 2 Pe como una autoridad que dirime una discusión 21. San Ambrosio (f 397) cita la 2 Pe como escritura sagrada 22. El concilio de Laodicea (h. 3.360-365) y las Constitutiones Apostolicae, atribuyen dos epístolas a San Pedro. El concilio Hiponense (a.393) considera las dos epístolas de San Pedro como canónicas 23. El III y IV concilios de Cartago (3.397 Y 459) admiten en el canon la 2 Pe sin hacer ninguna distinción de la l Pe.

Por consiguiente, a partir de la segunda mitad del siglo IV, se puede decir que existe ya acuerdo moralmente unánime entre los testimonios de la tradición sobre el origen apostólico y la canonicidad de la 2 Pe 24. Sin embargo, J. Chaine observa: "Por lo que se refiere a la autenticidad de la 2 Pe, la tradición tiene numerosos testimonios favorables, pero también ha conservado el recuerdo de controversias y de negaciones. La tradición no es suficiente, por lo tanto, para zanjar la cuestión de saber si la epístola es o no es de San Pedro. Ante las incertidumbres de la tradición, la respuesta pertenece sobre todo a la crítica interna." 25

Los autores modernos están divididos por lo que se refiere a la autenticidad de la epístola. Unos defienden que San Pedro es el autor de la epístola. Y explican las divergencias en el estilo y en las ideas, así como la insistencia del autor por identificarse con San Pedro, por el hecho de haber utilizado el apóstol un nuevo secretario-redactor distinto del de la 1 Pe. Otros creen que el autor se ha servido de un seudónimo o de una ficción literaria. Y atribuyen la epístola a un cristiano de cultura helenística, aunque perteneciente a la raza judía. Este cristiano, probablemente discípulo de San Pedro, habría compuesto la carta hacia el año 80. Se propone transmitir una enseñanza apostólica, como lo demostraría la insistencia del autor por identificarse con San Pedro. Emplea la seudo-nimia, corriente entre los judíos de aquella época, para mejor acreditar su epístola.

Esta segunda solución está de acuerdo con la decisión del concilio de Trento, que, sin zanjar la cuestión de la autenticidad, coloca la epístola entre los escritos canónicos 26.

Destinatarios

Esta epístola va dirigida, como la 1 Pe, a los cristianos convertidos de la gentilidad que vivían en Asia Menor. Porque de ellos se dice que desde hace poco tiempo se han visto libres de las contaminaciones de los paganos 27. Pero están en peligro de perder la fe y las buenas costumbres a causa de los falsos maestros 28. Estos, viciosos y soberbios, transforman la libertad cristiana en licencia 29, esforzándose en dividir la comunidad de los fieles 30. Desprecian la enseñanza de los apóstoles 31 y rechazan la doctrina referente a Cristo y a los ángeles 32. Se rebelan contra la jerarquía eclesiástica 33. Son hombres licenciosos entregados a los bajos instintos de la carne 34.

San Pablo ya les ha escrito para ponerles en guardia contra los que tentaren apartarlos de la verdad evangélica, especialmente por lo que se refiere al juicio del Señor y a su parusía 35. Tal vez se aluda a la epístola de San Pablo a los de Efeso, que tiene el carácter de una circular.

¿Quiénes eran esos herejes o malos cristianos contra los que habla la epístola? Sabemos que desde la segunda mitad del siglo i después de Cristo en el Asia Menor existían herejes que introducían costumbres licenciosas, que repudiaban la doctrina referente a Cristo y a los ángeles y se entregaban a especulaciones, que hacían presentir la gnosis sistemática del siglo n. Las semejanzas existentes entre los impíos de la 2 Pe y los discípulos de Carpócrates o los arcónticos no bastan para probar la composición tardía de esta epístola.

 

 

Ocasión y finalidad de la epístola.

De lo dicho a propósito de los destinatarios, resulta claro que el apóstol, habiendo recibido noticias inquietantes sobre la actividad nefasta de esos herejes en las comunidades cristianas del Asia Menor, se decide a escribirles. Quiere ante todo animarlos y exhortarlos a resistir valientemente a los atractivos del mal, a vivir cristianamente y a guardar intacta su fe en la parusía del Señor.

 

Doctrina de la epístola.

Dos son los puntos principales que toca la 2 Pe: la parusía y la guarda de una fe incontaminada. La 2 Pe se sitúa en una perspectiva claramente escatológica. A partir de la resurrección, la humanidad está viviendo en la última fase de su historia. Espera la llegada del día del Señor, que marcará el fin del mundo presente e inaugurará una era de justicia 36. La enseñanza dogmática principal de la 2 Pe es la certeza de la parusía y las sanciones que la acompañaran 37. Es en función de esta espera como ha de ser resuelta la alternativa entre la virtud cristiana y la vida licenciosa de los herejes 38. La garantía de esta fe son los oráculos de los profetas y la enseñanza de los apóstoles 39.

Dios es considerado como creador40, juez universal, justo y misericordioso41. La Trinidad es prácticamente profesada: el Padre42, el Hijo 43 y el Espíritu Santo 44.

Jesucristo es llamado Dios 45 y considerado como Hijo de Dios 46. El es nuestro Señor47 y Salvador48, que ahora es glorificado por siempre (3:18) y reina como soberano sobre el reino eterno49. El es el autor de la fe y de los dones que la acompañan (1:2s). Vendrá el día del juicio, es decir, la parusía 50, a premiar a los buenos y a castigar a los malos 51.

El Espíritu Santo es inspirador de los profetas y de las Escrituras 52. Estas toman su valor de la inspiración divina. Las cartas de San Pablo forman también parte de estas Escrituras inspiradas 53.

El hombre, redimido por Jesucristo 54, recibe de El la fe, que está basada en el conocimiento íntimo, perfecto, de Dios y de Jesucristo 55. La fe crece por la práctica de las virtudes 56. Defiende al hombre del pecado57 y le garantiza el acceso al reino eterno58. La fe trae como consecuencia el hacer al hombre partícipe de la vida divina, es decir, le da la gracia, que es presentada por 2 Pe como una participación de la naturaleza divina 59. El hombre debe crecer en la gracia y en el conocimiento de Jesucristo 60 y estar preparado para el juicio divino61.

 

Lengua y estilo.

El estilo de la 2 Pe es, en general, bastante fluido, con cierta tendencia al énfasis oratorio. El vocabulario es bastante elegante y a veces un tanto rebuscado. En las partes polémicas de la epístola la frase se hace a veces retorcida, llena de anacolutos, de transiciones menos elegantes62, de repeticiones insistentes. A pesar de lo reducida que es la epístola, contiene 56 hapax legómena, de los cuales 33 no se encuentran en ninguna otra parte de la Biblia. La 2 Pe está escrita, como dice el P. Abel, en un griego aprendido de los libros63. Es, por lo tanto, un griego correcto, y demuestra que el autor poseía una buena cultura griega.

Aunque ciertas palabras o expresiones sean semejantes a las de la 1 Pe 64, el lenguaje de la 2 Pe difiere bastante de la i Pe: es menos sencillo, menos afectivo. Ideas análogas son expresadas con palabras completamente diferentes65. Un mismo ejemplo da lugar a interpretaciones muy diversas 66.

Las diferencias de estilo entre ambas epístolas son atribuidas por San Jerónimo a dos secretarios diversos que habrían ayudado a San Pedro en la composición de las dos epístolas.

 

La 2 Pe y la epístola de Judas.

Por el contrario, existe grande afinidad entre la 2 Pe y la de Judas. A veces el paralelismo es tan estrecho que no se podría explicar adecuadamente por una común dependencia de otra fuente. El saludo y la despedida son muy semejantes en ambas epístolas; las doctrinas características son las mismas (Cristo preexistente, criterios de la ortodoxia, etc.), los adversarios son los mismos. El orden y la concatenación de ideas son frecuentemente las mismas; a veces incluso las palabras y las expresiones son idénticas 67. Tanto en la segunda Pe como en Judas se encuentran las mismas recomendaciones 68. Por consiguiente, existe indudable dependencia entre ambas. ¿Cuál es la primera? La mayoría de los críticos creen que la epístola de Judas es anterior, como lo demuestra su estilo más conciso, más espontáneo, más claro. Los retoques y refundición redaccional pertenecen a la 2 Pe. Se puede decir que toda la epístola de Judas está incorporada en la 2 Pe. Confrontando ambas epístolas, resulta claro que el autor de la 2 Pe conoce el texto de Judas y omite algunas cosas intencionadamente. Se explica bien que Pedro haya pasado por alto los textos de Judas que se inspiraban en obras apócrifas y podían comprometer su carta 69. Por el contrario, sería difícil admitir que Judas los haya añadido intencionadamente a la diatriba de Pedro contra los falsos cristianos. Además, en la 2 Pe encontramos los ejemplos bíblicos de Noé y de Lot, cuya supresión en Judas sería difícil de explicar en el caso de admitir la dependencia de Judas respecto de Pedro. Por otra parte, si Judas hubiera conocido la carta de Pedro, sería difícil comprender por qué ha conservado únicamente la parte central relativa a las aberraciones de los falsos doctores. Varios textos de la 2 Pe sólo son plenamente comprensibles si se confrontan con los lugares paralelos de Judas 70.

 

División.

La 2 Pe, además del saludo inicial y la exhortación y doxología final, consta de tres partes:

1. Saludo (1:1-2).

2. Exhortación a la santidad (1:3-21).

a) La liberalidad divina (1:3-11).

b) El testimonio apostólico (1:12-18).

c) La palabra profética (1:19-21).

3. Los falsos doctores (2:1-22).

a) El peligro que suponen (2:1-3).

b) Las lecciones del pasado (2:4-10).

c) El castigo futuro (2:11-22).

4. El día del Señor (3:1-16).

a) Exhortación a creer en la parusía (3:1-2).

b) La incredulidad de los falsos doctores (3:3-4).

c) Su reputación (3:5-10).

d) Exhortación a prepararse convenientemente para ese día (3,n-16).

5. Exhortación y doxología final (3:17-18).

 

1 2 Pe 1:1. — 2 1:16-18. — 3 I.13-15; cf. Jn 21,18. — 4 2 Pe 3:4; cf. 1 Pe 4:7-17; — 5 3:1s. — 6 3:2. — 7 3:4 — 8 3:15-16. — 9 5:1 — 10 2 Pe 3:9-10. — 11 In Lev hom. 4:4: PG 12:437; 14,1179; In los. 7:1: PG 12:857. — 12 Apud Eusebio, Hist. Eccl 6:258; PG 20:584. — 13 Híst. Ecd. 3:25: PG 20:215.269. — 14 Enarr. in 2 Pe 3:5: PG 39.1774- Sin embargo, la comenta y hace uso de la 2 Pe en su tratado De Trinitate 1:15.285.32: PG 39:313.409.416.429. — 15 De vir. illustr. i: PL 23:638. — 16 Epist. ad Hedib. 120:11: GSEL 55:508. — 17 Cf. RB(196i) 137- — 18 75:6: PL 3:11-59 = GSEL 3:8135. — 19 Oratio c. Árlanos 1:16; De Trinitate 1:7: PG 26:45; 28:1125. — 20 Carm. líber I 12; Sect. 1:12:37: PG 37:474. — 21 Adv. Eun. 5: PG 29:712. — 22 De Fide 1:19; 3:12; Epist. 43:10: PL 16:557.608.839.1134. — 23 EB 16-17. — 24 Gf. J. Chaine, Les Építres catholiques* (París 1939) p.1-12. — 25 Ibid. p.13. — 26 Cf. R. Leconte, Les Építres catholiques, en La Sainte Bible de Jérusalem (París 1953) 96; D 784; J. gantinat, Les Építres catholiqu.es, en Introduction a la Bible de A. Robert-A. Feuillet vol.2 (Tournai 1959) p-595· — 27 2 Pe 2:1-8-20. — 29 2:25. — 30.13:35; — 31 1:16. — 32 2:10-12. — 33:17. — 33 Cf. Jds 16ss. — 34 Cf. Jd 10:19. — 35 3:15. — 36 2 Pe 3:10.13. — 37 1:11.19; 3:4-5. — 38 2:1.2.19. — 39 1:4.16ss; 3:2. — 40 3:5. — 41 2:3ss; 3:7.9.15. — 42 1:17. — 43 1:17- — 44 1:21. — 45 1:1 — 46 1:17 — 47 1:8-11: 4·16; 2:20; 3:2.15:18. — 48 1:1-11; 2:20; 3:2.18. — 49 1:19; 2:9. — 50 1:11. — 51 1:11; 2:2.93.12. — 52 1:19-21. — 53 3:15-16. — 54 2:1. — 55 I,2S.8; 2:20. — 56 1:5-8; 3:11.14.17.18. — 57 1:10. — 58 1:11 — 59 1:4; cf. 2 Cor 3:18; Heb 3:14; 6:4; Jn 1:12; 5:53ss; 1 Jn 1:3. — 60 3:18. — 61 3)14· Cf. G. Thils, L'einseignement de S. Fierre. Études bibliques 2.a ed. (París 1943) — 62 1:19; 2:1.8.12.22. — 63 Grammaire du Grec Biblique. Études bibliques (París 1927) p.XXXI. — 64 Cf. 1 Pe 2:12 = 2 Pe 1:16; 1 Pe 4:3 = 2 Pe 2:2. — 65 Cf. 1 Pe 1:7.13; 4:13 y 2 Pe 1:16; 3:4.12. — 66 Cf. 1 Pe 3:20-21 y 2 Pe 2:5; 3:5-7- — 67 Cf. 2 Pe 2:1-3:3 y Jds 4-18. — 68 2 Pe 3:23 y Jds 17-18. — 69 Cf. Jds 7:9.13.14.15. — 70 Cf. R. Leconte, o.c. p. 90-91.

 

 

Capitulo 1.

 

Saludos, 1:1-2.

El saludo adopta la forma que era común en aquel tiempo y que encontramos en otros escritos del Nuevo Testamento. Los destinatarios son designados de una manera muy general. A la gracia y la paz se añade el conocimiento de Cristo, que es uno de los temas favoritos de nuestra epístola.

 

1 Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han alcanzado la misma preciosa fe por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo: 2 Que la gracia y la paz se os multipliquen mediante el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús.

 

El autor de la epístola se presenta bajo el nombre de Simeón Pedro. Simeón corresponde a la forma hebrea Shime'on, que es más antigua. Esta forma hebraica se emplea pocas veces en el Nuevo Testamento 1. El Nuevo Testamento emplea más bien la forma helenizada Simón. San Pedro es llamado siempre en el Nuevo Testamento — si exceptuamos 2 Pe y Act 15:14 — Simón. Esto explica la lección de Simón en B. La forma semítica Simeón, que casi había desaparecido, tal vez sea aquí un arcaísmo intencional.

Al doble nombre añade un doble epíteto: siervo o ministro y apóstol de Jesucristo, por haber sido llamado por El al apostolado para convertir al mundo.

El autor de la 2 Pe, preocupado por los peligros que amenazan la fe de los cristianos, pasa inmediatamente a hablar de ella. Afirma que la fe concedida como don a los paganos convertidos es del mismo precio que la que recibieron los mismos apóstoles. El que Dios los haya llamado a la misma fe de los apóstoles fue un favor puramente gratuito, concedido por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, es decir, imparcialmente a todos los que la deseaban, fueran judíos o paganos. Para la justicia de Dios no hay acepción de personas ni de naciones, sino que derrama su gracia sobre todos sin distinción 2. La fe de que nos habla el autor sagrado se refiere al depósito de las verdades reveladas 3. Este depósito lo poseen por un don gratuito de Dios.

La expresión nuestro Dios y Salvador Jesucristo, ¿designa una sola persona divina o más bien dos? Los autores se dividen. Pero la ausencia del artículo delante de Sajador, la comparación con fórmulas similares de esta misma epístola 4 y los paralelos paulinos 5 y los joánicos 6, creemos que prueban suficientemente que el nombre de Dios es aplicado aquí a Jesucristo. La divinidad de Cristo era bien conocida y proclamada por los apóstoles desde los comienzos de la Iglesia7.

El apóstol desea a sus lectores abundancia de gracia y de paz. Estos dones sólo se obtendrán por el único medio eficaz, que es un conocimiento cada día más pleno de Dios y de nuestro Señor Jesús. Cuanto más se avanza en el conocimiento práctico de Dios y de Jesucristo, tanta mayor gracia se obtiene de Dios y tanta mayor felicidad se goza, porque el conocimiento de Dios es la base y el fundamento de todo el edificio de nuestra salvación. Por eso decía Jesús: "Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo." 8 Y en la 2 Pe, Cristo es presentado siempre como el objeto del conocimiento de los fieles 9.

 

 

Exhortación a la Santidad, 1:3-21.

 

La liberalidad divina, 1:3-11.

3 Pues por el divino poder nos han sido otorgadas todas las cosas que tocan a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento del que nos llamó por su propia gloria y virtud, 4 y nos hizo merced de preciosas y ricas promesas para hacernos así partícipes de la divina naturaleza, huyendo de la corrupción que por la concupiscencia existe en el mundo; 5 habéis de poner todo empeño por mostrar en vuestra fe virtud, en la virtud ciencia, 6 en la ciencia templanza, en la templanza paciencia, en la paciencia piedad, 7 en la piedad fraternidad y en la fraternidad caridad. 8 Si éstas tenéis y en ellas abundáis, no os dejarán ellas ociosos ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. 9 Mas el que de ellas carece es de muy corta vista, es un ciego que ha dado al olvido la purificación de sus antiguos pecados. 10 Por lo cual, hermanos, tanto más procurad asegurar vuestra vocación y elección cuanto que, haciendo así, jamás tropezaréis, 11 y tendréis ancha entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

 

Al recordarles las extraordinarias bendiciones que recibieron por la fe, les muestra cuan ventajoso sea cooperar seriamente a la obra de Dios en nosotros. El poder divino 10 de Jesús ha dado a los cristianos todo lo necesario para la vida sobrenatural y para la auténtica piedad n. Jesucristo ha sido el que nos ha hecho conocer íntimamente al Padre, al cual se atribuye el don de nuestra vocación a la fe. Cristo, al manifestar en su propia persona los atributos divinos por medio de sus milagros y de su incomparable santidad, logró atraerlos a la fe.

Por medio de estos mismos atributos (5Γ ων = per quae; no per quem, Vgta), es decir, por la gloria y la virtud de Jesucristo, Dios nos ha dado, por puro acto de su bondad, las preciosas y ricas promesas (v.4), que ya habían sido hechas en el Antiguo Testamento y se realizaron en Cristo. Los bienes mesiánicos prometidos se concretizan especialmente en la justificación, o sea en la gracia, que nos hace hijos de Dios y en cierto sentido semejantes a Dios. La regeneración del cristiano es efecto de la gracia santificante, la cual es la participación de la vida divina: divinae consortes naturae = ·9είαβ κοινωνοί φύσεως. La expresiσn ·εία φύσις es griega, y aparece con frecuencia en los filósofos y en los escritores griegos, los cuales hablan de la physis divina (Platón, Aristóteles, Jenofonte, Epicuro, Dio-doro Sículo, Josefo Flavio, Filón) 12. La fórmula physis divina designa al Ser divino, a la misma divinidad. Es la misma naturaleza divina como opuesta a todo lo que no es Dios. La fórmula lapidaria de San Pedro es audaz al mismo tiempo que clara, ya que esclarece el más espléndido efecto de la gracia santificante. ¿Cómo se ha de entender ese consorcio con la naturaleza divina? San Pedro, en la 1 Pe 5:1, se presenta como "participante (κοινωνός) de la gloria que ha de revelarse.” Aquν precisa más el sentido de esa gloria, llamándola naturaleza divina. Esta comunión no indica una simple relación, sino una verdadera participación o comunión de Dios con el hombre, que no se puede reducir únicamente a una semblanza moral. El cristianopar-ticipa de la misma naturaleza divina, es decir, de todo el cúmulo de perfecciones contenidas de una manera formal-eminente en la esencia divina. De Cristo surge una fuerza nueva, sobrenatural, de la que participan todos los que están unidos con El por la fe y el amor. Cuando San Pablo habla de nuestra comunión con Cristo o con el Espíritu Santo, se refiere a una comunión con las fuerzas sobrenaturales que emanan de Jesucristo y del Espíritu Santo, y que nos constituyen hijos adoptivos de Dios y herederos de su gloria 13. Para San Juan, la vida que nos viene de Cristo es la vida común al Padre y al Hijo 14.

El cristiano participa, por lo tanto, de la naturaleza divina. Pero no se debe extender esta participación hasta sostener que sea una identidad sustancial con la naturaleza divina en sentido panteístico; o bien concebirla como una conversión de nuestra naturaleza en la divina, como entendieron ciertos racionalistas y ciertos místicos quietistas. La teología católica ve en esta comunión un efecto de la gracia santificante, que hace al alma verdadera y realmente partícipe de la naturaleza divina, aunque se trata de una participación analógica y accidental. Dios nos hace participantes de su naturaleza divina mediante la gracia, con la cual nos asemejamos más y más a El 16.

Esta participación de la naturaleza divina comienza ya en este mundo, como parecen insinuarlo las palabras que siguen en la 2 Pe: huyendo de la corrupción que por la concupiscencia existe en el mundo (v.4).

Para tener parte en el extraordinario favor de la participación de la naturaleza divina es necesario evitar la corrupción moral que reina en el mundo. La eficacia de la obra divina en el cristiano depende de su cooperación, porque hay oposición entre la naturaleza divina y la corrupción moral. El que ama al mundo con sus concupiscencias no puede tener la vida divina en él 17.

El proceso descrito por el autor sagrado en los v.3-4 es el siguiente: primero, la vocación a la fe, que es el fundamento de todos los demás dones divinos; después, el conocimiento de Dios. Y, finalmente, por medio de este conocimiento llegamos a la participación de la naturaleza divina y a la huida de la corrupción moral.

El hombre debe responder a estos dones divinos con la práctica de las virtudes. El autor sagrado, con una construcción concatenada en forma gradual (climax), inculca la práctica de ocho virtudes. De esta manera quiere significar que las virtudes nacen unas de las otras y se completan mutuamente. Al don de la fe, que es principio de toda justificación, el cristiano ha de unir la energía moral, la fuerza y el vigor de animo (αρετή) para obrar el bien. A la energνa moral ha de juntarse la ciencia (γνώσιβ) prαctica, que hace conocer el bien que ha de hacerse y el mal que ha de evitarse. Energía moral y ciencia práctica son correlativas: ésta da las directrices y aquélla las ejecuta. A la ciencia va unida la templanza (εγκράτεια, ν. 6), por medio de la cual el hombre se domina a sν mismo y a sus pasiones. La templanza es necesaria para que la ciencia o el conocimiento no sea turbado por la pasión o los excesos. A la templanza se ha de unir la paciencia (υπομονή) en las aflicciones, mediante la cual perseverarαn en el bien a pesar de las dificultades y no sentirán desaliento en la espera de la parusía 18. A la paciencia ha de ir unida la piedad (ευσέβεια) para con Dios, que le confiere todo el valor religioso que puede poseer la paciencia.

La verdadera piedad que Dios espera de nosotros es el que amemos a nuestros hermanos (φιλαδελφία, ν.7) 19, como miembros que son de una sola familia. Pero el amor fraterno no basta, es necesario amar a todos los hombres amando primero a Dios. La caridad (αγάπη) para con Dios y para con el prσjimo es lo que realmente ha de distinguir al verdadero cristiano. Esto es lo que nos enseña el sermón de la Montaña 20. El amor fraterno tiene su perfección en el amor del prójimo 21. La caridad constituye la coronación y la plenitud de todas las virtudes 22 y es el lazo que las une entre sí 23. Por eso dice muy bien San Ignacio Mártir 24: "La fe es el principio, la caridad es el término de la vida cristiana"; y el concilio Tridentino habla de la fe perfecta, que se manifiesta en la caridad 25.

La práctica de las virtudes tendrá como efecto la fertilidad, el adelantamiento espiritual, es decir, el progreso religioso del alma. El crecimiento en las virtudes llevará al conocimiento (έπίγνωσιν) de nuestro Señor Jesucristo (v.8). Es necesario santificarse para comprender mejor a Cristo. El conocimiento de Jesús es el punto de partida de la vida cristiana (cf. v.3) y es también su término y coronamiento. Este conocimiento de Jesucristo es uno de los temas en torno al cual gira la presente epístola 26. Para el autor sagrado el mejor remedio contra las falsas doctrinas es el conocimiento de Jesucristo. Este conocimiento es algo dinámico, por eso puede ser causa y objeto de la virtud.

El que no practique las virtudes carecerá de conocimiento verdadero de Jesucristo y será semejante a un miope, a un ciego (v.9), porque no ve o ve imperfectamente las cosas celestiales. La gnosis del Señor permanece oculta para él. En lugar de adelantar en el conocimiento de Cristo, llega hasta olvidar su bautismo, que le había purificado de sus antiguos pecados, y a vivir como si nunca hubiera sido regenerado 27. Por eso es necesario cooperar a la gracia divina recibida en el bautismo practicando las virtudes. De esta manera asegurarán la vocación y elección que han recibido (v.10). Vocación y elección en este pasaje son sinónimos. No se trata directamente de la elección a la gloria, sino de la vocación a la fe y a la gracia obtenida por medio del bautismo. El esfuerzo puesto en la práctica de las virtudes les ayudará a preservarse de cometer pecados y los capacitará para entrar en el reino eterno de nuestro Señor, en donde recibirán las magníficas promesas de que nos habla el v.4 (v.11).

La expresión haciendo así jamas tropezaréis (v.10) no significa que el autor sagrado piense en una impecabilidad absoluta de los elegidos. Únicamente viene como a garantizar la perseverancia en la medida en que se guarde fidelidad a las directrices formuladas.

El concilio Tridentino 28 cita este versículo de San Pedro como prueba de la necesidad y de la posibilidad de practicar los mandamientos.

 

Veracidad del Testimonio Apostólico, 1:12-18.

El autor sagrado manifiesta en estos versículos el objeto de su carta. Quiere confirmar una vez más la veracidad de su predicación sobre la venida de Cristo.

 

12 Por eso no cesaré de traeros a la memoria estas cosas, por más que las sepáis y estéis afianzados en la verdad que al presente poseéis, 13 pues tengo por deber, mientras habito en esta tienda, estimularos con mis amonestaciones, 14 considerando que pronto veré abatida mi tienda, según nos lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo. 15 Quiero, pues, que, después de mi partida, en todo tiempo recordéis esto. 16 Porque no fue siguiendo artificiosas fábulas como os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino como quienes han sido testigos oculares de su majestad. 17 El recibió de Dios Padre el honor y la gloria cuando de la magnífica gloria se hizo oír aquella voz que decía: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias."18 Y esta voz bajada del cielo la oímos los que con El estábamos en el monte santo.

 

La importancia vital de las verdades ya expuestas incita al autor sagrado a volver de nuevo sobre ellas. Les explica los motivos por los cuales les escribe estas cosas. Estos motivos son el celo apostólico (v.13) y la persuasión de que su muerte está próxima (v.14). Sabedor de la responsabilidad que pesa sobre sus espaldas, sobre todo ahora que nuestro Señor le ha revelado la proximidad de su muerte, quiere recordarles la obligación que tienen de practicar la virtud. La revelación de la que habla nuestro autor tal vez haga referencia a Jn 21:18s, en donde Jesús anuncia a Pedro su martirio. Otros autores, como, por ejemplo, De Ambroggi 30, piensan que aquí se trataría más bien de una revelación ulterior de Cristo como aquella del Quo vadis? 31.

El autor sagrado, sabiendo que el tiempo de abandonar su tienda terrena está ya cercano (v.14), piensa en el modo de conservar entre ellos viva su enseñanza incluso después de su muerte (v.15). El modo de recordarles sus amonestaciones será mediante la lectura de su carta en las asambleas cristianas. Este tal vez sea el sentido de la vaga declaración del apóstol. Muchos autores (Camerlynck, Bigg.) piensan que este versículo ha dado origen a los numerosos apócrifos atribuidos a San Pedro: Evangelio de Pedro, Apocalipsis de Pedro, Kerigma o predicación de Pedro, etc.

En el ν. 16 el hagiσgrafo pasa de la primera persona del singular a la del plural. Con lo cual parece querer indicar que el autor sagrado se incluía a sí mismo entre aquellos que colaboraron en la evangelización de los lectores. En el nosotros de estos v.16-18 sin duda que el autor sagrado habla de sí mismo y de los demás apóstoles que fueron testigos de la transfiguración de Cristo. El objeto de la predicación de Pedro, lo mismo que la de los otros apóstoles, versaba principalmente sobre el poder divino y la venida o parusía de nuestro Señor Jesucristo (v.16). San Pedro en su predicación, que nos ha sido conservada en el evangelio de Marcos 32, acentúa la venida del Hijo del hombre en el esplendor de su poder.

La enseñanza cristiana acerca de la parusía no está entretejida con fábulas hábilmente inventadas, como pensaban y enseñaban los falsos doctores 33. El autor sagrado invoca dos testimonios en favor de la esperanza cristiana enseñada por los apóstoles. El primero es el del Padre celestial en la transfiguración de Jesucristo 34. Los apóstoles contemplaron entonces el deslumbrante resplandor de Cristo, que manifestaba su dignidad íntima. La transfiguración había venido, pues, a ser una prueba del poder divino del Salvador y una garantía de su retorno glorioso.

Nuestro autor emplea el término έττότττηζ (= testigo, espectador), que era usado en el lenguaje de los misterios paganos para designar al fiel iniciado en los más altos grados de los arcanos divinos. Aquí el hagiógrafo da a este término un sentido cristiano, designando con él a los apóstoles que fueron espectadores privilegiados de las manifestaciones más grandiosas de la gloria de Cristo: transfiguración y resurrección.

La gloria divina de Jesucristo procede de la magnifica gloria (ν. 17), que es el Padre. La nube luminosa, de que nos hablan los sinópticos 35, era lo que llamaban los judíos sekhina, es decir, la gloria divina manifestada por una actividad sensible o mediante la nube de las teofanías de Yahvé. El resplandor de Cristo en la transfiguración 36 es ya un testimonio divino; pero la voz celeste precisa la revelación divina. La descripción que nos ofrece la 2 Pe se acerca más a la de Mt 17:5 que a la de Mc 9:7 y Le 9:35. Tal vez fuera utilizado el evangelio de San Mateo en la comunidad a la que pertenecía el autor de 2 Pe.

El autor se presenta como testigo de la transfiguración (v.18) de Cristo, que tuvo lugar sobre el monte santo 37. Se ve que la catequesis daba ya este nombre al monte donde se transfiguró Jesús, que muy probablemente se ha de identificar con el Tabor.

 

La palabra profética, 1:19-21.

19 Y tenernos aún algo más firme, a saber: la palabra profética, a la cual muy bien hacéis en atender, como a lámpara que luce en lugar tenebroso hasta que luzca el día y el lucero se levante en vuestros corazones. 20 Pues debéis ante todo saber que ninguna profecía de la Escritura es de privada interpretación, 21 porque la profecía no ha sido en los tiempos pasados proferida por humana voluntad, antes bien, movidos del Espíritu Santo, hablaron los hombres de Dios.

 

El segundo argumento lo constituyen las antiguas profecías. ¿Qué profecías son éstas? Deben de ser las profecías referentes a la parusía. El autor sagrado quiere demostrar que su enseñanza sobre la parusía es verdadera. La palabra profética (v.19) probablemente no se refiera a un oráculo particular, sino a un anuncio que se desprende de los textos del Antiguo Testamento que tratan de la gloria del Mesías (Camerlynck, Mayor, Bigg, Chaine) 38. San Pedro, en un discurso de Act 3:20-21, habla de la restauración de todas las cosas, según Dios había anunciado por boca de sus santos profetas, refiriéndose sin duda a los tiempos de la parusía.

¿En qué sentido la palabra profética es mas firme, βεβαιότερος? Muchos exegetas creen que el autor sagrado aduce un nuevo argumento que considera superior al precedente, no considerado en absoluto, porque ambos provienen de Dios, sino en relación con los destinatarios a los cuales se dirigía San Pedro, y que serían de origen judío. Otros, en cambio, piensan de modo diverso, porque los lectores de la epístola no eran judíos, sino en gran parte paganos convertidos. Además, la construcción de la frase griega και εχομεν no es equivalente a έ'χομεν δε; sugiere mαs bien la idea de consecuencia que la de progresión. Por lo cual se podría traducir toda la frase: "Y tenemos así mejor confirmada la palabra profética." Con lo cual querría decir: hemos asistido en la transfiguración de Cristo a una realización parcial de tales profecías, lo cual hace más sólida en nosotros la esperanza de llegar a ver el cumplimiento definitivo 39.

Para el autor sagrado, después de haber sido testigo de la transfiguración, los oráculos referentes a la parusía de Jesús adquieren un significado más pleno y claro. Y por eso exhorta a sus lectores a prestarles gran atención, porque son como una lámpara que luce en lugar tenebroso hasta que luzca el día (v.19). Las profecías mesiánicas son una luz provisoria, si bien sumamente preciosa, en espera de la aurora de la perfecta luz que será la parusía del Señor 40. Pero para obtener provecho de esta luz que es el Antiguo Testamento 41, hay que emplearla como conviene. Toda profecía tiene a Dios por autor, y sólo El puede explicar el sentido preciso de ella. Por eso, las Sagradas Escrituras no pueden ser interpretadas ni explicadas según el parecer privado de cada uno. Sólo Cristo y aquellos a los que eligió para enseñar en su nombre tienen autoridad para interpretar la Sagrada Escritura (v.20). Es a saber, los apóstoles, la tradición y, en definitiva, la Iglesia. La llave de toda la Escritura es la Iglesia, a la cual parece referirse implícitamente el autor sagrado. Por eso, dice el concilio Tridentino42, y lo repetirá más tarde el concilio Vaticano43: "Nemo suae prudentiae innixus, in rebus fidei et morum. Sacram Scripturam ad suos sensus contorquens, contra eum sensum quem tenuit et tenet sancta mater Ecclesia, cuius est iudicare de vero sensu et ínterpretatione Scripturarum sancta -rum, aut etiam contra unanimem consensum Patrum, ipsam Scripturam sacram interpretar! Audeat."44

Las palabras de la 2 Pe van dirigidas contra los falsos doctores, que interpretaban la palabra profética a su modo. Al mismo tiempo condenan directamente las teorías del libre examen de los protestantes.

La razón de que la Sagrada Escritura no puede ser interpretada según la voluntad de cada hombre es que se trata no de una obra humana, sino de una obra divina. El Espíritu Santo es el autor principal de la Sagrada Escritura, porque los profetas hablaron movidos, impulsados, llevados (φερόμενοι) por este Espνritu divino45 para que dijeran aquello y sólo aquello que él quería comunicar a los demás hombres. El profeta es el intérprete de Dios, habla en su nombre, o bien escribe, es como un instrumento en manos de Dios. La metáfora, sin embargo, no autoriza a privar al profeta de su libertad y de su actividad propia. El hagiógrafo, cuando escribe bajo la moción del Espíritu Santo, conserva su libertad y su inteligencia propias. Dios puede regir las facultades humanas sin destruirlas. Este texto de la 2 Pe 1:21 nos descubre algo de lo que es la naturaleza de la inspiración escrituraria al poner de relieve la colaboración divino-humana en la composición de la Sagrada Escritura. Esta inefable colaboración hace que la obra, que es totalmente de Dios, sea, al mismo tiempo, totalmente del hombre 46. Es uno de los textos del Nuevo Testamento que más claramente nos habla de la naturaleza y del hecho de la inspiración bíblica.

 

1 Cf. Lc 2:25.34; Act 13:1; 15:14. — 2 Cf. Rom 1:17. — 3 Cf. 1 Tim 4:1.6. — 4 1:11; 2:2ο; 3:2.18. — 5 Rom 9:5; Tit 2:13; 3:4- — 6 Jn 1:1ss; 20:28. — 7 Cf. ZNTW (1904) p.335ss. — 8 Jn 17:3 — 9 1:3.8; 2:20; 3:18. — 10 Esta expresión, propia de la filosofía griega, es empleada por el autor sagrado para designar la realidad de la divinidad de Cristo. — 11 Aquí piedad (ευσέβεια) parece significar la buena conducta moral de los cristianos. — 12 Segϊn H.Windisch (Excursus sobre Hellenistische Fromigkeit im 2 Pe, en Handbuch zum N.T.3, Tubinga 1951), la espiritualidad helenista hablaba de la participación de la naturaleza divina concedida a los hombres por la δύναμη de Dios, y del conocimiento de Dios. Cf. tambiιn A. J. Festugiére, L'ideal religieux des Crees et l'Évangile (París 1936) p. 4735. — 13 Gal 4:4-7; Rom 8:14-24; Cf. 1:5. — 14 Jn 5:26; 14:20-23; 17:20-26; 1 Jn 1:2s. El N.T., en diversos lugares, también nos dice que nacemos de Dios (Jn 1:13); que somos hijos de Dios, engendrados por El (Jn 3:5; Gal 4:6s), partícipes de su vida (Jn 5:21). — 15 Suma Teológica 3 q.2 a.io ad i. — 16 Cf. A. Charue, Les Építres catholiques, en La Sainte Bible de Pirot, vol.12 P-484J P· De Ambroggi, Le Epistole cattoliche 2.a ed. (Turín-Roma 1949) p.17is; Dom R. M. Díaz, Epís-toles catoliques, en La Biblia de Montserrat vol.22 (Montserrat 1958) p.122s. — 17 Cf. 1 Jn 2,15ss. — 18 Cf. 2 Pe 3:4. — 19 Gf. 1 Jn 4:7. Otras enumeraciones de virtudes: Gal 5:22-23; 2 Cor 6:4-5. — 20 Mt 5:43-48. — 21 Cf. Jn 13:345; 15:12.17; 1 Jn 2:10; 3:14. — 22 Rom 13:10. — 23 Gol 3:14; cf. 1 Cor 13:15. — 24 Ad Ephesios 14:1. — 25 Ses.6 c.7 y c.10. — 26 Cf. 1:2.3.5; 2:20; 3:18. — 27 Cf. Tit 3:5; Epíst. de Bernabé ι1:1ι; San Justino, Apol. I 61. — 28 Ses.6 c.11i. — 29 D 804.830.La idea de incertidumbre acerca de la salvación definitiva aparece con frecuencia en los escritos del Nuevo Testamento (1 Cor 10:12; Fil 2:12; 1 Pe 1:17; Ap 3:11). — 30 O.c. p.176. — 31 Cf. Actas de Pedro c.35, edición de L. Vonaux (París 1922) p-426; Hegesipo, Histp-ñae 3:2: Csel 66:186; Orígenes, In lo. 20:12: PG 14:600; C. Fouard, S. Paul, ses dernié-res années, ed. 10 (París 1918) p.30i. La imagen de la tienda, empleada en el v.13, trat su origen de la vida nómada (Is 38:12), y quiere significar que la vida humana es efímera, como lo es la morada del nómada. Hoy está aquí, mañana en otro lado. — 32 9:1; 13:26. — 33 Las fábulas en el Ν. Τ. estαn tomadas siempre en sentido peyorativo (cf. 1 Tim 1:4; 2 Tim 4:4; Tit 1:14). Son producto de la imaginación, y, en cuanto tales, se oponen a la verdadera historia evangélica. Los gnósticos interpretaban la historia evangélica como si fuera un mito. — 34 Mc 9:2ss; Mt 17:1-9. — 35 Cf. Mt 17:5- — 36 Cf. Mt 17:2. — 37 Cf. Lc 9:28. — 38 La expresión palabra profética es empleada a veces para designar a la Sagrada Escritura en general (cf. Filón, Leg. Alleg. 3:43). — 39 De Ambroggi, o.c. p.175s. — 40 Cf. Is 60:1-2; Lc 1:78. — 41 En el Ν. Τ. γραφή se emplea siempre como una designaciσn de A. T. La profecía de a Escritura era, pues, la del A. T., la profecía por excelencia. — 42 Ses.4, De edit, et usu Sacr. Libr.: EB 62. — 43 De Revelat. c.2: EB 78. — 44 Gf. D 786.1788. — 45 La lección de la Vulgata: "locuti sunt sancti Dei nomines," se encuentra en varios códices griegos: S(A)KL. Otros códices (BP), en lugar de άγιοι, tienen orno 3εοϋ= “a Deo.” Y una tercera serie de cσdices (C, etc.) presentan la lección από 3εοΟ άγιοι = “a Deo sancti." Tischendorf, Westcott-Hort, Nestle, aceptan la lección del cód. B: coro 3eoO άνθρωποι, que parece ser la mαs probable, aunque es la más difícil. El sentido sería: "Locuti sunt a Deo homines," i.e., movidos por Dios hablaron los hombres, o sea, los profetas. — 46 Cf. A. Βεα, De Sacrae Scripturae inspiratione (Romae IQ35) P-36. Véanse también Tomás, Suma Teológica 2-2 q.171-174; P. Svnave-P. Benoit, La Prophetie dans S. Thomas d Aquin (Somme Théologique, edic. Rev. des Jeunes, París 1947); G. M. Perrella, Introducción general a la Sagrada Escritura (Edit. El Perpetuo Socorro, Madrid 1954); H. Hopfl-L. Leloir, Introductio generalis in Sacram Scripturam (Romae 1958); G. Courtade, Inspiration: DBS IV (París 1949) col.482-559; J. M. Vosté, De divina inspiratione et veritate S. Scripturae (Romae 1932); P. De Ambroggi: ScuolCat 71 (1943) 349-63.

 

 

Capitulo 2.

 

Los Falsos Doctores, 2:1-22.

El autor sagrado deja momentáneamente la cuestión de la parusía del Señor, sobre la que volverá más tarde l, y comienza una fuerte diatriba contra los falsos doctores que no creían en la parusía. El presente capítulo no tiene relación directa con lo que precede. El paralelismo de este capítulo con la epístola de Judas (v.4-16) es manifiesto. No sólo por lo que se refiere a las ideas e imágenes, sino al orden expositivo y hasta, con frecuencia, a la identidad del lenguaje empleado. Convendría leer antes la epístola de Judas para comprender mejor nuestro capítulo.

 

El peligro que suponen, 2:1-3.

1 Como hubo en el pueblo profetas falsos, así habrá falsos doctores, que introducirán sectas perniciosas, llegando hasta negar al Señor que los rescató, y atraerán sobre sí una repentina ruina. 2 Muchos les seguirán en sus liviandades, y, por causa de ellos, será blasfemado el camino de la verdad. 3 Llevados de la avaricia, harán de vosotros mercadería con palabras mentirosas, pero su condenación, ya antigua, no tardará, su ruina no se retrasará.

 

El apóstol comienza poniendo en guardia a sus lectores contra ciertos maestros engañosos, que por su mala vida y su espíritu de avaricia arrastran a otros al mal. Por lo cual serán terriblemente castigados. Del mismo modo que en Israel hubo falsos profetas 2 al lado de los auténticos profetas, así también sucederá entre los cristianos. Surgirán falsos doctores (v.1), que se esforzarán por alejar a los fieles de Cristo. Estos falsos maestros ya habían comenzado a esparcir sus errores, pero San Pedro 3 habla de ellos en futuro (= introducirán) porque sabía que pronto se lanzarían sobre el rebaño de Cristo con mayor furor. Por medios hipócritas introducirán sectas perniciosas, es decir, esparcirán falsas doctrinas para sembrar entre los fieles la confusión, y así originar partidos que se combatan entre sí. Por su escandalosa conducta moral, que va a la par de su enseñanza doctrinal, han llegado hasta negar al Señor, que los rescató (v.1) por medio de su muerte reparadora, obteniendo así sobre ellos derecho de dominio. Ahora estos ingratos se rebelan contra El y reniegan de El. Semejante revuelta atraerá sobre ellos una repentina ruina. El autor sagrado no nos dice en qué sentido niegan al Señor. Es posible se refiera a la negación de la parusía, o segunda venida de Cristo.

El mal ejemplo de los falsos doctores será contagioso. Muchos de los fieles seguirán sus liviandades (v.2). El autor sagrado, más bien que de doctrina, parece hablar de una desviación de las costumbres, como se ve por lo que dice en los v. 10-22. También la epístola de Judas denuncia la inmoralidad de los herejes 4. La mala conducta de estos cristianos será causa de escándalo para los paganos, y la doctrina cristiana, camino de verdad 5, será motivo de escarnio y blasfemia para los no cristianos, porque verán que no da los frutos que se esperaban de ella. ¡Qué obstáculo tan grande al apostolado es la corrupción de los miembros de una Iglesia para la cual la santidad de costumbres debe ser la señal auténtica de la obra de Dios! 6

El celo de estos falsos doctores es un celo interesado. Se dejan llevar de la avaricia (v.3). Con sus doctrinas tratan de explotar a los fieles y de enriquecerse a expensas de ellos. La avaricia es la nota característica de los falsos apóstoles; en cambio, el desinterés es la nota del verdadero apóstol. Este será el criterio más tarde para determinar y distinguir los verdaderos de los falsos profetas. "Si pide dinero — dirá la Doctrina de los doce Apóstoles —, es un falso profeta" 7. Sabemos con qué cuidado San Pablo evitaba todo aquello que pudiera parecer interés material y personal 8. Esa actividad de los falsos apóstoles podría hacer creer a los fieles que la justicia divina no vigila. Sin embargo, la verdad es que su condenación ya hace tiempo que está decidida, y llegará en el momento establecido 9.

 

Las lecciones del pasado, 2:4-10.

4 Porque, si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipitados en el tártaro, los entregó a las prisiones tenebrosas, reservándolos para el juicio; 5 ni perdonó tampoco al viejo mundo, sino que sólo guardó al octavo, a Noé, para pregonero de la justicia cuando trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos; 6 y a las ciudades de Sodoma y de Comorra las condenó a la destrucción, reduciéndolas a cenizas para escarmiento de los impíos venideros, 7 mientras que libró al justo Lot, acosado por la conducta de los desenfrenados en su lascivia, 8 al justo que habitaba entre ellos diariamente y sentía su alma atormentada viendo y oyendo sus obras inicuas. 9 Pues sabe el Señor librar de la tentación a los piadosos y reservar a los malvados para castigarlos en el día del juicio, 10 sobre todo a los que van en pos de la carne llevados de los deseos impuros y desprecian la autoridad del Señor. Audaces, pagados de sí mismos, no temen blasfemar de las potestades superiores.

 

Nuestro autor prueba ahora con tres ejemplos bíblicos que Dios no dejará de castigar severamente a esos falsos doctores. Del mismo modo que Dios castigó a los ángeles rebeldes (v.4), y a los malvados con el diluvio (v.5), y a Sodoma y Comorra con la destrucción (v.6.8), así castigará a los falsos e impúdicos apóstoles (v.9-10). La epístola de Judas (v.5-11) presenta un estrecho paralelo con nuestro texto.

El autor sagrado, lo mismo que Judas, se refiere a la antigua tradición del pueblo hebreo, que habla de un pecado de los ángeles y de su castigo. Este pecado fue una falta de soberbia y de rebelión contra Dios, como enseñan San Agustín 10. Dios, a causa de este pecado, los precipitó en el tártaro (v.4). Este nombre designaba en la mitología griega el lugar subterráneo en que' eran atormentados los titanes y los enemigos de los dioses. Después pasó a significar el lugar en donde penan los pecadores, el infierno. Los entregó a las prisiones tenebrosas (v.4) 12. Las tinieblas son el símbolo del sufrimiento y del horror; por el contrario, la luz es el símbolo de la felicidad celestial. Dios ha reservado a los ángeles malos para el día del juicio, es decir, que, si bien fueron castigados inmediatamente después de rebelarse contra su creador, su condenación solemne ante todo el mundo está reservada al juicio final. Judas, en el lugar paralelo, dice expresamente: "para el juicio del gran día."

El segundo ejemplo de castigos citado por la 2 Pe (no por Judas) se refiere al diluvio (v.5). El diluvio es considerado como la transición entre el mundo antiguo, que es destruido, y la constitución del nuevo mundo. Por eso el diluvio es, en las epístolas de San Pedro, el tipo de la renovación esperada 13 y del bautismo 14. Dios salvó del diluvio sólo al pregonero de la justicia, Noé, con otras siete personas (literalmente: al octavo) . Noé era el octavo contando a su mujer, sus tres hijos y las mujeres de éstos. La bondad de Dios manifestada con Noé y los suyos hace resaltar su severidad para con el pecador impenitente. Noé es llamado pregonero, predicador de la justicia, porque tanto con su palabra como con su ejemplo y la construcción del arca habría exhortado a los hombres a la penitencia anunciando el castigo divino 15. Además, la tradición judía también nos habla de la predicación de Noé 16. La 2 Pe aludiría a un dato tomado de la Haggada, del mismo modo que Judas aludiría a la ascensión de Moisés y a Henoc 17.

El tercer ejemplo sobre la intervención de la justicia divina, que corresponde al segundo de Judas (v.7), es la destrucción de Sodoma - Comorra (Gen 19:1585). También Jesucristo, para mostrar la severidad de los juicios divinos, aduce los ejemplos del diluvio y de la destrucción de Sodoma y Comorra 18.

Los v.7-8 de 2 Pe hacen contraste con lo que precede. Muestran la misericordia divina para con el justo. La justicia de Lot se manifiesta en la aflicción que le producía la conducta impúdica y desenfrenada de los sodomitas. El sufrimiento a la vista del pecado es efectivamente lo propio del justo. La literatura rabínica no es, sin embargo, muy favorable a Lot19. Con frecuencia lo considera como un libertino y un impío a causa del hecho que nos cuenta el Gen 19:31-38. Sea lo que fuere de esto, lo cierto es que su conducta antes de la destrucción de Sodoma y Comorra fue irreprensible 20. También ciertos textos rabínicos consideran a Lot como un justo 21.

Después de la larga prótasis de los v.4-8, llegamos por fin a la apódosis. El autor sagrado termina con un principio general: Dios salva a los justos, como lo hizo con Noé y con Lot, pero se muestra severo con los impíos, como lo hizo con los malvados de la época del diluvio y con Sodoma y Comorra (v.9). De este modo, el apóstol infundía valor y confianza a sus lectores, que también vivían en medio de graves pruebas materiales y espirituales. Por otra parte, advierte que los impíos no han de hacerse ilusión. Si Dios no los castiga aquí abajo, es porque están reservados para el gran día del juicio, en que serán terriblemente castigados. Sin embargo, el castigo divino no será igual para todos. Los falsos doctores serán castigados de una manera especialísima a causa de su vida escandalosa, pues se dejan arrastrar por los placeres sensuales y la lujuria, imitando a los contemporáneos de Noé y Lot. Esclavos de la carne, desprecian la autoridad del Señor (literalmente: "desprecian la soberanía divina," v.10). La soberanía de la que nos habla el texto sagrado parece ser la de Jesucristo, que es llamado con frecuencia en la epístola "nuestro Señor." 22

La conducta de estos doctores licenciosos está llena de audacia, de temeridad y de arrogancia, pues no temen blasfemar de las potestades superiores (liter.: de las glorias, v.10). Las glorias (δόξαι) designarνan, según algunos autores (Bigg, Calmes), personas eclesiásticas o civiles constituidas en dignidad. Mas, por el contexto (v.11) y por el lugar paralelo de la epístola de Judas (v.8), se ve que se trata de los ángeles.

 

El castigo futuro, 2:11-22.

11 Cuando los ángeles, aun siendo superiores en fuerza y poder, no profieren ante el Señor un juicio injurioso contra ellas. 12 Pero éstos blasfeman de lo que no conocen, como brutos irracionales, naturalmente destinados a ser presa de la corrupción, perecerán en su corrupción, 13 recibiendo con esto la justa paga de su iniquidad, pues hacen sus delicias de los placeres de cada día; hombres sucios, corrompidos, se gozan en sus extravíos, mientras banquetean con vosotros. 14 Sus ojos están llenos de adulterio, son insaciables de pecado, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón ejercitado en la avaricia, son hijos de maldición. 15 Dejando la senda recta, se extraviaron, y siguieron el camino de Balam, hijo de Beor, que, buscando el salario de la iniquidad, 16 halló la reprensión de su propia demencia cuando una muda bestia de carga, hablando con voz humana, reprimió la insensatez del profeta. 17 Son éstos fuentes sin agua, nubes empujadas por el huracán, a quienes está reservado el orco tenebroso. 18 Profiriendo palabras hinchadas de vanidad, atraen a los deseos carnales a aquellos que apenas se habían apartado de los que viven en el error, 19 prometiéndoles libertad, cuando ellos son esclavos de la corrupción, puesto que cada cual es esclavo de quien triunfó de él. 20 Si, pues, una vez retirados de las corruptelas del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo se enredan en ellas y se dejan vencer, sus postrimerías se hacen peores que los principios. 21 Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia que, después de conocerlo, abandonar los santos preceptos que les fueron dados. 22 En ellos se realiza aquel proverbio verdadero: "Volvióse el perro a su vómito, y la cerda, layada, vuelve a revolcarse en el cieno."

 

¿De qué ángeles se trata en el ν. 11? En el texto paralelo de Judas son los ángeles buenos; aquí, en cambio, el contexto parece indicar que se trata de los ángeles caídos (cf. v.4). Estos son dignos de reprobación; pero los ángeles buenos, aun siendo superiores, no se atreven a proferir injurias contra ellos. El pasaje paralelo de San Judas (v.6) nos habla del altercado entre el arcángel San Miguel y Satanás, en el cual Miguel no se atrevió a pronunciar contra el diablo ningún juicio injurioso, sino que se limitó a decir: Que el Señor te reprenda 23. Lo que no se atreven a hacer los ángeles buenos respecto de los ángeles malos, lo hacen los falsos doctores, que no temen injuriar a las glorias. Tal vez los falsos doctores negaban a los ángeles malos la capacidad de hacer mal.

El apóstol siente repugnancia de estos falsos maestros, comparables a los brutos irracionales (v.12). La vida que llevan es como la de las bestias, destinadas a ser capturadas y a perecer. Por eso también ellos terminarán en la perdición. Encenagados en los apetitos de la carne, blasfeman de todo lo que no responde a sus instintos y de todo lo que no conocen, es decir, del poder de los ángeles Y de Dios. El placer de estos falsos doctores está en los grandes banquetes 24 de cada día, que son para ellos motivo de pecado. Porque asisten a los ágapes de la comunidad con la única preocupación de engordar y extraviar a los demás (ν.13).

Tammbién pecan los falsos doctores buscando y deseando la mujer adúltera (v.14). Todo lo que ven les excita a las pasiones y los lleva a cometer mayores pecados, particularmente incitando con su conducta y sus palabras al pecado a las almas más débiles. Jesús enseña en el Evangelio: "Todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón." 25 No es éste sólo su vicio habitual, sino que también conocen todas las habilidades del avaro para amontonar riquezas. Emplean sin ningún escrúpulo todos los medios, incluso los más deshonestos. Por eso la maldición divina se desencadenará sobre ellos en el día de la parusía.

Estas ideas de avaricia y de maldición sirven para introducir muy naturalmente la historia de Balam (v. 15-16), al cual se reprochaba la codicia y había sido llamado por Balac para maldecir. Balam es el tipo de los que obran el mal por espíritu de lucro. Su pecado más conocido fue el haber aceptado maldecir a Israel para obtener del rey de Moab una buena suma de dinero 26. Pero Balam no sólo fue culpable de avaricia y de engaño, sino que también incitó a las mujeres moabitas para que tentaran a los israelitas 27. Por estos motivos la tradición judía atribuyó a Balam todas las torpezas e hizo de él el prototipo de los condenados 28. De los ejemplos de Caín, Balam y Coré aducidos por Judas (v.11), la 2 Pe sólo escoge uno: el de Balam 29.

Los falsos doctores hacen sufrir una cruel desilusión a los incautos que esperaban de ellos la verdad y la salvación. Para significar esto, el autor sagrado emplea dos imágenes, tomadas de Judas, ν.12-13, con cierta libertad, que insinϊan la desilusión de un peregrino sediento (v.17). Jeremías había ya comparado los falsos profetas a cisternas rotas, que no pueden contener el agua 30. Los falsos doctores, sin poder dar lo que prometen, irán a parar al orco tenebroso; en cambio, los justos resplandecerán como estrellas por toda la eternidad 31.

Los v.18-19 precisan en qué consiste la desilusión que se llevarán los secuaces de los falsos doctores. Profiriendo palabras hinchadas de vanidad (v.18), se asemejan a las nubes empujadas por el huracán, que prometen mucho y no dan nada. Sin embargo, logran seducir con el cebo de la sensualidad a los incautos y a los débiles; es decir, a los que se han convertido recientemente del paganismo y que todavía no han conseguido vencer plenamente sus anteriores errores y malos hábitos. Abusando de la predicación cristiana, prometen, bajo el nombre de libertad, una verdadera esclavitud, porque el que no observa la ley moral será esclavo de los vicios (v. 19). El vencido se convertía en esclavo del vencedor, según el antiguo derecho de guerra. Los falsos doctores han sido ya vencidos por la corrupción, porque "el que comete el pecado se hace esclavo del pecado" 32. Los falsos profetas se habían dejado vencer por los vicios de la carne 33.

La incorporación a Cristo mediante el bautismo y el conocimiento de la doctrina cristiana libraba a los cristianos de las corruptelas del mundo (v.20). Pero, si de nuevo se enredan en ellas y se dejan vencer, su situación se hace más crítica que antes 34, porque ya no tienen la excusa de la ignorancia. Mejor les hubiese sido no conocer la verdad cristiana que, una vez conocida, apartarse de ella (v.21); porque su pecado sería menor. Es mejor ser pagano que convertirse en apóstata. La expresión camino de la justicia designa la santidad cristiana con tocio lo que ella implica, pues esta santidad proviene del conocimiento que se tiene de Jesucristo.

El autor sagrado ilustra con dos proverbios populares lo que había dicho sobre los apóstatas. El primero está tomado de Prov 26, n: volvióse el perro a su vómito. El fiel que vuelve a su vida de pecado se hace tan abominable como el perro que vuelve de nuevo a vomitar. El segundo proverbio no es bíblico, pero se encuentra ya en la leyenda de Ahikar: "la cerda lavada vuelve a revolcarse en el cieno." La comparación con el fiel se refiere al retorno a un estado inmundo del cual había salido. Jesucristo también había empleado la imagen del perro y del cerdo para designar a los adversarios incorregibles 35. Los autores paganos consideran al perro, y sobre todo al puerco, como símbolo de la mancha moral 36.

 

1 3:1-10. — 2 Jer 7:8; 14:14; Dt 13:1-6; Ez 13:9; Zac 13:23. — 3 Cf. también 1 Tim 3:1ss — 4 Jds 4.7.8.13.16.18.23. — 5 Cf. Act 9:2; 18:25; 19:9. — 6 A. Charue, o.c. p.491. — 7 Doctrina de los doce Apóstoles u,6 = Didajé. Cf. D. Ruiz Bueno, Padres Apostólicos (BAC, Madrid 1950) p.89. — 8 1 Cor 9:1-18; 2 Cor 12:13. El ansia de lucro personal era bastante común entre los judíos de entonces, como nos lo atestiguan diversos lugares del Nuevo Testamento (Mt 23:145; Tit 1:105; cf. Ez 34:3). — 9 Cf. Jds 4-5. — 10 Pe C™ Dei 14:13-1 — 11 Suma Teol. ι q.63 a.2. — 12 seguimos, con los códices BSAC y los Padres latinos, la lección σειροΐ$ ο bien σιροϊς == «en los abismos», que parece ser la mejor atestiguada. — 13 12:13 — 14 1 Pe 3 20-21. — 15 Cf.Heb 11:7. — 16 Wt. Josefo Flavio, Ant. 1,3,1; Oráculos sibilinos 1,129.150-198. Cf. Strack-Bil — 17 Cf. J. Chaine, 6.c. p.63. — 18 Cf- Lc 17:26-29. — 19 Cf. Strack-Billerbeck, vol.3 p.76953. — 20 Cf. Gen 18; 19; Sab 10:6. — 21 S. Rappaport, Der gerechte Lot: ZNTW 29 (1930) p.299. El Gen 19,iss nos habla de su hospitalidad. — 22 1:8.14.16; 2:20; 3:2.15.18; cf. Jds 8; Didajé 4:1. Para San Pablo (Ef 1:21; Col I:l6) soberanía = κυριότηβ designa un determinado coro de αngeles. — 23 Esta disputa entre Miguel y Satanás estaría tomada, según Orígenes (De principiis 3:2,i: PG 11:303), del apócrifo Asunción de Moisés, el cual sólo ha llegado a nosotros fragmentariamente. La 2 Pe la sustituye por una afirmación de carácter general. — 24 La lección άγάπαιβ de BA2C2 Vgta. parece preferible a cnrórrats de SAKLP, ya e en el texto paralelo de Judas (v. 10-12), del que depende 2 Pe, son los falsos doctores Participan en los banquetes de la comunidad. La Asunción de Moisés 4:4 también nos ibla de "los que buscan los convites a cualquier hora del día." — 25 Mt 5:28. — 26 Cf. Núm 22-24. — 27 Cf. Núm 25:1-3; Dt 31:16. — 28 Cf. G. H. Guyot, Baíaam: CBQ.3 (1941) 235-242. — 29 Parece como si la 2 Pe supusiera conocido el texto de Judas. — 30 Jer 2:13. — 31 Dan 12:3. — 32 Jn 8:34- San Pablo, en su epístola a los Romanos 8:21, pone en contraste la libertad de los hijos de Dios con la servidumbre de la corrupción de las criaturas, lo mismo que hace aquí la 2 Pe. Y en la epístola a los Calatas 5:13 exhorta a no tomar la libertad como pretexto para servir a la carne. Epicteto ('Platicas 1.2:20:3; 22:31) también llama siervo de sus excesos al hombre vicioso. Cf. Cicerón, Verr. 3:22. — 33 Cf. Rom 6:16. Y, sin embargo, los gnósticos afirmaban que para los espirituales, como ellos se creían, no era posible la corrupción (San Ireneo, Adv. haer. 1:6:2). — 34 Cf. Mt 12:45; Le 11:26. El Ν. Τ. recalca siempre la gravedad del pecado de apostasia: Lc 9:62; Heb 6:4ss; 10:26; 1 Jn 5,16s. — 35 Mt 7:6. — 36 Cf. Horacio, Epist. 1:2:26; Cicerón, Verr. 4:24; Varrón, Res rusíicae 2.

 

 

Capitulo 3.

 

El Día del Señor, 3:1-18.

El autor sagrado ya había hablado de la parusía del Señor (1:16). Ahora vuelve a tratar de nuevo esta cuestión, que era rechazada por los falsos doctores con el fin de atraer más fácilmente a los cristianos a sus inmoralidades. Previene a sus lectores contra estos malvados y los exhorta a esperar la venida del Señor. Esta parte constituye una verdadera apocalipsis de Pedro.

 

Exhortación a creer en la parusía, 3:1-2.

1 Esta es, carísimos, la segunda epístola que os escribo, y en ella he procurado excitar con mis avisos vuestra sana inteligencia, 2 a fin de que traigáis a la memoria las palabras predichas por los santos profetas y el precepto del Señor y Salvador, predicado por vuestros apóstoles.

 

Al término de la diatriba contra los falsos doctores, se dirige a los fieles llamándoles carísimos (άγαττητοί). Lo mismo sucede en la epνstola de Judas (v.17). La alusión a una primera epístola (v.1) parece referirse a la 1 Pe. En dicha epístola encontramos insinuado en forma expositiva todo lo que aquí se presenta en forma polémica. En la 1 Pe también se citan los testimonios de los profetas y de los evangelizadores l. Se habla del valor salvífico de la pasión de Jesús, de su resurrección y ascensión 2, y se trata de la par usía del Señor 3. Los destinatarios de la 2 Pe tienen la inteligencia sana, es decir, que todavía no han sido contaminados por las doctrinas de los falsos doctores. Sin embargo, el autor quiere ponerlos en sobreaviso y recordarles la enseñanza tradicional para que no sean contaminados.

Ante todo han de tener presente lo que han predicho 4 los santos profetas. y vuestros apóstoles (v.2), que han transmitido a los fieles el programa de vida de Cristo. También en la epístola de Judas (v.17) se encuentra una alusión semejante "a las palabras predichas por los apóstoles." La expresión nuestros apóstoles no excluye al autor de la epístola de entre ellos. Sin embargo, la generación apostólica aparecerá ya como en el pasado en el ν.φ El autor no se presenta, desde luego, como el padre en la fe de los fieles a los cuales escribe. Precepto tiene aquí sentido amplio: es la doctrina cristiana (cf. 2:21).

 

Incredulidad de los falsos doctores, 3:3-4.

3 Y, ante todo, debéis saber cómo en los postreros días vendrán con sus burlas escarnecedores, que viven según sus propias concupiscencias 4y dicen: ¿Dónde está la promesa de su venida? Porque, desde que murieron los padres, todo permanece igual desde el principio de la creación.

 

Los fieles han de saber que los esfuerzos de los herejes y escarnecedores del nombre de Dios han sido predichos para los postreros días (v.3). El pensamiento resulta más claro en Judas (v.18) que en nuestra epístola: los herejes que han de venir han sido anunciados por los apóstoles, los cuales recibieron, a su vez, esta enseñanza del mismo Cristo5. Esos herejes serán gentes escarnecedoras que se burlarán de las creencias más santas, con el fin de legitimar su vida licenciosa. Se ríen de la parusía del Señor diciendo: ¿Dónde está el cumplimiento del prometido retorno de Cristo? Ha pasado toda una generación de creyentes sin ser testigos de esa parusía, y continúan igual todas las cosas, pues la naturaleza no ha sido destruida por ninguna catástrofe, que, según la predicción de Cristo, había de tener lugar antes de su retorno6. Luego, si nada ha ocurrido hasta ahora, es muy probable que nada ocurra en el futuro.

Jesucristo había dicho efectivamente que vendría en su gloria, pero sin indicar el momento. El amor que los fieles profesaban a Cristo, sus esperanzas de la retribución y sus deseos de verle les hacían pensar en un retorno próximo, que se manifiesta en toda la primera generación cristiana. También los apóstoles esperaban la parusía, aunque nada enseñaron sobre el tiempo en que sucedería. Sin embargo, con el pasar de los años se sintió la necesidad de disociar la parusía y el juicio final de las esperanzas escatológicas con las cuales eran unidos. Bajo la presión de los hechos se daba un progreso teológico, no en el sentido que cambiase la revelación, sino en cuanto que había que mirar y expresar los datos revelados independientemente de una concepción temporal que no formaba parte de ellos y que resultaba difícil mantener 7.

Los padres del v.4 no son los antepasados del Antiguo Testamento, sino los cristianos de la, primera generación que habían muerto.

 

Refutación de los Falsos Doctores, 3:5-10.

5 Es que voluntariamente quieren ignorar que en otro tiempo hubo cielos y hubo tierra, salida del agua y en el agua asentada por la palabra de Dios;6 por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en el agua, 7 mientras que los cielos y la tierra actuales están reservados por la misma palabra para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los impíos. 8 Carísimos, no se os caiga de la memoria que delante de Dios un solo día es como mil años, y mil años como un solo día. 9 No retrasa el Señor la promesa, como algunos creen; es que pacientemente os aguarda, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia. 10 Pero vendrá el día del Señor como ladrón, y en él pasarán con estrépito los cielos, y los elementos, abrasados, se disolverán, y asimismo la tierra con las obras que en ella hay.

 

El hagiógrafo la emprende ahora directamente contra los falsos profetas, que se burlaban de la parusía, y refuta sus errores.

El autor sagrado rechaza primeramente el argumento en que se apoyaban los falsos doctores para negar la parusía: la estabilidad de. la naturaleza. El apóstol afirma que en la naturaleza se operó un gran cambio por medio del diluvio (v.5-7), especialmente en lo que se refiere a los hombres. Por el diluvio volvió la tierra al estado en que se halló al principio, antes de la separación de las aguas y de la tierra en el día tercero de la creación. Si los falsos doctores no quieren reconocer esta verdad, es que voluntariamente se hacen cómplices de esta ignorancia. La creación y la destrucción operada por las aguas son garantía de la destrucción final que será producida por el fuego.

Para el autor de la 2 Pe el fin del mundo será una inmensa conflagración (v.7.10.12ss). La idea de que el fin del mundo vendría por el fuego parece ser de origen persa. Posteriormente esta concepción se hizo corriente en el mundo greco-romano, de donde pasó a los judíos y cristianos 8.

En este pasaje de la 2 Pe parecen confluir — según Mollat 9 — dos influencias: una especulación filosófica greco-romana, según la cual el mundo terminará abrasado por el fuego, y una concepción bíblica, según la cual el fuego significaría la venida de Dios y el castigo de los malvados. En el Antiguo Testamento, el triunfo de Yahvé va acompañado de un fuego vengador que destruye los enemigos de su causa y alcanza hasta los elementos materiales del mundo. El autor sagrado tal vez aluda en el v.7 a los vaticinios de Isaías: "He aquí que llega Yahvé en fuego, y es su carro un torbellino. Porque va a juzgar Yahvé por el fuego." 10 Y en otro lugar: "Pasarán los cielos como humo, se envejecerá como un vestido la tierra" u. Del fuego en conexión con el juicio hablan también los profetas Miqueas 12, Sofonías 13, Daniel 14 y el salmo 98:3. San Pablo también habla del fuego del juicio 15, y enseña que Jesucristo se manifestará en un incendio de llamas para hacer escarmiento 16. Los escritos apócrifos judíos también aluden frecuentemente al tema del fuego que destruirá y renovará el universo 17. Otro tanto sucede con los escritos cristianos en donde se trata este tema 18.

A continuación (v.8) el autor sagrado responde a la pregunta sarcástica de los falsos doctores: ¿Dónde está la promesa de su venida? (v.4). Para Dios no hay tiempo, pues todo está presente en su mente, y, por consiguiente, las distinciones temporales que nosotros establecemos no tienen sentido en los planes divinos. La dilación es una prueba de la paciencia de Dios, como dice San Agustín, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos tengan tiempo para arrepentirse (v.8) 19. El apóstol se inspira en el salmo 90:4: "Mil años son a tus ojos como el día de ayer, que ya pasó; como una vigilia de la noche." La literatura rabínica pretende descubrir en este salmo conclusiones sobre la duración de los tiempos mesiánicos y sobre el fin del mundo 20. También los milenaristas se sirvieron de este texto de la 2 Pe para apoyar sus doctrinas sobre el milenio de felicidad en este mundo. Sin embargo, el apóstol no dice absolutamente nada sobre el milenio, sino que se limita simplemente a aplicar al caso concreto el pensamiento del salmista, el cual niega toda medida entre la eternidad de Dios y el breve tiempo de nuestra vida.

El Señor es paciente, pero debemos prevenirnos contra la presunción y no diferir demasiado el arrepentimiento, porque vendrá el día del Señor como un ladrón (v.10). Es una imagen bíblica muy expresiva para describir el día de la venida del Señor. Había sido empleada por Jesús 21, y lo será después por la tradición22. En aquel día, el universo desaparecerá y serán consumidos los cielos, los astros (στοιχεία), la tierra con todo lo que en ella hay.

La escatología judía admitía la caída de los astros 23 como uno de los elementos característicos del día del Señor. El fuego celeste abrasará, penetrará todas las cosas para purificarlas y ponerlas al descubierto. En la escatología de los primeros siglos tanto judía como cristiana, el fuego tenía una parte preponderante en la conflagración final24. San Pablo mismo, en 1 Cor 3:10-15, afirma que en aquel día las obras de cada uno serán probadas por el fuego y quedarán de manifiesto.

 

Exhortación a prepararse convenientemente para ese día, 3:11-16.

11 Pues si todo de este modo ha de disolverse, ¿cuáles debéis ser vosotros en vuestra santa conversión y en vuestra piedad, 12 en la expectación de la llegada del día de Dios, cuando los cielos, abrasados, se disolverán, y los elementos, abrasados, se derretirán? 13 Pero nosotros esperamos otros cielos nuevos y otra tierra nueva, en que tiene su morada la justicia, según la promesa del Señor, 14 Por esto, carísimos, viviendo en esta esperanza, procurad con diligencia ser hallados en paz, limpios e irreprochables delante de El, 15 y creed que la paciencia del Señor es para nuestra salud, según que nuestro amado hermano Pablo os escribió conforme a la sabiduría que a él le fue concedida. 16 Es lo mismo que hablando de esto enseña en todas sus epístolas, en las cuales hay algunos puntos de difícil inteligencia, que hombres indoctos e inconstantes pervierten, no menos que las demás Escrituras, para su propia perdición.

 

La idea de la parusía y de la caducidad del mundo ha ejercido siempre un grande influjo sobre la espiritualidad tanto judía como cristiana 25.

El autor sagrado resume lo que acaba de decir y saca una conclusión práctica. Puesto que el mundo presente está destinado a desaparecer y el día del Señor vendrá de repente como un ladrón, hay que estar preparados llevando una vida santa. Los plurales "in sanctis conversationibus et pietatibus" (Vgta.) indican las múltiples manifestaciones de la santidad y de la piedad que han de resplandecer en toda la conducta de los cristianos. Viviendo santamente, los cristianos podrán esperar con confianza el día del Señor; y, al mismo tiempo, completarán el número de los elegidos, y así acelerarán la hora de la venida del Señor 26. El Señor espera pacientemente y difiere su retorno para dejar tiempo a los culpables al arrepentimiento 27; porque cuanto mayor sea el número de los fieles, más pronto vendrá el Señor (v.12). Seguramente el autor sagrado alude a la idea difundida en los ambientes judíos, según la cual la aceleración o retardo de los tiempos mesiánicos dependía de los méritos o pecados de Israel 28.

La catástrofe cósmica es, sin embargo, motivo de alegría para los fieles que la esperan y la aceleran con el deseo y la oración. Más allá de la tragedia y de la prueba, entrevén la transfiguración del universo. El mundo futuro será un mundo en donde la justicia y la santidad habitarán (v. 13). Estas mismas ideas las encontramos en Is 65:17; 66:22. San Pablo también presenta a la naturaleza como una persona que espera con inquietud la transformación 29. Y San Pedro, en un discurso de los Hechos de los Apóstoles 30, habla de "la restauración de todas las cosas."

Si los cristianos esperan este mundo nuevo, deben comportarse de tal manera que sean hallados por el Señor en una disposición moral y espiritual tal que les permita entrar en él (v.14). La espera de la parusía era un poderoso motivo de santificación 31. Además, los fieles han de ver en el retardo de la parusía una prueba de la voluntad salvífica universal de Dios, que espera para que todos se enmienden y practiquen la virtud (v.15). El apóstol confirma su exhortación con la autoridad de San Pablo, que había enseñado la misma verdad en una epístola enviada a los mismos destinatarios de la 2 Pe. ¿De qué epístola se trata? La epístola a los Romanos 32 y la i a los Corintios 33 hablan de las numerosas gracias de conversión que el Señor da a los elegidos; pero no es probable que la 2 Pe haya sido escrita a los cristianos de Roma o de Corinto. Es difícil determinar con precisión de qué carta se trata. La mayor parte de los comentaristas están acordes en admitir que se alude o bien a Golosenses 34, en donde se encuentra una sentencia análoga a la de San Pedro, o bien a Efesios, en la cual se dan varias exhortaciones a la santidad 35. Algunos autores creen que se trata de una epístola perdida 36.

El autor de la 2 Pe habla de Pablo como de un amado hermano (v.15), en el cual reconoce el carisma de la sabiduría. Esta sabiduría tal vez se refiere a un conocimiento extraordinario de los misterios revelados. Pero como el v.16 reconoce el carácter sagrado de los escritos de Pablo, es muy posible que podamos ver en esa sabiduría, que dirigía al apóstol cuando escribía, el carisma de la inspiración divina.

Después de aludir a una epístola determinada de San Pablo, el autor de la 2 Pe habla de las demás cartas del Apóstol de los Gentiles, en donde exhorta a la santidad, a la preparación para la parusía (v.16). Los falsos doctores debían de apoyarse en San Pablo cuando prometían la libertad 37. A lo cual replica el autor de la 2 Pe diciendo que Pablo enseñaba lo mismo que él en todas sus epístolas. La expresión todas sus epístolas no significa necesariamente que el autor de la 2 Pe conociese todo el cor pus paulinum actual. Puede referirse a todas las cartas conocidas entonces por el autor de la 2 Pe y por los destinatarios de esta epístola. Existía ya, por consiguiente, una colección paulina, sin que podamos decir cuántas cartas contenía. Este detalle de la 2 Pe es de gran importancia, porque nos hace conocer que en las diversas Iglesias se comenzaron a recoger, desde muy temprano, los escritos de los apóstoles. Es el comienzo del canon del Nuevo Testamento.

En esas cartas de San Pablo, reconoce el autor de la 2 Pe, se encuentran puntos de difícil inteligencia, que gentes ignorantes de la verdad evangélica y mal fundamentados en la fe pervierten (v.16). De este modo la palabra de Dios sirve para perder las almas. Los textos torcidamente interpretados por los falsos doctores serían probablemente los que tratan de la Ley y de la libertad cristiana y los que hablan de la parusía, que eran obscuros por naturaleza 38. Se formula aquí implícitamente el principio de hermenéutica escrituraria según el cual la interpretación de las Escrituras no puede ser abandonada al sentir de cada uno. El trato que dan esos falsos doctores a las epístolas de San Pablo es el mismo que dan a las demás Escrituras (v.16). La expresión τάς λοιπάς γραφάς designa el Antiguo Testamento. Por aquν se ve que la 2 Pe coloca las epístolas de Pablo al mismo nivel de las Escrituras. Y demuestra que nuestro autor considera las epístolas paulinas en el mismo plano de autoridad y dignidad que las Sagradas Escrituras. En toda la literatura judía y cristiana, la Escritura o Escrituras designan los escritos sagrados y normativos, los escritos inspirados, en cuanto que fueron compuestos bajo la inspiración del Espíritu Santo 39. Este versículo 16 de la 2 Pe implica implícitamente la doctrina eclesiástica de la canonicidad y de la inspiración de as epístolas paulinas y de todo el Nuevo Testamento, pues no hay razón alguna para juzgar de otro modo los escritos de los demás apóstoles.

 

Exhortación y doxología final, 3:17-18.

17 Vosotros, pues, amados, que de antemano sois avisados, estad alerta, no sea que, dejándoos llevar del error de los libertinos, vengáis a decaer en vuestra firmeza. 18 Creced más bien en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y salvador Jesucristo. A El la gloria así ahora como en el día de la eternidad.

 

El autor sagrado vuelve, en la advertencia final, sobre el pensamiento del v.14; y recomienda a los fieles vigilar para no ser seducidos por los falsos doctores (v.17), y crecer en el conocimiento y en la gracia de Dios.

Los lectores de la 2 Pe estaban siempre en peligro de ser seducidos por los falsos doctores que interpretaban torcidamente las enseñanzas apostólicas. Por eso el autor sagrado les dice que deben permanecer firmes en la fe profesada, guardando intactos los principios de su vida cristiana. Han de esforzarse, además, por crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo (v.18). La vida cristiana no es algo estático, sino que debe crecer cada día en gracia y en conocimiento de Dios. Al principio de la epístola, el autor deseaba esta gracia y conocimiento a sus lectores40. Ahora termina con el mismo pensamiento en forma de inclusio semítica.

La carta se concluye con una doxología a Cristo que recuerda la de 1 Pe 4:11. En este último versículo de la 2 Pe se afirma claramente la divinidad de Cristo.

 

1 1:10-12.25. — 2 1:3-18; 2:4; 3:18-22; 4:1-13; 5:1 — 3 1:7-11; 4.55.11:13; 5:4-10· Es, pues, probable que el autor sagrado se refiera a la i Pe, que ya por entonces se había difundido con bastante rapidez entre los fieles y las iglesias. No descartamos tampoco la hipótesis de que se pueda referir a una carta del apóstol, que se ha perdido. — 4 El predixi de la Vg. es erróneo. — 5 Act 20:23-31; 2 Tim 3:1-9; 4:3; cf. Me 13:22; Mt 24:24. Estos textos se refieren a profecías generales acerca de la aparición de herejías y disensiones antes de la segunda venida de Cristo. Pero nuestro autor bien pudiera referirse a tradiciones orales que no han llegado hasta nosotros. — 6 Cf. Mc 13:19. — 7 J. Chaine, o.c. p.Sas. Cf. Tertuliano, De patientia 2; Eusebio, Hist. Eccl. 7:24:25. — 8 Cf. J. Chaine, Cosmogonie aquatique et conflagration finale d'aprés la 2 Pe: RB (1937) 207-216; J. Plessis, Babylone et la Bible: DBS I 716-736. Para comprender la idea de la 2 Pe hay que tener presente que la tierra había emergido de entre las aguas por la acción del espíritu de Dios (Gen 1:2.9). Con el diluvio la tierra vuelve a ser cubierta por las aguas (Gen 7:11), con lo que retorna en cierto modo al caos primitivo. De este segundo caos le saca la acción del viento (pneuma) enviado por Dios (Gen 8:1). Es en este sentido en el que se puede hablar de una nueva creación. — 9 1:18 3 8 — 10 Is66,15s. — 11 Is 51:6; cf. Is 65:17; 66:22. — 12 1:4 — 13 En DBS IV 1379. — 14 7:8-10. — 15 1 Cor 3:13-15 — 16 2 Tes 1:73. La Vida de Adán y Eva 49 habla de dos juicios, uno por el agua y el otro por el fuego. Cf. Oráculos sibil. 4:1735. — 17 Cf. strack-billerbeck, III p.775- — 18 Hermas, Vis. 4:3:3 (Funck, I 464); Apoc. Petr. aetiop. 5; San Justino, Apol. I 20:4. — 19 1 Tim 2:4; cf. £2 18:23. — 20 Gf. M. J. Lagrange, Le Messianisme chez les Juifs (París 1909) 186-209; Strack-Bil-Lerbeck, III p.773s. — 21 Mt 24:42-44; Lc 12:38-40. — 22 1 Tes 5:2; Ap 3:31 16:15· — 23 Cf. Is 34:4; Jl 2,ios; 3:15; Mt 24:29; Ap 6,12ss. — 24 Cf. Mts.11; 11:3.16. — 25 Gf. R. schnackenburg, DiesittlicheBotschaft des Neuen Test. (München 1954)p.127-34· — 26 Cf. U. Holzmeister, Num et quomodo docente S. Petro (Act 3:195; 2 Pe 3:12) paru-siam decelerare possimus: VD 18 (1938) 299-307. — 27 Cf. v.9. — 28 Cf. Bonsirven, Le Judaísme vol.1 p.379ss; A. Charue, o.c. p.soo; De Ambroggi, o.c. p.iqs. — 29 Rom 8:19-22; cf. 1 Cor 7:31. Ver A. Colunga, El cielo nuevo y tierra nueva: Sal 3 (1956) 485-492; J. M. González Ruiz, Gravitación escatológica del Cosmos en el Ν. Τ. en XIV SemBibEsp (Madrid 1954) 103-127; A. Viard, Expectatio creaturae (Rom 8:19-22) : RB 59 (1952) 337-354· — 30 3:21. — 31 J. Chaine, o.c. 93. — 32 2:4-10; 9.22SS. — 33 1 Cor 1:7-8. — 34 1:22ss. — 35 Gf. 1:5-14; 4:30; 5:53. — 36 Cf. RB (1902) 573SS. El P. C. Spicq., Les Epítres pastorales (París 1947) p.XCV, cree que aquí se cita explícitamente un pasaje de 1 Tim 1:16. — 37 2 Pe 2:19. El autor sagrado no nos dice cuáles eran los puntos doctrinales difíciles de entender y que los falsos doctores interpretaban mal. Tal vez se refiera a la doctrina paulina sobre la libertad de la Ley. — 38 Gf. 2 Tes 2:5. — 39 Cf. 1:21.